Un hotel Royal Caribean era igual
a otro… Se confirmaba la teoría de Jack. No importaba dónde estuviera… su vida
era un gran hoyo negro sin una bendita luz en el fondo. Jack Williams no se
caracterizaba por ser pesimista pero haber cumplido los 30 años parecía haberlo
convertido en un gran saco de desánimos y tristezas. Su padre había muerto y la
única persona con la que supuso podía formar una familia le había abandonado
por su mejor amigo. No… ella no era la única mujer con la que había querido
vivir el resto de su vida… De hecho, había sido la segunda opción pero tampoco
había funcionado.
Se alejó de la ventana en el
hotel. Le mostraba un paisaje muy parecido a las muchas playas que conocía… la
Riviera Francesa, Miami, Aruba, Curazao, Cartagena. No podía seguir engañándose
a si mismo… las playas de Fukuoka siempre le harían pensar en ella. No… pensar
en Candela sólo le traería más dolor y tristeza. Decidido en alejarla de su
mente, tomó la chaqueta que acababa de quitarse y decidió ir al bar del hotel a
embriagarse. Tenía tiempo para un par de cocteles antes de prepararse para la
cena con sus socios esa noche.
Entró al bar en el edificio. El
que estaba en la playa solo le traería
recuerdos que deseaba alejar. Se sentó en una banca de la barra y pidió un
mojito de Shiso, obviando en su mente el recuerdo de que ella le había hecho
conocer ese coctel. Suspiró. Candela le había hecho conocer los placeres de la
comida, la cultura, el turismo de Fukuoka y el placer de amar a una mujer en el
oriente.
Como si la estuviera llamando Candela
apareció en el bar. Jack la observó. Ahora llevaba el cabello más corto que en
el pasado, su cuerpo se había vuelto más curvilíneo por efecto de la
maternidad. Jack sintió un vuelco en el estómago al pensar en el bebé. ¡¡Cielos!!
Si las cosas hubiesen salido bien… el bebé tuviera tres años. Ella miró alrededor como buscando a alguien y
al ubicarlo se fue a una mesa en el rincón opuesto de la barra. Jack frunció el
ceño. Candy besó al hombre en los labios,
fue un gesto casual, excento de sexualidad pero que hizo temblar a Jack de
celos. Cielos… no podía estar todavía enamorado de Candy!!!
Candy empezó a hablar con su
compañero de mesa. Jack observó sus manos acompañar sus gestos de sorpresa, de
rabia, de impotencia… Sonrió al darse cuenta que interpretaba los gestos de
Candy tan bien como antes. Ella le había enseñado español, japonés, el idioma
de las manos, el amor y también el dolor del adiós. Sus gestos tenían un aire
coqueto que atraía a los hombres en el bar. No había uno que no mirara a Candy
aunque fuese de manera furtiva. Jack recordó como odiaba la sensación de que
todos estaban deseándola y él la quería para sí nada más.
Recordó como la conoció
coqueteando con el hombre al que debía servir de guía. Lo miraba a los ojos,
luego le miraba la boca, se mordía el labio y sonreía. Y luego, lo miró a él.
Jack nunca sintió esa corriente de deseo por otra mujer. Una corriente
eléctrica que le hacía estremecer con una mirada y que alborotaba su
sensualidad con un gesto de su boca. Jack se tomó dos tragos de su mojito y dio
la espalda a Candy. No… otra vez no. No podía vivir una aventura con ella y
después…
La gerente del hotel se acercó a
él. Era una hermosa japonesa que siempre coqueteaba con él cuando se
encontraban. Jack sonrió con desgano. Leiko era hermosa, sensual y muy divertida pero no producía en su sistema nervioso el más mínimo salto.
-Señorita Ajibana…- Saludó Jack.
La mujer le entregó una carpeta.
- Es la hoja de vida de la mujer
que le acompañará en su viaje por los hoteles. – Le dijo Leiko Ajibana. Jack
tomó la carpeta sin abrirla.
- Prometo leerla más tarde. – Se comprometió.
Leiko sonrió.
- Espero que sea de su agrado la
elección. Es una mujer supremamente inteligente, sabe inglés, español, francés,
japonés y alemán. Maneja de manera básica el mandarin y el sueco. – Enumeró Leiko
más interesada en buscar razones para quedarse conversando con él que en
interesarlo por la chica.
- La verdad lo que necesito es
una experta en hotelería y turismo. Ya
invertí, ya conocí y ahora quiero saber quiénes son rentables y quiénes
no. – Dijo
cortante. La chica alzó una ceja con curiosidad mirando por detrás de él.
- Lo tengo claro… - Dijo y se
detuvo. – Usted ya había recibido la información de su nueva asistente? –
Preguntó ella causando curiosidad en Jack. Él la miró.
- Ni siquiera he abierto la
carpeta que me está entregando, Señorita Ajibana. – Le dijo con un tono que
dejaba ver lo tonta que sonaba. La mujer lo miró enojada.
- Entonces… ¿Qué hace esta mujer
aquí? – Preguntó señalando con sus labios hacia una mesa detrás de Jack. Él dio
media vuelta y miró hacia dónde señalaba. ¿En realidad, estaba esta mujer
diciendo que había contratado a Candy como su asistente?
- ¿Candy? – Dijo Jack y la chica
lo miró pues su voz resonó en el bar en
el silencioso intermedio entre dos canciones de la música ambiental del lugar.
Candelaria Basanta lo miró asombrada. Ella no esperaba verlo allí.
Habían pasado tres años desde la
última vez que lo viera. Y dolía casi tanto como el primer momento. Sabía que
tendría que volver a verlo. Aunque durante todo el proceso de selección para el
puesto se había relacionado con Leiko Ajibana, y sabía que ella no era más que
la asistente de su futuro jefe, jamás le confirmó el nombre. Recién esa mañana
le había llegado un paquete de instrucciones al correo y la firma al final del
mensaje casi le habia provocado un infarto
- Exacto. – Dijo Leiko tomando la
carpeta con la hoja de vida y mostrándole la primera página. – Candy Basanta,
experta en promoción y publicidad de la
industria hotelera, especialista en
Administración de Turismo, Masters en Gestión Hotelera. – Le relató Leiko
mientras Jack veía horrorizado que Candy se acercaba a él. Cielos!! Esa mujer
tenía un poder sobre sus sentidos que le preocupaba.
- Ya te enteraste.- Le dijo Candy
sin saludar. Jack tuvo que tomar de su mojito buscando que le volviera la
fuerza de la voz.
- Asi que sabías en la que te
metías…- Le dijo Jack sin saludarla tampoco. La miraba a los ojos y un leve
asomo de lágrimas en ellos le hizo intuir que estaba a punto de explotar…
estaba tensa . Por el encuentro o por haberse hecho contratar como su asistente?
Candy no se molestó en aclarar
que no sabía quien iba a ser su jefe hasta aquel día.Le había dado su hoja de
vida a varias agencias de empleo con el fin de que le marcaran el nuevo rumbo
de su vida. Su ciclo en Japón terminaba con la maestría y ya quería conocer una
nueva cultura, un nuevo lugar.
- Tienes que liberarme del
contrato. –Le dijo Candy como si estuviera leyendo sus pensamientos. Jack pasó
saliva. Candy se arrepintió de haber sido tan directa pero no podía dejarlo
creer que quería trabajar con él.
- ¿Quién te mandó a entregar tu
hoja de vida? Te seleccionaron y yo no tengo tiempo para perder. – LE dijo él
enojado porque en esa pequeña frase ella ratificaba que no lo quería en su
vida.
- Mi agencia de empleos metió la
hoja de vida en la licitación y yo… no sabía que tú eras la persona con la que
trabajaría. De todos los millonarios del mundo… - Le dijo Candy con la
sinceridad de siempre. Jack miró a Leiko. Estaba interesada en la conversación
y Jack no quería que, tal vez la única historia de amor frustrado de su vida,
saliera a la luz pública.
- Hay un lugar privado donde
pueda hablar con la señorita Basanta? – Le preguntó a Leiko. La japonesa con
evidente renuencia les señaló la puerta del bar. Los guió a su propia oficina
y los dejó solos. Ella hubiese querido
enterarse de mayores detalles sobre ese encuentro.
Jack se fue hacia la ventana
en la oficina desde la que podías ver la playa, el mar y el
cielo… Todo era inmenso, insondable, azul como los ojos de Candy, y los
misterios de su alma. Sus padres eran una extraña combinación entre indígenas
mocanás y afrocolombianos. Así que Candy tenía una deliciosa piel de un suave
color miel, enormes ojos azules y un cabello color canela que ahora tenía visos
rojos. Y lejos de estar enojado y furioso con ella, sentía que el destino
estaba de su lado y la obligaba a estar con él. Como debía ser.
-
Le di mi hoja de vida a una amiga con una
agencia de empleo internacional. Le dije que quería recorrer el mundo y que si
eso estaba incluido en el trabajo, mejor.
– Relató ella. Jack se decidió a mirarla. Un vuelco en el estómago le
hizo suspirar.
El suspiro de Jack le hizo
mirarlo con atención. Parecía un poco mayor para la edad que tenía. Algunas
canas se asomaban en los cabellos sobre sus orejas y lejos de hacerlo ver mal,
hacia que los dedos de sus manos desearan acariciarlos. Candy contuvo el deseo
de imitar su suspiro y dejó de observarlo.
-
Y vas a recorrer Europa y América. Tengo dos
meses para revisar la influencia turística de los hoteles de la cadena Caribean…
- Le expuso él. Candy lo interrumpió
-
Sabes que no podemos hacer este viaje, juntos. –
Dijo Candy. Jack alzó una ceja.
-
Dejaste en claro que no podíamos vivir juntos. –
Insistió él.- Esta vez se trata de negocios…
-
Oh, por favor!!! – Resopló Candy. – Alguien podría cortar con un cuchillo la
tensión entre los dos…- Le dijo furiosa.
-
¿Quieres estar conmigo? – Dijo Jack sintiendo
como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Candy lo miró realmente furiosa.
-
Sabes bien que la razón por la que te alejaste
de Asia y la razón por la que no regresé a Estados unidos es la misma… No podemos
estar cerca. – Le dijo sin falsos rodeos. Jack se mordió el labio. Ella estaba
volviendo loco a su sistema nervioso. Todavía lo deseaba…
-
Candy… No tengo tiempo para otra selección… si
no tienes las agallas para hacer el trabajo, busca tu propio reemplazo… - Le
dijo él mostrando una seguridad que estaba lejos de sentir. En realidad estaba
temblando como un adolescente ante la revelación de que la mujer que le
gustaba, también le deseaba.
-
¿Puedes tú trabajar conmigo sin pensar en sexo?
– Le preguntó Candy. Jack volvió a toser para aclarar su garganta. Ella no se
iba a ir en rodeos.
-
Tengo que anteceder los intereses de los más de
100 accionistas de Caribbean por encima de los conflictos entre nosotros dos… ¿Entiendes
eso? – Le expuso tratando de hacerle ver el embrollo económico en el que estaba
y cómo una vez más debía anteponer el interés de sus socios por encima de la
pasión que ella despertaba en él. – No se trata de nosotros dos, sino de
millones de euros bajo mi responsabilidad.
-
Esa ha sido la historia de nuestras vidas… por eso, ya deberías saber que no va a
funcionar. – Le dijo Candy. En el fondo estaba desilusionada por el hecho de
que él no hubiera escogido su hoja de vida por ser ella. Y por no estar en
Japón para estar con ella. Sacudió su cabello con las manos y alejó aquellos
pensamientos. No podía volver con Jack, el dolor de la última despedida había
durado un año en dejar de dolerle… y tres años en dejar de soñarle.
-
Tienes que hacer que funcione. Ya te di la
solución. Salimos a las 11 am mañana en el crucero de 6 días por Asia. – Le
dijo él. Candy lo miró con la angustia expresada en su mirada.
-
Jack… No es fácil…- Empezó a decir ella. Jack
actuando impulsivamente le tomó una mano y la interrumpió.
-
Piensa, Candy… - Le dijo mirando sus dedos entre
los suyos. – El destino nos acercó de nuevo de la manera más inesperada.
Veníamos anotados en una galleta de la fortuna y sólo tenemos que probar a ver
si…- Candy jaló su mano sin conseguir soltarse.
-
No quiero una aventura contigo. – Dijo Candy
tajante. Jack suspiró.
-
Yo recuerdo bien que en el pasado, era yo quien
no quería una aventura. – Expresó . –
Fuiste tú quien desistió de ser mi esposa.
-
Sigo estando a la mitad de quien soy y lo que
quieres que sea. – Le dijo ella refiriéndose a que sus razones en el pasado
fueron no estar preparada para una vida en pareja como la que él le planteaba.
Jack suspiró.
-
Y yo… sigo estando en el límite entre tu mundo y
el mio, sin encontrar la puerta de acceso. – Reconoció y le soltó la mano.
- Sin embargo, te contrataron para un
trabajo y vas a hacerlo o a buscarme una segunda opción en … 24 horas. – Dijo
mirando su reloj. Trató de usar su tono de negocios más impersonal posible.
Quería que ella tomara la decisión que en el pasado rehusó tomar. O se quedaba
con él o le buscaba un reemplazo. Comenzó a caminar hacia la puerta de salida.
-
La hermosa señorita Ajibana te acompañaría con
gusto… - Dijo Candy sin pensar que él interpretaría el tono de su voz como de
celos. Jack dio vuelta para mirarla.
-
Ya lo intenté en el pasado… Yo… - Hizo énfasis
en su frase golpeando su pecho. - no soy capaz de encontrarte reemplazo…-
Reconoció en un suicida acto de seducción. – Búscamelo tú…
Dejar a Candy callada no era
fácil. Se consoló Jack porque ni lo siguió para atosigarlo con su presencia, ni
insistió en mantener la conversación. Jack se fue a uno de los restaurantes del
hotel. Tenía la especialidad de comida italiana. Su comida preferida aunque
tuviera origen inglés, en parte porque las pastas le hacían recordar su semana
de idilio con Candy en una isla de las filipinas. En una mesa del fondo ya
estaban sus socios de negocios. Habían sido socios de su papá y Jack había
heredado el cargo de director de sus inversiones para ambas fortunas. Eran
ricos inversionistas japoneses, dedicados a la meditación y a la vida sibarita
sin tiempo para estar en la bolsa y estudiar las fluctuaciones de la economía
mundial para determinar sus siguientes inversiones. Eso se lo dejaban a la
empresa de Jack.
Mientras hablaba con ellos su
mente regresaba una y otra vez a los recuerdos de su vida con Candy. Dos años
de su vida. 36 meses junto a ella para ser exactos y de repente pedirle
matrimonio convirtió todo en un infierno de fuerzas encontradas y discusiones. Y luego, ella perdió el bebé y se selló con eso la separación.
El crucero en el que se
conocieron habia tenido dificultades técnicas por lo cual bajaron en Manila para hacer
las reparaciones del caso. En un acto irreflexivo, movido por el deseo de
aventura y las ganas de estar a solas con ella, aceptó hacer un recorrido
por Filipinas. Vivieron en apartaestudios
que se alquilan para viajeros ocasionales y Candy competía con él en las artes
culinarias… casi tanto como en las amatorias. Jack sonrió al recordar que
durante una semana completa, solo cocinaban, comían y tenían sexo.
