Fue a la
oficina por su cuaderno de notas y su Tablet por lo que al llegar a la sala de
juntas ya todos estaban en sus lugares. Rodari le tomó de la mano y la sentó en
la silla a su lado cuando se dio cuenta que Sara estaba dispuesta a sentarse al
otro extremo de donde él estaba. Sara lo ignoró y encendió su Tablet. Un
mensaje en el Messenger saltó.
- - "Estoy trabajando". – Escribió Sara a Rodari que le mandaba besos y abrazos con emoticones. Sara puso los ojos en blanco. Todos en la sala sufriendo por plantearle la idea millonaria y Rodari jugaba al conquistador y trataba de seducirla.
- - Yo estoy trabajando también. – Respondió él. – Estoy conquistando a la mujer que me gusta.
- - Yo no sé si puedo…- Escribió Sara. No podía desconectarse del chat. Estaba esperando información de los brokers en la bolsa de valores de Nueva York y de la secretaria de Gerencia de la oficina en Londres. Ya había estado a la merced de los caprichos de Rodari. Pensó y sonrió burlándose de ella misma.
Ella sabía que
desde la primera vez que se miró en aquellos ojos azules había perdido el
control de su vida. No había que ser adivino para darse cuenta que se había
enganchado con él por eso Nancy que era la más despistada de todas las mujeres, les había escrito todas aquellas cosas que le había escrito.
- - Desde la primera vez que toqué tu cuerpo supe que todos mis sentimientos de ahí en adelante iban marcados con tu nombre. – Envió Rodari. – Tener sexo alrededor del mundo y darle la vuelta, no tenía sentido. Allí estabas tú y… te habías vuelto indispensable.
- - Sara… Reenvía los últimos datos que te dieron sobre las inversiones de Londres. – Pidió Ricardo. Sara levantó la mirada y le sonrió al abogado y Rodari sintió que le acusaban los celos.
- - Otra vez le diste eliminar… - Adivinó Sara. Ricardo sonrió.
- - No reveles mis debilidades…. – Se quejó. Rodari le mandó una cara enojada. Sara sonrió.
- - Vete al diablo. – Escribió Sara a Rodari y cumplió con la solicitud de Ricardo. Él no podía estar celoso de Ricardo. Pensó Sara. O bien… tal vez sí. Ricardo era tan hábil en los negocios como en los asuntos del corazón. Tal vez no se había enamorado en serio todavía pero tenía la sensibilidad que a Rodari parecía faltarle.
- - Organiza todo para que salgas a las cinco. Voy a pasarte a buscar. – Escribió Rodari. Sara se negó a mirarlo. Cenar, pasear y hacer el amor… Resumió Sara recordando sus veladas con Rodari. Si no sucedía en el orden contrario. Añadió en sus pensamientos con sorna.
Entonces se
abrió una foto en el chat de su celular. Sara había olvidado aquella escena.
Como había conseguido Rodari esa foto? Dónde la había dejado Sara? Tal vez la
tenía en sus cosas en la casa de Hampton. Frunció el ceño. No podía creer la
expresión de felicidad que tenía en ella. Cómo tener a Rodari en sus brazos y
su boca a menos de cinco centímetros podía representar para ella el paraíso? Recordó que la foto la tomó Nancy y que le había escrito atrás una verdad que
Sara no había querido reconocerse a sí misma hasta ese día.
“La felicidad
en tu expresión, la plenitud en el rostro de él… Son razones suficientes para
hacerme a un lado y decirte: No lo dejes Sara… No lo dejes ir.” Nancy nunca
había sido una madre tradicional, tampoco había sido amiga de sus hijas hasta
ese momento. Enfrentarse las dos a la idea de que Rodari escogería a una de
ellas y la otra debería asumirlo… Les convirtió en amigas. Parecía una burla
del destino.
El timbre del
Messenger la sacó de sus pensamientos. Thalía la ejecutiva de Londres le hablaba.
Tenía que trabajar en línea con ella y dejar de pensar en Rodari. La hora de
almorzar pasó. Pero las secretarias les llevaron almuerzo gourmet a la sala de
juntas a todos como había dispuesto la secretaria de Julián Grecco el
vicepresidente. Dayana era una mujer eficiente a la que no se le pasaba ni un
detalle por alto. Y ella fue la
que se le acercó a Sara para decirle entre risas:
-
- Eres la comidilla del día. – Sara puso los ojos en blanco.
- - Soy la comidilla del día desde que conocí a Rodari.- Le informó con sinceridad. No podía simular desconocer la razón del comentario. Dayana le tomó una mano para evitar que siguiera tecleando en lugar de prestarle atención.
- - Te escucho triste y… creo que deberías estar alegre. – Le dijo Dayana. Sara asintió.
- - Cada vez que a Rodari se le da por tener una relación conmigo… yo termino vuelta nada. – Le confesó con la confianza de aquellos tres años trabajando juntas. Después de Melissa, su hermana, Dayana se había convertido en su paño de lágrimas. De hecho había sido ella quien la acompañara todos aquellos días que estuvo en la clínica después de perder a su bebé. Melissa no había podido viajar hasta casi quince días después, por dificultades en su pasaporte.
- - Las chicas envidian que te mire como lo hace… que estés en este lugar de privilegios…- Se burló Dayana sabiendo que Sara se sentía totalmente desubicada en aquella junta.
- - Estoy harta de los celos de mierda de las secretarias. Diles que soy una especie de amiga de la familia. – Le dijo Sara. Dayana movió la cabeza de lado a lado.
- - Estás loca? Todos saben que eres la esposa de Rodari y se lo restriegan a la Stiller para fastidiarla. – Le informó Dayana. Sara enterró la cabeza en sus manos.
- - Nooooo... No quiero intrigas noveleras en la oficina. Por favor!! – Pidió Sara. Ya le costaba dar la imagen de ejecutiva que Alexandros le había heredado como para tener que quitarse la imagen de María la del Barrio.
- - Pero cuando almorcemos mañana… me vas a contar cómo fue lo de la oficina? – LE preguntó Dayana para hacerla reír. Sara sonrió con desgano.
- - Está bien. Mañana almorzamos. Y… por favor Dayana… No cuentes lo que sabes. – Le dijo Sara Dayana se levantó ofendida.
- - Sé muchas cosas, querida. Hasta las que tú no sabes de tu marido pero no las cuento. Yo sé ser discreta. – LE dijo Dayana despertando la curiosidad de Sara pero la chica abandonó la sala de juntas antes que Sara pudiera preguntar algo más.
La reunión
continuó dos horas más antes que se diera por terminada. Sara salió de la sala
de juntas con sus cosas aprovechando que a Rodari lo tenían rodeado sus socios.
Linda le tenía un record de mensajes por teléfono de tres páginas entre las
cuales estaban su hermana Melissa y Nancy. Para ellas era mejor llamarlas por
el teléfono de la casa que por el celular. Sin embargo, Sara estaba dando
respuesta a algunas de esas interrogantes cuando Nancy la llamó al celular.
- - Hola, mamá. – Le dijo al reconocer la voz al otro lado.
- - ¿Hola, mamá? ¿Tengo que enterarme por la prensa que Alexandros te heredó su cargo en la corporación y que además condicionó la fortuna de Rodari a tu matrimonio? –Preguntó Nancy. Sara puso los ojos en blanco y se masajeó el cuello.
- - Eso no se ha filtrado a la prensa. ¿Quién te habló? – Le dijo ella. Nancy se aclaró la garganta.
- - Rodari estuvo aquí hace una semana. – Respondió Nancy. Sara se mordió el labio. Por más que el tiempo pasara, seguía sintiendo celos de la relación de Nancy con Rodari.
- - Y ¿te dijo que me convencieras de no divorciarme para mantener su poder? – Preguntó Sara. Nancy resopló al otro lado de la línea.
- - Cielos!! Eres una mula. – Se quejó Nancy. – Ese hombre no se quiere divorciar de ti. Si lo hubiera querido hace rato lo hubiera hecho. Te lo dije hace un año y te lo vuelvo a decir ahora.
