miércoles, 18 de junio de 2008

Un reemplazo para papá (Parte I )

Las oficinas de la Notaría Séptima de Barranquilla no eran el sitio sombrío y desagradable que Cristina María se había imaginado. Los jardines bien cuidados y frescos alrededor de una elegante casa de estilo republicano en uno de los mejores sectores de la ciudad.

Nada parecido a sus viejos recuerdos de infancia, cuando por última vez fue con su madre a buscar un certificado de nacimiento en una notaria del centro de la ciudad. Cristina sonrió al abogado que la acompañaba y que le cedía su puesto en un hermoso sofá estilo Luis XV. El se fue a las ventanillas de recepción solo. Recordó que aquella notaria había estado en el primer piso de un viejo edificio, que era un lúgubre cuartito lleno de personas con olor a sol y voces subidas de tono.

El Doctor Mercado se acercó a ella con cara de pocos amigos y el ceño fruncido. Cristina se levantó. Las malas noticias no se recibían sentada.
- ¿Qué sucede? – Preguntó de inmediato. El abogado se aclaró la garganta.
- Parece ser que usted debe conversar con el abogado de su esposo antes de intentar el trámite que solicita. – Le dijo él. Cristina frunció el ceño.
- No entiendo. Lo único que quiero es que me den un certificado de defunción de Tony para poder llevarme sus restos a Miami. – le dijo Cristina al abogado. - ¿Qué complicación puede tener eso?
- Es que en la notaria aparece que Tony está vivo. – Cristina se dejó caer en el sofá.

Cuando le dieron la noticia de la muerte de Tony no sintió grandes emociones. Su relación con él había caído en el olvido y ya no sentía por él algo más que por cualquiera de sus muy buenos amigos. Era el padre de sus hijos y su socio en los negocios, no podía sacarlo definitivamente de su vida. Se dijo pero no sintió nada.

Ahora… Le decían que se suponía que estaba vivo. Y todo su cuerpo temblaba conmocionado. En realidad, la muerte de Tony la había liberado de sus celos, de su sombra, de los complejos y las angustias en las que había convertido su vida. Y ahora, este hombre le decía que según la ley de su país, ¿Tony no estaba muerto?

- Explíqueme con calma. – Le dijo al abogado.
- ¿Quiere que le traiga un vaso con agua? – Preguntó él sentándose a su lado. Cristina movió la cabeza de un lado a otro.
- Quiero que me diga exactamente lo que sucede. – Le dijo.
- En la notaria no aparece certificado de defunción a nombre de ningún Tony Vidal. Lo único que aparece de Tony son las escrituras de la empresa, los certificados de nacimiento de sus dos hijos y el de su matrimonio. – Cristina tenía un zumbido en los oídos que le anunciaba un dolor de cabeza.
- Y … Entonces ¿A quién cremamos? ¿ A quién reconocí en la Clínica? – El abogado la hizo bajar la voz haciendo señas con sus manos.
- Cálmese… Es necesario que visitemos al abogado del señor Vidal en Barranquilla para que nos explique la razón de esta anomalía. – Le insistió. – ¿No fue él quien la hizo venir a Barranquilla y le pidió que se acercara a su oficina?


El abogado tenía razón. Diego De Castro, el abogado de Tony en Colombia le había enviado una citación para asistir en Barranquilla a la lectura de un documento que representaba el testamento de Tony. Cristina que estaba acostumbrada a hacer las cosas a su manera, había decidido dejar esa reunión para más tarde porque deseaba sacar la documentación necesaria que le permitiera llevarse las cenizas de Tony a Miami para darle sepultura en un cementerio que sus hijos pudieran visitar.

No tenía intenciones de vivir en Barranquilla. Muy linda ciudad, era su ciudad natal y había sido su hogar durante quince años de su vida pero… Miami era su nuevo ambiente. En Estados Unidos había adquirido la libertad económica y social que su espíritu aventurero necesitaba y no estaba dispuesta a perderlas.

- Vamos a ver al abogado. – Dijo levantándose decidida y caminando hacia la puerta de salida casi sin importarle si Mercado la seguía o no. Por supuesto, el abogado la alcanzó y le quitó el seguro a su carro justo cuando Cristina iba a abrir la puerta del pasajero.

Mercado condujo hacia la oficina de De Castro que no estaba lejos de allí. Cristina no se atrevía a conducir en la ciudad. Había estado muchas veces de vacaciones allí pero eso no le daba la seguridad para manejar el auto en un sistema de tránsito tan agresivo.

La oficina estaba en el cuarto piso de un elegante edificio. Cristina se bajó con la cabeza confundida por las miles de historias que se iba creando. Podría ser que Tony fingiera su muerte y estuviera por allí burlándose de ella y metiéndola en tantos problemas detrás de nada.

- Buenas tardes, señora Vidal. El doctor De Castro la espera. – Le dijo la secretaria y sin anunciarla la hizo pasar a la oficina del abogado.

Diego se levantó de su silla y se acercó a saludarla. Era un atractivo hombre con alrededor de cuarenta años, una considerable fortuna amasada a pulso con su trabajo de abogado y excelentes negocios.

Todo en la oficina demostraba elegancia, dinero, profesionalismo. Desde la ventana junto al escritorio se podía ver el paisaje señorial y antiguo del Hotel del Prado, sitio distinguido y de renombre en la arquitectura y el turismo de la ciudad. Cristina se sentó y trató de calmarse admirando el cielo azul claro y la azotea del hotel que simulaba uno de esos panteones franceses del siglo XIX.

Cristina recordó que Tony se lo había presentado unos cinco años atrás cuando vino a Barranquilla por primera vez para registrar a sus hijos y su matrimonio en Colombia. Entonces se habían alojado en casa de Diego y había conocido toda la ciudad en un fin de semana.

- Es una situación tan difícil para ti como lo es para mí. – Le dijo Diego después de halagar su apariencia personal y no recibir de Cristina más que una mirada asesina y un sentarse en silencio.
- No lo creo. Dime Diego… Dime de una vez lo que tengo que escuchar. – Le dijo enfrentando la situación sin actitudes dudosas y sin miedo como siempre.
- Es muy sencillo. – Dijo él sacando de su portafolio un sobre especial. – Tu marido… te dejó una carta que debía leerte en caso de que se diera… esto de su muerte antes de que él cumpliera los cincuenta años.
- Yo… no entiendo… ¿quiere decir que si no se muere antes de los cincuenta, yo no conocería esta carta?- Preguntó asombrada y enojada. No sabía quien era en realidad el objeto de su rabia: este hombre que se había presentado ante ella como el confiable y seguro abogado que dirigía sus negocios o con su marido que guardaba un secreto que solo podía compartirle después de muerto.

De todos modos estaba preguntando algo para lo que tal vez ni Tony mismo tenía respuesta. Trató de serenarse y se acomodó en la silla en la que estaba. Tenía que escuchar lo que Tony había evitado decirle en vida.
- Lee de una vez la carta. – Le indicó y Diego se acomodó para leerla.
- Tiene fecha de 9 de septiembre del año pasado. – Cristina frunció el ceño. – Porque cada año la renovaba y la registrábamos en notaria para que quedara constancia de su firma en ella. – Le explicó y procedió a leer el contenido.

“Querida, Cris: Esta carta lo único que hará será ratificarte que yo era un perfecto imbécil como siempre me dijiste cuando discutíamos. Y, sí, soy un perfecto imbécil que ha cometido errores garrafales en su vida… el único acierto fue tener una relación contigo y mis hijos.

Siempre fuiste el ideal de esposa, amante y mujer que yo esperaba en mi vida. Y fui feliz siempre aún cuando no parecías amarme. No me equivoqué al darte la oportunidad de meterte en mi vida y no me equivoqué al escogerte por esposa. Por toda la vida a tu lado: Gracias.

En adelante, voy a explicarte quién soy y vas a odiarme. Por eso tenía que expresarte mis sentimientos primero. Mi verdadero nombre es Martín Valverde. Soy oriundo de San Vicente del Ralito y cuando la guerrilla empezó a convertir el pueblo en un infierno, mis padres y sus hermanos sacaron sus fortunas de los bancos y las pusieron a nombre de Tony Vidal, el hijo por fuera del matrimonio de mi tío Sebastián, al que nunca quiso reconocer y registrar con su apellido pero que en ese momento tan aciago, sirvió como albacea de la fortuna de todos nosotros.

Siendo el mayor de los muchachos, me asignaron la tarea de ser tutor de Tony y nos montaron a todos en un camión con rumbos distintos. Yo me fui con Tony para Medellín con la misión de comenzar allí una nueva vida y mis hermanos tomaron rumbos que conocí muchos años después pero jamás los busqué.

Llegué con Tony a casa de mi madrina de bautizo, una dama rica y elegante de las mejores familias de Medellín. Allí me comuniqué con la abuela materna de Tony quien a juicio de mi padre podía ser la persona ideal para quedarse con nosotros porque vivía en Chile y adoraba al chico. Sin embargo de mi viaje a Santiago, regresé con dos ideas muy claras… había quedado huérfano, no podía ni tenía posibilidad alguna de recuperar a mi familia y no podía quedarme con la abuela de Tony. Aquella señora me odió desde el primer día y mucho más después de contarle lo sucedido.

¿Qué hice? Me robé los documentos de Tony y regresé al país como Tony Vidal. Tomé el dinero de la familia y lo invertí en un pequeño negocio que empezó a dar frutos interesantes. Frutos que me llevaron a conocer a Miami y en esa ciudad, conocerte a ti. Las personas que perseguían a mi familia desaparecieron… dejaron de seguirla porque jamás recibí una llamada suya relacionándome con mis padres o tíos. Jamás investigué de su suerte. Nunca moví un solo dedo por saber si mis hermanos habían llegado al lugar donde se supone debían irse a vivir y si continúan allí.

La única persona de mi familia de quien jamás he perdido el rastro es de Tony Vidal. Siempre me las he ingeniado para saber qué estaba haciendo y qué necesitaba. Y siempre le llegó del cielo mi ayuda económica para sus proyectos. Una ayuda que correspondía a su parte de la fortuna familiar.

Así es que estás casada legalmente con un hombre que vive en Chile, en Mar del Plata. Un hombre que legalmente es el padre de tus hijos y el dueño del 60% de las acciones de tu empresa. Lo siento, Cristina… No fui capaz jamás de buscarle y explicarle el enredo de mi vida y… jamás seré capaz de explicarte a ti nada.

Te toca a ti… esta tarea. ¿Por qué lo hice? No sé. Tenia que salvar mi pellejo. Seguir siendo Martín Valverde era supremamente peligroso para mí. Y nadie conocía a Vidal… Si no… ¿Cómo he podido vivir estos últimos 15 años de vida siendo él? Sé que puedes confiar en él y que es la persona que mejor puede cuidar de ustedes. Búscalo y llega a un acuerdo de vida con él.

Y… perdóname… si puedes”.

Aquello era inaudito. Sin embargo, viniendo de Tony era natural. Martin… había estado casada con Martín Valverde… ¡Cielos! ¿Cuántas veces leyó ese nombre como albacea de los negocios de Tony y dejó que este le metiera el dedo en la boca con cualquier explicación? De todas las estupideces que Tony… “Martín” se corrigió, había hecho en su vida, aquella era la mayor.