Y, sin embargo, había sido la semana más productiva de su
vida. Por teléfono había estado dirigiendo las actividades de la oficina, sin
decirles a sus padres que no estaba en Nueva York como ellos suponían. Candy
estaba en sus vacaciones entre dos semestres de universidad y, pocos afanes se
le vieron por regresar a Osaka donde estudiaba la especialización en
Administración de turismo. Ella le había regalado muchas ideas que él había
desarrollado en Royal Caribbean. Y le había regalado un mes de su vida, la
ilusión de un bebé y su libertad.
Jack agradeció al camarero por la
comida aunque no tenía idea de si había estado deliciosa o desastrosa. Y supuso
haber dicho exactamente lo que sus socios habían querido escuchar porque ellos
se marcharon felices y él se quedó en la mesa con la mente absolutamente en
blanc. Cielos!!! Estuviera o no presente, saber que estaba en la misma ciudad
de Candy le producía un colapso mental. Nada en su cerebro funcionaba sino eran
los pensamientos alrededor de ella. Decidió ir a dormir para recuperarse del
Jet Lag y estar más despejado el dia siguiente cuando tuviera que volver a
enfrentar a Candy.
Dormir no había sido una
solución. Se había pasado toda la noche soñando con los recuerdos de su
aventura con Candy. Estaba desayunando
en el restaurante inglés del hotel cuando Candy apareció en el lugar. Tenía un
vestido azul del mismo tono celeste de sus ojos. Y por unos minutos, Jack tuvo
la sensación de que ella no llevaba ropa interior. Su corazón se detuvo y
comenzó a bombear a mil por horas ante ese pensamiento. Luego se calmó. Claro
que usaba ropa interior, de seguro era muy sexy, diminuta y de seda como
recordaba Jack era su estilo.
Candy no había pasado una noche
mejor. Nada de lo que propuso funcionó y allí estaba con la maleta lista para
irse dos meses por el mundo con Jack. Trató de no mirarlo como hombre pero
parecía una tarea maratónica. El tenía
una de esas camisas negras de seda que le resaltaban el bronceado natural de su
piel, sus enormes ojos negros, su cabello de azabache siempre en desorden por
esa loca manía de peinarse con los dedos
mientras hablaba.
Candy se acercó a él con cara de
preocupación. Sin mediar palabra se sentó en la silla contraria de su mesa.
Jack admiró el rosa suave del labial que cubría sus labios y aspiró el perfume
a jazmin que solía ser su perfume preferido. Habían cosas que no cambiaban.
-
Hablé con mi amiga de la agencia. La multa por
incumplimiento del contrato es impensable para mi presupuesto. – Le relató.
Jack empujó el plato de su desayuno al frente.
-
Y eso significa que vendrás conmigo. – Concluyó
él. Candy le extendió una carpeta de documentos.
-
Hice una agenda que nos permitirá trabajar juntos
sin estar en el mismo lugar. – Le dijo ella. Jack alzó una ceja y sonrió
divertido. Abrió la carpeta sin estar por un poquito interesado en su
contenido.
-
Esta fuera de discusión. Estarás donde yo esté,
y haremos intercambio de información para verificar si tus impresiones son
iguales a las mías. – Le dijo él sin admitir contradicciones. Candy lo miró a
los ojos.
-
¿En verdad crees que vamos a vivir 6 días en un
crucero y no vamos a terminar en la cama del otro antes de la última noche? –
Preguntó ella. Jack sonrió. No iba a contarle sobre el trato que había hecho con su sobrina antes de saber quién sería su asistente.
-
Aja y ¿por qué no arreglamos desde un principio
que dormiremos en la misma cama, y vemos cómo se desarrollan las cosas? – Candy
frunció el ceño
-
Tú no quieres regresar conmigo, me odias porque
te ayudé a entender que encima de cualquier mujer estaban tus millones y tu
familia. – Le acusó ella. Jack la miró con melancolía
-
Y ¿de qué me sirve el dinero y la familia si no
estás en mi vida? Hace cinco años tal vez funcionó pero ahora… quiero probar
otra cosa. – LE dijo. En verdad que no tenía claro si el vacío de su vida se
llenaría con las discusiones y el sexo con Candy. Pero al menos estaba seguro
de que era la única mujer que le había hecho pensar en matrimonio alguna vez.
Jack no creía en cábalas,
oráculos, suerte o cosas por el estilo. Pero tenía la intuición de que no
podría formar una familia con una mujer que no fuera Candy. A pesar de
todos sus esfuerzos por mantenerla
lejos, había terminado por contratarla para estar con él dos meses… Ella tenía
razón, no se podía evitar que terminaran en una cama. Pero él tenía, más que claro que
estaba enamorado de ella, o de sus sueños con ella y que debía aprovechar la
oportunidad de la vida para intentar tener una relación formal con
alguien. Quería que ella lo enamorara,
que lo sedujera con sus risas y con aquella apasionada manera de amar que…
-
No voy a tener contigo una relación distinta a
la profesional. – Le dijo Candy en inglés y luego se lo repitió en español.
Jack sonrió con un gesto de tristeza.
-
Voy a tener contigo lo que tú quieras… - Le dijo
él. – Y vas a venir a mi… vas a buscarme.
Jack rezó porque tuviera la
voluntad suficiente para esperarla. Podía sentir el cosquilleo en los dedos por
querer tocarla, el calor de su cercanía y el quemante deseo de besar su boca.
Sin embargo, ya la había seducido en el
pasado y ella le había rechazado a pesar de estar esperando un bebé. Qué podría
decirle ahora que era más mujer e
independiente.
-
Muy bien. Mi agenda está en el correo que
debieron enviarte. – LE dijo Jack simulando meterse en su papel de alto ejecutivo.
-
Si… ya la leí. – Le dijo Candy mirándolo con
ojos entrecerrados como si estuviera tratando de adivinar sus pensamientos.
Jack sonrió.
-
Entonces supongo que tienes listo tu equipaje
porque a las diez sale el autobús que nos llevará al puerto. El crucero sale a
las once. – LE dijo abriendo su agenda en su IPhone. – Te encargarás de dos
chicas que harán las encuestas a los miembros del crucero y los turistas. Una
de ellas es mi ahijada Lynnette... La recuerdas?
-
Ya es una mujer me imagino. – LE dijo Candy
haciendo caso omiso a su actitud de ejecutivo.
-
Bien tiene 21 años ya… y me estaba dando dolores
de cabeza en Nueva York así que me la traje. Necesito vigilarla y no tenía
tiempo para quedarme en casa. – LE contó con la confianza que le daba haber tenido
una relación con esa mujer. Candy frunció el ceño.
-
Qué tipo de problemas? – Preguntó. Había
establecido una verdadera relación de amistad con Lynette mientras tuvo relaciones con su
padrino.
-
Los
mismos desde que el mundo es mundo. Se enamora de los hombres más inadecuados y
yo no tengo idea de cómo evitar que se meta en líos. – Respondió él. Candy
sonrió divertida.
-
O no te gustan los hombres de los que ella se
enamora. – Comentó insidiosa. Jack la miró por encima de su IPhone.
-
Ayúdame a enseñarle que independencia no es
libertinaje. - Le dijo Jack. – Sólo eso
te pido. – La expresión seria en el rostro del hombre debió decirle a Candy que
él estaba realmente preocupado.
-
Muy bien. Y la otra chica? – Preguntó Candy sin
mirar su blackberry que sonaba y sonaba producto de los mensajes que él le
estaba reenviando.
-
Es mi asistente aquí en Fukuoka, quiero
evaluarla para ver hasta qué punto puedo confiar en su experticia para manejar
mis asuntos. – Le dijo. Candy lo miró de reojo.
-
Te aburriste de la señorita Ajibana? - Le preguntó. Jack sonrió.
-
La señorita Ajibana contrario a ti, quiere
meterse en mi cama, más de lo que quiere su trabajo como mi representante en
Japón…- LE dijo pues sabía que eso era lo que ella quería que admitiera. – Pero
yo no necesito otra mujer en mi cama…
Candy tomó el
celular para huir de su mirada. Jack atrajo las miradas de los turistas en el
restaurante con el sonido de su risa. Candy le estaba dando señales
encontradas. Decía que no quería tener
con él una relación amorosa pero no tenía pelos en la lengua para mostrar sus
celos por la excesiva cercanía de Leiko con Jack.
En ese
momento, entraron Hina Harumi y Lynette Martin al restaurante. Lynette hizo que
Candy se levantara para abrazarla y hacerle dar vueltas sobre sí misma. Jack
sintió mariposas en el vientre al escuchar la risa de Candy.
-
Jack tiene razón. Estás hermosa. – Comentó
Lynette atacándolos de frente como era su estilo. Jack no le había hecho ningún
comentario sobre Candy cuando habló con Lynette para confirmarle que la
esperaba a las 9 en el hotel.
-
Asi es, Jack siempre tiene la razón. – Respondió
Candy. – La que está hermosa eres tú. – Le dijo haciéndola dar una vuelta como
lo había hecho Lynette con ella.
-
Ejercicio, un par de cirugías y ropa exclusiva.
– Dijo Lynette sonriendo. Totalmente confiada en su belleza natural. - Todo pagado por Jack por supuesto.
-
Por supuesto, esto se acabó hace un mes cuando
Lynette comenzó a trabajar. De ahora en adelante pagará todo con su sueldo. –
LE dijo Jack levantándose de la mesa para saludar a Hina Harumi con un cálido
estrechón de manos en lugar del cordial saludo japonés. Candy la miró.
-
Señorita Harumi… Esta es su nueva jefa
Candelaria Basanta. – Le dijo Jack. –
Más conocida como Candy.
-
Mucho gusto, señorita Basanta. – Le dijo Hina.
Candy le sonrió e imitó la leve inclinación de cabeza del saludo japonés que
Hina le ofreció.
-
Encantada, Señorita Harumi. Puede llamarme como
se le antoje menos decirme Candelaria como lo ha hecho el señor Williams. – Le
dijo Candy. Jack volvió a atraer miradas con su risa.
-
Candelaria es un nombre más que apropiado para
ti… pero… lo dejaremos en Candy. – Le respondió. Una llamada en su IPhone
impidió que siguiera conversando con ellas y se separó un poco para responder.
-
Dime Candy… Vas a volver con el tio Jack? –
Preguntó Lynette sin preámbulos. Candy se sonrojó sin poder evitarlo.
-
No hay más que una relación profesional. – Le
dijo Candy aunque su voz no dejaba para nada en claro que estuviera convencida
de ello. – Dime Lynette terminaste tu carrera de Finanzas?
-
Interrumpí la especialización para venir con
Jack. No le gusta mi tutor porque… tengo una relación con él. –Le dijo guiñando
un ojo. Candy hizo un gesto de
desagrado.
-
¿Una relación con un hombre mayor? – Dijo Candy
con reprobación. – No me gustan esas diferencias. Generalmente la persona más
joven se envejece más rápido y se desgasta más.
-
No me sermonees. Jack lo hace dos veces al día.
– Le dijo Lynette poniendo los ojos en blanco. Candy recogió sus cosas.
-
Tengo que hacer un par de llamadas. Dile a Jack
que nos vemos en el bus del hotel. – Le dijo Candy a Lynette.
Cuando Candy
apareció en la buseta, Jack estaba sentado en un puesto para dos con un maletín
en el asiento a su lado. Hina y Lynette estaban en el de la fila contraria y
todos los demás puestos ocupados. Jack estaba concentrado escribiendo en su
IPhone pero eso no impidió que se diera cuenta que era ella la persona que
había entrado en el carro. Tomó el maletín a su lado y lo colocó entre sus
piernas. Sin dejar de intercambiar mensajes con su interlocutor, dio dos
palmadas sobre el asiento indicándole que se sentara.
Candy hubiera
preferido que él le ofreciera la ventanilla pero luego lo pensó mejor. Estaria
aprisionada contra la pared del autobús y su enorme cuerpo en el viaje de 40
minutos hasta el puerto. Demasiado tiempo, demasiada cercanía. Inició una
conversación con las chicas al otro lado del pasillo.
Jack estaba
sintiendo que hasta respirar le costaba trabajo. Cielos el contacto de sus
muslos firmes y cálidos seguramente desnudos debajo de aquella falda de lino
contra su pierna iba a volverlo loco. El perfume de jazmin que siempre
relacionaría con ella invadía el aire dentro del autobús, y viajaba por sus
sentidos encendiendo su pasión. Se mordió el labio tratando de no ceder a la
tentación de besarla. Aquella iba a ser una tortura. Candy lo había dicho pero
Jack no era capaz de evitarla y… tendría que hacer que funcionara la relación
profesional casi tanto como sabía que funcionaba entre ellos el sexo.
Corrigió el
mensaje que le enviaba a su secretaria en NuevaYork. El hilo de sus
pensamientos sobre Candy había hecho que escribiera sexo en lugar de pedirle el
informe del mes. Sonrió divertido imaginando lo que Cristina le hubiera dicho
de haber recibido el mensaje. Cristina sabía de su relación con Candy. Había
sido de las pocas personas que le habían conocido y si le dijera que Candy era
su asistente en el Tour por Asia y Europa… le armaría una boda de inmediato.
-
No enviaste un mensaje de confirmación a la
oficina de contratación para certificar que recibiste tu anticipo. – Le dijo
Jack recordando el mensaje que había leído antes del de Cristina. Candy lo
miró.
-
Si… Lo siento. Ya mando el correo. –Le dijo y
sacó su blackberry. Jack lo miró con curiosidad.
-
No puedes usar eso… Es nuestra competencia. – Le
dijo Jack. Candy hizo un gesto de indiferencia.
-
¿Vas a darme un IPhone por dos meses? – Preguntó
Candy irónica. Jack alzó una ceja y la miró a la boca.
-
Tú decides si es por dos meses o por toda la
vida... Tienes ocho semanas para decidirlo. – Candy contuvo el aliento y se
sonrojó. Hina y Lynette que escuchaban con atención disimularon sus sonrisas.
Candy lo dejó ganar la discusión y buscó la aplicación para mandar el correo
electrónico que él le indicaba. Sabía que habían muchas cosas que tendría que
cambiar y acomodar a los intereses de los inversionistas o las inversiones de
Jack.
Esas habían sido la mayoría de
las diferencias entre ellos. Jack no podía dejarse ver en un sitio de Burger
King que a Candy le encantaban porque manejaba las cuentas de inversiones de
los socios de Mcdonalds, las joyas tenían que ser Tiffany´s, la ropa debía ser
de diseñador, las maletas de Cartier… cielos!!! Todo estaba condicionado a la
marca y el dinero de las inversiones que Jack manejaba. Sin embargo ahora no le
fastidiaba tanto a Candy aquellas limitaciones. Sabía que tarde o temprano en
el mundo de los negocios que había escogido como opción de vida tendría que
casarse con una tendencia o una marca de productos y… hasta le parecían niñadas
las rabietas que había hecho en el pasado.