- - Mamá… Estoy trabajando a marchas forzadas porque estoy entrenando a la chica que me va a reemplazar y estoy tratando de entender cuál es mi nueva posición. – Le dijo Sara sin dejar de escribir en su block de notas. Miró los relojes en la pared que tenía las horas de diferentes partes del mundo y entendió por qué Alexandros los tenía allí frente a su escritorio. – Ve a dormir… y mañana… me llamas a las diez de la mañana allá para que seas mi despertador. - Le dijo calculando rápidamente la diferencia de horas.
- - Es en serio lo que dices? No vas a hablar conmigo ahora? – Preguntó Nancy sin poder creer lo que ella le decía. Sara cortó la llamada con un cortante:
- - Qué duermas bien, mamá.
Terminó de darle respuesta a
todas las cosas que le preguntaron a su secretaria en su ausencia y se levantó
del escritorio. Se marcharía. Aquel día había sido demasiado para ella.
Necesitaba un largo baño en la tina con agua caliente y dormir unas diez horas.
Estaba en el baño de presidencia cuando volvió a sonar el celular.
- - ¿Dónde estás? – Preguntó Rodari sin preámbulos. Sara sonrió.
- - En el baño… y ¿Tú? – Preguntó por fastidiarlo. Qué le importaba a él dónde estaba ella?
- - Si es el baño de mujeres de presidencia… Estoy enfrente a la puerta. – LE respondió él. Sara miró su imagen en el espejo y la puerta creyendo que él entraría. Tomó sus cosas y salió. Rodari todavía tenía el celular en la oreja por lo que Sara sonrió divertida. No había cortado la llamada.
Rodari la ponía a mil. Si él no
estaba todo iba bien pero tenerlo al otro lado de la puerta la había convertido
en un manojo de nervios y ansiedad. Rodari llevaba puesta la chaqueta sobre el
jersey gris y de sus bolsillos asomaban los guantes. La ayudó a colocarse la
chaqueta y de pasó la abrazó.
- - Mi horario de trabajo terminó hace cinco minutos. – Le dijo Sara. Ya no tienes que hacer de esposo solicito.
- - No me presiones con tus reclamos elegantes. – Replicó Rodari tomándola de la mano para llevarla al ascensor. – Además mis horarios… son irregulares. No puedo ceñirme a uno. Te dije que estás más hermosa hoy?
- - Supongo que ser tu seguro para mantener al margen a las cazafortunas y dominar la corporación el resto de tu vida me hace… maravillosamente hermosa. – Le dijo Sara. Rodari la metió en el ascensor y la encerró con sus brazos y una pared.
- - No me fastidies con reclamos estúpidos. Ese es un reclamo para Alexandros que no puede contestarte. – LE dijo Rodari y la besó. Sara no respondió al beso. – Qué recuerdos te trajo la foto?
- - De dónde la sacaste? – Preguntó Sara. Rodari la besó en la boca, en el cuello y en el pecho por encima de la ropa como lo había hecho ese día.
- - Me la dio Nancy. – Le dijo él regresando por el camino que había trazado con besos hacia la boca. – Quieres saber que escribió en el respaldo?
- - Que no debo dejarte ir? – Preguntó Sara que no podía pensar con claridad teniéndolo abrazado a ella besándola con sensualidad en los sitios más sensibles de su cuerpo.
- - “Tu vida con ella será una eterna luna de miel. No habrá en tu vida otra mujer como ella.” – Dijo Rodari sacando de la chaqueta la foto. Se separó de ella como si hubiera calculado el tiempo de bajada del ascensor y le entregó la copia de la foto. Nancy había sacado varias copias.
- - Y tú le crees a Nancy? Felices para siempre. Quién soy yo? Cenicienta? – Preguntó Sara tratando de recuperar el dominio sobre sus pensamientos. Rodari seguía nublando su pensamiento con sus besos…
Rodari la detuvo en medio del parqueadero
y sacó un estuche azul de su bolsillo. Sara frunció el ceño al reconocer la
marca Tiffany de la caja. Rodari abrió el estuche y se lo enseñó abierto.
- - ¿Qué dices? ¿Nos jugamos la vida otra vez? – Le dijo él. Sara reconoció sus anillos de matrimonio. Ella los había hecho guardar en la caja de seguridad del banco, cuando le dijo a Rodari que necesitaba un tiempo para reevaluar su vida.
- - ¿Es este el lugar y la manera en la que me vas a pedir que volvamos a ser un matrimonio? – Le dijo Sara. Rodari sonrió.
- - Si… Es una emboscada como la que me haces tú cuando te apareces en mi casa… en mi oficina … a dónde quiera que voy me persigue tu recuerdo… Me atormenta saber que no estoy besando tu boca, que no estoy tocando tu trasero, que no soy quien da placer a tu…- Sara lo cayó poniendo dos dedos sobre su boca. Algunos ejecutivos y empleados empezaban a circular alrededor de ellos.
- - ¿No tienen una casa donde conversar? ¿Les presto mi Loft? Yo voy a lo de Ginger. –Le dijo Ricardo sonriendo. Sara se mordió el labio.
- - Tienes mucha tarea por hacer. – Le dijo Sara a Rodari tomando el estuche con los anillos. – Y creo que deberías tomar un curso intensivo de romanticismo para ello.
Sara los dejó allí y se fue a su
auto. Subió y se marchó sin que Rodari se moviera de su sitio. Ricardo le
estaba hablando con una expresión muy seria en su rostro. Sara decidió no
tratar de adivinar qué le decía. Su cabeza ya era un caos. Rodari ¿quería
volver con ella por ella o por el control de la corporación? ¿Por qué Alexandros le había puesto en un
lugar tan incómodo en su vida? En su carta le había dicho que él le pertenecía
entero. Que vivía en su corazón y que no tuviera miedos ni dudas porque para
Rodari no había otra mujer.
Pero Rodari era un inválido
emocional. Su familia se había preocupado por reforzar su seguridad por
promover su habilidad para los negocios. Las mujeres de su vida habían
alimentado su ego haciéndole creer que tener un sexo excelente con él era
suficiente en la vida. Pero Sara no se conformaba con eso. Quería a Rodari el
esposo, el amigo, el padre de sus hijos…
Nancy la llamó a las diez de la
mañana Milán, Cinco de la mañana Nueva York. Sara Sonrió al mirar el reloj y
responderle. Su madre era una mujer que no estaba acostumbrada a tener un no
por respuesta. Así que le contó los últimos pensamientos y temores de su mente
del día anterior y los acontecimientos también.
- - Tú eres quien tiene que enseñarlo a ser el esposo y el padre que quieres. – Le dijo Nancy. – Yo no soy quién para darte consejos. Yo tomé la decisión de ser madre y padre y no tener que lidiar con un hombre a quien enseñarle.
- - Ah… eso fue lo que hiciste? – Le dijo Sara sonriendo mientras caminaba hacia el baño.
- - Ya sé que ustedes lo ven de manera distinta y… yo las entiendo. Son las hijas… yo la madre… y cuando sean madres…-
- - No te entenderemos igual. Somos diferentes a ti. – Le intrrumpió Sara. Nancy sonrió.
- - Si… puede ser. O puede que me entiendas por fin. –LE dijo Sara se asombró de la madurez con la que Nancy asumía sus reclamos. Solía formar un escándalo y cortar las llamadas cuando Sara decía cosas como aquellas.
- - Vaya… Llegaste a la madurez, Nancy? – Preguntó Sara abriendo las llaves de agua caliente y fría al tiempo.
- - Tal vez… - Dijo riendo Nancy. – Yo no sé si es amor por ti. Me temo que sí. Porque te amo y sé que Rodari es la persona que te mereces. Quiero que regreses con él… bueno que lo lleves a tu casa a vivir contigo… que te des una oportunidad y vuelvan a intentar lo de tener un bebé.
- - Nancy… tengo que dejarte… - Le dijo Sara frunciendo el ceño al ver a Rodari parado en la puerta de su habitación. Mientras hablaba con Nancy se había quitado la ropa y ahora estaba desnuda delante de su marido...