Los dos abogados la miraron con preocupación. Cristina estaba tan atontada con la historia de su marido que a duras penas podía entender qué estaba sucediendo.
- En ese caso, señora María… Usted no es viuda y no puede llevarse los restos de su marido para Miami, - Le dijo Mercado tratando de saber qué estaba pensando ella.
- Ya lo sé Mercado. – contestó ella y suspiró.
- Y estoy casada con un hombre que no conozco y mis hijos aparecen como hijos de un hombre con el que jamás han cruzado palabra… - Dijo ella tratando de hacer un resumen del caos en el que Martín había convertido su existencia.
- No se registró la muerte de Tony Vidal. Se registró la muerte de Martín Valverde, sólo que tú no leíste nada de lo que se te dio a firmar. – Le dijo Diego.
- Y… ¿qué diablos se supone debo hacer? – Gritó desesperada y frustrada ante la nueva situación en su vida.

Le hubiera gustado tener una autorización legal para desenterrar a To… a Martín y hacerlo pedazos con sus propias manos. Maldito hombre mentiroso, manipulador y orgulloso. Sabía que había una gran mentira tras tanta amabilidad, sonrisas, bondad y organización.

Por supuesto, que esta gran mentira era la madre de las mentiras en la vida de su marido. A ella se le sumaban las mentiras para justificar a más de diez amantes en más de siete estados de Estados Unidos. Ahora hasta se alegraba de haberle sido infiel y que hubiese sido con el hombre de confianza de su marido, a dos habitaciones de la suya.

Miró a Diego y frunció el ceño al recordar ese escabroso momento en su pasado. Si Diego había sido capaz de acostarse con ella en su propia casa, con su marido a dos habitaciones más en el pasillo… ¿No podía haber conocido el contenido de la carta antes?

- ¿Habías leído esta carta antes? – Preguntó Cristina al abogado. Este movió la cabeza de un lado a otro.
- Le habría aconsejado mejor de haberlo hecho. Tony… Bueno… Martín contaba con mi discreción así que jamás leí sus cartas. Rompía las anteriores, firmaba como testigo las siguientes y las guardaba sigilosamente. – Le aseguró. Cristina lo miró con ojos entrecerrados.
- El confiaba en ti y le fallaste algunas veces. – Le dijo Cristina sin revelar más de lo que su abogado podría escuchar. Diego la miró a los ojos.
- Los negocios… son sagrados. Y si hubiese conocido la historia de… Martín… le habría dado diez soluciones distintas a dejarte a ti la tarea de desarmar este enredo. – Le dijo con un tono de enojo que Cristina no podía pensar fuese fingido.
- Está bien. Entonces… dame esas diez soluciones. – Le dijo Cristina. – Las necesito.
- Por ahora, debes esperar a que Tony Vidal, el verdadero, aparezca y nos colabore. – Le dijo Diego. Cristina volvió a mostrarse preocupada.
- ¿Qué? ¿Y si no aparece? – Preguntó. Diego le mostró una nota de recibido de un fax.
- Tu querido marido tenía otro abogado. A este tipo le dejó una carta para ser entregada a Tony Vidal en Mar del Plata a la hora de su muerte. – Le dijo Diego. – Recibí este fax esta mañana. Es un abogado chileno que viene con el señor Tony Vidal para aclarar el asunto de sus negocios pendientes con el difunto Martín Valverde.
- Entonces… ¿leíste la carta o no?- Insistió Cristina. Diego sonrió.
- Un buen abogado sabe que no debe leer una carta testamento a los herederos sin haber preparado todo para la noticia que van a escuchar. – Le dijo él con calma. – Por eso te exigí venir a Barranquilla y que vinieras acompañada de tu abogado.
- ¿Y cuándo llega este tipo y qué se supone debo proponerle? – Preguntó ella desistiendo de dudar de Diego. Lo necesitaba así como a su Doctor Mercado.
- Por eso, el Doctor Mercado y yo vamos a reunirnos, vamos a revisar los documentos de tu matrimonio, tus hijos y tu empresa. – Le dijo Diego. – Si quieres… puedes ir a descansar en tu hotel. Mañana, sabremos qué decirte y también sabremos qué día vendrá el verdadero Tony.

Cristina no encontró razones para negarse a obedecerle. No haría más que estorbo en aquella reunión y en realidad, su mayor deseo en ese momento era dejarse caer en una cama, cerrar los ojos y despertar cuando todo hubiese terminado.

- Me parece bien. – Respondió y salió de la oficina. Caminó sin rumbo determinado por la calle.

Era una hermosa calle con muchos almacenes y sitios para comer y conversar. ¿En qué momento se había convertido en un personaje de telenovela? Ni siquiera la imaginación de Linda Casey, su mejor amiga en Miami y una de las más famosas libretistas de dramatizados en Estados Unidos podía crear una historia de enredos como la suya. Y eso que Linda sacaba sus historias de los pacientes que atendía en su consultorio de psicóloga.

Es que su vida con Tony… Martín… había sido desde el primer día una serie de confusiones, omisiones y mentiras. Recordó como habían terminado cenando y bailando en una noche en la que habían sido plantados ambos por dos citas a ciegas.

- Parece que nos tocaba ser la cita a ciegas del otro. – Le había dicho Tony mientras la hacía vibrar con su abrazo en medio de la pista de baile.
- Un acto feliz del destino. ¿No te parece? – Le había dicho Cristina sintiéndose descaradamente sexy y libre entre sus brazos.

En realidad, Cristina si sabía quién era su cita de esa noche. Solo que no iba a revelarle a este atractivo y serio desconocido que estuvo esperando a un hombre casado que decidió dejarla plantada a última hora.

Suspiró deteniendo un auto para irse a su hotel. Caminar y perderse en la ciudad no era una buena idea en ese momento. Se dijo y le dio el nombre de su hotel al taxista. Una chica que se deshacía entre los brazos de su amante en una enorme valla publicitaria en la calle le hizo recordar que a la segunda cita terminó haciendo el amor en un reservado de un bar de Miami. Había confundido la gran química sexual que siempre funcionó entre Tony y ella con el amor y había dado el paso más terrible de su vida. Aceptó la propuesta de matrimonio de un hombre a quien tenía dos meses de conocer. Durante el matrimonio, surgió un amor sincero… una fuerte amistad. La llegada de Antonia fue una felicidad para Tony y su vida familiar era lo primero.

Para cuando llegó Cristóbal, la relación empezaba a perder fuerza. Tony viajaba con más frecuencia y no respetaba ni los acontecimientos familiares para desaparecer. Cuatro años atrás, Linda había hecho que un amigo suyo investigador privado, hiciera una pequeña pesquisa sobre las desapariciones de Martín. La respuesta no fue nada feliz para Cristina. Tenía una amiga en Los Ángeles y tenía otra en Barranquilla. Dos mujeres a quienes les tenía casa y lujos, sus visitas estaban tan bien organizadas que no pasaba más de 15 días lejos de alguna de ellas, aunque si podía pasar un mes antes de que viera a Cristina.

Se bajó del auto y pagó la excesiva cuota que le cobró el chofer. No estaba para discutir así que dejó que la estafaran. Después de todo, no era el primero, ni sería el último en abusar de su confianza en la humanidad. Pensó y caminó hacia su habitación. La fotografía de sus hijos saltó de su maleta tan pronto la abrió para buscar un pijama.

Antonia de trece años y Cristóbal de diez. ¿Cómo iba a explicarles todo esto? Se preguntó dejándose caer en la cama con la foto ante sus ojos. Antonia criticaría la actitud de su padre y lo tacharía de infantil. Cristóbal lo defendería a muerte. Encontraría cualquier extraña razón para justificar lo que Tony… Martín había hecho. Ya ni siquiera podía recordar a su marido con su nombre sin equivocarse… ¿Cómo iba a hacer para acertar en sus decisiones en adelante?

En unos minutos, los chicos la llamarían. Y Cristina no tenía claro qué les diría. La muerte de Tony y el conocimiento de su historia secreta habían desbaratado muchas cosas en su vida. No era la viuda de nadie, sus hijos eran huérfanos de un hombre y eran hijos de un nombre en un papel. Cerró los ojos y recordó el día en que Linda trató de convencerla para desistir de su matrimonio.

- Eres muy joven… Él es tan serio… tan formal… - Le había dicho Linda. – Tan silencioso y reservado. Odio a la gente así. Siempre tienen secretos.
- Tú te estás armando una de esas películas que escribes. – Le había contestado Cristina. – No me molestes con tus terrores…
- En serio… NO deberías casarte. Por lo menos… espera unos meses… - Le dijo sin hallar razones de peso para mostrarle.
- Me encanta, me fascina… Hace el amor como un dios… ¿Cuántos hombres voy a hallar en la vida: formales, con deseo de casarse y que tengan un poder sexual como este?- Le había dicho Cristina. Linda no pudo hacer nada más que acompañarla a preparar la boda.

Los chicos la llamaron casi a las diez de la noche. Se habían ido al cine con su nana y se les había olvidado la hora. Por supuesto Antonia la atacó a preguntas. Era más madura de lo que debía ser a sus trece años y eso era culpa de Cristina que la llevaba arriba y abajo a sus compromisos y la había hecho crecer entre gente adulta hasta que había nacido Cristobal y a sus tres años también quería andar detrás de Cristina. Entonces decidió que necesitaba la nana y contrató a una mujer para ello.

- ¿Llegaste bien? ¿Cuándo regresas? – Preguntó Antonia. Cristina suspiró.
- Tengo algunos problemas legales aquí. – Le dijo diciendo una verdad a medias. – Tal vez me demore dos o tres días más.
- La tía Linda se mudó a la casa. – Le contó Antonia. Cristina suspiró aliviada. La presencia de Linda en su casa le daba seguridad y tranquilidad.
- Eso está bien. Obedezcan y no atormenten a Linda con sus locuras. Nada de fiestas. – le dijo y Antonia le pasó a Cristóbal antes que Cristina continuara enumerando prohibiciones.
- Tengo un partido de fútbol en Orlando pasado mañana. ¿Quién va a llevarme? – Preguntó. Cristina cerró los ojos y no pudo evitar que dos lágrimas corrieran por sus mejillas al escucharlo.

Las discusiones más terribles entre Martín y Cristina eran los partidos de Cristóbal. Todos los niños iban acompañados de sus padres y a Cristóbal le tocaba aceptar a su padrino Jim como reemplazo frecuente a este tipo de actividades. Después de separarse, Martín se había acostumbrado a acompañarlo para evitar las discusiones acerca de que Jim y ella aprovechaban ese tipo de excusas para encontrarse.

- Ay, cariño… ¡Me duele tanto esto! – Gimió sin ocultar su tristeza.
- Puedo decirle al tío Jim. – Propuso con temor. Cristina se mordió el labio.

Esa podía ser la solución. Después de todo, Martín estaba muerto y ya no podría celarla con Jim. Sin embargo, no podía mostrarse animada al escucharlo proponer a Jim como su posible acompañante. Después de todo, ante todos, Cristina estaba tan enojada con él como su marido.

- Está bien. Creo que es hora de limar asperezas y tu invitación puede ser una oportunidad de reconciliarnos. – Le dijo. Era vergonzoso mentirle a su hijo de esa manera pero… no tenía otra opción.

No podía decirle a Cristóbal que Tony la había encontrado con Jim y que había comprobado que eran amantes. Tony los obligó a fingir que se había separado de su amigo por una deuda de dinero para que nadie más sospechara que Cristina le había sido infiel con su supuesto mejor amigo y socio de negocios.

