viernes, 18 de abril de 2014

Ser cenicienta no es fácil II

Rodari los recibió con los ojos cerrados y haciendo ejercicios con las manos como el juego de sube, sube la araña. Alexandros se acercó a la cama y Sara se fue hacia los pies. Rodari abrió los ojos cuando sintió la presencia de su abuelo.
  • -          Hola! -  Saludó.  Alexandros le besó la frente y sonrió.
  • -          Te ves mejor. – Le comentó y peinó los cabellos de Rodari hacia atrás con los dedos de su mano como solía hacer Sara. -  Te veré al mediodía que traeré a Carola para que se despida.
  • -          ¿Es necesario? – Preguntó Rodari con aire gruñón. Alexandros sonrió.
  • -            Es necesario. Hizo el viaje para verte y si acaso te vio dos minutos. Mañana viajo a Nueva York… tengo unos exámenes médicos que hacerme el viernes. Espero que descanses en mi casa unos días antes de reanudar tus actividades.
  • -          No sé, Sandro… Tengo muchas cosas estancadas en Manhattan  por mi inmovilidad…- Le dijo Rodari. -  Sara tiene que presentarse en su universidad…
  • -          Sabes que pueden hacerlo y descansar el fin de semana en Hampton… Es media hora a Manhattan… No un día. – Le dijo Alexandros a su nieto. Rodari asintió.
  • -          Está bien pero sabes que Sara dormirá conmigo en mi habitación. – Dijo sin preámbulos. Sara contuvo el aliento. Alexandros fingió darle un golpe en la mandíbula a Rodari.
  • -          Estás herido. Deja de fastidiar a Sara. – Le dijo. – Sara es distinta… Será tu esposa y es mi invitada. Dormirá donde quiera dormir.

Sara decidió no intervenir. Suponía que era una vieja discusión provocada por la invitación de alguna amiga de Rodari a la casa del abuelo. Sara odió que sus mejillas se tornaran rojas cuando se avergonzaba. Rodari la estaba poniendo en un lugar incómodo solo por fastidiar. Él la miró y ella sintió que la recorría con las manos. Alexandros los miró a uno y luego a la otra y entrecerró los ojos.
  • -          No he llevado mujeres a la casa del abuelo. – Le dijo. – Antes que imagines cosas que no son. Pero sabe que no soy un monje y no voy a dormir solo con mi novia al otro lado de la pared.
  • -          No me interesa nada de eso. Voy a dormir en mi cama y tú lo harás en la tuya porque estás convaleciente.  Fin de la discusión. – Le dijo Sara sacando la Tablet de su bolso. El celular también.
  • -          Antes que se vaya el abuelo, quiero entregarte algo… Ven aquí…- Sara frunció el ceño y se acercó renuente. Qué estaba planeando ahora? Pensó Sara acercándose a él.
  • -          Sé que no es el lugar más apropiado ni el momento. -  Dijo él como preámbulo. – Pero cierra los ojos y piensa que estamos en mi apartamento...
  • -          Rodari… Tu abuelo necesita descansar y yo no estoy para juegos. – Le dijo ella intuyendo que él iba a hundirla más en la farsa de lo que ya estaban. Ahora que conocía a Alexandros no quería engañarlo más de lo necesario. Rodari la miró a los ojos y sonrió.
  • -          Anda, mi reina… cierra los ojos. – Sara contuvo el aliento. El la había llamado mi reina. Le había dicho que la deseaba, que era su reina y Sara se había deshecho en sus brazos en la fiesta de los Tarud. El recordaba eso o lo hacia a propósito para fingir ante su abuelo. Sara cerró los ojos. Temblaba de pies a cabeza como una imbécil. ¿Es que su corazón no entendía que aquello era una escena? Se preguntó y Rodari le tomó una mano.
  • -          Imagina que estamos en mi apartamento en medio de una hermosa cena para dos y de un pequeño estuche azul, yo te saco esto.

Sara trató de soltar la mano que Rodari sujetaba. El anillo de oro con un solitario que era demasiado brillante para ser falso se deslizó en su dedo. Sara dijo no con la cabeza pero no se atrevió a hablar delante del abuelo de Rodari.
  • -          No quieres casarte conmigo? – Preguntó Rodari. Sara gimió y se enojó consigo misma porque dos lágrimas corrieron por sus mejillas antes que fuera consiente de ellas.
  • -          No necesitas darme un anillo. – Le dijo Sara tartamudeando. Rodari la haló para acercarla a él. Sara apenas pudo reaccionar para no caer sobre el brazo herido.
  • -          Yo no necesito tampoco una ceremonia…- Le dijo él.  Sara se mordió el labio. No hallaba como decirle lo que pensaba sin revelar más de lo que debía. El abuelo seguía en la habitación.
  • -          Es muy pronto… - Empezó a decir Sara. Rodari la hizo besarlo.
  • -          Entiéndeme… Te necesito… No me detengas… - Le dijo Rodari. Sara se miró en los ojos azules que amenazaban acabar con su cordura.
  • -           No hay quien te detenga… Y está bien. Estamos comprometidos. – Le dijo Sara. Rodari volvió a besarla. Luego miró a su abuelo.
  • -          ¿No es hermosa? -  Preguntó. – Complicada pero hermosa. – Alexandros sonrió
  • -          Creo que es la horma de tus zapatos. ¿Estas seguro de lo que haces? – Preguntó Alexandros a su nieto. Rodari miró a Sara y sonrió.
  • -          Es un delicioso suicidio… ¿no te parece? – Le dijo a su abuelo mirándola a los ojos. Sara trató de levantarse. Podía sentir el rápido latido del corazón de Rodari y su aliento sobre su boca. Alborotaba sus hormonas. Eso era todo. Pero su bendito cuerpo deseaba eso aunque fuera una sola vez:
  •  Pensó Sara. Rodari sonrió.
  • -          Vamos Rodari… Suéltame. Voy a lastimarte. – Rogó Sara con voz ronca. Rodari amplió su sonrisa.
  • -          Si… Me voy a morir cuando me dejes. – Le dijo en susurros. Sara se enderezó y trató de recuperar la cordura mientras Alexandros se despedía de su nieto.

Rodari debía estar alucinando como efecto de los sedantes que le daban para el dolor. Estaba seducido por poseerla. Eso lo tenía claro Sara pero  todo este show del anillo y el beso. Era una escena para su abuelo. Si pudiera estar sola unos minutos antes de enfrentar a Rodari pero Alexandros dio la vuelta a la cama para despedirse de ella.
  • -          Enhorabuena. Me dijiste que te habían dado un anillo… - Dijo Alexandros. Sara parpadeó varias veces tratando de recordar cuando había dicho eso. Recordó que el abuelo ya había preguntado por el anillo.
  • -          Uno falso… comprado en la feria… Este es el formal… supongo. – Le dijo Sara tratando de organizar sus pensamientos. Rodari la miró con curiosidad.
  • -          Me parece bien. De igual manera, en casa tengo el anillo de compromiso de tu madre. – Le dijo a Rodari. Este asintió.
  • -          Había pensado regalárselo en la boda. – Le dijo Rodari. Sara abrió mucho los ojos. Aquello era demasiado. Él no pensaba darle el anillo de su madre o ¿sí? Suspiró.
  • -          Dejen tanto melodrama. Este anillo es suficiente. – Le dijo. Alexandros se alzó de hombros y salió de la habitación. Sara esperó unos minutos antes de decir.
  • -          Esto fue excesivo, Rodari… podríamos haber esperado un poco… - Empezó a decir. Rodari la miró y tomó su Tablet.
  •   Si estás buscando razones para terminar conmigo, yo ando buscando razones para amarrarte a mí. Me voy a casar contigo, Sara. Porque quiero, puedo y me da la gana. – LE dijo él encendiendo la Tablet.
  • -          Todo esto comenzó como una farsa. – Empezó a decir ella. Rodari la miró enojado.
  • -          No había tenido que esperar tanto ni rogar tanto para que una mujer me aceptara. Sara… eres la elegida… me voy a casar contigo, me va a encantar seducirte y todavía más mantenerte en mi vida….- Sara sintió sus palabras como un golpe en el estómago. ¿Tenía él que ser tan crudo?
  • -          Tenías una relación con Nancy hasta hace apenas tres días…- Insistió Sara. Rodari siguió mirando sus correos.
  • -          A callar, niña. Yo dirijo esto. ¿Por qué tienes que nombrar a Nancy todo el tiempo? – Se quejó Rodari.
  • -          Tal vez ¿porque era tu prometida y es mi madre? No puedes borrar una persona de tu vida en tres días. – Le dijo Sara. Rodari la miró.
  • -          Tu madre se salió del juego desde el primer día porque tú arrasaste con tu jugada. – Le dijo Rodari. Sara se mordió el labio.- Nancy fue una válvula de escape  que no me sirvió para mantenerte fuera de mi vida.
  • -          Yo no jugué a nada… No me digas que yo te seduje. – Se quejó Sara al verlo reír.
  • -          Tan pronto me miré en tus ojos verdes… perdí cualquier interés  por estar con Nancy. – Le dijo Rodari. Sara frunció el ceño.
  • -          Estuviste tres semanas con Nancy y por lo menos otras tres mujeres más. – LE dijo Sara revelando que le llevaba la cuenta. Rodari dejó de fingir que miraba sus correos.
  • -          Fallidos intentos por huir de ti. – LE reveló. Sara contuvo el aliento. Dios no podía creer todas esas tonterías. Rodari era un hombre experimentado. No diría todas esas cosas si de verdad las sentía.
  • -          Rodari hablo en serio… Era difícil mentirle a Alexandros sin conocerlo y ahora… ME da pena que crea que en verdad nos vamos a casar. – Le insistió ella. Rodari dejó la Tablet a un lado de la cama y estiró el brazo sano hacia ella.
  • -          Vamos a casarnos. – Le dijo Rodari. -  Anda… Ven acá… - Sara movió la cabeza diciendo que no. – Sara… voy a detener mi respiración y este aparato empezará a sonar. Todavía estoy convaleciente.
  • -          No juegues con eso y no voy a acercarme. -  LE dijo Sara mordiéndose el labio. Rodari se sentó en la cama con dificultad.
  • -          Sara… Ven acá. No te acercas porque sabes que me deseas como yo a ti. Esta maldita herida no me deja hacer mucho pero… - Dijo él mientras se esforzaba por bajar los pies de la cama apoyado en un solo brazo.
  • -          ¡Cállate! No debí prestarme para esto. Debí aclarar todo desde un principio. Todo está mal. – Le dijo. Rodari sonrió
  • -          Todo está bien, Sara.  – Insistió él. – Me precipité al comprometerme con Nancy. El destino era que te conociera a través de ella pero me engañé como un tonto con ella.- Le dijo él.  Ya casi sentado en la cama. -  Ahora tengo todo claro pero… Esta debilidad y está herida no me dejan mostrarte que te deseo.
  • -          No estamos hablando de sexo. Estamos hablando de un matrimonio. ¿No has entendido la diferencia? – Insistió Sara tratando de mantener la cordura en medio de todas las locuras que Rodari insistía en proponer.
  • -          Precisamente porque sé la diferencia entre sexo y matrimonio, estoy completamente convencido de que puedo tener sexo con quien quiera pero solo quiero casarme contigo. – Sara lo miró como si fuera un extraterrestre.
  • -          Estas delirando por los sedantes. – Le dijo ella. Rodari sonrió. Y trató de bajarse solo de la cama. Sara corrió a detenerlo. Él la atrapó en su brazo y gimió al mover el brazo herido para impedirle alejarse. Sara lo sostuvo con clara expresión de preocupación.
  • -          Vamos siéntate…- Le pidió Sara. Rodari la abrazó con fuerza y buscó su boca.
  • -          Sara… - Gimió azuzado por el dolor en la herida y el deseo de besarla.
  • -          Dari…- Dijo Sara cediendo al deseo de besarlo. Estaba preocupada por su herida pero sentirlo tan cerca. Y estaba más que listo para tener sexo!! Apoyó la frente en la frente de Rodari y gimió. – Dios… ayúdame… No puedo contigo.
  • -          Abrázame… necesito sentirte… Sara… mi reina ni el dolor en el hombro puede contra el deseo de tenerte. Me estas volviendo loco. – Le dijo Rodari y Sara cedió a la tentación de besarlo.