Jack por su lado sonrió. En el
fondo, Candy debía comprender que no podía dirigir las inversiones de marcas de
renombre y luego dejarse fotografíar con prendas de la competencia. Pero Jack
la torturaba a propósito. Le encantaba el leve rojo que teñía las mejillas y el
brillo gris que zurcaba sus ojos cuando Candy se enfurecía. Le miró la ropa.
Ella había escogido un vestido de verano de Silvia Tcherassi. Sabía que era su
diseñadora colombiana favorita y que había escogido ese tono dorado porque a
Jack le gustaba ese tono para resaltar su color de piel. O estaba dando mucho
por sentado? Tal vez era verdad que no estaba interesada ni en una aventura con
él. Tal vez era sencillamente un trabajo y él un jefe que no había querido
tener pero que soportaría porque era profesional.
-
¿No vas a hablar el resto del viaje? – Le
escribió Jack en un mensaje a Candy. Lynette le había grabado el número en
Whatsapp. Candy sonrió antes de responder.
-
Estoy haciendo las tareas que me recordaste. – Escribió
en el aparato. Jack le quitó el celular.
-
Lo siento… Me niego a que me ignores estando a
tu lado. – Le dijo. Candy lo miró.
-
No te ignoro. Devuélveme mi teléfono. – Jack
sonrió.
-
Entonces... habla conmigo. – Le devolvió el
aparato. Candy sonrió.
-
No podemos comportarnos como niños. – Se quejó
Candy. Jack sonrió.
-
No al menos en público. – Aceptó y luego le
susurró al oído. – En privado, puedes jugar conmigo…
Candy siguió escribiendo en su
celular. Las manos le temblaban y las piernas no la hubieran sostenido de estar
de pie pero no iba a demostrarle lo mucho que le afectaba que él jugara a
seducirle. El Jack del pasado le habría besado, la habría acorralado en público
de tal modo que sólo quedara la opción de besarlo o golpearlo. Este nuevo Jack
le estaba invitando a mostrarse seductora con él, quería que ella lo
persiguiera, que ella lo buscara. Y Candy no estaba segura de querer hacerlo.
Seducirle era claudicar y las espinas de las rosas de sus besos eran muy
dolorosas por lo que aún podía recordar.
Jack tuvo que hacer un esfuerzo
sobre humano por no tomarle el rostro entre sus manos y besarle la boca. Tomó
su celular para ocupar las manos en algo pero en realidad no miraba la pantalla
sino el rostro de Candy con el rabillo de sus ojos. Qué pensaba ella? Qué
deseaba en realidad? Cuando estaba con ella crecía su esperanza en que podía
convencerla de estar con él, pero podía todavía recordar como ella había dejado
que transcurrieran aquellos 36 meses sin
buscarlo, sin llamarlo, sin hacer el más mínimo intento de acercarse. Pero al
tenerla enfrente, Jack no podía fingir ante si mismo, no podía cambiar la
realidad: Estaba enamorado de ella.
-
Deja de babear por ella y trabaja. – Le mandó un
mensaje Lynette. Jack llenó el silencio del autobús con su risa. Candy lo miró
con curiosidad.
-
¿Qué es tan chistoso? – Preguntó Candy en
susurros. Jack la miró y contestó a Lynette a través del celular. Le escribió:
Métete en tus asuntos.
-
La magia de la comunicación. – Respondió. –
Cuando lleguemos tendrás que decidir si pido una habitación aparte para ti… o
te vas a ir a mi maravillosa habitación doble, con jacuzzi y acceso a Movie Web
en la televisión.
-
Es una triple tentación… pero no. – Le contestó
Candy. Jacuzzi, cine y él… Demasiados problemas para 6 días y 5 noches. El
primer puerto al que irían era Nagasaki. Había una excelente agencia de empleo
allí y trataría de conseguir la asistente que necesitaba Jack para que la reemplazara
a ella.
-
Bien… Te dejo la invitación abierta… - Insistió.
Candy sonrió. Pasó la punta de la lengua por los labios. Jack contuvo el
aliento.
-
Déjate de tonterías, Jack. Concéntrate en tus
negocios. – Le dijo ella. Aunque Jack sabía que ella había dudado en aceptar su
invitación.
Jack empezó a conversar sobre las
tareas de Candy. Se concentraron en el tema del turismo y la situación de los
hoteles ante la recesión económica mundial. Ambos estaban apasionados por la
hotelería y las inversiones en ese negocio. Lynette continuó molestándolo por
el celular. Jack la ignoró sólo sonriendo de vez en cuando al leer sus
mensajes.
El autobús llegó al puerto y
registraron su equipaje y sus pasaportes. La fiesta de bienvenida estuvo llena
de bailes tradicionales de Japón, muchos cocteles y pasabocas. Jack tomó a Candy de una mano y a Lynette en
la otra y las condujo por la multitud de turistas. Candy sentía que no había
temblado tanto por tener una mano entrelazada con la suya, en toda su vida. Lo
miraba tratando de soltar su mano pero Jack se negó a mirarla y continuó el
camino hasta que las llevó a la siguiente cubierta. Entonces dejó que Lynette e
Hina se fueran a la barra a pedir un coctel. Llevó a Candy hasta la baranda de
la segunda cubierta. Encerrada entre la
baranda y sus brazos, Candy decidió pegarse a la baranda y quedarse muy quieta.
No quería tener contacto físico con él, ya su aliento, su perfume y los deseos
de besarlo eran tortura suficiente.
Jack sonreía divertido. En el
fondo, era una tortura para él tenerla tan cerca pero sabía que aquella era la
única manera de convencerla de darle una oportunidad. Lynette llegó con un
Mojito de shiso. Jack lo recibió, Candy se escurrió a un lado.
-
Ya le dijiste – Preguntó Lynette. Jack abrió
mucho los ojos. Candy en cambio frunció la frente.
-
Decirme qué? – Candy detestó que su voz sonara
chillona. Lynette miró a Candy y luego a Jack
-
Cielos, Jack… Tienes que decirle…- Insistió Lynette.
Hina se acercó.
-
¿Haz vivido unos ocho años en Japón… cierto? –
Preguntó como si todo estuviera relacionado. Jack detestó haber incluido
aquellas dos mujeres en el viaje.
-
Seis pero… qué sucede? – Preguntó Candy. Jack se
tomó varios tragos de su mojito. Esto iba a ser difícil.
-
Bien..
Entonces tú sabes que… bien… Es muy
importante para los hombres de negocios japoneses ser muy tradicionales.
– Le dijo Hina. Candy miró a Jack
-
Qué sucede Jack? – Jack pasó saliva.
-
Bien..Lynette me hizo prometerle que saldría con
la persona que escogieran como mi asistente en este tour. – Le dijo él. Candy
miró a Lynette.
-
Oh, por favor!! Es una tontería. No tendremos
una aventura y lo sabes…
-
De hecho… Lynette te registró como mi esposa.-
La interrumpió él y tomó de su mojito.
-
Oh, Cielos!! Cambiame por Hina… Ella será tu
esposa y yo dormiré con Lynette. – Hina las bañó con el trago de su coctel que
acababa de tomar.
-
Estas loca!!! – Casi gritó. Candy hizo un gesto
de por qué no. Aunque se moriría de celos si Jack aceptaba reemplazarla con esa chica. Jack sonrió.
-
Candy, pensemos esto con seriedad. No sabía que
eras tú y no creí que Ajibana me escogiera una mojigata así que pensé que
Lynette tenía razón. – Candy no lo dejó terminar y colocó su vaso de coctel en
la mano libre de él y empezó a recorrer el camino hacia la salida.
-
Candy… Candy…- Una mujer del servicio de
atención al cliente del crucero la detuvo. Candy la conocía de otras
actividades en las que habían trabajado antes.
-
Carmen… Cómo estas? – Peguntó Candy saludando de
besos a Carmen De Vivo. Era mejicana y su marido era colombiano. Candy los
había conocido en Londres durante unas vacaciones.
-
Aquí sorprendida. ME toca hacer de anfitriona de
Jack Williams. Cuando vi tu nombre en la casilla de conyuge casi me da un
infarto. – LE dijo Carmen sonriendo feliz. Candy deseó matar a Lynette. Esa
chiquilla si que la había hecho grande.
-
En realidad… ha sido un grave error…- Empezó a
decir Candy. Jack la abrazó recostándola contra su pecho.
-
Hola Carmen. Es decir, estuvimos casados, nos separamos y aún no nos hemos casado otra vez...pero Lynette sin nuestra autorización nos registró como casados. –Explicó
hablando rápido para impedir que Candy dijera algo. Carmen la miró a ella y
luego a las chicas que se acercaron.
-
Yo… me asombré cuando lei el registro… Estaba
convencida de que si algún día te casabas por lo menos me mandarías la tarjeta
de participación. – Le dijo Carmen. Candy trató de separarse de Jack pero él le
impidió moverse un centímetro. No podía soltarla, además de matarlo a él,
mataría a Lynette por el atrevimiento de registrarla como su conyuge.
-
Sólo faltan dos meses para el matrimonio…- Dijo
Lynette con toda la calma de sus 20 años. Candy trató de fulminarla con una
mirada.
-
Bien… De todos modos, les sugiero que
mantengan la idea de que se casaron.- Les dijo Carmen. – Tengo entendido que van a compartir con tus
socios japoneses y sus esposas… No se verá bien que juntes a sus esposas con tu
moza de turno… Pero tu prometida… o Tu esposa… es otra cosa. – Le dijo Carmen.
Candy trató de tomar aire. Carmen tenía razón. Lo único es que no le habían
preguntado si estaba de acuerdo.
-
Bueno, en todo caso, ya tienes mi celular… Seré
su anfitriona durante el crucero. Espero que todo esté bien para su gusto. – Le
dijo Carmen a Jack.
-
Yo también. – Respondió él.
-
Le aconsejaré que busquen sus camarotes y que se
ubiquen en el barco antes de seguir tomando esos cocteles engañosos…- Le dijo.
– El almuerzo será a las 1230 y compartirán la mesa con los Tada… no sabía que
eran socios tuyos, Doctor Williams. – Le dijo Carmen. Jack sonrió.
-
Trabajo para ellos.. Les manejo sus inversiones.
– LE dijo Jack. Carmen besó a Candy y sonrió a las otras dos chicas.
-
Ya saben que tienen que vestir formal en los
almuerzos y las cenas en el comedor. – Les recordó a las chicas y se alejó a
continuar su trabajo. Jack le dio vuelta a Candy sin soltarla.
-
En serio, no sabía que Lynette iba a anotarte
como mi esposa. Cuando supe que tú eras la escogida, eché para atrás el trato –
LE dijo Jack. Candy trató de soltarse sin mirarle el rostro. Estaba demasiado
cerca de esa boca que le atormentaba.
-
Asegúrate que en esa suite haya otra cama o
dormirás en un sofá. – Le dijo Candy sin dejar que su enojo desapareciera. Era
lo único que la mantendría lejos de Jack.
-
Eso quiere decir que seguirás el juego? –
Preguntó Jack. Candy al fin se alejó de él.
-
Ya te dije. No puedo bajarme, ya levamos anclas…
- Le dijo señalando hacia el muelle que se alejaba cada minuto un poco más. –
Le dijo a Jack. – Y tú jovencita… vas a tener que trabajar muy duro para pagar
lo que me vas a hacer pasar.
Lynette tomó a
Hina del brazo y la alejó de la pareja hacia los guias que llevaban a los
pasajeros hasta sus camarotes. Jack miró en silencio a Candy que se quitaba el blazer
que llevaba puesto. Jack no pudo evitar ver las curvas de sus senos tallarse
bajo la tela sedosa de la blusa. Iba a estar en problemas si de verdad no
convencía a Candy de volver a ser su amante. La tortura de 5 días con ella en
su suite iba a ser mundial.
Candy se colgó
el blazer en un brazo y suspiró. Miró a Jack a los ojos y sonrió. No podía
portarse como una chiquilla. Había dormido muchas veces en la misma suite de
algunos de sus clientes. No se había acostado con ellos… pero ninguno de ellos
tenía aquellos labios bien formados, ni aquella piel de suave bronceado, ni
hacían el amor como un caballo salvaje como Jack. Sacudió la cabeza. Pensar en
esas cosas no iba a ayudarla a superar esos 6 días con él.
Se encaminaron
hacia los camarotes, Jack la guió hacia las escaleras que llevaban al tercer
nivel. Él ya conocía ese yate y Candy sintió un nudo en la boca del estómago al
pensarlo acompañado de una hermosa mujer paseando en un crucero como aquel.
Jack no dijo nada al ubicar su índice en el sensor dactilar. La puerta se abrió
y Candy entró renuente. Era una suite de lujo como era de esperarse. La sala de
recibo, una pequeña zona de cocina y bar, la habitación principal y una pequeña
habitación auxiliar… con una cama adicional. Eso la tranquilizó y le hizo
lanzar su blazer sobre la cama sencilla y se fue a sentar en el sofá de la sala.
-
Te aseguro que no era mi intención incomodarte.
– Le dijo Jack ofreciéndole una cerveza negra alemana. Candy lo miró de reojo.
-
Sé que todo esto es obra de Lynette. Está
jugando a hacer de Celestina. – Le dijo con tono de voz tranquilo recibiendo la
cerveza. Jack se sentó frente a ella.
-
Nuestro próximo viaje lo planearemos los dos.
Esas niñas son un peligro. – Le prometió. Candy hizo un gesto de disgusto.
-
No habrá próximo viaje. En Nagasaki, te
encontraré mi reemplazo. – Le dijo Candy. Jack movió la cabeza negándose a
aceptarlo.
-
Termina este crucero conmigo y en el próximo
hablaremos de tu propuesta de trabajar por separado. – Mintió Jack. En realidad
no estaba dispuesto a dejarla alejarse de él y no iba a dejarla bajaren Nagasaki.
-
Muy bien…. Terminaré este crucero…- Le dijo con
precaución después de algunos minutos en silencio. – Pero aceptarás la agenda
de viaje que preparé por separado.
-
La tomaré en cuenta… de veras. –Se comprometió
él entre trago y trago de su cerveza. Candy se recostó sobre los cojines del
sofá y cerró los ojos.
-
Quieres dormir un poco antes de ir a almorzar? –
Preguntó Jack al verla acomodarse. Le quitó la cerveza y la terminó también.
-
Talvez unos 20 minutos. Tengo un ligero dolor de
cabeza. – Se quejó. Jack se puso de pie y buscó en el morral de su equipaje que
ya estaba a un lado de la cama. Regresó al lado de ella con un vaso de agua y
unas pastillas.
-
Tómate una. Yo voy a ducharme y a descansar
también. – Le dijo él sin intención alguna de incomodarla. Candy se tomó una
pasta y medio vaso de agua.
-
Me quedaré en el sofá mientras te cambias. – Le dijo colocando el vaso de agua al lado de
su cerveza en la mesita de centro.
-
Estarás
más cómoda en la cama. – LE dijo Jack. Candy no respondió. Se acostó sobre los
cojines del sofá y cerró los ojos.
