viernes, 27 de febrero de 2015

EN TODO ESTARE

Las margaritas eran una obsesión en la vida de su madre. Abril apenas podía creer que hubiese hecho sembrar tal variedad de margaritas en el jardín y, algunas, estuvo a punto de pensar que eran falsas. ¿Margaritas lilas? Se dijo acariciando con delicadeza las margaritas que florecían en medio de flores blancas. Cruzó el jardín y suspiró admirando la enorme puerta de madera labrada.

Abril Constantino, tercera generación de unos griegos millonarios que habían llegado a Barranquilla provenientes de España en medio de la Segunda Guerra Mundial. A su madre aquella historia le encantaba y solía repetirla una y otra vez cuando conocía alguien nuevo. Abril sabía que  aquella historia también tenía la intención de recordarle que los griegos eran personas de palabra fieles a sus compromisos. Abril empujó la puerta que siempre estaba abierta y dejó caer el morral en uno de los costosos sillones modernos de la mansión. La historia de su familia tenía el objetivo de controlar la independiente manera de ser de Abril.

Isaura podía ser excéntrica, estar obsesionada con las margaritas y con las historias de griegos de su familia pero su gusto por la decoración no podía ser mejor. Pensó Abril apreciando la sala en la casa de su madre. Sus amigas de sociedad podían criticarle cualquier cosa menos su buen gusto al decorar. Y cada detalle de aquellos salones y de las habitaciones había sido cuidadosamente elegido por su madre en persona. Abril sonrió al descubrir una foto familiar en un delicado marco de acero con por supuesto, margaritas labradas en una esquina. Abril estaba a punto de empezar a subir las escaleras hacia el segundo plano de la sala de recibo cuando su madre apareció al otro lado proveniente del comedor familiar.

- Abril!! – Gritó emocionada. Abril corrió a saludarla. Isaura la besó en ambas mejillas y en la frente. Abril sonrió.

- Mamá, me vas a asfixiar!!! – Se quejó Abril sin hablar en serio. Isaura la alejó para mirarla con detenimiento.

- Estás más delgada que un fideo. ¿Es que no comes? – Preguntó dando su dictamen de la apariencia de Abril. La chica sonrió. El vestido que llegaba hasta los tobillos acentuaba cada una de sus curvas pero alargaba la sensación de delgadez asi que… no había nada que ocultar a los ojos de lince de su madre.

- Como… Claro que como. – Le dijo Abril sin entrar en detalles. Estaba viviendo en Bogotá para terminar sus estudios universitarios. Tenía que trabajar duro para terminar lo más pronto posible y regresar a Barranquilla por lo cual tomaba más materias de las mínimas y casi no tenía tiempo para estar en el apartamento y por supuesto, menos tiempo para preparar comidas sanas asi que trataba de comer lo menos posible en el día.

- Si tú quieres puedes llevarte a Lucinda para Bogotá. Ella te cuidaría y te acompañaría. – Le dijo Isaura hablando de la hija de su ama de llaves. Era una joven que todavía estudiaba la secundaria.

- Lucinda se irá a Bogotá si desea hacerlo. Deja de tomar decisiones por los demás. – Le dijo Abril y alguien hizo sonar el timbre de la calle. – ¿Esperas visitas?

- A nadie. – Le respondió Isaura y se fue a asomar a la puerta. Abril decidió continuar su camino e ir a la cocina. Saludar a la señora Casilda era tarea obligada de todos en la casa. Casilda había cuidado de la casa y de ellos desde que su padre era un niño.

Abril debió cruzar el comedor familiar que constaba de una mesa pequeña de seis puestos. Era el comedor que se utilizaba para las comidas diarias pero también para hacer tareas y recibir meriendas. Sin querer sus pensamientos viajaron a Leonardo. Suspiró. Bien, tampoco era sin querer. Había un cuadro de Leonardo colgado en la pared del comedor. Abril apreció los trazos abstractos de los colores primarios del cuadro de Leonardo.

Había sido una de sus primeras obras y se la había regalado a Isaura en su cumpleaños. Abril podía recordar la felicidad de su madre al recibirlo. Leonardo era su vecino preferido. Tal vez el único compañero de juegos de su hija que se admitía en casa. Abril suspiró. Leonardo las enamoraba a todas. No tenía que hacer mucho esfuerzo. Solo conversar y mirar con aquellos ojos azules enormes que tenía y volvía de inmediato loca a la que fuera.

- Abril, mijita! - Saludó Casilda. Abril sonrió. La cocina continuaba siendo una cocina de ensueño para cualquier chef. Es que hacía falta algún ambiente o alguna herramienta? Abril se preguntó y caminó hacia la zona donde Casilda preparaba el postre de la cena. Casilda le adivinó las intenciones.

- Casilda… Qué bueno es verte? – Le dijo Abril como saludo. – Como siempre tú me reconcilias con Colombia. – Bromeó Abril comiendo una breva bañada en arequipe y leche condensada.

- Tu mamá me dijo que vendrías. Así que hice varios postres como te gustan. – Le dijo Casilda. – Muchas brevas, arequipe, leche condensada, bocadillos, flan de natas. –Enumeró mientras mostraba sus bandejas.

- Voy a morir diabética. – Le dijo Abril a la señora. Casilda sonrió.

- Coge los guantes y saca el pudín de chocolate del horno. – Le dijo Casilda por respuesta.

Abril obedeció. Aquella era la tarea preferida de Abril. Sacar los pudines del molde y comerse los restos en la refractaria. Abril tomó los guantes y abrió la puerta del horno. Dejó que saliera un poco el vapor antes de inclinarse a coger la bandeja. Dio vuelta y la colocó en el mesón antes de descubrir al visitante de su madre.

Leonardo Vides la miraba desde la puerta de la cocina. Abril apenas podía creer que él estuviera allí y sobretodo que tuviera la desfachatez de presentarse en su casa sin hablar con ella primero. Abril colocó la bandeja sobre la base de madera en el mesón. Con el cuchillo de pasta dio vuelta alrededor del pudín y con los guantes de nuevo dio vuelta a la bandeja para vaciarlo sobre la base de madera.

Se negó a saludarlo. Mucho menos a demostrarle que su sólo presencia en la cocina multiplicaba el ritmo de su corazón y producía revoloteo de mariposas en su estómago. Se quitó los guantes y tomó el bowl con la crema para el pudín. Leonardo se acercó a ella y se ubicó detrás de ella y cubriendo una mano de ella con la suya, empezó a untar la crema sobre el pastel.

Leo la miró y sintió que era una locura estar cerca de ella. Sabía muy bien cuál era el efecto de su presencia en su sistema nervioso y, aún así, no había podido evitar conducir hasta la casa de Isaura para verla. Sabía que ella no iría a buscarlo, ni siquiera le pediría venir a visitarla. Ya era suficiente para ella saber que Milena y él vivían a menos de diez minutos de su casa.

- Hola… ¿No vas a saludarme? – Le dijo Leo hablando sobre su oreja.

- Hola. – Le dijo Abril y miró a su madre haciendo un gesto de resignación. Isaura sonrió.

- Vaya… He visto témpanos de hielo más cálidos. – Bromeó él. Sabía de sobra las razones por las cuales Abril lo ignoraba. Habían tenido una acalorada discusión menos de una semana antes en su apartamento de Bogotá. Pero Isaura y Casilda desconocían eso. Así como que Leonardo solía visitarla en la capital y, que incluso, Leonardo se solía alojar con ella. Para Isaura y Casilda sería un verdadero horror que Leonardo tuviera una aventura con Abril cuando estaba casado con una hermosa y dulce mujer como Milena.

- Y yo he visto abrazos más… delicados. – Le dijo Abril. Podía sentir el calor y la fuerza de su masculinidad palmo a palmo en su piel gracias a la delgada tela de su vestido. Isaura se acercó al mesón.

- La verdad es que es un abrazo hermoso. Yo no me había fijado jamás en el contraste de ustedes dos juntos. – Dijo su madre, Abril la miró con el ceño fruncido.

- ¿Contraste? ¿De qué hablas? – Preguntó ella.

- Armonía. – Corrigió Leonardo a Isaura. – Los dos juntos somos una armonía. Su cabello cobrizo tiene los dos tonos que le faltan al mio y entre los dos tenemos los tres tipos de tono de cabello; - Abril miró el pastel y retomó la tarea de cubrirlo con crema, ya había escuchado aquel discurso de Leo y había soñado ilusionada que lo inspiraba el amor. Pronto descubrió que sólo era apasionamiento. – Y el tono de piel de ella es una combinación de los tonos de piel que le faltan al mio. Y sus ojos… y los mios son una secuencia de tonalidades de café.

- Oh Dios!!! Qué hermoso hablas Leo!!! Cómo buen pintor te fijaste en los colores pero yo hablaba de … Oh, tonterías!!!- Dijo sin terminar la idea. Abril no podía insistirle a su madre en ese momento que terminara la idea porque Leo lo tomaría como interés por él, por cómo se veían los dos juntos y aquello ya había terminado. Exactamente siete días atrás.

Leo la liberó de su abrazo después de besarle la sien y se sentó en una banca del mesón. Isaura lo hizo a su lado. Abril se negó a mirarlos aunque por el rabillo del ojo sabía dónde estaba cada uno. El pastel estuvo terminado antes que la lista de preguntas de Isaura terminara. Leo le estuvo respondiendo una a una sus preguntas sobre la actualidad de cada uno de los miembros de su familia. Si había algo que admiraba de Leo era su infinita paciencia para responder a las preguntas de los niños, los ancianos y los periodistas. Respondía con la misma tranquilidad de conciencia y el mismo buen ánimo a un cuestionamiento sobre su capacidad para pintar como a una sugerencia de que su matrimonio era una farsa.

Abril colocó el pastel en medio del mesón sin saber cómo utilizaría sus manos el resto de la conversación hasta que Leo se marchara sin retorcerlas o intentar retorcerle el cuello. Leo en cambio se veía tan tranquilo. Concluyó Abril mirándolo hablar con su madre. Estaba sentado en el borde del banco, con un codo apoyado en el mesón y miraba a Isaura a los ojos con la misma concentración con la que Abril recordaba haberle visto mirar a todo el que le hablara. Leo jamás hacía otra cosa que mirar al rostro a quien le hablaba mientras conversaba con alguien y detestaba que Abril hiciera cosas distintas mientras hablaba con él.

Y estaba ese sonido de su respiración. Leo tenía un rumor en su respiración producto de la fuerza con la que lo hacía, era un sonido rítmico algo parecido al ronroneo de un gato. Un sonido que Abril había tenido millones de veces debajo de su oído mientras dormía, entre sus brazos. Abril suspiró y debió hacer algún ruido al hacerlo porque Leo e Isaura la miraron.

- Cansada, mi amor? – Preguntó Isaura. – No quieres tomar una siesta antes de la cena? Abril acaba de llegar de Bogotá. – informó Isaura a Leo. El la miró en silencio

- Por mí no te preocupes. Vine a saber de ti y podemos vernos después…- Dijo Leo. Isaura lo empujó hacia la puerta que daba a las escaleras internas de la casa.

- Qué tontería!! Ve a descansar con ella. Allá en la terraza de la piscina están las hamacas colgadas. Una siesta les viene bien a los dos mientras terminamos Casilda y yo de preparar la cena.

- Yo no puedo quedarme a cenar… - Empezó a decir Leo. Isaura volvió a empujarlo hacia la salida al patio.

- Déjate de tonterías!!! Tienes un compromiso para cenar? – Preguntó La Señora. Leo no fue capaz de mentir

- Bueno no… pero no vine a que me invitaras a cenar. – LE dijo. Isaura sonrió

- Tú no necesitas invitación. Eres parte de la familia. Anda, vayan a darse la siesta que les ofrezco. – Les dijo mientras tomaba a Abril del brazo y la empujaba al patio también.

Abril desistió de discutir con Isaura y caminó hacia la terraza de la piscina. Cuatro hamacas colgaban de los pilares de la terraza en forma de kiosko, el techo de paja tenía dos capas lo que hacía que fuese más fresco de lo normal. El agua se teñía de azul, la noche iba a ser muy negra a pesar de la luna llena. Y a pesar de estar bastante avanzado el mes de diciembre, todavía había calor y hasta había llovido en la mañana.

Abril se acostó en la hamaca con los colores de la bandera y recordó que le había comprado para usarla en su apartamento en Bogotá y jamás se la había llevado porque Leo había dormido en ella y no quería ese recuerdo persiguiéndola. Sonrió con una expresión de ironía. Como si el recuerdo de Leo no la persiguiera constantemente sin necesidad de objetos que se relacionaran con él.

Leo tomó una estera y la lanzó al piso y colocó los pies sobre el borde de su hamaca en lugar de acostarse en otra a unos metros de ella. No tenía miedo a ensuciarse porque su buzo azul indigo y su pantalón de mezclilla aguantarían las consecuencias de acostarse en el suelo. Abril suspiró. No podría librarse de él. Por lo menos no ese día. Se dijo resignándose a tener con él la conversación que pareció quedar inconclusa en Bogotá.

- Laura se casa con el italiano en una semana. – Le dijo él como si ese comentario fuese lo que correspondiera en el hilo de su conversación. Abril suspiró de nuevo.

- Recibí el vestido para ser su dama de honor la semana pasada. - Le dijo ella. Si él pretendía evadir el tema principal entre ellos, ella le seguiría la línea.

- Y te dijo que serás mi pareja? – Abril cerró los ojos y se apretó las manos en el vientre donde el vacio de escucharlo decir que era su pareja, se volvía un nudo de nervios.

- Yo no voy a ser pareja de nadie. – Le dijo Abril. Leo sonrió

- La mia, vas a ser. – Dijo él . – No voy a ir solo a la boda.

- Y Milena? – Preguntó Abril. Leo suspiró.

- Se fue de casa. Supo que estuve viviendo en tu apartamento durante mi estadía en Bogotá. – Abril frunció el ceño. Aquello era extraño. Se dijo mientras se sentaba en la hamaca para mirarlo al hablar. Su expresión era totalmente impersonal. No había nada que revelara sus sentimientos.

- Y vas a dejarla que se vaya? – Preguntó ella. Leo se alzó de hombros con expresión de cansancio.

- No encuentro razones para intentar evitarlo. – Confesó con sinceridad. Abril alzó una ceja

- No quiero quedar como la que rompió el matrimonio perfecto. – Le dijo. Leo sonrió con ironía

- Ella inventará cualquier otra excusa para que no quedes como la heroína de esta historia. – Le dijo. Abril frunció el ceño.

- Heroína? Qué hay de heroico en ser la otra? - Preguntó. Leo volvió a sonreir.

- Eres la que engañaba no la que se dejó engañar. Le duele más pasar por tonta que nuestro matrimonio. – Le dijo Leo. Abril se sacudió los cabellos y Leo admiró los brillos rojizos que la luz del atardecer le dio a su pelo. Tenía hoy más que nunca el deseo de pintarla.