Era como llegar al paraíso. Le rodeó con sus brazos alrededor de las costillas y dejó que el invadiera su boca con su lengua. Sara había sido besada y amada. Pero Rodari le hacia temblar. Las rodillas se le doblaban y se le nublaba la razón. Qué hacía ella dejándose seducir cuando ambos sabían que no iba a poder hacer el amor porque estaba muy débil y la herida era muy reciente. Sin embargo, qué placer oler su piel, sentir su aliento, dejarse invadir por las sensaciones que Rodari provocaba con sus caricias.
  • -          Pero es que están locos? – Gritó Carola entrando en la habitación. Sara gimió separándose sin ganas de Rodari y lo ayudó a sentarse en la cama, donde apenas si se apoyaba. Rodari sonreía divertido a pesar de que Sara podía intuir que le dolía la herida por tanto movimiento. Él estaba feliz de que Carola y el abuelo los hallaran en tan incómoda situación. La conclusión era obvia: Estaban tan enamorados el uno del otro que no podían esperar a estar juntos y a solas. Pensó Sara.
  • -          Qué bueno es verte, prima. – Dijo Rodari por respuesta. Carola entró de lleno a la habitación y Alexandros la siguió de cerca. Sara terminó de acomodarle las piernas y las cubrió con una manta.
  • -          Es una irresponsabilidad que estés… haciendo “eso” en lugar de descansar como debes. – Le dijo Carola sin saber cómo llamar a la escena que encontró. Sara miró avergonzada a Rodari y él  le tomó una mano con la mano sana y la acercó a él.
  • -          No puedo hacer nada, Carola… Por lo menos no por ahora. – Le dijo Rodari a su prima mientras acariciaba a Sara. – Solo estaba recordándole a Sara lo mucho que me gusta… Verdad, cariño? – Sara no dijo nada.

No podía mirar a Alexandros a la cara. Cómo podría decirle que aquello era una farsa cuando él les encontraba derretidos en un abrazo demasiado íntimo para ser una escena.  Rodari tenía en verdad un ángel que le cuidaba y propiciaba las cosas de tal modo que le salieran todo tal como las deseaba. Carola no podía haber llegado en mejor momento. ¿Le quedaría alguna duda de que eran amantes? ¿De que Sara se casaría con Rodari? Sara miró a Rodari que acariciaba su mano mientras hablaba de sus planes de viaje y los acontecimientos del fin de semana. Para él, aquello era tan real como su relación con Nancy. Suspiró y llamó la atención de Rodari que alzó la mirada.
  • -          No pienses tanto… - le susurró al oído acercándola  a él. Sara sonrió. Para no pensar tenía que besarla. Pensó ella y sonrió.
  • -          ¿Te puedo dejar con tu abuelo? Tengo que llevar un dinero a la agencia de viajes que organizó nuestro viaje. – Le dijo Sara. Rodari frunció el ceño.
  • -          ¿Cambiaste los dólares? – Preguntó preocupado. Sara movió la cabeza de un lado a otro.
  • -          Voy a pagar con mi dinero. Aquí te dejo tu billetera con los dólares y la Tablet y el celular. – Le dijo Sara mostrando el pequeño maletín de la Tablet.  – Sólo me llevo tu pasaporte pues necesito presentarlo.
  • -         ¿ Y qué tienes que pagar? – Preguntó Rodari. Sara se liberó de su mano y buscó su bolso.
  • -          Un excedente por no viajar mañana en el vuelo que tenía reservado para mi… y otro tanto para que nos ubiquen juntos en tu avión. – Le dijo Sara revisando que tuviera todo lo que le solicitaron.
  • -          No viniste en tu avión privado? – Preguntó Carola. Sara miró a Rodari. Avión privado? Es en serio? Pareció preguntar Sara con su mirada. Rodari le lanzó un beso al aire.
  • -          Solo lo usamos en USA. – Respondió Rodari. Sara puso los ojos en blanco. Debió imaginar que tenía un avión privado. Ese pequeño detalle de estar a punto de casarse con un millonario empezaba a crearle un peso en la nuca.
  • -          Yo te reembolsaré todo ese dinero. No quiero que cambies los dólares, hasta que sea absolutamente necesario. – Le dijo Rodari a Sara. Ella asintió. Había sido una de sus primeras instrucciones.
  • -          Me voy y regreso en dos horas más o menos. Voy a almorzar con mi amiga de la agencia. – Le dijo Sara a Rodari y se encontró en el dilema de besarlo para despedirse o hacerse la tonta y evitar esa escena. Rodari alzó la mano sana hacia ella y Sara tuvo que hacer lo que le pedía. ¿Es que él le leía los pensamientos? Sara se acercó a Rodari y volvió a dejarse besar por Rodari. Podía convertirse en un vicio saborear esos labios. Pensó Sara antes de alejarse. Rodari le sonrió satisfecho.
  • -          Sara… espero que nos veamos pronto en Nueva York. Allá te invitaré a un verdadero desayuno americano. -  Le dijo Alexandros antes de abrazarla con afecto y plantarle un par de besos en las mejillas. Sara sonrió.
  • -          Gracias, Señor Grecco… - Dijo Sara. Alexandros movió la cabeza de un lado a otro.
  • -          Alexandros… Nada de señor Grecco. – Le pidió. Sara sonrió.
  • -          Muy bien, Alexandros. Que tenga un buen viaje si no volvemos a vernos en la tarde. – Le dijo y se giró hacia Carola con expresión cordial.  – Adiós, Carola. Que estés bien.

Sara salió de la habitación como alma que lleva el diablo. No tenía ganas de seguir sintiendo la mirada odiosa de Carola, la lujuria de Rodari y la vergüenza de tener presente a Alexandros Grecco. Su encuentro con María Luisa, su amiga de la agencia de viajes transcurrió como siempre. María Luisa le envidió que pudiera irse a vivir a Nueva York y que tuviera un compañero de viaje como el que tendría. Sara omitió qué clase de relación tenían pero de seguro la chica supondría que era su amante. Hicieron los trámites necesarios en la agencia y se fueron a almorzar a un restaurante de moda cercano.
Aunque María Luisa había sido su compañera de colegio, de tareas y de diversión, Sara no la consideraba su mejor amiga. Sin embargo sería la persona indicada para propagar la noticia. Saldría pronto el anuncio en la prensa y Sara no quería responder a todos los conocidos que le reclamarían no haber compartido el acontecimiento. Le dijo a María Luisa que lo había conocido a través de Nancy y que estaba dispuesta a darse una oportunidad con él. Le contó sobre la beca en la Universidad de Columbia y lo conveniente que era que él viviera allí.  María Luisa la llevó a un almacén de lencería cerca y le regaló un juego sexy de ropa interior para que lo estrenara en su primera noche en Nueva York. Sara no paró de reír ante las ocurrencias de su amiga.
Regresó a la clínica y encontró a Rodari, solo trabajando en la Tablet. Cuando sintió su llegada Rodari alzó la cabeza y sonrió. Sara dejó que él la recorriera con su mirada antes de terminar de entrar a la habitación y colocar su bolso sobre el sofá. Sara se mordió el labio.
  • -          ¿Estas consiente de que para trabajar juntos primero tendremos que quitarnos estas ganas? – Le dijo él. Sara gimió.
  • -          ¿Quieres callarte?- Dijo ella. Rodari sonrió.
  • -          No puedo, cariño. Te veo y recuerdo que quiero amarte… y no puedo. – Le dijo él dejando la Tablet sobre sus piernas para extender el brazo sano hacia ella.
  • -          Voy a tener que irme. No podemos seguir hablando de lo mismo. – Le dijo Sara. Rodari insistió en mantener la mano extendida hacia ella. Odiaba el bendito dolor en el hombro que le recordaba que estaba herido. Si no fuera por esa herida tomaría a Sara en sus brazos y la subiría en la cama.
  • -          No puedes irte sin besarme… Solo besos… hasta que estemos en casa y podamos…
  • -          Cállate! – Rogó ella. Rodari sonrió. Le encantaba esa Sara que se sonrojaba ante sus insinuaciones. Hacía que su cara de ángel fuera más dulce y tierna.
  • -          Anda… Ven!! – Le pidió él. Sara se mordió el labio.
  • -          No puedo quedarme sin golpearte. – Le dijo ella. – Me utilizas en tu conveniencia y te burlas de mis sentimientos. Déjame ir, Rodari.
  • -          Te estoy ayudando a ver tu camino. – Rodari sabía que ella tenía razón pero la deseaba como un loco y no podía negarse la posibilidad de tenerla - La corriente de deseo estaba desde el primer día pero decidimos ignorarla. – Le dijo Rodari. Sara puso los ojos en blanco.
  • -          Estas delirando… Tal vez deba llamar al doctor. – Le dijo ella. Rodari trató de bajar las piernas para ponerse en pie. Sara se acercó a él. – Un beso y me voy.

Rodari se quedó sentado en la cama. Sara se acercó y se dejó envolver por él con el brazo sano. Era tan grato sentirlo cerca. Era como si la envolviera con su energía  y le hacía sentir segura, protegida. Rodari besó su nariz, sus mejillas, la comisura de su boca. Sara suspiró y le rodeó el cuello con sus brazos, terminó con la tortura besándolo ella. Rodari aspiró el olor a flores del perfume de Sara que le hacía sentir un vacío en el estómago.
Sara no supo cuánto duró el beso pero se alejó tan pronto se dio cuenta que Rodari estaba dispuesto a avanzar. Rodari tenía que reconocer que ella tenía razón. La herida le punzaba y el dolor  se extendía por su brazo pero esperar para hacerle el amor a Sara estaba volviéndolo loco.
  • -          Estás loco!! No puedes tener sexo con una herida. – Le dijo Sara. Rodari suspiró.
  • -          Ya me lo dijo el médico. – Le dijo él. Sara ocultó su rostro en el hombro sano de él
  • -          Lo que me haces hacer… ¿Sabes que mi hermana trabaja aquí? ¿Puedes imaginar lo que me va a decir ahora que me encuentre? – Se quejó Sara. Rodari sonrió un poco.
  • -          ¿Qué estás loca por mí? – Preguntó con aire inocente Sara movió la cabeza negando. – ¿¿Qué estas enamorada de mí?
  • -          Eres una plaga. – Le dijo Sara alejándose un poco para mirarle a los ojos. Rodari alzó una ceja.
  • -          Me odias? – Preguntó como si en verdad le doliera la posibilidad de que ella lo odiara. Sara sonrió.
  • -          No odias las plagas. Esperas que pasen… y tratas de olvidarlas. – Respondió ella. Rodari la besó de nuevo.
  • -          Y… ¿cuándo crees que te vas a librar de mí? – Preguntó él. Sara se permitió coquetear con él.  
  • -          Cuando adquieras un poco de mi sentido común.- Rodari dejó escuchar su risa y Sara sintió un nudo en el vientre.
  • -          Eso podría no ser nunca. – Le dijo él. Sara puso los ojos en blanco y simuló pensarlo.
  • -          ¿Todo el tiempo vamos a hacer lo que quieres? – Preguntó Sara. Rodari la apretó contra su cuerpo para que se diera cuenta que la deseaba.
  • -          Siempre que quieras lo mismo que yo… haremos lo que estás pensando. – Le dijo él. – También puedes darle órdenes a nuestros hijos.
  • -         ¿ Hijos? – Preguntó frunciendo el ceño. Estaba él hablando en serio o se estaba dejando llevar de la emoción del momento. – ¿Has hablado con la posible madre de los hijos?-  La expresión cargada de sensualidad en el rostro masculino le hizo congelar la sangre.
  • -          ¿No te gustaría que te hiciera un hijo? – Preguntó Rodari. Sara suspiró.
  • -          Rodari… no estás yendo demasiado lejos con este juego? – Preguntó Sara. Rodari suspiró sin dejarla de abrazar. Él también pensaba que era arriesgado pensar en hijos pero no había estado más seguro de querer uno con una mujer antes.
  • -          No… Sin importar como comenzó esto… Cada momento que pasamos juntos confirmo que quiero vivir contigo hasta las últimas consecuencias de aceptarte. – LE dijo. Sara contuvo el aliento.
  • -          Creo que es hora de tomar distancia.  – Le dijo Sara. Él no podía estar hablando en serio en tener hijos. Rodari no le dejó alejarse.
  • -          No tengas miedo, Sara. Yo confio en que tú sabes para dónde vamos… - Le confesó él. Sara sonrió.
  • -          Quieres que yo sea valiente porque tú estás en pánico. – Le dijo Sara. Rodari sonrió.
  • -          Ves… Eres la mujer perfecta. Sabes lo que estoy pensando, me adivinas y me dices qué quiero aunque no lo acepte. – Sara trató de alejarse.
  • -          Déjame ir, Rodari. Yo no puedo exponer mi corazón a que tú descubras que no soy lo que querías. – LE dijo Sara. Rodari la besó.
  • -          Eres lo que quiero… Aunque no quiera. – Le dijo sin alejar los labios de su boca. – Lo que más me asombra es que no sé quién eres, ni sé quién soy contigo.
  • -          Ya veo que está bien… - Dijo el doctor entrado a la habitación rompiendo el hechizo. Sara lo ayudó a subir a la cama y se alejó de él. Rodari la miró preocupado. Sara le guiñó un ojo y tomó el celular de Rodari que sonaba en ese momento.
  • -          Nancy… - Gimió Sara al reconocer la voz al otro lado del teléfono. Sara miró a Rodari y frunció el ceño. Ella había olvidado por completo a su madre… y su papel en esa historia. Sara se aclaró la garganta. – Es … Está bien, Rodari. En este momento lo está revisando el médico así que… no sé si pasártelo. – Rodari movió la cabeza negando. El doctor comenzó a auscultarlo. – Oh bien!! – Dijo Sara escuchando que su madre decía que no había problema.
  • -          ¿Qué sucede Sara?… ¿Hay algo que no quieres decirme? – Preguntó Nancy. Sara se mordió el labio.
  • -          La prensa publicará que voy a casarme con Rodari. – Le dijo Sara en un hilo de voz. Nancy dejó escuchar una risa nerviosa al otro lado de la línea.
  • -          Ya lo sabía. De hecho, ya hice unos bosquejos de trajes de novia y te los mandé a tu correo. – Le dijo. Sara frunció el ceño.
  • -          No voy a usar un traje de novia. – Le dijo Sara dando la espalda a Rodari y acercándose a la puerta.
  • -          Vamos, Sara. Te vas a casar con un millonario.  –Le dijo Nancy. Sara puso los ojos en blanco
  • -          Si… había olvidado que Rodari era millonario. – Se quejó Sara. Nancy volvió a reír
  • -          Sara… si él dice salta, tú debes preguntar a qué altura. Tendrás una boda con fotógrafos y quiero que mi vestido de novia esté en las fotos. – LE dijo Nancy. – Bueno… no el mío… el que haré para ti… ¿Se entendió?
  • -          No te entiendo, Nancy. Ni siquiera cuando dices algo sensato. Mucho menos ahora que me dices locuras. Eras su novia, te ibas a casar con él… - Empezó a decir.
  • -          Todo en pasado, cariño. Eso fue exactamente un minuto antes de que te conociera. Tan pronto se vio reflejado en tus enormes ojos verdes, se olvidó de mí. – Dijo Nancy. – Yo lo asumí… y tú debes hacerlo también para que sea más fácil todo.
  • -                     Nancy.. Eres mi madre. Eras la novia del que ahora es mi prometido… - LE resumió Sara.
  • -          Hay enredos familiares más complicados. Además eso quedará entre nosotras. – Le dijo Nancy asumiendo el papel de madre que en ocasiones solía ser bueno. - Nadie sabe de mi relación con Rodari. Nunca trascendió a la prensa. Deja de estresarte por eso. Yo… lo superaré… y tú… vas a ser feliz con él. Yo lo sé.
  • -          ¿Así como sabías que él era el hombre de tu vida? – Preguntó Sara. Rodari apareció en la puerta de la habitación sostenido por su médico. Sara corrió a su lado.
  • -          Estás caminando! – Exclamó sorprendida. Rodari sonrió.
  • -          Y no te imaginas lo que duele…- Le respondió él. Sara le pasó el celular.
  • -          Nancy. – Dijo sencillamente y empezó a preguntarle a su médico sobre los cuidados de Rodari.

