Cristina se paró en medio de la habitación y sonrió al ver la manera en la que Gregory sacó sus cosas de la maleta sin desdoblarlas y las colocó en pila en un armario extra que apareció en su habitación. Los dos armarios eran iguales así que colocados uno junto al otro parecían uno solo. Aunque las divisiones internas de la ropa evidenciaban que uno había sido pensado para un hombre y el otro para una mujer. Detalles como una gaveta con compartimientos para joyas o el espejo de cuerpo entero en la puerta de uno de ellos.
Luego curioseó las pijamas de Cristina y sacó una de las más sexys. Era de seda roja con ribetes negros y un sutil encaje que dejaba apreciar la parte superior de los senos. Aunque era tipo negligeé tenía un delicado pantoloncito muy coqueto. Gregory se lo colocó en las manos y la empujó al baño.
- - Solucionado el asunto ves? – Le dijo. Cristina se había quejado nada más llegar a la habitación de que estaba muy cansada para desempacar.
- - Ya lo estoy viendo. – Le dijo Cristina. No le asombraban las soluciones prácticas aunque muy masculinas de Gregory. Solo había que plantearle el problema casero y encontraba la solución más simplista y práctica del asunto. En cambio en los negocios, tomaba un block de notas y lo llenaba con posibilidades.
- - No te gustó la distribución? Bueno otro día que estes menos cansada la mejoras. Pero ahora vamos al baño. – Dijo él mientras se quitaba los zapatos. Cristina frunció el ceño.
- - ¿Vamos? No… yo voy y luego tú vas… Realmente quiero dormir. – Gregory llenó la habitación con el cascanueces de su risa.
- - Vamos a dormir querida. Yo también tengo un límite sabes? Y aunque me estoy muriendo por verte con esa pijama… vamos a descansar.- dijo Gregory mientras la hacía colocar el pijama sobre una silla en la puerta del baño y la metía al cuarto de aseo que era realmente fantástico.- No me había dado cuenta de todo el estrés al que te he sometido desde ayer, hasta que Kenny preguntó cómo había sido nuestro fin de semana.
- - Por eso no respondiste. Pensé que me habías dejado la tarea de decir algo más sensato que hacer el amor como locos. – Se burló Cristina dejando que él le ayudara a quitarse el vestido que ella había escogido para la cena.
- - Hacer el amor…. Es la primera vez que no dices sexo. – Bromeó Gregory terminando de quitarle la ropa interior. Cristina trató de cubrirse con sus cabellos y Gregory los recogió con una pinza. – Me gusta… No sólo verte desnuda que es un paisaje digno de admirar sino que utilices un vocabulario distinto para nuestra relación.
- - No podemos hablar de amor…- Empezó a decir ella. Gregory la calló cubriéndole la boca con la suya. Y la llevó hasta la ducha.
- - No podemos dejar de hablar de amor. Yo… te amo. Tal vez no con ese amor romántico tuyo a primera vista, instantáneo y convencido de la eternidad de su duración pero…- Le dijo él y abrió la ducha para callarla con el agua cayéndole encima. – Pero te quiero mucho, Cristina. No me había dado cuenta de cuánto hasta que sucedió aquella noche para ti fatal pero para mi, reveladora. Quería matarme y matar a Peter, lo que había hecho y yo le había permitido hacerte fue… horroroso! Y me moría cada vez que te veía llorar intentando recordar ese momento. – tomó un jabón liquido y empezó a enjabonarla acariciándola desde el cuello hacia abajo mientras continuaba confesándose. – Me odio… y no me explico ¿cómo no me odias por lo que hice? Sin embargo, eso me hace amarte. Me miras y yo siento que lo puedo todo porque debo ser poderoso y fuerte para cumplir lo que tu esperanza me dice en tus miradas.
- - Eso es un poema…- Dijo Cristina que lloraba y se sujetaba a los hombros de Gregory dudosa de que pudiera resistir a la tortura sensual a la que le estaban sometiendo.
- - Bueno pues… leeré más poemas para decírtelos y escucharé más canciones corta venas de las tuyas para inspirarme.- se burló él. Solía criticar las canciones que Cristina escuchaba mientras trabajaba. Las consideraba demasiado románticas y soñadoras como para la realidad. Y las llamaba corta venas. – Y no puedo negarte que esto… - Le dijo acariciando el vientre de Cristina todavía demasiado plano para estar embarazada. – Le ha dado otra perspectiva a nuestra relación. No puedes seguir pensando en lo que tú quieres o en lo que yo quiero. Ahora es lo que queremos. Y estar juntos es lo que queremos. No?
- - Es muy difícil decirte que no si estás desnudo enjabonándome.- Le dijo ella. Gregory le entregó la tarea.
- - Entonces, hazlo tú… - gimió él. – De todos modos si no te lavas ahí… tú misma… yo voy a hacer otras cosas que no tendrán nada que ver con ducharse.
Gregory se salió de la ducha y empezó a secarse. Y Cristina se regañó mentalmente pues sintió que él la abandonaba por eso. Era una tontería. No podía estar todo el tiempo como conejos y tampoco podía depender de él. Era una mujer independiente y debía proteger sus espacios. Se quitó el jabón del cuerpo y se peinó el cabello que milagrosamente no se mojó mucho.
Gregory ya estaba acostado en la cama mirando su celular. Revisaba el correo electrónico cuando Cristina se metió en la cama. ¿Eso era lo que solía hacer en las noches? Por eso todos esos mensajes que aparecían en la mañana en su celular. Sacó el suyo de su bolso y lo colocó en la mesa a su lado. Gregory la miró de reojo.
- - Te queda fantástica esa pijama pero ¿eres consciente que no podrás usarla el próximo mes?- Le dijo él. Cristina sonrió.
- - Casi toda mi ropa lleva ese camino. – Se burló ella. No tenía mucha ropa. Pero la mayoría era muy estilizada, ajustada a su cuerpo para resaltar las curvas. A excepción de los vestidos y los sastres que usaba para trabajar. Esos habían sido pensados precisamente en ocultar las curvas y ayudarla a que la gente se fijara en su eficiencia y no en su apariencia.
- - Toma te cedo el control de la habitación. – Le dijo él. Cristina sonrió. Era un control inteligente que permitía apagar las luces, abrir y cerrar cortinas, encender el equipo de sonido y el televisor. – si es por mí… nos quedaremos despiertos toda la noche.
- - Bueno yo tengo lo que necesito. - Cristina le devolvió el control y se acomodó usando su pecho como almohada. Y por primera vez en diez años, Gregory dejó el celular en la mesita de noche, apagó las luces y se acomodó para dormir abrazando a una mujer.
El lunes los recibió la empresa como si fuera viernes de evento. Todos corrían de un lado a otro y llamaron a Cristina desde temprano porque necesitaban de su presencia en la oficina para muchas decisiones. Había un evento el martes y ahora se le juntaba una cena muy recomendada. Cristina frunció el ceño porque no recordaba haber armado presupuesto para ninguna cena especial.
La asistente administrativa de Gregory le dijo que el presupuesto lo había hecho el mismo cliente y que debía darse prisa porque necesitaba que Cristina firmara algunos cheques para compras de último minuto. Gregory le dijo que no sabía nada de lo que Johana le había dicho. Habían decidido ir a trabajar en el auto de Gregory porque su agenda para ese día implicaba andar juntos. Y cómo al final del día los dos irían al mismo apartamento, era una tontería que cada quien usara el suyo.
- - Y de regreso a casa vas a manejar tú. – Dijo Gregory. Cristina que ya estaba pensando en los asuntos de la oficina lo miró de reojo.
- - ¿Para qué? – Dijo ella revisando los correos en su celular.
- - Para que uses el auto que quieras cuando yo no esté en la ciudad. – Respondió él. Cristina asintió. Y no dijo nada como siempre que no quería llevarle la contraria a Gregory.
- - No tengo la famosa cena de mañana en ninguna de mis agendas. – Le dijo Cristina a Gregory mientras llegaban a la oficina. Gregory asintió.
- - Ni yo tampoco. Ve a averiguar cuál es el cliente. – Le dijo Gregory y entró en su oficina. Cristina estaba guardando su bolso en su gabinete cuando lo vio devolverse. Ella lo miró con el ceño fruncido.
- - ¿Se te olvidó algo? – Preguntó Cristina. Gregory la miró y sonrió.