Jim adoraba a Cristóbal. Era su padrino de bautismo y acompañaba a Cristina en la mayoría de los partidos de fútbol del niño. Lo que más les había dolido de su enfrentamiento había sido separar a Jim de Cristóbal o por lo menos, volver tensos los encuentros de ahijado y padrino.

- ¿Estás segura? – Preguntó Cristóbal. Cristina hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no llorar sobre la bocina del teléfono.
- Estoy segura. Jim te quiere mucho y tú a él. No vale la pena continuar enojados. – Le dijo. Y Cristóbal se despidió para pasarle el teléfono a Linda.
- ¿Qué hay? – Preguntó Linda como siempre. Cristina empezó a llorar.
- No te imaginas. Tony no es Tony es un hombre que se llama Martín Valverde. – Le dijo sin preámbulos. – Me mintió. Se cambió el nombre y se hizo pasar por Tony Vidal y ahora tengo que arreglar mi situación legal porque continúo casada con el tal Tony que no está muerto.
- No puedo creer lo que me dices. – Le dijo Linda tratando de entender lo que Cristina le decía entre sollozos. – ¿Seguro que no me estás contando una novela venezolana?
- Linda… Te juro que deseo morir. – Le dijo sin dejar de llorar.
- ¿Quieres que viaje a acompañarte? – Preguntó Linda. Cristina movió la cabeza de un lado a otro como si su amiga pudiera verla.
- No… Me da más tranquilidad que estés con mis hijos. Dile a Jim que acompañe a Cristóbal a su partido de pasado mañana y… Linda… no le digas a nadie lo que te he dicho. Mañana… cuando hable con los abogados… te diré con más claridad las cosas.

Linda empezó a darle consejos acerca de estar abierta al cambio. A ver los problemas como pruebas de tolerancia, de fuerza y buena voluntad en su vida. No debía dejarse vencer por las situaciones extraordinarias que sacaban de la rutina su vida.

Cristina la escuchó en medio de una bruma de pensamientos y sentimientos encontrados. Tanto fatigarse y reprocharse sus infidelidades y Tony ni siquiera le había contado su verdadera historia. Obviamente no era una justificación. Pero le daba una tranquilidad un poco extraña sentir que tenía secretos que Tony… Martín se había ido sin conocer.

¿Y cómo sería este verdadero Tony? ¿Qué le diría? ¿Cómo reaccionaría a las locuras que Martín había cometido en su nombre? El sueño la venció y en medio del silencio de su habitación revivió una a una todas las discusiones sobre decir la verdad y confiar en el otro que Tony alguna vez protagonizó con ella.

Se fue caminando desde el hotel hasta la oficina de Diego para quemar tiempo. No tenía amigos en la ciudad ni conocidos. Su familia se había ido a Estados Unidos cuando Cristina tenía quince años y jamás había vuelto a retomar a sus viejas amigas de colegio.

Diego ya estaba en la oficina cuando ella llegó a las ocho. Tuvo que esperarlo mientras atendía a una de sus clientes. Cristina sonrió divertida ante las manos femeninas que acariciaban el brazo de Diego mientras este le aseguraba que la llamaría tan pronto pudiera darle más información sobre su caso.

Diego despachó a la mujer y Cristina pasó a la oficina. Diego era muy atractivo… atractivo y soltero. Tenía más mujeres en su agenda que un jeque árabe en su harén. Cristina le había sido infiel a Tony con él por despecho. Había descubierto que Tony había salido con una amiguita que tenía en Barranquilla… y en un arranque de rabia se metió en la habitación de Diego y aceptó lo que sus ojos le proponían desde que lo conoció.

Eso había sucedido casi seis años atrás. En las otras ocasiones en las que viajó a Barranquilla, a pesar de sentirse atraída por Diego, Cristina se mantuvo alejada de él. La infidelidad era el deporte preferido de Martín no el suyo. NO estaba para esas tonterías.

- Si me sigues mirando así voy a tener dificultades para concentrarme. – Le dijo Diego coqueteando con ella. Cristina se enderezó en su silla.
- Espera… no es buena idea que tú… que yo…. – Cristina no supo como continuar y suspiró. Diego agitó su mano en el aire como restando importancia al asunto.
- No te preocupes. Sé que no es un buen momento. – Le dijo y se sentó. – Aunque prefiero que esperemos a que llegue tu abogado… Te adelanto que le propondremos al nuevo Tony Vidal que se divorcie de ti y que reciba en mensualidades el valor de sus acciones en tu empresa.
- Así que tengo que hacer de cuenta que jamás estuve casada con Martín Valverde y que en lugar de viuda, soy divorciada y que las cosas no van a enredarse más de lo que están. – Dijo ella.
- Tienes que jugártela toda con este hombre. Y esperar que quiera ayudarte. – le dijo Diego. – No quiero mentirte. Es posible que el hombre vea más rentable quedarse como socio tuyo, esto sería un poco delicado porque existiría el riesgo de que tus hijos lo conozcan o se crucen con él en el futuro y que sepan la verdad.
- NO me pongas nerviosa. – Le dijo Cristina que no deseaba para nada se dieran esas circunstancias. -¿Cuándo viene a conversar?
- Esta tarde. Debe estar llegando de Bogotá, porque resulta que él no es tan ajeno a tu negocio. – Le dijo Diego y la secretaria anunció la llegada del doctor Mercado.
- ¿Cómo está eso? – Preguntó Cristina mientras Diego daba la orden de dejar pasar a Mercado.
- Pues que tu loco marido dejó que tu empresa hiciera un negocio con la empresa donde trabaja el verdadero Tony Vidal. – Le dijo Diego. Cristina frunció el ceño.
- No puedo creerlo. Es que Tony… ¿Martín estaba loco? – Preguntó ella.
- Creo que una de las razones de su infarto fue la preocupación de que cada día las posibilidades de cruzarse con su primo eran más cercanas. – Dijo el Doctor Mercado sentándose en la silla de visitas de la oficina de Diego.
- ¿Usted cree? – Preguntó Cristina que no había pensado en esa posibilidad.


En verdad que aquella podía ser una de las razones del infarto fulminante de Tony. A Cristina seguía llamándole la atención que Tony hubiese muerto en Barranquilla. ¿Sería que había tenido un encuentro desagradable o una fuerte impresión acerca de su vida secreta? Cristina nunca supo qué hacía Martín en Barranquilla, ni desde cuando estaba en la ciudad. Hacía cerca de tres meses que había viajado de Miami con rumbo desconocido dispuesto a tomarse un tiempo de descanso. “Tal vez un año sabático”. – Le había dicho a Cristina cuando la informó de su intención. Cristina lo había mirado con la intención de fulminarlo con la fuerza de sus ojos.

Pero luego, él había reconocido que un año por fuera de la empresa podría ser contraproducente para los negocios que adelantaba. Su acuerdo habían sido cuatro meses para estar a tiempo en la preparación de la siguiente temporada. Temporada con la cual ingresarían al mercado mundial participando en las pasarelas de invierno de Paris.

Diego siguió contándole acerca de la cantidad proyectada para que Cristina le propusiera a su nuevo Tony Vidal pagarle su parte de la empresa y otras medidas legales que debía realizar. Cristina escuchó todo con una tranquilidad que no sabía de donde había sacado. Por lo cual se asombró cuando Diego la invitó a almorzar.

- ¡Dios! El tiempo pasó volando. – Le dijo a Diego. – Doctor Mercado, ¿usted va a almorzar con nosotros?
- No. Mi esposa tiene invitados hoy. La cita con el señor Vidal es a las tres. Tengo tiempo suficiente para ir a mi casa y cumplir. – Le dijo Mercado levantándose para despedirse.

Cristina también se levantó porque Diego ya organizaba su salida. En media hora más estaban en un elegante restaurante hablando de cosas triviales.

- Siempre te han gustado los colores vibrantes. – Dijo Diego en medio de la conversación. – por eso siempre me pregunté qué tenías en común con Tony… Martín. – Corrigió.
- En el comienzo de nuestra relación teníamos mucho en común. – Le dijo Cristina jugueteando con su limonada cerezada. – Estábamos tan enloquecidos el uno con el otro que no nos veíamos defectos. Luego nacieron los chicos y cada vez que nos alejábamos… ellos nos enredaban de nuevo.
- Hasta que apareció la sombra de la infidelidad. – Le dijo Diego mirándola a los ojos. Cristina sonrió con tristeza.
- La infidelidad, es más, el adulterio, siempre estuvo allí de parte de Martín… - Le dijo Cristina. – Tú lo sabes.

Después de separarse de Martín, Cristina recibió mucha colaboración de todos para ponerla al tanto de las mujeres con las que Martín le había sido infiel entre las que se conocían en las diferentes casas de moda de Estados Unidos. Cristina se preguntó cuántas otras no existirían que conocieron a Martín Valverde con su verdadero nombre y no bajo la sombra de Tony Vidal. ¿Habría alguna mujer en el mundo casada con Martín Valverde?

- Pero la tuya causó la herida mortal. – Dijo Diego sin quitar el dedo de la llaga. Cristina frunció el ceño.
- ¿Qué sucede? ¿Te molesta que yo sea una mujer normal a quien no se le puede obligar a decir no a una tentación?- Le retó Cristina.

Diego sonrió. Cristina se sintió intrigada. Tony le había confiado a Diego el secreto sobre la razón de su separación de Jim. En verdad, Tony confiaba en Diego con una fe ciega.
- No soy tu enemigo. – Le contestó con calma. – Más bien… me gustaría volver a ser una posibilidad de tentación. – Agregó con el mejor tono de voz seductor y sensual que tenía. Cristina suspiró.
- No creo que en este preciso momento, sea buena idea una aventura contigo. – Le dijo con sinceridad
- Y yo estoy de acuerdo…- Le dijo él interrumpiéndola. – Pero no podía desaprovechar la oportunidad de hacer una propaganda…

Cristina optó por sonreír y comer. Diego le atraía mucho. Si no le hubiese parecido tan atractivo no hubiese tomado aquella decisión de acostarse con él. Pero después de obtener la libertad sobre su vida sentimental sin la sombra de T… Martín detrás de ella. Le estaba resultando muy difícil pensar en su marido como en Martín y no como en Tony. Suspiró y Diego la invitó a tomar de su cerveza. Y además se le estaba haciendo difícil imaginarse en una relación con otro hombre.

- Deberías tomarte un par de tragos antes de la entrevista con este hombre. – Le dijo Diego. – Después de todo, será una entrevista un poco incómoda para todos.
- No creo que un tufo a alcohol ayude a convencerlo de confiar en mí. – Respondió Cristina aunque en realidad, estaba que se tomaba un whisky doble.
- En todo caso, muestra una actitud muy tranquila. Que nada de lo que diga logré sacarte de tus casillas o ponerte en jaque. – Le aconsejó Diego. – Será más difícil convencerlo de que puede confiar en ti si te muestras como una mujer temperamental y subjetiva.
- ¿Así me ves? – Preguntó Cristina asombrándose de sus recomendaciones.
- No. Pero no están de más los consejos. – Le dijo él. Cristina asintió.

No podía ponerse a cazar fantasmas en ese momento. Tenía que tomar las cosas con calma. Y tener a Diego y a Mercado y a todos los que pudiera de su lado. Terminando el almuerzo, se regresaron a la oficina de Diego. Se sentaron en un sofá y conversaron acerca de los hijos de Cristina durante un rato cuando la puerta se abrió y el Doctor Mercado entró acompañado de un hombre.