No quería escuchar la conversación de Rodari. Necesitaba una distracción. El doctor le dijo que debía tener una fisioterapeuta que le guiara una rutina de ejercicios para recuperar la movilidad del brazo pues de todos modos la bala habría afectado de algún modo los músculos del pecho y el hombro. Le daría la receta con los medicamentos para ayudar a desaparecer los efectos de la cirugía y también debía aplicarse algunas cremas para los moretones en la espalda. Sara imaginó a quien pondría Rodari a aplicarle esos medicamentos en la espalda.
El médico le solicitó que se acercara a la administración a terminar los trámites de la salida de Rodari y le dejó las recetas en la mesita auxiliar de la cama. Rodari continuaba hablando con Nancy apoyado en  la pared. Sara se acercó y contrario a lo que se imaginó, Rodari le sonrió y le acorraló entre su cuerpo y la pared.
  • -          Si, Nancy. – Dijo él mientras sonreía al ver la expresión de sorpresa en la cara de Sara. -  Sé que me esperará una muerte lenta si le hago daño a Sara. – Rodari la besó haciendo a un lado el celular.
  • -           Nancy… - Dijo Sara. Rodari le dijo que no hablara moviendo la cabeza de lado a lado.
  • -          No te preocupes. Tan pronto lleguemos a Nueva York te mandaremos fotos de la iglesia y del salón. – Sara frunció el ceño.
  • -          Rodari… ¿Iglesia? – Preguntó preocupada. Rodari movió de nuevo la cabeza de un lado a otro.
  • -          Nos veremos entonces, Nancy. Adios. -  Terminó la conversación Rodari. Sara lo dejó meter el celular en el bolsillo trasero de su jean. 
  • -          Es una locura casarnos por la iglesia. Si te arrepientes y quieres volver a casarte, tendrás que hacer muchos trámites… - Rodari le rodeó los hombros con su brazo sano.
  • -          Olvídalo!! Si me aburro de ti… me quedaré solo. Tengo 26 años y sé exactamente lo que quiero… y eso eres tú… ¿Tienes eso claro?

Sara no quiso seguir discutiendo. En el semblante de Rodari se observaba el cansancio y el dolor que le causaba caminar y mover el brazo enfermo. Lo llevó de regreso a la cama pero él sólo se sentó. Sara lo miró con seriedad.
  • -          Rodari… Te sientes en condiciones de viajar? No quieres esperar un par de días más? – Preguntó preocupada. Rodari sonrió
  • -          Me encanta que te preocupe, cariño. – Le dijo él. – Pero debo regresar a Nueva York antes que mis socios entren en pánico.  Descansaremos en la casa de Xandros… te lo prometo. El abuelo tiene una piscina cubierta y podré hacer ejercicios allí. Y… estaré a media hora de la bolsa de Nueva York… o de cualquier otro sitio de reunión con ellos. Entiendes?
  • -          Sí… Sé que tu presencia en la bolsa de valores dará tranquilidad a tus socios pero a veces pienso que te haces el fuerte y te duele de veras la herida. – Le dijo Sara. Rodari movió la cabeza como diciendo que en parte sería verdad.
  • -          Muy bien… Sabes más de lo que debes. Tú tienes que entrar a la universidad el lunes y yo debo volver a mis negocios. Llevo siete meses en Colombia, seis semanas sin atender mis negocios, evadiendo mis responsabilidades. – Confesó él. – En realidad, tú tenías razón… Estar en Colombia jugando al terrateniente y al enamorado joven y libre no le hacía nada bien a mi fortuna.
  • -          ¿Eso quiere decir que no tendremos luna de miel? – Dijo Sara bromeando. Rodari sonrió con sensualidad.
  • -          Tendremos nuestra noche de bodas… Esta noche.- Le dijo él. Sara movió la cabeza de lado a lado. – Sip… Esta noche… en mi apartamento… Vas a quitarme estas ganas si o si.
  • -          Olvídalo! El doctor me dijo que esperaras dos semanas. Que te hicieras una prueba de esfuerzo y luego hablaríamos.  – le dijo Sara y empezó a sacarle la ropa que le había traido en el maletín. Rodari sonrió. Así que ella no era tan inmune a la corriente de deseo entre los dos.
  • -          Eso quiere decir que le preguntaste? – Sara hizo una mueca de disgusto.
  • -          Eso quiere decir que le preocupaba la escena que encontró cuando vino a verte. – Le respondió Sara bajando las ínfulas que empezaba a mostrar Rodari hizo un puchero infantil que hizo reír a Sara. – Aguantarás… Estoy segura.
  • -          Aguantaré … Estoy seguro… pero no feliz. – Le respondió él. – Por lo menos te divierto.
  • -          Oh… Si me divierto contigo… Cuando no andas como un  pulpo tocando todo lo que puedes. – Le dijo ella. Rodari se echó a reír.
  • -          De acuerdo… dormiremos esta  noche abrazados… Y en dos semanas podré escaparme de nuevo de la oficina e iremos a Miami para una luna de miel… ¿Te parece? – Sara sonrió.
  • -          Creo que es la primera vez que pides mi opinión. – Bromeó ella. Rodari sonrió.
  • -          Aprovecha… No se verá con frecuencia. – Sara terminó de organizar las cosas y se acercó.
  •   Vas a bañarte?- Le preguntó. Rodari la miró con expresión sensual.
  • -          Vas a bañarme? O mejor… te vas a bañar conmigo? – Le dijo. Sara sonrió.
  •  Nada de eso. Te bañarás solo y tienes cinco minutos para ello porque en media hora estará aquí la enfermera para ayudarnos a hacer los trámites de salida.  – LE informó ella. Rodari volvió a hacer un puchero infantil.
  • -          Entonces me niego a bañarme. Ayúdame a cambiarme de ropa. – Le pidió.
  • -          Te duele verdad? Quieres que le pida a Melissa un medicamento más fuerte? – Le preguntó Sara.
  • -          No… Sólo ayúdame con la manga… puedes buscar una camisa que no sea manga larga? – Preguntó él. Sara le mostró la que había escogido.
  • -          Como harás en Nueva York? – Preguntó Sara ayudándolo a meter el brazo herido en la manga.
  • -          Allá el frío me obligará. Créeme… - Le dijo él bromeando. Sara trató de ser lo más cuidadosa posible. Rodari dejó de molestarla con actos de seducción y se contuvo de darle un beso.
  • -          Bien. Ahora el pantalón. – Dijo ella sin abotonarle la camisa. Sara tomó el pantalón de lino que le había traído y metió los pies y lo subió hasta las rodillas. Rodari se bajó de la cama. -
  •           Es imposible contenerme.. – Se excusó Rodari cuando ella lo miró incómoda por tener que abrocharle la corredera cuando su excitación era evidente.  – Parece que tuviera vida propia. Créeme…
  • -          Son muchas cosas que creerte.. – Bromeó Sara nerviosa. – No te preocupes… creo que empiezo a acostumbrarme.
  • -          ¿De veras? – Preguntó Rodari atrayéndola hacia él. Sara sonrió.
  • -          Y… bueno… No puede ser tan malo … disfrutarte… No? – Le dijo. Rodari sonrió.
  • -          No he tenido quejas hasta ahora. – Le respondió. Sara lo besó. – Y no creo que tendré quejas de ti…   
  • -          Oh entonces es cierto…- Dijo Melissa entrando a la habitación empujando una silla de ruedas. Sara permaneció abrazada a Rodari.
  • -          Qué? – Preguntó Sara tratando de recuperarse de estar por tercera vez en el día de ser encontrada en brazos de Rodari.
  • -          Todos en el hospital están idiotizados por la historia de amor de ustedes dos. Que parecen conejitos en celo… que se ven hermosos juntos. – Les dijo Melissa y los miró. – Bien… En verdad que se ven hermosos juntos.- Dijo Melissa y señaló la silla de ruedas. – Es obligatorio que bajes en esto.
  • -          Y los trámites de la clínica? Yo no he pagado aún. – Le dijo Sara. Melissa sonrió.
  • -          El señor Alexandros cuadró todo antes de marcharse. Si te hubieran retrasado a mañana… habría que pagar un excedente pero gracias a Dios te vas ya!!  - Les informó Melissa. Sara sonrió.
  • -          Te están volviendo loca las enfermeras.  – Concluyó Sara tomando el maletín de Rodari para guardar la Tablet y el celular lo guardó en su bolso.
  • -          Qué comes que adivinas… Tu novio las tiene locas a todas. Me tienen harta. ¿Te dijo que me tocó bañarlo esta mañana antes que lo fotografiaran desnudo? – LE dijo Melissa. Rodari se echó a reír. Sara hizo cara de que sabía de qué hablaba.
  • -           Bien… creo que es todo. – Dijo Sara revisando su bolso. Rodari le entregó la billetera que tenía debajo de la almohada y se sentó en la silla de ruedas con ayuda de Melissa.
  • -          Siento que llevo semanas, metida aquí. – Comentó Sara mientras salían hacia el ascensor. Melissa sonrió.
  • -          No se siente el paso del tiempo. A propósito de tiempo… mañana te llevo las maletas es más práctico que salgas del apartamento de Rodari directo al aeropuerto a que tengas que ir por tus maletas a casa.  – Le dijo. Sara suspiró.
  • -          Te irás a despedir de mí?  - Preguntó sintiendo de golpe la nostalgia de dejar a su hermana. Melissa sonrió.
  • -          No te preocupes… mañana descanso. Cenaremos juntos en el apartamento de Rodari y tú cocinarás para mí. – Dijo Melissa. Rodari giró para mirar a Sara.
  • -          Sabes cocinar?  - Preguntó curioso. Sara sonrió mirando a Melissa.
  • -          Cómo crees que pudimos crecer a pesar de una madre como Nancy…- Dijo sin pensar y se mordió el labio. –Lo siento. Pero es la  verdad… o aprendíamos a cocinar o nos dejábamos morir de hambre. Nancy se iba al taller de confección y se olvidaba del tiempo.
  • -          Sara cocina mejor que yo La verdad la cocina no es mi fuerte.- Le comentó Melissa. -  ¿Tendrás tiempo de hacer uno de tus platos de comida colombiana?
  • -          Haré pescado… Rodari está harto del pollo. – Le dijo Sara. Rodari se asombró porque había comentado eso con su abuelo. Tenía que tener cuidado con lo que hablaba cuando la tenía cerca. Sara parecía entretenida pero estaba atenta a todo.
  • -          En la puerta les espera un automóvil rentado por Xandros. Es un amigo mío que hace de chofer a turistas. – Le dijo Melissa a Rodari. Sara recordó de repente a los periodistas en la entrada y las recomendaciones que Alexandros le había dado con respecto a ellos.
  • -          ¿Qué vamos a hacer con los periodistas? -    Preguntó Sara. Rodari se colocó derecho en la silla. Melissa le pidió ayuda al policía que custodiaba a Rodari. Este empezó a alejar a los periodistas del camino de la silla de ruedas.
  • -          Rodari dará declaraciones mañana a las 8 de la  mañana en el salón social de Vallclaire. – Anunció Sara antes de ayudarlo a subir en el auto. Rodari respondió a un par que se acercaron al auto y metieron el micrófono por la ventanilla.
  • -          Estoy muy bien. Mi guardaespaldas saldrá en una semana. – Le escuchó decir ella.- Me marcho a Nueva York pronto porque voy a casarme allá. Espero que nos veamos cuando venga en Carnavales. – Dijo mientras Sara daba la vuelta al auto y se subiera a su lado. Rodari subió el vidrio de la ventanilla y el chofer arrancó.
  • -          Hola, Camilo. Te presento a … mi novio Rodari Grecco. – Le dijo Sara al chofer. Rodari se rio de su presentación.  – Melissa te dio la dirección?
  • -          Hola, peque. Hola, Rodari. Meli Melo me dio la dirección. – Respondió Camilo. Sara sonrió.
  • -          Camilo siempre me ha visto pequeña y Meli Melo era la protagonista de un cuento infantil. – Le explicó a Rodari. – ¿Mañana nos llevarás a la inspección de policía?
  • -          A las dos de la tarde.  – Confirmó él sin dejar de conducir.
  • -          Correcto. – Dijo Sara. Rodari se recostó en el asiento. – Te sientes bien?
  • -          ¿Te sientes bien, cariño?… cuándo me vas a decir una frase de afecto? -  Preguntó él sin abrir los ojos. Sara sonrió y le peinó los cabellos hacia atrás.
  • -          ¿Te sientes bien, amor? – Repitió. Rodari la miró de reojo.
  • -          Ahora me siento mejor. De todos modos, tanto movimiento me molesta en la herida.  – Reconoció.
  • -          Bien… No te duermas que estamos cerca. Ahora que lleguemos al apartamento podrás dormir toda la tarde. – Le dijo. Asombrada Sara descubrió que él la obedeció quedándose quieto recostado al asiento.
Camilo los ayudó a bajar el maletín mientras Rodari se apoyaba en Sara para bajar del auto y caminar hacia el apartamento. Gracias a Dios, el ascensor los dejaba casi en la puerta del apartamento. Las huellas de las balas ya habían sido cubiertas por una nueva pintura y la administración había reparado el balcón. En la puerta había un policía que les custodiaría hasta su viaje al aeropuerto. Sara le saludó y recibió el maletín que Camilo había subido.