- Herí su orgullo? Pero que dices? Yo soñaba casarme contigo y se lo confesé y ella me dejó hablar, hablar, hablar, antes de decirme que te habías comprometido con ella. – Dijo Abril dejando aflorar la fuerza de su carácter que hasta ese momento estaba controlado y dominado por el desánimo de sentir que había faltado a la verdad.

- Lo siento. – Dijo él. Abril torció el gesto de su sonrisa.

- Es una tontería hablar de ello ahora. No tiene sentido que se divorcie de ti por algo que ha sabido todo el tiempo. Ve a buscarla. – Le dijo Abril y trató de bajarse de la hamaca, Leo reaccionó con la agilidad del deportista que aún quedaba en él y la tomó de los hombros con sus manos.

- No hay nada que hacer. Se llevó todo y se fue a la casa de la playa. Es una decisión tomada y yo… voy a apoyarla porque eso soluciona muchos de mis problemas. – Abril cerró los ojos. Un problema. Eso es lo que era ella en su vida.

- No sé si quiera ser un problema. – Se quejó ella. Leo sonrió.

- Tú me tienes contra el suelo, temeroso a dar un paso porque me mareas, me vuelves loco, estás en mis sueños. – Le dijo él. – Anoche en lugar de estar preocupado porque en mi casa solo está un viejo sofá y mi habitación de soltero, estuve soñando contigo, jugábamos en la terraza del salón principal como cuándo te besé la primera vez.

Abril cerró los ojos. Pero eso fue peor porque la escena que Leo rememoraba apareció con mayor claridad ante ella. Tenían catorce años y estaban solos en la casa de Leo porque Isaura los hacía en la escuela y los padres de Leo estaban de viaje. Leo había usado su casa como sitio para capar clases ese día y con un par de dados y la competencia de quién sacaba más puntos le hizo dar un beso como premio.

Leo la miró. Sacó su celular y calculó la luz y tomó la foto. Abril frunció el ceño y parpadeó varias veces antes de abrir los ojos. Le había tomado una foto? Se preguntó al verlo con el celular en la mano y con los efectos del flash sobre sus ojos todavía. Leo sonrió con un gesto de inocencia que Abril no podía entender pudiera el producir aún después de su loca vida.

- Tú me quieres… y yo te quiero… pero eso no ha sido suficiente nunca y… tú lo sabes. – Le dijo Abril. Leo se mordió el labio.

- No me has escuchado? No terminé yo, Milena se fue de casa. – Le dijo él. Recordaba entonces la promesa que le había hecho a Abril de no terminar su matrimonio por culpa de ella.

- Eso no es… Leo… Milena es tu esposa, es la que escogiste para ello… - Le dijo ella. – Yo sólo soy la amante y… creo que voy a quedarme en ese lugar.

Milena era una dulce y hermosa mujer. Llevaba su casa como un reloj y se llevaba a las mil maravillas con su madre. Tenía el deseo de ser madre y esposa y no una leona en los negocios como lo era Abril. Y sin embargo, eso no había impedido para que Leo buscara una y otra vez a Abril desde el mismo mes en que regresó de su luna de miel hasta el mes pasado justo a dos semanas de cumplir los dos años de casados.

No podía insistir en conversar con Abril porque Isaura se daría cuenta de lo que pasaba entre ellos por lo cual evadió la casa, salió por el portón del garaje y se fue en su auto antes que cualquiera en la casa pudiera detenerlo. Abril no salió a buscarlo cuando se dio cuenta que él no entraría a cenar. No tenía idea de qué le había dicho a su madre cuando le preguntó por él pero la respuesta había satisfecho la curiosidad de Isaura sin dificultad.

Al día siguiente, Abril se había marchado. Había llamado al aeropuerto y había conseguido un lugar en el primer vuelo a Bogotá. Una cancelación de última hora. No se despidió de su madre ni de Casilda, les dejó una nota en la nevera y se fue en auto de alquiler. Estaba bajando del avión cuando entró la llamada de Leonardo a su celular. Abril decidió no responder. Estaba decidida a no ser la causa de un divorcio. Sin importar que todavía quisiera ser la amante.

- Este es el paseo familiar más corto que te he conocido. – Le dijo Antonio Vitta cuando la abrazó en medio de la terminal de transporte. Abril suspiró y dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas libremente. Antonio la separó un poco y frunció el ceño.

- Oh, Dios!!! Oh, Dios!!! Qué sucedió? Debió venir Valeria a recibirte. – Le dijo Antonio al escucharla sollozar.

- Lo siento… Es que necesitaba el abrazo y tú…- Pero el llanto no le permitió continuar. Antonio la besó en la sien y atrapó el morral de Abril que era tan inconfundible como ella: fondo fucsia con margaritas de todos los colores. Su madre se lo había obsequiado.

- El avión de trasbordo a Nueva York sale hoy a las cinco. – Le dijo Antonio obligándola a caminar abrazada a su costado. Antonio era enorme así que Abril apoyaba la cabeza sobre su pecho. – ¿Quieres que haga una reserva para ti y pases unos días con nosotros hasta navidad?

- Solo quería poner tierra de por medio. – Dijo aún entre sollozos. Antonio asintió. Podía imaginar que toda esa tragedia tenía un nombre: Leonardo Vides y podía entender que Abril se sintiera desarmada en medio de aquella situación.

- Valeria está en el restaurante del aeropuerto. – Le dijo él. – Te voy a dejar con ella y voy a conseguirte un puesto en nuestro avión. No. – Dijo, pues le vio la intención de interrumpirlo. – Te irás a Nueva York. Debes renunciar a representar a Leonardo y puedes comenzar una nueva etapa de tu vida allá.

- Antonio… no puedo marcharme a Nueva York y olvidarlo todo… - Le dijo ella. Antonio apretó su abrazo y le guiñó el ojo a su esposa que ya estaba casi frente a ellos.

- Tú puedes hacer lo que te venga en gana: eres joven, estás soltera, no tienes problemas económicos y no tienes hijos. Eso te da libertad de acción. – Le dijo Antonio sin dejar de presionar. La soltó cuando Valeria estaba a unos pasos de ellos.

- Por qué lloras? – Preguntó Valeria al verle los ojos rojos y las mejillas húmedas a Abril.

- Ya sabes que soy una llorona. – Dijo Abril intentando bromear pero era inútil que dijera cualquier tontería. Valeria no se dejaría engañar.

- Tú nunca lloras. – Le dijo Valeria. Antonio le entregó el morral de Abril.

- Dame tu pasaporte Abril. – Le dijo Antonio. Abril suspiró

- No quiero ir a Nueva York.- Dijo y su voz sonó con un tono de niña haciendo berrinche. Valeria abrió los ojos.

Antonio lo hacía a propósito. Sabía que desde el anuncio del matrimonio de Leonardo, Valeria había estado insistiéndole a Abril que se mudara con ellos a Nueva York y que iniciara allí su vida como representante de artistas. Abril tenía un ojo agudo para descubrir los nuevos talentos de la pintura y la escultura y una habilidad heredada de su padre para tomar decisiones de inversión tan acertadas que hasta Antonio le envidiaba.

- Te vas con nosotros a Nueva York? Oh, amiga. Eso es maravilloso!!! Antonio compró una casa museo y estoy volviéndome loca entre administrarla y… - Se detuvo y miró a su marido como pidiendo autorización para hablar. Abril frunció el ceño.

- Qué pasa? – Preguntó Abril limpiándose el rostro. No se había maquillado así que no tenía por qué tener manchas en la piel. Antonio la miró sonriendo.

- Valeria está embarazada. – Le anunció. Abril abrió mucho los ojos y luego reaccionó a la noticia y empezó a brincar abrazando a su amiga y gritando como loca. Valeria reía feliz.

- Pero, cuánto tiempo tienes? Por qué no lo sabía? – Empezó a preguntar Abril separándose de su amiga. Valeria suspiró.

- Sabes lo despistada que soy con esas cosas y lo descubrimos en este viaje. – Le dijo Valeria. – No podía creer que no pudiera comerme el ajiaco sin tener las peores nauseas de mi vida y… entonces caí en cuenta que tengo un atraso de tres meses!! – Abril sonrió.

- Ya me puedo imaginar. Te hiciste una ecografía? – Preguntó Abril. Valeria abrió su maletín de mano y sacó la impresión de la ecografía y se le dio a Abril.

- Oh, cielos!!! Catorce semanas!!! – Exclamó leyendo el resultado. Antonio cogió el bolso de mano de Abril.

- Anda… Dame tu pasaporte para ver qué puedo hacer. – Abril miró a Valeria y luego a la lejanía. Y con un suspiro abrió un porta documentos en su bolso y sacó el pasaporte y la cédula.

- Tienes que comprarme ropa. – Dijo sonriendo. Antonio la besó en la frente y Valeria empezó a gritar de felicidad.

- Amiga es lo mejor para ti. Tomar distancia te ayudará y… te imaginas? Embarazada a los 36 años!! – Dijo Valeria. Abril sonrió.

- Todo saldrá bien. O eso espero… Será mi consuelo porque, a este ritmo, tendré mi primer hijo a los 35 … - Le dijo Abril. Valeria le pellizcó la nariz.

- Nada de eso. Hay unos pintores que voy a presentarte… Dios!!! Si Antonio no estuviera en mi vida… ya tuviera más de uno en mi cama. – Le dijo Valeria. Abril sonrió.

Se enfrascaron en la preparación de lo que sería su nueva vida. Valeria la iba a poner como relacionista pública y cazatalentos de la casa museo y, se dedicaría solo a administrar. Un embarazo a su edad no le permitía estar viajando de un lado a otro. A Abril sin embargo conocer a jóvenes con sueños e ilusiones o a hombres maduros con un camino por recorrer en la pintura y la escultura le ayudaría tal vez a hallar a un hombre que le hiciera olvidar a Leonardo.

Abril desistió de intentar concentrarse en su trabajo y tomó su abrigo imitación de visón. Nadie en la casa museo le detuvo. Ya había terminado su labor en la preparación de la exposición que comenzaba ese fin de semana y que terminaría en quince días. No podía creer que fuese su segunda exposición de navidad y que estuviera cumpliendo dos años de vivir en Nueva York cuando había afirmado que se quedaría hasta el parto de Valeria. Suspiró. La hermosa Margarita había nacido un poco antes de que se acabara junio y por supuesto, todos estuvieron de acuerdo con Isaura para que se llamara como sus flores preferidas.

Isaura había estado viajando de Barranquilla a Nueva York durante esos dos años cada tres meses. Había sido un gran apoyo para Valeria y para Gina, Francesco, Marcela y su esposo quienes esperaban al nuevo nieto como si fuese el primero. Antonio era el único que había dicho que era niña pues todos aseguraban que era niño. Y al final, tuvo razón. Margarita era una niña pero con la energía de un niño y las baterías recargadas de los niños del siglo XXI.

El hombre que se bajó del taxi y que se arrebujó en su abrigo para caminar por el frió camino del parque le llamó la atención. Ella conocía muy bien esa espalda, y aquella manera de caminar. No podía engañarla aunque fuese disfrazado de pordiosero. Abril frunció el ceño. Iba caminando hacia el conservatorio. Aquello era extraño. Porque iba Leo al conservatorio, sin compañía y sin avisarle a ella. No recordaba haber acordado ningún compromiso para él en esos días.

Suspiró mientras intentaba superar la fuerza del frío que le hería las mejillas y le dificultaba la respiración. Leo caminaba con rapidez. El frío apenas le afectaba. Se aclimataba en todas las temperaturas con una facilidad que Abril odiaba. Le sonó su celular y lo vio detenerse para responder. Abril se detuvo también y tomó fuerzas para alcanzarlo.

- Ya estoy a dos pasos del conservatorio. No fastidies con tu historia de la puntualidad. – Dijo Leonardo con tono enojado. Le fastidiaba que le presionaran a llegar temprano. Odiaba mirar el reloj. Abril sonrió. Eso no cambiaría jamás.

- Nadie va a controlarme con un loco que da vueltas todo el dia. – Terminó de decir Abril. Leonardo dio vuelta y la miró asombrado. Luego cerró la llamada del celular y lo guardó.

- Abril… - Dijo como si apenas pudiera creer lo que veía. Abril suspiró y puso los ojos en blanco.

- Cómo es que estás en Nueva York y yo no lo sabía? – Preguntó Abril. Leo se pasó las manos por el cabello.

- Y tú… Ah… La casa museo… Se me había olvidado que Antonio era el dueño de la casa museo de Nueva York. – Dijo él evadiendo la respuesta que ella esperaba. – Y qué haces caminando en este tiempo? Hace mucho frío y a ti no se te da muy bien el frío.

- El frio no me agrada y menos que no quieras decirme a dónde vas. Fue una tontería seguirte…- Dijo Abril y dio vuelta. Leo masculló una grosería en español y la alcanzó y le tomó por el codo.

- Eh… Espera!!- Dijo él. Abril le dejó detenerla. – Es una cita con Carolina Vries. – Le dijo mencionando a una de sus exnovias del pasado. Abril frunció el ceño y se volvió hacia él.

- Carolina? Leo sabes que ella no quiere otra cosa de ti más que meterte en su cama. – Leo no le contradijo. Y agregó. - Milena no merece que atravieses a Carolina entre los dos.

- Abril… Carolina tiene un amigo que quiere que exponga en su museo. Voy a reunirme con ellos y… bueno si quieres unirte, eres bienvenida.

- No… No sabía que vendrías a Nueva York y no sabia de tu reunión con Carolina y, es obvio que no me querías aquí. – Le dijo Abril intentando zafar su brazo. Leo suspiró.

- No quería reunirte con Carolina. Eso es todo. Quería hablar con ella y ver qué tan seria es su propuesta antes de involucrarte. – Le dijo él. Abril sabía que las excusas se multiplicaba por millones. – Pero ya que estás aquí.

- No… Lo siento. Antonio me espera para irme con él a casa y no quiero hacerle esperar…- Dijo Abril y se fue aprovechando que el celular volvía a sonar y Leo se distrajo con su sonido.

- Abril!! – Gritó pero la chica corría por la avenida hacia el museo. Masculló una maldición en español y se fue al conversatorio. Hablaría con ella al día siguiente.

El día fue bastante complicado y Leo no pudo reunirse con Abril antes de la reunión de excompañeros que Dominico DiStefan había organizado. Abril no era de esa promoción por supuesto pero era la mejor amiga de Dominico y estaba actuando como anfitriona en la reunión. Leo caminó entre las mesas saludando a sus compañeros de escuela y a sus esposas o esposos. Algunos le involucraban en conversaciones acerca de viejos recuerdos de historias sobre justas deportivas memorables o actuaciones espectaculares en obras de teatro. Leonardo solía ser el diseñador de los escenarios y hasta algunas veces debió pintarlos para las obras.

Charlaba con uno de sus viejos compañeros del equipo de futbol cuando apareció Carolina Vries y se lanzó sobre él para rodearle con sus brazos el cuello y plantarle un beso en la boca. Leonardo tuvo que hacer un esfuerzo por mantenerse ecuánime mientras se la quitaba de encima.

- Carolina, por favor!!- Le dijo Leo. Carolina hizo un puchero.

