miércoles, 18 de junio de 2008

Amigos o enamorados? (Parte I)

Miranda Dosantos bajó las escaleras con el donaire y la elegancia de quien llevaba un año completo de estudios en la mejor escuela de modelaje de la ciudad. Su padre Antonio Dosantos la esperaba al final de las mismas, para conducirla hasta el gran salón repleto de invitados. Había hecho el esfuerzo de superar sus celos por conservar la niñez en su hija y le había organizado en la ya acosada agenda de su hija dos tardes a la semana clases en la academia de modelaje más famosa del momento. También era un intento por darle un espacio más de entretenimiento que no fuera andar de fiesta en fiesta con sus amigos de colegio.

El hombre del video grabó paso a paso el proceso de bajar las escaleras, recibir el beso del padre en la mano y dejarse conducir como una princesa hasta el centro del salón de baile. Aquella chica tendría mucho futuro en el modelaje, tenía un excelente registro ante la cámara y además, parecía todo el tiempo estar en medio de una obra teatral. Plenamente consciente de su público y perfectamente identificada con su papel de ser centro de atención.

Más que las clases en la academia, esa actitud era el resultado de una vida entera siendo el centro de atención familiar. Una joven rubia, de intensos ojos verdes, con un hermoso cuerpo escultural y con un coeficiente intelectual superior era difícil de ignorar. Además, Miranda parecía ser un ángel bajado del cielo. Entre todos era reconocida la bondad de su corazón y el compromiso social que tenía como líder de su grupo en la escuela.

Dominico Di Stefan la observaba desde su lugar a un lado del arco de flores y tules. Su madre lo había convencido de ser el chamberlán de Miranda. Por supuesto, lo molesto del papel no es tener la primera opción de baile con la joven, ni poder disfrutar de una noche completa en la que sus atenciones y compañía no resultaran ser sospechosas para todos. Lo verdaderamente molesto de su papel de chamberlan era estar vestido con ese acartonado traje excesivamente blanco, incómodamente caliente.

Los invitados estaban de pie contra las paredes del salón, dejando en el centro el espacio para que la quinceañera bailara primero con su padre, luego con Dominico y después con todos los hombres en el salón. Para todos, Miranda tuvo comentarios divertidos, sonrisas y gestos de agradecimiento. Excepto cuando bailó con Dominico. Estar con él a solas, era divertido y emocionante pero estar entre sus brazos en público la hacía sentir incómoda. De cierto modo culpable. Sentía que todos verían en sus ojos que Dominico era el hombre de sus sueños.

- Es una lástima que para volver a verte así hay que esperar hasta el día de tu boda. – Le dijo Dominico apretando su abrazo en la cintura más de lo normal. Miranda sonrió como si él hubiese contado un chiste.
- Y es una lástima que no haya otro actor con pinta de príncipe en este gran teatro. – Le respondió ella. Dominico sonrió divertido.
- No importa lo que diga tu boca, tus ojos te delatan. – Le dijo él enigmático. Miranda sonrió simulando que poco le importaba lo que él leyera en sus ojos, cuando en realidad estaba muriendo. El había expresado exactamente su último pensamiento.
- Gracias a Dios eres analfabeta. – Le dijo y bajó la mirada por unos segundos.
- Tus ojos dicen que te gusto y… que si no fueses casi mi hermana menor… y te invitara a salir, no me dirías que no a nada. – Le dijo él provocándola. Miranda suspiró. La manera como él pronunció aquel “nada” sonó más morbosa y seductora que la manera como la abrazaba y bailaba con ella.
- Deja todo como está. Te estás dejando llevar por la fantasía del chamberlán y la quinceañera. – Le dijo fingiendo un tono de ironía que estaba lejos de sentir. – Y ahora, déjame bailar con mi verdadero hermano.

Alessandros, su hermano, apareció de donde menos esperaba Miranda como un ángel salvador que rodeó la cintura de la chica con sus manos y la hizo girar varias veces antes de dar pasos de baile formales en el centro del salón. Todo fue tranquilidad y armonía hasta que regresó a los brazos de Dominico.

- Es tu última vuelta por el salón. –Le anunció. – Y mi oportunidad para decirte que antes de perder la virginidad con uno de esos imbéciles niños que estudian contigo, te propongo perderla conmigo. – Miranda trastabilló y casi se cae.

Lo miró a los ojos, asustada por sus palabras. ¿Estaba hablando en serio? Él sólo sonreía y le acariciaba el pie fingiendo revisar que no se hubiese hecho daño. Miranda aspiró varias veces aire de manera exagerada. Dom se levantó y la ayudó a salir del salón.

- ¿Te hiciste daño? – Preguntó su madre. Miranda sonrió. Luisa no se imaginaba de la verdadera razón de la preocupación en Miranda.
- No fue nada. ¿Puedo tomar un poco de aire y de agua antes de continuar? – Preguntó Miranda buscando un tiempo a solas para digerir la propuesta. Dom la siguió a la cocina de la casa.
- Regresa enseguida que hay que tomar la grabación con los invitados y las fotografías con el pastel. – Le informó Luisa.

Miranda entró a la cocina y de inmediato se acercó su nana con un vaso de agua en la mano. Dom recibió una cerveza fría. Miranda apenas podía creer que él le hubiese hecho semejante propuesta allí delante de todos sus invitados. ¡La propia madre de Dom estaba en primera fila al lado de ellos! Cualquiera hubiese podido escuchar sus palabras.

Acostarse con Dom. Por supuesto que ese era el sueño de la mitad de sus compañeras de colegio incluyéndola a ella, sin embargo, no era para conversarlo en medio de su baile de quince.

- Dom… no estabas hablando en serio… ¿verdad?- Se atrevió a preguntar aunque sabía que los oídos de Dora, su nana, estaban listos para escuchar lo que decía.
- Antes de que pierdas tu tiempo con Wilson De los Reyes… prefiero que lo hagas conmigo. – Le dijo con tono de seriedad. Miranda frunció el ceño.
- ¿Qué sabes tú de Wilson? – Preguntó interesada. Alguna de sus amigas había abierto la boca y le había contado a Dom que Wilson pretendía acostarse con ella.
- Que es un consumidor. – Le dijo con el nombre con el que se referían en la escuela a los muchachos que fumaban marihuana o consumían vicio. Miranda ya sabía eso.
- Yo no lo quiero para consumir… Y tú no puedes probar eso.- Le dijo ella. Le gustaba Wilson. Era alto, atlético, estaba yendo al gimnasio por lo cual estaba desarrollando unos músculos firmes y enormes.
Y sí… todos en la escuela decían que consumía marihuana. Por lo menos, lo hacía cuando salía a tomar con los chicos los viernes. Cómo la conseguía o desde cuando lo hacía era un misterio. ¿A quién se le ocurriría preguntárselo? Wilson tenía además la fama de ser el chico más agresivo de la escuela.

Aunque era especial con Miranda. La ayudaba con los paquetes cuando llegaba con muchas cosas en las manos o la acompañaba cuando se quedaba sola en la puerta del colegio esperando a su padre o al mismo Dom para que le recogieran… Wilson jamás había insinuado un interés por Miranda, más allá del que cualquiera siente por un gatito al que siempre halla en problemas. Miranda suspiró cuando Dom sacudió una servilleta ante su mirada perdida.

- Pero no puedes negar que le gusta pegarle a las mujeres y que su respeto por ellas es de menos diez. – Le dijo él terminando su cerveza. Miranda suspiró de nuevo.

Claro que sabía que Wilson le pegaba a sus novias. ¿Cuántas veces no lo había hecho delante de ella? Sin embargo, Miranda estaba decidida a perder la virginidad con un tipo maravilloso que le moviera el piso. Wilson era lo más parecido a un atractivo adonis, bueno si no lo comparabas con Dom.

Observó el rostro de Dom que posaba para una foto. Sus ojos de mirada profunda, sus labios que se antojaban tan sensuales… Se sonrojó hasta la raíz de los cabellos y bajó la mirada. No podía estar considerando acostarse con Dom. Su madre se daría cuenta de inmediato y armaría un escándalo de eso.

- Vamos… ya te reposaste y quiero terminar con tu sesión de fotografías para cambiar de vestuario. – Le dijo Dom haciéndola levantarse de la mesa. Miranda lo hizo a regañadientes.
- ¿Cuándo hablamos de esto? – Preguntó ella. Dom se alzó de hombros.
- El lunes, en tu escuela. Te paso a recoger. – Prometió. Miranda dejó que él le llevara hasta donde estaba su madre.

Luisa dirigió la sesión de video y fotografías como una experta. Dom se burló de las poses de niña buena que le hicieron hacer a Miranda y disfrutó de las escenas en las que la chica debía mostrar la gata mañosa que sería de adulta. Y eso le hice fruncir el ceño más de una vez. Siempre había visto a Miranda como a la hermana menor que siempre había querido, la suya era un verdadero terremoto y había llegado a su vida a muchos años de diferencia. Miranda sin embargo era su compañera y compinche desde que tenía memoria y disfrutaba mucho del tiempo de confidencias con ella. Pero ahora, sólo mirarla alborotaba sus hormonas. De una manera tan intensa como ninguna otra.