  • -          Cuánto debemos pagarte? -  Preguntó Sara. Camilo hizo un gesto con la mano.
  • -          Melissa tiene la cuenta de ahorros en la que debes consignar mi pago. Y si no estoy mal tu suegro ya abonó los dos viajes. Si quieres vengo por ustedes el viernes para llevaros al aeropuerto… - Le propuso. Sara asintió.
  • -          Bien. Conoces mi correo y mi celu… avísame cualquier novedad.  – Le dijo y dejó que Camilo la besara en la mejilla. Esperó a que cerrara la puerta de salida y se fue a ver a Rodari.
  • -    Estaba acostado sin camisa sobre lo ancho de la cama. Sara frunció el ceño. Su expresión era de frustración. Sara se imaginó lo que intentó hacer. Colocó el maletín sobre la cómoda y su bolsa en un sofá.
  • -          ¡¡Vamos levántate!! ¿Quieres usar algo más ligero que tus pantalones? – Preguntó Sara. Rodari sonrió con desgano.
  • -          Quise esperarte sin ropa y no puedo más que quitarme la camisa. – Se quejó. Sara se rió de él.
  • -          Cariño… -  Le dijo burlona. -  Deja los afanes… Necesitas dos semanas para recuperarte.
  • -          No te burles de mí. – Le dijo él permitiendo que ella lo ayudara a sentarse en la cama. Sara lo besó.
  • -          No te burles tú de mí. – Le dijo ella y le ayudó a quitarse los pantalones. Llevaba pantuflas así que quedó en bóxer delante de ella. – Dime que usas pijamas para dormir.
  • -          En Nueva York? – Preguntó él burlón. Sara puso los ojos en blanco.
  • -          Está bien. Yo tampoco traje una. – Le dijo y le quitó el edredón a la cama. - Melissa trajo a la señora que nos ayuda con el aseo para hacer el de este apartamento así que todo está limpio sin señales de sangre ni violencia. – le dijo Sara sabiendo que él buscaba con la mirada los restos del ataque.
  • -          Vas a quedarte conmigo? – Preguntó él como si de repente temiera que ella lo dejara solo. Sara sonrió.
  • -          Si… Vamos. Acuéstate. Solo voy a revisar las ventanas y las puertas. – Sara dio vuelta en la casa e hizo lo que dijo. Rodari se metió en la cama y la espero.
  • -          Sara… dame una pasta para el dolor. – Le dijo reconociendo que el hombro le molestaba. Sara fue por el vaso de agua, le dio la pasta y lo acomodó entre sus brazos para se durmiera.
  • -          Sara… - Dijo Rodari cuando Sara estaba segura de que él dormía. Sara le acomodó unos rizos de su cabello detrás de las orejas y murmuró.
  • -          Hmmm…- Rodari suspiró. 
  • -          Sabes por qué sé que eres la madre de mis hijos? – Le dijo él. Sara sonrió.
  • -          Porque estás obsesionado con eso? -  Dijo Sara sólo por invitarlo a que continuara hablando. Rodari intentó girarse pero la herida se lo impidió.
  • -          Estoy seguro que eres tú porque te pareces a mi madre. – LE dijo él con un tono de voz ronca que le dijo a Sara que su revelación era demasiado íntima para ser tomada a broma. 
  • -          No intentas ser Edipo… verdad? – Preguntó Sara. Rodari sonrió.
  • -          No te burles. Me refiero a que tienes esa intuición que parecía guiar todas sus decisiones: Sabía cuándo alguien necesitaba compañía y cuando había que dejarlo a solas… como si todo el tiempo algo le dijera que necesitaba el otro y la mejor forma de proveerlo.
  • -          En mí, no es instinto… bueno es instinto de supervivencia. Era cuidarnos o morir. – Insistió ella. Rodari movió la cabeza negando.
  • -          Pudiste convertirte en un parásito dependiente de tu hermana. -  Apuntó él. Sara sonrió.
  • -          Punto para ti, Grecco. – Le dijo casi durmiendo.
  • -          Ven a este lado de la cama…- LE dijo Rodari dando palmadas al espacio frente a él. Sara no esperó otra invitación y pasó por encima de él. Se acomodó en el pequeño espacio, muy cerca de él.
  • -          Eres hermosa… Sara- Le dijo él acariciando la cara de Sara. La chica sonrió.
  • -          Y muy tonta. – LE dijo ella. Rodari sonrió con un gesto cargado de sensualidad. 
  • -          Tú puedes ser todo lo que quieras pero … tonta…. No creo.- Le dijo él. Sara puso los ojos en blanco.
  • -          No debo estar aquí, no debí aceptar fingir ser tu novia… y menos comprometerme contigo. – Le dijo. Rodari le tomó una mano y la besó. 
  • -          El destino nos ayudó a hacer lo que habíamos renunciado a hacer. De no existir Nancy…
  • -          Pero Nancy existe – Dijo Sara en un suspiro – Y es mi madre.
  • -          Y nos dio su bendición para estar juntos.
  • -          Crees que ella no está sufriendo? – LE dijo Sara mirándolo a los ojos.
  • -          Creo que ella estaría sufriendo estemos juntos o no. Y que nosotros no podemos desperdiciar la oportunidad de disfrutarnos… - LE dijo mientras su mano acariciaba el centro de sus senos. Sara gimió de placer.
  • -           Crees que puede ser para toda la vida? – Preguntó Sara. Rodari sonrió.
  • -          Cariño… Eso no puede afirmarlo ni un hombre común y corriente a una chica común y corriente… - Le dijo él y le tomó la mano para colocarla sobre su sexo. – Sara… hay otras formas de dar placer sin tener sexo…
  • -          Estás herido y tu cuerpo no debería estar pensando en eso. – Dijo Sara con voz más ronca de lo que le hubiera gustado y sin dejar de tocarlo sensualmente.
  • -          Pero lo hace… y necesito… - Le dijo él y la acercó para que le besara mientras daba rienda suelta a sus caricias.
Con la cara roja de vergüenza, Sara se permitió dar vía libre a sus fantasías y disfrutó de tocarle y darle placer al hacerlo hasta que tuvo que llevarlo a la ducha para terminar. Ambos reían como dos niños mientras Sara lo secaba y le ayudaba a colocarse otro bóxer para ayudarlo a regresar a la cama. Aquello había sido tan fantástico e íntimo como tener sexo y Sara apenas podía creer que se hubiera desinhibido tanto como para seguirle el juego.  

Se quedaron dormidos mientras Rodari contaba sus experiencias con chicas a las que jamás penetró pero con las que vivió todo tipo de raros encuentros sexuales en lugares… excesivamente públicos para Sara. Rodari se durmió con el pensamiento más dulce que jamás pudo imaginar: Sara tenía el olor más sensual que hubiese percibido en una mujer y ni siquiera usaba perfume!    

El viernes a las tres de la tarde, Sara se bajaba del todoterreno que Alexandros había enviado a buscarlos al aeropuerto. La nieve formaba una capa de más de 10 centímetros y si ella sentía el frío en los huesos, podía imaginar que para Rodari aquel frío en el hombro era una tortura. Entregó su maletín de manos y el de Rodari a la mucama que se acercó con Alexandros a la entrada de la casa y le sirvió de muleta a Rodari para bajarse y caminar.

La mansión Grecco se extendía en una zona rural de Hampton. Casi todas tenían establos por lo que Sara supuso que habría caminos de herradura para cabalgar. Los jardines comenzaban un  kilómetro más adentro de la cerca pero estaban cubiertos por la nieve. Sara apreció la arquitectura republicana de las hermosas columnas talladas que iban desde el techo del segundo piso hasta el piso del primero. El barandal en el balcón del segundo piso estaba restaurado y lucía barrotes de concreto en lugar de los originales que debieron ser de yeso. Los ventanales estaban cubiertos por rejas iguales de estilo sencillo que permitían apreciar las puertas ventanas mitad de madera tallada y vidrios niquelados.