- Pero querido, todos saben que yo te amo. – LE dijo ella como si eso justificara la escena.

- Pero no somos pareja, y yo no estoy aquí esperando a que tú aparezcas en mi vida y me abrumes con tus demostraciones de afecto. – Le dijo enojado. Carolina volvió a hacer un sonoro puchero. Leo pudo recordar cuando aquellos pucheros le conmovían y convencían de seguirle la corriente.

- Bien… Puede que tengamos algún tiempo separados pero, anoche yo… Empezó a decir Carolina. Abril apareció detrás de ella y Leo puso los ojos en blanco. Cielos!! Ya era malo tener a Carolina otra vez interesada en él pero… tener a Abril en el mismo salón era aún más terrible.

- Otra vez acosando a Leonardo, querida. – Comentó Abril con tono irónico. Leonardo sabía que estaba siguiendo una vieja rutina que siempre practicaban para apartar a las mujeres latosas que no entendían un no. Carolina no soltó a Leonardo pero si se apartó un poco.

- Cielos!! Llegó el perro guardían. - Dijo con voz cargada de veneno. Leonardo se enfureció. No había manera de ser sutil con Carolina.

- Suéltame mujer. Tú y yo tuvimos una historia que prescribió. – Le dijo él y volvió a tomar con sus manos las muñecas de la mujer y jaló de ellas. Carolina se dejó alejar.

Abril observó a la mujer. Su vestido… con muy poca tela y mucha imaginación se sostenía por dos tiras en el cuello que apenas si cubrían sus pechos y que bajaban a una franja que hacía de falda pero que… bien a Abril que era mucho más voluptuosa en esa parte de la anatomía a duras penas le cubriría. Comparar la delgadez de Carolina con sus curvas no iba a mejorar su ánimo. De todas las cosas que pensó sucederían en esa reunión, no pensó que estuviera una escena de celos por encontrar a Carolina casi que comiéndose a Leo. Y… dónde diablos estaba Milena cuando Abril la necesitaba?

- Asi que la escoges a ella. – Dijo Carolina como si siguiera el hilo de una conversación. Abril sonrió con ironía. Suponía que era la conversación de la noche anterior en el conservatorio. O tal vez en la cama. Agregó enterrando el cuchillo imaginario de sus celos en el fondo de su corazón.

- Por qué no va a escoger a su mujer? - Preguntó Abril al escucharla. Supuso que Carolina se refería a Milena. – Tanto macho alborotado por… lo poco que no se puede ver en tu vestido y tú pierdes el tiempo con uno casado?

- Pero… - Empezó a decir Carolina pero llegaron los futbolistas del grupo con gran escándalo a saludar a Leo e interrumpieron la conversación. Uno de ellos se llevó a Carolina a la pista de baile y Abril se quedó en medio de una conversación de deportes.

- Es cierto que Irina Shayk expondrá sus fotografías en la galería de Nueva Jersey? – Le preguntó uno de ellos a Abril. Abril sonrió. Todos solían confundir el asunto.

- No son fotos de ella, son fotos hechas por ella. Es muy buena captando paisajes minimalistas en la naturaleza. Es un recorrido por la navidad en diferentes países. – Le dijo Abril al hombre frente a ella. Un nudo le atenazó el estómago cuando Leonardo le pasó la mano por el vientre y la abrazó a su costado.

- Chicos, en serio necesito conversar con Abril y… - Les dijo. Los hombres se alzaron de hombros.

- Ya estamos acostumbrados. . Dijo uno.

- Algún día tendremos que pedir cita para ver a Abril. – Agregó otro. Abril no pudo replicar nada Leonardo se la llevó hacia otro salón y otro salón hasta que halló un sitio en el que podían estar a solas.

- Esto no es buena idea. Ya la gente habla sin darle razones, tu presencia en esta reunión y traerme aparte…- Empezó a decir Abril. Leonardo suspiró.

- Al diablo con la gente!! – Dijo enojado. Abril frunció el ceño. Si bien es cierto que Leonardo no era la mata de la diversión, aquel tono de impaciencia muy pocas veces aparecía en sus conversaciones.

Abril lo observó bajo el brillo de los enormes candelabros de cristal del inmenso salón a donde había ido a tener. Aquella era una enorme mansión victoriana que se utilizaba para grandes reuniones sociales. Tenía al menos cinco salones con capacidad para doscientas personas y con un servicio incomparable. Aquella noche solo estaban utilizando dos de sus salones. Y aquel donde estaban ellos estaba completamente vacio. Abril sonrió divertida al recordar la escena del baile de la Bella y la Bestia, y suspiró. Aunque Leonardo podía ser bestialmente encantador a veces, no podía considerarlo un monstruo.

- No has estado en Colombia ni una sola vez, en el último año. - Le dijo como un reclamo. Abril sonrió con un poco de ironía.

- Ah… Te diste cuenta!!! Decidí tomar distancia de algunas situaciones que no son sanas para mi. – Le dijo ella. Leo la miró a los ojos y sonrió.

- Tu relación conmigo por ejemplo. – Le dijo. Abril asintió.

- Tienes que castigar a tu madre para castigarme a mi? – Preguntó él. Abril frunció el ceño.

- No sé de qué hablas. – Agregó Abril.

- Si no vas a Colombia no ves a Isaura…- Concluyó él. Abril sonrió con burla.

- Isaura pasó al menos tres meses del año conmigo en Nueva York. – Le dijo ella. Leo suspiró.

- Así que solo soy yo el que no soy admitido en tu vida. – Se quejó con un puchero más bien infantil, Abril no pudo evitar reir.

- No seas consentido. – Abril hizo que Leo le soltara las manos. El contacto físico con él le impedía pensar con claridad. – He seguido tu carrera, te llevé a una gira por Europa y te fue maravillosamente bien no sólo en críticas sino en euros…

- Sabes que no estoy hablando de lo profesional. – LE cortó él. Abril suspiró.

- Cualquier otra relación entre tú y yo, no parece ser buena idea…

- Pero tenemos que hablar. No puedo sacarte de mi vida y tú… tampoco. – Dijo absolutamente convencido de la verdad en sus afirmaciones. Abril suspiró. Se alisó la falda de su vestido y Leo la observó por primera vez en la noche.

Sin importar lo que llevara puesto, Leonardo se fijaba en la ropa como última instancia. LA presencia de Abril tenía un efecto apabullante en sus sentidos. Sus ojos almendrados le taladraban el sentido común, los movimientos de su boca al hablar le hacían desearla y el aroma de su piel sin perfume lo enloquecía. Y solo recordar lo dulce y placentero que era abrazar a Abril y poseerla, hacía que dejara de fijarse en otras cosas. Sin embargo, observó que el vestido de corte princesa la hacía ver mayor y que tal vez el color rosa vieja de la tela hacía que se viera como sacada de un cuento de hadas.

- Dominico pagó ese vestido? – Preguntó aunque esa no había sido su intención. Abril suspiró.

- No empieces a fastidiarme con Dominico. Sabes que es mi mejor amigo, que es mi protector, que estoy aquí como anfitriona de su reunión y claro que pagó por mi vestido. – Le dijo Abril comenzando a caminar hacia la salida.

- Lo siento. No quería que te enojaras ni estoy celoso…- Dijo él siguiéndola. Abril se detuvo y lo miró con una ceja arriba. Leo se detuvo también. – Bueno… tal vez estoy celoso todo el tiempo. Pero esa no era la intención, yo ni siquiera quería decirlo en voz alta.

- Te lo hubieras guardado para ti. – Estuvo de acuerdo Abril y continuó el camino al salón donde se desarrollaba la fiesta en la que deberían estar.

- Bueno, ya me disculpé. – Dijo como si eso solucionara todo. – De verdad tenemos que hablar Abril. Tenemos que conversar sobre nuestra relación.

- No tenemos relación personal. Tú eres uno de los artistas que mi oficina maneja y yo soy tu publicista. – Dijo en tono tajante. Leo no se dejó convencer de ello.

- Milena…- Empezó a decir Leo y Abril agitó una mano en el aire.

- Si no quieres que te eche de la fiesta o de mi cama, que de seguro es donde vas a dormir hoy, no quiero que menciones a Milena. – Dijo ella. Sus palabras como siempre causaron un gran choque en el sistema nervioso de Leo.

Su mente se anulaba tan pronto Abril abría la posibilidad de tener sexo con él. Cielos!! La observó alejarse de él mientras recuperaba el aliento y la vio circular entre los invitados como si no acabara de decirle que lo aceptaba en su cama después de casi siete meses separados. Especialmente después de insistir durante el resto de la conversación que tenían una relación profesional.

Leo no supo bien que respondió en las conversaciones que siguieron a aquella. Pero casi a medianoche tuvo a Abril de nuevo a su lado entrelazando los dedos de su mano derecha con los de la izquierda de Leo y guiándolo por entre los que quedaban en el salón hacia un Maserati Kubang plateado. Leo sonrió.

- ¿Escogiste este auto para recordar los buenos momentos que tuvimos en uno de ellos durante nuestra visita de turismo por los Alpes? – Le dijo Leo. Abril se negó a mirarlo y buscó las llaves en su bolso. Le entregó las llaves a Leo.

- Si por recuerdos fuera… tendría que tener una limosina Hummer. – Se burló ella para recordarle que habían hecho el amor en una de esas justo cuando se suponía que estaba de luna de miel. Leo la ayudó a subir al auto y se dio vuelta.

Condujo por la Quinta Avenida que a esa hora no presentaba mayores problemas de tránsito y siguió derecho hacia el edificio en la 112 dónde estaba viviendo Abril. Era un edificio de apartamentos propiedad de Dominico. Por supuesto no pagaba arriendo, Dominico no se lo permitía. Leonardo se negó a pensar en ello en ese momento. Iba a estar con Abril de nuevo y nada podía empañar esa fantasía. Como era su costumbre, Abril comenzó a guardar las joyas que llevaba puestas en las cajas que tenía en la guantera del auto. El collar y los aretes era un juego de diamantes rosas que Antonio le había regalado por su primer año administrando la casa museo.

Se quitó un anillo que había heredado de su abuela y lo guardó en su caja y las cajas en una bolsa de tela. Por último se quitó los zapatos. Estaban en el último semáforo antes de llegar a su cuadra cuando Abril se llevó las manos a la cabeza. Leo quitó la mano derecha del volante y la detuvo.

- Esas horquillas, las quito yo. – Le dijo él y su tono de voz reveló más su carga sexual que cualquier otro gesto de su cuerpo. Abril bajó los brazos.

- Dominico quiere hacer una fiesta en la que todos los asistentes expongan su mejor obra. – Dijo Abril. Leo sonrió.

- No hablaremos de negocios en toda la noche. – Le dijo. Abril sonrió. Estaba devolviéndole el comentario de Abril de no tener con él más que una relación profesional.

- Pero qué es lo más estúpido que he dicho: que solo tenemos una relación profesional o que quiero acostarme contigo? - Leo sonrió. Parqueó el auto en el espacio libre frente al edificio y se bajó. Abril esperó a que él le atendiera como sólo él acostumbraba hacerlo.

- Puedo llevarte en brazos hasta el apartamento. – Le dijo Leo. Abril sonrió. Tomó su bolsa de baile y la bolsa de tela con sus joyas y caminó hacia el edificio.

- Déjate de tonterías. Ya se había puesto los Nikes que solía usar para conducir por la ciudad. La nieve empezaba a complicar andar por el andén. Se había puesto además un abrigo de imitación de ante que tenía en el asiento de atrás.

El vigilante saludó a Leonardo. Había trabajado para uno de sus familiares en otro edificio y como siempre Leonardo desplegó todo su encanto con él. Luego se subieron al ascensor. Abril se recriminó una y otra vez haber mandado la invitación a meterse en su cama y aún más estarla cumplimiendo. Tenía que estar clara en que Milena no se separaría de Leo a pesar de que ya sabía que Abril era su amante aparte de manejarle su publicidad. Suspiró recordando la desastrosa escena de Milena entrando en su apartamento de Bogotá con la copia de las llaves de Leonardo y la conversación que sostuvieron.

- Esa historia de que tiene una copia de la llave de tu puerta por si hay algún inconveniente en Bogotá y necesita refugio… puede ser convincente para otros pero no para mi…- Le había dicho Milena. Abril se refugió en servirle un vaso de refresco y unas galletas a Milena que tenía seis meses de embarazo y no se merecía que ella le echara sal a sus heridas en ese estado.

- Somos casi hermanos. Nos conocemos desde el jardín de infantes…- Empezó a decir Abril sin mirarla pero Milena volvió a hablar sin mediación.

- Y por eso sé que perdieron juntos la virginidad en un paseo a Cartagena. – Le reveló – Y tú le pagaste a una streaper de las amigas de tu padre para que entrenase a Leo en las artes del sexo.

Abril puso los ojos en blanco. Bendita mala costumbre de Leo de sincerarse con sus mujeres en cuanto al papel de Abril en su vida. Aunque se asombraba de que Leo hubiese contado lo de la streaper a Milena cuando esa era una historia que ni siquiera le recordaba en la intimidad. Abril suspiró y se resignó a entregarle el refresco y las galletas a Milena.

- Reconócelo, Abril. Lo necesito.- Le dijo Milena en aquel momento. Abril la miró como si no supiera de qué hablaba aunque ya la había escuchado antes. – Reconoce que te acuestas con él si las ganas surgen y están juntos.

- Somos muy amigos, ha dormido en mi casa pero no pienso decir nada más. – Le dijo Abril.

- Hey!! – Le gritó Leonardo en el oído para traerla al presente. Abril miró a Leonardo frente a ella en la puerta de su apartamento en Nueva York. Habían pasado nueve meses desde aquella conversación con Milena y ahora tenía a Leonardo visitándola en el lugar a donde se había refugiado para erradicar su recuerdo. Y siete meses desde que se habían visto por última vez. Milena debía estar por tener a su bebé. Abril gimió alejando ese pensamiento. Si recordaba que él estaba a punto de ser papá iba a echarlo de allí a pataas.

Abril buscó sus llaves en el bolso de baile y abrió la puerta. Leonardo entró curioseando muebles y objetos. Abril decidió dejarlo hacer aquel recorrido en soledad y se fue a guardar las joyas en la caja fuerte de su habitación. Hizo una rápida evaluación de todo pero sabía muy bien que todo estaba en su lugar. La mujer que le ayudaba con el aseo general había ido justo el día anterior así que no había muchas cosas fuera de lugar en ninguna habitación.

Leonardo apareció en la habitación con una botella de chardonay que Dominico había dejado sin terminar dos fines de semana atrás. Y una copa. Abril deseó en ese momento ser capaz de beber hasta la inconciencia pero… ya sabía la respuesta de su cuerpo: tres copas de vino y su mente empezaría a buscar una cama donde dormir.

- Estabas lejos de aquí. – Le dijo él sirviendo un poco de vino. Abril se mordió el labio inferior y movió la cabeza de lado a lado.

- Pensando si esto no sería la peor idea de mi vida. – Le dijo. Leo dejó la botella y la copa sobre el baúl de madera dónde Abril guardaba la ropa de cama y la tomó entre sus brazos rodeando su cintura con sus manos.