- - A ti… se te olvidó algo. – Le dijo él. Cristina revisó mentalmente sus cosas. El bolso, el celular, la Tablet. Gregory rodeó el escritorio y la sujetó por los hombros. - Buenos días, Gregory. Que tengas un hermoso día. – Dijo él repitiendo el saludo que durante tres años Cristina le había dado y que pensó él jamás apreciaba. Sonrió.
- - Buenos días, Gregory. Que tengas un muy hermoso día. – Le dijo ella. Gregory la besó apasionado y la separó con renuencia.
- - Levantarse y verte en mi cama… ya lo hizo hermoso. – Dijo Gregory y se fue a su oficina. Cristina tardó más de cinco minutos en recuperar el control sobre sus manos. No iba a ser fácil trabajar con la tentación al otro lado de la puerta. Se dijo.
Después de atender muchos urgentes, por fin le trajeron el presupuesto y la orden de la cena del dia siguiente. Mary Wilson. Leyó Cristina en el nombre del solicitante. Si Johana le había dado via libre a este cliente es porque era famoso y antiguo de la compañía y, Cristina no pudo recordar quien era. Asi que levantó el teléfono interno y llamó a Gregory.
- - Dime cariño…- Le dijo él distraído. Cristina sintió un estúpido vacio en el estómago. El usaba con ella los términos que solía reservar para sus mujeres? Se preguntó asombrada. Y luego se reprendió. Claro que lo usaba. Ella era su mujer ahora.
- - El cliente de mañana es Mary Wilson. Tú la conoces? – Preguntó ella. Gregory sonrió al otro lado del teléfono.
- - Es tu suegra, cariño. No me digas que puso a la corporación a organizar la cena de mañana. – Le dijo Gregory divertido.
- - Aquí dice que es una cena familiar especial. Que quiere una rueda de prensa especializada en sociales incluida para las nueve después de la cena. – Le dijo Cristina.
- - Mamá piensa en todo. Ya me extrañaba que no hubiese hecho un berrinche o alguna especie de alboroto por nuestra decisión de irnos a vivir juntos. – Le dijo Gregory y luego añadió.- ¿Cristina estamos hablando por teléfono estando al otro lado de una puerta?
- - Lo hemos hecho muchas veces. – Le dijo Cristina
- - Pero antes no eras mi mujer. Anda… ven aquí que quiero verte. – Le dijo Gregory.
- - Solo llevas una hora de estar trabajando solo. – Le dijo Cristina mirando el reloj. Gregory se echó a reir y le ordenó:
- - Cristina, ven acá!
Cristina cerró el teléfono y se miró en la pantalla de su celular. Todavía estaba peinada y maquillada. Se había arreglado en el auto mientras Gregory conducía. Su despacho estaba en la entrada del despacho de Gregory. Las secretarias estaban en una misma oficina justo al lado. Nadie sabía qué pasaba entre su jefe y su asistente. Pero aún así, Cristina sentía que todos los imaginaban en medio de una relación secreta. Cuando al día siguiente, su suegra anunciara su compromiso… cielos!! Aquello iba a ser la confirmación de que si tenían algo.
Gregory apareció en el umbral de la puerta de su oficina. Tenía el ceño fruncido pero no había enojo en su mirada sino preocupación. Cristina no había ido a su oficina como le había indicado. Había sido demasiado brusco pedirle que viniera a verlo en lugar de ir él a verla? Se preguntó y Cristina lo miró desde su escritorio como si no supiera qué decirle.
- - Qué sucede? – Preguntó Gregory. Cristina suspiró y exhaló el aire de sus pulmones.
- - Y… qué se yo… la gente dirá que efectivamente me acostaba contigo como todos suponían. – Le dijo ella.
- - Pero… aclararemos que fue de hace tres meses para acá. – Le dijo Gregory.
- - Podemos decir cuatro. No quiero que te relacionen con la noche… la noche fatal. – Dijo ella titubeando.
- - Todos vieron que te fuiste conmigo esa noche. Sólo que nadie habló contigo de ello por recomendación médica. – Le dijo Gregory. Cristina hizo un gesto de asombro.
- - Ah magnífico!! Así que soy tu amante desde hace tres meses y ni siquiera lo sabía. – Se quejó enojada. Gregory se apoyó en el umbral de su puerta.
- - Aja… y cuál es el problema? – preguntó Gregory. Cristina se quedó sin palabras.
- - No quiero ser el reemplazo de Tiffany. – dijo ella lo primero que se le ocurrió. De hecho después de pensarlo. No encontraba una razón para que no pudiera ser amante de Gregory.
- - Tú no eres el reemplazo de nadie. Eres la mujer que escogí para que viviera conmigo. ¿Sabes acaso a cuántas mujeres he pedido que vivan conmigo? – Preguntó Gregory. Cristina suspiró.
- - Creo que a Tiffany. – Le dijo. Gregory sonrió.
- - Ni siquiera a ella. Descubrí que me gusta dormir abrazado a alguien en tu famosa “noche fatal”. – Le dijo Gregory. – Abrir los ojos y encontrarte… fue un verdadero placer. No eras una desconocida, ni estabas ya lista para una fotografía profesional pero se formó en mi vientre un nudo de placer. Era hermoso tenerte allí. Aunque luego sufrí como loco pensando que habías quedado vegetal… Pero ayer….y… esta mañana…
- - Está bien… ya entendí. – Le interrumpió Cristina sonrojada.
- - Estás segura. Aunque sé que mi actitud contigo es parte del problema, odio que no veas lo importante que te has vuelto para mí… - Le dijo él. Cristina se levantó del escritorio y se acercó a él.- De tanto pensarte... de tanto verte, sentirte cerca... de tanto, con tanto por tanto...
- - Si… Lo entiendo. Lo siento. – Le dijo ella. Gregory la miró de pies a cabeza mientras caminaba hacia él. Cristina no pudo evitar sentirse tocada por la mirada de él.
- - Y… cómo pedirías disculpas? – Preguntó él seduciéndola con su voz. Cristina tragó en seco. Aquello era nuevo para ella. No sólo porque jamás había seducido a un hombre, sino porque seducir a Gregory en la oficina no era habitual. Colocó las manos en el pecho de Gregory que llevaba ese día una camisa de seda china. Cristina podía sentir en la palma de sus manos el calor de su piel a través de la tela de la camisa. Y como latía rápido su corazón. Cristina lo miró a los ojos y Gregory a duras penas podía controlar el deseo de tomarla en sus brazos y besarla. Cristina sonrió al descubrir su esfuerzo. Y siguió subiendo la palma de sus manos hacia los hombros y apoyándose en ellos, acercó su boca a la de él.
- - ¿Me perdonas? – Dijo Cristina en un susurro ronco que hizo temblar a Gregory.
- - Falta una palabra… - dijo él con voz más ronca de lo que hubiese querido que sonara. El deseo era un nudo en su estómago que jamás había sentido con otra mujer. Cristina se pasó la punta de la lengua por los labios y suspiró.
- - ¿Palabra? ¿Me perdonas por favor? – Intentó de nuevo. Gregory gimió. Estaba siendo más difícil para él resistirse a tomarla que para ella tomarlo. Pero él quería que Cristina perdiera la timidez y lo sedujera. Que se comportara como él la había visto otras veces: coqueteando, sonriendo, mirando de reojo.
- - ¿Qué tal mi amor? – Le dijo Gregory. Cristina volvió a pasar la punta de la lengua por los labios.
- - Oh, Gregory! Perdóname mi amor! – Gregory cedió y la sujetó por la cintura para besarla apasionado pegando sus cuerpos. Empezaba a perder el control de su voluntad cuando sonó el intercomunicador.
- - Maldición!! – masculló Gregory. Cristina lo empujó.
- - Estamos en la oficina y tú tienes una cita. – Dijo Cristina. Gregory volvió a abrazarla.
- - No… Lo siento. Es que te fallé en la promesa de que en la oficina trabajaríamos sin escenas de seducción. – Le dijo él. Cristina sonrió.
- - No seas tonto. Vamos a trabajar. – Dijo ella y lo empujó a la oficina cuando una de las secretarias entró a la oficina.
- - Oh, pensé que no estaban. Está Wilson de Pasadena en el teléfono.- Dijo Barbara. Gregory se sentó en su escritorio y Cristina en una silla enfrente.
- - Pásala! – Le dijo Cristina. Barbara asintió.