Aunque Miranda no lo tomara en serio, él estaba más que dispuesto a ser su primer hombre con tal de impedir que se enredara con un vicioso de poca monta como Wilson. Y ni hablar de otros barbachanes de su grupo de compañeros. Miranda bailó un par de canciones más con él y luego, se dedicó a hacer de anfitriona.

El lunes, a la hora de salida del colegio, salió sin recordar el compromiso con Dom. Estaba llegando a la parada de autobuses cuando un auto se detuvo junto a ella. Miranda miró a Dom con el ceño fruncido.

- ¿Qué te pasa? – Preguntó enojada por las veces que hizo sonar el pito para llamar su atención.
- Sube. Vamos a recoger a Lina y a llevarla a su clase en la academia. – Le dijo él. Lina era la hermana menor de Dom. Miranda se alzó de hombros.
- ¿Y para qué me voy contigo?- Preguntó ella sin recordar aún la promesa. Dom golpeó el timón.
- ¡Diablos! Móntate niña… Necesito hablar contigo y apenas tengo tiempo de llevar a Lina a la clase de ballet. – Le dijo doblemente fastidiado: primero porque ella no había recordado su cita con él y segundo porque se veía horrorosamente sexy con su bendito uniforme de colegio.
- Mi papá me prohibió subirme a los autos de los desconocidos. – Le dijo ella subiendo al auto. Dom arrancó sin decir nada y llegó de nuevo al colegio de Miranda, donde su hermana estaba esperándolo.
- Hola, Miranda. – Saludó la chiquilla subiendo al asiento de atrás. Algunas amigas de Miranda la saludaron para que ella supiera que la habían visto en el auto con Dom.

¡Estúpidas! Murmuró entre dientes aunque sonrió y les devolvió el saludó. La mayoría de ellas estaban convencidas de que Miranda tenía una relación con Dom. En realidad, todas las mujeres con las que Dom hablaba se dejaban derretir por sus encantos. Para Miranda había sido un alivio y al mismo tiempo una tortura el último año de escuela de Dom dos años atrás. Había sido el año de más actividad social de Dom entre los eventos de su promoción y el éxito rotundo entre las chicas de su consolidado look de futbolista con el cabello más largo de lo normal y su cuerpo tallado a punta de gimnasio.

“Vecinos” “amigos” “Compañeros de baile” Son demasiados momentos juntos. Solían comentar sus compañeras con una clara intención de insinuar una relación. Porque si ellas se sentían derretidas con sólo recibir un saludo de Dom… ¿Podría alguien resistirse a vivir constantemente con él? Y sí. Miranda estaba de acuerdo con ellas. Estaba de Dom hasta el cogote. Su madre moría porque llegara un día y le dijera que era la novia de Dom; Gina, la madre de Dom también bailaría en un solo pie si le decían que eran pareja. Y Miranda disfrutaba de la compañía y la seguridad que le daba estar con él, pero no estaba segura de quererlo de pareja.

En el camino, Dom la ignoró por completo. Se la pasó repasando una clase de historia con Lina y comprometiéndola a estudiar matemáticas apenas llegara de la academia para que él pudiera repasar con ella en la noche. Miranda no envidió a Lina. Dom era un hermano mayor intenso.

A los 10 años, Dom recibió feliz la noticia de que sería el hermano mayor de una niña. Para él, desde el primer día de vida de Lina, la vida había sido cuidar, proteger y ayudar a formar a Lina. Eso no solo le daba puntos con su padre que le perdonaba con menos trabas sus engaños sino que le daba puntos con las chicas que lo veían como el padre ideal.

Y así mismo se portaba con ella. ¿Cómo sentirse atraída por alguien que estaba todo el tiempo dándole instrucciones de cómo debía actuar en la vida? Aunque tenía que reconocer que sin la ayuda de Dom, su adolescencia habría sido un desastre. Su madre no se involucraba  más allá de indicarle con quién debía salir y con quién no. En cambio, Dom se preocupaba por su apariencia personal, por su rendimiento en la escuela, porque supiera todo lo que debía saber para no meterse en los líos comunes de una adolescente sin control. Miranda le obedecía a ciegas porque había comprobado que Dom siempre tenía la razón y eso mismo le sucedía a Lina.

Miranda tenía que reconocer que a los diez años, Lina le hacía más caso a su hermano mayor que a sus padres. Y además que no había una niña más juiciosa, ordenada y estudiosa que ella. Y todo, gracias a la maravillosa orientación del todopoderoso Dom.

Lina se bajó en la academia y se quedó sólo con el morral que Dom le traía en el auto. Morral en el que estaría todo lo que Lina necesitaba para sus clases de ballet. Si algo llegaba a faltar, en la casa de los Di Stefan se escucharían los gritos de Dom regañando a la nana de Lina.

Dom no hizo arrancar el auto de inmediato. Se dio vuelta y la miró de frente. Miranda se acomodó para quedar también frente a él y lo miró en silencio.

Su rostro era cada vez más varonil y menos infantil. En realidad, lo de infantil se le había quitado a Dom desde los 14. La camisa que llevaba resaltaba el bronceado de su piel, sus ojos negros eran intensamente oscuros y misteriosos, y su boca seductora no dejaba de sonreír.

- ¿Estás valorando la mercancía?- Bromeó él. Miranda se mordió el labio inferior inconscientemente. Dom se resistió a besarla.
- Es posible. ¿cuál es tu cuento? – preguntó porque el preámbulo la estaba matando. Había recordado que en su fiesta de 15, Dom le había propuesto ser su primer amante.

Eso de perder la virginidad era una obsesión entre sus amigas. Escuchaban a sus amiguitas y hermanas de trece y se sentían casi viejas al pensar que no habían tenido su primera relación a su edad. Miranda no se desvelaba con el tema. La virginidad no le hacía estorbo y el acoso de los chicos de su edad y de los mayores la tenía verdaderamente apartada de todo lo que oliera a relación. Los novios no eran sino un estorbo para salir, para hablar con alguien o para divertirse.

- Hillary y las otras tontas de tu salón estaban comentando acerca de la maravillosa primera vez. – Le dijo con tranquilidad. – Y entre sus comentarios, estaba que para ser alguien de moda, alguien importante había que perder la virginidad con un chico atractivo… sin importar si era el novio o no.
- Conversaciones de adolescentes tontas. ¿Qué tengo que ver yo? – Le dijo Miranda sin darle valor a su preocupación.
- Pues que Hillary afirmó tú tendrías tu primera vez con Wilson De Los Reyes después de la fiesta de brujas. – Le dijo él. Miranda simuló asombro.

Bendita niña y su lengua suelta. En efecto, había cuadrado para que invitaran a Wilson a la fiesta de disfraces de Hillary y ésta estaba arreglando todo para que esa noche fuese su primera vez. Hillary insistía en que si Miranda hacía el amor con Wilson, toda la escuela lo sabría y nadie se metería con ella en el futuro… ¿Quién podría medírsele a meterse con la mujer de un matón en potencia?
- ¿Y qué tienes que ver tú con eso? – Preguntó tratando de buscar una salida.
- No voy a permitirlo. Si quieres un chico de quien vanagloriarte, prefiero ser yo. – Le dijo con toda franqueza. Miranda lo miró con extrañeza. Mientras sentía como el rubor cubría sus mejillas.
Sus conversaciones con Dom nunca habían sido mojigatas pero la manera como él le proponía ser su primer hombre le parecía escandalosa. ¿Es que él no se daba cuenta de lo que provocaba en ella?

- ¿Estas oyendo lo que dices? ¿Tú y yo en una cama? – Preguntó ella. Dom sonrió.
- No sería la primera vez. En Santa Marta pasamos una noche juntos…- Le dijo él. Miranda sacudió la cabeza haciendo que sus cabellos flotaran alrededor de su cara como una aureola dorada.
- Dormimos en la misma cama, en una habitación donde estaban diez personas. – completó ella. Aunque recordaba muy bien que dormir entre los brazos de Dom había sido una experiencia inolvidable. Dom sonrió.
- Detalles… en serio…. Ese Wilson no es una buena ficha… En realidad, no hay muchos chicos de tu grupo que sean una buena ficha… - Le dijo él tomándole una mano. Las manos de Dom siempre estaban cálidas. Y Miranda disfrutó de la caricia que era rozar la palma de su mano con la de él.
- No puedo creer que estemos planeando mi primera vez como si fuese una ida al cine. – Le dijo buscando salir de aquel embrollo.
- Ya la planeaste con tus amigas… ¿Por qué no inmiscuirme yo en los planes? – Le dijo él y miraba sus manos entrelazadas como si quisiera transmitirle sus deseos a través de ese contacto.
- Sabes qué… llévame a casa, tengo muchas tareas que hacer y perder el tiempo discutiendo con quien si y con quien no debo hacer el amor no me parece divertido. - Le dijo y retiró su mano, sentándose bien y colocándose el cinturón.