- No pienses. Cada vez que lo haces terminamos en un lío mayor que el anterior. – Le dijo él y le mordió los labios con un gesto casi infantil. Abril tembló en parte de emoción en parte de frío no había encendido la calefacción.

- Tú tienes un compromiso y yo no tengo espacio en él… Deberíamos evitar este tipo de…- Abril no pudo continuar. Leo la ahogó con una invasión absolutamente pasional de su lengua a la boca femenina y no le permitió hablar en un buen rato.

No había manera de alejarse de Leo si empezaba a besarla. Fue el último pensamiento coherente de Abril en el resto de la noche. Su aliento a whisky y vino… le taladraba la lógica y sus manos con aquellos ligeros cayos producto del uso de los pinceles y los lápices con los que creaba sus obras le recorrieron la espalda para encontrar el zipper y dejarla sin vestido pues debajo de él a duras penas llevaba aquel pequeño panty que … bueno no había mucha tela en él.

Como había dicho, Leonardo se tomó su tiempo para quitarle las horquillas una a una y besarla después de dejar caer cada una de ellas, por lo que al final Abril quedó bajó la luz de la luna llena desnuda con el cabello alborotado flotando alrededor de su cabeza como una enorme aureola roja y negra y con sus ojos completamente perdidos en la insondable oscuridad de los ojos chocolate de Leo.

A Leo le temblaban las manos, apenas podía creer que tuviera a esa mujer entre sus manos. Estar con Abril era como descubrir la primavera, sentirse adolescente de nuevo y querer probarlo todo. Sentía que respiraba mejor, que su cuerpo sentía más y mejor el sexo y que podía permitirse ser libre. La libertad era una sensación que había perdido en el mundo exterior, Milena le había marcado minuto a minuto su vida. Quería saber dónde estaba, con quién, a qué hora regresaba. Y sus cuadros se habían vuelto tan famosos y requeridos que no tenía tiempo más que para pintar cuando Abril le sacaba tiempo para ello.

Ötras mujeres pasaron por su vida pero sólo le hacían añorar estar con Abril. Admiró su piel blanca, sus cabellos cada vez más rojos porque maquillaba las canas herencia de su madre con un tinte cada vez más atrevida y vivo como ella. Abril le hacía el amor como si se apoderara de ella una extraña fiebre, su piel era más caliente que la de las demás y los olores de su cuerpo le alborotaban los sentidos en lugar de fastidiarlo. Abril además tenía mucha fuerza y algunas veces, le sujetaba las manos y le hacía el amor sin dejarlo tocar un centímetro de su cuerpo produciendo en su mente la más deliciosa de las torturas.

Y entonces comenzaban los gritos, suaves, sensuales, con risas intercaladas. Abril era la única mujer que Leo conocía con gemidos de placer que no sonaban a película porno. Y luego, las uñas que se enterraban en su espalda como en ese momento y que le habían ganado el título de gata. Título que sólo usaban en la intimidad y llamarla así producía en su vientre una ola de deseo tal vez más fuerte que penetrar su calidez húmeda y suave.

Como siempre, recorrieron la cama entera antes de que Abril se dejara caer sobre las sábanas de seda blancas que se enredaban debajo de sus cuerpos. Sus cabellos esparcidos por todos lados, su expresión de descarado placer satisfecho y talvez a punto de dormirse. Leo sonrió y la acomodó en el centro de la cama, cubrió los dos cuerpos con una sábana y desistió de intentar marcharse. No podía conducir con la pesadez de los efectos del sexo, el sueño de las cuatro de la mañana y la dulce tentación de respirar el olor de la piel de Abril mientras quedaba inconciente.

Cuando abrió los ojos en la mañana, Abril desayunaba sentada en un sofá al lado de la ventana. Sus cabellos aún revueltos peinados tal vez con sus dedos, una pequeña pijama de algodón que no alcanzaba a cubrir sus pechos y mucho menos sus piernas. Desde la cama, Leo podía ver la panti de ella y el triángulo de placer entre sus piernas. Se estremeció entre las sábanas recordando la noche que habían pasado y sonrió. Abril le guiñó un ojo.

- Buenos días…- Dijo Abril. Leo sonrió.

- Me imagino que hoy es navidad y yo soy tu mejor regalo. – Le dijo él burlón. Abril siguió comiendo su ensalada de frutas.

- Pero por supuesto… contigo cada dos meses, es primavera. – Le dijo Abril. Leo sonrió. Abril seguía inevitablemente enamorada de él. Leonardo no podía engañarse a sí mismo. Le gustaba seducirlo, tenerlo en su cama al amanecer era el cielo. El único problema es que habían intentado vivir juntos y todo había terminado en un desastre.

- Supongo que ya toda la ciudad sabe que dormí aquí. – Abril sonrió.

- Ya superé aquella actitud infantil ante tus encantos. – Dijo Abril sin levantarse de la silla. Leonardo se levantó desnudo y caminó hacia el baño.- No tienes que irte enseguida.


- Tengo un compromiso en New Orleans. – Anunció él mientras entraba al cuarto de baño. Abril podía disfrutar de la vista desde allí. No cerró la puerta del baño, ni corrió la división de la ducha. Abril sabía que era por costumbre y no por intención. Lo miró recorrer con mucha espuma y jabón las piernas firmes, el trasero respingado, el vientre plano, el pecho definido a punta de ejercicio diario.

No se unió a él en la ducha. No la había invitado y sabía que apenas tenía tiempo de llegar al aeropuerto a tomar el avión a New Orleans. Claro que sabía ella de sus compromisos. La mayoría de ellos eran parte de su programación. Tampoco se iría con él a New Orleans. Empezaba a asimilar la situación con Leonardo. Estaba casado con Milena y ella ya no era la prioridad en su vida. Podía recordar palabra a palabra todas las discusiones con Leo cuando se fue a vivir con ella y, con más claridad las razones que él expuso para casarse con Milena y marcharse de Nueva York.

Abril cerró los ojos y aspiró el aire como si hubiese recibido un golpe en el estómago. Cada sílaba de cada palabra le había dado una puntada en el corazón y lo había cerrado para siempre. Leo salió de la ducha y Abril abrió los ojos. Se fue vistiendo sin prisas.

- Cuando volverás a aparecer? – Preguntó Abril. Leo sonrió

- Tú eres la que se desaparece. – Anotó él. Recordó que era su matrimonio con Milena la razón por la que Abril se alejaba de su vida le produjo un nudo en el estómago. Terminó de vestirse y se detuvo en medio de la habitación. Besarla no sería una buena idea. Su cuerpo quería más del placer de Abril.

- Yo no tengo compromisos. – Dijo ella refiriéndose al matrimonio con Milena. Leo se asombró. Abril no sabía que Milena había muerto? Se preguntó. Pero, podía ser eso cierto? La familia de Milena había mantenido toda información sobre el accidente en secreto porque la prensa en Mejico no relacionó a Milena Rivas con la esposa de Leo Vidal. Pero en Estados Unidos … bueno podía haber pasado. Todavía era muy reciente. Pero… su madre no había llamado a Abril para contarle? Qué extraño!!!

Esa era la razón por la cual Abril se había comportado como la amante resignada a su papel de querida. Y también la razón por la cual Abril no le había acompañado en su duelo. A Leo si le había asombrado que Abril le llamara a dos meses de la muerte de Milena y le anunciara que tenía una serie de compromisos con exposiciones alrededor de toda Latinoamérica. Y que no mencionara ni una sola palabra del triste acontecimiento.

Leo no iba a revelarle eso en ese momento. Abril tendría una razón para retenerlo y, no podía olvidar el desastre que había sido vivir con ella. Abril no se movió del sofá. No iba a rogarle ni a detenerlo. Ella sabía cuándo jugar con su poder de seducción y cuándo dejarle libre elección. Leo abrió la puerta y salió del apartamento sin mirar atrás. Se marchó sin decir nada más.

Hacer el amor con Abril había sido levantar el luto. Pensó Leo mientras viajaba en el taxi rumbo al aeropuerto. Pensar en Milena muerta con su bebé en el vientre ya no producía un shock nervioso en su mente, aunque un par de lágrimas corrieron rápidas por sus mejillas. En el aeropuerto estaba Memo su primo y asistente. Había hecho ya el registro de sus maletas y le esperaba junto a la puerta de embarque.

- Lo siento Memo. – Se excusó Leo recibiendo el tiquete de manos de Memo. Este le quitó un largo cabello rojo del cuello de su camisa.

- Los negocios de pelo largo atrasan los otros asuntos. – Se burló Memo. Leo suspiró. Memo admiraba tanto su habilidad para pintar como para seducir a las mujeres algunas veces hasta rechazándolas. Y solía decirle que no había un estilo de pintura o un tipo de mujer que no hubiera pasado por las manos de Leo.

- Estuve en una reunión de excompañeros de universidad. – Le dijo. Por exigencia de su padre, Leo había estudiado Arquitectura para que su familia apoyara su carrera artística con su financiación.

- Peor… Las compañeras de universidad son las más hábiles para hacerte perder la cabeza. Conocen tus mejores secretos. – Le dijo Memo. Su celular le impidió preguntarle a Memo cuál de sus compañeras de universidad era más poderosa en seducirlo.

- La señora Carolina Vries insiste en que le niego su presencia. – Le dijo la asistente de la casa de los padres de Milena en Nueva York. Leo masculló una maldición. Carolina no se detenía ante nada.

- Lo siento Janine. – Se disculpó Leo. – Te dejó algún número para yo llamarle? – No dejaría en paz a la pobre Janine hasta que Leo en persona le dijera que los dejara tranquilos. Debió suponer que despreciarla y escoger a Abril no representaría razones suficientes para Carolina para dejarlo tranquilo. Janine le dio el número y Leo se volvió a disculpar antes de cortar la comunicación.

- Disculpa, Memo. Puedes ir embarcando si quieres. – Dijo a su primo mientras marcaba a Carolina. Memo no se movió un centímetro.

- Alo? - Respondió Carolina adormilada.

- Cómo se te ocurre llamar a importunar a la casa de mis suegros? – Le reclamó sin preámbulos. Caroline ronroneó como gata en celo al otro lado del teléfono.

- Pero, amor, te fuiste con la bruja y me dejaste como un zapato. – Se quejó ella y Leo podía imaginar los pucheros que estaba haciendo.

- Aunque te sea difícil de entender, no me gustas. – Dijo Leo – agrega que me fastidia esa insistente persecución tuya… No tienes una vida para vivir?

- No seas duro conmigo…- Se quejó Carolina en tono melindroso. – Tú eres el hombre de mi vida.

- Yo soy la cuenta perfecta para tu fortuna. – Corrigió Leo sin contemplaciones. No se dejaba engañar de Carolina, estaba más seducida por ser la esposa del millonario que por ser su mujer. Y volvió a pensar en Abril. Ella le amaba por encima de celos, ambiciones y deseos. Lo quería a él por ratos o de tiempo completo pero seguía siendo él.

- Ya sé que has quedado solo…- Dijo Caroline. Leo cerró los ojos. Eso no era nada bueno. Si empezaban a comentarlo pronto lo sabría Abril y se enojaría con él por no contarle antes. – Yo creo que Milena no querría que te quedaras solo llorando eternamente.

Práctica, franca, directa. Esa era Caroline. Leo suspiró. Esa mujer jamás cambiaría. No cejaría en su empeño por proponerse como reemplazo de Milena en su vida y Leo no estaba de humor ni tenía intención de soportar su persecución.

- Conclusión Caroline porque debo abordar un avión. No serás ni hoy ni nunca el reemplazo de Milena. No tienes ninguna oportunidad para ello.

- Tarde o temprano… me buscarás así que no borres mi número. – Le dijo Caroline. Leo cerró la llamada y caminó con Memo hacia el túnel de abordaje.

Esa llamada la calmaría unos días tal vez un mes. Menos mal que estaba en plena temporada de promoción de la exposición del año en la casa museo de Nueva York. Abril le había organizado todo un tour de presentaciones en Televisión y Radio por el este de los Estados Unidos.

- Te digo que las amigas de infancia… - empezó a decir Memo

- Son una pesadilla.- Concluyó Leo y se ubicaron en sus puestos en el avión.

- Mamá quiere que visitemos a la abuela. – Le dijo Memo como si siguiera una misma línea de conversación. Leo rememoró las fechas de su tour de promoción.

- Como en dos semanas estaremos en Miami... – Le dijo Leo.

- Parece que está enferma y mamá no confía en lo que le dice por teléfono. – Le dijo Memo. Leo abrió su agenda en su celular y señaló.

- El próximo fin de semana lo tenemos libre. Tomamos un vuelo a Miami y la visitamos. – Se enfrascaron en asuntos de familia y Leo olvidó su conflicto de estar entre Abril y Caroline.

Habló con Abril muchas veces en los siguientes cuatro meses pero no se vieron. Abril se había ido de viaje con Dominico y estaba dirigiendo su negocio a control remoto desde la casa familiar de Dominico en New Hampton. Y la promoción de la exposición de pinturas y terminar las pinturas por encargo que Leo se había comprometido a hacer para algunos de los más importantes empresarios y políticos de los Estados Unidos le absorbió su tiempo. Así que cuando volvió a recordar que estaba solo y que para tener sexo tendría que recurrir a una de las chicas de catálogo de Memo, pensó que lo mejor para su espíritu y para su cuerpo era ir a ver a Abril.

Tenía casi tres semanas libres y no imaginaba pasar ese tiempo con alguien más que con Abril, talvez a la orilla de la playa en una isla del Caribe. Ese tiempo que pasaba entre horas libres era el tiempo que odiaba Milena. La mayoría de las veces, Leo estaba en otras ciudades e incluso en otro país y se veían una vez cada quince días si había suerte. Claro que Milena lo imaginaba todo el tiempo metido en la cama de alguna mujer. Abril, ni siquiera le preguntaba por como pasaba su tiempo. Simplemente hablaba de su relación íntima si Leo le proponía el tema o se refería a la familia si Leo preguntaba por la suya pero casi todo el tiempo le trataba como una publicista a su mejor cliente. Sin embargo, cuando lo tenía frente a ella. Leo cerró los ojos

Recordó que estaba de luna de miel cuando sintió deseos de ver a Abril. Apenas tuvo tiempo de dejar a Milena instalada en un hotel de los Alpes Suizos cuando tomó una limosina Hummer que el hotel puso a su disposición y se apareció en la cabaña de recreo de Dominico en St Moritz. Abril no ocultó su sorpresa cuando encontró a Leo sentado en la terraza de la cabaña. Lo había hecho pasar y habían conversado durante cinco minutos sobre su recorrido en la luna de miel. Y de repente, Leo la tomó contra el mesón de la cocina y la hizo subir sobre él. Tuvieron sexo brutal y apasionado en silencio mientras la ropa de ambos se amontonaba a un lado de sus pies, incluyendo su celular que vibraba a cada llamada de Milena.