- - Sé que no quieres que hablemos de él entre nosotras… pero… tenemos que hacerlo. – Insistió Nancy. Sara suspiró.
- - Nancy… no es eso… Luego… seguimos conversando…- Le insistió Sara sin explicar por qué y cerró la comunicación.
- - Buenos días. – Dijo Rodari sacando un enorme ramo de rosas de todos los colores posibles de detrás de su espalda. Sara lo miró asombrada.
- - Buenos días… Te metes sin avisar y me dices buenos días? – Preguntó Sara intentando que el desbocado latir de su corazón no se escuchara fuera de su cuerpo y que la emoción de tenerlo enfrente no se reflejara en su rostro. El la estaba recorriendo con su mirada centímetro a centímetro y Sara podía casi sentir el calor de sus manos.
- - Bien… Buenos días mi amor. Te gustan las rosas? – Dijo Rodari. Sara sonrió sin poder evitar hallar la gracia de su incomodidad, tomó una bata de la puerta del baño y se cubrió con ella.
- - Me encantan las rosas y cuando te dije que hicieras un curso de romanticismo, no te dije que con Ricardo. Él es mi estudiante y hay conflicto de intereses allí. – Le dijo ella desistiendo de sacarlo de la habitación.
- - Cómo sabes que fue Ricardo el que me dio la idea de las rosas? – Preguntó Rodari. Sara sonrió divertida por la expresión de celos en el rostro del magnate.
- - Yo le di la idea a Ricardo que está enamorando a Ginger… - Le dijo ella. Rodari alzó una ceja.
- - A tu Ginger? – Preguntó Rodari refiriéndose a la secretaria de los brokers. Sara sonrió.
- - A Ginger Tyson… nuestra Ginger. – Aclaró Sara sonriendo divertida por el asombro de Rodari. Era obvio su asombro, Ginger solía confundir a la familia con su actitud de no me enamoro y con todas esas amigas gays con las que andaba.
- - Estas bromeando. – Le dijo Rodari. Sara le quitó las flores y las colocó en un canasto que solía llenar con revistas que recogía entre sus amigas y que llevaba a los presos. En ese momento estaba vacío y fue el recipiente ideal para las flores que eran al menos dos docenas y que estaban demasiado largas para un florero normal.
- - No. Ricardo me confesó que Ginger le volvía loco y Ginger se confesó conmigo también. – Explicó ella colocando el canasto en la mesa junto a la ventana. No podía colocarlas en el alfeizar porque las nevadas todavía eran fuertes y se congelarían. – Yo solo les di un lugar y una hora y lo demás lo hicieron ellos.
- - Y yo muriendo pensando que te estaba… - Empezó a decir Rodari y se arrepintió. Sara supuso que él había estado pensando en voz alta y creyó que ella no le escucharía.
- - Déjate de tonterías. Ricardo es el hermano que nunca tuve y jamás pasó por nuestra mente tener una aventura siquiera. – LE dijo Sara. – Y si me haces el favor de retirarte Voy a bañarme para ir a trabajar.
- - Quieres que te espere y te lleve a la oficina? –Le preguntó él como haciendo un esfuerzo bastante evidente de no auto invitarse al baño.
- - Necesito llevarme el auto. Voy a almorzar con Dayana hoy. – Le dijo ella.
- - Yo te presto mi auto al mediodía. Debo quedarme en la oficina para enlazar con Ito desde Japón. – LE dijo él. Sara fingió un golpe en el estómago.
- - Vas a prestarme tu Jaguar? – Preguntó Sara. Rodari sonrió divertido.
- - Es una prueba más de que confío en ti. – Le dijo sin enojarse. Sara se echó aire en la cara con las manos.
- - Me vas a hacer llorar… No querías que me acercara al jaguar y ahora voy a conducirlo? – Preguntó. Rodari fingió enojo.
- - Ya estuvo bueno. Voy a decirle a Luisa que voy a desayunar contigo y te espero abajo… A menos que quieras invitarme a la ducha…- Le dijo él. Sara dio media vuelta y se metió en el baño sin responder pero cerrando la puerta con llave.
Rodari estaba
contando chistes a Luisa cuando Sara bajó vestida de ejecutiva. Rodari se
mordió el labio con toda la intención de provocarla. Sara lo ignoró y tomó su
taza con frutas
- - No vas a desayunar? – Preguntó él. Luisa hizo un gesto de desagrado.
- - Es todo lo que come. Frutas y un café. Esa niña va a caer desmayada un día de estos. – Le dijo Luisa a Rodari. Este le entregó un canasto con pan integral.
- - Come uno de estos y ya te traigo jamón y queso. – Le ordenó. Sara suspiró.
- - No tengo hambre, Dari. – Dijo y se colocó la mano en la boca. – Lo siento…
- - Por qué? Me encanta que me llames así… Eso significa que voy ganando. – Le dijo él sonriendo feliz. Sara se maldijo en silencio. Eso era precisamente lo que no quería ella que él pensara. Suspiró comiendo la fruta una detrás de otra para no hablar.
- - Vamos… come. Hace más frío hoy que ayer y necesitas calorías. – Le dijo él preparando un emparedado para ella. – Ya no comes pastas al desayuno?
- - Las pastas son tu desayuno favorito Rodari. Ella las comía por ti. – Dijo Luisa a pesar de que Sara le hizo gestos para que se callara. Rodari la miró divertido.
Había muchas
cosas de Sara que desconocía. Luisa había estado hablando de una Sara que Rodari
apenas si recordaba. Carola había tenido razón en su momento. El matrimonio no
funcionaba porque no se conocían realmente. Pero su prima lo había dicho con
otra intención y Rodari le había seguido en ese sentido. Ahora descubría que él
no conocía a la verdadera Sara y que Sara no conocía al hombre sin la fortuna
que era él debajo de su imagen de hombre
de negocios.
- - Vamos a celebrar navidad juntos? – Preguntó Rodari tratando de disminuir la tensión de su comentario.
- - Me parece que hubiera pasado un siglo desde la navidad del año pasado. – Le dijo Sara con tristeza. Rodari recordó que ella tenía tres meses de embarazo y habían pasado Navidad en la casa de Islas del Rosario.
- - Precisamente… para exorcizar esos recuerdos… - Le dijo Rodari viendo satisfecho que Sara se comía el emparedado. – Qué te parece si pasamos Navidad en Barranquilla con Melissa.
- - Navidad a la colombiana? Eso no es mucho para ti? – Preguntó Sara con ganas de probarlo. El antiguo Rodari se enojaría por la suposición de que era snob.
- - Precisamente. Quiero ponerme a prueba. Será mi primera navidad sin Xandros.- Le dijo. Sara se mordió la parte interior de su labio. Él tenía razón sería la primera navidad sin el abuelo. Rodari había pasado todas estas épocas con el abuelo sin importar en qué lugar del mundo estaba o que tan importante era el negocio entre manos.
- - Bien… Melissa estará más que contenta. Ha estado mandando mensajes desde hace diez días para que vaya a Colombia a visitarla. – Le contó Sara tomando su celular para chatear con Melissa.
- - Puedes decirle que nos vuelva a alquilar en Vallclaire para que recordemos viejos tiempos. – Le dijo Rodari. Sara frunció el ceño.
- - No está viviendo en Barranquilla. Ahora vive en Cartagena, ¿quieres bajarte en la casa de Melissa? Es enorme. – Le dijo ella. Rodari sonrió divertido.
- - Nos darán la misma habitación y dormiremos en la misma cama. ¿Me estás invitando a dormir contigo? – Sara cerró los ojos un segundo reconociendo que había tendido su propia trampa. Luego se alzó de hombros.
- - Es inútil… Sabes que donde quiera que vayamos terminaremos haciéndolo. – Reconoció sin importarle que Luisa la escuchara. Rodari hizo un gesto de triunfo con el brazo y simuló hacer un baile indígena de victoria. Luisa amplió su sonrisa de complicidad.
- - Qué conste que no fui yo quien lo dijo. – Apuntó él. Sara se limpió con una servilleta y tomó sus cosas caminando rumbo a la puerta.