Cristina estaba en un rincón del sofá y Diego le acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja. Sonreía por un halago de Diego a sus ojos, cuando Mercado entró sin anunciarse. Diego había dado la autorización de dejarlo pasar sin anunciarlo a su secretaria y Cristina frunció el ceño al ver la expresión reprobadora del desconocido.

Diego se puso en pie y Cristina lo imitó. Mercado los presentó:
- El doctor Diego De Castro, abogado de Martín Valverde y Cristina María, la viuda de su primo. – Dijo Mercado. – Este señor es el verdadero Tony Vidal.

Cristina se sintió atrapada en una situación comprometedora que no la dejaría muy bien ante su contrincante. En el rostro de Tony Vidal se veía con claridad el desprecio y la reprobación ante la escena de seducción que Cristina protagonizaba. Cristina sin embargo, extendió la mano y mostró su rostro más agradable. Diego le había insistido en no demostrar sus emociones.

- Encantada de conocerle. – Dijo con sencillez y lo invitó a sentarse en una de las sillas de visitantes frente al escritorio de Diego.

Todos tomaron asiento. Cristina observó con atención cada facción en el rostro del primo de Martín. Era un Martín con unos diez años menos… Más específicamente con la única foto de sus años adolescentes que Martín le mostró. Cristina calculó que Tony Vidal tenía uno o dos años más que ella tan solo. Había en él algunas arrugas alrededor de los ojos que Martín no tenía porque no se asoleaba. En cambio este Tony Vidal frente a ella era un hombre que se veía curtido por la actividad al aire libre… deporte o trabajo en el campo. Pensó Cristina.

- No sé qué le explicó su abogado. – Comenzó a decir Diego. Tony dejó de mirar a Cristina.
- Que al parecer Martín estuvo haciéndose pasar por mí los últimos 15 años. – Dijo con un tono de voz cargado de emociones.

Cristina se sintió atraída por aquel tono de voz de cantante de ópera. Había en ella un ritmo o una musicalidad extraña. Tal vez la influencia del dialecto chileno con el colombiano. Concluyó Cristina mientras lo escuchaba responder.

- Lo que no puedo creer es que la señora – Dijo señalándola con su mirada. – no se diera cuenta jamás que su marido no tenía un nombre legal.

Cristina que se había distraído con las sensaciones que despertaba en ella su voz y el gran parecido físico, parpadeó sorprendida y sonrió.
- Eso se explica de manera muy sencilla. – Comenzó a decir. Él estaba siendo abiertamente grosero al tratarla como si no estuviera allí. – Me dedico a mi trabajo y a mis hijos… Investigar el pasado de mi marido nunca fue un interés.
- ¿Y los negocios? – Preguntó él. Cristina lo miró a los ojos. Se sintió desconcertada. Él la miraba con interés y al mismo tiempo con desprecio.
- No entiendo. – Dijo para obligarlo a ser más claro.
- Nunca supervisó usted que tipo de negocios estaba realizando Martín… ¿nunca vio su nombre, su firma, algo que le llamara la atención por irregular? – Preguntó él tratando de ser incisivo con ella. Cristina parpadeó y disimuló su expresión de asombro.
- Cuando uno decide casarse con alguien, confía en esa persona. – Le respondió. - ¿Por qué dudar de un hombre que siempre estuvo a mi lado hombro a hombro?

Tony la miró en silencio como sorprendido por su respuesta. Cristina parpadeó. Miró a Diego y este estaba recostado en el sofá mirándolos hablar. El doctor Mercado había recibido instrucciones de sentarse y escuchar como veedor de la conversación, pero a Diego, Cristina le había solicitado expresamente inmiscuirse y no lo estaba haciendo.

- Tengo entendido que estaban separados. – Dijo él. – ¿Se perdió el amor o la confianza?

Diego no podía esperar a que Cristina explotara con esa pregunta tan indiscreta tan directa a su punto débil, la razón de su separación. Así que tomó las riendas de la conversación como si él no hubiese formulado aquella pregunta.

- La propuesta de hoy es la siguiente: podemos ofrecer esta cantidad por las acciones de la empresa que están a su nombre pagaderos en 24 meses. – Dijo Diego entregándole los documentos donde se explicaba el porqué de los valores ofrecidos.

Cristina miró en silencio a Tony Vidal. El Tony Vidal enfrente de ella aunque se parecía físicamente a Martín no tenía el carácter de su primo. Era un ser sin tacto… sin prudencia que venía decidido a fastidiarla. Cristina se preguntó si en realidad él pretendía que ella le contara acerca de sus intimidades con su primo.

Por Dios tenía diez minutos de conocerlo y ya cuestionaba su fidelidad. Y hasta había insinuado una falta de honestidad dentro de su matrimonio. Tal vez Martín le había dejado una carta relatando su infidelidad. Pensó y Cristina se sentó muy derecha en la silla donde estaba. Buscó en su mente algo inteligente que decir. Si Martín le había contado acerca de su infidelidad con Jim entonces este hombre la vería como una harpía.


- La propuesta es excelente pero a mí me gustaría saber más de la historia de Martín…- Dijo él sin quitar el dedo de la llaga. Volvió a mirar a Cristina.
- Martín tenía papeles de identificación a nombre suyo. – Contestó Cristina tratando de retomar el control de la conversación. – Y todas sus tarjetas de crédito y cuentas de banco están a nombre de Tony Vidal. El nombre de Martín Valverde sólo aparece como albacea de Tony para la compra de las acciones de la empresa de mi padre. De resto, Tony Vidal, sea su firma parecida o no a la suya es el dueño de todas las propiedades y negocios de la vida comercial de To… Martín de los últimos 15 años.
- Así que soy heredero de su fortuna. . . – Dijo él. Cristina sonrió con tristeza.
- En realidad, eres dueño de mi fortuna, de mi empresa y de mi familia… No es una herencia… es que apareces como dueño de todo. – Le dijo Cristina corrigiéndolo algo que no le gustó. Ella lo miró con ojos entrecerrados.

Así que a Tony no le gustaba que le corrigieran. En eso se parecía a Martín… Su difunto marido odiaba que le pillaran en una equivocación. Cristina suspiró por lo menos era humano. Aún cuando a ella tampoco le gustaba la idea de que Tony se considerara dueño de todo y reclamara su posición de jefe de la casa y de la empresa.

- Veo Que no te parece nada divertido todo esto. – Comentó en tono irónico. Cristina decidió ignorarlo. Él estaba enojado con ella pero Cristina no tenía claro por qué. Renuente a creer que en verdad Martín hubiese reconocido a su primo que su mujer le había puesto los cachos.
- Creo que si es divertido o no, poco interesa. Necesitamos que se decida por aceptar mi propuesta o hacer una contrapropuesta que me interese. – Le dijo Cristina adoptando el tono de voz que solía utilizar cuando estaba en reuniones de negocios.
- No me respondieron a la pregunta de cuál fue el motivo del divorcio…- Le insistió él. Cristina lo miró con ojos entrecerrados como si así pudiera verlo con rayos X.
- ¿Para qué quiere saberlo? ¿Cuál es su propuesta? – Preguntó Cristina. Tony la miró a los ojos pero en su rostro no se reflejó uno solo de sus pensamientos.
- Mi propuesta es reemplazar al Tony que todos conocieron. Tu empresa me interesa, es la oportunidad de independizarme que había estado buscando y quiero asumir el reto de gerenciarla. – Le contestó él. Cristina que no esperaba aquella idea fuera de proporción casi se desmaya.

Aquello era absurdo. ¿Este tipo realmente pretendía reemplazar a Tony… Martín? ¿Qué pensaba decirles a todos los que conocían al anterior Tony … Cristina miró a Diego buscando apoyo y se sorprendió encontrando eco en la expresión asombrada de Diego.

- Es una tontería… Los vecinos, los familiares, los amigos de mis hijos… Demasiada gente a la cual explicarles que usted será el nuevo Tony Vidal. – Le dijo Cristina. Tony asintió como si lo que dijera fuese lo correcto. Y haciendo todo lo contrario.
- Será muy sencillo. Tony Vidal va a desaparecer de Miami pero va a continuar con su empresa en Orlando, Florida. – Le dijo él. – Los chicos pueden continuar frecuentando a sus amigos pero tendrán que explicarles que ahora yo soy su padre… legal y que deben verme así.

Al parecer, Tony no sabía que se parecía a Martín físicamente y que nadie dudaría que era el verdadero Tony Vidal a excepción de los amigos más cercanos cuando le propusieran temas que él desconociera. Pero no le dijo nada. La idea era hacerlo desistir de su propuesta no darle razones para apoyarla.

- Y qué pretendes… ¿hacer vida marital conmigo? – Preguntó Cristina tratando de ridiculizar la situación que él planteaba.
- Esa será su decisión. Que yo sepa no habría por que. Usted se separó de Tony Vidal…- Le dijo él sin inmutarse. Cristina parpadeó varias veces como si hubiese recibido un golpe sorpresivo.
- ¿y su familia? – Preguntó ella. Tony asintió.
- Allí está el verdadero problema: tengo que darle a conocer a mi familia que ustedes existen. – Le dijo él con toda calma. – La ventaja es que mi familia se quedará en Chile y no tendremos que reunirnos con ellos más de una vez al año.

- ¿En verdad está hablando en serio? – Preguntó Diego que recién recuperaba el habla.

- Tony escondió su identidad durante 20 años… ¿Cree que yo pueda asumir una familia y un divorcio durante, digamos, tres o cuatro años? – Preguntó él mientras le entregaba a Diego un documento. Cristina se mordió el labio. ¿Cuánto tiempo necesita uno para pensar una estupidez como aquella? Se preguntó.

- Voy a viajar con mis hijos a Chile para que su familia conozca la familia que durante 15 años le ha ocultado y luego me vendré a Miami… Usted tomará su papel de Gerente ejecutivo y yo continuaré con mi vida de diseñadora y seremos felices comiendo perdices.- Dijo Cristina tratando de sonar como una narradora de cuentos de hadas. Tony la miró con aquella máscara sin sentimientos que recubría su rostro.

- En tres o cuatro años seré el ex esposo de la diseñadora. Tendré mi propio negocio y no voy a reclamar ni un solo centavo más que el necesario para crear mi propia empresa. – Le dijo. Cristina había creído que conocer que había estado casada durante quince años con un perfecto desconocido había sido desquiciado pero… aquella propuesta lo era todavía más.

Diego parecía no tener palabras ni argumentos. Cristina habría tomado la decisión de echarlo de su grupo de abogados si no presintiera que necesitaba todos los aliados posibles. ¿Qué hacer? Estaba peor que las heroínas de película. Al menos ellas tenían un libretista que les indicaba qué hacer y decir. Suspiró atrayendo la atención de todos. Diego con el ceño fruncido leyendo lo que Tony le había entregado.

- ¿qué dice Diego? ¿No es una excelente propuesta de negocios la que tiene en sus manos? La empresa no se verá perjudicada con la desaparición de su propietario. La persona que la va a asumir está más que interesada en mantenerla y hacerla progresar, que soy yo. Y sobretodo Cristina no perderá ni un solo peso pagando mi parte y tendrá una empresa enriquecida de aquí a cuatro años… digamos. – Le describió él. A Diego se le reflejaba en el rostro que no hallaba una frase que le permitiera describir lo que pensaba.
- De todos modos necesito que el Doctor Mercado la evalúe y luego la vea uno de mis expertos en finanzas. – Atinó a decir Diego cuando recuperó el habla. Y le pasó el documento a Mercado.