No había nada que hacer. No había tiempo ni distancia que pudiera impedir que al sentir deseos de estar con Abril, Leo pudiera contenerse. Ya no eran adolescentes y él estaba casado. Leo se quedó unos minutos más y luego se vistió y se marchó. En el avión en el que iba rumbo a Nueva York anunciaron el aterrizaje. Desistió de seguir recordando su historia con Abril y mucho menos se permitió la posibilidad de pensar en Milena. No cuando lo único que podía recordar de ella es que murió con su hijo en el vientre.

Antes de ponerse en contacto con Abril se encontró sin saber con claridad cómo, cenando con una de las supermodelos amigas de la administradora de su edificio. La chica no ocultaba su intención de seducirlo hasta llevarlo a su cama o a la de ella. La que estuviera más cerca. Leo sonrió y tomó parte del vino en su copa y miró su celular que vibraba de nuevo. No solían llamarlo a esa hora con mucha frecuencia. Frunció el ceño, era Memo.

- Ya cené. Di lo que tienes que decir que me tienes nervioso. – Le reprendió Leo debido a la insistencia de Memo de tomar lo que iba a decirle con calma.

- Abril está embarazada de cuatro meses y el bebé es tuyo. – Soltó Memo. Leo tuvo que colocar la copa en su mano en la mesa porque temblaba sin control sin poderse contener. Leo se levantó de la mesa haciendo rodar la silla provocando mucho ruido. Poco le importó, así como la mirada extrañada de la chica que le acompañaba y de otros clientes en el restaurante.

- Qué dices? – Alcanzó a pronunciar después de hacer mucho esfuerzo por calmarse.

- Lo que escuchaste. Me encontré con Dominico aquí en el encuentro de publicistas. Me reclamó enojado por tu ausencia todos estos meses y que le parecía el colmo que no te hicieras cargo del embarazo de Abril sólo porque no es tu esposa. – Tú sabías que ella estaba esperando un hijo tuyo?

- Yo… he hablado con ella… Dijo Leo atontado. No podía coordinar pensamiento y palabra. La voz de Memo iba y venía en su mente. Abril embarazada!!! Recordó que Milena le anunció su embarazo en una cena romántica en la mesa pequeña de la habitación de su apartamento en Manhattan. Y él habló con Abril unas… diez veces en esos cuatro meses y en ningún momento… Cielos!!!

Un hijo de Abril. Desde el mismo instante que conoció a Milena supo que quería un hijo con ella pero Abril… Ella despertaba todos sus instintos. Su mente no coordinaba hasta no tener sexo con ella y luego, solían conversar sobre su pintura y sobre sus ideas de publicidad… pero jamás se imaginó viviendo con ella. Cuando intentaron vivir juntos, siempre había un momento en el que Leo empezaba a sentir que era demasiado compromiso y que estaba en riesgo su amistad. Para Leo la amistad de Abril era lo más valioso. No había alguien que le hiciera sentir más tranquilo, feliz, seguro, completo.

Un hijo de Abril. No esperaba eso de la vida. Había pensado encontrar una mujer como Milena, alguien dulce, tierno, maternal para volver a intentar formar una familia pero… ¿Abril? Abril era independiente, demasiado atractiva como para estar sola mucho tiempo y cuando Leo la veía… lo último que pensaba era en que Abril podía ser mamá. No la podía imaginar renunciando a su carrera de trotamundos. Ni siquiera había hecho por vivir en el apartamento que había comprado en Manhattan y vivía con Dominico o con Antonio y Valeria pero su apartamento estaba alquilado y sus muebles estaban en una bodega. Y… si el bebé era de Dominico?

- Leo… te desmayaste!!! – Gritó Memo. Leo ni siquiera recordaba que sostenía una conversación telefónica.

- No… Aquí estoy pero no muy seguro de poder mantenerme en pie. – Le dijo Leo. – Crees que pueda ser de Dominico?

- No creo que Dominico vaya a adjudicarte la paternidad de su hijo y mucho menos a ti. – Dijo Memo.- De hecho me contó lo emocionada que estaba Abril cuando llegó del médico que le confirmó el embarazo y el tiempo. Eso le confirmó que el bebé era tuyo y eso, según Dominico, hace que el bebé sea más hermoso.

- Todavía vive ella en Hampton con él? – Preguntó Leo. En realidad estaba su propio corazón latiendo emocionado?

- Si… Ella se enteró cuando estaba en Los Angeles concretando una serie de exposiciones de pintura allá. Entonces llamó a Dominico porque se enfermó y él la fue a buscar. – Contó Memo.

- Estaré allá en dos horas. – Dijo como respuesta y cerró la comunicación. Sacó su tarjeta de crédito y llamó al mesero. Se regresó a la mesa. – Lo siento. Debo ir a New Hampton de emergencia.

- Pero… íbamos a terminar la velada en mi apartamento!! – Se quejó la chica. Leo suspiró. No estaba de humor para consolar a una mujer hermosa que no tendría ninguna dificultad en conseguir quien le acompañara.

- No podrá ser. Lo siento. No debí prometer cosas que no podía cumplir. – Se excusó y recibió de regreso la tarjeta de crédito del mesero y suspiró. No podía cobrarle su desesperación a aquella chica. – De verdad, lo siento. Te dejaré en tu apartamento porque me voy de viaje de inmediato.

En el camino hasta el apartamento de la chica, apenas si pronunció un par de frases respondiendo a la conversación superficial que la chica impuso para no tener que sufrir aquel silencio pesado que tenían entre ellos. Abril estaba embarazada de cuatro meses y era un bebé suyo. Recordó las veces que estuvo con ella y que siempre usaban protección pero… aquella vez… estaba tan enloquecido con ese pequeño vestido… y descubrir que debajo no tenía más que aquel pequeño triangulo… un triángulo de seda roja que se repetía una y otra vez en sus recuerdos cuando pensaba en Abril.

Ella insistía en usar protección todo el tiempo. Era muy cuidadosa con eso pero… aquella noche… ni una sola vez usaron protección. Tenían casi nueve meses sin verse. Había olvidado la protección o lo había hecho a propósito? Aquella noche ella no sabía que Milena estaba muerta. Ella creía que Milena estaba embarazada y tal vez quería quedar embarazada también, sin pedir su autorización.

Mientras conducía en medio de la noche, no podía dejar de pensar en lo extraño que resultaba pensar en Abril renunciando a su exitosa carrera para quedarse en casa criando un bebé. Durante la fiesta uno de sus compañeros había mencionado que Abril reveló querer un bebé antes que la edad le impidiera tener uno. Por supuesto, el comentario había suscitado una lluvia de burlas diciéndole a Leonardo que era el tiempo de hacerle un hijo a Abril. Leo les había ignorado porque no pensó jamás que Abril quisiera una casa, un marido, unos hijos. No había en sus conversaciones la menor intención de ser alguien común y corriente. Siempre estaba hablando de sus proyectos de publicidad, de las cosas que deseaba hacer o de los sitios que quería conocer.

Y en el fondo de su corazón, sentía una inmensa alegría. Dios aún lo amaba y le mandaba un hijo. Había llorado tanto al bebé que murió en el vientre de Milena y había pasado tantas noches pensando en si podría alguna vez en el futuro tener un hijo. Y he aquí que se hallaba en camino a encontrarse con Abril. Abril. Por qué embarazar a Abril y no a cualquiera de esas otras chicas que deseaban casarse con su fortuna. Incluyendo a Caroline Vries.

Cuando llegó a la mansión de Dominico, se acercó a la ventana de la habitación del ama de llaves. Dora se asomó en la ventana con una clara expresión de sorpresa. No sentiría miedo porque sabía que los guardas de seguridad debían haber confirmado la relación del visitante con la familia pero que tocara a su ventana en lugar de la puerta principal le dio curiosidad.

- Ya le abro por la cocina. – LE dijo Dora haciendo señas hacia la puerta más estrecha a unos metros de su habitación. Leonardo caminó hacia allá. Era la entrada a un estrecho callejón que daba a la cocina. Lo utilizaban para sacar la basura o para que los empleados del catering entraran o sacaran sus cosas cuando había fiesta en la casa.

Leonardo lo había utilizado muchas veces en su juventud para salir con Abril sin que nadie les viera y escaparse de fiesta por allí.

- La niña está durmiendo.- Dijo el ama de llaves refiriéndose a Abril. Leo asintió.

- Me acabo de enterar que voy a ser padre. – Le dijo Leo sin saber a ciencia cierta porque había dicho exactamente esas palabras. Dora se llevó una mano al pecho.

- Esa niña… ya decía yo que no podías ser tan inconsciente. – Dijo Dora con la confianza que le daban cuarenta años de servicio para la familia.

- Entonces… crees que es justo que tenga que esperar hasta mañana? - Le preguntó sin moverse. Dora abrió el portón y lo hizo pasar por delante suyo para que entrara.

Sin embargo, Leo se detuvo en medio de la cocina sin saber qué hacer. Dora le puso una mano en el brazo y luego lo tomó de la mano. Lo condujo en silencio caminando en medio de la semioscuridad a través de una sala y hacia las escaleras.

- Está en la habitación de siempre. Pero, si está dormida, dejarás la conversación para mañana. Se le dificulta dormir con el embarazo. – Le dijo Dora. Entonces apareció Dominico al final de la escalera.

- Qué haces aquí? – Preguntó sin preámbulos. Leo dejó caer su morral en el suelo y se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta. Ni él mismo sabía qué estaba haciendo allí.

- Dímelo tú. Acaso no querías que viniera cuando le dijiste todo lo que le contaste a Memo? – Dijo Leo entendiendo porque Dominico le había dicho a Memo del embarazo cuando había tenido miles de oportunidades para decirlo antes.

- Ya sabes… es muy mala haciendo planes. Siempre deja cabos sueltos. – Dijo Dominico. – Por qué no duermes en una habitación de huéspedes y mañana hablas con ella.

Leo suspiró exhalando todo su cansancio y estrés pero sin estar de acuerdo a que Dominico estuviera diciendo algo sensato. Dominico está vestido con una bata de baño y tal vez solo llevaba su ropa interior debajo. Leonardo sintió la misma punzada de celos de siempre. Él estaba abrazando a Abril con aquella vestimenta?

- He viajado directamente del restaurante en el que estaba hasta aquí. – Le dijo Leo. Dominico se alzó de hombros.

- Ella no te espera. Ha sido un embarazo difícil. Apenas empieza a dejar de vomitar en las mañanas y a dormir la noche entera… Bueno a dormir cinco horas seguidas. – Le informó Dominico. Leo frunció el ceño. Milena no había tenido ninguna molestia durante su embarazo. Algunos antojos y un cambio de humor pero nada como lo que Dominico describía.

Leo tomó el morral y caminó hacia una habitación de huéspedes. Dominico le dio dos palmadas en un hombro al verlo entrar a una habitación. Justo al lado de la habitación de la de Abril. Antes de cerrar la puerta, se volvió hacia Dominico.

- ¿Por qué no me llamó en cuanto lo supo? – Preguntó. Dominico se alzó de hombros.

- Es una conversación que debes tener con ella. Sin embargo, te recuerdo que te casaste con una perfecta desconocida a la que escogiste para ser la madre de tus hijos. Y a ella la dejaste en papel de amante.

En la voz de Dominico se escuchó un tinte de enojo que no podía disimular. Ambos amaban a Abril pero Dominico odiaba que Leo la hubiera relegado al papel de amante y que Abril le permitiera hacerlo.

- Pensé que ese era el papel que quería… - Dijo sin mucha convicción Leo. Dominico sonrió con ironía.

- Estas seguro? A los 21 años nadie quiere un matrimonio que le amarre los sueños pero… cuando vamos creciendo…- Dijo dominico con tristeza. – Tiene casi 30 años… no quiere que se pase su tiempo de tener bebés.

- Por eso se quedó embarazada? Fue a propósito? – Dijo Leo. Dominico no ocultó las ganas de golpearlo que estaba conteniendo.

- Oye… Esa mujer te adora, lo hace desde que tenía 15 años y terminó manejándote la carrera de pintor cuando ni tu padre creía en tu talento. – Le dijo Dominico. Leo se mordió el labio. – Ha intentado reemplazarte en su vida y vuelve y cae irremediablemente en el cliché de si no es este hombre, no quiero a nadie más. Y acepta hasta las humillaciones que…

- Qué humillaciones? – Preguntó Leo sin dejarlo continuar en su idea.

- Acostarte con tu secretaria cuando se suponía que estabas en el mejor momento de su relación. Casarte con una perfecta desconocida porque era la mujer diez.- Enumeró Dominico. - Detenme cuando quieras...

- Lo de mi secretaria fue un error. Lo acepto. Pero Milena llenó mi vida de un aura de familia y hogar…

- Llenó? Acaso te divorciaste? – Preguntó Dominico. Leo frunció el ceño

- Milena murió. – Un nudo se formó en su garganta inevitablemente. Dominico frunció el ceño.

- Abril no sabe eso. – Le dijo Dominico. – Ella no sabe que eres viudo. Cuándo sucedió eso?

- Hace… 10 meses. Mi bebé murió en su vientre. Tuvo un accidente. – Le dijo Leo. Dom se recostó en el umbral de la puerta.

- Ella piensa que estas casado, que tienes un bebé de cinco meses… - Leo se pasó las manos por el cabello.

- Tal vez los padres de Milena pagaron a la prensa por no publicarlo pero … - Analizó Leo. Suspiró. No había entendido lo que Abril le había dicho sobre que estar juntos era un juego de engaños. Leo había pensado que se refería a su compañero de baile. Tonto!! No había entendido que Abril seguía hablando de Milena sin nombrarla. Cielos!!

- Cómo le vas a decir eso a Abril? – preguntó Dominico.- su embarazo ha sido tan difícil como te dije. Yo prácticamente he tenido que trabajar desde casa porque no quiero dejarla sola.

- Crees que tenerme a su lado la ayudará? – Leo preguntó con una clara expresión de preocupación en su rostro.

- Lo que me preocupas no eres tú… sino todo esto de Milena y el bebé. Ella puede que se sienta tocada… casi tiene cinco meses…- Empezó a decir pero al ver que empezaba a preocupar a Leo también se detuvo. – No. Es una tontería preocuparnos por algo que todavía no ha sucedido.

- - Creo que el cansancio tampoco me deja pensar con claridad. – Confesó Leo que empezaba a sentir que le caía la fuerza del cansancio del día.

- No es lo primero que piensas cuando la ves pero… puedo pedirte ternura para con ella?- Le dijo Dominico. Leo suspiró. En realidad la ternura era lo último que Abril inspiraba en él pero… asintió.

Leonardo no recordaba haber dormido mejor en los últimos diez años. Se estiró en la cama desconocida y la sábana se deslizó de su cuerpo desnudo y cayó al suelo. Le era muy difícil dormir con pijama y aquel bóxer color gris plomo era la máxima concesión a la decencia que había hecho. En el jardín justo debajo de su ventana había alguien dando órdenes al jardinero. Leo frunció el ceño al reconocer que era Abril sólo que su tono era un poco más ronco de lo normal.