Dom le siguió la corriente pero no la llevó a su casa. Miranda frunció el ceño al verlo tomar el camino hacia la salida de la ciudad. No le preocupaba que la vieran con el uniforme del colegio, transitando en sentido contrario a su casa. Ni le preocupaba que la vieran con Dom… sus padres confiaban ciegamente en él. Pero no quería seguir hablando acerca del tema de su primera vez. Empezaba a sentirse atraída por la idea y… enamorarse de Dom sería un error garrafal para su vida.

- Dom… en serio… tengo tareas que hacer y no voy a hacer el amor esta tarde así que podemos hablarlo otro día. – Le dijo ella. Dom movió la cabeza negándose a obedecerle.
- Prometo ayudarte con las tareas, pero necesito que veas algunas cosas de la vida real.- Le dijo y se la llevó para la playa. En un sector donde sólo iban parejitas de novios a tener encuentros furtivos a plena luz del día en los kioskos de la playa.

No se bajaron del auto. Dom mandó a traer dos cervezas. Miranda recibió una a regañadientes. No le gustaba tomar y a su madre no le agradaría para nada que llegara con un tufo de alcohol. Sin embargo, se la tomó, si su madre le reprendía tendría el placer de echarle las culpas a Dom para que lo regañaran y le prohibieran acercarse a ella.

Sabía muy bien para qué la había traído Dom allí. Era un sector de la playa lleno de sitios para que las parejitas clandestinas se encontraran y… Había escuchado a sus amigos hablar del lugar. Él no hablaba, solo miraba el mar y se tomaba la cerveza. De repente, apareció una chica con uniforme de colegio, igual que ella y con un viejo rabo verde y sinvergüenza… los dos se perdieron detrás de una carpa en la playa. Miranda miró a Dom pero este no se movió ni un milímetro.

Estaba decididio a convencerla de hacer el amor con él. Miranda frunció el ceño. Estaba él interesado en ella? Suspiró. No podía hacerse ilusiones con Dom. Para él, ella era algo así como su mascota favorita y enseñarle a hacer el amor era un truco más en el proceso de entrenamiento que llevaba con ella.

Recordó que Dom la había besado en la boca para enseñarla a besar. Miranda todavía podía recordar como le temblaban las piernas y le latía el corazón mientras que recostada al tanque plástico donde guardaban la ropa sucia de su casa, dejaba que Dom invadiera su boca demostrándole los diferentes estilos de besos que conocía. Las parejitas iban y venían entrando y saliendo de las carpas que no dejaban ver lo que hacían dentro. Aunque todos sabían muy bien que sucedía en el interior de ellas. Una pareja de chicos entró a una, Miranda recordó que estaba con Dom tratando de entender por qué deseaba hacer el amor con ella.

Luego, salió de una carpa una chiquilla que lloraba desconsolada y un joven que terminaba de arreglar su ropa. Ninguno de los dos tendría más de dieciséis. A la chica no le había encantado su encuentro en la playa, de eso no había duda. Y el joven después de haber disfrutado del sexo con ella, le importaba poco cómo podía sentirse.

Cuando unos minutos después salió un joven arrogante que fumaba un cigarrillo y detrás de él una chica que necesitaba urgentemente una bebida que le subiera el color a sus mejillas, Miranda gritó:
- ¡Ya basta! Entendí el mensaje. – Le dijo. Dom pagó dos cervezas más y las recibió, le entregó una a Miranda y se tomó el contenido de la de él en dos tragos. Devolvió las botellas vacías y encendió el carro.

No le dijo nada y empezó a conducir por la avenida de la playa. Miranda intuyó que buscaba la otra entrada a la ciudad para regresar. Se tomó la cerveza. De nada serviría hablar, él no lo haría si no quería.

Además seguro estaba haciendo un enorme esfuerzo por no bajarse del auto, golpear a los tres hombres y montar a las tres chicas en su auto para llevarlas a sus casas. Miranda suspiró. Había soportado el espectáculo para que Miranda viera una película de lo que podría ser su propia primera vez en una función de drama en vivo.

Y decidió que el silencio era mejor que recibir un sermón de Dom. Había ocasiones en las que a Miranda le parecía un viejo y no un joven de 20 años… Un atractivo y seductor joven… reconoció y sacudió la cabeza. No podía pensar en Dom románticamente. Se tenía prohibido a sí misma pensar en él como el príncipe azul de los cuentos de hadas. Dom le había dejado más que claro que no la necesitaba de princesa.

Estaban a punto de entrar a la ciudad por la carretera de las universidades cuando él le habló:

- Te juro que si hubiese pagado por un show no me hubiese salido mejor. – Le confesó. Miranda supuso que había sido fortuito que todas las chicas fuesen adolescentes.
- No apareció ninguna loba de cuarenta con un joven de 17. ¿Verdad? – Le dijo ella recordándole que él había tenido una aventura con una de sus profesoras de colegio, el último año de escuela y que así había perdido su virginidad. Dom sonrió divertido.
- Touché. Sé que te aconsejo con toda propiedad por haber vivido la experiencia. – Le dijo. – Sin embargo, debes reconocer que eso hace mi consejo más acertado.
- NO haré el amor hasta que apruebes a mi pareja. – Le dijo haciendo una cruz con dos dedos y colocándose la mano derecha sobre el pecho. Dom puso los ojos en blanco.
- No vas a decirme cuando vas a hacer el amor… Y eso lo sabes. Por eso quiero ser el primero… enseñarte… - Miranda volvió a mirarlo como si se hubiese vuelto loco.
- Tú en serio crees que pueda aceptar tu propuesta. – Afirmó más que preguntar. Dom asintió.
- Claro que sí. Estabas preparando fría y calculadoramente tu primera vez con Wilson… bueno, ahora prepárala pero conmigo.

Miranda resopló y lanzó la botella de cerveza debajo de la silla. De todas las locuras que Dom se inventaba aquella era la peor.

No era cierto que hubiese preparado su primera vez con Hillary. En realidad, le había dicho eso para quitársela de encima. Ahora Dom estaba convencido que era tal cual todas las tontas chicas de su salón. ¡Diablos! Y quitarle una idea equivocada a Dom era más difícil que convencerlo de que se había equivocado.

Dom la llevó a una heladería y la hizo comerse un helado de chocolate para contrarrestar el olor a alcohol en su aliento. Y luego la llevó hasta su casa. Todo el camino hablando sobre cine y música, como si Miranda ya hubiese aceptado tener la primera vez con él y todo estuviera muy bien.

Cumplió su promesa de ayudarla con las tareas por lo cual se bajó en su casa. Por supuesto a la madre de Miranda le encantó la visita y lo invitó a cenar. Aunque no volvió a poner el tema de la primera vez, Miranda sintió que todo el tiempo estaban seduciéndola para aceptar. Dom se portó con ella tal cual se portaba con las chicas que enamoraba. Miranda conocía muy bien sus tretas de seducción.

La miraba cuando creía que ella no se daba cuenta y rehuía su mirada cuando Miranda lo miraba de frente. Le tomaba la mano entre las suyas como si fuese un gesto casual pero la manera como deslizaba los dedos entre los suyos… Era casi una caricia. Miranda temblaba toda cuando él decidió que había entendido la teoría de la factorización y que podía irse a casa.

Al día siguiente en la escuela, Hillary se tapaba los oídos con las manos para no escuchar los reclamos de Miranda. Esta suspiró.

- Te juro HIllary… no me sentí más humillada y avergonzada en la vida como ayer cuando Dom me dijo todas las cosas que le contaste. – Dijo Miranda. Estaban sentadas en una banca del parque de la sección infantil de su colegio.

Un hermoso jardín con muchas plantas con flores, un césped verde bien cuidado que se extendía frente a ella y una piscina de arena en el centro donde los chicos de prejardin prácticamente se bañaban con arena. Era el lugar preferido de las dos. Las chicas grandes no iban hasta allá a curiosearles la vida íntima y los chicos no asomaban sus narices para interrumpir su conversación con intentos tontos de seducción.

- Está bien. Habíamos tomado unas cervezas en la casa de Raúl y Dom se me sentó al lado. – Le dijo Hillary bajando las manos. – ¿Cómo comenzar una conversación con el joven más guapo que conozco? Pues hablándole de su mejor amiga que curiosamente es mi mejor amiga. – Se justificó Hillary. Miranda movió la cabeza rechazando sus razones.
- ¿Para qué decirle que habíamos acordado seducir a Wilson? – Preguntó Miranda sin refutar la afirmación de que era la mejor amiga de Dom. Hillary no entendería la obsesión de Dom por la supuesta responsabilidad que su madre y la de Miranda le había impuesto sobre cuidar y proteger a Miranda como un hermano mayor.
- Se me salió. Estaba casi borracha. Mi mamá casi me mata cuando llegué del cumpleaños de Raúl. – Le contó Hillary.
- Y no creíste necesario contarme de tu indiscreción…- Reclamó Miranda pensando que ella la habría matado con gusto si lo hubiese sabido a tiempo. HIllary se alzó de hombros.
- Estás demasiado trágica con eso. – Se quejó Hillary. -¿Qué puede hacer Dom con esa información? Ya te dijo que no le parecía que escogieras a ese chico. ¿Crees que se lo dirá a tu madre para que tú le cuentes todos sus secretos a su padre?