- - No te enloquezcas limpiando que todo está muy bien, Luisa. – Le gritó Sara desde la puerta a la señora. - Y organiza también tus cosas porque vas con nosotros a Colombia.
Luisa dejó que Rodari la besara
en las mejillas y sonrió. Sara ahora quería llevarla a Colombia. Esa niña
estaba loca. Ella ya no tenía edad para hacer esos paseos. Sin embargo si eso contribuía a que se
volvieran a juntar aquellos dos. Lo haría. Hasta al Japón iría. Pensó riendo.
Rodari conversó con ella como en
el pasado todo el viaje de la casa a la oficina que normalmente eran 10 minutos
pero que la nieve hacia más pesado. Tan pronto llegaron al parqueadero, el
celular de Rodari empezó a sonar como si tuvieran un GPS para rastrearlo y Sara
tomó su camino dejándolo a él hablando dentro del auto mientras leía datos de
su Tablet.
Casi al mediodía la llamó por
celular. Sara tomó el celular sin mirar el identificador y siguió escribiendo
en el computador. Rodari habló rápidamente sin que su voz tuviera algún tinte
de seducción.
- - Te envié las llaves del jaguar con mi secretaria. Sobran las recomendaciones?- Lo escuchó decir. Sara sonrió.
- - No vamos a ir en carro… Vamos a un restaurante cerca de aquí. – Le informó ella. – Te salvaste por ahora pero puedo manejar de vuelta a casa.
- - Me estas invitando a ir contigo a casa? – Preguntó Rodari. Sara miró a la mujer que entró en su oficina y sonrió.
- - Sí… Te llevo hoy a casa. – Le dijo y cerró la comunicación.
Natalia Stiller era una mujer
despampanante. Sara la conocía de fiestas de la corporación y otros eventos
pero jamás había intercambiado con ella un “hola”. El vestido que llevaba era
el traje sastre uniforme de la corporación pero le quedaba como un vestidito
para una stripper. Sara se sorprendió al notar que era una mujer joven. Había
creído que siendo conocida de Carola y teniendo en cuenta las amigas de la
cartagenera, Natalia sería mayor.
Sara hizo a un lado el portátil y
señaló una silla frente a su escritorio. La Stiller como la llamaba Ginger se
sentó con una hábil maniobra que impidió que Sara le viera la ropa interior a
pesar de lo corto de su falda. Sara se alegró de estar usando un traje sastre
nuevo de un diseñador de moda en Nueva York. La hacía sentir segura y fuerte
por eso lo había escogido para ese día sin saber que lo necesitaría con alguien
más que con Rodari.
- - Dígame Señorita Stiller… En qué puedo ayudarla? – Preguntó Sara con cortesía. Su secretaria se asomó en la puerta con cara de asombro.
- - Lo siento, Sara. Estaba hablando al teléfono con Londres cuando la señorita llegó. – Se excusó por no anunciarla. Sara le hizo un gesto de que no había problemas.
- - Vengo a servirte de ayuda… - Le dijo Stiller con un inglés con acento bastante neoyorquino. Sara continuó usando su acento inglés.
- - En qué? – Preguntó. Stiller quería hacerla sentir extranjera con su acento. Eso le solía suceder con los socios norteamericanos de Rodari especialmente cuando les informaba que era colombiana y no inglesa como lo sugería su apariencia física.
- - Sé que Rodari está pidiendo perdón por sus... errores en el pasado. – Le dijo Natalia hablándole como si fueran muy viejas amigas. Sara se mantuvo tan impasible como pudo. – Te está cortejando me dijeron. Están usando de nuevo sus anillos de matrimonio…
- - Son demasiado costosos para usarlos a diario y creo que mis asuntos personales no deben ser motivo de conversación entre nosotras. – Le dijo Sara.
- - Ya sé que te enteraste que estuve embarazada y que convencí a Rodari de que era el padre. – Le dijo ella. Sara simuló estarse aburriendo.
- - Insisto… tengo mucho trabajo que hacer… - Le dijo Sara y Rodari apareció en la oficina. Sara frunció el ceño al verlo agitado como si hubiera corrido hasta allí y despeinado.
- - Qué sucede? – Preguntó él preocupado. Natalia se puso de pie.
- - Qué haces aquí? – Preguntó Sara. Rodari se mostró avergonzado por haber aparecido allí.
- - Me dijeron que…- Empezó a decir él. Sara lo detuvo antes que dijera algo que alimentara el morbo de la muy contrita señorita Stiller.
- - Ya me dieron las llaves del auto, cariño. – Dijo Sara. – Y la señorita Stiller simplemente vino a decirme cosas que no tienen nada que ver conmigo. Queda claro señorita Stiller que usted y yo solo hablaremos de la Corporación Grecco?
- - Sí… Señora. – Reconoció renuente Natalia jalando su chaqueta como si quisiera estirarla para taparle las piernas que estaban demasiado expuestas para estar en invierno. – Siento haberle quitado su tiempo.
Natalia salió de la oficina sin
decirle a Rodari ni una sola palabra. Sara lo miró con una ceja arriba. Rodari
se apoyó en la pared al lado de la puerta y sonrió.
- - Qué fue eso? - Preguntó. Sara acomodó de nuevo su portátil frente a ella y llegó la secretaria de Rodari con las llaves del auto.
- - Ah… pensé que no tenías tiempo para traerlas… - Dijo Daniela dándole las llaves a Sara. – Te entiendo cuando hace estas cosas.
- - Qué cosas? – Preguntó Sara divertida por las ocurrencias de Daniela que era absolutamente irreverente amparada en su calidad de ahijada de Sara.
- - Cuándo te manda a hacer cosas que él puede hacer, entiendo que lo tengas viviendo en otro lado. – Le dijo Daniela. Sara sonrió.
- - Y cuándo no me entiendes? – Preguntó Sara imaginando lo que diría la chica. Daniela se acercó a Rodari y le pasó la mano por el pecho por encima del blazer que llevaba ese día.
- - Cuando uno lo mira así de hermoso como hoy y se pregunta: Cómo lo deja dormir en otra cama? – Sara dejó escuchar su risa y Rodari le señaló la puerta a Daniela con una mano. La chica salió cerrando la puerta detrás de ella.
- - ¿Qué hablaste con Natalia? – Preguntó Rodari. Sara se alzó de hombros. Daniela tenía razón. Rodari se veía muy sexy con la ropa que llevaba ese día. Ya lo había notado en la mañana cuando se apareció en su casa y la austeridad de la oficina parecía darle énfasis a lo sensual de su apariencia.
- - No la dejé hablar. No me interesa lo que tenga para decirme. Estoy trabajando, ella está trabajando y no es ni el sitio ni el momento. – Le dijo Sara tratando de regresar su atención a su ordenador. Rodari se aclaró la garganta.
- - Le interpuse una demanda por difamación e injuria. – Le dijo Rodari. Sara volvió a mirarlo asombrada. – No podemos hablar con ella sobre lo que sucedió. Ni yo… ni tú porque eres mi esposa y eso te involucra en el lugar de demandante.
- - Si… entiendo. – Dijo Sara entendiendo la carrera de Rodari desde su oficina hasta allí para evitar que Sara se enfrentara con Natalia. – Para que no tengas que correr la próxima vez… ¿Por qué no me resumes en la cena de esta noche todo lo que has hecho estos últimos meses?
- - Sigue en pie… la cena de esta noche? – Preguntó él sinceramente confundido. Sara sonrió.
- - Si… y ahora, vete!! No tengo tiempo para conversaciones. – Le dijo Sara y se disculpó con la mujer en la oficina de Paris a la que había dejado conectada esperando.
Por las experiencias de Nancy con
hombres casados que las conversaciones con las amantes jamás terminaban bien, Sara había rehuido a la conversación con Natalia. Esa había sido su intuición desde que vio a Natalia en el umbral de su oficina.