- Recorta las ramas altas. – Le escuchó decir en ese momento y Leonardo se acercó a la ventana. Abril estaba muy cerca del ventanal donde él había dormido solo que un piso más abajo. Ella lucía más hermosa que nunca. El embarazo le había hinchado un poco la cara y su boca lucía más sexy con aquellos labios provocativos.

Tenía años de no verla con un vestido como el que lucía en ese momento. Una bata de maternidad con mangas estilo princesa, con cuello camisero y con fajón. Había algo de aniñado en su apariencia y al mismo tiempo una feminidad que produjo en su cuerpo una tensión sexual inmediata. Leo acarició su sexo para apaciguar su deseo y acarició con sus ojos la cascada de cabello rojo que caía sobre la espalda. Tenía los pies descalzos y caminaba de un lado a otro del árbol observando lo que el jardinero hacía.

Leonardo se fue a la ducha para que el agua fría le ayudara a calmar su ansiedad sexual. Tenía que hablar con Abril sin terminar en una cama con ella. Revolvió el maletín que había llevado y en el que había empacado ropa de playa y deportiva porque había pensado llevarse a Abril a la costa. Dejó todo revuelto sobre su cama en un acto irreflexivo y extraño en él que solía tener su equipaje listo para salir de inmediato si así se requería.

Bajó las escaleras de dos en dos y llegó al jardín justo cuando Abril anunciaba que desayunaría en el borde de la piscina. Ella se agarró de una silla de hierro de los tres juegos de mesa y cuatro sillas que había alrededor de la piscina en una terraza con techo transparente. Parecia a punto del desmayo y palideció.

Leonardo corrió a su lado recorriendo con su mirada desde los hombros hasta los delicados tobillos. Gimió al darse cuenta que su cuerpo reaccionaba como siempre a ella y su vientre hinchado era tal vez el mayor de los atractivos.


Se había equivocado en su apreciación desde la ventana. No había nada de aniñado en la apariencia de Abril y su cuerpo reaccionaba a la fuerza arrasadora de su sensualidad. La misma que le enloquecía desde los 17 años cuando descubrió que Abril era una sexy y sensual jovencita.

- Qué haces aquí? – Preguntó Abril que parecía haber alcanzado su voz.

- Por qué no fui el primero en enterarme? – Le preguntó él por respuesta. Abril no ocultó su tristeza

- Jamás causaría un dolor tan grande a Milena a propósito.- Le dijo.

- Qué dolor? – Preguntó Leo sin saber cómo decirle la verdad. Abril suspiró

- Reconocerle que soy tu amante después de haberlo negado a muerte y … encima mostrarle con mi embarazo que no es la única en la vida de su marido. – Le dijo ella. Leo dio un paso hacia ella y Abril retrocedió.

- Abril… Milena está muerta.- Dijo Leo sin hallar una manera más suave o menos traumática. Abril frunció el ceño y palideció.

- Se fue de la casa? – Preguntó ella como si no pudiera creer que lo que decía era cierto.

- Murió en un accidente. Hace ya casi un año…- Leo se acercó con prontitud a Abril y la hizo sentarse en una de las sillas de hierro. Le miró preocupado porque la palidez hacía ver casi verde el rostro de la chica.

- Pero… nadie me lo dijo?- Preguntó ella. Leo le tomó las manos y las frotó con las suyas.

- Es muy confuso. Milena iba con un hombre con el que pensaba irse a vivir y llevaba a mi bebé de cinco meses en su vientre. Tal vez sus padres pagaron a la prensa para que no lo publicaran. – Explicó él que tampoco tenía claro el asunto. – Hasta llegué a creer que me odiabas y por eso no me habías acompañado en su entierro.

- Si lo hubiese sabido, yo… habría estado allí.- Respondió Abril como si todavía no confiara en su voz. – Yo siento mucho que ella esté muerta.

- Yo siento mucho no haber estado contigo desde el comienzo de este embarazo. – le dijo él sin dejarla terminar.

- Quién te dijo que era tuyo? – Preguntó ella sorprendiéndolo. Leo parpadeó varias veces antes de reaccionar.

- Crees que no estaría aquí si pensara que no es así?- Abril no cambió su expresión melancólica al hablar.

- Vienes porque es tu hijo. – Le dijo ella en tono de reproche. Leo frunció el ceño. Abril sentía que él no estaría allí de ser el hijo de otro hombre. Porque pensaba que él no la amaba como amiga y que no estaría allí para apoyarla en caso de necesitarlo. Maldición!! Masculló en su mente. Qué clase de imbécil había sido con ella. Ella no estaba segura que le amara a ella por lo que era sino por lo que podía darle. Se arrodilló a su lado. No tenía claro que le iba a decir pero, Diablos!! Tenía que decirle algo.

- En este momento… no puedo decirte lo que quieres escuchar. Me conoces mejor que lo que yo mismo me conozco, me predices y me lees como un mapa que has leído y manoseado infinitas veces.- Le dijo él con sinceridad. – Yo tengo muchas dudas y temores. Acabo de descubrir que esperas un hijo mío, que no sabías lo de Milena y me da temor que te llenes de miedos por eso.

- Leo… yo…- Intentó decir Abril pero Leo movió la cabeza de lado y lado y acarició las piernas de Abril de la rodilla hacia el interior.

- Y me da terror además que te miró y no veo una mujer embarazada de mi hijo sino que sigo viendo a la Abril que me mueve el vientre, que hace temblar el piso y que siempre me provoca llevarla a la cama.

- Pero si el bebé fuera de otro hombre…- Dijo Abril gimiendo y deteniendo las manos que buscaban el cetro de sus caderas. Leo sonrió con ironía. Le tomó el rostro con las manos y acercó sus bocas.

- Seguro que todo seguiría igual. Yo te deseo a ti… Y lo sabes. Por Dios… llevé a mi esposa en plena luna de miel a la ciudad donde estabas para estar contigo…- Dijo Leo y la besó en la boca con una caricia más de castigo que de ternura.

- Dime qué harías si el bebé fuera de otro hombre? – Leo suspiró sabía que Abril buscaba que le expresara sus sentimientos y por algunas estúpida razón, a Leo se le hacía un nudo en la garganta y se le bloqueaba la mente impidiéndole decirle cuánto la amaba y de qué manera.

- Si el bebé fuera de otro hombre… No habría venido aquí pero te habría apoyado económicamente. Dominico es tu amigo, él puede aconsejarte y cuidarte sin que se revuelvan sus celos de macho pero yo… no puedo estar enfrente tuyo, sin desear meterte en una cama. Sin importar de quién es el bebé, porque yo estoy enfrente tuyo y sigo viendo a la mujer que me vuelve loco… entiendes?

- Pero esa mujer primero debe desayunar. – Dijo Dominico interrumpiendo la conversación. Leo se levantó renuente y se sentó en una silla, Abril se mordía el labio inferior con furia. Dominico le dio un par de palmadas en el hombro a leo y besó en la frente a Abril. Dora apareció con un carrito con todo lo necesario para servirles el desayuno.

- Hay que dar un consejo por día, descubrir un secreto por día…- Bromeó Dominico imitando la voz de un sabio chino. Abril no pudo evitar reir aunque su expresión seguía siendo irónica.

- No creo que te parezcas a Confucio. – Le dijo Abril. Cediendo a los intentos de Dominico para que disminuyera su enojo.

- Estoy seguro de que Confucio hacía el amor todos los días también. Pero no con el estómago vacio. – Dijo como si tuviera lógica lo que decía. Abril puso los ojos en blanco.

- No sé qué tiene que ver una cosa con la otra. – Dijo siguiendo el juego de su amigo.

- Pues que no se alcanza la paz interior si las hormonas están revueltas. Y ustedes deben quitarse las ganas y después hablar sobre lo que esperan el uno del otro.- Les dijo. Leo lo miró porque no esperaba semejante consejo.

- Que estás intentando aclarar tu relación con mi tonto amigo en cinco minutos… y él muy estúpidamente te sigue la idea…- Les dijo tomando su jugo de naranja mientras hablaba.- Creo que deben ir dia a dia. Se han vuelto a encontrar después de cuatro meses y como siempre tienen las hormonas a mil, solucionen primero eso. Luego, viene un resumen de los cuatro meses de embarazo para poner al día a Leo y luego, viene la decisión de quiénes van a ser en el futuro el uno por el otro.

Nadie dijo nada. Comieron en silencio y Dominico rompió el silencio cuando ya estaba a punto de marcharse. Los había observado. Se miraban furtivamente cuando pensaban que el otro no les veía y habían compartido un plato de huevos revueltos y tostadas con mantequilla en una sincronía de movimientos que Dominico no había notado antes.

- Yo sugiero que se tomen dos semanas juntos. Que conversen con calma sobre lo que sienten, que analicen que van a hacer en el futuro. – Les propuso. – Pueden hacerlo aquí o en mi casa en Cape May.

- Dime Abril… qué quieres? – Preguntó Leo. Un profundo silencio se apoderó de ellos. Esta vez no era el silencio amigable con el que compartieron el desayuno. Era un ambiente tenso y pesado que hizo dudar a Leo. Abril no iba a aceptarlo en su vida fácilmente. Abril suspiró y levantó la mirada de su plato antes de ponerse de pie y hablar:

- Quiero que me dejes sola. – Le dijo a Leo y este se levantó de inmediato.

- Abril no puedes hablar en serio. – Le dijo tratando de detenerla. – Una mujer embarazada lo que necesita es personas que le cuiden y mimen…

- Para eso tengo a Dom, Dora y a mi madre. – le dijo ella. Porque la barriga empezaba a pesar, Abril no caminaba ya muy rápido así que Leo se mantenía a su lado sin esfuerzo.

- Y por qué yo no? Qué hice yo? Yo no planié embarazarte, no fui quien ocultó la noticia al otro. Estoy aquí porque quiero disfrutar también de este tiempo.

- Estás aquí por el bebé y no por mí. – LE dijo Abril.

- No puedo demostrarte que venía a verte antes que me dijeran lo del bebé pero ya me hacías falta. Estuve trabajando en la agenda de promoción que tú misma me organizaste y luego terminando los cuadros que tú misma me ayudaste a negociar…- Insistió él. Dora le colocó una mano en el brazo cuando pasaron a su lado rumbo a las escaleras.

- Me recibes un consejo? – Preguntó la señora. Leo se detuvo.

- Consejos… consejos… Quiero que alguien me diga dónde está el manual de instrucciones para entender a esta mujer. – Respondió él enojado. Dora le dio dos palmadas cariñosas en la mano que sujetaba. Abril comenzó a subir las escaleras.

- Esa mujer quiere que la enamores. – Le dijo Dora. – como mujer no como madre de tu hijo. Y de hecho, yo querría lo mismo de ti.

Leo se quedó congelado. No podía dar un paso hacia ninguna parte porque no parecía tener sentido ir a ningún lado. Tendría razón Dora? Después de veinte años de una relación que jamás tuvo nombre, podía estar pensando Abril en ganarse el título de esposa? Suspiró tratando de aliviar la tensión sobre sus hombros. Y quería él tener el título de esposo de Abril? Se preguntó.

Escogió regresar al patio y sentarse a la orilla de la piscina. El agua siempre había tenido un efecto relajante en él. Dominico tenía la piscina llena aprovechando los días secos de verano. En New Hampton no eran muchos y el sol no era el del Caribe pero la temperatura del agua era agradable. Abril… suspiró en su mente. Qué iba a hacer con Abril? Se preguntó. No esperaba que se comportara como una niña consentida y mimada. La Abril que él conocía era una mujer independiente y práctica. El esperaba que al recibirlo le dijera que se alegraba de que pudiera casarse con ella y hacerse responsable de su hijo por la muerte de Milena.

Jamás había tenido que corretearla. Nunca había tenido que seducirla. Mucho menos enamorarla. Todo entre ellos había surgido sin necesidad de títulos, declaraciones ni demostraciones de afecto. Cielos!!! Ella tenía que saber que ese bebé era importante en su vida. Sabía lo que deseaba tener un heredero. Y lo conocía muy bien. Sabía que el peor golpe a su ego sería que otro hombre se erigiera frente a su hijo como su padre. Nadie más podía tener ese título, nadie más podía tener ese vínculo de afecto con su bebé.

Si no se casaba con Abril, otro lo haría. Sintió un nudo en el vientre imaginando a Abril casada con un hombre. Jamás había pensado en Abril casada. Se sorprendió sintiendo que no concebía a Abril casada. Si ella se casaba no era muy seguro que estuviera dispuesta a acostarse con él cuando le diera la gana. Cerró los ojos y trató de pensar con sensatez.

- Necesitas uno de estos. – Dijo Dominico sentándose a su lado. Leo abrió los ojos y recibió el vaso de whisky. Tal vez debió pensar en vodcka.

- Necesito tres o cuatro… botellas. – Respondió. Dominico le mostró la botella que había puesto al otro lado de sus piernas.

- Las que necesites. – Dijo Dominico tomando de su propio vaso. – Es muy difícil la situación?

- Abril es una hermosa mujer que me seduce con sólo presentarse donde este. – Le dijo Leo con sinceridad. Dominico asintió sin intervenir. – Pero casarme con ella… jamás fue una opción. Nunca pensé en ella como en la esposa.

- Y crees que es muy difícil aceptarla para ese papel? – Preguntó Dominico. Leo suspiró

- Quiero que entiendas esto. Estaba cenando con Cathy Smitzän. – Le dijo Leo.

- La conejita play boy? – Leo asintió.

- Y tenía aquellos pechos enfundados en dos tríangulos de seda debajo de una cosa transparente negra que ella llamaba blusa y un trasero de infarto en una cosa que ella llamaba falda pero que mi cinturón de seguridad es más ancho. – Dom no pudo evitar reir. – Y yo no estaba pensando si no en deshacerme de ella para venir a ver a Abril porque tenía más de tres meses sin verla.

- Y que pasó después? – Preguntó Dominico interesado en el relato. Leo suspiró

- Entonces me llama Memo y me dice que Abril está esperando un bebé y yo cancelo la cena y tomo a Cathy del brazo, la llevé a su apartamento y me vine hasta aquí. – Describió Leonardo. Dominico alzó una ceja asombrado.

- No te acostaste con Cathy? – Preguntó sin creerle.

- No te digo que estaba todo el tiempo pensando que quería estar con Abril y cuando Memo me dijo del embarazo yo solo pensaba en lo estresada y tensionada que podía estar ella para enfrentar ese embarazo sola cuando podía tenerme a mi a su lado.

- Leo… no tienes que convencerme a mi, ni siquiera tienes que convencerte a ti mismo que te quieres casar con Abril porque la amas.

- Crees que puedo ofender a alguien si me meto en la piscina en calzoncillos? – Preguntó como si eso siguiera la línea de la conversación.

- Para nada. De hecho me agradaría más que lo hicieras ahora que apenas llevas un trago y no cuando estes demasiado ebrio y corra el riesgo de que te ahogues. – Le dijo sonriendo. Leonardo se quitó la camisa y la bermuda que llevaba y se metió en el agua. Luego de pensar y pensar y de dar una ocho vueltas a la piscina regresó a la orilla. Dominico continuaba sentado allí tomando tal vez el mismo trago de whisky.