Sara sonrió a los halagos de Alexandros por su ropa. Mientras acomodaba a Rodari en un sofá y le besaba en los labios antes de ponerse en pie de nuevo. Rodari la apreció  sin el sobretodo. Alexandros tenía razón. El vestido azul violeta resaltaba sus ojos verdes, su cabello platinado, el bronceado de su ´piel. El corte recto de la falda enfatizaba su figura  y concentraba la mirada del observador en las bien formadas piernas. Lástima que por el frío, Sara tuviera puestas unas medias negras.
-     


  •       -  Diseño de Nancy. Se volvió loca cuando le dije que iba a estudiar en Nueva York,  torturó a las mujeres de sus talleres para que me hicieran la ropa en tiempo record. – Contó Sara sentándose en el brazo del sofá al lado de Rodari.
  • -          Espero que te sientas bienvenido, hijo. – Le dijo Alexandros. Rodari masajeó su cuello con la mano sana.
  • -          Bienvenida la de la nieve…- Dijo Rodari. Sara le tocó la frente.
  • -          Te sientes bien. Me imagino que molesta el frío en la herida. – Comentó Sara.
  • -          En tu habitación está encendida la chimenea, pensando en eso. – Le dijo Alexandros. Rodari asintió. – Es tu primera vez en la nieve, Sara?
  • -          Es mi primera vez en muchas cosas, Alexandros. – Respondió ella. Rodari dejó escuchar su risa.
  • -          Cuando nos aclimatemos… Vamos a jugar en la nieve… - Le dijo él. Sara se acercó a su oído y susurró.
  • -          Cuando te aclimates… jugaré contigo. – Le dijo. Rodari volvió a reír.
  • -          Me avisan cuando quieran quedarse solos. – Les dijo Alexandros. Rodari sonrió a su abuelo.
  • -          En dos semanas cuando esta cosa este cerrada. – Respondió él mostrándole el brazo con el cabestrillo. Sara sonrió con las mejillas coloradas pero no de frío. – Lo siento, mi amor. No quise molestarte.  – Dijo Rodari mirando a Sara. – No te imaginas lo que he tenido que rogar para que esta mujer duerma conmigo. – Le contó a su abuelo.
  • -          Es una novedad, porque tú sueles tener que echar a las mujeres de tu cama. – Comentó él. – Lo siento, Sara. Fue inoportuno.
  • -          Nada de eso. Sé que tengo entre manos… y no es nada fácil.  – Le dijo la chica. – Pero… dígame… qué le dijo el médico esta mañana?
  • -          Reposo, tranquilidad, ejercicio y una bolsa llena de medicamentos. Todo lo que necesitas para sobrevivir a la ancianidad. – Les dijo. Sara miró a  Rodari sin estar convencida de que todo hubiese sido tan común.
Sara recorrió la casa con Alexandros mientras Rodari dormía una siesta. ¿15 habitaciones? ¿Quién necesitaba 15 habitaciones en una casa? Se preguntó Sara mientras acomodaba sus cosas en un armario de la habitación que compartía con Rodari.  Un griego millonario que soñaba con familias numerosas todos viviendo en el mismo lugar. Supuso pensando en el antepasado de Rodari que amplió el número de habitaciones y que tuvo siete hijos. Revisó su imagen en el espejo. Después de siete hijos, la mujer de ese magnate  griego no podía tener un cuerpo como el de ella. Verdad? Se dijo mirando que estaba más blanca y más delgada que una semana atrás. Pero le sentaba a las mil maravillas aquella blusa color miel y aquel pantalón azul cielo. Rodari tosió en la cama y Sara lo miró.

  • -          ¿Te gusta la habitación? – Preguntó. Sara sonrió moviendo los brazos como si estuviera abarcando todo en el cuarto.
  • -          Has conocido a alguien a quien no le gustó? – Preguntó ella. Rodari sonrió.
  • -          Más de las que quieres saber. – Le dijo él. – He estado pensando en las cosas que pueden preguntar sobre nuestra relación y que no hemos acordado. – Le dijo. Sara sonrió y se acercó a la cama.
  • -          Pensé que estabas durmiendo. – LE dijo y se acomodó en el borde de la cama. – Es muy fácil. No digamos nada.
  • -          Eso no es muy chistoso. – Le dijo Rodari -  A mí no me van a preguntar pero las mujeres… quieren saberlo todo.
  • -           Demasiado tarde, cariño. Ya he sostenido esas conversaciones. – Le informó. Sara pensó en los desesperantes minutos conversando con Carola en el hospital o en las llamadas telefónicas antes de su viaje.
  • -          Y qué hiciste? – Preguntó Rodari intrigado. Estaba tan concentrado en sus malestares, sus problemas de negocios y el estado de salud de su guardaespaldas que se olvidó de a qué estaba exponiendo a Sara.
  • -          Lo que mamá aconseja en esos casos: sonríe mucho, habla poco y pregunta, pregunta, pregunta. – LE dijo ella. Rodari sonrió
  • -          Muy inteligente. Qué debo decir cuando se me acaben las preguntas? – Bromeó él. Sara alzó una ceja.
  • -          Que nos presentó mi madre, que vivía en Barranquilla con mi hermana, que me dieron una beca para venir a estudiar a USA y que estoy probando si me gustan NY, Rodari y los negocios… - Le dijo ella. Rodari la miró a los ojos.
  • -          Cuando termines tu maestría te regresarás a Barranquilla si no te gusto yo? – Preguntó él. Sara lo miró.
  • -          Estas preguntando lo mismo que yo te pregunté sobre si estabas seguro que era para toda la vida o por un rato…- Le dijo ella. Rodari sonrió.
  • -          Me encanta que seas tan inteligente pero… me mata que tengas tan buena memoria… - LE dijo él. – Si… un poco… bien… me preocupa que no me creas que estoy loco por ti.
  • -          Yo te creo y sé que sabes que me traes de cabeza. –LE dijo Sara sonriendo. – Pero… reconócelo… No soy tu tipo. Nada de glamour, vida de socialité, ropa íntima atrevida, sexo en lugares públicos…
  • -          Ven acá… - La haló Rodari hacia él haciendo que ella lo cubriera con su cuerpo. – Tú me seduces con tus mejillas rojas de vergüenza por mis comentarios, con tu mirada sobre mi boca cuando quieres un beso, con tus palabras inocentes sobre mis deseos atrevidos… Me tienes loco… y   detesto tener que esperar esas benditas dos semanas para demostrártelo pero… cuando podamos… vas a tener que pedir auxilio…
Sara se abandonó a los besos de Rodari y disfrutó de un abrazo sensual pero totalmente desprovisto de oscuras intenciones. Así los encontraron muchas veces Alexandros y las mucamas en esas dos semanas. Los dos muy juntos disfrutando de besarse sin tener la intención de hacer nada más. Alexandros sonreía cuando las mucamas le comentaban lo enamorados y hermosos que se veían los dos. Le llenaba de felicidad saber que Rodari había encontrado una mujer que lo incitara al romanticismo, al amor.

Cuando no estaban mirándose a los ojos y besándose, estaban conectados a la Tablet pujando por internet en la bolsa de valores. Alexandros los veía discutir sobre vender o comprar, reírse de sus confusiones, regañarse por acciones equivocadas y establecer acuerdos para no interrumpirse el uno al otro. Rodari miraba a su abuelo observarlos. Cuando Sara se retiraba a la habitación a tomar lo que ella llamaba un baño de belleza antes de dormir, Alexandros le comentaba sobre lo que miraba en ellos durante el día.

  • -          Eres consciente de que es la única mujer a la que le sonríes por llevarte la contraria? – Preguntó una vez Alexandros. Rodari suspiró.
  • -          Esta es la única mujer a la que … quiero manejar y que me maneje… - Reconoció Rodari. – Y me da pánico y placer que sea lo que es.
  • -          Me imagino. – Le dijo Alexandros. -   Solo… no la lastimes.
  • -          Si lo hago… no será mi intención… Te aseguro. – Le dijo Rodari. No podía asegurar que se comportaría bien todo el tiempo. No podía asegurar que  no se dejaría llevar en alguna ocasión de… qué. ¿Quién podría seducirlo con esa fuerza avasallante y total de Sara?
Sara se bajó del auto y caminó hacia la enorme casa Grecco que ya no le parecía tan imponente y opulenta después de cuatro años viniendo a visitar a Alexandros Grecco en ella. Era otoño y las hojas de los árboles hacían un tapizado hermoso sobre los caminos de herradura que ya nadie usaba más que para paseos en bicicleta. Alexandros debía estar en su habitación esperando su visita así que Sara tuvo que atravesar la enorme puerta principal, recorrer la sala de recibo con sus muebles estilo Luis XV, con sus enormes jarrones llenos de flores color granate que Luisa, la nana de Rodari y ahora ama de llaves de Alexandros solía colocar sólo en otoño.

Sara llevaba un sobretodo gris cobalto sobre un vestido en seda china azul rebordada con hilos dorados y unas zapatillas de una diseñadora colombiana. Había adquirido ese estilo citadino de mujer de negocios neoyorquina después de cuatro años trabajando al lado de Rodari. No podía quejarse de los beneficios recibidos de su relación con el magnate de las inversiones. Aunque hacia poco más de una año que no se veían. Como si lo hubiera llamado, Rodari apareció en la sala lanzando su maleta y su morral sobre un sofá como si fueran dos cajas vacías.

  • -          Anda, sube… - Le dijo él. – Está en su habitación. Le encantará verte.
Él había ido a buscarla a la oficina para decirle que Alexandros se negaba a regresar a la clínica. Ella era la última opción de Rodari para convencer a su abuelo de permitir que los médicos hicieran sus últimos días más cómodos. Sara subió las escaleras sin decirle nada. Ya no hablaban entre ellos de algo más que de asuntos de la bolsa o de la oficina. Y Sara no sabía si eso la alegraba o la llenaba de tristeza… Y si tenía que preguntarse qué sentía… tal vez no sentía nada. Alexandros estaba en la cama con una bata inglesa y conectado a un monitor cardiaco. No parecía ni la sombra del hombre que Sara había recibido en el hospital en Barranquilla hace cuatro años y que le dio todo el apoyo del mundo para imponerse en la familia como la esposa de Rodari.

Los muebles de madera labrada de la cama y de los sofás de visita no habían cambiado aunque las sábanas que cubrían la cama eran de hospital para que pudieran ser lavadas con más frecuencia. Sara sintió que Rodari había disminuido la importancia de esa recaída. Alexandros no estaba convaleciente… estaba viviendo sus últimas semanas.

  • -          Alexandros… - Dijo Luisa con suavidad. El señor abrió los ojos lentamente. Su sonrisa surgió de inmediato tan pronto reconoció a Sara. La chica se acercó y le besó la frente.
  • -          Mi querida Sara… - Dijo él con voz trémula. Sara le acarició el rostro con sus manos.
  • -          Qué haces aquí encerrado? Deberías estar en la piscina con dos o tres conejitas playboy… - Bromeó ella. Sara se sentó en el borde de la cama. Luisa salió de la habitación.
  • -          Eres una bruja. Como adivinas qué es lo que quiero? – Le contestó él. Sara le tomó una mano entre las suyas.
  • -          Te conozco bien… ¿Cómo te sientes? -  Preguntó un poco más seria.
  • -          Ahora contigo aquí… mucho mejor. – Confesó él. Sara le besó la mano. – Sobretodo porque vienes con él. Quiero que cuides de Rodari.
  • -          Lo que me faltaba… Si voy a hacer de nana de Rodari van a tener que pagarme un sueldo aparte. -  Le dijo divertida.
  • -          Yo te dejaría mi fortuna entera… Si te comprometes a cuidar de él. – LE dijo y un acceso de tos le impidió seguir hablando. Sara lo tranquilizó sobando la mano.
  • -          Es una tarea difícil. . . – Bromeó Sara -  Con todas esas lobas y zorras que cría a su alrededor. – LE dijo para hacerlo reír consiguiéndolo.
  • -          Pero ¿seguirás sus pasos y velarás porque le vaya bien? – LE insistió Alexandros. Sara frunció el ceño
  • -          No siempre querrá tenerme cerca… - Le dijo ya más seria porque no quería tomar a la ligera las palabras del anciano.
  • -          Tú eres su felicidad. Él no se ha dado cuenta… pero yo necesito que estés allí cuando eso suceda. – Dijo Alexandros. Sara se mordió el labio y dejó que una lágrima corriera por su mejilla.
Rodari decidió hacerse notar y entró en la habitación. Alexandros tenía razón. Ella era la mujer perfecta pero… él no había valorado sus sacrificios y había mandado al traste su matrimonio. Se sentó detrás de Sara y apoyó su barba en el hombro de la chica. Todo el cuerpo de Sara reaccionó a su contacto. Rodari fue consiente de ello y lo ignoró a propósito.

  • -          Aquí esta Sara… - Le dijo A Alexandros. – Tú  prometiste que si ella venía a cuidarte, irías al hospital.
  • -          Ya veo que cumples tus promesas. – Dijo Alexandros. Rodari rodeó con un brazo la cintura de Sara  y la atrajo hacia su cuerpo sentándola en su pierna como si fuera una muñeca. Sara le permitió hacerlo.
  • -          ¿Mañana a primera hora estaremos en viaje al hospital? – Sara asintió. - Lo harás verdad, Alexandros?
  • -          Me acompañarás? – Preguntó el anciano. Sara sonrió.
  • -          Eres el hombre rico: tú dices salta y yo pregunto de qué altura? – Bromeó Sara. Rodari tomó a Sara por la cintura y la colocó en la cama. Sara supo que no le habían gustado sus palabras. Alexandros frunció el ceño.
  • -          Eres una chica inteligente. – Dijo Alexandros.
A Sara no le pareció extraño que Rodari tomara sus palabras a pie juntillas. Seguía debatiéndose entre la duda de saber si Sara se había comprometido con él por el dinero y las posibilidades de futuro a su lado o por amarlo. Sara no se tomó ni siquiera el trabajo de mirarlo. Sabía que podría leer en los ojos de Rodari. La miraría como la chica arribista, ambiciosa e inteligente que lo envolvió en una imagen de inocencia para convertirse en su mayor competidora en la bolsa.