Miró la foto de Alexandros que todavía estaba en medio de la pared. Tenía que confiar en lo que el viejo intuyó y
Sara suponía era que su matrimonio si funcionaba para ambos. Trató de
concentrarse en la conversación pero la misma brokers con la que hablaba le
sugirió seguir la conversación otro día porque sentía que estaban estancadas.
Dayana llegó con una bolsa de
regalo a buscarla. Sara sonrió al ver a la chica porque de verdad que le hacía
recordar a Melissa y además tenía el don de alegrar el día cada vez que se la
encontraba. Dayana tenía una sensibilidad para encontrar lo positivo a todo. Y
eso era precisamente lo que Sara deseaba en ese momento. Hallar hacia donde iba
su matrimonio y cómo continuar en él sin terminar lastimada.
- - Si quieres pasear en un jaguar… Rodari me prestó el suyo. – Le dijo Sara poniéndose a tono con la sonrisa de Dayana.
- - Oh, por Dios!! Ese hombre te ama. – LE dijo Dayana esperando que Sara recogiera sus cosas.
- - Yo no dudo que me ame… pero las palabras no llenan mis días.- Expresó Sara. Echó la Tablet y el celular en su bolso y se dispuso a salir. – Qué dices del carro? Bromeó mostrando las llaves.
- - Es una tentación pero no lo necesitamos. Ese restaurante es fantástico. – Le dijo Dayana mostrando sensatez, otra cualidad de ella que a Sara le gustaba.
- - Vamos a llevarle esto a su dueño y nos vamos. – Dijo Sara mostrando las llaves. – Dijo que no saldría de la oficina pero tal vez se presente algo a última hora.
- - Yo me quedaré aquí también. - Dijo Linsay la secretaria de Sara. – Si necesitas algo me llamas.
- - Pero… ¿almorzarás? – Le dijo Sara que estaba preocupada por la extrema delgadez de la chica desde antes de que fuera su secretaria. La joven sonrió.
- - No te preocupes… Traje mi almuerzo. – Le dijo sonriendo.
- - Ahora dime ¿cómo es eso de que la Stiller entró a tu oficina? ¿Hablaron? – Preguntó Dayana mientras caminaban hacia la oficina de Rodari casi al otro extremo del corredor.
- - Hablaremos en el almuerzo. Empiezo a creer que hay cámaras ocultas dentro de este edificio. Como saben todos todo? – Le dijo Sara Dayana sonrió.
- - El correo de las brujas. Ese es más efectivo hoy porque tenemos whatsapp… - Le dijo Dayana. Sara llegó riendo a la oficina de Rodari. Daniela le hizo un baile extraño antes de dar vuelta a su escritorio y saludarla con un beso en la mejilla.
- - Natalia habló con ella. Puedes creerlo. Esa mujer no tiene decencia. Si se acerca de nuevo a Sara o a mi voy a solicitar una orden de restricción. – Le dijo como si fuera una grabadora entre susurros en el oído de su madrina. Sara dedujo que Rodari hablaba con alguien y Daniela había escuchado.
- - No escuches sus conversaciones aunque las escuches y no se las repitas a nadie. – Le dijo Sara. Daniela la miró extrañada. La conclusión de Daniela a lo que escuchó es que Rodari la defendía porque la amaba? Se preguntó Sara tratando de interpretar el baile de Daniela.
- - Tú no eres nadie. – Se quejó la chica que en realidad era muy discreta para ser tan chica y liberal.
- - Lo sé pero igual no me las digas. – Le dijo Sara. - Está solo ¿Puedo entrar a dejarle las llaves?
- - A mí me sabe a cebolla tu protocolo. Eres su esposa. Entra. – Le dijo Daniela bromeando. Sara supuso que estaba solo. Pero en realidad estaba Julián Grecco en la oficina.
- - Lo siento… Es solo para dejarte las llaves del auto. – Se disculpó Sara. Rodari se levantó del escritorio y se acercó a ella.
- - Todo bien? – Preguntó realmente preocupado. Sara sonrió y colocó las llaves en las manos de Rodari.
- - Todo bien. Vamos a un restaurante aquí cerca y regresamos en una hora. – Le dijo Sara. Rodari le rodeó la nuca con una mano y les acercó los rostros.
- - Está todo bien? – Preguntó de nuevo. Sara sonrió y lo besó. Rodari pareció relajarse.
- - Puede estar mejor. – Le dijo Sara cuando se separó de él. – Y tal vez esté súper en poco. Julián sonrió también.
- - Vas con Dayana? – Preguntó pero no esperó la respuesta porque ya la conocía y agregó- Pueden tomarse la tarde si quieren. Rodari y yo no saldremos de aquí pronto.
- - Puede la pobre Linsay con las dos oficinas? – Preguntó Rodari. Sara se alzó de hombros. Una tarde de chicas. Si… tal vez eso necesitaba o simplemente poner sus ideas en orden.
- - Sí… De todos modos pueden llamarnos al celu. – Dijo Sara. – no nos tomaremos toda la tarde. Le dijo a Julián. – Pero Gracias.
- - Anda… vete. Ten cuidado con la nieve. Esos zapatos tuyos… - Dijo Rodari quejándose de los zapatos de Sara. Sara sonrió esa era una de las peleas cotidianas. Y se asombró sintiendo que las extrañaba. A Rodari no le gustaban sus zapatos con tacos altos. Sentía que ella iba a caerse en cualquier momento.
- - Me los voy a cambiar en el gimnasio. – Le dijo hablando de los lockers que todos los empleados tenían en el gimnasio para guardar sus cosas.
Sara le dijo
adiós a Julián con la mano y salió de la oficina. Daniela volvió a bailar algo
que parecía ser una danza árabe. Sara sonrió y le dio un golpe suave en el
hombro antes de salir con Dayana. Daniela era hija de una de las brokers más
antiguas de la corporación. Rodari la tomó como secretaria tan pronto se
recibió como Asistente de inversiones. Tenía 21 años y Sara recordó como a esa edad, ella no sabía bailar de felicidad
ni bromeaba todo el tiempo. Bailaba porque era su manera de hacer ejercicio y
sacaba sus tensiones a punto de rumba terapia y de bromear… nada que hablar. A
los 21 había tenido que tomar la decisión de hacerse pasar como la novia del ex
de su madre y se había casado.
Dayana había
escogido un pequeño restaurante en Rector St. Escogió una mesa donde podían
apreciar la avenida y el pesado circular del tráfico a causa del aún alto nivel de la nieve. Habían pocas personas en la calle. La mayoría solía almorzar en los casinos de sus empresas o llevar el almuerzo de su casa para no tener que salir al mediodía en medio de semejante clima.
- - A quién se le ocurrió salir en este clima? – Preguntó Dayana. Sara sonrió
- - A ti.- Respondió y se sentaron quitándose solo el sobretodo. Aunque había un cálido ambiente en el interior, Sara prefirió no quitarse su chaqueta. Solía enfermar con facilidad a causa de los cambios del clima
- - La próxima vez mándame al diablo. – Le dijo Dayana. La mesera les trajo el menú pero Dayana ya había organizado uno y se lo dictó a la muchacha.
- - Para ser tan organizada y precavida… Eres la mujer que me está diciendo que me suba al ferrocarril de Rodari? – Le dijo Sara divertida. Dayana no salía a ningún lado si no había conocido la reputación del lugar y lo que ofrecía. Dayana movió la cabeza de un lado a otro.
- - Precisamente porque analicé… pesé…medí… a Rodari y sé que tiene todo para ti. – Respondió. Sara suspiró
- - Yo quisiera tener la seguridad de que yo soy lo mejor para Rodari. – Le dijo Sara. Dayana sonrió divertida.
- - Siempre hay alguien que pierde un poco en una relación y le tocó a Rodari. – Bromeó. Sara le sacó la lengua.
- - Quiere tener un hijo - Le dijo Sara
- - Es hora… o van a criar nietos. – Le respondió Dayana sin asombrarse. Sara la miró a los ojos
- - O es su forma de restringir mis visitas a la corporación. – Contrapuso Sara. Dayana alzó una ceja.