Jack la dejó sola para irse a
bañar. Solo pensar que ella estaba en la misma habitación al otro lado de la
puerta le hacía desear buscarla y hacerle el amor. Ni bañarse con agua fría
funcionó. El deseo de tener a Candy era el más fuerte de todos los que había
sentido. Siempre habia sido asi. Solo que herido por su abandono, había decidido negarlo y, lo había logrado hasta que... hasta que intentó tener relaciones con Dalia... Una cosa era tener sexo ocasional para quitarse unas ganas y otra es hacer el amor con una persona que espera vivas con ella.
Estaba ya vestido cuando fue a despertarla. Tuvo que recurrir a toda su
fuerza de voluntad para no besarla. Candy se levantó de un salto tal vez
temiendo que él intentara hacerlo. Aquello lo hizo sentir mal y se fue a dar
una vuelta en el crucero mientras ella se vestía para el almuerzo. En realidad, Candy había soñado que estaba otra vez embarazada y a punto de perder a su bebé. Lo miró confundida y luego su vientre y decidió no contarle nada. Recordar el bebé que perdieron era demasiado doloroso. No se sentía preparada para tener esa conversación con él, todavía.
Candy apareció en el comedor
cuando todos estaban ya en la mesa. Para horror de Jack, Tada se presentó con
su hijo y la prometida de su hijo era una joven modelo francesa que alguna vez
había tenido una aventura con él. Cómo decirle a Candy que necesitaba que se
comportara con una esposa enamorada? Intentó escribirlo en el celular pero…
había tanto que explicar… Candy no aceptaría un comentario sencillo sin una
larga aclaración de los motivos. Y Katsumi Tada odiaba que se manipulara el
celular en medio de una conversación con él. Lo consideraba un acto de mala
educación.
-
Nada de celulares en medio de la comida. – Le
susurró a Lynette al oído. La chica le hizo saber lo mismo a Hina. Entonces
llegó Candy. Con un vaporoso vestido de gasa de otra latina: Carolina Herrera.
El color del vestido era tan vibrante como su personalidad. A Jack se le antojó
que parecía un melocotón maduro.
-
He llegado tarde? Lo siento. – Todos los hombres
se pusieron de pie para recibirla. Carmen había ubicado a dos hermanos que
viajaban de vacaciones en el Crucero para nivelar el número con Hina y Lynette.
-
Llegas justo a tiempo, amor. – Le dijo Jack.
Candy dudó un segundo al escucharlo llamarla amor. Jack sabía que esa expresión
de cariño la hacía remover demasiados y dolorosos recuerdos. – Te presento a
Tom y Jim Vanderbilt, el crucero es su plan de vacaciones de verano; Enoki
Tada, es el hijo menor del señor Tada; su prometida la señorita Ellen
Baumgartner, el señor Katsumi Tada y su esposa Aiko.
Candy recibió y cumplió con los
saludos. Unos occidentales otros orientales y se fue acercando a Jack en la
medida en que saludaba. Este no estaba preparado para su saludo. Candy se
agarró de las solapas de su chaqueta y le plantó un beso apasionado en la boca.
Jack asombrado tuvo que hacer un esfuerzo para dejarle alejarse y su única
reacción fue rodearle las caderas con las manos y sujetarla para ayudarla a
sostenerse.
Lynette cambió de puesto pues en
la disposición en la que estaban Candy habría terminado al otro lado de la
mesa. Jack recibió la mano de Candy que entrelazó los dedos con los suyos y los
acomodó sobre su pierna. Jack la besó en la frente. Aquella necesidad suya de
tener contacto físico con él era producto de su nerviosismo y ella era la única
mujer en el mundo a la que él le besaba la frente.
Esperaba que nadie notara que
debió respirar varias veces de manera profunda antes de poder confiar en su voz.
Con su mano libre, Candy había tomado una servilleta y le había limpiado de los
labios los residuos del suave tono rosa que su labial le había dejado en la
boca.
-
No te queda mal. – Bromeó Candy hablando a su
oído y revolviendo todo su sistema nervioso. –Pero mejor sin maquillaje. - Jack
solo pudo sonreir. Tenía un deseo cavernícola de cogerla por los cabellos y
llevarla al primer sitio oscuro que encontrara para hacer el amor.
-
Es usted latina? – Preguntó el Sr Tada. Candy le
sonrió.
-
Es eso malo? – Preguntó ella. Tada movió
enérgicamente la cabeza negando.
-
Cuando escuché su apellido y Jack me dijo que
había nacido en Nueva Orleans…
-
Nací en Nueva Orleans por accidente. En un viaje
mi madre enfermó y debió quedarse el resto de su embarazo en USA hasta mi
nacimiento. – Explicó Candy.
-
Pensé además que sería más… morena? – Dijo
dudoso de que esa fuera la palabra. Estaban hablando en ingles. Candy sonrió.
-
Mi madre era mocaná… Colombiana, mi padre
Afrocolombiano.. y habían otras razas implicadas en la historia… Soy una
combinación de todo un poco. – Dijo sonriendo.
Tada sonrió
por el comentario. Miró a Jack y le dijo algo en japonés en un tono más bajo.
Jack aclaró.
-
Candy sabe ingles, francés, alemán, español,
italiano, japonés y está aprendiendo mandarin… - LE dijo en un tono más alto
que el de Tada. – Es excelente leyendo los labios, los gestos de expresión y
entre líneas. Así que le aconsejo no hablar de ella sin que lo escuche.
-
Vaya!! Hermosa, experta en turismo y muy
inteligente. La mujer perfecta para ti, Jack? – Preguntó Ellen. Jack miró a
Candy. Era perfecta en muchos sentidos. Sin embargo, el comentario de Ellen
tenía la intención de mostrarle a Candy que ellos eran más que simples
conocidos. Candy le sonrió. – La pediste
por catálogo?
-
De hecho, me la asignaron como guía cuando vine
por primera vez a Japón. – Dijo sonriendo y mirando a Candy a los ojos como si
estuviera escondiendo otras cosas detrás de esa respuesta. Candy alzó una ceja. Candy por su parte entendió el mensaje implícito. Jack había tenido una aventura con Ellen y su nueva familia japonesa no sabía nada.
-
Y eso hace cuánto? – Preguntó Aniko Tada. Candy
le sonrió.
-
6 años… - Respondió ella. Jack apretó los dedos
entrelazados en su mano.
-
5 años, 4 meses, 3 días… - relató tranquilo.
Candy lo miró curiosa. – Pero quién cuenta el tiempo?
-
Qué ternura! – comentó Ellen en un tono
claramente sarcástico. Lynette intervino.
-
Ellos son de un empalago que mata. – Jack la
miró de reojo ordenándole hacer silencio antes de decirle a Tada.
-
Estamos prácticamente de luna de miel… Habíamos
estado separados dos años por… diferencias
-
Trabajando en la luna de miel? Qué tristeza! –
Comentó Ellen insidiosa. Lynette habló de nuevo desobedeciendo a Jack
-
Ellos son felices hablando de turismo, hoteles e
inversiones… - Tada miró a Candy y le habló en inglés de nuevo preguntándole si todo lo que decía Jack era cierto.
-
¿Es cierto? – Candy le sonrió con dulzura. Ellen
no sabía con quién se estaba metiendo. Pensó Jack entendiendo al fin que contra
todo pronóstico Ellen estaba mostrando celos por Candy.
-
Me temo que hablamos tanto de negocios como de
rosas y corazones. – Le dijo en un tono confidente. – Nuestra relación es un
esfuerzo constante por no llevar el negocio a la cama… y lo contrario…
-
Entonces combinan negocios y placer… Eso es muy
arriesgado. – Le dijo Sr Tada a Jack. Candy miró a la esposa de Tada. A leguas
se veía que era la típica esposa de adorno de los millonarios japoneses.
Alguien que ni en la casa ni en la oficina hacia mucho. Pero no quería ofenderla. A leguas se veía que era una dulce mujer.
-
De hecho me inventé un cargo de Vicepresidente
para tener a Candy a mi lado. – Le dijo Jack. – Usted sabe que las parejas
occidentales tienen una dinámica diferente a las orientales.
-
Y que son otra generación de empresarios. –
comentó la Sra Tada con timidez. Candy sonrió.
-
Estoy por terminar un masters pero le aseguro
que en diez meses o un año estaré en casa atendiendo bebés como cualquiera. –
Aseguró. Jack apretó los dedos en su mano. La imagen de Candy con el vientre
hinchado produjo escalofríos en su espalda.
-
Candy trabajará desde casa… - Dijo Jack. –
Quiero que sea independiente para que no tenga problemas en la crianza de los hijos.
Candy interpretó bien las
palabras de Jack. Le iba a colocar una oficina en la casa para que no tuviera
un accidente como en el embarazo que perdió. Candy bajó la mirada al plato aún
vacio frente a ella. Jack volvió a besarla en la frente. Sabía que ella estaba
pensando en el bebé que habían perdido y que con nadie habían comentado por qué
terminó muerto.
-
Una mujer única. – Le dijo Jack a Ellen. La
modelo bajo la vista a su coctel. Candy apretó los dedos de la mano entrelazada
a la de Jack. Jack la miró.
-
Tonterías! No hay mujer perfecta. - Dijo Candy, -
Sólo somos mujeres, Nuestros adornos y nuestra manera de comportarnos
nos hace especiales pero… únicas! No creo.
-
Entonces piensas que Jack tendrá otra mujer
mientras está contigo? – Inquirió Ellen. Candy frunció el ceño. Oh.. esta mujer estaba decidida a fastidiarla.
-
El sabe que si hace eso,,, Yo le diré adiós sin
regreso. – Respondió Candy. – no creo en el amor eterno, todo hay que
alimentarlo y mantenerlo pero si creo en la fidelidad y la honestidad. Si no
hay eso… no hay nada.
-
Tanto en los negocios como en el placer. - Comentó Aiko Tada hablando por primera vez en
inglés.
-
Asi es. -
Corroboró el Sr Tada.
El resto de la velada transcurrió
de manera menos tensa. Los meseros empezaron a repartir la cena y la
conversación se desvió más hacia la razón de aquel viaje: evaluar el crucero.
Jack sabia que Candy estaba grabando todo en su mente para llegar al camarote a
escribir. La conocía demasiado bien. No le había gustado la salsa del coctel de
entrada y había elogiado el plato principal para escuchar las demás opiniones
en un intento porque su opinión fuera el reflejo del grupo.
Después de cenar, los chicos se
fueron juntos a disfrutar de los eventos nocturnos del crucero. Con las manos
entrelazadas de nuevo, Candy y Jack caminaron detrás de los esposos Tada que le
pidieron un paseo por cubierta. Jack aprovechó la circunstancia para besar a
Candy cuando se detuvieron en cubierta a mirar la luz de la luna sobre el mar.
Jack la acorraló contra la
baranda del barco con sus brazos y cuando los esposos Tada se concentraron en
su conversación, le hizo dar vuelta rodeando sus caderas con las manos como si
fuera una muñeca Candy estaba tan sorprendida por la acción que apenas si pudo
gemir al recibir su boca. Ninguno de los dos coordinó un pensamiento coherente
hasta que los Tada hablaron en japonés acerca del amor. Candy se separó.
No podía amar a Jack. Ya lo había
hecho una vez y habia sido la experiencia más dolorosa y fatal de su
existencia. Sin embargo, no podía
afirmarse a sí misma que no lo hubiese seguido amando en la distancia. Suspiró
y volvió a mirar el firmamento. Amar a Jack era amar sin reservas, no podía ser
celosa la mujer de un magnate que tenía que acudir a reuniones de negocio por
todo el mundo y que no todo el tiempo ella podría acompañar. Y no podía evitar
que en esas reuniones le impusieran compañeras hermosas, famosas e igualmente
millonarias como pareja. Cerró los ojos y suspiró.
Jack pensó que ella estaba
recordando un crucero en el pasado. Candy estaba embarazada y no lo sabía.
Durante el crucero, el médico de a bordo le certificó un embarazo de casi
cuatro meses pero en unas condiciones críticas. Le recomendó bajar del crucero
y descansar en tierra firme donde
tuviera acceso a servicios médicos de la calidad que su situación requería.
Candy no había comentado nada de eso con Jack. Le anunció su embarazo y lo
celebraron juntos en una cena romántica a la luz de la luna. Candy no había
querido bajar del crucero porque celaba a Jack con una mujer que en realidad él
jamás tocó.
Cuando Jack supo que el embarazo
era complicado y que ella se rehusaba a quedarse en Pireo para tomar un avión a
casa de su madre en Roma… Candy empezó a mostrar los síntomas de un aborto. El
médico de abordo la atendió lo mejor posible dentro de las condiciones de su
enfermería que para nada podía compararse con una clínica de Tierra firme pero
que le salvó la vida a ella y la mantuvo hasta llegar a Civittaveccia, el
último puerto de aquel crucero y también, el último lugar en el que Jack tuvo a
Candy entre sus brazos.
Jack tomó un mechón de cabello
que Candy había dejado por fuera de su moño clásico y lo colocó detrás de la
oreja. Candy lo miró de reojo. Esperando sus palabras.
-
Siento mucho no haber entendido que estabas tan
asustada como yo por el compromiso que representaba tener un hijo, juntos. – Le
dijo Jack. Candy alzó una ceja y se tocó con una mano el vientre como si aún le
doliera.
-
Yo era
muy insegura y… De hecho… aún me siento así. – Dijo Candy mostrando una faceta
de su personalidad que Jack no imaginó.
Para él Candy era como su nombre.
Candela viva. Una mujer sensual, atractiva, inteligente, fuerte. Le costaba
trabajo imaginarla insegura. Sin embargo, los celos por aquella muchacha… la
insistencia en no dejarlo solo en aquel crucero. Jack suspiró entendiendo
talvez por primera vez qué había sucedido 5 años atrás.
-
Creo que vamos a dejarlos solos. Nuestro viaje
desde Beiging nos tiene agotados. – Les dijo el Sr. Tada. Jack estrechó la mano
que le extendía.
-
De acuerdo. Nos sentaremos mañana en algún
momento… - Dijo Jack. El Sr. Tada
sonrió.
-
Aiko nos ha prohibido reuniones en la mañana.
Serán de 3 a 5 que es el horario que ella seleccionó para su sesión en el SPA
del crucero. – Dijo el Sr. Tada. Jack asintió con aire distraido.
-
Perfecto. – respondió. – Nos vemos a las 3 en la
oficina de los anfitriones porque no sé cuál sala de juntas nos asignarán.
-
A las 3 entonces.- Le dijo Tada a Jack y luego
besó la mano de Candy. - Sra Williams.
Candy sintió que el corazón se le
ponía pequeñito. Cuántos recuerdos le traía aquel nombre… cuántos sueños…Miró a
Jack que observaba el horizonte como si en él estuvieran todas las respuestas.
Habría escuchado la manera en la que le había llamado el señor Tada? Le habría
enojado que la llamaran asi? Se preguntó Candy y se sintió tonta. Desde que la
volvió a ver él insistía en que retomaran su relación. Qué hacia ella pensando
tonterías? Acaso dudaba que Jack quisiera estar con ella? Debía estar loca si
pensaba eso.