Aquello hizo fruncir el ceño a Cristina. ¿Diego estaba sopesando aceptar aquella propuesta? Se sentó derecha en la silla y se aclaró la garganta.

- Tony… Te recuerdo que no es fácil para mis hijos que tienen 13 y 10 años aceptar la muerte de su padre. – Le dijo tratando de hablar con calma. – ¿Y ahora tú quieres que les diga que finjan ser tus hijos, que te traten como a su padre y que acepten que me llamen tu esposa?
- Es muy sencillo… Estamos divorciados. Tenemos dos opciones… una separación definitiva o un divorcio tranquilo. – Le dijo Tony.
- Entonces escojamos el divorcio definitivo, a tu familia no le mencionas para nada de nosotros… y nos concentramos en los negocios…- Lo interrumpió Cristina. Él estaba loco si creía que participaría en una estupidez como aquella.
- Así que sólo quieres que asuma el papel de gerente de la empresa y que me independice lo más rápido posible. – Le dijo él. Cristina asintió.
- Si esa es tu contrapropuesta… Entonces, la analizaremos y te responderé lo más pronto posible. – Le dijo ella manteniéndose en su posición. Un incipiente dolor de cabeza amenazaba en convertirse en una migraña y Cristina no estaba segura de poder resistir en ese momento un malestar así.

El Doctor Mercado decidió intervenir en ese momento. Pero Cristina no supo a ciencia cierta si su intervención era oportuna o aciaga.

- Cristina… El divorcio representa una división de bienes… Por lo cual, no tendrás la totalidad de tu empresa sino que deberás renunciar a la mitad… incluso la mitad de tus bienes. – Le dijo Mercado. Cristina lo miró tratando de asesinarlo con la mirada.
- Doctor mercado… ¿qué insinúa su comentario? – Preguntó Cristina.
- Que el proceso de divorcio se inmiscuirá con tu familia de todos modos. Eso precisamente trató de evitar Martín cuando sólo se separó de ti y promulgó a los cuatro vientos que regresarían cuando sus diferencias se resolvieran. Y ya no eres una desconocida… Podemos controlar lo que aparecerá en los periódicos en Miami pero ¿Y el resto del país?… - Le recordó Mercado. – Incluso puede afectar tu negociación con Europa.
- Es decir: ¿que están separados…no divorciados?- Preguntó Tony. Cristina suspiró.

Cristina recordó en ese instante horas enteras de discusiones y peleas entre Ton… Martín y ella a causa de los bombos y los platillos que Cristina había querido darle a su negocio y que Martín siempre frenó. Ahora tenía que agradecerle que no le hiciera caso y que los periodistas no complicaran su vida todavía más de lo que ya estaba. Y en cuanto a la separación… si había sido el largo resultado de deliberaciones y discusiones con los abogados para que no se viera afectada la confianza en que Martín era el dueño de la empresa y tenía amplio poder de negociación con el apoyo de su esposa.

- La negociación con Europa ya se realizó y no va a verse afectada por nada. – Le dijo Cristina. – Tengo que pensar en el futuro de mi empresa…

Cristina se había ido con su familia a Miami cuando apenas tenía doce años. Sus padres habían decidido irse a vivir el sueño americano y la habían arrastrado hacia allá sin consultar. Por supuesto, dos años después, nadie podía convencer a Cristina de regresar… su vida había dado un vuelco de 180º que no estaba dispuesta a hacer en sentido inverso. Se había convertido en una feliz latina en Estados Unidos.

Martín había llegado a su vida cuando iniciaba su negocio como diseñadora de modas. Él era un colombiano adinerado, dueño de una empresa de confecciones e importadora de telas y accesorios de ropa y quería invertir en un negocio en Estados Unidos para incursionar en ese país. Cristina lo había conocido exactamente en la primera semana de su primer viaje. Y la coincidencia no era para dejarla pasar.

Martín quería huir de la publicidad. No deseaba hacer notorio su participación en los negocios, ni en el éxito de Cristina. Especialmente porque los diseños de esta eran los preferidos por los productores de cine y televisión. Ahora Cristina entendía que estaba huyendo de la curiosidad y de que alguien que conociera a Tony y lo reconociera a él sacara provecho de toda su historia.

- Piénsalo… La actitud de Diego es más sensata… Analízalo desde el punto de vista de las finanzas y… bueno… Mercado es el experto en divorcios…- Le dijo Tony. Cristina siguió sintiendo que él ocultaba sus verdaderas intenciones detrás de lo que decía. No reconoció que Martín se había mantenido al margen de la publicidad y que por lo tanto, su desaparición o la aparición de un Tony diferente no sería catástrofe. Todos conocían a Cristina María… y pocos la relacionaban con su marido.
- Eso voy a hacer. Estoy cansada… creo que esta reunión debe posponerse para mañana cuando mis abogados y sus especialistas me den una respuesta. – Le dijo Cristina poniéndose de pie. Diego la imitó y le sujetó del brazo.
- No te vayas… Debemos hablar acerca de esta propuesta. – Le dijo. Cristina suspiró. El intenso dolor de cabeza se había transformado en migraña en la parte frontal de su cerebro y estaba a punto de devolver todo el almuerzo.
- Es en serio… Si me quedo aquí, voy a vomitar. Necesito ir a mi hotel a descansar. – Les dijo y tomó su bolso.
- Pero si te sientes enferma deberías ir a mi casa para que te cuide Teresa. – Propuso Diego. Cristina frunció el ceño.

Estaba atontada por el dolor pero no perdía la lucidez de pensamiento. Diego estaba loco si decidía aprovechar esa jaqueca para convencerla de irse a su casa. Aunque los consentimientos y atenciones de Teresa eran una tentación, Cristina movió la cabeza negándose.

- Nada de eso. Voy a estar bien. – Respondió y le pidió al Doctor Mercado que la llevara al hotel. -¿Puede usted acompañarme?
- Por supuesto. Diego… Vendré en dos horas para revisar juntos la propuesta del señor Vidal. – Le dijo Mercado. Diego no tuvo otra opción que aceptar.
- Que esté bien. – Le dijo Tony a Cristina. La joven no respondió.


Tan pronto llegó al hotel se bajó del auto y se fue directo a la enfermería. La muchacha paramédica del hotel la atendió a las mil maravillas, la hizo acostarse en una camilla, le inyectó una droga para el dolor de cabeza. Cristina durmió allí durante dos horas.

Eran las ocho de la noche cuando subió a su habitación para descansar. Sus hijos la llamaron y lastimosamente Linda no estaba en casa. “Estuvo llamándote para saber de las decisiones que debías tomar pero tenía un compromiso.” Le había dicho Antonia. Cristóbal había tenido un día tranquilo en la escuela y se estaban preparando para dormir.

- ¿Cuándo regresas? ¿Por qué presiento que no te sientes bien? – Preguntó Antonia que tenía una aguda intuición acerca de los estados de anímicos de su madre.
- En dos o tres días más. No me siento bien. Tienes razón. Algo que comí no me cayó bien. – Mintió. – Pero después de dormir estaré mejor.
- Nos vemos… mejor… te escucho mañana. – Le dijo Antonia sin insistir. Cristina le dio un sonoro beso a la bocina del teléfono y cerró la comunicación.

Se quitó toda la ropa y se colocó un pijama fresco. Se acostó en el sofá de la sala porque la cama le parecía enorme y resaltaba su soledad. Estaba a punto de quedarse profundamente dormida cuando alguien tocó a su puerta.

Se levantó. Debía ser la muchacha paramédica que le había atendido. Había prometido irla a visitar tan pronto terminara su turno. Pensó en su desnudez debajo de su pijama pero la chica no se molestaría porque su enferma estuviera sin ropa interior mientras la revisaba. Se dijo.

Cuando abrió la puerta se arrepintió de su decisión. La enorme figura de Tony Vidal tapó la luz de la lámpara en el pasillo y su sombra la cubrió como una sábana. Sintió las piernas de gelatina y los pezones se volvieron sensibles bajo la suave tela del pijama y frente a la fuerte mirada de ese hombre. No tuvo más alternativa que dejarlo pasar en silencio mientras buscaba una excusa para irse a vestir.

- Estaba a punto de ir a dormir. – Le dijo. Tony entró en la habitación adentrándose en la sala.
- Ya veo y siento mucho incomodarla pero no podía ir a dormir sin saber de usted. – Le confesó él haciéndola fruncir el ceño. Cristina cerró la puerta y caminó indecisa detrás de él buscando la famosa excusa para vestirse.
- No pretenderá que hable de negocios en este momento. – Le dijo Cristina tratando de hacerlo sentir inoportuno y que se marchara.
- No voy a hablar de negocios… quiero saber de su vida.- Le dijo él. Y Cristina lo vio sentarse en el sofá frente al que ella había estado acostada.
- ¿De mi vida? – Preguntó asombrada Cristina. ¿Qué pretendía este hombre? ¿Acaso no lo habían convencido de desechar la idea de hacerse pasar por Martín?
- Sí. Vas a darte cuenta que entre más lo pienses, mejor es mi propuesta. – Le dijo él seguro de lo que decía. Cristina decidió que discutir con él no serviría de nada.
- Dame 5 minutos para cambiarme. – Le dijo ella y se fue a su habitación sin esperar su opinión al respecto.

No tuvo la precaución de cerrar completamente la puerta y estaba tan enfrascada en los nudos de pensamientos y sentimientos que revoloteaban en su mente que no se dio cuenta de que la observaban.

Desde el sofá, Tony tuvo una clara visión de Cristina caminando hacia el armario mientras se quitaba el pijama y quedaba totalmente desnuda. Su cuerpo se tensó expresando físicamente el deseo que había estado reprimiendo su mente. Era hermosa… sencillamente hermosa. Y no es que estuviese negando las imperfecciones: era un poco más redondeada que el común de las mujeres pero no podía evitar admirar la sensualidad de su cuerpo.

Cristina se vistió con un conjunto de ropa interior que dejaba muy poco a la imaginación en un intenso color rojo que contrastó con la blancura de su piel. Tony podía imaginarla sobre unas sábanas de seda negras, acostada insinuante esperando a su amante. Trató de buscar algo más que mirar y desechar los lujuriosos pensamientos que acosaban su sensatez. Pero Cristina regresó a la sala con un vestido de algodón rojo que caía suavemente sin ajustar sobre su piel. Y pensó que vestida lo hacía desearle más que desnuda.                                                                                                        

Se sentó derecho en el sofá y aclaró su garganta. NO podía olvidar que esta mujer era la esposa de su primo, que le habían estado robando durante 15 años su fortuna y que, además, había seducido al mejor amigo de su esposo, sin importarle su matrimonio y sus hijos. Todo lo que Tony le había dejado en su carta de despedida no podía olvidársele cuando la tenía frente a él.

- Muy bien. – Dijo Cristina. – ¿Le gustaría tomar algo?
- No. Siéntese y converse sobre su vida con Tony. – Le dijo él sin dejarse llevar por la tentación de decir algo insinuante acerca de su pregunta. Claro que quería tomar algo: quería tomarla a ella.
- Ya lo sabe todo. Conocí a Martín en una fiesta a la que acompañaba a mi padre. – Le dijo ella. – Yo tenía 19 años y Martín, 26. Para nada pensé en la diferencia de edad o en la diferencia de pensamiento. Desde el primer cruce de miradas, Martín y yo deseamos meter al otro en una cama.