Dominico le sirvió otro trago. Leo se puso la camisa y se sentó a su lado. Estuvieron en silencio un buen rato antes que Dominico volviera a retomar sus consejos.

- Abril es muy sensible. Tú la ves como la publicista eficiente, proactiva, independiente pero yo la veo como mi amiga acomplejada porque escogiste a una rubia dulce y tierna por esposa. – Le mostró Dominico. Leonardo suspiró

- Ya lo tengo claro. Debo pedir perdón por escoger a Milena. Pero bueno, ella jamás lanzó una pista para que yo le tomara en serio. – Se quejó él. Dominico se echó a reir.

- Estás loco? Abril no es de las mujeres que te van a decir lo que quieren. Ellas esperan que vos lo adivines porque eres su amigo y se supone que las conoces, que sabes para donde van. – Leonardo se terminó su segundo vaso de whisky.

- No creo. Abril es directa y franca. Lo que quiere me lo dice. No se mete en rodeos innecesarios y jamás ha usado artilugios o parafernalias que puedan crear confusiones. – Le dijo Leo. Dominico se alzó de hombros.

- Yo soy su amigo tú eres su amante. – Le dijo y se levantó tomando la botella de whisky. – Terminemos la botella viendo el partido del Real Madrid. Te espero en el estudio.

Leo se levantó y tomó su bermuda y entró en la casa goteando un poco aún. Para evitar la sala principal y la alfombra persa que cubría el suelo, decidió entrar a la casa por la cocina. A través de los ventanales que daban al patio escuchó la conversación que se desarrollaba dentro.

- Al arroz con leche hay que echarle clavito de olor. – Dijo Abril. – Además así le gusta a Leo.

- Y ahora tenemos que comer todo según el tipo este? – Preguntó una voz de hombre que Leonardo no identificó.

- Es mi invitado…- Empezó a decir Abril con un tono de voz que revelaba estar a punto de echarse a llorar. Leo frunció el ceño. Ella no era sensiblera.

- No es tu invitado. Ni siquiera le habías dicho del bebé… Pero él no puede quejarse de ti como anfitriona verdad? Lo recibes en la casa donde estés y en la cama cuando quiera…

Leonardo entró decidido a romperle la boca al tipo sea quien fuese. Pero Dora se le adelantó y Leo entró justo cuando la señora abofeteaba al chico que no podía tener más de 20 años. Abril palideció al verlo y ser consciente que había escuchado el comentario. Se atravesó entré Leo y el desconocido.

- Leo… tranquilo. – Dijo Abril colocándole las manos en el pecho. Leonardo no la veía a ella sino que miraba a los ojos del chico. Había en su rostro algo conocido pero no tenía claro quién era.

- Quién es este imbécil? – Dijo Leo con su voz cargada de enojo. Dominico lo abrazó y lo llevó rumbo al estudio.

- Es el hermano de Abril… hermanastro en realidad. Dario… Lo recuerdas? – Le dijo Dominico sin soltarlo hasta encerrarlo en el estudio.

- Debiste dejarme que le rompiera la cara. – Dijo Leo enojado. Dom sonrió.

- No me daría nada mayor placer. – Dijo Dominico con franqueza. – Pero no quiero que Abril se estrese más de lo que ya está con tu presencia.

- No puede tratarla de esa manera. – Dijo Leo enojado. Dom le entregó un vaso con whisky sonrió.

- Sólo tú puedes darle categoría de chica de catálogo verdad? – Le dijo Dominico exponiéndose a un golpe en la mandíbula. Leo frunció el ceño.

- ¿Cómo puedes hablar así de Abril? – Le reclamó Leo

- ¿Cómo puedes tú tratar a Abril así? – Preguntó Dominico. Leo apretó el vaso de whisky y Dominico pensó que lo rompería contra la pared. – Tienes que reconocer que la irrespetas, la trataste como mujer de segunda categoría por eso tuviste que buscar otra perfecta para ser tu esposa.

- Viví tres meses con Abril. Jamás mostró que estar en casa y tener hijos fuese el futuro que esperaba para ella. – Dijo Leo. Dominico asintió.

- Te repito porque creo que ya te lo dije. A los 21 una chica no piensa en ser un ama de casa. – Le dijo Dominico. – Y tú tampoco la querías. A los 27 jamás se te ocurrió pedírselo y si lo hubieras hecho tal vez ahora estuvieras casado con ella.

- Y ahora… dice que no me necesita. – Dijo Leo. Dominico sonrió.

- Y tiene razón. No te necesita. Ella no tiene un hombre sino dos Antonio y Yo y nuestras fortunas son más que suficientes. – Le dijo Dominico. Leo masculló una maldición.

- Yo soy el padre del bebé. – Dijo odiando tener una reacción tan infantil. Dom hería su orgullo diciendo que Abril no le necesitaba porque tenía a sus amigos.

- Y lo serás hasta que mueras… pero no es de eso de lo que estamos hablando. Estamos discutiendo tu papel en la vida de Abril. – Le dijo Dominico.

- Ya te dije. No aceptara casarse conmigo. – Dijo Leo.

- Y yo no aceptaré que la convenzas por el bebé. No te quiero cerca si no vas a ejercer sobre ella un efecto de seguridad y tranquilidad. – Le dijo Dominico.

- La amas? – Preguntó Leo tratando de entender los sentimientos que Dominico tenía por Abril. Dominico sonrió.

- Claro que la amo. Nunca he dejado de decírselo. Es la hermana que jamás tuve. Tengo dinero y amor suficientes para mantenerla. Y tú… tienes que tomar la decisión de definir su papel en tu vida. No por el bebé sino por ella misma.

- Así que tengo que convencerla de casarse conmigo. – Dijo Leo. Dominico hizo un gesto de disgusto.

- Mientras sigas usando ese verbo que indica obligación… no conseguirás que me guste a mi la idea y mucho menos, a Abril.

- Y como mi amigo… no hablaras con ella para que me escuche.

- Soy tu amigo y… también lo soy de ella. Por eso quiero que ambos se amen y se demuestren su amor de una manera respetuosa, con dignidad y responsabilidad y sobretodo libremente. Es más, si ella no te quiere cerca… quiero que te marches.

- Me estás echando de tu casa? – Preguntó asombrado Leo. Dom sonrió con ironía.

- Quieres acaso que la saque a ella? – Preguntó él. Leo se dio cuenta que estaba pensando de manera egoísta con relación a la posición ambigua de Dominico.

- Lo siento. Tienes razón. Si ella quiere que me vaya… me iré. – Dijo Leo y salió del estudio. Subió las escaleras de dos en dos y titubeó ante la puerta de Abril pero decidió irse a su habitación.

Abril estaba en medio de la habitación acomodando la bermuda que Leo había dejado tirada en algún lugar de la cocina. Ella estaba nerviosa y temblaba de manera evidente.

- Te traje tu ropa. – Dijo en un hilo de voz. Leo admiró su rostro redondeado por el embarazo

- Gracias. – De repente fue consciente de su desnudez y de que la reacción de su cuerpo a su presencia en la habitación, era imposible de ocultar. La mirada sensual de Abril admirando sus piernas desnudas lo hizo temblar.

- Siento mucho lo que dijo tu hermano…- Le dijo Leo. El añoró a la antigua Abril que se le habría acercado y le habría estampado un beso en la boca de saludo. – Y lo que te han dicho y maltratado durante toda tu vida por culpa de nuestra relación.

En otra ocasión, ella le habría seducido y habrían hecho el amor sobre la alfombra que se le antojaba a Leo bastante caliente y mullida.Por qué no había sido consciente antes del poder que Abril tenía sobre sus sentidos? O tal vez por reconocerlo le tenía pánico a una relación con ella? Cómo podría dejarla si ella le llenaba más que cualquier otra mujer. Lo hacía sentir fuerte, hombre, seductor en medio de la debilidad de dejarse seducir por ella.

- Dario es muy joven y tonto.- Dijo ella al borde del llanto. – Y los demás… bien. No son tantos.

- Abril, yo… - Empezó a decir él y ella hizo lo que Leo estaba añorando que hiciera. Corrió hacia él y se lanzó en sus brazos. Leo disfrutó del contacto de su vientre con el vientre hinchado de Abril. Pero Abril no lo sedujo sino que se deshizo en llanto. Leo frunció el ceño y la cargó como solía hacerlo.

Leonardo no sabía qué hacer con una mujer que llora entre sus brazos. No había muchas mujeres que lo hubieran hecho en el pasado. De hecho pensaba que Abril debía ser la primera. Además aquel llanto de Abril estaba dando la señal de que claudicaba ante su poder. Ella no sabía rechazarlo, no quería rechazarlo, no podía rechazarlo y estaba mostrándose tan sensible y dispuesta a recibir su protección como cualquier otra mujer del planeta. Leonardo se preocupó entonces por él mismo. Quién lo iba a salvar de no enamorarse de ella.

La llevó cargada hacia la cómoda de tres gavetas que estaba a un lado de la cama. El olor a flores de Abril y el contacto con su vientre abultado y firme le estaba produciendo una ola de deseo que Leo no creía ser capaz de controlar. Deslizó los dedos de las manos entre los cabellos de la chica. Mientras ella lo sujetaba firmemente de la cintura.

- Es el embarazo. – Dijo ella en un hilo de voz. Leo se separó un poco para mirarla a la cara. – Me siento todo el tiempo cansada, estresada, angustiada, con ganas de llorar y gritar. – Describió secándose las lágrimas.

- Quieres que me vaya a mi casa y te venga a visitar el fin de semana? – Le preguntó él con el temor de que ella dijera que si.

- No fueron las cosas igual con Milena. – Dijo ella. Leo recordó todo lo que Dominico le había reclamado sobre poner a Milena por encima de Abril.

- No fueron igual, ni mejor, ni peor. – Le dijo él tomando entre sus dedos la barba de la mujer. – Nunca te has comparado con mis mujeres… por qué lo haces ahora?

- Siempre creí que era diferente, especial... hasta que apareció Milena.- Le dijo ella casi que al borde del llanto otra vez. Debían ser las hormonas pensó Leo.

- Lo siento. No quise hacerte sentir mal cuando me casé con ella. – Le dijo él. – Tú no eres ni mejor ni peor que ella. Y.. de hecho… eres la única mujer especial en mi vida. Abril intentó ocultar su rostro con un abrazo pero Leo le rodeó la cara con sus manos y la obligó a mirarlo.

- La mujer que tienes enfrente no sabe qué hacer. – Le dijo Abril. Leonardo se asombró de sus palabras.

- Y quieres que te diga qué hacer? – Preguntó él asombrado. Ella cerró los ojos. Aquello era todavía más extraño. Generalmente Abril le decía a él lo que tenía que hacer. Leo suspiró. Aquella Abril femenina, sensible, dulce le era tan extraña y al mismo tie
mpo, sentía que siempre la había sentido así.

- Hay ocasiones en las que te quiero lejos… porque sé que estás aquí por el bebé y que si él no existiera, no querrías casarte conmigo. – Le dijo ella. Leo suspiró.

- Tal vez tienes razón. No puedo mentirte porque tú me conoces mejor que yo mismo. Pero, sabes que casarme con una mujer porque está embarazada no es razón suficiente en mi vida a menos que la mujer sea importante para mí.

- Y otras veces te odio porque eres el culpable de esta situación. Tú y tus hormonas locas que te hicieron seducirme y que hicieron que olvidaras los preservativos. – Leo la observó apretar los párpados como si quisiera que él desapareciera y no estuviera allí para cuando ella abriera los ojos.

- Oh… de eso la culpa es compartida. Sabes lo que provocas en mi sistema nervioso?- Dijo él y se colocó la mano de ella en su órgano excitado. Abril abrió los ojos.

- Otras veces siento que te amo por exactamente las mismas razones. – Le dijo ella. Leo sonrió.

- Y yo te veo y sólo pienso en cómo hacer el amor contigo. Me importa un rábano que estes embarazada y no me importa tu vientre abultado o que me odies por dejarte embarazada… o porque quiero casarme contigo según tú porque esperas un hijo mio. – Leo recorrió con sus manos la espalda femenina y jaló de sus cabellos para acomodar su rostro. Se apoderó de su boca dejando a un lado la precaución de saberla débil y sensible.

Sentía que besarla era el placer más delicioso y grande que pudiera imaginar. Su cuerpo enloqueció. Quería sentir a Abril completamente desnuda piel a piel y sobretodo, entrar en su cuerpo. La alzó con un brazo y le subió el vestido con la otra mano en un hábil movimiento demasiado rápido para estar cargando a una mujer embarazada. Pero El cuerpo de Abril todavía no mostraba un gran cambio en sus curvas a causa del embarazo. La barriga era una pequeña protuberancia que Leo cubrió con sus manos y besó apasionado.

Tenía mucha experiencia en cargar a Abril. Pensó Leo mientras la llevaba a la cama y la acomodaba para quitarle la ropa interior. Los senos de Abril se habían redondeado preparándose para recibir al bebé y darle de comer. Aquello hizo que se le hiciera un nudo en el estómago a Leo. Tenía que prestarle el cuerpo de esa mujer a su hijo durante unos meses porque ya no sería su objeto de placer sino que también sería su habitación y su alimento. Y sin embargo, aquello lo emocionó más que producirle celos. Abril intentó detenerlo cuando le quitaba la pantaleta pero Leo le besó y Abril se abandonó a sus caricias.

- El bebé…- Dijo Abril sin mucho esfuerzo. Leo empezó a quitarse la camisa y corrió a cerrar la puerta de la habitación con seguro.

- Nada va a pasarle al bebé. – Le dijo totalmente convencido. Por supuesto evitó decirle que había leído sobre sexo en el embarazo cuando Milena estaba en el segundo mes.

Leo la recorrió completa como si jamás la hubiera visto. De vez en cuando sonreía recordando una vez anterior en la que le había besado las piernas, o el centro de su deseo, y descubrió que en ese momento, Abril sabía más dulce, sonaba más apasionada, se sentía más cálida que en cualquier otra ocasión anterior. Y cuando entró en ella, no pudo evitar gritarle que era la mejor y que no había en su vida alguien que lo hiciera sentir más y mejor que ella.

Hacer el amor con Abril, no supo Leo si era por el embarazo o por el momento sentimental que vivían, fue una experiencia maravillosa. Y pudo entender en ese momento muchas canciones de las que Abril solía cantar, en las que hablaban del sexo como de una experiencia religiosa, fuera de este mundo.

Algún tiempo después, Leo sentado en la cama con la espalda apoyada contra la cabecera y con los cabellos esparcidos sobre su vientre que le servía de almohada, se dio cuenta que estar allí era lo mejor que le había pasado nunca. Y no solo por la experiencia de sexo y amor que acaba de experimentar sino porque había convencido a Abril de estar con él y permitirle demostrarle su pasión.

- Quieres que me vaya a mi casa? – Preguntó él. Abril suspiró.

- No quiero casarme contigo. – Dijo ella como si siguiera una conversación.