Durante el almuerzo, Cristina se fue como siempre con las chicas de la oficina a almorzar en el restaurante de la empresa. La hora del almuerzo era la hora de Gregory para ir al club y conversar con los administradores de los diferentes servicios del consorcio. Las chicas acosaron a Cristina a preguntas.
- - ¿Cómo así que llegaste con el jefe en su auto? – Preguntó una de ellas. Estaba coqueteando con uno de los vigilantes del parqueadero así que Cristina sabía que tenía la información de primera mano.
- - Me mudé a su casa ayer. – Les dijo. Todas empezaron a gritar emocionadas.
- - Pero ¿cómo? No nos habías dicho nada. – Se quejaron dos o tres. Cristina las hizo callar.
- - Hace cuatro o cinco meses venimos coincidiendo en demasiadas cosas y bueno, el día de la cena… No puedo revelar nada más hasta mañana en la noche. – Dijo al final.
- - Oh qué mala!! Nosotras no asistiremos a esa cena. – Se quejaron unas.
- - Pero habrá una rueda de prensa. Esten atentas a sus twitters. – Les dijo. Johana le pegó a manera de juego en el hombro.
- - Con razón cuando te llamé esta mañana, ya sabías que no podía comunicarme con Gregory. – Se quejó. Cristina sonrió.
- - Estaba hablando con su padre cuando tú llamaste. – Le informó ella.
- - Y la tal Mary Wilson es…- Dijo Johana
- - Mi futura suegra. – Respondió Cristina.
- - Entonces pondré más interés en la preparación de la cena. ¿Te van a presentar a la familia? ¿Ya pensaste qué vestido usarás? – Cristina la miró como si fuera de otro planeta.
- - No tengo ni idea. – Todas empezaron a hablar al mismo tiempo y solo las calló que Gregory apareció.
- - Qué sucede? – Les preguntó.
Gregory siempre imponía orden en cuanto entraba. Todas se miraron entre sí. Johana se levantó y lo felicitó con un beso en la mejilla. Las chicas la imitaron. Gregory sonreía divertido. Alborotaron el restaurante del club por completo.
- - Tienes que darnos la tarde de mañana libre. – Dijo Johana. – Tenemos que llevarla a una peluquería y a comprar el vestido de la cena.
- - ¿Y van a ir las seis a hacer eso? – se burló Gregory. Cristina movió la cabeza diciendo que no.
- - Es una locura. No iré con ellas.- Dijo Cristina.
- - Sólo iremos ella y yo. – Dijo Johana sin cejar en su empeño. – Ella va a escoger uno de sus vestidos de coctel y a tu madre le dará un infarto. Dime Gregory que si.
- - Ella tiene razón, cariño. – Le dijo Gregory a Cristina. Todas suspiraron un “cariño” al mismo tiempo. Gregory se echó a reir. – ¿Qué hay con esa palabra? – Se quejó él.
- - Sólo se la dices a tus amantes. Eso lo sabemos bien. – Le dijo Johana.
- - Entonces soy más predecible de lo que pensaba. Hmm…- Dijo pensando mientras miraba a Cristina divertido. – Creo entonces que empezaré a usar contigo una nueva. Mi amor… ¿Les parece bien que use con Cristina, mi amor? – Les preguntó a las chicas. Ellas aplaudieron haciendo sonrojar a Cristina.
- - Cristina, mi amor, ellas tienen razón. Te irás con Johana mañana a las tres a hacer todo lo que tengas que hacer y te recogeré donde quiera que estes a las siete. – Le dijo Gregory. Cristina se alzó de hombros.
- - Supongo que no vale de nada negarme. – Se quejó. Johana la tomó del brazo y se la llevó a Gregory.
- - Llévatela y mañana hablamos sobre mi tarjeta de crédito. – Le dijo Johana. Gregory les guiñó el ojo y se llevó a Cristina con él.
- - ¿Les dijiste del bebé? – Preguntó él. Cristina movió la cabeza negando.
- - Sólo alcancé a decir que me había mudado a tu apartamento. De ahí en adelante todo fue una lluvia de felicitaciones y de relatos sobre toda clase de predicciones que ellas habían hecho sobre nuestra relación. – Le resumió Cristina. Gregory le rodeó los hombros con un brazo y la hizo apoyarse a su costado. A pesar de sus tacos altos, Gregory le sobrepasaba unos quince centímetros.
- - Y por qué no dijiste del bebé? – Preguntó Gregory. Cristina se alzó de hombros.
- - Quiero esperar a que se lo digas a tu familia, primero. – Dijo ella sin ninguna razón en especial.
En la oficina encontraron dos clientes esperando a Gregory así que no pudieron continuar la conversación. Siempre había sido fácil entenderse sin hablar. Gregory tenía un gesto para decirle que quería estar a solas, o que deseaba la presencia de Cristina en la conversación. Y la convivencia diaria había convertido todo tipo de gestos en una conversación muda que Cristina interpretaba con gran maestría. Al regresar, de uno de sus viajes a la oficina de Gregory para llevarle información complementaria en la propuesta para sus clientes, Cristina recibió la llamada de su hermana Esperanza cuando ya estaban a punto de irse. Tenía un poco más de un año sin verla y la sorpresa la hizo tartamudear. Gregory continuaba en su oficina.
- - No esperaba que me llamaras. – Le dijo Cristina. Esperanza sonrió.
- - Bueno… una ex compañera de colegio es compañera tuya en la oficina y me preguntó si iría a la cena oficial de tu compromiso. – Cristina frunció el ceño. Ninguna de las chicas del grupo le había hecho el comentario jamás acerca de conocer a su hermana. No le pareció inocente esa actitud.
- - ¿Ex compañera de colegio? Hay varias aquí del colegio de Belén pero no me imaginaba que alguna fuera contemporánea contigo. – Le dijo Cristina sin hacer comentario sobre su compromiso.
- - Se llama Helen trabaja para una Barbara. – Le dijo Esperanza. – Entonces lo del compromiso es en serio. ¿Vas a casarte con el bombón de Gregory Barton?
- - No hemos hablado de matrimonio… Apenas voy a conocer a la familia. – Le dijo Cristina.
- - Y ¿cuándo va a conocer a la tuya? – Dijo Esperanza antes de echarse a reir. Cristina suspiró.
- - No pensé que te interesara conocer a nadie. – Le respondió. Gregory se asomó en la puerta. – Tengo que cortar. Ya voy saliendo. Te parece si te llamo en la semana?
- - Jamás lo harás así que te llamaré el miércoles. – Le dijo Esperanza. Cristina cortó la llamada y empezó a organizar los papeles en su escritorio. Gregory la miró con el ceño fruncido.
- - Son ideas mías o no querías que supiera con quién hablabas? – Le dijo él. Cristina lo miró con los ojos entrecerrados y decidió hacerse la chistosa.
- - Son ideas mías o jamás celaste a tus mujeres. – Dijo ella. Gregory amplió su sonrisa.
- - Muy bien … Eres mi leona. Anda … quiero llegar a casa y disfrutar de una hora en el jacuzzi. – Le propuso. Cristina tomó su bolso y lo empujó a la salida.
Cristina apenas podía reconocerse cuando terminaron de arreglarla. Realmente seguía siendo ella la mujer que le miraba desde el espejo? Se preguntó. Johana aplaudía y se reía feliz de su asesoría. El peluquero la elogió al verla ya vestida. Hasta le tomó una foto para su colección.
- - En dónde nos recogerá Gregory?- preguntó Johana. Cristina suspiró.
- _ Aquí mismo. Quiere tener tiempo para conversar antes de llegar a la cena. – Respondió Cristina. Johana le colocó una mano en el brazo y la miró a los ojos.
- - Estás embarazada. – Le dijo Johana. Cristina suspiró.
- - Pero no puedes hablar de ello hasta después de la rueda de prensa. – Le dijo Cristina. Johana brincó y bailó simulando estar muda.
- - Por eso te cuida como si fueras una muñeca de porcelana. – Dijo Johana. – Ya desde hace más de un mes que veo ese interés en ti. Cuándo lo supiste?
- - El sábado. – Respondió Cristina analizando lo que decía Johana. Podría ser que Gregory supiera del embarazo antes que ella? Suspiró. Le había ocultado graves cosas de su relación... no podía también haber ocultado lo de su embarazo hasta que el médico lo diagnosticara? Se preguntó.