No le aclaró a Hillary cuál era la razón de su preocupación. No iba a contarle que el loco de Dom le había propuesto ser el primero en su vida sexual. Miró a los chicos en la arena. Uno de los niños ayudó a una de sus amiguitas que se cayó, le limpió la sudadera pegándole golpecitos en el trasero para sacudirle las ramitas de césped pegadas en ellas sin la menor malicia. Frunció el ceño. ¿Podría pensar que Dom actuaba de la misma manera con ella? Sin malicia, sin oscuras intenciones… sólo el deseo de evitarle un encuentro desagradable con un chico inadecuado.

Miranda decidió restar importancia a la propuesta. Volvió a salir con Dom una tarde cuando él pasó por Lina para llevarla a la academia y Miranda apenas salía del colegio. La hizo subirse al auto y cambiar la camisa del colegio por una camiseta de Lina que apenas si tapaba la mitad de su abdomen, para irse con él al cine. Y se quedó con la sudadera de hacer educación física. Desde el centro comercial, Miranda llamó a su madre quien por arte de magia cambió su tono enojado de voz al escuchar la voz de Dom.

Miranda lo odió por tener la aceptación de sus padres. ¿Qué dirían ellos de sus propuestas absurdas si Miranda les contara? Lo odió aún más porque en contra de todos los pronósticos, la película que escogió sí le gustó a Miranda.

Él se acomodó en la silla, se quitó los zapatos y compartió con ella un tarro de palomitas de maíz y una gaseosa, mientras comentaban todo lo que les parecía divertido en la película. Podían darse ese lujo siendo miércoles por la tarde y estando casi solos en el teatro.

- Debe ser muy difícil encontrar un marido cuando uno tiene que viajar tanto. – Comentó Miranda pues la protagonista era una actriz que se enamora de un simple empleado de librería.
- Creo que es más difícil cuando uno de los dos está todo el tiempo metido en la casa. – Le dijo él refiriéndose a la experiencia de sus padres.
- Aunque si alguno de los dos ama profundamente al otro… todo se supera. – Dijo Miranda con un suave tono de ensoñación. Dominico le pellizcó la nariz con dos dedos.
- El amor… Eres una soñadora, Miranda… Pocos hallan el amor. – Le dijo él burlándose de su inocencia. Miranda lo miró a los ojos y suspiró.
- Pocos creen en el amor que es diferente… Pero todos, hallamos el amor. – Le respondió. Dominico ignoró su comentario y se burló del vestido que la actriz lucía.

Miranda le siguió la corriente. No quería discutir con él. Para Dom, las relaciones humanas eran viscerales… plenamente satisfechas las sensaciones, la pareja era feliz… los sentimientos eran invenciones románticas de los literatos.

Había sido una tarde de amigos, como muchas de las que había compartido con Dom. En ningún momento quiso pasarse con ella, la tomó de la mano por costumbre cuando caminaban por el centro comercial hacia el parqueadero sin darle al gesto un significado distinto del que siempre le había dado.

Habían hablado de todo: música, cine, televisión, tareas, compañeros de colegio… todo menos sexo. Y Dom jamás recordó la conversación de dos semanas atrás. La dejó en la puerta de su casa después de darle un beso en la frente y se fue en su auto sin dar vuelta atrás.

Miranda sintió esa noche mientras dormía en su cama, que a Dom se le había olvidado la dichosa promesa de que Miranda perdiera la virginidad con él. Se asombró a sí misma pensando en ello con tristeza. ¿De verdad quería hacer el amor con Dom? ¿Pero, si no lo amaba de esa manera? Se dijo tratando de recobrar la sensatez. Sin embargo soñó que Dom le proponía matrimonio mientras hacían el amor.

Aquello era una soberana tontería. Jamás habían tenido una relación amorosa. Entre ellos había una deliciosa camaradería que Miranda adoraba. Sin Dom su vida sería muy triste porque su padre no la dejaría salir ni a la esquina.

Dom la salvaba cuando necesitaba un permiso para ir a una fiesta. Era el que ponía la cara cuando Miranda se pasaba de la hora de llegada y ella lo llamaba al celular y él como un caballero andante aparecía donde ella estaba, se la llevaba y le decía a Antonio, el padre de Miranda que había sido el culpable de su retraso.

Se abandonó al sueño y al cansancio. Dar vueltas al mismo pensamiento toda la noche no solucionaría su dilema. Tenía que decidir de manera racional y consciente si quería convertirse en mujer en los brazos de Dom. Consciente de que Dom no volvería a hacer el amor con ella jamás después de que perdiera la virginidad. Ella no era una más en la lista de sus amiguitas.

Durante aquella semana, Dom no faltó un solo día a la salida del colegio. Las recogía, y después de dejar a Lina en la Academia, llevaba a Miranda a su casa.

Sus conversaciones eran simplemente triviales. ¿Cómo te ha ido en la escuela? ¿Cómo van tus clases en la universidad? ¿Con quién irás al próximo baile de la ciudad? Nada de lo que se dijeron durante esas semanas, habría hecho pensar a quien les escuchara que alguna vez hubiesen planeado hacer el amor.
- ¿Has pensado en mi propuesta? – Preguntó Dom interrumpiendo los pensamientos de Miranda. Iban en el auto después de dejar a Lina en la Academia de Baile. Dom la llevaría a casa de su abuela. La fiesta de disfraces estaba cada vez más cerca.
- NO pienso en tonterías. – Le dijo ella. Quería hacerlo enojar para que se olvidara de ello. Pero sabía que no sería fácil. Dom no desistía de sus empeños.
- Vamos… En realidad… ¿No la has pensado? – Preguntó él extrañado de que una chica como Miranda no estuviera feliz de acostarse con él. Miranda sonrió.
- La verdad… Tengo muchas dudas…- Empezó a decir Miranda pero llegaron a la casa de la abuela de la chica y esta no supo si continuar. Dom parqueó el auto y se dio vuelta para mirarla de frente.
- Quiero hacer el amor contigo, Miranda. – Le dijo él tomándole las manos entre las de él. Miranda sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo.
- Dom… Somos amigos… no vale la pena… - Empezó a decir. Dom se acercó a ella y le rozó los labios…
- Todo lo que te he enseñado… siempre ha valido la pena. – Le recordó él. Miranda se sonrojó.

Ya lo había pensado ella. Miranda había aprendido a besar, a montar en bicicleta, a manejar auto, a bailar… todo. Sin embargo, aprender a hacer el amor… le resultaba un juego peligroso para jugar entre ellos.

- ¿Y si me enamoro de ti? – Preguntó ella con timidez. Dom la miró en silencio y suspiró.
- Si lo haces… ya veremos. ¿No quieres hacerlo conmigo? – Preguntó él. Miranda sintió un agudo dolor en el bajo vientre que empezaba a relacionar con las miradas apasionadas de Dom.
- Mi cuerpo… dice que sí. Pero en mi mente, yo…- Dom no la dejó terminar y volvió a besarla.
- Di que sí, di que sí… - Susurró él con su boca aún besando los labios de Miranda. Y recordaron que estaban en la calle, frente a la casa de la abuela de Miranda.

Miranda arregló su uniforme y se bajó del auto. Tomó su morral y fue incapaz de musitar una despedida. Entró casi corriendo a la casa. Sentía que si a Dom se le ocurría llevarla en ese momento a otro lugar, haría el amor con él sin dudarlo.

Las semanas pasaron con rapidez, y cualquier día Miranda estaba en el colegio sin recordar para nada aquel sueño. El famoso día de las brujas estaba cerca y sus compañeras de salón recordaron la preparación de la fiesta en casa de Kelly. Hillary le pidió a Miranda acompañarla al baño y esta aceptó.

Miranda estaba en un cubículo cuando Kelly y Teresa llegaron al baño. Ignoraron a Rocio por supuesto. Para ellas, la hija de un empleado de banco no era nadie. Miranda había estado a punto de salir cuando Kelly hizo un comentario que atrajo la atención de Rocio y de la misma Miranda.

- Esa tonta de Miranda va a conformarse con Wilson para vivir su primera experiencia sexual. – Le dijo Kelly en tono de secreto a Teresa.
- Wilson… Bah! – Dijo con intención de demostrar asco. – Ese chico se traba… ¿No será de esos que le dan pastillas a las chicas y les hacen… ya sabes… hasta lo indecible?

Miranda frunció el ceño. En realidad, no había pensado en eso cuando Kelly le propuso hacerlo con Wilson. Claro que Wilson les llevaba mucho camino a ellas. Era un joven con una vida muy diferente a la normal. Sus padres viajaban con frecuencia y no obedecía a ninguna regla.

- No tendría nada de raro. – Opinó Kelly. – Sin embargo, Miranda no se opuso para nada a ese nombre. A lo mejor, ya lo han hecho antes y lo que le hacen le gusta.
- Quien la ve a la perra engreída… Con su cara de ángel… quién sabe que tan puta es…- Dijo Teresa que se destacaba entre todas por su horrible vocabulario. Miranda se contuvo de opinar. En realidad, le hubiera gustado ver las caras de las muy engreídas cuando ella saliera del cubículo.
- Esa cara que trae loquito al bobito de Dom… - Dijo Kelly y Miranda se detuvo.
- Yo creí que lo haría con ese bomboncito… Aunque… de hacerlo con él, nos quedaría muy difícil superarle el milagrito. – Le dijo Teresa. Miranda entrecerró los ojos y las escuchó salir.