Siguió conversando con Alexandros haciendo caso omiso a los silencios de Rodari. Sabía que la tarea de convencerlo de dudar de ella que Natalia Stiller, una de sus asesoras de inversiones, había hecho era completa.  Nada de lo que dijera Alexandros sobre ella, ni siquiera la defensa que Ricardo había esgrimido ante él para  absolverla de los pecados que Natalia le había endilgado sin pruebas de hecho había convencido a  Rodari. Pero contrario a lo que Natalia deseaba, Rodari no se quedó en Nueva York para que ella lo sedujera sino que tomó un avión y se marchó de viaje por USA durante más de ocho meses sin escribir una sola nota a Sara. A su regreso se había alojado en el apartamento para visitantes de la oficina, dejando a Sara en el apartamento de Manhattan.

Rodari se alejó hasta el ventanal. Sabía que no debía pensar lo peor de Sara pero pensar que era una mujer de doble moral hacia que pudiera alejarla de su mente y de su vida. Sara era la única mujer que le hacía sentir débil y expuesto. No quería volver a estarlo.  No quería volver a sentir que perdía algo en su vida. Y la posibilidad de que Sara muriera en el parto de aquel bebé que murió en su vientre… Fue demasiado para su cobarde corazón que no sabía manejar los adioses.

  • -          Me estoy muriendo… Sara. – Le dijo Alexandros. Sara le tomó una mano entre las suyas.
  • -          Todos estamos muriendo cada día. El arte de vivir es sobrevivir a cada día. – Le dijo mencionando a uno de sus escritores favoritos. Alexandros sonrió
  • -          Son 86 años que pesan como 132…- Le dijo él. Sara sonrió
  • -          Claro… Comenzaste tu vida a los 15… cuando te fuiste de casa y luchaste para convertirte en el presidente de tu propia compañía. – Le dijo Sara. – Cuántas mujeres sedujiste? Cuántas mujeres te sedujeron? Cuántos aviones, noches sin dormir, botellas de whisky, dolores y sufrimientos? 
  • -          Es una larga lista...- Le respondió él. Sara lo besó en los nudillos de las manos
  • -          Es una larga vida. Y salir de ella no debe hacerte sentir triste… Dejas a Rodari… y una inmensa fortuna… No eres Scrooge… - Le dijo. Alexandros miró a Rodari
  • -          En realidad, Sara… tú eres lo mejor de nuestras vidas. Le doy gracias a Rodari por traerte a ella.

Rodari los miró hablar como si fueran dos viejos amigos. Sara hacia que Alexandros sonriera. Y en esos últimos meses había sido tan difícil convencerlo de reír.  Suspiró en su mente. Sara hacia demasiados milagros en sus vidas… excepto quitarle el  miedo a perder a un ser querido. Y Rodari no estaba preparado para dejar que Sara regresara a su vida y tener de nuevo la angustia de poder perderla. Menos, ahora que Alexandros empezaba a mostrar que iba de salida en el teatro de su vida. El esfuerzo que haría en regresar a la clínica lo hacía para animarlo a estar con Sara pero no porque supiera de alguna posibilidad de alargar su existencia.

Dos días después, Sara dejaba que Rodari la abrazara de pie junto a la tumba recién cubierta de Alexandros. Ya no tenía Sara lágrimas que corrieran por sus mejillas. Sentía un gran vacío como si hubieran desocupado su corazón. La dulzura y la pasión de Alexandros por la vida se diluían en el tiempo y el otoño con sus hojas cayendo al suelo permanecería en su mente siempre ligada a la despedida de Alexandros. Ninguno de los dos se daba cuenta como sus manos entrelazadas, sus cuerpos fundidos en una sola figura eran motivo de conversación entre los asistentes al funeral.

Acaso no estaban separados? Acaso no se habían divorciado? Acaso no vivía Rodari con su asistente personal? Acaso no era Sara la amante del socio de negocios de Rodari? Carola alimentaba unos chismes. Natalia alimentaba otros. Pero Rodari se aferraba a los brazos de Sara como si ella fuera lo único que le permitiera mantenerse en pie. Sara imaginaba lo que todos pensaban mientras convencía a Rodari de marcharse de allí. Para Sara aquello era como estar en medio del océano sin estar seguro de en qué dirección nadar. Ya había experimentado ese dolor antes. Primero con la muerte de su padre, luego perder a su bebé y con él, el fin de su matrimonio con Rodari. Aferrarse al abrazo de Rodari era como aferrarse a un tronco en medio del mar.

Rodari ni siquiera pensaba. El olor del perfume de las rosas, se confundía con el de arena mojada y el perfume de la piel de Sara. Ella era la que lo mantenía unido a la realidad. En más de una ocasión durante el funeral deseó cerrar los ojos y lanzarse al hoyo con el ataúd de Alexandros. Recordó la frase en la tarjeta de su cumpleaños número 18: Dos tragedias hay en la vida: Una es luchar por conseguir aquello que el corazón ansía y la otra es lo que tiene que perder para lograrlo. Rodari dejó que Sara lo llevara hasta el auto. Con la muerte de Alexandros obtenía poder absoluto sobre su vida y sobre su fortuna pero perdía su compañía.

Sara lo subió a la parte de atrás del auto familiar y le dio instrucciones al chofer de llevarlos a la casa Grecco. Ella se subió con él y lo hizo acostarse en el asiento con la cabeza sobre las piernas de la chica. Aquello era lo que necesitaba, pensó Rodari. Se sentía como acogido en el regazo de su madre. Era tan sencillo abandonarse  a las caricias de Sara. Era tan fácil dejarla que tomara el rumbo de su vida.

Al llegar a la casa, encontraron en la sala a las personas que habían acompañado el funeral. Las mucamas de la casa servían café y bebidas. Rodari no dejó que Sara lo involucrara en alguna conversación y se la llevo tomada de su mano hacia la habitación que siempre ocupaban. Sara lo empujó a sentarse en la cama y le dijo que durmiera. Rodari frunció el ceño cuando la vio caminando hacia la puerta.

  • -          Alexandros te pidió que estuvieras conmigo. – Le dijo Rodari. No tenía claro para qué le decía eso a Sara pero no quería quedarse solo. Sara se detuvo con el picaporte en la mano.
  • -          Se refería a que no me distanciara. – Le dijo Sara con calma. – Te doy tiempo para que te desahogues a solas 
Rodari cruzó la habitación en dos pasos y la hizo girar para mirarlo a la cara. Sara sintió que no había transcurrido un minuto sin que añorara estar con él de nuevo. 
  • -          No quiero llorar. – Le dijo y empezó a desabotonar la camisa de Sara. – Y me importa un bledo si no es lo que se hace en un funeral. – Le dijo pasando los dedos por los senos de Sara rebosantes en el minúsculo sostén de encaje que llevaba ella.
  • -          Rodari… Hacer el amor no hará que olvides la muerte…- Le dijo ella tratando de imprimir un poco de sensatez  a aquella escena entre los dos. Rodari tiró de su blusa y le apretó contra su cuerpo.
  • -          Es una bendita suerte… o una desgracia…. Que siempre estés cuando yo  quiero hacer esto. – Le dijo Rodari mientras seguía desnudándola. – Pero para  mí, lo mejor es hacer el amor. No quiero llorar…. No quiero estar solo… y me importa un bledo si no va con tu manera racional de desahogarse… - Le dijo él quitándole la falda que calló a sus pies en un rollo.
  • -          Hacer el amor no va hacerte olvidar la muerte… - Trato de decir Sara y Rodari le tomó el rostro entre sus manos y empezó a besarla para callarla.
  • -     Sara mandó todo al demonio. Hacia tanto que no tenía sexo y hacia tanto que no estaba con él. Suspiró empezando a desabotonar la camisa de Rodari. Él la alzó en brazos y la llevó a la cama para lazarla sobre ella.
  • -          Dime Sara… vas a desperdiciar una tarde de sexo porque no es la mejor manera de llevar un duelo? – Preguntó él terminando de desnudarse. Sara no respondió con palabras, tan solo se quitó la ropa interior.
El silencio se llenó de gemidos y sonidos de besos. Rodari se acostó a su lado y la recorrió con manos como quien recorre un viejo camino que ha olvidado y luego le hizo el amor con ansia salvaje como si estuviera exorcizando recuerdos. Sara dejó los razonamientos a un lado y disfrutó de estar con él. No tenía deseos de pensar en nada. Tenía casi cuatro meses desde su último encuentro con él.

Aquellos ocho meses había sido un tiempo extraño para ellos. Rodari se había cambiado de apartamento pero buscaba razones para estar con ella. Sara no tenía claro qué pasaba con él ni que sucedía con sus sentimientos. Ninguno de los dos recordó a Alexandros en la siguiente hora. Ni siquiera se percataron de Luisa que se asomó a la habitación y al ver la escena, cerró la puerta con llave.

Lo que si asombró a Luisa fue que dos horas después, cada uno de ellos tomara un auto distinto para marcharse a la ciudad. Se quedó asombrada y preocupada. Qué estaba pasando en esa relación? Qué se estaban haciendo el uno al otro? Se preguntó y se unió a las mucamas de la casa para recoger las cosas y organizar la casa. Alexandros todavía estaba presente en medio de todos aquellos recuerdos. Y se le olvidó preguntarles a Rodari y a Sara qué pensaban hacer con la casa.

A menos de dos semanas del funeral de Alexandros, Sara se hizo una prueba de embarazo. El resultado negativo en lugar de alegrarla, la hicieron sentir más triste.  Así que solicitó sus vacaciones como brokers y se fue a la casa de la playa de Alexandros. Allí le llegó la notificación de que transcurrido un mes de la muerte de Alexandros, ella debería asumir su puesto en la corporación y le daban una cita para escuchar el testamento del abuelo así como la entrega oficial de su herencia. Sara reenvió la información al correo de Rodari y de Ricardo solicitándoles consejo. No quería que Rodari volviera a tener dudas sobre su honestidad. Estaba harta de sus recelos.

Rodari le respondió con una carta de bienvenida a la corporación y le daba una fecha para su reintegro. Le decía que volvería como ejecutiva de inversiones y asesora de la junta directiva, el puesto que Alexandros tenía cuando comenzó en la corporación. Sara se tiró en una tumbona y miró el cielo azul sobre ella. Era tan distinto el cielo allí al cielo de Barranquilla… o al de Cartagena… pensó viajando en el tiempo para recodar que Rodari la sorprendió con una luna de miel en una casa en las Islas del Rosario. Allí pasaron una semana de ensueño. Rodari le dejó toda su responsabilidad a Ricardo y no se llevó ni el celular ni la Tablet. La única manera que había para comunicarse con él era el celular de Sara y sólo lo tenían Alexandros y Ricardo así que no les llamaron más que para avisarle del éxito en una transacción importante que había dejado en el aire, y luego para confirmarles que el avión de la corporación los recogería en el aeropuerto de Cartagena para llevarlos a Nueva York.

Sara suspiró. En Islas del Rosario el cielo era más claro, la brisa más fría y fuerte  y el sol hacía brillar los restos de sal en la arena. Rodari se portó como un príncipe y le preparó desayunos en la cama, almuerzos en paisajes extraordinarios y cenas a la orilla de la playa, bajo la luz de la luna y, volvieron hacer el amor en el deporte diario. Sara se masajeó el cuello mientras recogía con la otra mano su toalla. Era el último día de sus vacaciones y debía regresar a la realidad. Hacer el amor era el deporte diario de Rodari y lo practicaba con ella o con otras… dependiendo de a quién tenía cerca.

La lectura del testamento de Alexandros los volvió a reunir. Rodari se sentó a su lado en el sofá de dos puestos en lugar de hacerlo en el escritorio principal que le cedió al notario. Ricardo estaba en calidad de abogado de la corporación. Carola en representación de la familia en Suramérica y Ginger en representación de la familia griega. Ginger Tayson se sentó en el brazo del sofá al lado de Sara y le tomó la mano entre las suyas para mandarle un mensaje extra a Carola de su total apoyo a la chica. Antes que llegaran Rodari y Ricardo, Carola desplegó todo su veneno en contra de Sara.