- - Pero él debe haberlo intuido. Hace más de tres semanas que nos pidió que te supliéramos en todo lo necesario y que te dejáramos sólo lo específicamente necesario de tu cargo. – Confesó Johana. Cristina alzó una ceja.
- - Pero… ni siquiera sabíamos del bebé. Te juro que nos enteramos el sábado. – Le dijo Cristina. Johana sonrió.
- - Oh… ya estaba enamorado de ti y se conduele por ver cómo trabajas. Es que tú te mal pasas mucho.- Le dijo Johana. Pero entonces llegó Gregory y ellas recogieron las bolsas de compras y caminaron al auto.
- - Cielos! Esta mañana pensé que no podías ser más hermosa! – Le dijo Gregory abrazándola en la calle y besándola en la boca con gran apasionamiento. Cristina se sonrojó. La referencia a la escena de la mañana le recordó que Gregory la levantó besándola para llevarla a la ventana de la habitación y hacerle el amor sobre una cómoda sin quitarle la pijama.
- - Yo los dejó. Aquí mismo tomo un autobús y llego a casa.- Le dijo Johana metiendo las bolsas en el asiento de atrás.
- - Nada de eso. Tengo un auto esperándote en el club. Edinson te llevará a tu casa. – Le informó Gregory. Johana miró a Cristina.
- - No me mires a mi. No soy yo la que puede llevarle la contraria. – Dijo ella acomodándose en su asiento. Johana se metió en el auto.
En el auto estuvieron hablando de las compras. Johana era muy divertida y contaba las anécdotas con mucha gracia. Cristina sonreía. Gregory condujo el auto alternando la mano derecha entre apreciar la suavidad de la falda de su vestido y el timón.
Cristina apenas podía creer que Gregory estuviera interesado en ella como mujer. Lo que le habían dicho las chicas sobre las atenciones que Gregory había pedido para ella, le habían dejado pensando en cuánto de lástima y cuánto de seducción había en aquella relación que Gregory le planteaba. Lo miraba de reojo y trataba de atender a la conversación de Johana pero su mente divagaba una y otra vez en qué clase de sentimientos despertaba en Gregory?
Gregory sentía la seda de la falda en el vestido de Cristina y sentía deseos de llevársela a una habitación de las del Spa del club en lugar de ir a la famosa cena. El maquillaje y el peinado le daba refinación y elegancia a Cristina pero era la hermosura de sus ojos color ambar, y su piel suave y el perfume de su esencia lo que le había desarrollado una especie de vicio por el cuerpo de Cristina. Cualquier otra mujer después de la primera vez lo habría aburrido. Cristina tenía algo que lo hacía querer probarla de una manera distinta e incluso probarse a si mismo que podía seducirla y hacerla gritar como si fuera la primera vez.
Estacionó el auto en el club y las ayudó a bajar. El chofer de su padre ya estaba esperando a Johana. La llevaría en un mercedes de alquiler a su casa. Gregory le había habilitado una tarjeta de crédito para que pudiera pagar los gastos de Cristina. Cristina le daba vueltas a su celular en las manos. Gregory se lo quitó y lo guardó en uno de sus bolsillos.
- - No estés nerviosa. – Le dijo después de despedir a Johana y llevar a Cristina por los pasillos del club hacia el restaurante.
- - Pides algo imposible. – Le contestó ella. Gregory sonrió.
- - Vamos, vamos. Puedes tomar una copa de vino. Verdad? Entonces… tomemos una copa de cabernet en la barra. No creo que haya llegado nadie de la familia aún. - Debido a lo estrecho de la falda, Gregory la cargó y la subió a la banca del bar. – Aunque yo estoy pensando en otras formas de relajarse distintas… que podrían dañar tu maquillaje y peinado.
- - Oh, Gregory!! Por qué nos metimos en esto? Tenemos realmente que hacer esta cena formal y esta rueda de prensa… - Gimió Cristina agarrándolo de las solapas de su chaqueta. Gregory sonrió.
- - Te voy a recordar lo que me dices cada vez que tenemos un evento multimillonario. – Le dijo Gregory. Cristina exhaló todo el aire de sus pulmones.
- - Respirar profundo no funciona. – Le dijo ella. Gregory amplió su sonrisa.
- - De hecho quiero hablarte sobre recordar que eres la anfitriona. Tienes que estar aquí y en otros eventos del futuro. Asume tu compromiso y cumple con lo que trae. – Le dijo él. Cristina alzó una ceja.
- - Tú me escuchas más de lo que yo imaginaba eh? – Le dijo asombrada de que él efectivamente recordara sus recomendaciones. Gregory se metió entre sus piernas obligándola a abrirlas y dejar la derecha completamente desnuda debido a la abertura de la falda. Y la sujeto por la cintura para hablar sobre su boca.
- - Yo te he escuchado, atendido, tocado, mirado, deseado durante los últimos ocho meses más de lo que me habría gustado admitir. – Le dijo Gregory antes de besarla.
- - Estabas de acuerdo con Peter cuando me drogó? – Preguntó Cristina algunos minutos después.
- - Cómo se te ocurre. Ese bastardo no entendió que estaba borracho cuando lo llamé a las cuatro de la tarde ese día y le pedí una chica para divertirme. – Le dijo Gregory. – Le había hablado de ti porque cometí la estupidez de confiar en su discreción. Y tenía todo revuelto, el deseo de estar contigo, la decepción de lo de Tiffany, la soledad de los últimos meses…- Se confesó Gregory. Cristina contuvo el aliento.
- - Tú le dijiste a Peter que me deseabas? – Preguntó ella como si le doliera lo que escuchaba.
- - El lo vio. En la manera en la que te miraba el trasero cuando no estabas mirando, en la forma en la que te defendí cuando él y otros tipos hablaban de ti… - Cristina se aferró a las solapas de la chaqueta de Gregory.
- - Tú me mirabas el trasero?- preguntó ella. Gregory notó que ella intentaba no reir.
- - El trasero, los pechos, la boca… - La besó.- Dios… esa boca!! Me volvías loco y estabas vestida como una monja!! Sabes lo que le estás haciendo a mis sentidos con este vestido? O con tu pijama de ayer? – Agregó Gregory. Cristina se mordió el labio inferior.
- - Está bien. Ya entendí. Te gusto. – Dijo cristina. Gregory sonrió.
- - Gustar es una broma. Me encantas, me enloqueces… y quiero que vivas conmigo. Que no quieras irte de mi. – Le dijo él. Cristina suspiró.
- - No empieces de nuevo con lo del matrimonio…- Dijo Cristina. Gregory la besó.
- - Tranquila. Ya entendí. Kenny apoya tus ideas. Si estuve cuatro años con Tiffany y jamás pensé en matrimonio porque enloquecerme para que tú te cases conmigo. – Le dijo él. – Eso no quiere decir que tan pronto tú lo quieras, yo lo hago. Me quiero casar contigo. Que eso quede claro.
- - Muy bien. Nos queda claro. – Dijo una voz detrás de Gregory. El se separó y la tomó por la cintura para bajarla de la banca.
- - Cristina… si eras hermosa con tu uniforme de oficina… Este vestido te queda fenomenal!! – Le dijo Weiss Barton. Cristina miró a Gregory indecisa sobre qué responder a tremendo halago. Hermosa!! Ella era hermosa?
- - Gracias, Señor Barton. – Tartamudeó Cristina y le dio la mano a Weiss. El besó el dorso de su mano.
- - Nada de señor. Vas a ser la esposa de Gregory así que llámame Papá o Weiss. Así lo hacen mis nueras. – Le dijo Weiss mirando a Gregory.
- - Muy bien, Weiss. – Acordó Cristina. Gregory abrazó a su padre y le besó en ambas mejillas.
- - Me alegra que hayas venido. – Le dijo Gregory. – Pero… lo que escuchaste. No anuncies matrimonio hasta que Cristina esté de acuerdo. Estamos? Ella… bueno. Sólo no anuncies el matrimonio.
- - Pero Gregory… Es lo que más te he pedido en los últimos diez años. Que te cases… - Le dijo su padre.
- - Lo sé, lo sé pero no quiero que presionen a Cristina… De acuerdo? Será cuándo y cómo ella lo determine. Estamos de acuerdo? – Preguntó Gregory. Weiss sonrió.
- - Cómo lo adiestraste? Vas a tener que contarme el secreto. No logré que me defendiera nunca de esta manera. – Dijo Weiss llevándose a Cristina hacia el salón donde sería la cena.