Hillary le tocó la puerta. Miranda abrió sin salir. Todavía no sabía qué concluir ni qué pensar después de lo que había escuchado. Así que hacerlo con Dom sería un milagro difícil de superar… Sacudió la cabeza. No podía estar pensando en hacerlo con Dom. ¡Y mucho menos hacerlo de conocimiento público!

- ¡Qué imbéciles!- Dijo Hillary. Miranda asintió.
- Son un par de idiotas. Te lo he dicho. NO les hagas caso. – Le insistió y salió del cubículo.
- ¿Qué vas a hacer? – Preguntó Hillary.
- ¿Yo? Nada. Ellas pueden creer lo que quieran. – Le dijo pero ya estaba maquinando que podía hacerles creer que lo había hecho, sin hacerlo.
- Los comentarios de que harás el amor con Wilson pueden llegar a las monjas… - Le advirtió Hillary. Miranda sonrió.
- Las monjas… son las que menos me preocupan. Mi papá es quien me preocupa…- Le confesó y siguió caminando hacia el salón.
- ¿Y Dom? ¿Si le dicen a Dom que tendrás algo con Wilson…?- Preguntó Hillary. Miranda suspiró.
- Convéncete de algo Hillary… yo no tengo nada con Dom… - Le insistió y se negó a continuar conversando del asunto.

Dos días después se armó una discusión en el salón. Teresa trató de estúpida a Diana Álvarez la mejor amiga de Miranda. Entonces a esta no le quedó más remedio que intervenir en la discusión. Todavía resonaban en su mente las palabras soeces con las que le había descrito en el baño.

- Teresa… Teresa… Teresa… - Le dijo en tono de amenaza caminando hacia la chica. – Tienes que cuidar tu vocabulario… y la manera como te refieres sobre los demás…
- ¿Quién me va enseñar buenos modales? Tú, zorra sinvergüenza. – Miranda sonrió al escucharla. Ahora si le estaba dando la oportunidad de responder a sus insultos.
- Fíjate que sí. Porque de mis modales, que son impecables… nadie puede hablar. –Le dijo acorralándola contra la ventana del salón que daba al pasillo externo del colegio. – Pero de esa boca sucia tuya… además de los sapos y las serpientes… podemos opinar los que escuchamos tu hermoso vocabulario. – Le dijo. En el rostro de Teresa apareció un gesto de miedo cuando su espalda tocó la pared.
- ¿Y quién te enseñó modales? ¿El marihuano de Wilson, el puto de Jhon o el marica de Dom?– Le dijo la chica y en ese momento se asomó Dominico en la ventana. Miranda sonrió.
- No creo que Dom reciba tus piropos después de escuchar que piensas en él como en un marica. – Le dijo Miranda. – Ni creo que te vuelva a hacer un chance en el resto de tu desgraciada vida.
- Me importa mierda lo que tú y tus cabrones piensen. Aléjate de mí. – Le dijo y Dom resopló desde la ventana.
- Me parece que debes alejarte de ella, Miranda. – Le dijo con voz potente y clara, haciendo palidecer a Teresa. – No vaya a picarte una de las culebras que habitan en esa boca tan sucia.

Miranda se alejó y caminó hacia su puesto para tomar su bolso. Antes de salir del salón se dio media vuelta y señaló a Teresa.
- Tú vuelves a insultar a otra niña más en este salón y me va a encantar mostrarte lo que me ha enseñado de karate mi querido marihuano Wilson.- Le dijo Miranda. Teresa estaba pasando el susto sentada en una silla cerca de la ventana.

Miranda salió del salón donde ya no quedaban muchas niñas. La Hermana Alicia, encargada de la disciplina caminó hacia ella.
- ¿Es cierto que estabas peleando con Teresa? – Le preguntó. Miranda frunció el ceño.
- Sería incapaz de hacer eso, Alicia. La pobre niña se asustó con un hombre que se asomó de improviso en la ventana. – Le mintió y siguió caminando hacia la salida.

Las monjas confiaban ciegamente en ella. Miranda había dado claras muestras de manejar a un grupo con su carisma y don de mando. Así que su palabra jamás sería cuestionada. Dom estaba hablando con la monja de la puerta, con Lina tomada de su mano. La monjita la saludó y le recibió un beso a Miranda.

- ¿Es un niño divino, verdad? – Dijo la Hermana Mercedes encantada con las atenciones de Dom. Miranda sonrió.

Su mirada recorrió a Dom de pies a cabeza con una expresión descarada de admiración y tembló. Dom era divino pero no tenía nada de niño. Dom la acercó a su cuerpo tomándola de una mano.

- Sí. Aparece como el espíritu santo cuando uno lo necesita. – Le dijo bromeando. Esperaba que Dom no le dijera nada acerca de su descarada evaluación.
- Tu papá me pidió que te llevara a casa de tu tía Ana. – Le dijo Dom. Miranda se llevó la mano libre a la cabeza. Había olvidado que su tía Ana cumplía años y que del colegio debía irse a la casa de la abuela.
- Ya lo había olvidado. Vamos… ¿Podemos llevar a Hillary que se queda en el camino? – Preguntó. Dom asintió mientras se despedía de la monjita con un beso.

Miranda hizo señas a Hillary y la invitó a irse con ella. Dom les compró un raspao en la esquina del parque Suri Salcedo y esperó a que se hubiesen comido la mitad antes de encender el auto. Mientras comían le contaron la razón del enojo de Teresa.

- Se le ha metido que es de mejor familia porque su padre tiene una herencia familiar y las demás somos hijas de empleados con muy buen sueldo. – Le explicó Miranda. Dom sonrió.
- Y Super Miranda es la defensora de las causas perdidas…- Bromeó. – Qué diablos hago yo en boca de esas niñitas… y además de marica…
- Pregúntales a ellas. Yo de ti no hablo… no necesito hacerlo… esas niñas respiran, viven, sueñan contigo… desde que estabas en el equipo de baloncesto y ellas estaban en quinto año de primaria - Le contó y Hillary asintió para corroborarle.
- ¿Y por qué te ligan con John?- Preguntó aunque Miranda sabía que estaba muriéndose por preguntar cuál era su nexo con Wilson. Ella sonrió.
- Ellas me ligan a cualquier chico que les parece divino y que solo me contesta el saludo a mí.- Le respondió con calma. Ahí estaban dos respuestas en una.
- Insisto en que no debes dejar que te liguen con Wilson… ni con cualquiera de esas fichitas en tu colegio… - Le recomendó. Miranda asintió con cara de resignación haciendo reír a las otras dos chicas en el auto. Por supuesto, sí era bueno que ligaran a él. Dom sacudió la cabeza de un lado a otro.
- No quieres tomarme en serio… Y me temo que debemos hacer lo que te propuse en Semana Santa. – Le dijo. Miranda se negó a hablar de ello delante de Lina y de Hillary. Se sonrojó hasta la raíz de los cabellos pero no lo miró ni a Hillary quien adivinaría sus pensamientos.

Dejaron a Hillary en su casa y luego, Dom obligó a Lina a bajar con él y entrar a saludar a la familia de Miranda en la casa de la abuela de la chica. Los padres de Miranda la recibieron y Luisa de inmediato le recomendó irse a cambiar el uniforme con la ropa que le había traído de la casa. El padre de Miranda le invitó a un refresco a Lina y a Dom.

La niña aceptó feliz pues estaban en la casa las primas pequeñas de Miranda con las que ella solía jugar en las fiestas familiares. Así que Dom estaba hablando de fútbol con el padre de Miranda cuando esta bajó cambiada. Miranda ignoró la mirada provocadora que Dom le dirigió a sus piernas y que recorrió su cuerpo con una clara expresión de atracción.

- ¿No tiene Lina tareas que hacer? – Preguntó Miranda a Dom mientras veía a la niña correr detrás de sus primas. Dom sonrió.
- Dilo: Dom, vete a tu casa. – Le dijo Dom tan pronto el padre de Miranda se fue con la excusa de ir a cuadrar algunos detalles.
- Bien. Dom, vete a tu casa. – Le dijo ella mirándolo a los ojos. Dom en cambio miraba las piernas que su minifalda dejaba al desnudo, los pies bien cuidados y arreglados engalanados con unas sandalias sencillas y luego, lo vio obligarse a no mirarla de frente.
- Deja que Lina se distraiga un poco antes de llevarla a casa. – Dijo sin mucha convicción. Él decidió mirarla y se estrelló con la mirada de Miranda fija en su boca.
- ¿Es posible que finjamos haber el hecho el amor? – Preguntó de repente. Dom alzó una ceja asombrado.
- ¿Fingir? ¿Y para qué fingir…? Estás muy grande para andar diciendo mentiras a tus compañeras. – Le dijo Dom.
- Ya ellas creen que lo he hecho contigo sin que les diga nada…- Le contó. Dom la hizo bajarse del brazo del sofá donde había estado sentada y la llevó al lugar a su lado en un mueble.
- ¿Cómo así?- Miranda se alzó de hombros. Todo su cuerpo estaba hecho un manojo de nervios. Sus caderas junto a las caderas de Dom… su pecho rozando el de él… Aquella era una tortura. ¿Y si lo besaba? Se preguntó mientras intentaba mantenerse ecuánime.
- Por alguna extraña razón, nadie me cree que soy un ángel. – Le dijo Miranda fingiendo tristeza. – Todos creen que soy una… bueno… que lo hice con Wilson, con Jhon, contigo…
- Conmigo…- Le dijo Dom colocando un mechón del cabello de la chica detrás de una oreja. El roce de sus dedos en su oreja la hizo temblar. – Sería muy fácil hacerlo conmigo… ¿Verdad?
Miranda se sintió tentada a decir sí. Se levantó de repente y se fue a la ventana. Lina seguía corriendo feliz entre los matorrales del jardín. Miranda la envidió. Quiso volver a ser niña y no tener que decidir si hacía o no el amor con alguien.