- - Ese hombre sueña que vive contigo y quiere un hijo tuyo desde que te vio. – Le dijo Dayana conocedora de la historia entre ellos. Dayana era amiga de Nancy, de hecho era quien había recomendado a Rodari buscar a Nancy en Barranquilla. Así que conocía la historia desde la versión de Nancy y desde la versión de Sara. Y a veces, a Sara le parecía que Rodari hablaba con ella sobre su relación
- - Y por qué cuando mejor estaba la relación… ¿él se llena de dudas y se va? – Preguntó Sara. Dayana esperó a que la mesera les colocara las entradas antes de decirle:
- - Se equivocó… la embarró… sé que piensas que no tiene remedio pero…. Yo creo que no sabía que estaba enamorado de ti. – Le dijo Dayana. Sara se mordió el labio pensando en lo que Dayana decía.
- - Y metiéndose en la cama con otra mujer y viviendo casi un año fuera de casa…- Empezó a decir Sara. Dayana la detuvo mostrando un cuchillo.
- - ¿Tú lo buscaste? ¿Pataleaste?… ¿lo sedujiste?.. ¿coqueteaste con él para que regresara? – Preguntó Dayana. Sara mordió un trozo de uno de sus calzones italianos para evitar hablar. Sabía que Dayana tenía razón. Rodari le había dicho que él había propuesto la separación pero que ella había tomado la determinación de aceptarla.
- - No está en tu naturaleza… bueno más bien no está en la no educación que recibiste de Nancy.. – se burló Dayana. El silencio de Sara era respuesta para ella. – Pero así como tu querido Rodari debe aprender a ser más romántico, creo que tú debes aprender a ser más seductora.
- - Oh, vamos!!!- Se quejó Sara que no se imaginaba armando esos escenarios que montaba Rodari para seducirla. Dayana sonrió
- - Así es señora. Tienes que aprender algo de Rodari… seducirlo… - Le dijo Dayana. – Lo que pasa es que tú quieres ser la maestra y que Rodari sea quien aprenda.
- - Es más cómodo. Sí. – Aceptó Sara. – Y ¿quién me va a enseñar a ser seductora? – preguntó Sara. Dayana amplió su sonrisa.
- - Tu madre me dio algunas ideas hace unos años… y las vamos a poner en práctica hoy. – Le dijo Dayana. – Así que come porque vamos a utilizar ese tiempo que nos regaló Julián en hacer compras.
Regresaron a la corporación casi
a las cinco. Dayana subió a su oficina pues tenía algunos documentos que
entregar en otras oficinas y Sara esperó a Rodari en la recepción. Linsay le
dijo que no tenía mensajes y que todo había transcurrido con normalidad esa
tarde. Sara se miró en el reflejo de las puertas del ascensor. Dayana la había
hecho cambiar su traje sastre por un vestido de coctel largo que se pegaba a su
silueta resaltando cada una de sus curvas como si fuera un guante. Sara cerró
su chaqueta y su abrigo al escuchar el timbre del ascensor anunciando que
alguien bajaba. Rodari venía en el grupo de personas que salieron.
- - ¿Por qué la recepción? El auto está en el parqueadero…- Le dijo Rodari intrigado. Sara sonrió con timidez.
- - Vamos a tomar una copa aquí cerca antes de ir a casa. – Le dijo ella. Rodari la miró con más atención.
- - ¿Qué hiciste con el traje sastre de esta mañana? – Preguntó acercándose a ella. Sara se mordió el labio y abrió un poco su abrigo. - ¿Qué estás planeando Sara?
- - Dayana me obligó a vestirme como me siento… - Le dijo ella. Rodari sonrió y metió las manos dentro del abrigo de ella sin dejar de mirarla a los ojos.
- - Cielos!! Voy a ascender a Dayana… - Dijo él con voz ronca deslizando sus manos desde la cintura hacia abajo sintiendo el suave roce del terciopelo y como podía disfrutar de las curvas de Sara estando vestida.
- - Vamos… - Le rogó Sara. Rodari la atrajo hacia él rodeando las caderas de Sara con sus manos.
- - Dame un beso y lo pensaré. – Sara le dio un beso corto y lo obligó a ir delante de ella hacia la salida. Sin importar que estuvieran retomando su relación no podía olvidar que estaban en la corporación y que no podía poner el mal ejemplo.
- - Por qué no podemos seguir… - Reclamó Rodari colocándose el abrigo que llevaba sobre los hombros. Sara sonrió
- - Porque si ponemos ese ejemplo tendremos unos 250 empleados tocándose en recepción. – Le dijo y se lo llevó abrazándose a su brazo hacia el café bar de la esquina.
A pesar del after office, el
sitio no estaba lleno como le había dicho Dayana. Sara condujo a Rodari hasta
la barra. No pidió una mesa. Solo tomarían un coctel y se marcharían a casa
pensó Sara buscando dos bancas seguidas desocupadas pero no las halló así que
se sentó en una y lo atrajo a su lado. La música era suave cumpliendo con los
requerimientos de la zona en la que estaban y en su mayor parte los que estaban
allí estaban para hacer el resumen de su día de trabajo… especialmente de aquel
porque recién descubrió Sara era viernes.
- - Te toca de pie. – Le dijo insinuante - Pero no por mucho tiempo.
- - Me da miedo esta Sara. . .- Le dijo él. Sara sonrió. – Pero… igual… mantenla viva.
- - Pide un café irlandés para mí, con brandy. – Le dijo ella sintiendo que sus mejillas se encendían de vergüenza. No sabía hasta dónde iba a llegar con este aire de seducción pero tenía que hacer el esfuerzo como le había dicho Dayana.
- - Esta Sara… es producto de lo que he aprendido de ti. – Le dijo ella. Rodari pidió los tragos solicitando un café irlandés para él también y tomó a Sara por la cintura haciendo que apenas apoyara el trasero sobre la silla.
- - Así que yo soy el maestro. – Le dijo mostrándole que sentada de esa manera podía sentir el cuerpo de él apoyado sobre ella. Sara contuvo el aliento. No estaba preparada para tener sexo en un lugar público y esa había sido una discusión permanente entre ellos en el pasado. Solo quería demostrarle que lo deseaba.
- - Tranquila… No vamos a hacerlo aquí. – Le dijo él al oído adivinando lo que pensaba. Rodari había entendido que Sara no podía hallar la diversión de hacerlo en un lugar público como alguna vez se lo había propuesto él y, que él tenía que aceptarla como ella aceptaba sus estupideces.
- - Es que… no creo que…- Empezó a disculparse Sara dejando que aflorara la Sara sencilla y temerosa. Rodari la besó apasionadamente para callarla.
- - No te disculpes… Lo harás cuando lo quieras… En realidad… hacemos lo que quieres Sara porque yo me siento de gelatina cuando te tengo enfrente. – Confesó él y recibieron los cafés. Sara tomó un poco del suyo para entrar en calor.
- - Siento haber dejado que te fueras… - Le dijo Sara sin preámbulos. – En realidad, nunca te sentí verdaderamente mío…
- - Sara… mi reina… yo soy un ente sin ti. En todo este tiempo lo único que permaneció en mi mente es que no sé vivir sin ti. – Le dijo él apretando el abrazo y besando a Sara en la comisura de la boca.
- - Yo quería gritarte, rogarte si era necesario pero en mi cabeza… en el fondo… seguí sintiendo que no eras mío. – Le dijo ella revelando la mayor de sus inseguridades. Rodari sonrió divertido
- - Oh cariño!! Si tú me hubieras llorado… si me hubieras gritado… Habríamos vivido juntos estos meses de infierno. – Le dijo él. – Sabes lo que fue para mí escuchar a la imbécil de Natalia decir que estaba embarazada y los meses que me torturé sin saber cómo iba a decírtelo, o cómo iba a confesarlo ante Alexandros y peor… lo que me dolía tener que pedirte el divorcio?
- - Fue… ¿muy duro? – Dijo dudosa Sara. Rodari la abrazó.
- - Más duro fue perder a nuestro bebé… - Le dijo él hablando en su oído. – Pero fue duro porque yo no quería divorciarme. Al principio quería tomar distancia para descubrir quién eras tú en mi vida.