Todo estaba elegantemente preparado. La combinación de los manteles blancos con sobremesas negras, la vajilla con ribetes dorados y los centros de mesa con muchas hortensias de colores variados. Johana había escogido a la mejor de las diseñadoras de interiores de la corporación. Y luego había hecho las modificaciones de acuerdo a los gustos de la señora Barton.
Cristina apenas podía ocultar su sonrisa de satisfacción al ver que Johana había manipulado todo. El menú, los meseros, la música, hasta la cosecha del vino. Gregory acostumbrado a todas esas atenciones y a todo ese glamour disfrutaba del ambiente. Tal vez ni siquiera era consciente de todo el trabajo logístico de Johana detrás de aquel escenario de elegancia distinción.
- - Johana nos indicó que te hiciéramos un ponche sin alcohol para ti. Una nana colada. – Le dijo el mesero que servía las bebidas. Gregory frunció el ceño.
- - Nana colada. ¿Es delicioso eso? – Preguntó y Cristina le dio un sorbo. – Bueno… no vas a emborracharte.
- - No… Pero voy a divertirme porque estoy contigo. – Le dijo Cristina. Gregory la besó en los labios.
- - Bueno dejen eso para después - Se quejó la madre de Gregory acercándose a ellos. – ¿Estás bebiendo, Cristina?
La señora Barton miró a Cristina de pies a cabeza. Al parecer dio su aprobación. Su expresión fue de profunda admiración. Cristina se sintió más tranquila. Ese era uno de sus temores. La señora estaba vestida de un rojo magenta que la hacía ver señorial y elegante. Mary Barton era una mujer diez. Alguien que pocas veces podían criticar los periodistas. La ropa, las joyas, los accesorios de diseñador hacían parte de su vida desde que nació pocas cosas glamourosas y sofisticadas eran extrañas para ella.
- - Es una bebida sin alcohol. – Aclaró Gregory. – Espero que todo esté a la altura de tus expectativas.
- - Si… parece que alguien hizo muy bien su tarea y eligió todo como si fuese yo misma. – Le dijo la señora a su hijo.
- - Johana es excelente en su trabajo. – Dijo Gregory. Cristina sonrió. La señora Barton la miraba a ella.
- - Johana? Pensé que eras tú? – Dijo la señora Barton.
- - No es mi manera de ganar puntos. – Dijo Cristina concluyendo por la señora. Gregory sonrió.
- - Es verdad… Cristina gana puntos en su trabajo no metiéndose en el de otros. – Dijo Gregory. Cristina tomó de su coctel. - Cristina es una excelente financista. Sabe como negociar con los proveedores, cómo conseguir el mejor valor de cada cosa, cómo obtener los mejores sitios de la ciudad.
Cinco minutos después habían llegado ya todos los invitados. El señor Weiss los hizo llevar a la mesa. El padre a la cabeza de la mesa, la madre a su derecha y de ahí en adelante los hijos. Cristina a la izquierda de Weiss Barton y Gregory a su derecha. Primero disfrutaron de una reflexión sobre la familia y los momentos juntos del esposo de Melanie que era pastor de su iglesia en Orlando, Florida.
Luego, Gregory tomó la palabra. Estaba nervioso, Cristina lo podía ver en la manera en como miraba su copa en lugar de mirar a las personas. Tenía miedo de mirar a alguien y perder el hilo de lo que decía cuando esa persona hiciera un gesto de aprobación o desaprobación. Cristina lo sabía y por eso siempre estaba al otro lado de la mesa cuando Gregory necesitaba hacer alguna disertación. Entonces él la miraba a ella y ella todo el tiempo lo miraba con amor. Bebiendo cada una de sus palabras y confiando en cada una de sus ideas.
Luego, Gregory tomó la palabra. Estaba nervioso, Cristina lo podía ver en la manera en como miraba su copa en lugar de mirar a las personas. Tenía miedo de mirar a alguien y perder el hilo de lo que decía cuando esa persona hiciera un gesto de aprobación o desaprobación. Cristina lo sabía y por eso siempre estaba al otro lado de la mesa cuando Gregory necesitaba hacer alguna disertación. Entonces él la miraba a ella y ella todo el tiempo lo miraba con amor. Bebiendo cada una de sus palabras y confiando en cada una de sus ideas.
- - Cuando conocí a Cristina, papá fue el primero en ver lo hermosa que era. – Dijo Gregory sorprendiéndola. – Me dijo que si la escogía a ella, más me valía que no la tocara en el primer año de trabajo o no volvería a confiar en mi escogiéndome una asistente hermosa.
- - Es mentira. – Dijo Cristina. Weiss le tomó una mano y la besó.
- - Es verdad. Se lo dije. Tenías un traje de Valentino azul marino y unos enormes aros de oro que se movían graciosamente cada vez que hablabas. Lo tenías idiotizado. – Reveló Weiss. Todos se rieron.
- - En realidad, todas las mujeres lindas me idiotizaban a esa edad, amor. – Dijo Gregory y sus hermanas se miraron y murmuraron sobre la palabra amor. Es que Gregory tenía todo un discurso sobre el uso de la palabra amor y cómo había que ser responsable al usarla. Nadie antes lo había escuchado decir esa palabra a una mujer. Por ello, al escogerla para cambiar la palabra cariño, Cristina había sentido ese vuelco en el corazón que le decía que, sin importar si estaba enamorado o no de ella, para Gregory, ella siempre sería el amor. Su primer amor.
- - Esa fue una de las razones por las que Clarissa lo abandonó. No podía lograr que se fijara solo en ella. – Dijo una de las hermanas de Gregory, Lucinda. Cristina sonrió divertida. La señora Barton la fulminó con la mirada.
- - En fin. Lo primero que me enamoró de Cristina fue la manera de compartir conmigo el trabajo. Es la mejor en lo que hace y jamás sintió que estuviera robándole su lugar pero ella es quien debiera estar en mi puesto en lugar mio. No me abras los ojos así, ya sé que no quieres ese estrés para tu vida. Pero, necesitaba que esto quedara claro ante mi familia. - Le dijo mirándola, Luego volvió a mirar a su padre.- Mi trabajo, la visión de la corporación y el impulso de los últimos años no sólo es producto de la proyección de papá o de la astucia para los negocios que poseo, es también la crítica permanente y el análisis minucioso de Cristina. No cree nada de lo que digo y no acepta todo lo que propongo a las primeras de cambio. – Le dijo Gregory. Cristina tomó de su coctel. La señora Barton entrecerró los ojos. De seguro una esposa conflictiva y peleona no era lo que deseaba para su hermoso y exitoso hijo, concluyó Cristina.
- - La horma para tus zapatos? – Preguntó uno de los cuñados de Gregory. Gregory lo señaló con su vaso de whisky.
- - Ni más ni menos. – Dijo Gregory. – Asombrosamente yo seguía buscando una mujer bonita, medianamente inteligente y socialmente activa como compañera por eso no me había fijado en Cristina, hasta la fiesta de año nuevo pasada.
- Cristina frunció el ceño. La fiesta de año nuevo pasada? Qué diablos decía Gregory? Qué había pasado ese día? Se preguntó rememorando la fiesta. Gregory la miró con una expresión divertida en el rostro.
- - No tienes ni la menor idea de lo que voy a decir, verdad? – Se burló él.- Ese día había retomado por decimo tercera vez mi relación con Tiffany. Pero no estaba muy convencido de que fuese a llegar a algún lado con ella. Y cuando Cristina llegó vestida de mamá Noel con una minifalda roja que se alzaba cada vez que ella se inclinaba sobre una mesa, yo perdí por completo la conciencia de qué hacía Tiffany. Por eso no vi que vomitó casi todo el tiempo que estuvo en la fiesta y que una limosina negra con su novio rico llegó a buscarla.
- - Gregory no tienes que decir… - Empezó a decir Cristina. Gregory le colocó dos dedos sobre los labios.