- Vamos a hacerlo… ¿Eh?- Le dijo Dom acercándose a ella. – Después de la fiesta de Kelly pero no en esa casa… Te iré a buscar a las nueve…

Miranda contuvo el aliento. Estaba segura de que él la besaría allí mismo, en medio de la sala de su abuela Cecilia. Sin embargo, Dom se levantó, pasó cerca de ella y se acercó a la ventana para llamar a Lina. Le dijo que debían irse a casa.
- Dom… No estoy segura. – Le dijo ella cuando Dominico estaba a punto de salir. Él le sonrió y le hizo un guiño.
- Yo tampoco.- Confesó y se marchó.

Miranda a duras penas disfrutó aquella fiesta. Así como apenas podía recordar lo que había dado en las clases de esa semana antes de la fiesta de disfraces. Su madre le había dado permiso hasta la medianoche porque Miranda le había dicho que Dom la acompañaría a la fiesta.

- ¿Dom en una fiesta de adolescentes? – Preguntó su padre. Miranda se alzó de hombros. Tenía que haber una explicación para que Dom la llevara a casa.
- Dijo que iba a salir con unos amigos y que con gusto me recogería para traerme a casa. – Le explicó. A Miranda poco importó lo que Dom le diría a su padre cuando lo llamara al celular. Su padre no se quedaría con una explicación tan simple.

¿Qué tan especial podía ser ir a recoger a su vecina en lugar de trasnochar con sus amigos? Pensó Miranda que se preguntaba su padre. Sin embargo, Dom debió darle una buena respuesta porque su padre aceptó que la trajera a casa.

Saber que Dom tampoco estaba seguro de lo que harían no le daba fuerzas. Y en aquella semana de tortura, Dom no había fallado un solo día en ir a recoger a Lina al colegio a la salida. Y por supuesto, llevar a Miranda a su casa era tarea obligada. Suspiró mirándose en el espejo con un disfraz de Cumbiambera. Suspiró. Nada de eso. No iría con ese corsé que le dejaba al descubierto buena parte de sus senos y que apretaba su cuerpo resaltando cada una de sus curvas.

Cambió de disfraz como tres veces hasta que se decidió por un disfraz de gitana. Sólo tendría que quitarse todos los collares y la pañoleta cuando Dom fuera a buscarla… ¡Cielos! Estaba loca. ¿En realidad haría el amor con Dom? Sentía mariposas en el estómago de sólo pensarlo.

Se miró en el espejo. La blusa de estilo campesino dejaba al descubierto buena parte de su pecho y de su espalda. Le quedaba ajustada así que le hacía ver más delgada de lo que estaba y ensanchaba las caderas que se pronunciaban por el efecto de campana de la falda. Se hizo dos trenzas y se maquilló muy suave.

Daba vueltas en su habitación de un lado a otro sin saber qué llevar en su bolso. Metió una pantaleta… y luego se avergonzó. En realidad no iba a hacer el amor con Dom. Se miró en el espejo. Mentirse era una tontería. Sí iba a hacerlo. Se decidió por una pantaleta muy femenina y el labial. Escogió uno de sus bolsos grandes para poder meter allí todo lo que no usaría para salir con Dom.

Casi salta hasta el techo cuando escuchó la voz de Dom gritándole desde el primer piso. Se miró en el espejo… una gitana… atrevida… desvergonzada… loca gitana. Salió de su habitación y llegaba al final de la escalera cuando recordó que Dom no tenía por qué estar allí.

- ¡Por favor! ¡Qué hermosura! ¿Me lee la mano?- Bromeó después de casi tropezar y tartamudear un hola.
- ¿Qué haces aquí? ¿NO quedamos en que me harías el chance para traerme a casa? – Preguntó ella confundida. No había la menor posibilidad de que no asistiera a la fiesta de Kelly. La madre de esta se encargaría de contarle a su madre que nunca apareció en la casa. Dom se alzó de hombros.
- Le dije a Luisa que iba a hacer el favor completo. Te llevo, me encuentro con mis amigos y te voy a buscar a las doce…- Le dijo. Miranda suspiró resignada. No había nada que hacer. Todo estaba decidido y con el aval de su madre.
- No voy a llamarte porque con el ruido de la música no vas a escucharme, pero llévate el celular. – Le dijo su padre quien los esperaba en la terraza del frente. – Podrías necesitar regresar más temprano. Tal vez.
- Ni lo pienses. Voy a disfrutar la fiesta hasta el último minuto. –Le dijo sin mirar a Dom. Y luego fingió mirarlo cuando le dijo: -Y tú no te aparezcas antes de doce.
- Por supuesto, majestad. – Bromeó Dom y le guiñó el ojo a su madre que los había seguido hasta allí.

Si sus padres se dieron cuenta del nerviosismo con el que hablaba o no Miranda no se detuvo a analizarlos. Tenía miedo de que en sus ojos se reflejaran los pensamientos que daban vuelta a su cabeza y que ponían sus nervios al borde de la histeria.

Salieron de la casa y se subieron al auto. Llegaban a la siguiente esquina cuando los dos intentaron hablar al mismo tiempo. Se rieron y Miranda cedió el turno para hablar.

- Te paso a recoger a las nueve. No quiero que la madre de Kelly sospeche.- Le dijo. Miranda asintió.
- Le dije a mamá que la madre de Kelly quería que me quedara a dormir en su casa. – Contó sonriendo. – Por supuesto, si llama, mamá le dirá que me fueron a buscar porque teníamos otro compromiso.
- ¿No sospechará tu mamá de la hora si llama a las 9? – Preguntó preocupado. Miranda se mordió el labio y fingió estar segura de lo que hacía.
- Si lo hace… que no lo hará… Algo le diremos a mamá. A ti, todo te lo creen. – Le dijo. Dom frunció el ceño.

Esto era cierto. La familia Dosantos confiaba en él y su pago sería quitarle la virginidad a su hija mayor. ¡Diablos! Malditos remordimientos. Antonio Dosantos le rompería hasta el alma si llegara a enterarse.

Pero deseaba estar con Miranda. Se moría por recorrer con sus manos aquellas piernas esbeltas y de piel suave de Miranda. Suspiró. Había estado torturándose todos aquellos meses con el deseo de hacerla suya. Ninguna de las chicas con las que había salido en las últimas semanas lo había hecho olvidarla…

Antes de su conversación con Hillary, Dom no pensaba en Miranda más allá de su pequeña hermana adoptiva. Pero, imaginarla en brazos de un imbécil como Wilson, lo hizo desearla con locura. Trató de concentrarse en la avenida. No podía desesperarse ni dañar su encuentro con Miranda. Tenía que ser un momento inolvidable para Miranda. Se había comprometido en que aquella sería la mejor velada de Miranda.
- Diez centavos por tus pensamientos. – Le dijo él después de un tenso silencio. Miranda suspiró.
- Todavía no puedo creer que estaré contigo… Y… ¿si me arrepiento? – Preguntó insegura. Dom le colocó una mano en la pierna, lo cual fue un error, sin embargo se esforzó por animarla.
- No haremos nada que no quieras hacer. – Le dijo. Aunque dudaba mucho que pudiera echarse atrás cuando tuviera aquellas esbeltas y bien formadas piernas desnudas frente a él.

Miranda no quiso buscar más acercamientos. El contacto de la mano masculina sobre su pierna provocó una oleada de deseo que recorrió su cuerpo haciéndola temblar. Él se detuvo justo frente a la casa de Kelly cuando entraban un grupo de sus compañeros de salón.

- Te veré más tarde… - Le dijo Miranda en un hilo de voz. Dom la detuvo y la haló hacia él para besarla en la boca. Aquello fue más un mordisco que un beso sin embargo Miranda lo disfrutó. Se bajó del auto y no miró atrás.
- Así que no es tu novio. – Le dijo Esteban apenas los alcanzó. Miranda se alzó de hombros. No respondería a nada, como siempre.