Estaba intentando ser descarnada, descarada, vulgar. Tal vez, si pensaba mal de ella no deseaba tenerla cerca y se convencía de que la propuesta de Diego era la mejor.

- Así que eso fue a 5 o 6 años desde que me dejara en Chile. – Le dijo Tony. Cristina se alzó de hombros.
- SSSi usted lo dice. – Tartamudeó. La mirada seductora de Tony recorriendo sus piernas desde los tobillos hasta la falda de su vestido la había puesto a temblar.
- Cuando tuvimos que huir… Yo tenía 14 años… - Le dijo Tony. Cristina asimiló esa información. Así que Martín con sólo 19 años de edad le pidieron que se hiciera cargo de un joven de 14 y toda una fortuna… Con razón tantas decisiones desafortunadas.
- Nos casamos casi dos meses después. No podíamos vivir sin el otro. Martín se mudo a Miami y comenzó a trabajar como gerente para la empresa de mi padre. – Le dijo Cristina tratando de aparentar insensibilidad por lo que decía.
- Sus padres… ¿Viven? – Preguntó él sin dejar de apreciar sus piernas.
- No. Murieron hace unos tres años… Uno un mes antes que la otra. En realidad mamá murió de nostalgia. – Le dijo sin saber por qué le revelaba cosas tan íntimas a un hombre absolutamente embobado con sus piernas.
- Y… ¿Los niños? – Preguntó él. Cristina sonrió. A pesar de su tono de voz impersonal, él estaba visiblemente seducido por sus esbeltas, largas, bronceadas y prácticamente desnudas piernas. Cristina las separó y las volvió a cruzar cambiando la pierna de arriba.
- Antonia nació al año de mi matrimonio y Cristóbal apareció cuando menos lo esperábamos. – Le dijo Cristina y trató de encontrar la manera de hablar de su infidelidad buscando ser más desagradable para él.
- ¿tienes fotografías? – Preguntó él. Cristina se quedó en blanco unos segundos y se levantó al reaccionar.

Quería ser desagradable para él. Si él la odiaba en lugar de expresar con sus miradas el deseo de tocarla que ella notaba, sería más fácil rechazar sus propuestas. Cristina no era inmune a su apariencia. Si Martín era sensual y atractivo, Tony era su versión mejorada. Sólo la tensión de lo que podría representar su influencia en su vida, la ayudaba a controlar los deseos de dejarse seducir.

Buscó en su bolso de viaje, la agenda en la que guardaba fotos de sus hijos. Regresó con ellas en las manos y lo encontró acariciando la bata de su pijama. Él simuló que no era atrevido que acariciara de esa manera la seda de su bata. Decidió sentarse en el sofá al lado del de él, así sus piernas no serían el centro de atención de sus miradas.
- Antonia se parece a ti. – Comentó él luego de unos segundos de observación en silencio. – Y Cristóbal… no sé… se parece a mi padre creo… o por lo menos al lejano recuerdo que tengo de él. – Agregó con nostalgia. Cristina no pudo evitar que su corazón se derritiera de ternura al hablar de sus hijos.
- Son divinos. Antonia es sagaz, directa y analítica. Hay que estarse cuidando de lo que se dice y hace frente a ella. – Confesó y sonrió. – Cristóbal es un enamorado del amor. La verdad, vive en las nubes.
- Con quién se identificaba Tony? – Preguntó él. Cristina suspiró.
- Con Antonia… Había que obligarlo para que acompañara a Cristóbal a un partido de fútbol o a una actividad de la escuela. – Confesó. Él la hacía sentir como si lo conociera de años y como si le tuviera confianza. Era tal vez lo más peligroso de tenerlo cerca. No podía dejarse seducir por eso. Él pretendía reemplazar a Martín y eso le traería muchas dificultades a ella.
- Así que tendría que convencer a Antonia para que me aceptara como su padre…- Comentó él y Cristina lo miró con ojos entrecerrados.
- No siga con esa absurda idea. Mis hijos… mis amigos… todo se trastocaría con su presencia en mi casa.- Le dijo. – ¿En realidad cree que nadie de su familia viajará alguna vez a Miami y se juntará con unos de mis amigos y sabrá la verdad?
- Estuve investigando. Ni tus hijos, ni tú son personas que compartan sus intimidades. – Le dijo él describiéndolos como si fuese un psicólogo que durante años estuviera analizando sus personalidades. – Es, de todos, conocido que la vida íntima de la familia no se comparte ni con los más allegados. Preguntas de por qué un nuevo Tony es el padre de tus hijos… creo que no recibirías en años.
- No estoy tan segura… Es una idea traída de los cabellos… casi novelesca…- Se burló Cristina. Tony sonrió con ironía. Sin aclararle aún que Martín era igual a él y que perfectamente podía reemplazarlo.
- ¿Más que la historia de un hombre que durante 20 años suplantó a otro y ni su esposa logró descubrirlo? – Cristina quedó sin argumentos ante ese comentario.

Alguien tocó a su puerta y Cristina se levantó. Podía sentir la fuerza de su mirada sobre su trasero. Maldito hombre y maldita fuerza seductora de sus ojos. Abrió la puerta y la graciosa apariencia de la paramédica del hotel se presentó frente a ella.

- Hola, Luisa. – Saludó Cristina y la hizo pasar. Luisa entró con confianza y luego, al descubrir a Tony en el sofá titubeó.
- Pero está acompañada…- Dijo como si eso fuese razón suficiente para que ella desapareciera. Cristina movió la cabeza de un lado a otro.
- No te preocupes. Revisa mi tensión para que pueda dormir tranquila. – Le solicitó. Luisa aceptó y se dirigió a la sala. Tony se puso de pie para saludarla.
- Es la paramédica del hotel. Llegué con la tensión demasiado alta de nuestra conversación con Diego. – Le informó mientras se acomodaba para que Luisa le revisara la tensión.
- ¿entonces, era cierto que se sentía enferma? – Preguntó él revelando que no le había creído para nada. Luisa lo miró con preocupación.
- Claro que estaba enferma. Su tensión estaba por los cielos. Debe tomar las cosas con más calma, no abrumarse con los problemas y descansar. – Le dijo dando por sentado que Tony era alguien de la familia que pudiera influir en Cristina para que descansara y tomara en serio su malestar de la tarde. Tony miró a Cristina.
- Se me sube la tensión un poco a causa del estrés. – Dijo tratando de simular que no había mucho de qué preocuparse en ello.
- Entonces… debes tomar en cuenta mi propuesta. No sólo te ayudaré en la empresa, sino en la crianza de tus hijos… si me lo permites. – Le dijo él. Luisa la miró con curiosidad. Cristina se miró las manos.


Otra diferencia entre Martín y Tony : Tony estaba decidido a convencerla de aceptar su propuesta. Y si para ello tenía que buscar aliados en los desconocidos, lo haría. Martín en cambio… se enojaba y la obligaba a la fuerza. No inmiscuía a nadie en sus discusiones y trataba todos los asuntos de familia en la más estricta de las confidencialidades. Pero Cristina debía empezar a pensar que en realidad esa no era una parte del carácter de su marido sino una estrategia de defensa para proteger su verdadera identidad

- Está bien. Debe tomar mucha agua y no asolearse mucho. Debe tener en cuenta que el clima en Barranquilla no es el mismo de Miami, aunque esté en la costa. – Le dijo Luisa levantándose para recoger sus cosas. Cristina la imitó.
- Esas fueron las otras razones para mi malestar. Estuve como loca caminando de un lado a otro… - Confesó. Luisa sonrió mirando a Tony.
- Haga que coma muchas verduras y que no se vuelva a asolear en horas del mediodía…- Le dijo y le dio dos palmadas en un brazo a Cristina. – Haga caso a mis recomendaciones.

Se marchó prometiendo que al día siguiente vendría a verla. Cristina le agradeció y se quedó con la intención de darle una propina. Luisa insistió en que sólo estaba cumpliendo con su trabajo. Cuando Cristina regresó a la sala, Tony estaba de nuevo sentado en el sofá.

¿Acaso no pensaba irse? Miró disimuladamente el reloj sobre la biblioteca de la habitación. Eran casi las diez de la noche. ¡Cielos! ¿Este hombre no pensaba dejarla dormir? La inyección que le habían puesto en la tarde, la tenía atontada.


- Vamos, Cristina… piénsalo. – Le dijo él y se levantó para acercarse a ella que se mantenía de pie, en medio de la sala. – Tienes una hija en la adolescencia y un hijo en la puerta de la misma…. Una enorme empresa que empieza a pedir un direccionamiento hacia otros países fuera de Estados Unidos… ¿No necesitas un hombre a tu lado?
- ¿Un hombre que no conozco? – Preguntó Cristina dando dos pasos hacia atrás.
- ¿Conocías a Martín? ¿Conoces a Diego? – Preguntó él mirándola a los ojos. Cristina suspiró.

Él tenía razón pero ella tenía que pensar en lo absurdo de la situación. No podía dejarse llevar de otro loco que se metía a su vida y la convencía de vivir un nuevo cuento de hadas. ¡Y esta vez con su aprobación!

- No los conocía… Tiene razón… Pero no puedo confiar a propósito en un desconocido… - Le dijo. Tony le tomó las manos de improviso y la acercó a él.
- Y… si te seduzco… - Le dijo con una expresión tan seria y apasionada que Cristina tembló.
- Por favor… Tengo seis días de viuda… - Dijo lo primero que se le ocurrió.
- Y dos años de separada…- Le dijo él y tomó un mechón de sus cabellos entre sus dedos. Cristina contuvo el aire.
- Tony… Esto no es una buena idea. – Le dijo ella pero él la tomó de los brazos. Antes que Cristina pudiera pensar si tenía algo qué decir, estaba besando a Tony.

Sus labios eran tan suaves y dulces como los había imaginado mientras escuchaba su conversación en la oficina de Diego. Y las manos enormes y fuertes que recorrían de arriba abajo su espalda con caricias extremadamente sensuales la hicieron temblar. No tenía otra idea en su mente más que disfrutar de su beso.

Para él, también parecía ser una delicia besarla. Su cuerpo se tensó tan pronto la abrazó y Cristina no tenía duda alguna de cuál era la intensidad de su deseo. Tony Vidal la deseaba. A pesar de que todo el tiempo la había hecho sentir como una miserable mujer que había seducido al mejor amigo de su esposo… que había colaborado con su marido para ocultar su fortuna durante 15 años… él la deseaba.

Sin saber hasta dónde iba a llegar, Cristina empezó a abrir la camisa que él llevaba, acariciando con sus manos abiertas el pecho velludo y musculoso que la hizo desearlo todavía más. ¡Cielos! Este Tony era un sueño de hombre… ese con el que toda mujer sueña una noche de pasión. Se dijo mientras le quitaba la camisa, sin importarle que debiera estar evitando esa situación.

Tony a su vez la hizo quitarse el vestido. Y acarició con sus dedos el encaje suave y sedoso de su ropa interior. Se le hacía agua la boca de sólo sentir aquellos hilos bajo sus yemas. La ropa interior que había estado torturándolo desde hacía 45 minutos mientras hablaba con ella.