- - Sabes que yo no necesitaba esa distancia. ¿Verdad? – Le dijo Sara. Rodari asintió sin soltarla.
- - Pero yo si… porque seguía renuente a reconocer que me tenías atado a ti. – Le dijo él. Sara tembló en sus brazos.
- - En realidad ¿la demandaste? - Preguntó Sara. Rodari se separó un poco de ella para mirarla a los ojos.
- - No puedo dejar cabos sueltos. No en mi posición dentro de la corporación pero sobretodo no contigo en juego. – Le dijo él tomándole el rostro entre las manos. – Creo que el temor de perderte fue más fuerte y presionante que perder la corporación.
- - Y… qué decisión tomaste sobre las otras mujeres? – Preguntó Sara renuente. La verdad es que no deseaba escuchar la respuesta pero era una pregunta que debía hacer.
- - No hay más. De ahora en adelante…No… desde que me casé contigo en adelante, no ha habido mujeres en mi vida. Solo tú…- Le dijo él. Sara sacó del bolsillo de su abrigo el estuche con los anillos de matrimonio que había tenido en su bolso desde el día anterior.
- - Esta puede ser la peor… o la mejor decisión de mi vida. – Le dijo. – Pero es el más serio de mis compromisos… Y te amo. – Rodari sonrió y tomó el anillo de Sara y le tomó la mano derecha para deslizar el anillo en su dedo.
- - Esta es tu peor decisión y la mejor de mi vida… - Dijo con voz ronca.- Pero yo te hago el más hermoso compromiso de que te sentirás feliz y amada durante cada día de tu error… Y… no creí que fuera verdad pero es cierto: yo te amo.
Sara le
ofreció su boca y Rodari la besó entusiasmándose más de lo que correspondía.
Sara se bajó de la banca. “Era hora de irse a casa”: Pensó y buscó en su abrigo
la billetera. Rodari le sujetó la mano y sacó la suya. Pagó los cafés que
apenas Sara probó y salieron del sitio abrazados. No vieron a Ginger y a Dayana
sentadas en un rincón disfrutando de la maravillosa escena de cine que ellos
habían protagonizado. Ginger le escribió a Melissa y Dayana a Nancy contando
las novedades.
Luisa no los
salió a recibir. Les dejó la cena en el comedor en unos elegantes chaffers que
Nancy les había traido de Francia en el verano anterior. Sara fue quitándose el
abrigo, la chaqueta, la bufanda mientras revisaba los chaffers y su contenido.
Rodari la abrazó antes que se dispusiera a servir.
- - ¿Podemos comenzar con el postre? – Le preguntó acariciando con sus labios la boca y las mejillas de ella. Sara sonrió.
- - Pensé que el vestido no había servido de nada. – Le dijo ella renunciando a permanecer indiferente y recorrió con sus manos la cintura de Rodari subiendo hacia su espalda.
- - El maldito vestido ha hecho tanto que… podemos hacerlo en el estudio? – Preguntó él en el oído de Sara. Ella se abandonó a que Rodari la alzara en brazos y la llevara hasta el enorme sofá del estudio.
Sara había imaginado muchas
noches tenerlo allí. Ese sofá era enorme casi como una cama y mientras se
obligaba a ver televisión los viernes en la noche soñaba con alguna vez hacer
el amor con Rodari en aquellos cojines. Rodari se quitó la camisa mirándola
como si quisiera devorarla con la mirada. Sara se mordió el labio. Rodari era
tan hermoso, tan masculino y firme… El simuló dudar sobre quitarse el pantalón
y Sara le rogó:
- - Todo… Déjame mirarte todo…- Rodari sonrió. No podía creer que la ingenua sensualidad de Sara lo estuviera haciendo gelatina.
Él no la dejó quitarse el
vestido. Solo el minúsculo hilo que llevaba ella puesto. A Rodari lo volvía
loco la sensación del terciopelo en contacto con su cuerpo. Estaba entregándose
a Sara. Era un acto simbólico que estuviera completamente desnudo para ella.
Sara se abandonó a sus caricias y a la increíble imaginación sexual de Rodari.
Suspiró muchas veces en aquella hora mientras se disfrutaban mutuamente. Había
pasado mucho tiempo desde que se vieran por última vez y Sara estaba añorando
aquel encuentro con su cuerpo y su pasión.
- - Dios.. Cómo te amo…- Le dijo ella deshaciéndose en sus brazos.
- - No basta el amor…- Le dijo Rodari. – Dame más…
- - Ya no hay más… - Rodari sonrió.
- - Quiero ser parte de tu ser… quiero plantarte un hijo… quiero que te vuelvas loca y lo hagas conmigo…dónde se te ocurra… sin mirar el lugar, ni la hora…- Sara sonrió.
- - Muy bien… Amor es poco… pero tú también me darás todo. – LE dijo ella y gritó cuando Rodari entró en ella sorprendiéndola.
- - Te voy a dar todo, mi reina y me voy a quedar viviendo en ti. – Le dijo y los suspiros y el silencio llenaron la habitación.
- - Dime… Le dijo Sara separándolo de ella cuando estaba a punto de llegar al clímax. Rodari gimió por lo abrupto del movimiento.
- - Sara… no juegues conmigo… Rogó. Sara sonrió
- - Dime si crees que tu fortuna es más importante que esto… - Le dijo acercándolo otra vez a ella. Rodari gimió. Estaba tan tenso como una cuerda de violín y casi no podía pensar de tanto que la deseaba.
- - Sara… Me desearías igual si no tuviera un peso. – LE dijo él. Sara se movió sensualmente provocándolo.
- - Tú que crees mi amor? – Preguntó Sara besándolo en el cuello. Rodari gruñó.
- - Sabes que… déjame sin dinero pero… déjame entrar en ti… - Rogó Rodari. Sara sonrió.
- - Todas las veces que tú quieras, cariño…- Le dijo Sara y remontó de nuevo su pasión hasta el clímax.
Terminaron
extenuados, abrazados en el sofá. Sara abrió un poco los ojos y suspiró.
Esperaba que aquel encuentro le dejara en claro a Rodari que amarlo y sentirlo
suyo era más importante que él dinero. Rodari gruñó cuando el calor de la
pasión lo abandonó y el frio de la habitación empezó a helarle los pies.
- - Cielos!! Tengo que ponerme la ropa…- Dijo sin moverse del sofá abrazado a Sara. Sara sonrió.
- - Si no te mueves… - LE dijo. Rodari se acurrucó a su lado.
- - Vísteme Sara… No puedo dar ni un paso. – Le dijo con aire consentido. Sara sonrió y lo ayudó a vestirse. Le buscó una manta en el armario del pasillo y lo cubrió.
- - ¿Van a dormir en el estudio? – Preguntó Luisa. Sara la miró con curiosidad
- - ¿Te molesta la idea? – Preguntó Sara con las mejillas rojas.
- - No… es para encenderles la calefacción de ese salón. – Sara asintió. – ¿Van a comer en un solo plato? – Preguntó viendo las cantidades que Sara servía.
- - Si… - Dijo riendo. Luisa sonrió.
- - Mejor así. Serán menos platos que lavar. – Le dijo la señora. Sara se echó a reír.
- - Haré que él los lave antes de dormir. – Propuso ella. Luisa dejó escuchar su risa.
- - Es parte de su castigo… También deberías hacer que nos cocinara una cena. – Le propuso Luisa. Sara sonrió de nuevo.
- - ¿Pollo quemado y papas grasosas? – Preguntó Sara recordando la última vez que Rodari quiso aprender a cocinar. Las dos se rieron juntas. Rodari se aclaró la garganta.
- - ¿Se están burlando de mí? – Se quejó. Sara y Luisa lo miraron enrollado en la manta apoyado en el umbral de la puerta.
- - Para nada, mi amor. – Aseguró Sara entregándole una bandeja. –Nos encantan tus ensaladas de fruta y tu café irlandés. – Se burló Sara.