- - Todos esperan conocer la historia, amor. Ellos vinieron a eso. – Le dijo Gregory. – Esta chica se dio cuenta que Tiffany se había ido con otro hombre y que yo estaba pasado de copas y pensó que era por despecho de la novia que huía. – Dijo Gregory y se echó a reir. – Entonces me cogió bajo sus alas y me sacó de la fiesta antes que hiciera un acto bochornoso que me dejara muy mal parado como jefe. No era la primera vez que lo hacía. Muchas veces me cambiaba tragos por bebidas no alcohólicas en reuniones de negocios y me cambiaba de lugar si habían mujeres algo entusiasmadas conmigo a mi lado. Entonces, la vi como la mujer hermosa que es, aquella minifalda dejaba ver sus larguísimas piernas de infarto y el vestidito ceñía su cintura y resaltaba la feminidad de sus curvas y yo me volví loco. Pero, por primera vez en mi vida, me porté como un caballero y la llevé a su casa. Y me fui a dormir solo.
- - Cielos!! Pensé que se iba a poner interesante la novela. – Bromeó Melanie. Gregory sonrió.
- - Oh, Se puso interesante, Melanie! Hace unos meses. El resultado es que estamos esperando un bebé que hoy tiene trece semanas… - Terminó diciendo.
El silencio del shock duró tres segundos antes que las mujeres se levantaran de sus sillas hablando y riendo todas al mismo tiempo. Weiss se levantó de la silla para felicitar a Gregory y a Cristina. La señora Barton permaneció en su silla. Cristina se dejó abrazar y besar por todos. Jamás había tenido aquel contacto de familia, aquel encuentro con la piel, los olores, el sentimiento de varias personas al tiempo, fue una experiencia más embriagadora que el alcohol.
- - Ya lo sabías no? – Preguntó Weiss a su esposa. La señora Barton levantó la copa de champaña en su puesto.
- - Si. Por eso propuse que hiciéramos la cena oficial. El único problema es que Cristina no quiere casarse. – Dijo la señora Barton. Melanie se acercó a Cristina
- - Es cierto eso? – Cristina asintió. – Pero Cristina, casarse es lo mejor. El bebé no debe nacer sin ese derecho. Después si no soportas más a mi hermano, nosotras mismas te apoyaremos para divorciarte. Sabemos lo insoportable que puede llegar a ser. – Bromeó Melanie
- - Cree que me voy a casar con ella sólo por el bebé. – Dijo Gregory. Melanie le arregló el cabello con sus manos.
- - Cariño, si no logras consolidar una familia con mi hermano. El no va a lograrlo con nadie. – Dijo Melanie. – No te conozco pero lo máximo que nos dijo cuando nos presentó a Tiffany es que era la heredera de las joyerías de su padre.
- - No me ayudes Melanie… - Se quejó Gregory. Melanie lo ignoró.
- - Querida, no lo he visto describir a alguien con esa hermosa historia de amor que nos contó jamás. Ni siquiera aquellos años en los que deseaba ser novelista y nos inventaba historias para convencernos. – Gregory desistió de detener a Melanie y se sentó en su lugar. – Piénsalo! Este es el hombre más anti romántico que puedas llegar a conocer. Si tú sacas todo este potencial romántico… tienes que ser especial.
- Nadie más intentó convencerla del matrimonio. Melanie se fue a su lugar en la mesa y la cena transcurrió según Johana la había programado. Cuando los periodistas llegaron, la familia comía el delicioso postre. Melanie la hizo ir con ella al baño y retocaron sus maquillajes. Los señores Barton y Gregory dirigieron la rueda de prensa. Cristina respondió cuando le hicieron preguntas directas pero la mayoría de las preguntas con intención fueron dirigidas a Gregory. El las respondió con el encanto por el que ya era famoso.
Al final, los reporteros solicitaron que la pareja posara para las fotografías. Gregory volvió a mostrar su carisma. Esta vez para seducir a Cristina delante de todos y sacar las poses más románticas que pudo imaginar. Especialmente estando en el encantador ambiente de la terraza del club.
Cuando Gregory le devolvió el celular a Cristina para poder sentarse con comodidad en el auto y conducir. Cristina descubrió que tenía más de diez llamadas perdidas de Esperanza. Se mordió el labio sin decidirse a devolver ninguna de ellas. Tenía que contarle su historia a Gregory antes que la prensa hiciera una fiesta de todo su pasado.
- - Gregory…- Dijo Cristina. Era más difícil de lo que imaginó.
- - Dime, cariño. – Dijo Gregory mientras conducía rumbo a su edificio de apartamentos. Era casi medianoche. La luna alumbraba sobre el océano y el auto de Gregory se comía la carretera a gran velocidad. A Gregory le encantaba aquella vía paralela al mar.
- - Tengo que contarte mi historia. – Le dijo Cristina. – Podemos detenernos en el camellón?
- - Camellón? No quieres que mamá escuche lo que vas a decirme? – Tradujo Gregory. Cristina suspiró.
- - No sé. Creo que tú tampoco querrás escucharlo pero necesito que lo sepas. – Le dijo.
- - Si quieres puedes pasar la noche conmigo en el puerto. El yate de mi papá está anclado… ¿Quieres que te lleve allá? – Un yate. Bien, su vida era una nave sin rumbo. Podría ser metafórico.
- - Sí… - Dijo Cristina. Gregory llamó a su padre y le anunció su decisión. Se detuvo en una tienda abierta y le compró algunos bocadillos empacados y jugo embotellado. Y una chaqueta de lana. Su vestido escotado apenas tenía una chalina de seda, nada cómodo para el fuerte viento del puerto.
Al regresar al auto recordó que tenía una chaqueta en el asiento de atrás y le dijo a Cristina que la usara. Llegaron al puerto y encontró al intendente esperando. De seguro su padre lo había llamado. Gregory dejó el auto exactamente al comienzo del puente de abordaje. Ayudó a Cristina a quitarse los zapatos de tacón alto y se los cambió por unas sandalias que Johana le había convencido de comprar.
La brisa no se la llevó a un lado porque Gregory la llevaba abrazada a su costado. La ayudó a subir al yate que nada tenía que envidiar al apartamento de Gregory. Este se dedicó de inmediato a guardar las cosas que había comprado en una nevera auxiliar en el camarote principal y fue a saludar al capitán.
Cristina se había quitado los zapatos y las joyas. Estaba sólo con el vestido de seda color esmeralda que Johana le había escogido. En medio de las sábanas de seda color terracota, recibió a Gregory que se detuvo unos segundos a admirarla. Cristina le dio dos golpes al colchón invitándolo a conversar con ella.
- - Bien, cariño. Qué es lo que sucede?- Le dijo Gregory. Cristina se aclaró la garganta.
- - Yo no veo a mi familia desde los diecisiete años. – Comenzó a decir ella. – Me fui de casa porque el marido de mi hermana, me acosaba sexualmente.
- - No necesitas decir nada de esto. – Le dijo Gregory tomándole las manos. Cristina sonrió.
- - Eres famoso. Los periodistas escarbarán y no quiero que te tomen por sorpresa. – Le dijo ella. – Mi hermana es muy hermosa. Y yo siempre fui la fea de la familia. Creer que su marido podría perseguir a la f'ea, en lugar de seducir a la hermosa no fue fácil para ella, ni para mis padres. Así que a mi, no me tocó otra opción que marcharme de casa.
- - No quiero imaginar cómo será tu hermana si tú eres la fea. – Se burló Gregory. –Lo siento. Qué hiciste para sobrevivir?
- - Me fui a vivir a la escuela. Mis padres jamás me lo perdonaron y yo… no los necesité hasta ahora. – Dijo ella. Gregory se cambió de lugar y se acomodó detrás de ella para abrazarla. Podía sentir como temblaba conteniendo el deseo de llorar
- - No los necesitas. Ni entonces, ni ahora. No crearon contigo ningún tipo de vínculo. – Dijo Gregory. – Mi madre depende de meterse en la vida de sus hijos. Vive a través de nosotros pero la tuya…
- - El marido de mi hermana es político. Tiene mucho dinero y poder. – Dijo ella. – No me ha hecho nada porque jamás lo denuncié.
- - Y no lo vas a hacer. Acaso lo necesitas? – Le preguntó Gregory. Cristina movió la cabeza negando.
- - Anda… lo que sí necesitas es descansar. Vamos a quitarnos la ropa. Déjame buscar algo que traje de donde el capitán. – Dijo Gregory y trajó dos camisetas grandes de marino.
- - Nuestras pijamas. – Dijo sonriendo. Cristina asintió. Gregory la hizo levantarse de la cama. La besaba en la boca mientras hacía deslizar la cremallera de su vestido. Cristina le rodeó el cuello con los brazos. –No puedo creer que te consideres fea. Eres hermosa, muy hermosa. – Le dijo acariciando con sus manos el cuerpo de Cristina que el vestido iba dejando desnudo en su caída.