Jack no quería mirarla. Si Candy
estaba llorando recordando la época en la que ser la señora Williams le llenó
de sueños e ilusiones pero también de tanto dolor y soledad… él no sabría qué
decirle. Acaso le ofrecía ahora una vida distinta a la de cinco años atrás? Era tal vez peor.
Más sola, más lejana, más llena de compromisos… Él no debería casarse. Por qué
torturar a una mujer con una vida de incertidumbres y soledad cuando podía ser
feliz con un ejecutivo común y corriente que trabaje de 9 a 5 y regrese todas
las noches a casa?
-
Quieres recorrer el crucero? – Preguntó Candy.
Jack la miró distraído. No… no estaba llorando… pero eso no significaba que no
estuviera huyendo a una vida juntos.
-
La verdad quiero que comencemos a trabajar.
Revisaste las encuestas de las chicas? – Preguntó tratando de alejar los deseos
de besarla en la boca.
-
Nop… A duras penas tuve tiempo de terminar de
empacar. Me gustaría dar un paseo y luego hablamos… Está bien? – Preguntó ella.
Jack decidió darle espacio. Inevitablemente ella tendría que compartir con él en la noche. Dormirían en la misma habitación… Cielos!! Aquello iba a ser un
infierno.
La vio alejarse hacia las
escaleras de acceso. Decidió que necesitaba aquel tiempo para hablar con la
culpable de todo aquel embrollo. Fue a buscar su celular en el camarote y le
mandó un mensaje a su secretaria. Cristina respondió de inmediato.
-
Estoy seguro de que la hoja de vida de
Candelaria Basanta no estaba en las hojas de vida que me entregaste. – Le dijo
sin preámbulos. Cristina escribió:
-
Ya la viste.- Jack se dejó caer en el sofá donde
había dormido la siesta Candy y que conservaba aún su perfume a jazmines en
flor.
-
Claro que si. Casi nos da un infarto a ambos. –
Escribió y frunció el ceño. En realidad Candy ya sabía que él era su jefe
cuando llegó al hotel. Le había dicho ya lo sabes… Estas benditas
intrigantes!!!
-
Hablaste con ella para prepararla verdad? –
Escribió. Cristina respondió:
-
Tal vez. – Jack deseó tenerla al lado para
estrangularla.
-
Cristina, no me fastidies. Tu lealtad es
conmigo. Yo soy tu jefe. – Le reclamó. Y Cristina tardó en escribir.
-
Te quiero… más que a un jefe y verte morir
lentamente alejado de ella… y dejarte hacerlo fue superior a mis fuerzas. –
Confesó. Jack se mordió el labio. Aquello ya lo había escuchado de los labios
siempre rojos de Cristina. Discutía con él permanentemente al verlo encerrarse
en la oficina sin diferenciar el dia de la noche o los domingos con el resto de
la semana.
-
Debiste decirme que sabías que era ella… -
Escribió aunque sintió que era una tontería decirlo. Y si hubiese sabido de
antemano que Leiko había escogido a Candy… no hubiera venido igual a verla?
Suspiró.
-
Pasó mucho tiempo. Debiste acercarte a ella en
Londres cuando fuiste a verla… - Le escribió Cristina recordándole el verano
del segundo año lejos de Candy cuando Cristina supo que ella pasaría dos
semanas en casa de la tía de Lynette en Londres. Sin embargo, Jack apenas fue
capaz de llegar en el auto, dejar a Lynette y marcharse a morir en medio de una
terrible borrachera… la última de su vida.
-
O cuando murió su padre… - Agregó Cristina. Jack
se mordió el labio y movió la cabeza de un lado a otro. Casi un año después de
lo de Londres, murió el padre de Candy y a ella le tocó ir a Nueva York para el funeral. Jack estuvo
tres días sentado en el café al frente del edificio donde los padres de Candy
vivían. Jamás cruzó la calle y se limitó a verla entrar o salir.
-
Qué le ofrezco yo, Cris? Estar seis días de la
semana esperando ese día en el que yo la haga viajar o yo viaje a verla? De una
semana cada dos meses… - Le describió él.
-
Estas escudándote en tonterías para no rescatar
tu matrimonio. – Le escribió Cristina. – Sabes muy bien que no tienes que
viajar al otro lado del mundo para ver a Katsumi. Y no tienes que dirigir
personalmente el estudio de la situación hotelera…- Replicó.
-
Las inversiones
de Katsumi son de millones de euros…- Escribió pero no fue capaz de terminar
porque sabía que no necesitaba dirigir las inversiones de Katsumi, ni las de Bertarelli,
ni las de muchos otros clientes suyos por Estados Unidos a quienes podía ver una
vez al año y contactar por la WEB.
-
Sabes… tan bien como yo… y lo sabe Candy que no
necesitas recorrer el mundo para hacerlo. Que tu fortuna actual es suficiente
para mantenerse durante unos quince años y que simplemente reinvirtiendo tu
fortuna podrías vivir hasta el final de tu existencia. - Jack no encontró qué decir. Cristina tenía
razón. Estaba escudándose en tonterías para no reasumir su relación porque el
matrimonio era la empresa más complicada que pudiera tener entre manos. Después
de todo, en quién podía sustentarse las razones de alza o de baja de las
inversiones… si el amor era el más loco de todos los negocios?
-
Te dormiste? Qué hora es allá? – Preguntó
Cristina cuando Jack demoró en responder. Cielos!!! No había tomado en cuenta
la diferencia horaria. En Japón eran las 3 de la tarde pero en Nueva York eran
las 4 de la mañana.
-
Lo siento… Estabas durmiendo! – Escribió.
-
Jajajaja – Escribió Cristina. – En realidad me
estoy preparando para un paseo familiar. Es sábado. Te recuerdo que si no estás aqui los sábados son míos.
-
Mami… aquí es domingo y la cosa no se ve mejor. Pero… de verdad. Lo siento. – Le escribió Jack.
En ese momento, apareció Candy.
Jack la miró sin levantarse del sofá. Candy se detuvo en seco como si hubiese
olvidado que él estaba allí. Jack se levantó con lentitud.
-
Cris te manda saludos. – LE dijo. Al ver que
ella miraba al celular con curiosidad. Candy suspiró.
-
Dile que le agradezco mucho haberte ocultado mi
nombre. Supongo que fue ella quien no mencionó mi hoja de vida cierto? - Preguntó. Jack sonrió con un gesto de
ironía.
-
Eso mismo estaba comentando con ella. Se niega a
aceptar que estar juntos es una empresa apoteósica. – Le dijo. Candy volvió a
sonreir.
-
Eso crees? Es muy difícil vivir conmigo? – Preguntó
ella. Jack sonrió esta vez con tristeza.
-
Es peor vivir sin ti… - Susurró. Candy se mordió el labio y contuvo el
aliento. No esperaba que él dijera eso y la verdad Jack tampoco analizó las
palabras antes de expresarlas
-
Oh, Jacko… - Gimió ella. Jack sintió un vacio en
el estómago. El único que usaba aquel apelativo aparte de ella era su padre. –
No estoy segura…
-
Dime qué es lo que quieres que haga… Tienes en
tus manos terminar este dolor… - Le dijo él. – No lo sentiste al besarme?
-
Si… pero no sé qué duele más… tenerte y que me
dejes sola… o no tenerte. – LE dijo ella. Jack saltó cuando Cristina le mandó
un mensaje. Miró el celular cómo si no supiera qué hacer con él. Candy suspiró.
-
Tienes que trabajar… Yo voy a buscar algo en mi
maleta. – LE dijo ella y se fue a la habitación auxiliar que usaría. Jack miró
el mensaje de Cristina.
-
Decídete: Vivir sin ella es estar al borde del
precipicio y vivir con ella es lanzarte al vacio sin paracaídas… - Ella envio
otro mensaje mientras Jack leía. – Pero nadie sabe si el precipicio tiene un
metro de alto o 1 ml… Me voy a mi paseo… Que duermas bien!
Jack no le contestó. En verdad
quien era sin Candy? Una sombra que sólo sabía hacer dinero pero que no sentía
nada especial por alguien en particular. Trabajaba de lunes a lunes
precisamente porque al llegar a casa nadie lo esperaba. Candy salió con su MP4
en la mano.
-
Faltaba Chayanne eh? – Preguntó Jack esquivando
el tema igual que ella. Candy se sonrojó.
-
Bien… Estaba hablando con un viejo amigo que
encontré y… lo recordé. – Le respondió ella. Todo el que la conocía sabía que
Candy tenía el MP4 lleno de canciones de Chayanne, y lo escuchaba todo el dia…
si la dejaban.
-
Cenaremos juntos o cenarás con ese… amigo? –
Preguntó él aunque dolía hacerlo. Candy volvió a suspirar.
-
Yo… cenaré contigo. – Le respondió. – Nos vemos a las 7? – Dijo mirando su reloj. Jack miró el reloj en la muñeca de ella.
El se lo había regalado. Ella recordaría eso?
-
Muy bien a las siete. – Le respondió y fingió
mirar su celular de nuevo.
Candy se marchó dejando una
estela de su perfume en la habitación. Ella quería que la viera como una
compañera de trabajo pero recordar el sabor de sus besos, saber cómo era amarla
a la luz de la luna o del sol, en una cama o en un sofá en un balcón… lo estaba
matando.
Trató de concentrarse en su
trabajo lo más posible pero los recuerdos de su vida con Candy regresaban una y
otra vez. Ella había sido tan dulce, tan sexy, tan sensual con él. Había en sus
besos tanta pasión y en su entrega tanto fuego. Jack no había conocido a una
mujer como ella. Muchas de las mujeres con las que salió en esos años se
parecían físicamente a Candy. Trataba de llenar sus ojos con su apariencia para
anular su mente y concentrarse en otra que no fuera ella. Pero todo había sido inútil.
Dalia Stevenson lo había conseguido por un tiempo. Su carácter fuerte, su
pasión por el trabajo, su obsesión por el sexo llegaron a convencerlo de que
podría vivir con ella. Pero Dalia se fue con su hermano. Aquel final tan
intempestivo como el comienzo de su relación, lo llevaron a creer que no quería
una mujer en su vida que solo trajera complicaciones y compromisos.
Pero Lynette había empezado a
hacerle caer en cuenta de su edad. Y con los años, el compromiso de que sus
millones no quedaran sólo en manos de ella. Le había presentado mujeres de
todas las razas, de todos los estratos y todas las profesiones. Y por último,
Jack estaba seguro de que se había aliado con Cristina para incluir la hoja de
vida de Candy en la selección de Leiko.
Era una tontería seguir acostado
en el sofá pensando en Candy. Era un hombre de decisiones por Dios! Tenía que
tomar una decisión para su futuro. Candy era la mujer ideal para compartir su
vida. Lo único que tenía que hacer era convencerla y eso resultaba más que
sencillo. No? Si había seducido a Candy con 18 años y una vida por delante… No
podía conquistarla ahora? Se duchó y se
cambió de ropa para cenar con la mujer de su vida.
Jack localizó a Candy por la foto
que subió al face. Conocía muy bien aquella decoración. Era la taberna estilo
inglés preferida por los más jóvenes pero con intereses más intelectuales que
por una discoteca. Se reunían allí para hablar, tomar cerveza de todos los
países del mundo y comer de todo lo que los restaurantes del crucero brindaban.
Así que podía ver comida hindú en
una mesa, platos chinos en otra, delicias exóticas japonesas o árabes… en fin.
Una locura gastronómica. Los jóvenes le daban un colorido especial a la taberna
con su ropa de tonos fluorescentes, o tropicales… Nada parecidos al traje de
tres piezas que llevaba puesto. Aunque fuera de un tono café, Ni su ropa ni su
estado de ánimo le hacían pertenecer a aquel sitio. Como si llegar a los 30 le
hubiese hecho traspasar una puerta a un mundo desconocido. En su mente analizaba
la situación como un hombre de 50 años, sentía que su cuerpo le dolía como a
uno de 40 y sentía que su corazón estaba más que alejado de las risas y la
informalidad.
Cuando estaba a punto de
continuar su búsqueda, ubicó a Candy. Estaba sentada en una de las mesas
alrededor de la pista de baile. Le dolía verla desplegar todo su armamento de
coqueteo y seducción en el hombre que conversaba con ella y que compartía los
audífonos de su MP4 mientras reían sobre los comentarios que intercambiaban.
Aquel hombre era aún más joven
que Candy, tenía un envidiable cuerpo atlético resaltado por la estrechez y
elegancia de su ropa. Su rostro le pareció conocido pero no tenía claro de dónde.
Tal vez era uno de esos modelos que Candy solía adoptar y tutoriar. En algún
momento de la conversación, Candy le colocó una mano en el antebrazo y luego la
deslizó hacia arriba para colocarle el cabello detrás de la oreja. Un gesto de
ternura que Candy había utilizado con Jack cuando se sedujeron la primera vez.
Jack podía recordar con absoluta
claridad como temblaba todo su cuerpo ante aquel gesto cariñoso. Y ¿el hombre
del hotel? ¿Acaso este joven era el mismo del bar del hotel? Jack se mordió el
labio. Todavía no estaba convencido de que acercarse a Candy fuera buena idea pero
cuando estaba intentando huir, Lynette le sujetó del brazo y lo besó en la
mejilla.
-
Qué bien que llegaste… - Le dijo arrastrándolo
hacia la mesa donde estaban Candy y su compañero. Lynette besó al hombre en la
mejilla y sentó a Jack en el asiento junto a Candy.
-
Hola, Mike. Mira este es papá. – Dijo Lynette presentando a Jack. Mike
extendió su mano sobre la mesa. Jack le estrechó la mano con renuencia. Cuando
Lynette lo llamaba papá solía ser por interés en dar una imagen más juvenil.
-
Sr. Williams, estoy encantado de conocerlo al
fin. – Dijo el joven. Jack se mostró aún más sorprendido. El acento londinense
de su inglés, la actitud formal de su contacto no encajaban con su apariencia
latina.
-
Jack, es un buen amigo… Miguel Valencia. – Le
dijo Candy
-
Estoy encantado de conocerlo. – Dijo Jack. –
Aunque a mi nadie me ha hablado de usted.
-
Lo imagino. Tenía poco más de dos años de no ver
a Candy… - Le informó. Jack miró a Candy.
-
Mike y yo fuimos a la misma academia de baile.
Creo que viste sus fotos en la casa de mi madre. – Dijo Candy corrigiendo a
Jack de su impresión de no sabes de Mike.
Jack tuvo un ligero recuerdo de
fotos sobre sus días de bailarina. Algunos compañeros de baile especiales pero
no podía recordar en particular que Candy hubiese tenido un hombre tan
atractivo como el que tenía enfrente. Lynette se sentó al lado de Mike.
-
Éramos muy pequeños. Pero desde el primer día
supimos que seríamos amigos eternos. – Contó Candy.
-
Así es. Yo te felicito. Es difícil encontrar
una mujer: inteligente, hermosa y buena
persona. Y resulta que tú tienes dos… Cómo lo haces? – Por supuesto su
comentario produjo el efecto deseado y las dos mujeres lo besaron.
-
Soy bendecido por Dios. Comentó Jack. Una mesera
se acercó a recibirles el pedido.