La fiesta estaba realmente alegre y todos se divertían cuando apareció Wilson. Estaba algo pasado de licor o de otra cosa y la emprendió con Kelly. Miranda lo esquivó todo lo que pudo, con la ayuda de Hillary.
- Este man es más pesado que un trailer. – Comentó Carlos, un compañero de Miranda. La chica sonrió.
- Hey… Ya casi vienen por mí. No se les olvide decirle a todo el que pregunte por mí que estoy por ahí.- Les recordó como por décima vez en la noche. – No quiero que sepan que me fui temprano de la fiesta.
- Ya deja de dar tantas recomendaciones y lárgate. – Le dijo Esteban. – Viene tu novio por ti, me imagino.

Hillary frunció el ceño ante el comentario de Esteban. Miranda alzó una ceja. Miranda no le había dicho que se iría con Dom. Evitó mirarla a los ojos.
- Dom me trajo a la fiesta y me dio un beso de despedida…- Explicó a su amiga. Sin aclararle que el beso había sido en la boca.
- Y te viene a buscar… - Dijo Hillary. Miranda asintió y casi salta cuando su celular vibró. Era Dom anunciando que estaba afuera.
- Ya vinieron por mí. Recuerden, soy el fantasma esta noche, estoy en todos lados. – Les dijo. Todos rieron y le prometieron cumplir con su tarea.

Nadie la vio salir. Miranda se montó al auto casi corriendo y Dom condujo en silencio. Miranda miraba las luces de la ciudad, las casas, los techos, los árboles…
- ¡Por Dios! ¡Dí algo! – Le gritó exasperada después de analizar el sexto árbol de la avenida. Dom se echó a reír.
- Pensé que preferirías el silencio. – Le dijo divertido. Miranda mostró su enojo con un gesto grosero que hizo con sus dedos.
- Eso no es de damas. – Le regañó Dom. Miranda puso los ojos en blanco.
- ¿Por qué quieres hacer el amor conmigo?- Preguntó Miranda sentándose a un lado para verlo de frente. Dom hizo un gesto con sus labios.
- No sé. Me gustas. Eso no puedo negarlo. Eres la chica más hermosa y mejor proporcionada que conozco. – Le dijo él. Ella no esperaba semejante halago.
- ¿Y eso es suficiente para acostarte con alguien? – Preguntó. Dom hizo un gesto de desagrado.
- No debería. En realidad, me gustaría que en el futuro, escogieras muy bien con quien hacer el amor. – Le dijo. Miranda sonrió divertida.
- Estás loco. Quieres que haga el amor contigo para que pierda la virginidad con alguien confiable que me gusta pero nada más.- Resumió ella para él. – ¿Y además quieres que en el futuro sea muy selectiva a la hora de escoger amante? ¡Estás rematadamente loco!
- Pues… es lo más sincero que puedo ser. – Reconoció. Miranda asintió. Él tenía toda la razón. Mentirle era una tontería.
- Y… ¿Adónde vamos?- Preguntó al ver que él parecía dar vueltas sin sentido. Dom la miró.
- ¿Vas a hacerlo conmigo?- Preguntó y Miranda se sintió temerosa al ver que la expresión en el rostro de él era del más puro y sincero deseo. Las mariposas en su estómago enloquecieron.
- Sí. – Le dijo. Dom dio vuelta en U y condujo a un motel de la ciudad.

Miranda se sintió en medio de una película. La puerta doble se abrió y el auto entró por largo sendero con cabañas de lado y lado. Un empleado del lugar hizo parquear a Dom en el garaje de una de las cabañas y cerró la puerta.

Miranda no se atrevía a bajarse. ¡¿Qué hacía en ese lugar y con Dom?! Se mordió el labio. NO sería mejor que esperara a los veintiuno y entonces… Dom se bajó del auto y la invitó a salir. Miranda entrelazó su mano a la mano de él que se extendía frente a ella. Ambos estaban helados… ambos temblaban.

Esto no ayudó para nada a Miranda que empezó a tragar en seco. Ahora sabía que Dom también estaba asustado. Tal vez también era la primera vez que seducía a una quinceañera… Tal vez… La condujo hacia unas escaleras que les llevaron hasta la habitación. Miranda vio con preocupación la cama que era enorme. ¡Cielos! ¡Cabían cuatro hombres como Dom en esa cama! Y como seis Mirandas.

Estaba exquisitamente arreglada como si estuviera lista para una sesión de fotografía. Había un enorme espejo en la pared y uno más atemorizante en el techo. Miranda sintió que no iba a poder hacer nada. Ni siquiera relajarse. Un enorme jacuzzi estaba en un nivel más alto que la cama. Miranda no supo que hacer.

Dom en cambio se quitó los zapatos y se sentó en la cama contra la cabecera. La observaba como si estuviera evaluándola. Algo que la puso más nerviosa aún.

Miranda contuvo el aliento y lo miró. Nada tenía que envidiar a los modelos con los que le había tocado trabajar en ocasiones. Era tan bello que era un pecado que fuese hombre. Por más que lo intentó no pudo evitar sentirse atraída por revivir la sensación de sentir sus labios, así que se quitó los zapatos y se subió a la cama acercándose a él.

Dom abrió los brazos para recibirla, acomodándola arrodillada entre sus piernas. Miranda sintió una corriente de calor que subió desde sus caderas hasta sus mejillas. Tomó entre sus manos el rostro de Dom y lo besó. En un principio, jugueteando con sus labios como reconociéndolos, luego apasionadamente. Para después apoyar la frente sobre la de él.
- ¿Qué estoy haciendo?- Preguntó con voz enronquecida. Dom sonrió con malicia y la hizo levantar el rostro.
- No sé. Pero ahí va de nuevo. – Y la abrazó con fuerza mientras la besaba con pasión.

Miranda se dejó llevar por Dominico quien la acostó y la fue desnudando con lentitud. Él la recorrió como si estuviera conociéndola con sus manos, y Miranda estaba colgada en un hilo mientras esperaba a cada caricia que él le exigiera más.

Cuando estuvo completamente desnuda entre sus brazos y creía que no podría llegar hasta el final, él la miró a los ojos y le dijo:
- ¿Estás lista? – Miranda parpadeó y no supo qué responder. Dom tampoco esperó la respuesta, se quitó lo que le quedaba de ropa y la acomodó en medio de la cama.
- ¿Vamos a hacerlo? – Preguntó Miranda todavía indecisa. Dom sonrió disfrutando de su inocencia y al mismo tiempo angustiado por la expresión de deseo en los intensos ojos verdes.
- Vamos a hacer todo lo que deseamos. – Le dijo y procedió a demostrarle que nada de lo que había leído era comparado con lo que podía llegar a sentir.

Miranda no podría contestar ni una sola de las preguntas que sus amigas solían hacer acerca de la primera vez: ¿Dolió? ¿En realidad, le había dolido? ¿Qué le había dolido? ¿Sangró? Se preguntó y miró las sábanas donde había estado envuelta. Un poco, tal vez. Y se asombró de no haberse dado cuenta hasta ahora. ¿Qué sintió? NO podía describir en palabras lo que había sentido.

Después de hacer el amor, Dom la había llevado a la ducha y la había obligado a lavarse sin mojarse el cabello. Él había hecho a un lado las sábanas por eso, Miranda no había visto la pequeña mancha de sangre hasta ahora, que esperaba para salir. Luego la había hecho acostarse de nuevo y la había acariciado como si quisiera conservar en su mente el recuerdo de su piel, de su cuerpo.

La segunda vez que le hizo el amor, lo enseñó a tocarlo. Y a hablarle. La besaba, la tocaba y le preguntaba algo que esperaba ella respondiera mientras la volvía a acariciar. Y cuando estuvo lista, volvió a penetrarla jugando con su cuerpo hasta hacerla gritar.

Unos minutos después, Miranda estaba vestida mientras Dom pagaba la cuenta. Su abrazo la asustó y la hizo reír nerviosa.
- ¿Arrepentida? – Preguntó él. Miranda sonrió con dulzura.
- Para nada. Estoy asombrada de haberlo hecho. – Le confesó. Dom la besó en la boca deleitándose con sus labios.
- Y lo hicimos maravillosamente bien. – Le dijo él murmurando entre sus labios. – Vamos, es tarde.

La llevó hasta el auto y la ayudó a subir. Luego, condujo hacia la salida. Miranda aún no podía creer que hubiese perdido la virginidad en brazos de su mejor amigo. Dominico era un loco pero más loca era ella en haberle seguido en tan absurda travesura.

¿Qué diría Hillary si le contara? ¿Pensaba contarle a Hillary de esto? Quería contárselo a todo el mundo y el esfuerzo de no gritar la hizo tensionar la mandíbula durante algunos minutos lo cual le produjo un ligero dolor de cabeza. Dominico conducía con la velocidad a la que Miranda ya se había acostumbrado. De seguir así llegarían en diez minutos a su casa.

- Dom… no le dirás a nadie esto. ¿Verdad? – Preguntó angustiada ante la posibilidad de terminar siendo el tema de conversación entre los compañeros de Dom. Este sonrió.
- ¿A quién se lo voy a contar? No soy uno de esos niñitos con los que andas.- Le dijo como siempre creyéndose el más maduro de todos y haciendo sonreír a Miranda. – No necesito ir promulgando con quien me acuesto. Lo que es más… todos creen que ya lo hemos hecho hace tiempo.
- Eso es algo que me intriga. ¿Por qué siempre piensan lo peor de mí? – Preguntó con tristeza. No era la primera persona que le decía que andaba de boca en boca entre sus compañeros.
- No hagas caso: te envidian por hermosa, inteligente y suertuda. – Le dijo Dom acariciando su barba con una mano. Miranda sonrió.