- - No todo tiempo pasado fue mejor. – Se burló Cristina. Aunque alguna gracia debía tener para que los chicos se fijaran en ella, Cristina era conciente que en su adolescencia fue muy flaca y desgarbada.
- - Bueno, entonces, me alegra que haya conocido a tu mejor versión. – Se burló él. Le quitó la ropa interior y la hizo meterse en la cama.
- - No es un poco incómodo hacer el amor en la cama de tus padres? – Dijo Cristina sin ninguna intención de detenerlo. Gregory sonrió.
- - Esta no es la cama de mis padres… Es la habitación de invitados. – Le dijo él con una sonrisa traviesa. Cristina no pudo evitar reir
- - Lo hiciste a propósito!! – Se quejó ella. Gregory le mordió los hombros mientras se acomodaba sobre ella.
- - Tú me seduces todo el tiempo, yo apenas si puedo pensar en dónde estamos.- Le dijo él quitándose la ropa que ella había desabrochado mientras hablaba.
- - Ah bueno! La culpable soy yo? – Se burló Cristina. Gregory sonrió de nuevo.
- - El culpable es Peter. Yo estaba haciendo mi mejor esfuerzo porque vinieras a mi sin que te hubiese tocado. – Le dijo. – Ya me perdonaste?
- - Estoy esperando un bebé por culpa de tus locuras. – Le dijo ella, Gregory la miró a los ojos.
- - Te arrepientes? – Le preguntó preocupado. Cristina amplió su sonrisa.
- - Para nada… Y menos si sigues haciendo lo que pensabas hacer. – Bromeó. Gregory continuó seduciéndola con todo lo que su imaginación y su deseo le puso en el camino.
Cristina abrió los ojos y lo encontró observándola. Sonrió y subió la sábana que le cubría a medias. Ni siquiera recordaba haberse puesto esa enorme camiseta de marino que llevaba. Gregory en cambio estaba acostado a medio lado, desnudo y mirándola.
- - Tienes unas diecisiete llamadas de un número desconocido. – Le dijo él. Cristina asintió.
- - Es mi hermana. Ayer me llamó y quiere conocerlos. No tengo idea para qué. – Le dijo Cristina. Gregory frunció el ceño.
- - Y por qué no la llamas? – Preguntó él.
- - Tú tenías mi celular y luego, necesitaba contarte la historia primero. Además, son cinco años sin verlos. La última vez fue en mi ceremonia de grado. Ellos fueron para cubrir las apariencias con los directivos de la escuela. – Le relató Cristina. Gregory le acomodó los cabellos con los dedos de las manos.
- - Tu hermana sigue casada? – Preguntó él. Cristina suspiró.
- - Creo que sí. Eludo sus nombres cuando leo la prensa. No quiero saber de ellos.- LE confesó. Gregory asintió.
- - Pero… ahora quieren saber de ti. Creo que debes hablar con tu hermana para ver si algo ha cambiado en su relación. Yo te amo, Cristina. Me quiero casar contigo pero uno necesita de vez en cuando una familia, una persona a quien recurrir cuando se siente desesperado. – Le dijo Gregory. – Tú sabes lo mucho que me conmovió encontrarte en mi jardín aquella noche cuando supiste la verdad? ME buscaste!! Estaba feliz nada más porque hubieses pensado en recurrir a mi en un momento tan crítico. Pero también descubrí que no tienes a nadie más a quien acudir. Me causa mucho dolor tu soledad.
- - Buenos días. – Dijo Cristina.
- - Ah, por fin! – Dijo Teo su cuñado. Cristina se estremeció de miedo. Ni la distancia ni los años pasados disminuían la sensación de temor por lo que ese hombre pudiera hacerle.
- - Por qué me llamas tú? – Reclamó Cristina.
- - Por qué no puedo hacerlo? Quiero recordarte que no quiero declaraciones explosivas que ya no tienen sentido. – Le dijo sin preámbulos. Cristina sintió mareo.
- - No se me ocurrió a los 17, mucho menos ahora. – Le respondió ella. Le temblaban las manos.
- - Así es. Inteligente y… fuerte… - Dijo él cambiando a un tono más morboso y bajo. – Y hermosa. Aquí estoy apreciando tu foto en la prensa.
- - Le voy a agradecer que no vuelva a llamar a mi esposa. – Escuchó Cristina que él le decía. Gregory tiró el celular en la cama con enojo y se fue al cuarto de baño. Le recogió el cabello a Cristina antes que lo metiera dentro del bacin.
- - Te sientes bien, amor. Tienes náuseas matutinas? – Preguntó él. Cristina se levantó del suelo y se fue al lavabo, se lavó la cara y los dientes.
- - Ese hombre me da asco. Se me revolvieron los recuerdos del terror y el miedo en mi adolescencia y…- Le dijo y tembló. Gregory la acogió en sus brazos y le ofreció su protección en silencio.
- - Si quieres puedes cambiar tu número de celular o privatizarlo. – Le propuso. Cristina suspiró.
- - Mi hermana se comunicó a través de una compañera de la empresa. – Contó a Gregory.
- - Supongo que es difícil incomunicarte. – Dijo él. – Pero al menos graba el número para que te advierta que son ellos y no respondas.
- - Gracias. – Le dijo Cristina. Gregory la separó de su pecho.
- - Pero qué dices? Eres mi mujer y no voy a dejar que te acosen. – Advirtió con enojo. Cristina sonrió mirándolo a los ojos.
- - Me gustó eso de tu esposa. – Dijo Cristina. Gregory le sonrió.
- - No voy a pedírtelo de nuevo. – Se quejó él.- Estoy esperando tu respuesta. – Y la besó en la boca apasionado. Cristina sonrió al recordar que ella estaba desnuda debajo de la camiseta y él estaba absolutamente desnudo abrazado a ella.
- - Gregory…- Le dijo gimiendo para subirse al mesón del lavabo. Gregory sonrió mientras la acomodaba hacia su cuerpo.
- - Cristina… Me tienes loco. – Casi una hora después fueron a desayunar con el Capitán del barco en el puerto.
Dos días más tarde, Cristina estaba acorralada en su escritorio de la oficina. Melanie estaba frente a ella decidida a convencerla de casarse. Cristina sonreía divertida por la actitud de su cuñada, era la versión femenina de su hermano. Cuando algo les obsesionaba no cejaban en su empeño por conseguirlo.
- - Ya sé toda esa historia de que no tenían un noviazgo formal pero… por qué no casarte? – Insistió Melanie. Gregory estaba en una junta en un club de North Miami.
- - No quiero que Gregory tome decisiones precipitadas que le hagan arrepentirse después. – Le dijo Cristina. Melanie hizo un mohín de fastidio.
- - Tu trabajo es cuidar que no tome decisiones precipitadas en el negocio. – Le dijo Melanie – Pero tu responsabilidad con el bebé que viene en camino es garantizarle que nacerá con todos los derechos que se merece.
- - Además, Gregory me dijo que no volvería a pedirme matrimonio. – Le dijo Cristina revelando que estaba tentada a responder. Melanie aplaudió emocionada.
- - Contesta a su petición entonces. Una noche romántica en esa famosa cabaña de la primera vez… y tú diciendo que si en varios idiomas. – Propuso Melanie. – No creo que tarde mucho en entender que le dices sí a todo.
- - Tienes mucha imaginación!!!- Dijo Cristina. Melanie alzó una ceja.
- - ¿Se te olvida que mi trabajo es planear las lunas de miel y las bodas del jet set de Miami? – Le recordó. – Anda… Vamos a comprar un sexy y descarado vestido para la ocasión.
Había una botella de Pinot noir, el mejor vino del mundo según Gregory y que a Melanie debió salirle por un ojo de la cara pues sabía Cristina que era muy exclusivo. Se miró en el espejo y sonrió. Todavía no había cambios en su cuerpo, el vestido de satín caía sobre su piel como una suave mano que lo acariciaba. El color rojo le hacía ver más vibrante, alegre y hasta joven. Sus zapatillas de tacón estaban matándola pero no iba a renunciar al efecto de elegancia y distinción que le imprimían a su imagen por un pequeño detalle como el maltrato a su pies hinchados. Alzó la vista y se encontró a Gregory mirándola mirarse. Cristina sonrió.