-
Macadamia con cerveza negra. – Dijo Candy. Jack
la miró sonriendo.
-
Yo también quiero. – Dijo Jack. Candy sonrió con
complicidad. Aquel era un exótico coctel que habían conocido en el viaje a
Cartagena que le había regalado Jack para compartir un tiempo juntos en la
tierra que le vio nacer.
-
Al de él le agregas leche condensada y nueces
secas. – Le dijo Candy a la mesera. Jack sonrió.
-
El toque secreto. – Dijo Jack tomándole la mano.
Lynette alzó una ceja inquisitiva.
-
Ah.. pero además, Mike se encontró conmigo en la
especialización que estamos estudiando juntos. – Le informó Lynette. Jack alzó
una ceja con expresión de curiosidad. No era de la edad de Lynette para estar a
ese nivel.
-
Bueno es que después de la Universidad me tomé
un año sabático viajando por el mundo, luego entré a trabajar con el palacio de
Bukingham y Londres me atrapó. –Le dijo aludiendo a una frase que utilizaban
mucho los guías de turismo sobre el embrujo de la vida nocturna de Londres.
-
Mis compañeros lo llaman el abuelo. – Dijo
Lynette sonriendo. Mike le hizo muecas de desagrado con su rostro.
-
Ese apodo me lo colocaste tú, descarada. – Dijo
él sonriendo. Candy sacudió la mano.
-
En mi salón la mayoría son muy jóvenes… yo estoy
entre las mayores… Considero que eres mi héroe… yo no soportaría como tú ser el
único entre tantos chicos. – Le dijo sacudiendo los cabellos de Mike con una
mano. Jack trató de contener el deseo de tomarle las manos a ella y alejarlas
de él y, a pesar de todo, las dejó caer sobre la mesa. Candy lo miró con
curiosidad.
-
Te pesan los años, Candelaria? – Le dijo Jack
utilizando su nombre completo. Eso era señal inequívoca que deseaba
estrangularla. Candy sonrió divertida mientras le entregaba el mesero el coctel
que había pedido.
-
Y por qué no? Crees que a los 25 es diferente
que a los 30? Hace un par de años me llevabas mucho mundo… pero entre más me
acerco a los 30 la brecha generacional se cierra. – Explicó como si estuviera
en una clase de psicología con su estudiante más retrasado.
-
Yo te observo tan segura, feliz y dueña de tu
espacio… y no veo que cuestiones tu vida… como yo. – Le dijo él. No podía
desperdiciar aquella oportunidad de presionarla aunque Lynette y Mike
estuvieran presentes y los miraran con curiosidad.
-
Eso es ahora que está contigo… - Intervino Mike.
– Hace dos años cuando la encontré en Beiging… Eran la tristeza y ella… - Candy
le colocó una mano a Mike en el brazo y movió la cabeza imperceptiblemente
diciendo no. Jack entrecerró los ojos. No sabía que hacer primero si quitar la
mano de ella del brazo de él o hacerla hablar acerca de sus sentimientos.
-
Eso es una novedad… Candy me está vendiendo la
historia de que sin mi, su vida mejoró al cien por ciento…- Dijo Jack y suspiró. – De hecho no quiere
aceptarme en ella de nuevo.
-
Qué tontería ¡! – Exclamó Mike. – Acaso te
enamoraste de alguien más?
-
Del mismo…- Susurró Candy. Jack sintió un vacio
en su estómago como si lo hubieran golpeado al escucharla. No podía
apresurarse. Decir que del mismo no significaba que fuera él y tampoco que
aceptara acostarse de nuevo con él.
Jack recordó a
Cristina y su lista de recomendaciones para cambiar de vida: más tiempo libre,
delegar funciones y negocios, viajar menos. Todo eso parecía fácil y posible si
a cambio tenía a Candy en su cama.
-
Qué sucede Jack? Te sientes mal? – Preguntó
Lynette preocupada por la expresión de Jack. Candy lo miró. No estaba sintiendo
ningún dolor. Concluyó nada más mirar el rostro de Jack. Ella sabía muy bien
que él estaba invirtiendo todas sus neuronas en encontrar la manera de llevarla
a la cama. O en vista de los recuerdos que habían estado vagando en su mente,
llevarla al rincón más oscuro de la taberna y hacer el amor contra una pared.
Candy mordió su labio con fuerza recordando con toda intensidad como había
hecho el amor con Jack en el baño de una taberna a la orilla del mar en
Tianjin.
-
Estoy bien… - Dijo con sencillez y se puso de
pie mientras dejaba la copa de su coctel sobre la mesa. Candy lo miró mientras extendía
una mano hacia ella. Estaba invitándola al camarote o a bailar? Se preguntó
indecisa y optó por escoger lo del baile. Talvez Jack no estaba tan ansioso de
sexo como ella, después de todo lo más seguro es que él no tuviera un año sin
hacer el amor.
-
Bailar?
Nadie lo está haciendo…- Le dijo ella tratando de hacerlo desistir. Jack sonrió
con un gesto endiabladamente sensual que él suponía era divertido.
-
Y a mi… qué me importa? – Le preguntó alzándose
de hombros. Mike le tomó del codo y la empujó a levantarse.
-
Anda… No seas tonta… Muestra a ver si se te
olvidaron las clases de baile. – LE
dijo. Jack recibió la mano de Candy. La llevó hasta el centro de la pista
absolutamente vacía y entonces ella pareció atender a la música de fondo.
-
Es Chayanne… - Sonrió Candy. Jack amplió su
sonrisa.
-
El DJ es Puerto Riqueño y le gusta. – Le
explicó. Candy suspiró.
Todos los miraban. Era imposible
no hacerlo, pensó Candy. Jack era un hombre enorme, su estatura y su cuerpo
musculoso, su atractivo era difícil de ocultar y cuando miraba a una mujer como
lo estaba haciendo en ese momento, Candy no estaba segura que alguna en el
Mundo le hubiera negado si quiera el placer de sentir esas manos rodeando sus
caderas como lo hacia con ella. Candy podía sentir como crecia el amor y la
pasión mientras más cerca estaban y no podía haber alguien que no viera el
calor que emanaba. N.
Jack se preguntó cuanto tiempo
podía él resistir el deseo de besarla. Aquella boca lo volvía loco, le prometía
tantas cosas… Cerró los ojos, la acercó a su pecho y rozó con sus labios la
piel sensible sobre la sien de Candy. Sonrió
complacido por el calor que despedía la piel de la mujer a pesar del frio que
hacia.
-
Vamos al camarote…- Susurró Jack. Candy pasó
saliva con dificultad.
-
No hemos cenado… - Dijo ella con un tono de voz
tan débil que hasta un niño sabría que la cena era lo último en lo que estaba
pensando.
-
Por favor, Candy…- Le dijo Jack y sus manos se
deslizaron a lo largo de la espalda de Candy. La mujer suspiró.
-
Vamos a comer algo ligero y luego… veremos. –
Dijo Candy sin dejarse convencer. Dejaron de bailar y regresaron a la mesa
aunque aún faltaba un minuto de la canción.
Mike y Lynette no hicieron
comentario alguno acerca del baile. Iniciaron una conversación sobre el barco y
sus sitios más atractivos. Candy no podía recordar con claridad los comentarios
que hizo. Solo era consciente de la mano de Jack en su pierna, casi en el
centro de su feminidad. Sabía que estaba provocándola, sabía que le impedía
concentrarse.
Al terminar de cenar, Jack le
dijo al camarero que ingresara el valor de la cena a la cuenta de su camarote y
sacó a Candy de la taberna, agarrada de su mano. Caminaron por la baranda del
segundo nivel.
Candy observó su perfil. No había
cambiado mucho. Amen de unas cuantas canas que se atrevían a asomarse entre los
cabellos sobre sus orejas y un par de arrugas más acentuadas alrededor de sus
ojos… Jack seguía siendo el hombre del que se había enamorado 5 años atrás.
Cómo había pasado tanto tiempo? Y dos años lejos de él. Cómo había aguantado las ganas de buscarlo y
comerlo a besos durante tanto tiempo? Tenía la mirada fija en el horizonte como
si estuviera en un acto de meditación profundo. Estaría arrepintiéndose de todo
lo que le había dicho y prometido?
-
Te gusta lo que ves? – Preguntó él divertido
haciéndole saber que sentía la fuerza de su mirada. Candy sonrió.
-
Estaba recordando aquellos años que vivimos
juntos. – Respondió evadiendo el tema del presente. Jack la detuvo.
-
En aquel tiempo sé que te gustaba… pero hablo de
ahora…
-
Entonces y ahora me gustas. No te creo que no
estés seguro de ello….- Jack la atrajo hacia su pecho y deslizó sus manos por
la cintura de la mujer hasta rodearla con sus brazos.
-
Yo quiero saber si la mujer que mejor me conoce
en el mundo desea vivir conmigo. – Candy se deshizo en sus brazos. Cualquier
pensamiento coherente en aquel abrazo se desapareció. Sentía que la sangre se
hacía agua cuando Jack la miraba de aquella forma.
A su vez, Jack sabia que la
respuesta a la pregunta que no había
hecho estaba en aquellos enormes ojos café que le volvían loco. La pegó de
espaldas a la baranda y le rodeó con sus manos el firme trasero. Ellos
encajaban de manera tan perfecta. Si estuvieran desnudos, Jack podría
penetrarla sin tener que cargarla siquiera. Lo sabía porque le había hecho el
amor muchas veces contra una pared en los lugares más inverosímiles del mundo.
Se acercó a su rostro y
mordisqueó sus labios. A cambio Candy pasó la punta de la lengua por los labios
de Jack anulando cualquier vestigio de la poca fuerza de voluntad del hombre.
Jack la levantó un poco y el beso se transformó en una sensual exigencia de
sexo. Aflojó un poco las manos para no dejarle marcas en la delicada piel y
estaba a punto de empezar a desnudarla cuando se alejó renuente de ella. En lo
más profundo de su sensatez escuchó las risas y las voces de un grupo de chicos
que se acercaban. Ambos jadeaban arrasados por el deseo.
-
Vamos a nuestra habitación…- Susurró ronco al
oído de Candy. Ella sonrió.
-
No tienes primero que decirme algo? – Bromeó
misteriosa. Jack masculló una groseria.
-
Ya te dije que te amo… te lo repito: te amo. Ya
te dije que te deseo… Cielos! Déjame demostrarte cuánto!! – Respondió él
haciendo un esfuerzo por no volver a abrazarla porque en el estado de excitación
en el que estaba le haría el amor allí mismo en el pasillo con o sin
consentimiento. – Aunque no usas el anillo… ya te pedí matrimonio… Dios sabe
que me ha costado trabajo no comerte a besos… Dime qué es lo que quieres que
diga?
-
Y esta vez…- Le dijo Candy rodeando la cintura
de Jack con sus brazos y deslizándose con sensualidad contra su pecho. -
Cuánto va a durar nuestra relación?
-
Ahora depende de ti, amor. Dos años de locura me
convencieron de que eres y siempre serás mi obsesión. Te deseo…- Le dijo y
le tomó una mano para que tocara su
órgano excitado apenas oculto su pantalón de lino. – Estar lejos de ti es morir
lentamente.
-
Hay una lista bastante extensa de mujeres en tu
lista de acompañantes de estos dos años… - Dijo Candy más celosa que nunca. Jack
sonrió. Los celos de Candy le hacían sentir un raro poder que desconocía.
-
Tú, mejor que nadie, sabes con quien me acosté y
con quién no. – LE dijo él haciendo referencia a los emails que le enviaba
semana tras semana sin obtener respuesta
-
Puedes haber mentido…- Insistió Candy aunque
Jack sabía que estaba jugando con sus nervios. En realidad no estaba celosa…
bueno talvez un poco, solo quería que él le dijera que no había nadie como
ella.
-
Si te he mentido también lo sabes… Eres una
bruja. No sé cómo haces para averiguarlo pero sabes que me muero por ti y que
no puedo engañarte si hay una mujer que me atrae.
-
Esta es la última vez que te lo pido… La próxima
vez tendrás que ser tú. – Le dijo él tomando un poco de distancia. – Si no
vienes a mi habitación conmigo ahora… tendrás que convencerme de hacerlo tú.
Candy recordó las noches en sus
brazos, el olor de su piel, la fuerza de su sexo, la pasión de su intimidad. No
había hallado un hombre que la sedujera más que él. Alzó la mano y dejó que él
la rodeara con la suya. No pudo evitar suspirar y sonreir ante la
sonrisa triunfal de Jack. El empezó a caminar como loco hacia su habitación.
Jack abrió la puerta, hizo pasar a Candy y al cerrar la puerta se detuvo en
seco.
Sobre el mismo sofá donde Candy
había descansado en la mañana, estaba Leiko Ajibana. Candy la miró a ella y
luego a él antes de marcharse en silencio hacia la habitación auxiliar. Jack
miraba indeciso la puerta cerrada a espaldas de Candy y el rostro impresionado
de Leiko. Qué hacer primero? Mandar a Leiko al demonio o seguir a Candy que se
había puesto tan azul como su vestido?
Candy se apoyó en la puerta
cerrada de la habitación auxiliar. La presencia de Leiko en el camarote de Jack
fue una patada en seco sobre su estómago. Recurrió a toda su fuerza de voluntad
para no gritar y se hizo un ovillo en un sofá cerca del ventanal. Llorar nunca
había sido una solución pero necesitaba hacerlo.
-
Leiko… si por alguna extraña razón te di un
indicio de que me gustas… deséchalo!! – Le dijo Jack cuando encontró fuerza
para hablar. Leiko se había levantado del sofá y lo miraba con los ojos muy
abiertos.
-
Sí… Lo siento…- Dijo ella hablando en japonés
como si hablar en inglés supusiera un esfuerzo que no podía hacer en ese
momento.
-
Yo también lo siento… - Dijo Jack hablando en
japonés también. – He vivido una vida sin sentido alejado de ella; en todas las
mujeres la busco a ella; creo que no puedo seguir posponiendo que estoy
enamorado de ella, que es mi mujer y no hay nadie más.
-
Quiere que le explique a ella…- Dijo Leiko
arreglando una arruga imaginaria en su sarong de seda.
-
No. Yo debo hacerlo. Supongo que tienes un
camarote reservado? – Preguntó cortés como siempre era. Leiko sonrió con
tristeza.
-
Con una amiga en el segundo nivel. – Le
respondió y sin agregar nada más salió del camarote.
Jack miró la puerta de la
habitación de Candy sin tener la menor idea de qué decir. Sin saber exactamente
por qué llamó a Cristina con su celular.
-
Aja, Jack, que no se te haga costumbre llamar
sin mirar el cambio de horario… - Se quejó Cristina. Jack suspiró sin decir
nada. – Qué pasa?
-
Una mujer se metió en mi camarote para
sorprenderme y, aquí estoy frente a la puerta de la habitación sin saber qué
decirle a Candy sobre eso. – Cristina se echó a reir.
-
Esas cosas sólo le ocurren a los hombres..
sinvergüenzas…- Dijo ella sin atreverse a usar el término más grosero porque
aparte de la confianza que le tenía, él seguía siendo su jefe.