  • -          Viste que no te quedarías con Rodari y entonces hiciste que el viejo te diera algo? Pero que manipuladora más astuta resultaste.  – LE dijo Carola a Sara. Ginger se interpuso entre las dos.
  • -          Llevemos la fiesta en paz. Sara es la esposa del único descendiente directo de Alexandros y era su nieta preferida… duela a quien le duela. – Le dijo Ginger. Sara tartamudeó un basta.
  • -          Lo único que reconozco es que esta fue más astuta que yo. Jamás pensé que ganarte a ti y a la tía Rose de aliadas pudiera ser beneficioso. – Le dijo Carola en respuesta.
  • -          Mira pequeña arpía, tú  no eres capaz de ver lo que te conviene ni aunque tenga luces de neón. – Le respondió Ginger. – Sara es la mujer de Rodari porque él es un hombre inteligente. Alexandros se enamoró de Sara porque ella es una hermosa y dulce persona. Y mi madre y yo simplemente sabemos diferenciar entre una persona honesta y una muy hermosa enredadera.
  • -          Es que no vas a dejar que esta niña responda? Siempre vas a salir en su defensa? – Preguntó Carola haciendo caso omiso a los insultos de su prima. Ginger sonrió.
  • -          Si estás esperando eso vas a tener que pagar por la poción de la eterna juventud querida… No creo estar viva para ver a Sara insultándote… - Le dijo Ginger. – Aunque es un espectáculo por el que hasta pagaría por ver.
      En ese momento, llegaron Rodari y Ricardo y Carola se transformó en la sensual ejecutiva que todos conocían así que la conversación se transformó de enfrentamiento a bienvenida a los recién llegados. Sara tardó unos minutos en recuperarse de la escena. Ginger la dejó sola con sus pensamientos y con un vaso con whisky que le colocó en las manos.  Rodari se acercó a Sara y la besó en la boca a pesar de que Sara no lo hubiera visto en todo un mes.

  • -          Cómo haces para estar siempre hermosa? – Preguntó Rodari arreglándole una arruga imaginaria en la blusa. Sara contuvo el aliento y tembló al contacto de sus manos. Por qué diablos no podía ser inmune a sus galanteos? Se quejó tratando de pensar algo sensato.
  • -          Hola, Rodari… Es un gusto verte.  – LE dijo. Rodari le tomó el vaso de whisky de las manos con el ceño fruncido.
  • -          Whisky? Pero si tú eres la mujer del vino y la cerveza. – Le dijo. Sara alzó una ceja.
  • -          Es para ti… Justo estaba sirviéndolo para   combinarlo con café… Está haciendo frío y pensé…
  • -          En un café irlandés… Ah mi querida Sara… por qué me separé de ti? – Le preguntó él besándola otra vez en la boca. Sara lo miró a los ojos con una clara expresión de tristeza.
  • -          No lo sé. Tal vez… porque eres un tonto? – Le dijo y se fue a saludar a Ricardo. Rodari se quedó con el vaso de whisky en sus manos y la miró extrañado.
Era la primera vez que Sara le hacía un reclamo sobre su separación. Ni siquiera cuando Rodari anunció que haría la maleta y se iría al apartamento de visitantes extranjeros de la corporación, Sara le dijo un sí o un no. Ella había cambiado en ese año más que en los tres años de matrimonio con él. Ahora era una mujer en todo el sentido de la palabra. No lloraba por las noches mirando el libro de fotos de su matrimonio según le había contado Luisa que era ahora el ama de llaves de Sara. Ni la veían caminar en las noches por el jardín sin poder dormir como le había dicho el   vigilante que solía hacer. En la corporación se comportaba como una empleada más sin buscarlo ni mencionarlo más de lo necesario. Y a Rodari aquello en lugar de darle la tranquilidad de saber que le había olvidado, lo invitaba a besarla y acercarse a ella.

Sara podía olvidarlo? Se preguntó yendo detrás de ella hacia el estudio para acomodarse en un sofá a su lado. Podía haber olvidado sus noches en Cartagena o sus veladas en Nueva York? La había llevado a Disneyworld y habían disfrutado como adolescentes de la experiencia. Había olvidado Sara que habían hecho el amor disfrazados de príncipe y princesa? Se preguntó él y trató de tomarle la mano a Sara pero esta enlazó las dos manos sobre su regazo y se alejó de él tanto como se lo permitía el sofá. Ginger se sentó en el brazo del sofá y le colocó una mano sobre un hombro. Rodari se preguntó que significaba ese gesto que no era casual ni común. Acaso Carola había vuelto a fomentar dudas en la chica? El notario llamó la atención de Rodari y tuvo que dejar el análisis de su relación con Sara para después.

  • -          No se preocupe, Carlos… Usted haga lo que Alexandros le solicitó. Todos entenderemos que es su trabajo.- Respondió Rodari al escuchar a Carlos Sánchez el abogado de Alexandros disculparse por no darle a conocer el testamento antes que a los demás.
  • -          Bien… Después de las fórmulas de rigor… Presentación de la persona y exposición de sus condiciones legales y mentales… - Explicó Carlos . – Dice: La dirección de la corporación y la condición de albacea de mis bienes materiales: casas familiares, los bienes personales, autos y acciones de la corporación se la dejo a mi nieto Rodari Grecco. Espero que haga buen uso de la fortuna y del poder como hasta ahora le he visto hacerlo. Sin embargo, esta herencia pasará a manos de Sara Montero en el caso de que Rodari quiera separarse de ella.
  • -          Es una broma? – Preguntó Carola con voz chillona. Sara tardó unos segundos en entender que Alexandros había determinado que su divorcio le daría la fortuna de los Grecco. Giró para mirar a Rodari.
  • -          Tú sabías eso?  - Preguntó Sara al ver que Rodari no decía nada.
  • -          Si Sara solicita el divorcio…- Dijo Rodari al abogado. El notario leyó en el documento.
  • -          Bueno… supongo que Alexandros estaba seguro de que Sara no solicitaría el divorcio. Aquí dice que si Rodari solicita el divorcio, la fortuna y el cargo de Rodari pasará a la cabeza de Sara…-Respondió ojeando en el documento. Rodari miró a Sara.
  • -          Lo siento… le hubiera hecho desistir de ponerte en esa posición incómoda…. Pero…. No me dijo nada. – Se excusó Rodari. Sara suspiró.
  • -          Creo que necesito un whisky…- Se burló. Rodari hizo el ademán de irlo a buscar. Sánchez habló entonces:
  • -          Prefiero que terminemos la lectura total del documento antes de irnos a ningún lado.  Solicitó Sánchez. Rodari se sentó de nuevo.
  • -          No vas a impugnar esa cláusula? – Dijo Carola.
  • -           Y qué importa eso? Ni Sara ni yo queremos divorciarnos. Y aún si ella quisiera hacerlo… no habría ningún problema. – Le dijo Rodari. Sara frunció el ceño. Tenían que hablar ellos sobre sus intimidades delante de todos?
  • -          Pero tú no vives con ella… y ya ha pasado casi un año…- Insistió Carola. Rodari agitó una mano en el aire.
  • -          Ya! Mi vida con Sara es nuestro asunto. No voy a discutirlo contigo ni con nadie. Sé feliz con saber que ni ella ni yo queremos el divorcio. – Declaró Rodari con convicción en su expresión. Sara deseó tenerlo todo tan claro como él.
  • -          Es cierto… yo necesito mi tiempo… este no es el único trámite que debo realizar hoy. –Dijo el notario. Rodari hizo un gesto con la mano invitándolo a continuar la lectura.
Alexandros le dejó a Sara: la  casa en Islas del Rosario donde pasó su luna de miel, dos autos y una pensión vitalicia de una fortuna astronómica que apenas era el 10 por ciento de la fortuna de los Grecco pero que para Sara era una locura. Distribuyó los bienes de los San Román entre los familiares de Colombia y a Carola la propiedad más importante de ellas. Y la fortuna de los Elliot entre los familiares de Norteamérica dejándole a Ginger un edificio de apartamentos en New Jersey que había ayudado a construir su padre. A Luisa le dejó un apartamento en el Bronx y una pensión vitalicia más que agradecida. Sara sintió que aquella era demasiada información y quería salir corriendo de allí.   

  • -          Además… Dejó estos sobres para Rodari y Sara… Me solicitó expresamente que les viera abrirlos y leerlos en mi presencia. – Les indicó. Sara se pasó las manos por la cara sin preocuparse del estado de su maquillaje y luego por sus cabellos. Carlos se levantó y se acercó a ellos que estaban tan impactados por los acontecimientos que no reaccionaron a la noticia de la carta.
  • -          Creo que debemos dejarlos solos. – Dijo Ginger al notario.
  • -          Bueno eso es decisión de ellos dos. La lectura del testamento como tal ha terminado. – Dijo Carlos. Ginger se levantó y obligó a Carola a hacerlo. Luisa se retiró antes que las dos mujeres. Ricardo siguió a Ginger.
Sara tomó el sobre que Carlos le entregaba. Era un sobre más largo de lo normal de un color durazno. La letra irregular pero de caligrafía clásica de Alexandros cubría buena parte de la hoja que sacó del sobre. Era una esquela con un margen de flores de navidad. Las flores del signo zodiacal de Sara. Ella sonrió al recordar que habían leído juntos sobre las flores según el signo zodiacal en una de esas eternas tardes sin nada que hacer en que Rodari solía dejarla a cargo de Alexandros.

Rodari abrió su carta y empezó a leerla antes que Sara comenzara a leer la suya. Alexandros le pedía a Rodari que reflexionara sobre su decisión de vivir separado de Sara. Que no desperdiciara en tonterías el tiempo que la vida le había dado con el amor verdadero y que la razón más importante para aprovechar a Sara y su relación con ella debía ser la trágica muerte de sus padres cuando apenas comenzaban a vivir.

Alexandros le pidió a Sara que no desfalleciera en su paciencia y su amor por Rodari. Que entendiera lo difícil que le resultaba cerrar las heridas que habían provocado en su corazón la muerte de sus padres. Sara se mordió el labio. Alexandros jamás le había preguntado el porqué de la separación con Rodari y Sara se preguntó si eso fue motivo de preocupación para el anciano. Suspiró y atrajo la atención de Rodari.

  • -          Qué dices? – Preguntó Rodari como si ella pudiera leer los pensamientos de su mente. Sara se alzó de hombros.
  • -          Tu armaste este enredo Rodari…    Yo solo pido sinceridad y amor… y… no quiero ser siempre la de la mala suerte. – Le dijo haciendo alusión a la canción de moda. Rodari sonrió.
  • -          Está todo bien? – Preguntó Carlos. Rodari le extendió la mano.
  • -          Si… Muchas Gracias, Doctor Sánchez… Yo me comunicaré con usted para concretar la firma de los documentos necesarios para hacerlo efectivo.  –Le dijo Rodari. Carlos estrechó además la mano de Sara.
  • -          Estoy a tus órdenes… cuando quieras mi asesoría… sabes dónde buscarme. – Le dijo el notario. Rodari sintió una punzada de celos. Estaba el abogado ofreciendo sus servicios a Sara o … ¿algo más? 
  • -          Gracias, Sánchez… Te llamaré. – Le dijo Sara. El abogado le señaló a Rodari las copias del testamento sobre el escritorio para que las repartiera y tomó los documentos suyos y los guardó en su portafolio. Luisa apareció para acompañar al notario a la puerta. Carola y Ginger regresaron al salón.
  • -          Creo que voy a insistir en que nos aclaren el futuro de vuestra relación. – Solicitó Carola. Rodari puso los ojos en blanco.
  • -          Cualquiera que sea ese futuro no estás tú en él… ¿Cuándo vas a entenderlo? – Preguntó Rodari. Sara puso una mano en el brazo de su marido para calmarlo.
  • -          Rodari… No hay necesidad… - Le dijo Sara en susurros. Rodari la tomó de la mano.
  • -          No, cariño. Carola ya me tiene harto. No quiero que se meta más en este asunto. – LE dijo enfático. – Mi relación con Sara es asunto mío y de ella. No quiero a nadie más en medio. ¿Está claro?
Sara lo siguió más por evitar que siguiera gritándole a Carola que por interés en seguirlo. Rodari la llevó hasta la pequeña habitación que Alexandros había acondicionado como el rincón de Sara. Era una de las habitaciones en una de las esquinas de la casa tenía un  pequeño jardín al frente que en primavera era un verdadero encanto. Ahora todo estaba oscuro y las ventanas estaban cerradas para que la nieve no enfriara el interior. Había una calefacción a gas en un rincón decorada como una falsa chimenea.

Rodari la hizo sentarse sobre sus piernas acomodándolos a los dos en un sofá. Sara le permitió hacer todo eso. Sentía que Rodari deseaba decirle algo más de lo que podía imaginar.