Seguro que si le preguntaba que por qué suertuda, él haría alguna broma sobre la suerte de haber estado con él. Llegaron a la casa de Miranda, Dom se bajó del auto para acompañarla hasta la puerta misma. Antonio en persona abrió la puerta e intercambió con Dom algunas palabras. Miranda sospechó que era más para constatar que no había bebido de más que para averiguar si venían directamente de la fiesta.

Dom se despidió de ella dándole un beso en la frente y su padre la mandó a dormir con un hasta mañana. Miranda subió caminando lentamente para escuchar el intercambio de información de los dos hombres. Sonrió al darse cuenta que hablaban de todo menos de ella.

¿Qué había hecho? Se preguntó mirándose en el espejo de su tocador. ¿Cómo iba a hacer al día siguiente para mirar a su madre y que no intuyera lo que le había sucedido? Luisa tenía la habilidad de adivinar lo que le pasaba con mirarla a los ojos. Miranda suspiró y se quitó la ropa. Por lo pronto, dormiría. Sentía que le dolía todo el cuerpo como si hubiese estado trotando. Sin embargo, era un cansancio distinto. Se sentía liviana y feliz como si fuese navidad.

No volvió a ver a Dom hasta tres días después. Aquello lejos de desilusionarla la hacía sentir aliviada. No sabía como mirarlo a los ojos, ni qué le diría cuando lo tuviera enfrente. Habían tantas cosas y sentimientos encontrados en su mente que lo mejor era no tenerlo cerca.

Al día siguiente de la fiesta, Hillary la acorraló en el descanso y se la llevó para el jardín de infantes. Preguntó una y otra vez sobre qué clase de relación sostenía con Dom. Miranda a duras penas pudo mantenerse en la mentira de que Hillary estaba imaginando tonterías.

- En el fondo, yo no sé qué clase de relación tenemos él y yo. – Le dijo mientras sonaba la música que anunciaba el regreso a las clases.
- Así que saliste con él como en una cita…- Insistió Hillary. Miranda negó moviendo la cabeza de un lado a otro.
- Salí con él de la fiesta para que los demás me dejaran en paz y terminaran de convencerse que él y yo tenemos algo. – Mintió y se sintió una cobarde por ser deshonesta con su mejor amiga.
- Miranda… no te enamores de Dom… Su relación con Karina es cada vez más formal y yo no veo en dónde encajas tú en su vida.

Miranda no dijo nada pero sabía que Hillary tenía razón. No importa con cuántas mujeres coqueteara Dom… su relación con Karina cada vez se veía más seria. Karina era la mujer perfecta para Dom, no le cuestionaba sus salidas con otras mujeres y no hacía escenas de celos. Ella estaba segura de ser su dueña.

Tres días después, la psicorientadora de su colegio la mandó a llamar a su oficina. Lo hacía con frecuencia, unas veces para indagar acerca de las niñas de su salón y otras para entrevistar a Miranda acerca del rumbo de su vida. Miranda la saludó con una amplia sonrisa tan pronto abrió la puerta de la oficina. Y luego su rostro se transformó.

Dom estaba sentado en la silla de visitas de Lily. La revisó con una mirada que recorrió su cuerpo de pies a cabeza pero no reveló en su rostro ni un solo gesto que revelara sus pensamientos.

- Miranda… Dom ha venido a buscarte. Voy a buscar una orden de salida para ti y ya regreso. – Le dijo Lily con ternura. Miranda frunció el ceño.
- ¿Qué haces? ¿Para qué vienes a buscarme? – Le preguntó Miranda cerrando la puerta de la oficina detrás de Lily después de cerciorarse de que iba lejos en el pasillo.

Dom se levantó de la silla y se acercó a ella. Miranda vio con horror como le tomaban de las manos y la hacían apoyarse en aquel cuerpo atractivo y musculoso mientras le hablaban. Cerró los ojos tratando de recuperar el control sobre sus nervios.

- Tu padre va a ser procesado por estafa. Me dijeron que viniera antes que te enteraras por los periodistas. – Le dijo él. Miranda que ya había escuchado en casa acerca del asunto asintió.
- Ya me informaste. Gracias. Me iré cuando se acaben las clases. – Le dijo. Dom la obligó a mirarlo a la cara.
- Quiero estar contigo. – Le dijo con un tono apasionado que no dejaba lugar a dudas de que no aceptaba un no por respuesta.
- No me parece buena idea…- Intentó decir ella. Dom la hizo sentarse sobre el escritorio y le alzó la falda del uniforme acariciando con la tela la piel firme de sus piernas. El cuerpo de Miranda se derritió… la ropa le estorbaba.
- En cambio a mí se me está volviendo una obsesión. La excusa de venir a buscarte me cayó del cielo. – Le dijo besándola por el cuello y hacia abajo sobre la tela de la blusa.
- Por favor…- Rogó Miranda intentando detenerlo. Dominico suspiró.
- Eso mismo te digo… ven conmigo por favor. – Le rogó y se separó de ella como si quemara. Miranda tardó en escuchar los pasos de Lily acercándose en el pasillo. Arregló su uniforme y miró el suelo.
- La madre de Miranda aceptó que la llevaras pero sugirió que te la lleves a tu casa hasta que los periodistas se marchen de la casa de Miranda. – Le comentó Lliy mirándolos con curiosidad por la agitación y el sonrojo en el rostro de Miranda.
- Está bien. Muchas gracias por su colaboración. – Dijo Dominico saliendo de la oficina. Cuando Miranda estaba a punto de salir, Lily la detuvo.
- ¿Estabas discutiendo con Dom?- Preguntó Lily. Aunque a Miranda le hubiese gustado sonreír no fue capaz de hacerlo y suspiró.
- No. Gracias por todo, Lily. – Le dijo y se marchó. NO podía contarle a la psicoorientadora de su colegio por más amiga suya que fuera que se había acostado con su mejor amigo para perder la virginidad con alguien seguro. NO podía hablarle de la fuerza abrasadora del deseo que le unía desde que cometieron el error de hacer el amor.

Miranda vio a Dom cruzar el pasillo hacia el patio para esperarla en la puerta principal. ¿Había sido un error hacer el amor con Dom? Se preguntó subiendo las escaleras para ir a su salón por su bolso. Si le preguntaba a su cuerpo, le contestaría que jamás. Cada centímetro de su cuerpo vibraba feliz ante la posibilidad de volver a estar entre los brazos de Dom. Suspiró. Pero si le preguntaba a sus sentimientos. La respuesta era confusa, su pobre corazón ya no sabía que sentir ni pensar con relación a su amistad… o amor por Dom. Y la duda ante expresar la palabra amor… era enorme.

Explicó someramente a sus compañeras las razones para marcharse, que tenía dificultades familiares y que debía salir del colegio. Les pidió que le llamaran en la noche para informarle sobre las tareas del día. Hillary la miró con ojos entrecerrados tan pronto dijo que Dom había ido a buscarla. Miranda podía imaginar lo que pasaba por la mente de su amiga.

Dom la esperaba en la puerta y la hermana custodia de la salida la abrazó con ternura y emoción antes de dejarla salir. De seguro Dom habría descrito una desgarradora situación familiar para que se condolieran de ella de aquella manera.

En realidad la situación no era tan alarmante. Había un desfalco en la empresa donde trabajaba su padre y tarde que temprano su papá tendría que dar frente al asunto. Por supuesto, Antonio había prevenido a su familia no comentar absolutamente nada al respecto y tomar la noticia como si fuese una novedad para ellos.

Antonio esperaba el escándalo y la visita de los periodistas, dos semanas atrás. Estaba más que preparado para sus preguntas y sus mejores amigos: los padres de Dom le brindaban todo su apoyo.

Miranda no se engañaba. Dom había hecho todo eso para poderla sacar y llevarla a algún lugar para hacerle el amor. Él sabía como Miranda que su padre no tenía nada que ver con la estafa y que su nombre estaba involucrado en el asunto pero no tenía responsabilidad directa con el problema.

Por supuesto los periodistas no dejarían pasar la oportunidad de mover las fibras de la alta sociedad de Barranquilla poniendo en entre dicho a un miembro de uno de sus más tradicionales apellidos de abolengo.

- Ya me cercioré que en mi casa no hay nadie. – Le dijo él. Miranda frunció el ceño.
- Estás loco si crees que voy a entrar a tu casa para estar a solas contigo. – Le dijo ella. Estaba loca pero tenía un poco de prudencia aún Se dijo sintiendo que le temblaba el cuerpo.
- Está bien… - Respondió él y tomó el rumbo a un motel de moda cercano a la escuela de Miranda.
- Dom… Llévame a mi casa. – Le dijo cuando estaba a punto de entrar en el parqueadero del motel. Dom sonrió.

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