-
Bien por ellos… Ahora que hago yo? – Cristina
dejó escuchar otra de sus carcajadas, luego le contó a su marido lo que pasaba
sin tapar el micrófono y le pasó el celular.
-
Amigo… La embarrada es de la chica… - Le dijo
Frank. – O es que tuviste tu historia con la mujer y creyó que la continuarían
ahora?
-
Por Dios, Frank. – Se quejó Jack. – Por qué
tengo que explicarle a todo el mundo que yo no ando coqueteando con nadie. Que
las mujeres se montan en una película ellas solas y me atormentan con sus shows
de seducción. Yo amo a Candy. Los años lejos de ella no me han convencido de
otra cosa. Tengo poco más de un año de no tener sexo y la noche de sexo que
tuve apenas la recuerdo porque fue en medio de una borrachera ni la macha.
-
Y todas las mujeres de las revistas del corazón?
– Preguntó Candy abriendo la puerta. Jack contuvo el aliento comprendiendo que
Candy había escuchado su conversación con Frank.
-
Pantomima… Compromisos sociales… si voy solo a
algún lugar me enganchan con alguien y si voy a acompañado me la tildan de
novia…
-
Está ella allí? – Preguntó Frank al teléfono.
Jack sonrió al darse cuenta de que seguía con el teléfono en la oreja.
-
Ella siempre está aquí. – Dijo en un suspiro.
-
Bien… Ve por ella, campeón. – Dijo Frank. – Y
cierra ya el teléfono. Nos cuentas mañana… Apaga el chip del cerebro y enciende
el corazón. - Jack miró el celular como si Frank lo hubiera convertido en
serpiente y lo lanzó al sofá.
-
Lo siento… - Empezó a decir Jack. Candy se apoyó
en el umbral de la puerta y suspiró. N
-
Esa vida tuya tan sufrida… - Empezó a decirle. –
Todas esas mujeres locas babeando por ti y… por tu fortuna… - Le dijo ella
mordiéndose el labio. Jack sonrió. Sabía que se había escuchado prepotente pero
era la verdad.
-
Es una maldición aunque la encuentres chistosa.
– Y añadió. –Yo no le di razones a Leiko para suponer que su visita sorpresa
iba a ser bienvenida.
-
Cállate! Me interesa más tu relato sobre los
años sin mi…- Le dijo Candy con una chispeante expresión divertida en sus ojos.
-
Oh! – Exclamó Jack tomado por sorpresa. - Pss… Es verdad. Han sido los 36 meses, 16 días
y sólo tú puedes decirme cuantas horas, más vacios de mi vida…
Candy no respondió. Caminó a la
nevera de la sala y tomó una botella de agua. Con calma la abrió y tomó de
ella.
-
Cuando llegue a Taijin… - Empezó a decir Candy.
Jack la interrumpió.
-
Te casarás conmigo… - Candy abrió la boca con
expresión de sorpresa.
-
Estas loco? – Jack sacudió la cabeza negando.
-
No… Al contrario… Tengo hoy la absoluta certeza
de que no lo haré jamás con nadie más.
-
Quién es Dalia? – Preguntó ella de repente. Jack
frunció el ceño.
-
Te lo dije en un correo. Es la mujer con la que
intenté sacarte de mi cabeza… Hoy es la mujer de mi hermano.
-
Tom? – Preguntó extrañada. - No siempre ocurría lo contrario? Tú le
quitabas las novias a Tom.
-
Eso no es cierto. Y… la culpable eres tú… No me
interesa coquetear, ni seducir a una mujer que no seas tú. – Le dijo. – Candy…
tú no vas a irte… verdad?
-
Tan pronto lleguemos a Taijin… - insistió ella
con firmeza.
-
No… Ven… hablemos… - Le dijo Jack tomándola de
la mano para intentar llevarla al sofá.
-
No voy a sentarme allí. – LE dijo recordándole
que en el sofá estaba Leiko esperándolo.
-
Yo sé qué cosas podemos hacer en un sofá para
olvidar lo desagradable que puede ser… - Le dijo Jack recordándole que en algún
momento en su pasado también habían
hecho el amor en un sofá para borrar que habían discutido sobre él.
-
No, Jack. Ya no somos niños… y… nuestra relación
no tiene retorno. – Le dijo ella. Jack dejó caer las manos a lo largo de su
cuerpo.
-
Muy bien. Eres mi asistente, firmaste un
contrato por dos meses y no vas a infringirlo. No bajarás en Taijin y no me
abandonarás antes de dos meses y seguirás fingiendo que eres mi esposa mientras
estemos en Japón. – Le dijo Jack fastidiado porque su mente producía ideas
ingeniosas que le ayudaran a convencer a Candy.
Haciendo acopio de toda su fuerza
de voluntad y renegando de Leiko por ser la culpable de que en ese momento no
estuviera en la cama con Candy se fue a la habitación principal. Decidió que tomaría
su tiempo para convencer a Candy de la verdad. Se duchó y se acostó a dormir.
No pudo dormir en toda la noche.
Asi que a las cinco de la mañana desistió de continuar en la cama y se duchó
para ir al gimnasio. Necesitaba una sesión de pesas y sudor para exorcizar el
creciente deseo de estrangular a Leiko. Candy no se había asomado siquiera en
su habitación. Sencillamente no quería hablar de lo sucedido.
El sonido incesante del celular
de Jack hizo que Candy se levantara de su cama. Diablos!!! Qué fastidio!!! Es
que ese hombre no podía haberse llevado el aparato ese? Se preguntó desesperada
y al ver que era Cristina la secretaria de Jack respondió.
_ Hola Cristina.- Saludó Candy
mientras trataba de respirar con normalidad a pesar de que la habitación todavía
tenía el olor natural de la piel de Jack revuelto con su perfume. Trató de
ignorar el efecto que le provocaban las sábanas revueltas de la cama y el
pequeño pantalón de pijama colgado en una esquina.
-
Pensé que me había equivocado de número. – Dijo Cristina
después de reconocer su voz. Candy sonrió.
-
Jack dejó el celular y salió del camarote.
Supongo que no demora en volver. -
Informó de manera seca. Podía imaginar el tipo de insinuación de
Cristina
-
Oh… Pensé que habían dormido juntos! – Candy
suspiró. Cristina era una romántica incurable aparte de no medir sus
comentarios.
-
Mismo camarote, diferente cama. – Le dijo Candy.- Supongo que está en la
piscina o haciendo ejercicio. Necesitas dejarle un mensaje?
-
Candy… Ese hombre está loco por ti. Se separó de
ti por cobarde. – Le dijo Cristina sin preámbulos. – Le daba miedo el
compromiso del matrimonio.
-
Cris… - La interrumpió Candy. – Yo creo que…
-
Si… Sé que no es de mi incumbencia. – Le dijo
Cristina interrumpiéndola a ella. Pero
detesto verlo trabajar de domingo a domingo sin parar para no tener que
regresar a un apartamento vacio.
-
Nunca está solo, Cris. – Le dijo Candy. Cristina
ignoró la interrupción y continuó su discurso.
-
Su publicista evita que vean su soledad. Afirma
que no le conviene una imagen de millonario solitario. No te dejes engañar y
sálvalo Candy. Si tú lo dejas… creo que reanudara a su vida llena de estrés y
soledad.
-
Pues desde donde yo lo veo es una vida de
fiestas y compromisos sociales. – Le dijo Candy sin permitir que las palabras
de Cristina le ablandaran el corazón.
-
Vamos, Candy, tu vida debe ser tan infeliz como
la de él. Si en verdad le amas…
-
Esa es precisamente la base del problema, - Dijo
Candy con melancolía. – Si alguien te ama deja que pasen dos años antes de
buscarte?
En ese momento se cerró la puerta
principal del camarote y Candy dio vuelta. Jack era un hombre atractivo con lo
que tuviera puesto pero aquella ropa de gimnasio hizo que Candy deseara
desnudarlo.
-
Ya llegó Jack. Hablaremos otro día, cris. – Le
dijo y le pasó el aparato a Jack. Salió de la habitación hacia la suya.
Se volvieron a encontrar en la
sala del camarote justo a tiempo para ir a desayunar. Candy observó que Jack se
mantuvo serio, con un trato relajado pero igualmente serio. El llevaba consigo
un maletín con el portátil y un portafolios de cuero con su nombre grabado.
Candy se fijo en la elegancia y sobriedad del diseño. Habría sido un regalo de
alguna mujer? No imaginaba a Jack pensando en mandarse a hacer algo asi.
-
Nos asignaron la sala de juntas número tres. –
LE informó Jack mientras bajaban las escaleras al primer nivel.
-
Yo no traje mis apuntes. No pensé que fuera un
desayuno de trabajo. – Le dijo ella mientras él le conducía a un restaurante
del primer nivel para desayunar.
-
Después vas a buscarlas. – Le dijo él. Su tono
era tan frio y neutro que hizo sentir a Candy resentida por su actitud.
-
Bien… - Dijo con sencillez Candy. El estaba en
el plan del ejecutivo y la auxiliar.
Hicieron la
solicitud de su desayuno y Jack la introdujo en una conversación sobre
inversiones. Candy le respondió renuente a la necesidad de que no le interesara
regresar al trillado tema de sus relaciones. Comieron y conversaron en un
ambiente de cordialidad y profesionalismo.
Antes de ir a
su camarote, Candy fue al baño del restaurante. Alli estaba Leiko. Candy
intentó salir sin hablarle pero la japonesa se lo impidió.
-
Me alegra que no echara a perder tu noche con Jack. – Candy la miró sin poder
creer que ella le hiciera un comentario como aquel.
-
No es la primera vez que alguien se mete en
medio. – Le dijo Candy. Leiko sonrió con tristeza
-
Eso pensé mientras caminaba hacia el camarote de
mi amiga. – Le confesó Leiko. – Creo que tu actitud de ahí va otra tonta que se
deja seducir… me hizo sentir más estúpida que la reacción de él.
-
Lo siento. Lo que menos quería era hacerte
sentir mal y por eso no hice ninguna escena. – Le explicó Candy. La voz de Jack
llamando a Candy desde fuera del baño le hizo fruncir el ceño.
-
Bien… Ahí está buscándote. Que seas feliz. – Le
dijo Leiko. Candy se mordió el labio. En realidad Leiko le había parecido una
excelente trabajadora y no tendría relación con ella en el futuro asi que le recomendaría
a Jack que no tomara el incidente como razones para despedirla.
-
Si… Nos vemos por ahí. – Le dijo esquiva y dio
media vuelta para salir del baño. Jack estaba manipulando su celular recostado
a una pared del pasillo.
-
Aja… ya iba a pedirle a una mujer que entrara a
buscarte. – Le dijo Jack con fastidio. Candy suspiró.
-
Qué exagerado! – Le dijo enojada. No se había
demorado nada.
-
El sr Tada quiere reunirse con nosotros a las
nueve. – Le dijo él mirando distraído en su celular. Candy lo miró con ojos
entrecerrados.
-
En domingo? Jack… Se supone que ese señor está
de vacaciones. No deberías incitarlo a abandonar a su esposa. – LE reclamó.
Jack la miró sonriendo con burla.
-
Precisamente porque estará con su esposa es que
vengo a buscarte. – LE dijo él Candy lo miró con ojos entrecerrados.
-
Eres un verdadero fastidio. – LE dijo Candy y
empezó a caminar hacia el comedor.
-
La cita es en la sala de juntas. Yo no puedo
decirle a un cliente que no me reuniré con el porque es domingo.- Le dijo él.
Candy sonrió con unn dejo de tristeza.
-
Ves? Esa es una de las razones de nuestro
distanciamiento. – Reflexionó Candy con nostalgia en su expresión. – Una pareja
requiere que se le invierta tiempo… Y ese… sólo es para tus clientes…
Jack la detuvo sujetándola por el
codo. Candy no pudo mantener el equilibrio y se apoyó en el cuerpo de Jack para
sostenerse. Los dos contuvieron el aliento ante la reacción inmediata de sus
cuerpos a la cercanía.
-
Tienes que decidirte, Candy.- Le dijo Jack con
voz enronquecida. – Ayer dijiste que olvidara la posibilidad de ser pareja y
luego estabas dispuesta a acostarte conmigo… Ahora…
-
Si te propongo que pospongas la entrevista con
el Sr Tada… y nos fuéramos… - Le dijo tentándolo. En el pasado, los negocios
siempre habían estado por encima del placer. Jack sonrió
-
Estas segura? – Preguntó él ofreciéndole la
oportunidad de retractarse. En realidad estaba ella proponiéndole tener sexo?
Pasó saliva con dificultad, bajo la mirada y se encontró respirando el perfume
de la piel de Jack y sus manos acariciando el pecho firme y tonificado de Jack.
El la apretó contra sus caderas para que ella se decidiera.
-
No… No estoy segura… pero…- Se pasó la punta de
la lengua por los labios.- No voy a estar más segura que ahora y me estoy
muriendo de ganas por …
Jack no esperó a que ella
terminara. La besó apasionadamente mordiéndole los labios y sacó el celular de
su bolsillo.
-
Tada… - Dijo en japonés con voz más temblorosa
de lo que le hubiera gustado haciendo que Candy caminara a su lado hacia las
escaleras de ascenso al tercer nivel. – Podemos dejar la entrevista para después del almuerzo? Tengo que atender una emergencia ahora…
Candy se echó a reir. No podía
ser más descarado que eso. Estar juntos era una urgencia… una caso de vida o
muerte. Jack le tapó la boca con una mano.
-
Con la señora Williams? – Preguntó el japonés.
Jack la miró con deseo descarnado en los ojos.
-
Si… algo tiene que ver con ella… Le contaré
después. – Dijo y cerró la comunicación. Ya estaban en el último escalón de la
escalera.
-
Estas segura Candy? No estoy hablando de una
aventura… si tenemos sexo será reiniciar nuestro matrimonio… sin fecha de
caducidad. – LE advirtió él. Ella suspiró angustiada.
-
Si vuelves a preguntar… podría arrepentirme…-
Bromeó ella. Jack se quitó una cadena del cuello y Candy descubrió asombrada
que llevaba en ella los anillos de matrimonio.
-
Entonces…- Dijo enseñando a Candy su anillo de
matrimonio. Ella lo había dejado con su carta de despedida el día que dejó el
apartamento de Jack en Nueva York. Se mordió el labio con aquel gesto que le
removía el alma. Por qué ese hombre tenía que ser tan hermoso?
-
Los llevas en tu cuello… - Exclamó dándose
cuenta de que eso significaba que los llevaba a todos lados.
-
Siempre… bueno… excepto en el tiempo en el que
pensé iba a darme una oportunidad con Dalia… - Empezó a decir él. Candy le
colocó dos dedos sobre los labios.
-
No… no me lo digas… - y con un gesto le dijo que
abriera la puerta.
-
En algún momento, tendremos que hablar de esto
Candy…- Le dijo él. Candy sonrió.