Hicieron el amor sobre el sofá. Tony la recorrió como si estuviera comiendo un manjar y Cristina disfrutó de aquella relación por dos razones: una que hacía más de un año que no estaba con un hombre y dos: que había estado reprimiéndose del placer de tener un hombre en su cama y este que tenía allí, sabía muy bien cómo complacer a una mujer.

Cristina no tuvo una clara conciencia de lo que hacía hasta el momento en el que Tony se levantó del sofá y se fue a duchar. Entonces, Cristina se sentó y se abrazó a sus piernas. Había hecho el amor por placer. Puro y carnal, vulgar placer. Y estaba satisfecho su cuerpo pero en su mente surgían una andanada de dudas y arrepentimientos. ¡Había hecho el amor con un hombre a menos de 24 horas de conocerlo!

Tony la obligó a levantarse del sofá y la llevó a la ducha cuando regresó por su ropa. Al verla llorando en silencio se había conmovido y con una ternura y delicadeza que Cristina no valoró, Tony volvió a mojarse mientras la ayudaba a ducharse. Le peinó la ondulada y rubia cabellera y se la recogió en una sencilla cola de caballo. Y le colocó la pijama que ella había estado usando cuando lo recibió pero colocándole una panty.

Cristina no tenía ni el menor deseo ni la intención siquiera de llevarle la contraria. Sentía la cabeza pesada y el corazón achicharrado. Ahora si había acometido adulterio, ahora sí había faltado a su compromiso no sólo con Martín…. Sino con sus hijos y con ella misma. Y aún sintiéndose mal con su conciencia, sentía que había liberado el recuerdo de Martín en su cuerpo. Ya no era la viuda de Martín y no le debía nada.

Tony la hizo acostarse y después de mucho buscar en la nevera, le trajo una limonada. Cristina se la tomó recordando las pastillas que Luisa le había dejado para tomar antes de ir a dormir. Y se tomó dos. Se acomodó en la orilla de la cama y Tony se sentó a su lado, sobre la misma.

- Quiero quedarme contigo. – Le dijo él. Cristina se alzó de hombros. – Me preocupa dejarte sola después de…

Cristina cerró los ojos apretando los párpados. Ella tampoco deseaba que él hablara de lo sucedido. Tony suspiró.

- Duerme… Mañana… hablaremos. – Le dijo y Cristina le obedeció. Cerró los ojos y se obligó a relajarse en el sueño.

Aquello era más fácil que enfrentar su mirada y descubrir que había corroborado lo que él pensaba de ella. Era una tonta mujer fácil que se iba a la cama con un hombre que supiera tocarla y hacerla desearlo.

Muchos recuerdos de su vida con Tony se revolvieron en su mente mientras dormía. Recordó su primera vez, la cita en la que le hicieron la propuesta de matrimonio, su luna de miel, la llegada de Antonia y la noche en la que Tony le había hecho el amor como un salvaje después de enterarse que había estado con Jim.

Cristina se sentó en la cama sobresaltada recordando su doloroso encuentro con Tony. Había en la habitación mucha más luz de la que esperaba y parpadeó varias veces para ubicarse. ¡Cielos! Exclamó al darse cuenta que era de día y no precisamente la madrugada.

Miró alrededor suyo y frunció el ceño. El otro lado de su cama estaba desordenado como si alguien hubiese dormido en él y había una toalla mojada sobre sus pies. No recordaba haberse duchado y mucho menos podía imaginarse secándose con una toalla del hotel. Frunció el ceño y bajó los pies de la cama.

¡Estaba en pijama! ¿No se había quedado dormida vestida? Se preguntó recordando que se había puesto el vestido rojo de algodón. Entonces frunció aún más el ceño y se llevó las manos a su vientre. Un hueco en su estómago y unas ganas de vomitar acompañaron el recuerdo de haber hecho el amor con Tony Vidal en el sofá de su habitación.

Se levantó de la cama y caminó fuera del cuarto. No había nadie en su habitación pero inexplicablemente se sentía acompañada. Caminó descalza hasta la biblioteca y miró el reloj. Eran las diez de la mañana. Jamás había dormido hasta las diez de la mañana en su vida. Se dijo asombrada mientras recogía su ropa interior y su vestido del suelo. Los echó en el bolso donde estaba guardando la ropa sucia sin tener el cuidado de doblarla.

Caminó hacia el minibar y decidió buscar algo en la nevera. Tenía mucha sed y sentía la cabeza pesada. Limonada. Sólo había limonada y vodka… Recordó que antes de dormir, Tony le había dado una limonada con la que se había tomado dos pastillas en lugar de una como le había indicado Luisa. Suspiró. Las pastillas relajantes de Luisa la tenían embotada. Por eso había dormido tanto.

Estaba a punto de meterse en la ducha cuando escuchó la puerta de la entrada cerrarse. Cristina caminó casi corriendo hasta la sala y Tony apareció recién bañado y vestido de manera más informal que el día anterior. Ella lo miró con el ceño fruncido.

- ¡Qué diablos! – Masculló confundida y él sonrió mostrándole lo que traía en las manos.
- Te traje una merienda. – Le dijo él acomodando las cosas en la mesita auxiliar de la sala, haciendo caso omiso de su no grato recibimiento.
- Lo de anoche fue un error… - Empezó a decir Cristina. Tony sonrió.
- Eso dicen las mujeres que no desean dejar una imagen de fáciles y casquisueltas en el hombre con el que se acostaron. – le dijo él. Cristina tuvo que reconocer que tenía razón, así como que tenía hambre. Detestó que fuese tan mundano y detestó que la sedujera con sólo sonreír.
- No voy a aceptar hacerme pasar por tu esposa, ni voy a convencer a mis hijos de hacerse pasar por tus hijos, así me haya acostado contigo. – Le dijo y miró el apetitoso menú que él le había traído. Tony se hizo el que no la veía.
- No importa… Ahora somos amantes… Y… no me disgusta la idea de ser tu socio… - Le dijo él y Cristina deseó golpearlo.

Amantes. Odiaba reconocer que esa palabra había sonado en su boca como una invitación sensual y atractiva más que una ofensa. Amantes… su amante… la mujer con licencia para seducirlo y dejarse seducir por sus caricias. Pensó mientras cedía a la tentación de probar la comida.

- Tú y yo no vamos a hacer el amor otra vez. – Le dijo fingiendo un tono de decisión que no lo engañó. Tony le tomó una mano y de un jalón la hizo sentarse a su lado sobre la alfombra.
- Ahora… No. Creo que es mejor que comas algo, no es desayuno pues ya pasó hace rato pero todavía no es almuerzo. – Le dijo con tono divertido y le metió un trozo de arepa en la boca. Cristina lo saboreó mientras lo miraba asombrada por su descaro.


Ahora… No. Le había dicho él. Pero más tarde… Sacudió su cabeza negándose a pensar siquiera en la posibilidad de hacer el amor de nuevo con Tony. Se sirvió café en uno de los vasos desechables que él trajo y lo tomó a sorbos. No podía acostarse de nuevo con ese hombre. Nada podía justificar prostituirse de esa manera.

- Diego llamó temprano. – Le dijo él con toda tranquilidad mientras le metía otro trozo de arepa en la boca. Cristina casi se atraganta. Diego. Exclamó avergonzada.
- ¿Y contestaste? – Preguntó asombrada de su descaro. Tony la miró como si estuviera preguntando una estupidez
- Por supuesto. Le dije que iríamos a su oficina en una hora o dos. – Le dijo él con toda tranquilidad. Cristina frunció el ceño.
- Le diste a entender que somos amantes…- Le dijo ella como si él no pudiera concluir por sí mismo eso. Tony sonrió.
- ¿Y qué? Es sólo tu abogado. – Le dijo. Cristina frunció el ceño.

A pesar de todo, él tenía razón. Diego era su abogado. Si ella se acostaba con el hombre que de todos modos aparecía como su esposo legal, a menos de un día de conocerlo… era su problema. Suspiró. Era una tontería mentirse a sí misma. Claro que Diego importaba. Había sido su amante y ya pensaba horrores de ella por eso como para que ahora le agregara tener relaciones con un desconocido.

Obviamente, Diego haría su conclusión favorita. Ella se acostó con el hombre para asegurar su fortuna. Y Cristina seguiría siendo frente a sus ojos, una sinvergüenza. Comió un poco más de la arepa y de su café buscando mentalmente las razones que expondría para que Tony desistiera de continuar una relación con ella.

- Además de eso… llamó una tal Linda… - dijo él y Cristina por poco se desmaya.
- ¡Linda! – Casi gritó el nombre de su amiga. Ahora si estaba en problemas. ¿Cómo justificar a Linda que este hombre estaba contestando su teléfono en su habitación del hotel?
- Le dije que estabas dormida porque te habías sentido mal en la noche y que llegabas mañana en el vuelo de las ocho de la mañana. – Le dijo él con toda tranquilidad mientras seguía comiendo. Cristina lo miró asombrada.
- Usted está loco. – Le dijo. – No puedo irme mañana a Miami y no puede usted contestar el teléfono ajeno. – Le dijo y Tony le colocó una mano entre sus piernas en un gesto altanero y sensual.
- No puedes llamarme de usted después de haberme tenido dentro. – Le dijo él haciéndola sonrojar. – A menos que te parezca sexy tratarme de usted. – Agregó mientras deslizaba la mano desde el interior de su entrepierna hacia la rodilla derecha.
- Lo hice sin pensar. – Le dijo tartamudeando y deseando que él la sedujera en lugar de discutir con ella.
- Yo… también lo hice sin pensar. Sonó el teléfono y contesté. No podía cerrar la llamada cuando ya me habían escuchado la voz. –Le explicó. Cristina suspiró.
- Es en serio que no puedo irme mañana sin decidir lo que vamos a hacer. – Le dijo ella empezando a entender su situación.
- Me voy contigo a Miami. Ya conseguí un vuelo aunque no es el mismo tuyo. – Le informó regresando su atención al desayuno. Cristina lo miró.
- ¿Miami? ¿De veras vas a mudarte a Miami y a comenzar una vida allá para independizarte? – Preguntó ella sin creer aún que él estuviera decidido a suplantar a Tony.
- Es un hecho. Lo estuve pensando desde que me enteré de la muerte de Tony y no hay razón para no probar. – Le dijo él con la seguridad de estar hablando del mejor negocio. Cristina parpadeó varias veces confundida.
- ¿Y mis hijos? ¿Y mi casa…?- Preguntó. Tony la miró en silencio unos segundos.
- Tienes dos opciones… O me llevas a vivir contigo… O me visitas con frecuencia en mi apartamento. – Le dijo él mirándola con aire seductor a los labios. Cristina se pasó la punta de la lengua por los labios y se aclaró la garganta.

Estuvo tentada a decirle que a sus hijos no iba a gustarle que tuviera un amante a menos de una semana de sepultar a su padre. Pero no podía darle la idea de que aceptaba una relación con él. Suspiró y terminó su café. Sólo pensar en lo que él le proponía la hacía temblar de excitación.
- Es más difícil de lo que piensas. – Le dijo Cristina decida a buscar que él desistiera. – Eres casi una fotocopia de Martín.
- ¿Cómo así? – Preguntó él confundido. Cristina suspiró.
- Pues que te pareces a Martín… Que eres él mismo con un par de años menos…

Tony se quedó mirando el vacío en silencio sin saber qué decir. Luego le lanzó una mirada que Cristina sintió acusadora. Pero ¿De qué la acusaba?
- ¿Y no pensabas decírmelo? – Preguntó él Cristina suspiró.
- ¿Y alentarte en tu decisión de irte conmigo? - Preguntó ella. Tony suspiró.
- Podemos aducir que he perdido la memoria de manera temporal… Hasta que me aprenda los nombres y reconstruya las relaciones de Martín con sus amigos. – Le dijo encontrando la solución a su dilema. Cristina suspiró cansada de aquella discusiones con ese hombre que siempre terminaban muy mal para ella.
- Si así están las cosas, deberíamos hacer un contrato en el que nos comprometamos a cumplir lo que hemos dicho: tú te marcharás de la empresa, dejándome el 100% de tus acciones, tan pronto te conviertas en un empresario independiente.- Le dijo ella.