Como siempre que él aparecía su corazón dio un vuelco. Alguna vez se acostumbraría a tener un marido tan hermoso? Se preguntó mientras se daba vuelta lentamente. Gregory contuvo el aliento, Cristina pudo percibirlo y su sonrisa se amplió. Al menos ella no era la única a la que estaban matando de deseo.
Gregory entró en la cabaña y contuvo el aliento. Estaba esperando encontrar a Cristina en estado de shock por estar en el lugar donde según ella había pasado la peor noche de su vida y sin embargo, Cielos! Esa mujer iba a volverlo loco. Cristina llevaba un vestido que Gregory esperaba ella solo estuviera usando para él. No podría resistir los celos si ella se ponía aquella… cosa y otros hombres apreciaban sus largas y bien formadas piernas, y cómo flotaba alrededor de sus caderas apenas acariciando su redondeado trasero. Iba a matarlo de deseo.
La música de fondo hizo que el silencio entre ellos no se volviera pesado. Gregory se acercó a ella y le tomó una mano para besarla con mucho amor. Cristina se estremeció de pies a cabeza. Parecía que hablar podría dañar la escena así que Gregory la jaló hacia el círculo de sus brazos y rodeó la cintura con sus manos mientras se inclinaba para besarla en la boca.
Después de hablar con Melanie y planear aquel encuentro, Cristina se había sentido segura de lo que estaba haciendo. Pero seducida por los dulces besos de Gregory y sintiendo la firmeza con la que él le sostenía, sentía que el compromiso de ser la amante de Gregory era tal vez más grande que el de ser su esposa. Si podría ella mantener a un hombre como él interesado todo el tiempo durante el resto de su vida. Aquel parecía ser un reto enorme.
Gregory la alzó y la hizo rodearle la cadera con las piernas y le apoyó contra una pequeña cómoda. Aquellas habitaciones no tenían armario porque la gente utilizaba las cabañas del club por una o dos noches. Cuando Gregory hizo la inspección de la decoración no había descubierto lo útiles que podía ser para los amantes tener un soporte como aquel para montar a una mujer así como él lo hacía con Cristina y tener sexo de aquella manera tan salvaje. Sonrió mientras la miraba abandonarse a sus locuras. Tal vez ser consciente de que Cristina disfrutaba descubriendo el sexo con él era una de las razones por las cuales le apasionaba hacer el amor con ella. No quería seducirlo como las otras, ni tomaba la iniciativa a pesar de que la invitación a encontrarse allí había sido de ella.
- - Dime… en qué estabas pensando cuando me trajiste aquí? – Preguntó Gregory y sintió un nudo en el estómago y gimió cuando descubrió que debajo del bendito vestido, Cristina apenas si tenía una panty demasiado pequeña para dejar algo a la imaginación.
- - Exactamente en lo que estás haciendo, querido. – Le dijo Cristina mientras le desabrochaba muy lentamente los botones de la camisa.
- - Y tú no vas a hacer nada? – Preguntó Gregory rompiendo la panty de un tirón para dejarla desnuda. Cristina contuvo el aliento sorprendida por la salvajada de romperle la ropa interior. Le quitó la camisa y la chaqueta al mismo tiempo y acarició el pecho desnudo de Gregory con sus manos suaves y calientes.
- - Yo voy a hacer lo que pueda. – Dijo Cristina sonriendo de manera seductora. Gregory empezó a quitarse el pantalón y los zapatos. Estando completamente desnudo la hizo acomodarse para tener sexo de pie frente a ella.
Algún tiempo después de una ducha juntos y otro encuentro en la cama, Cristina se levantó y buscó su bolso de manos. Tal vez sentirse amada, tal vez aquel encuentro sexual, tal vez el deseo de amarrarlo a su vida, o de aprovechar la única oportunidad que tendría en la vida de ser feliz le dieron el valor para tomar la iniciativa: Cristina cubrió con sus manos la pequeña cajita que encerraba los anillos.
- - He estado buscando la manera de darte una respuesta que me dijiste estabas esperando. – Le dijo Cristina y sonrió divertida al verlo contener el aliento.
- - Cris… No estás obligada a responder…- Dijo Gregory. Cristina lo interrumpió besándolo en la boca. Estaba arrodillada sobre la cama frente a él.
- - No estoy obligada a nada y… espero que tú tampoco. Deseo soñar que tomamos esta decisión con toda la libertad y la autonomía de ser adultos. – Manifestó ella con toda calma. – Pero dijiste que no repetirías tu propuesta…
- - Quieres que te vuelva a proponer matrimonio? – Dijo Gregory mirándola a los ojos. Cristina sonrió con picardía.
- - Me ayudaría un poco. – Confesó con timidez.
- - Te gustaría ser mi esposa, mi mujer, mi amante y la madre de mis hijos? - Preguntó Gregory y rodeó la cintura de Cristina con sus manos y la hizo acercarse a él. Cristina abrió las manos y dejó ver lo que guardaba entre ellas. Gregory sonrió. Tomó la caja de terciopelo y la abrió.
Cristina tomó el anillo para él y se lo ofreció. Gregory pasó el dedo dentro del anillo que le quedó perfecto. Era un aro de oro amarillo con dos líneas curvas de minúsculos diamantes. Pudo ver la mano organizadora de su hermana en la elección. Gregory había usado un anillo así en su adolescencia que le gustaba muchísimo. Cristina extendió su mano hacia él, Gregory tomó el anillo y lo colocó en su lugar. El anillo de Cristina era igual sólo que los brillantes flotaban montados en una corona de oro blanco.
- - Esto significa que eres mi mujer? – Preguntó Gregory. Cristina sonrió.
- - Esto significa que te vas a casar conmigo. – Respondió ella. Gregory la hizo cubrirlo con su cuerpo.
- - Te he dicho suficientes veces que te amo? – Cristina movió la cabeza negando y trató de controlar las ganas de llorar. – Pues he descubierto que lo hago… Empecé a entenderlo aquella noche de año nuevo, cuando me estaba muriendo de ganas por hacer el amor contigo y sin embargo, dejé que te bajaras en tu apartamento y que Marcos me llevara a mi casa.
- - Apenas si me miraste…- Se quejó Cristina. Gregory la acomodó para aliviar la tensión de su sexo con el contacto del de ella.
- - Mirarte era una tortura. Cada vez que caminabas la falda de mamá Noel flotaba alrededor de tu trasero y estaba convencido de que en cualquier momento se alzaría y quedarías desnuda ante todos. – Confesó – Sufrí como un condenado y me emborraché más por tratar de matar el efecto de tus piernas en mi sistema nervioso que por las ganas de beber.
- - Si lo hubiese sabido…- Gimió Cristina moviéndose sensualmente sobre él. – No hubiera llorado tantas noches que lloré.
- - Prométeme que estarás conmigo el resto de la vida y yo… procuraré que no llores jamás. – Le dijo él girando para colocarla debajo de él y seducirla. Aún sin decir una palabra, Cristina se comprometió con Gregory en medio de besos y abrazos.
Cristina acarició el tatuaje en el hombro de Gregory. Un ner tamid… la llama eterna de la fé en Dios. Gregory se despertó por efecto de los dedos de Cristina acariciándole la piel y sonrió.
- - Tu eres mi nuevo Ner tamid. – Murmuró él. Cristina sonrió.
- - Ah sí? – Murmuró. Gregory estaba acostado boca abajo en la cama, completamente desnudo y Cristina lo observaba acostada a medio lado.
- - Si… Mientras estés conmigo, mantendré viva la fé en el amor. Estoy convencido que sin ti, no hubiera conocido el verdadero significado de la felicidad. – Le dijo él sin abrir los ojos. Cristina se acomodó abrazándolo. - Más que la fe... infinita eres tú.
- - Estás seguro que podemos mantener esta relación por el resto de nuestras vidas? – Preguntó Cristina. Gregory suspiró.
- - Vamos a hacerlo, mi amor. Pero, en este momento, sólo quiero que me dejes dormir. – Se quejó él. Cristina sonrió y se dispuso a dormir con él.
Aquella era la cabaña donde había comenzado todo. Una noche ella se había dejado absorber por el efecto de una droga y en ese momento, le permitía a él dejarse drogar de satisfacción. Bien sabía Cristina que cuando despertara, iba a querer hacer el amor con ella de nuevo y, lo mejor de todo era que Cristina podía tener la seguridad de que sería su mujer durante mucho, mucho tiempo.
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