-
Si vamos a hablar… puede que me arrepienta…-
Jack la acercó a él y la alzó en brazos para meterla a la suite. Jack sonrió y
se dejó seducir por las caricias y besos de Candy. No quedó un lugar de su
cuerpo que Candy no tocara como si estuviera analizando una de esas esculturas
que le gustaban a ella. Jack hizo su mayor esfuerzo para dejarla hacerlo casi
sin tocarla… respondiendo a sus besos hasta que ella empezó a tocarlo
íntimamente y él ya no fue capaz de soportar más la tortura.
Le dio vuelta en la cama
colocándola bajo de su cuerpo y le deslizó el anillo en el dedo anular mientras
Candy gemía por su invasión a su intimidad.
-
No creo que la teoría del Código Da Vinci acerca
del sexo y la liturgia eucarística sea cierta… - Gimió Candy. Jack sonrió con
malicia sin dejar de moverse dentro de ella.
-
Si estar dentro de ti no es el paraíso… es un
buen anticipo… - Bromeó. Ella llenó el silencio de la habitación con su risa y
recibió el anillo que Jack le entregaba. Jack contuvo el aliento mientras ella
se colocaba el anillo entre los labios y lo hacía deslizar el dedo en él.
Las tácticas sensuales de Candy
le hacían enloquecer. Jack no podía recordar una mujer que le hiciera sentir
experimentado y principiante todo el tiempo mientras trataba como loco de
hacerla llegar al mismo climax de locura que él. Jack sabía que ella sólo
gritaba con él, Candy se lo había revelado en una intima conversación de cama
en el pasado y él inició un ritual de seducción buscando esos maravillosos
sonidos que en el fondo, lo volvían más loco de deseo a él que a ella.
-
No te reprimas… - LE dijo cuando la vio taparse
con la almohada para ahogar los gemidos. – Tus sonidos me vuelven loco…
-
Tú me vuelves loca, cariño… y quisiera… cielos!
No puedo pensar con coherencia qué quiero… - Dijo ella con voz enronquecida.
Jack sonrió.
-
No pienses… siente… Me sientes?... Sólo eso
tienes que hacer…- Y luego ya nada sensato se escuchó entre ellos enredándose
en una danza sexual, sensual e íntima.
Un poco más tarde Jack la llevó
colgada de su cintura a la ducha. Allí se amaron de nuevo y se bañaron juntos.
Y Jack la hizo sentarse en una banca alta y empezó a secarle el cabello.
-
No sabía cuánto te extrañaba hasta que te vi
entrar al bar del hotel. – LE dijo Jack mientras le pasaba el peine entre los
cabellos y le rociaba con el secador de cabello. Candy lo miró en el espejo.
-
Tú me habías visto antes que me acercara? – Le
preguntó sorprendida. – Jack… tu planeaste que me contrataran…
-
Nop… - Le dijo él a la imagen de ella en el
espejo y la besó en la sien. – Eso es un ardid de Cristina y Lynette. Ella me
convenció de aceptar a quien me escogiera como mi prometida y buscó la manera
de contratarte. Estan aburridas de verme rumiar mi soledad.
-
Cuál soledad? … Quieres que te enseñe todas tus
fotos sociales de los últimos dos años? – LE dijo ella mirándolo a los ojos en
el reflejo en el espejo. Jack sonrió.
-
Estas igual que Lynette. Estaba todo el tiempo
reclamándome que mientras vieras esas fotos no ibas a querer buscarme… - Dijo
él y apagó el secador y la miró en el reflejo en el espejo. – Por eso no
respondiste a mis correos? Realmente
crees que me acosté con medio Nueva York y sus alrededores?
-
En parte… - Reconoció Candy sin poder eludir su
mirada. – Si las tienes a todas ellas… para qué me querrías a mi?
-
Tú… eres mi mujer…- LE dijo Jack dejando el
cepillo y el secador en el mesón del baño y haciéndola levantarse para mirarse
de frente. – Esa es la diferencia… Por más comprometedora que sea la escena…
por más… hermosa que sea la mujer… o escabrosa sea su vida… Tú eres mi mujer… y
si estás a mi lado, yo no admitiré ninguna otra en mis fotos públicas.
-
Es difícil aceptar lo que dices cuando ya viví…
- Empezó a decir ella y Jack sonrió.
-
Nosotros… los de entonces… éramos diferentes. Yo
no había entendido que mi libertad termina cuando tú me miras a los ojos… mi
soledad también… - El recorrió su rostro con sus dedos mientras decía: - Además
era difícil aceptar… - Se corrigió - sigue siendo difícil aceptar a tus amigos…
Si… ya sé que es difícil evitar lo de ser mujer…
Candy sonrió. El tenía razón en
que el mal manejo de los celos que ambos habían tenido en el pasado había sido
una razón para que no funcionara su relación. Y la había convencido de tomar al
beca para estudiar en Japón, había querido tomar distancia de la vida de Jack.
A pesar de volver a hacer el amor
en el mesón del baño, llegaron a tiempo para el almuerzo. Aiko Tada inició una
conversación con Candy apenas se encontraron.
-
Me encanta que hayan disfrutado de la noche en
el crucero. – Le dijo en japonés. Candy sonrió y le respondió en el mismo
idioma.
-
Nos encontramos a un viejo amigo y cenamos en la
taberna inglesa. – Contó Candy. – Y esta mañana el desayuno en el restaurante
italiano… fue espectacular.
-
Eso se ve en tus ojos… Estás radiante!! – Le
dijo Aiko. Candy se sonrojó. – Bajaremos en Taijin? Quiero ir de compras…
-
Excelente!! – Respondió Candy gustosa de que
Aiko no insistiera en el tema anterior.
-
Presiento que ese será un atentado a mi tarjeta
de crédito. – Dijo Jack interviniendo. El estaba escuchando y utilizaría los
comentarios de Aiko para atormentarla.
-
Todo paseo de compras es un atentado a la
billetera del marido, Jack. – Bromeó el señor Tada. Jack miró a Candy.
-
En realidad, yo tengo que discutir con esta
mujer para pagarle algunas cosas. – Reconoció Jack. Candy puso los ojos en
blanco.
-
Es un exagerado!! Una vez fuimos a almorzar
donde unos amigos y había una espectacular piscina en la casa. – Relató Candy.
– Como no habíamos llevado traje de baño entonces mandó a su asistente para que
trajera una docena de hombre y una docena de mujer. Todos terminamos en la
piscina con los trajes que hizo traer Jack.
-
Eso debió ser genial!! – Comentó Aiko riendo.
Candy acarició la mejilla de Jack con el dorso de su mano. Si… Tenía que
reconocer que había sido muy divertido. – Me encanta descansar a la orilla del
mar o de una piscina…
-
Y la saqué de la del crucero para que pudiéramos
encontrarnos Jack… - Comentó el señor Tada. – Ese comentario es un reproche.
-
Candy también estuvo reclamando el trabajar en
domingo… En Nueva York es domingo y siente que yo no estoy descansando ni los
dejo descansar. – Dijo Jack. Candy
suspiró. Por un minuto creyó que Jack iba a reconocer que él venía de Nueva
York y ella de Japón y que tenían dos años sin verse.
-
Oh… pero fui yo quien insistió…- Dijo el Señor
Tada apenado. – Aquí es lunes y yo… Lo siento, Candy… Creo que debemos retomar
nuestros planes de descanso y dejar los negocios para la hora dispuesta… - LE
dijo a Jack
-
No se preocupe. Tengo una comisión trabajando en
las encuestas y revisiones. Tengo dos asistentes haciendo entrevistas por el
barco y tengo dos empleados más como empleados del crucero para verificar el
otro lado de la moneda.
-
Oh… Jack… No sabía eso…- Dijo el señor Tada. –
No se diga más. Yo pensé que nosotros cuatro haríamos el trabajo pero lo tienes todo tan organizado que… Nos veremos a
las 4 para hacer el recorrido turístico.
-
Cuéntame, Candy y cuándo llegarán los niños? –
Preguntó Aiko Tada de repente. Candy contuvo el aliento como si hubiese
recibido un golpe. Jack le tomó una mano entre las suyas y respondió por ella.
-
Perdimos un bebé hace tres años… ha sido difícil
recuperarnos de eso…- Comentó él. Candy no pudo responder. – Candy se vino a
hacer el Master en Japón para superarlo.
Candy lo miró aliviada. Qué podía
decir? Cómo describir el dolor y la frustración de saber que su embarazo no
había llegado a término después de cinco meses de espera? Cómo contarles a los
Tada que la soledad por los viajes de Jack y el remordimiento por no haberle
contado de los riesgos de su embarazo para poder estar con él en aquel crucero…
le habían llevado a abandonarlo? La madre de Candy que no estaba convencida de
la relación entre Jack y ella le convenció de tomar distancia y cortar la
relación por lo sano antes de hacerse daño con los reclamos.
Las salidas de Jack, sus
recorridos por el mundo, las mujeres en sus fotografías habían terminado por
convencerla de que no encajaba en ese estilo de vida y que no tenía corazón
para soportarlo. Jack no quiso detenerla. Sabía que no eran tiempos fáciles
para establecer pareja y, en lugar de insistirle en que se quedara y
perseverara, le pagó el año de master y le puso un apartaestudio en Fukuoka.
-Pero ahora terminé mi master y
voy a volver a Nueva York para… intentarlo. – Le dijo Candy sin mirar a Jack.
Él había hablado de regresar a ser pareja pero no de hijos. Querría Jack volver
a intentarlo?
- siento haber hecho la
pregunta Se disculpó Aiko avergonzada. –
No pensé que sería un tema tan sensible.
- no se preocupe. – LE dijo Candy
cubriendo el antebrazo de la mujer con su mano.
– Es solo que… anunciamos que estamos de luna de miel… nadie imagina que
haya una vida entera antes de eso…
- Asi es… - Corroboró el señor
Tada. - Me agrada que hayan compartido
con nosotros un tema tan personal. – Y espero que nos anuncien pronto un nuevo
embarazo.
Candy miró a Jack indecisa. Jack
la miraba en silencio. SE acercó a ella, la besó en los labios y sonrió.
-De hecho… ella es la única mujer
a la que me imagino con un hijo mio en su vientre. – Comentó. – Y de hecho
hemos estado practicando mucho últimamente cierto? – Bromeó pellizcando su
mejilla con los nudillos de dos dedos.
- No se diga más… - Dijo el Señor
Tada levantándose de la mesa. – Nosotros nos vamos para la piscina y ustedes… a
lo suyo. Nos vemos a las 4pm para el recorrido turístico.
Jack se puso en pie y le estrechó
la mano a modo de despedida. Candy y la señora Tada se levantaron también. Intercambiaron
saludos de despedida y Candy y Jack vieron a losseñores mayores alejarse.
-
Vamos pues!!! – Dijo Jack sonriendo. Candy
frunció el ceño.
-
Vamos a donde? – Preguntó ella confundida. – A
practicar para tener un bebé? – Preguntó coqueteando con Jack.
-
Bueno estaba pensando que no hemos conversado
sobre esto – Le dijo él. Candy suspiró.
-
Entonces… si has tenido tiempo de pensar en un
bebé? – Preguntó con ironía.
-
Para tu información…- LE dijo Jack con tono
amenazador. – Cuando decidí buscar una asistente y comprometerme con ella…
prometí tener una relación formal con la que fuera…
-
Qué locura!! Tu ahijada te buscaría una novia? –
Preguntó Candy. Jack sonrió.
-
Parece increíble pero había desistido de buscar
alguien que te reemplazara. Estaba harto de mujeres que al final no eran tú…-
Le dijo apretándola contra su pecho y acercándole la boca a la suya.
-
Según Lynette estabas buscando mi reemplazo. –
Reconoció Candy. Jack deslizó sus manos por la espalda femenina.
-
Y fue frustrante… unas no tenían tu humor… otras
no tenían tus ojos… nadie tenía ese click para hacerme pensar en sexo y solo en
sexo en los lugares y los momentos más inoportunos… Y sobretodo… el vino sabe
mejor en tu boca…
Candy sonrió al identificar la
frase de una canción de Luis Miguel que sonaba cuando hicieron el amor la
primera vez que estuvieron solos en una habitación. Jack la hizo dar vuelta y
caminar hacia la salida.
-
Mas te vale llevarme a la habitación porque voy
a hacerte el amor en el pasillo si te detienes. – LE dijo Jack. Candy se echó a
reir.
-
Y… qué hay de los hijos? – Insistió Candy. Jack
la abrazó sujetándola a su costado sin dejarde caminar.
-
Me has visto tratar de evitarlos? – LE preguntó.
Candy por primera vez pensó que no habían usado preservativo ni una sola vez. –
y tú… pensaste alguna vez tener hijos?
-
Sólo contigo. – Reconoció ella. Jack contuvo el
aliento y la apretó con fuerza.
-
Sabes que tener un hijo mio es peor que casarte…
cierto? – Candy lo miró y sonrió.
-
Si… Lo sé… - Su respuesta volvió a dejarlo sin
aliento.
-
Entonces… no importarán ni mis viajes, ni mis
compromisos sociales, ni mis supuestos amoríos? – Preguntó sin mirarla buscando
la escalera para subir al siguiente nivel.
-
Volverás a casa tan frecuentemente como puedas?
– Preguntó ella. Jack la estrechó en sus brazos.
-
Será inevitable que vuelva a ti… No entiendes?
Yo no tengo claro quién soy ni a dónde voy pero tengo claro que te quiero en mi
vida. - Le dijo interrumpiendo cada
frase para besarle un punto en el rostro.
-
No tienen un camarote donde hacer eso? –
Preguntó Lynette al lado del oído de su padrino. Candy sonrió por sus
ocurrencias.
-
Más vale que te involucres para ayudar. – la
amenazó Jack.Lynette miró a uno y a la otra y sonrió.
-
Yo no veo al señor Tada por aquí para que anden
en estos arrumacos. – Les dijo haciéndose la tonta. Jack sonrió.
-
Vamos a hacer un hijo. – LE dijo con toda
tranquilidad. Candy se echó a reir. Lynette frunció el ceño.
-
Es en serio? Van a intentarlo de nuevo? –
Preguntó a uno y a otro – Oh yo me muero por ser tia.
-
Bien… entonces no interrumpas y haz tu trabajo.
– Le dijo Jack
-
Vamos Candy… llévatelo!!! Lo que sea que le has
hecho no le ha quitado lo malgeniado… - Bromeó Lynette. Candy obligó a Jack a
continuar su camino.
-
Nos vemos en la cena. – LE dijo Candy a Lynette.
La chica se desapareció en el pasillo.
El resto de la tarde se fue en
besos y suspiros, gemidos y risas. Candy no podía imaginar una tarde como
aquella. Jack estaba satisfecho, había disfrutado de cada chiste, cada caricia
y cada conversación con Candy como si los años separados no hubieran existido.
El paseo por el centro turístico de Taijin fue un poco incómodo porque Ellen
Baumartner y Enoki Tada los acompañaron.
A Jack no le quedó otra que hacerle un resumen a susurros de su aventura con Ellen a Candy y convencerla de que no había nada entre ellos. Pero Candy estaba algo tensa cuando regresaron al camarote después de la cena donde tuvieron que seguir compartiendo con Ellen y Enoki. Jack la hizo detenerse en la baranda del tercer nivel y la besó apasionadamente a la luz de la luna.
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