Tony se abalanzó sobre ella por toda respuesta y con dos rápidos movimientos la sujetó bajo su cuerpo haciendo que se rozaran hasta sus pies. Cristina se volvió agua entre sus brazos.

- Vas a confiar en mi palabra… tal como lo hiciste con Martín. – Le dijo él y la besó en una caricia corta algo juguetona. – Y vas a ser mi amante… porque lo deseas… porque me deseas… - agregó mientras enterraba la cara en su cuello.- Porque me vuelves loco…

Cristina se arqueó de manera inconsciente y lo escuchó gemir de deseo. Las manos de Tony recorriendo sus piernas para subirle la pijama y sentirla desnuda bajo su cuerpo la hicieron perder el resto de cordura que aún le quedaba.

- Tony… - gimió ella dejándose encantar con sus caricias. Tony la sujetó por la barba y la obligó a mirarlo.
- No me llames así… No sé si estás pensando en él… - Le dijo con una expresión en sus ojos que hizo temblar de placer y fruncir el ceño de curiosidad a Cristina. – No quiero sentir que lo haces conmigo porque te lo recuerdo a él. Llámame Tonio…- Propuso – Es el apodo de mis amigos en Chile.
- No estoy pensando en Martín, cuando te digo Tony. – Le dijo ella mirando confundida sus ojos claros. – Mi marido era Martín. Eso lo tengo claro. Y tú… eres Tony…
- ¿Y soy tu amante? – Cristina suspiró. ¿Qué esperaba él de ella? ¿Acaso no la había tratado como una paria cuando la conoció por coquetear con Diego? – Dime… al menos, así me haces sentir.
- Y seguirás siendo mi amante. Es una tontería que quieras que te vea como mi esposo… Aunque en el papel estés en esa condición… Tengo tres días de conocerte… Y me cuesta verte de otro modo. – Le insistió ella. Tony se levantó y empezó a recoger las cosas del desayuno.
- ¡Vístete! Diego De Castro nos está esperando en su oficina. – Le dijo él en un tono evidentemente enojado. Cristina le obedeció.

Estaba más que feliz de escaparse de sus ataques de seducción. Cristina se fue al baño y se quitó la ropa. Empezó a ducharse y suspiró. Estaba montada en un tío vivo y no sabía cuándo se detendría.

Estaba concentrada en lavarse el cabello cuando Tony entró en el cuarto de baño. Cristina se sobresaltó porque no lo esperaba pero lo dejó mirarla mientras continuaba bañándose. Tony suspiró.

No podía hacer aspavientos porque estuviera en el baño. Especialmente después de haber hecho el amor con él. No era una virgen remilgada y sus infidelidades había borrado la poca vergüenza que podía tener. Además algo en la actitud de Tony la hizo sentir que no estaba allí para seducirla.

- Ni yo mismo sé para dónde vamos. – Reconoció él, haciendo eco a los pensamientos de Cristina. – Pero estoy convencido de que quiero asumir tu empresa y aprovechar la oportunidad que me da para incursionar en Estados Unidos.
- Y yo entiendo eso. Lo que no entiendo es que quieras asumir la esposa y los hijos de tu primo… - Le contestó Cristina mientras seguía bañándose.
- Estuve viendo un programa en televisión… Cambio extremo… Esas personas tenían cambios impresionantes. – Le dijo él. Cristina frunció el ceño. Diego le había hablado de ese programa de televisión y de las operaciones impresionantes de cambio de apariencia que hacían pero…
- ¿Qué pretendes? ¿Que les diga a mis hijos que tuviste un cambio extremo y que eres Martín? - Preguntó deteniéndose para mirarlo. Tony movió de un lado a otro la cabeza.
- Más bien que se lo digas a los otros… Creo según lo que he escuchado de Martín hasta hoy que nadie pondría en tela de juicio que se sometiera a una cirugía estética que le quitara un par de años. - Dijo él. Cristina admiró su persistencia.
- Y cuando te encuentres con un viejo amigo de Tony y no lo recuerdes: ¿Piensas decirle que perdiste la memoria? – Comentó Cristina. Tony se alzó de hombros.
- Está bien. Seré el gerente… y tú explicarás a tu manera por qué tengo el mismo nombre de tu marido. – Le dijo. Cristina que no había pensado en eso, volvió a mirarlo.

Él tenía razón. ¿Cómo explicar a los demás que tuviera el nombre de su marido? Suspiró y señaló la toalla. Tony se la pasó.

- ¿Estás muy acostumbrada a que te vean bañar? – Preguntó él de repente. Cristina sonrió.
- La verdad: sí. Mis hijos, Martín… Tengo la tendencia a dejar mi puerta sin cerrojo y a que la gente piense que no me importará que me miren. – Reconoció. Salió del baño y empezó a vestirse. Tony se dejó caer en la cama.
- ¿Ya dijiste a tus hijos lo que estás haciendo en Barranquilla? – Preguntó. Cristina evitó mirarlo mientras se vestía.
- No. Antonia me acosaría a preguntas y tendríamos una discusión. – Reconoció. Era su presencia frente a Antonia la que controlaba a la niña. La jovencita no hacía caso a sus palabras. Se condolía de su cara de tristeza o de dolor y aceptaba a regañadientes lo que Cristina la convenciera de aceptar.

Además necesitaba a Linda para su conversación con Cristóbal. Tenía la intuición de que el engaño de Martín no sería recibido con felicidad por su hijo. Después de todo, Martín no hizo mucho por labrarse una imagen confiable y segura ante su hijo. Las frecuentes mentiras, las citas incumplidas… los regalos prometidos que jamás aparecieron… Martín había fallado demasiadas veces a las promesas que hizo a su hijo.

Y ahora tener que presentarle un hombre mentiroso… hasta ladrón. Se detuvo mirando su bolso y suspiró. En ese momento, añoraba tener una familia… que hubiese alguien más allá de Linda en quien pudiera confiar la tarea de acompañar a su hijo en el proceso de perdonar a su padre. Tony se levantó de la cama y la tomó del brazo.

- ¿Qué estás pensando?- Preguntó él haciendo que lo mirara. Cristina suspiró de nuevo.
- NO había pensado en las dificultades que tendré para contar la verdadera historia de Martín a mis hijos. – Reconoció. Tony asintió.
- Quieres que te ayude… - Empezó a decir él. Cristina sonrió con tristeza.
- ¿Qué les dirías? ¿Que tienen razón al sentirse defraudados por un hombre que estaba en el mundo para protegerlos y no hizo otra cosa más que engañarlos? – Le dijo. Tony alzó una ceja.
- Yo no guardo rencor por Martín… En realidad, ya no lo recordaba y siempre creí que su tarea había sido llevarme con mi abuela. – Le dijo él.
No fue capaz de decirle acerca de los problemas que se presentaban con frecuencia entre Martín y Cristóbal a causa de las mentiras de Martín. Tony la miró en silencio.
- Es muy difícil estar metido en tu vida y que al mismo tiempo me tengas en la línea del extraño desconocido. – Le dijo él con un dejo de nostalgia que llamó la atención de Cristina.
- Deja que el tiempo pase. – Le dijo ella y se marchó rumbo a la puerta de salida.

Tony y ella subieron a un taxi en la puerta del hotel y se fueron a la oficina de Diego. Para este no fue nada divertido verlos entrar juntos a su oficina. En su rostro, se reflejó el disgusto por estar fuera de la vida de Cristina.

Cristina se acercó a Diego y lo saludó besando su mejilla para luego sentarse frente a su escritorio. Tony se sentó en la silla a su lado y después de un leve titubeo, Diego también se sentó.

- La propuesta conjunta es que aceptes a Tony como reemplazo legal de Martín. Lo reconozcas como tu esposo, legalmente y continúes trabajando con él hasta su independencia económica. – Le dijo Diego con su voz formal de abogado.
- Y mis hijos…- Preguntó Cristina. Diego levantó una ceja.
- Son tuyos. Cuando Tony tenga independencia, se divorciarán y Tony te cederá la custodia de tus hijos. – Le informó Diego. – Desde el punto de vista legal no hay dificultad alguna para la propuesta. En cuanto al aspecto financiero… la seguridad y la confianza en tu negocio no se perderá porque no ha perdido la cabeza. Y los problemas personales acerca de dónde va a vivir Tony y cómo se van a ver en el futuro… son una decisión particular de ustedes.
- Entonces… Así se hará. – Dijo Cristina. Tony la miró sorprendido.
- ¿No vas a poner más trabas al asunto? – Preguntó asombrado. Cristina suspiró.
- Créeme… Las trabas que Antonia y Cristóbal te van a poner… van a ser suficientes para ti. – Le dijo ella pronosticando su futuro.

Diego explicó algunos aspectos legales más y decidió que dejarían los restos de Martín en la ciudad y que el regreso de Tony a Miami debía ser lo más pronto posible de tal manera que no se promovieran rumores en la prensa acerca de su posible desaparición. Toda esa serie de publicidad amarillista podría atraer la atención a investigaciones más serias que revelarían la verdadera historia de Tony Vidal.

Tony no agregó nada más y dijo que debía buscar un sitio para una llamada internacional. Tenía que llamar a su abogado en Chile y a su familia. Cristina se quedó en su silla sin darle la oportunidad de creer que ella lo acompañaría. Aún así Tony la esperó fuera.

Diego cerró la puerta detrás de Tony y la miró con ojos entrecerrados. Cristina podía imaginar que trataba de leerle el pensamiento.

- Te acostaste con él. – Le dijo Diego como si fuese un actor en medio de una tragicomedia. Cristina frunció el ceño.
- No seas estúpido. Estaba enferma y se quedó cuidándome. – Le dijo ella sin mirarlo a la cara.
- No me eches cuentos. Puedo interpretar ese rubor en tus mejillas.- Le dijo Diego regresando a su puesto detrás del escritorio. – Lo tenías aquella mañana cuando desayunábamos con Martín después de haber hecho el amor.

Cristina suspiró. No iba a contarle nada a Diego pero no tenía el arrojo para mentirle. Así que decidió cambiar de tema.

- ¿Hay alguna razón por la cual deba quedarme un día más en Barranquilla? – Preguntó. Diego miró sus documentos.
- Para nada. Martín ya fue sepultado y todos sus documentos están en orden. – Reconoció. – La única manera es que vengas a visitarme.
- Lo haré. En serio. – Le dijo al ver la cara de asombro de Diego.
- No te creo pero… está bien. – Le dijo él. – ¿Puedo invitarte a cenar?
- Me parece mejor almorzar. Luego me iré de compras… Antonia me ha pedido una lista de regalos interminables. – Le dijo Cristina animándose. Diego sonrió.
- Está bien. Espérame allá afuera una media hora y estaré contigo. – Le dijo Diego y la acompañó hasta la puerta.


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