- - Te faltó la limonada de los veranos y el té de la tarde. – Agregó Luisa apagando los calentadores que mantenían los chaffers calientes. Rodari no pudo evitar reír.
- - Muy bien. Ya entendí que no puedo contra ustedes. – Comentó y se llevó la bandeja para el estudio. Sara se sentó sobre la alfombra como él. Rodari la miró en silencio.
- - En ti encontré lo que yo no había encontrado… - Le dijo él después de un rato. – Y sé que mi presencia en tu vida te trae las zozobras de una vida llena de negocios, viajes y compromisos… - Sara hizo un gesto de estar de acuerdo y sonrió.
- - Bien… cariño. Al principio fue duro. Yo era una muchacha común aspirando a encontrar un hombre común que se enamorara de ella. – Le dijo ella. – y estudiar y aprender a vivir tu vida y... cumplir con tus eventos… No fue menos difícil.
- - Por eso te admiro. Todo eso no lo vi cuando estaba a tu lado. Al estar lejos como que tomé distancia no solo física sino emocional y me hizo ver qué maravillosa mujer me tocó.
- - Me vas a hacer sonrojar. – Le dijo Sara sin dejar de comer. Rodari movió la cabeza de un lado a otro.
- - Tú crees que fue fácil para mí, marcharme. Que no sufrí y… te juro que si lo hice. Lloré… - Confesó. Sara lo miró asombrada. – Lloré… Cuando Natalia me dio su ecografía y yo sentí que tendría que pedirte el divorcio… que tendría que dejarte porque ibas a matarme cuando lo supieras…
- - Bien ya pasó… - Dijo Sara porque todavía le dolía que él no le hubiera confiado sus temores. Sin embargo lo entendía. No era fácil decirle aquella noticia y… no estaba seguro de su reacción.
- - Por eso quiero que tengamos ese bebé… que pasemos navidad en Barranquilla en tu ambiente familiar… Ese que yo te negué por egoísta…- Sara se pasó por encima de la bandeja y lo besó.
- - Ya está… no más látigo. – Le dijo. Rodari le tomó la cara entre sus manos.
- - No sé cómo haces… pero me siento tan pequeño… cuando siento tu amor…- Le dijo. Sara sonrió.
- - Bien… yo sé cómo hacer para que te sientas grande…- Se burló ella y se acostó sobre él para iniciar un nuevo encuentro entre ellos.
Sara terminó de preparar el
almuerzo y se sentó a la orilla de la piscina con Nancy. Aquella era una casa
de playa que el esposo de Melissa había comprado para escapar los fines de
semana. La casa principal tenía dos pisos y en la terraza del segundo nivel
estaba un enorme balcón donde Melissa descansaba acostada en una hamaca
Nancy y Sara en cambio estaban en
el patio de atrás de la casa. Nancy nadaba de lado a lado en la piscina y Sara
la observaba interviniendo de vez en cuando en la preparación de la comida.
Luisa como siempre estaba a cargo de la cocina. Sara vio a Rodari cambiar de
rumbo para acercarse a ellas. Era tan hermoso… su cabello castaño tenía
destellos rojizos bajo la luz del sol y sus ojos aceituna se
resaltaban en su
piel morena. Del cuerpo ni hablar. Cada centímetro de su cuerpo era producto de
extremos cuidados en lo que comía y en los ejercicios que hacía a pesar de no
tener mucho tiempo entre compromiso y compromiso de negocios.
Rodari se acercó a ellas y se
dejó caer en una poltrona al lado de la de Sara. Nancy detuvo su vaiven en la piscina. Las dos mujeres lo miraron en
silencio. Rodari sonrió.
- - Ya se lo dijiste? – Preguntó Rodari a su suegra. Nancy empezó a hacer gestos de que se callara pero Sara la descubrió.
- - Qué es lo que no quieres decirme? Preguntó Sara sonriendo. Nancy suspiró.
- - Tiene un nuevo novio. – Dijo Rodari antes que Nancy pudiera decir algo. Sara frunció el ceño. Desde que Rodari terminó siendo el marido de Sara en lugar del de ella, Sara no le había conocido una pareja estable a Nancy. En el fondo tenía el temor de que su madre siguiera enamorada de Rodari
- - Eres un sapo. – Le dijo Nancy a su yerno. – Y bueno… novio… Esa palabra nunca me ha gustado. – Dijo Nancy. Rodari sonrió.
- - Son dos años de relaciones. Vive con ella desde hace ocho meses… - Le dijo Rodari a Sara – Dime ¿cómo lo llamarías tú, cariño?
- - La verdad… me dejas sin palabras… yo…. No tenía idea... Ha sido una año tan frustrante para mí que…- Le dijo Sara sintiéndose terriblemente mal porque concentrada en la pérdida del bebé, la muerte de Alexandros y que Rodari se fuera de la casa… No se había preocupado por la vida de su madre. – Lo siento. He sido supremamente egoísta todo este tiempo
- - ¡¡Oh, vamos!! No hay ser más bondadoso que tú Sara. – Dijo Nancy – Pero en verdad que has tenido un año terrible. Yo no quise contarte sobre Brayan precisamente porque no sabía cómo reaccionarías.
- - Pero que dices, mamá…- Dijo Sara y suspiró con resignación. – Está bien… Tal vez me hubiera dolido que yo estuviera reventada y que tú estuvieras feliz comenzando una relación.
- - Anda… cuéntale cómo es el tipo…- Le dijo Rodari divertido por la situación.
- - Aja y tú ¿cómo sabes tanto? – Preguntó Sara. Rodari se alzó de hombros.
- - Sabes que me fui a Milán a rumiar mis pesares cuando me enteré que la imbécil de Natalia estaba embarazada. – Le dijo Rodari. – Comí un par de veces con Nancy y Brayan. Es un tipo extraordinario.
- - Y es… particular porque…- Dijo Sara. Nancy se alzó de hombros.
- - Contario a todas mis experiencias… el hombre tiene 50 años y es viudo, con dos hijos mayores que ustedes dos. – Describió Nancy. Sara se sentó asombrada.
- - Mayor que tú? El tipo es mayor que tú? – Preguntó Sara por la manía de su madre de salir con chicos menores que ella.
- - Créeme… cuando descubrí que me gustaba y que la cosa iba en serio, no podía creer que me estuviera pasando con un hombre de mi edad – Le dijo Nancy.
- - Bueno mamá…. Supongo que era lo que te tocaba. Tenías que besar muchos sapos para encontrar al príncipe. – Dijo Sara. Rodari se quejó
- - Cómo así? EN qué momento terminé siendo sapo? – Se quejó Sara sonrió.
- - Cariño… para mi eres un príncipe pero para mi madre eres un sapo de los muchos que tuvo que conocer para encontrar al príncipe que le correspondía. – Rodari sonreía mientras Sara realizaba la explicación.
- - Y entonces ahora… qué? – Le dijo Rodari. Sara suspiró.
- - Bien… Si la relación es tan seria… porque no lo trajiste de vacaciones?
- - Quería conversar contigo antes de hacerlo. Además no sabía cuánto iba a luchar para que aceptaras regresar con Rodari. Gracias al cielo, lo hiciste sin mucho trabajo. – Dijo Nancy.
- - Esta conversación significa que entre los tres todo está saldado? – Preguntó Sara. Rodari sonrió.
- - Entre los tres no hay otra relación que suegra, esposa y esposo…- Le dijo Rodari pasándose al lado de ella.- Y bueno, cuándo es que vamos a agregar un nieto a esta historia?
- - Yo me voy… esta insistencia de hacerme abuela me pone nerviosa. – Les dijo Nancy haciéndolos reír pero de igual manera ninguno de los dos perdió el interés por seducir al otro.
La tarde cayó como el sol en el
horizonte. La brisa doblaba las palmeras, los visitantes caminaban por la
muralla buscando el sitio en el que cenarían. La vida nocturna de Cartagena
comenzó y Rodari y Sara se quedaron en la poltrona disfrutándose el uno del
otro. Los demás les dejaron en soledad y siguieron sus actividades. La vida
continuaría pero con ellos dos viviendo su historia, juntos.
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