- No te cases si no quieres. Puedes irte a vivir conmigo.- Le dijo él. – Sé que no quieres que me case contigo por el bebé. Que crees que la felicidad es que el hombre que te gusta te convenza de casarte con él con actos heroicos y románticos. – Y pensó unos segundos antes de decirle. – Y sé que yo creí que casarme con Milena era la felicidad. – Abril intentó levantarse pero Leo la sujetó de los hombros y se lo impidió. – Pero llegó un momento en la luna de miel en la que desee que fueses tú para sentirme más cómodo seduciéndola.

- No quiero escuchar nada de eso. – Rogó ella. Leo sabía que le estaba causando un gran dolor pero tenía que decirle como se sentía.

- Y llegó el mes de abril y… todo fue de mal en peor. Mis hormonas enloquecieron. Brincaba cada vez que alguien decía el mes y me moría por irte a buscar. – Abril secó un par de lágrimas que corrían por sus mejillas. – Abril, si Milena era tan perfecta. Qué hacía yo buscándote como siempre y haciendo el amor contigo para sentir que estaba en el cielo? Abril guardó silencio y Leo tomó entre sus dedos los cabellos de la mujer. – Yo te tengo una teoría distinta a la tuya. Yo viví con Milena una fantasía y traté de huir de ti y de tu poder sobre mí porque tenía miedo de no ser el hombre que tú necesitas. Me dolió su muerte y, creí morir cada vez que pensaba en el bebé que murió en su vientre. Pero, si tú te mueres… yo quiero morir contigo. Abril… yo no me imagino mi vida sin ti.

- Si yo muero, todo seguirá igual. – Dijo Abril. Leo la hizo subirse sobre él y se colocó de lado porque la barriga no le permitía colocarse boca abajo. Leo la besó apasionado con un leve mordisco castigador.

- No te atrevas a hablar de muerte. No quiero vivir eso de nuevo. – Le dijo él obligándola a mirarlo a los ojos. – Sobretodo porque no puedo concebir la vida sin ti. Cuando estoy contigo solo pienso en ti, solo me importa sentirte, estar contigo. Cuando estaba con ella pensaba en lo que hacía falta para la cena, para la casa, para la habitación del bebé.

- Y ahora quieres resarcir tus sentimientos de culpabilidad, cumpliendo tu deber de padre conmigo. – Le dijo Abril. Leo volvió a morderle los labios.

- Sé que no te amo con ese sentimiento romántico que sueñas. Y en el fondo, tal vez tú tampoco me amas así. Pero todo este placer que sentimos al estar juntos y este bebé… no merecen que hagamos el intento de vivir juntos? – Abril guardó silencio. Leo se inclinó sobre su boca y le besó también los senos. – Piénsalo… días enteros desnudos en la cama haciendo el amor… - Abril no pudo evitar sonreír. Esa había sido una fantasía que Leo le había cumplido durante una semana entera.

- Y días enteros de discutir porque tú seguirás saliendo con tus chicas play boy y yo tendré cada vez más ganas de estrangularte. – Le dijo ella. Leo sonrió.

- Si tenemos días enteros de sexo como el de hoy… Noches enteras abrazados sintiendo nuestro calor, mañanas de despertarte en mis brazos y la felicidad de llegar agotado de soportar a los demás para acurrucarme en tus brazos y disfrutar de mis noches contigo… No creo que tenga tiempo, ganas ni fuerza para buscar otra.

- Eso lo viviste tres meses y luego me dejaste con una carta en la que me contabas sobre Milena. – Le dijo ella. Leo la acomodó en la cama y empezó a besarla. No podía negar que era cierto lo que decía. Abril había vivido en medio del rencor en esos dos últimos años de su vida y Leo no se había dado cuenta. Pero si notó que estaba a punto de quedarse dormida por lo que empezó a acariciarle la cabeza mientras la besaba con dulzura.

Leo también durmió hasta que Dom les llamó por el teléfono para que bajaran a almorzar. Leo la despertó besándole el vientre y luego los senos. Abril se desperezó disfrutando de las caricias. Leonardo sonrió.

Llamó a Memo mientras esperaba en lo alto de la escalera a que Abril terminara de vestirse. Le pidió que le trajera un enorme oso de peluche. Recordó que una de las frustraciones de Abril era no haber tenido un novio durante su adolescencia que le regalara animales de peluche y flores. Memo llegó con su carga cerca de la cena y se marchó después del postre.

Se fue preocupado porque la tarea que Leo le impuso era organizar la boda sin que Abril supiese porque Leo pensaba hacerla aparecer en la ceremonia sin previo aviso y someterla a la prueba de responder justo antes de ejecutar su solución.

Leo se fue a dormir a su habitación y Abril a la suya pero a medianoche, Leo se sentó en la cama con el ceño fruncido. Abril estaba metiéndose debajo de sus sábanas.

- Qué haces mujer? – Preguntó Leo. Abril siguió acomodándose en la cama a medio lado y le jaló la mano para colocarla sobre su vientre.

- No puedo dormir. Vamos a ver si sirves para algo. – Le dijo ella y lo hizo abrazarla. Leo acarició el vientre de Abril y disfrutó de los pequeños movimientos de renacuajo de su bebé.

- ¿Estás segura que esto es lo que quieres? – Preguntó Leo. Abril bostezó y suspiró.

- Haremos el amor en la mañana, por favor, tengo sueño. – Le respondió ella. Leo sintió un vuelco en el estómago y sonrió. Había ella prometido hacer el amor en la mañana y se había venido a dormir con él!! Trató de no aplastarla con su cuerpo y acomodó su rostro sobre la maraña de cabellos de Abril.

Isaura llegó en el primer vuelo de la mañana, dos días después. Leo sabía que era la única aliada con el poder de convencer a Abril de casarse con él. Isaura exclamó con placer al conocer la noticia del embarazo de Abril después de regañarla por ocultárselo. La chica fue a dormir una siesta que no estaba en la programación del día pero que era bienvenida porque representaba que la compañía de Leo le ayudaba a recuperar el sueño. Ese fue el tiempo que aprovecharon Leo e Isaura para conversar sobre el matrimonio.

- No estoy muy convencida de que consigas que diga que si… - Dijo Isaura escuchando los planes de Leo.

- Pero con un altar lleno de rosas amarillas. Con el sacerdote que casó a su mejor amiga. Con sus mejores amigos presentes. Con ese vestido de novia de sueño al estilo de los años 30 como le encantan.- Empezó a enumerar él mientras chequeaba una lista en su agenda. Isaura sonrió

- Así que de vez en cuando le prestas atención!!- Le dijo Isaura. Leo la miró con el ceño fruncido

- ¿De vez en cuando? Tenemos quince años de relación… No hay quien me conozca o alguien a quién conozca más que a ella.

- Y Milena? – Reclamó Isaura, Leo hizo un gesto de pedir perdón.

- Sé que es algo que no me perdonarán. Pero, todos cometemos errores y en su momento a mi me pareció la mejor de mis ideas… - Le dijo Leo. Isaura se alzó de hombros.- Hay una cosa que quiero que te quede clara: No puedo arrepentirme de Milena. Ella fue muy hermosa conmigo y mis días a su lado fueron una hermosa fantasía.

- Es la verdad… Y no podemos evitarlo. – Dijo Isaura. – Pero también es verdad que mi hija sufrió como una condenada.

- Y lo lamento en el alma. Voy a decirte algo por lo que tal vez ella me castigue muchos años: Varié mi luna de miel para estar en la misma ciudad que Abril y fui a verla. – Isaura se llevó las manos a la boca y al pecho. – Fue una acción indecente, inadecuada, irresponsable, deshonesta… todo lo que quieras pero yo en el fondo de mi corazón, ya sabía que me había equivocado. Y necesitaba verla, Isaura, necesitaba olerla, saber que todavía estaba allí para mi…

- No me digas nada más… ¡¡Algunas veces me provoca darles de azotes a los dos!! – Le dijo Isaura. Leo sonrió.

- Algunas de las cosas que hemos hecho juntos serían razón para ser lapidados en el oriente… - Reconoció él. Y luego, sonrió: - ¿Sabes que es lo que he descubierto?

- ¿Qué? Aunque me da miedo preguntarte… - Leo llenó la oficina con su risa.

- He descubierto que me entusiasma la idea de enamorar a Abril… No sé si puedo ponerlo en palabras, pero es que mi corazón salta y mi mente está activa todo el tiempo pensando, calculando para encontrar la manera, el día, la forma de hacerla feliz. Como si la vida no tuviera más objetivo ni más meta que esa.- Leo se levantó de la silla donde estaba y se fue a la ventana del estudio que daba a los jardines de la casa. – Y es casi tan obsesivo y tan posesivo como cuando descubro qué quiero pintar y me encierro en mi estudio y me concentro en el cuadro hasta que lo termino.

- Muy bien. Vamos a probar esto del matrimonio sorpresa para la novia. – Dijo Isaura revisando la lista de cosas por hacer y marcando las confirmadas.

Abril sonrió caminando hacia el grupo familiar de su amiga Valeria que la esperaban al fondo del restaurante. Todos eran hermosos y se veían felices juntos. Megan la vio y salió a recibirla antes que llegara a la mesa. La chica acarició su vientre de siete meses y lo besó.

- Dime que podré malcriar a este bebé. – Dijo Megan sonriendo. Abril dejó escuchar su risa en el silencio compartido del restaurante.

- Cuando tengas los tuyos los malcriarás.- Respondió Abril sonriendo aún. Megan se quejaba de que su madre no le permitía estar con su hermano lo suficiente para malcriarlo. Antonio se levantó y la abrazó para besarla en la frente.

- Estás hermosa. Cómo hacen ustedes dos para querer mantenerlas embarazadas de lo hermosas que se ven? - Preguntó Antonio. Valeria empezó a quejarse desde antes de levantarse de su silla.

- Ah no no no. Déjate de locuras!! – Expresó porque ya tenía tres hijos. Dos más de lo que hubiese querido en su vida. Valeria también acarició el vientre hinchado de Abril antes de besarla.

- Si por él fuera tuviéramos unos siete hijos cada una. Eh? – Bromeó Abril. Valeria puso los ojos en blanco.

- Ni más ni menos. – Se sentaron y un mesero se acercó con la orden que ya Antonio había dispuesto para todos. Abril ya estaba acostumbrado al estilo de Antonio. El sabía qué querían y cómo lo querían.

- Y…. no tienes nada que decirnos? – Preguntó Valeria. Abril suspiró.

- Supongo que te refieres a ese matrimonio loco que anda armando Leo y que supone que no sé? – Preguntó Abril. Valeria se rió a carcajadas.

- Ese hombre no puede sorprenderte. Verdad? – Le dijo Valeria. Abril suspiró

- No he podido convencerlo de que desista de ello. – Respondió Abril. Megan sonrió.

- Ni lo harás. Ese marido tuyo me ha comprado un vestido rosa… Puedes imaginarlo? Rosa!!! Y lo peor es que estoy convencida de usarlo. Me queda fantástico!! – Reconoció Megan. Abril sonrió.

- Y como tú hay dos docenas de personas a quienes ha persuadido para participar en esta “boda sorpresa”.- Dijo Abril. Megan asintió.

- Pero ya estas dispuesta para ir verdad? – Preguntó Megan. Abril suspiró como si estuviera muy cansada.

- Creo que no tengo muchas opciones. – Respondió Abril. Antonio le tomó una mano y la llevó a sus labios. Valeria miró a su amiga.

- Sabes que cuentas conmigo, cierto? Nosotros te acompañaremos a dónde quieras ir si tus deseos son escapar. – Le dijo Antonio. Megan frunció el ceño.

- Oh, Abril!!! Vas a dejarlo plantado? – Preguntó con preocupación. Abril suspiró.

- Ganas no me faltan. – Dijo Abril. – Pero creo que si voy a aparecerme en la iglesia, y usaré ese horrendo vestido que oculta mi barriguita y caminaré al altar.

- Oh, qué bien!!! – Gritó Megan. Valeria sonrió.

- Tú quieres casarte con ese loco. No mientas. No puede ser que por orgullo, vayas a perder esta oportunidad de ser feliz. – Insistió Valeria. Abril sonrió

- No estoy segura de que ahora vaya a funcionar mejor que la vez anterior pero, no puedo morirme sin haber hecho el intento. – Le dijo Abril a Valeria. Antonio le rodeó la barba con dos dedos y lo hizo mirarlo. Abril admiró los hermosos ojos verdes de su amigo.

- Sabes que puedes lanzarte al vacio. Nosotros estaremos ahí para sostenerte. No tienes que preocuparte por dinero o casa, el día que desistas de esta relación, me avisas. – Abril suspiró. – Lo sabes verdad? Te amamos y no te estuviéramos animando si pensáramos que podrías salir lastimada.

- Lo sé.- Dijo en un hilo de voz la mujer. Yo realmente agradezco tenerlos. No sabría qué hacer si ustedes no fueran parte de mi vida.

Antonio la besó en la frente y de repente se llenó el restaurante con música de mariachi. Abril frunció el ceño. Aquel era un sitio muy americano. Quién podría estar dando una serenata con mariachi? Se preguntó y al girarse sintió que palidecía. Leo caminaba hacia ella seguida por un grupo completo de marichis.

Abril lo miró vestido de negro y con un sombrero de charro en la cabeza. Se preocupó aún más cuando le miró el micrófono en la mano. Estaba él dispuesto a cantar? Se preguntó y Leo sonrió con timidez como si supiera lo que ella estaba pensando. Los mariachis comenzaron una versión ranchera de la canción romántica favorita de Abril. Ella sintió que su bebé saltaba emocionado en el vientre. O serían sus nervios?

Leo la ubicó no más entrar al restaurante. Antonio le daba un besó en la frente. Abril al escuchar los acordes del marichi había dado vuelta y al verlo, se había puesto en pie. Su cara cada vez más redonda por el embarazo y sus ojos casi amarillos asombrados al verlo. Milena había sido una hermosa compañera. Pensó pero nunca había hecho saltar su corazón como Abril. O sentir aquel vacío en el estómago que anticipaba la posibilidad de darle un beso a aquella boca de rosa.

Los mariachis le dieron la indicación de que comenzaba su entrada y Leo levantó el micrófono y comenzó a cantar la letra de la canción favorita de Abril. Por qué marichis? Pues porque ya había hecho todo lo demás. En unas vacaciones en Colombia le había pagado a unos cantantes de vallenato para que le cantaran en la playa. En una escapada a Aruba había sido un trío que le había cantado boleros. En medio de una reunión de inauguración de una exposición en Berlin había hecho que un grupo germano le cantara canciones románticas en alemán.

A Leo le asombró los miles de detalles románticos que había tenido con Abril sin darse cuenta. Había enamorado a aquella mujer al mismo tiempo que se había convencido de que una relación con ella era nosciva para su tranquilidad. Y había caído en la trampa que él mismo había preparado. Abril se derritió en sus brazos. Leo supo tan pronto ella deslizó sus manos sobre el vientre plano de él y se abrazó a su pecho que Abril estaba muerta. No habría nada ni nadie que le hiciera amar a otra persona.

Y sintió que le producía alegría y al mismo tiempo temor. Aquello era un compromiso.

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