  • -          Sara… - Dijo él. Sara se acomodó para mirarlo a los ojos.
  • -          ¿Qué sucede, Grecco? – Le respondió ella. Rodari suspiró
  • -          ¿Por qué nos separamos? – Preguntó él. Sara frunció el ceño. Acaso no fue él quien hizo las maletas y se fue. ¿Pretendía pasarle la responsabilidad de lo que sucedió?
  • -          Porque… tú decidiste marcharte. Según entendí…  la vida a mi lado no era lo que deseabas…- Dijo Sara que no tenía tampoco muy claro por qué se había marchado.
  • -          Yo creo que tú lo decidiste… yo lo propuse… pero tú… lo decidiste…- Le respondió él. Sara se separó un poco apoyando la mano en el hombro que alguna vez le hirieron.
  • -          No… te entiendo… - Dijo Sara dudosa. – Dari… yo respeté tu decisión. Nuestra relación comenzó por una decisión acelerada mía…
  • -          No… no fue acelerada. Fue acertada. Y casarme contigo fue mejor. – Le dijo él. – Pero… nada. Nada. Déjame abrazarte… un rato… y …
  • -          Rodari… qué es lo que no quieres decirme? – Preguntó Sara. Rodari la miró con nostalgia.
  • -          Nada, Reina. No es el momento. De verdad… Sólo déjame abrazarte y tenerte cerca. – Sara se acomodó en sus brazos con la cabeza apoyada en su hombro y sintiendo el calor de su abrazo.
  • -          Alexandros… - Empezó a decir Sara. Rodari la besó para callarla.
  • -          En silencio, Mi reina. Dame tu calor… dame tu compañía nada más. – Le dijo Rodari.
Esa noche durmieron en la casa. La nevada les impidió salir de allí. Rodari se metió a media noche en la cama de Sara. La cama que siempre compartieron durante su vida, juntos. Sara lo dejó meterse entre las mantas y tomarla entre sus brazos para sólo dormir. En verdad no hizo ningún intento por tener sexo con ella. Solo quería sentirla más cerca.

En la mañana, Sara se levantó sola. En el baño de la habitación estaba la huella de que Rodari se había duchado allí pero en la casa, Sara no encontró a nadie. Ginger le dejó una tarjeta con un mensaje de despedida. Y la felicitaba por la herencia que recibía. El invierno avanzó durante esas semanas y Sara se reintegró en la corporación como Asesora de la Junta Directiva y Ejecutiva de inversiones. Recorrió la oficina que utilizó  Rodari cuando comenzó en la empresa y que le habían asignado a ella. Todavía había algunas fotos de Rodari allí y objetos de su vida personal pues al pasar a ser Presidente de la Junta Directiva de la corporación, esa oficina pasó a ser la de Alexandros en las pocas ocasiones que iba a las oficinas.

Sara sonrió al ver algunas fotos de Rodari con presidentes de países latinoamericanos, artistas, el Papa Juan Pablo II… Estaban en una caja en la primera gaveta del escritorio y Sara las curioseó con desgano. Sin embargo, debajo de la caja había un sobre con el nombre de Natalia Stiller… ¿Acaso no era la asistente de uno de los inversionistas de Rodari? ¿No era ella la mujer con la que se suponía Rodari tenía una relación? Sara se mordió el labio inferior. Carola había dicho su nombre y Rodari se había enfurecido con ella. Sería real? Tendría algún tipo de relación con ella? Tomó entre sus manos el sobre de manila y miró en el interior.

Habían unos exámenes médicos, un diagnóstico y una ecografía. La mujer estaba embarazada de Rodari!! Concluyó Sara sintiendo que le faltaba el aire. No… No necesariamente de Rodari. Pensó. Tenía que averiguar de la mujer porque le parecía que jamás la había visto con ropa de maternidad…

  • -          Sara…- Le dijo Lindsay, su nueva secretaria.  – Te esperan para saludar al jefe.
Sara suspiró. No quería ver a Rodari en ese momento. Antes tenía que saber qué estaba sucediendo. Qué pasaba con Natalia Stiller y hasta dónde estaba Rodari involucrado. Acaso por eso Alexandros había amarrado su fortuna al matrimonio de ellos dos? Si Rodari pedía el divorcio para casarse con Natalia perdería el control sobre su herencia… Buena parte de su fortuna  tenía que ver con la herencia de Alexandros pero el poder de  Rodari en la bolsa de valores no se lo daba su fortuna personal sino ser el Presidente de la corporación Grecco.

  • -          Sí… - Dijo Sara mientras metía los documentos en el sobre de manila y en el último minuto decidió llevarlo con ella. – Vamos que debemos ser las últimas.
De hecho, no fueron las últimas en llegar pero se colocaron al final de la fila. Rodari y sus socios saludaron a todos porque era la tradición de la última reunión de Junta Directiva del año. Cuando llegaron donde Sara, los socios la felicitaron por su nueva posición en la empresa. Rodari la tomó de la mano y se la llevó aparte a su oficina.

  • -          Siento haberte dejado sola estas semanas de invierno. – Le dijo cerrando la puerta con seguro. Sara se quedó en medio de la oficina sin tener claro lo que él pretendía.
  • -          En realidad, el invierno en Nueva York, me ha servido para recomenzar mi vida. – Comentó ella ignorando la expresión seductora con la que él recorría de pies a cabeza el cuerpo de Sara.
  • -          Estás hermosa… - Expresó Rodari. Sara parpadeó en respuesta. No iba a decirle que estaba más atractivo que nunca con aquel jersey de cuello alto en lana burda que le marcaba los músculos de su cuerpo y el pantalón de mezclilla más pequeño que ella le conociera.
  • -          ¿Puedo retirarme? – Preguntó Sara. – Se supone que debes estar en una junta.
Rodari se acercó a ella por toda respuesta y le rodeó la cintura con sus manos. Sus ojos mirándola con intensidad y su boca muy cerca a la de ella. Sara se preguntó cómo iba a poder soportar trabajar con él y no dejarse seducir.

  • -          Cuál es tu juego? – Preguntó Sara poniéndose cada vez más nerviosa. No iba a poder evitar que su cuerpo reaccionara a su cercanía.
  • -          No estoy jugando. Es solo que me sorprende que me trates tan… fría. Y yo muriendo por verte tan… hermosa… tan mujer. – Le dijo él hablando al oído produciendo escalofríos en todo el cuerpo femenino.
  • -          Me alegro… - Titubeó Sara y trató de alejarse. Rodari apretó el abrazo.
  • -          Ya no te soy atractivo? – Preguntó él a punto de besarla. Sara sonrió esgrimiendo una seguridad que no sentía.
  • -           Eres mi jefe… Yo soy una de tus asesoras y esa es la verdad de nuestra relación. – Le dijo Sara.
  • -          Y nunca te has acostado con tu jefe? – Preguntó él tratando de hacerse el gracioso. Sara no pudo contenerse más y levantó la mano con el sobre de manila.
  • -          Cómo Natalia Stiller? Está embarazada de ti… Eso es lo que trataste de decirme hace dos semanas? – Preguntó ella haciendo que Rodari retrocediera dos pasos y palideciera.
  • -          Qué es eso? Te lo dio Carola? – Preguntó él tartamudeando. Sara alzó una ceja.
  • -          Carola lo sabe? Es la razón por la que Alexandros hizo su cláusula? No es que me amara… ni que confiara en mí… es que soy la llave para garantizar que no te enredes con una caza fortunas. – Dijo Sara sin poder detenerse. Rodari revisó los papeles en el sobre de manila y suspiró.
  • -          Te lo iba a contar… Especialmente por esto – Le dijo él sacando un papel del bolsillo de su chaqueta. Sara vio como volvía a lanzarla sobre el sofá.
  • -          Qué es esto? – Dijo Sara leyendo que era un diagnóstico sobre una prueba de paternidad.
  • -          El bebé que estaba esperando Natalia murió. Le hice hacer una prueba de ADN. – Le explicó él. – Tenía que asegurarme de que no era mío… yo… lo suponía pero no tenía pruebas.
  • -          Cómo terminaste en eso? – Preguntó Sara aunque en realidad, quería dar media vuelta y marcharse. Rodari la tomó de las manos y la hizo sentarse en el sofá tirando de nuevo la chaqueta esta vez al suelo.
  • -          Cuando me separé de ti… te había sido infiel con Natalia… Carola me convenció de que…- Sara hizo el intento de levantarse del sofá. La sola mención de Carola le retorcía las entrañas.
  • -          No quiero escuchar las estupideces de Carola y menos… saber que le hiciste caso. – Le dijo Sara. Rodari tenía una sincera expresión de vergüenza.
  • -          Bueno… es un poco de todo. Empecé a verte con otros hombres… como te reías, y parecías más feliz con cualquiera que conmigo…- Le dijo Rodari. Sara frunció el ceño.
  • -          Pero qué dices? Cómo se te ocurre que pueda ser más feliz con otra persona que no seas tú… - LE reclamó Sara. Rodari suspiró.
  • -          Pues… Se me ocurrió… y no podía sacarlo de mi mente durante aquel viaje a España y me encontré con Carola en Madrid. – Le relató él. Sara se pasó las manos por los ojos como solía hacerlo cuando estaba desesperada.
  • -          Y Carola te hizo el favor de describirte lo bien que yo lo paso sin ti…- Le dijo Sara. Rodari hizo un gesto de duda.
  • -          La verdad es que pasas mucho tiempo con Ricardo Moreno. Se entienden, les gustan las mismas películas y… cuando yo viajo… él suele acompañarte…- Sara puso los ojos en blanco.
  • -          Por favor… ¿Ricardo? ¿Estás hablando en serio?- Preguntó Sara mirándolo a los ojos. Sin poder creer que Rodari estuviera celoso de su abogado.
  • -          Carola aprovechó lo que tenía a mano y me presentó a Natalia. Yo la había visto en algunas sesiones de la bolsa de valores pero…bien… ella aprovechó mi temores y… en el fondo – Reconoció él . – Yo quería probar si podía estar con una mujer que no fueras tú.
  • -          Qué obsesión!! Rodari… la gente común se enamora de una persona. – Dijo Sara y le tomó la barba con una mano. - De una sola.  No anda de amante en amante como tus socios o como Carola… Es cierto que hay quienes tienen muchos… pero son inseguros, no creen ser capaces de mantener una relación más de dos semanas…
  • -          Es la vida que aprendí a vivir. – Le dijo Rodari utilizando palabras que Sara le había dicho una vez. Sara sonrió.
  • -          Ahora utilizas mis palabras en mi contra. Pero aunque te burles…- Rodari movió la cabeza de un lado a otro. – Si… te burlas. Pero no tienes la inteligencia, ni la fuerza, ni el poder para mantener nuestra relación… o no crees tenerlo.
  • -          Tienes razón en que yo no me veía casado contigo por más de un  par de años… qué años!! Me imaginé que estaríamos un par de meses y ya. – Le dijo Rodari y con dos rápidos movimientos la acostó en el sofá y la cubrió con su cuerpo.  
  • -          Dari…- Gimió ella. Rodari la besó.
  • -          Si me llamas Dari. – Le dijo él recorriendo a besos su cuello. -  Menos puedo contenerme.
  • -          Rodari… por favor… - Insistió ella tratando de mantenerse firme en su decisión de no dejarse seducir.
  • -          Por favor… ¿tengamos sexo? – Sin embargo las voces de los otros ejecutivos de la corporación preguntando por él en la oficina de su secretaria lo hicieron levantarse del sofá y ayudarla a ponerse en pie.
  • -          Estás loco!! Haber duplicado tu fortuna y tu poder no te da derecho a … - Empezó a discutir Sara. Rodari la ignoró arreglándole la blusa de seda y cerrándole los botones que Sara ni siquiera había notado que él desabrochó.
  • -          Cállate, cariño!! Cuando salgamos a las cinco podremos poner las cartas sobre la mesa…- Le dijo él. Sara resopló.
  • -          Estas soñando!!! No voy a ir contigo ni a la esquina. – Sara tomó el sobre de manila con los laboratorios de Natalia.
  • -          ¿A dónde llevas eso? – Preguntó él. Sara terminó de mirarse en el reflejó de su imagen en una fotografía de Alexandros en la pared.
  • -          Voy a botarlo… No te preocupes. – Le dijo y salió de la oficina sin mirar atrás.
Todos corrían de un lado a otro atendiendo a los altos ejecutivos de la corporación. Sara sintió pena por las  pobres secretarias que sudaban tratando de entretenerlos mientras Rodari jugaba al seductor con ella en la oficina. Pensó que en la primera oportunidad que tuviera les haría un regalo a las chicas. 

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