miércoles, 28 de mayo de 2008

Y... qué puedo decir...

te escribo...
no! mejor te leo...
te hablo....
no! mejor te escucho.
Te siento....
No! Mejor me sientes...
Te quiero..
Oh, sí! Te quiero!

domingo, 18 de mayo de 2008

La fanática (Parte II )

Tal vez estaba enamorándose de ella y tener que reconocerla como una mujer con debilidades como cualquiera podía ser difícil. Y ella no podía negar que lo amaba. Sólo verlo en televisión la hacía temblar. ¿Cómo negar esa verdad? Cualquier cosa era mejor que perderlo.

- ¿Entonces que seré? ¿Una geisha que espera juiciosa hasta que te acuerdes de su presencia? – Le dijo retadora. Él ya comía como si nada sucediera, la miró a los ojos
y se tomó un tiempo para responder.
- ¿Hay algún problema con eso? No tienes un plan más espectacular que ese en tu futuro inmediato. – Afirmó él como si conociera su porvenir con claridad.
- Y si encuentro mi príncipe azul? – Dijo sin cejar en su empeño de hacerle ver lo absurdo de aquel trato.
- Yo soy lo más cercano a un príncipe azul. Y la posibilidad más certera de que tendrás uno en tu vida. – Le dijo con toda la tranquilidad del mundo. Hasta podría jurar que empezaba a ver el lado divertido de la situación.

Luisa desistió. Nada de lo que le dijera parecía tener sentido para él y, cada vez lo veía más decidido a hacerla cumplir con el pacto.

Una tarde al mes con Mercurio. Hasta podía ser el nombre de un concurso de televisión. Suspiró. Había confirmado su pasaje de regreso para el día siguiente. Convencida de que después de decirle la verdad, se marcharía para no volver. Nada había salido como lo imaginó.

Y peor… todo había resultado más doloroso e incómodo de lo que sospechó. Luisa dio media vuelta y se fue a su habitación. No había la menor posibilidad de que se sentara a comer como si él no le hubiese tratado como a una prostituta y estuviera convencido de que le había engañado a propósito.

- ¿Cómo te ha ido en la universidad? – Le preguntó él entrando a su habitación. Luisa se sentó en la cama.
- ¿De veras crees que me he acostado con muchos artistas?- Preguntó ella. Nikos se sentó en un sofá junto a la puerta.
- Tal vez no… tal vez sí. Cómo creerte? – Luisa suspiró.
- Me va muy mal en análisis. El inglés que manejo es conversacional y analizar textos me está matando. – Le dijo dándose por vencida. El no cambiaría así como así de opinión y ella no quería empeorar su relación con una discusión llena de ofensas. Ya las que él había expresado eran suficientes.
- Te enviaré algunos libros que dan ejercicios prácticos para el manejo de la comprensión de lectura en inglés y otros con el tema de la publicidad. – Le dijo él. Luisa frunció el ceño. Pensaba él seguir comunicándose con ella?
- Los periodistas recibieron una foto tuya cantando en la cena de mi cumpleaños…- Le dijo Luisa. Mateo la había llamado para informárselo. – Qué debo decir si me localizan?
- Les dirías que te acostaste conmigo?- Le preguntó él. Luisa sintió que se sonrojaba.
- Tanto como eso… no. Sin embargo… no sé. Fue una tontería.- Ya sabía ella que no tenía que decir nada. Todavía los periodistas no habían descubierto a la amante secreta de Mercurio.
- Oculta tu apasionado encuentro de la mañana en el hotel y cuenta que tu papá es uno de mis mejores gerentes de hotel… y que no podía negarle cantar en el cumpleaños de su hija.

Luisa se dio cuenta que el tono de voz que utilizaba en ese momento era el mismo que usaba para dar instrucciones a sus escoltas. La sola mención de los periodistas le transformó de Nikos a Mercurio… Luisa se preguntó quien de los dos podría comprenderla mejor.

-¿Qué sucede? ¿Me están saliendo cuernos? – Preguntó bromeando y ocultó sus ojos detrás de sus manos pasándolas por su rostro como si estuviera cansado. Luisa frunció el ceño.

Nikos quería retenerla. Mercurio la desecharía de inmediato porque una mujer aprovechada solo era un problema para un artista de fama. Nikos en cambio había empezado a amarla y deshacerse de ella le costaba. Luisa suspiró. Nikos la retendría el tiempo suficiente para superar su herida. Luego, la abandonaría. Luisa tuvo esa certeza como si fuera una imagen en el televisor.

Arturo llamó a Nikos y este se levantó y se fue sin preámbulos. Luisa no volvió a verlo hasta el día siguiente cuando se levantó para acompañarla a desayunar antes que se fuera al aeropuerto.

Estúpidamente aceptó el descabellado trato de Mercurio. Cada vez que le llegaba el tiquete para viajar y reunirse con él, ya tenía la maleta lista. Y así trancurrieron cuatro años de su vida. Al terminar la universidad, Luisa decidió que Estados Unidos no era su mundo y que poner tierra de por medio entre ella y Nikos haría que él olvidara su ofensa. Así que se fue a Barranquilla y se radicó en la ciudad.

Era un día de sol radiante y seco. Se alegró de haberse puesto aquella camisa de tirantes de algodón rebordado y el pantalón de mezclilla azul celeste. Era el vestido perfecto para aquella tarde de calor.
Luisa entró a su auto y condujo lentamente por la avenida. Había dejado a su socia trabajando en el computador y tenía el tiempo justo para ir a buscar a su padre, darse una ducha, cambiarse de ropa y regresar a casa de María Alejandra antes que se fuesen las diez de la noche.

No quería amanecer de nuevo delante del computador, corrigiendo textos y gráficas de la campaña de publicidad que las ocupaba. Quería dormir la noche entera para no llegar a la entrevista del día siguiente con una cara de trasnocho de tres días.

Iba tan concentrada en hacer un resumen de las dificultades de aquel trabajo que tenían entre manos que sólo se dio cuenta de la multitud alborotada que corría de un lado a otro en la calle después de estar en la fila de autos unos díez minutos.

Los policías bachilleres a duras penas podían controlar a las personas que entraban y salían del centro comercial en la calle 72. Con mucha paciencia insistían a los peatones respetar el paso de los vehículos que formaban un complicado embotellamiento en la importante avenida. El revuelo de aquellas personas era tan desproporcionado que Luisa se preguntó acerca de la razón para tanto escándalo.

Revisó el panel de los seguros de las puertas y de las ventanillas para verificar que estaban cerrados. Pitos, gritos, risas: Todo era un carnaval multicolor y ruidoso. Luisa tomó el celular para pedir ayuda en el momento justo en el que un afiche de Mercurio cubrió su parabrisas. Frunció el ceño. Algo en su interior se accionó y la ansiedad se apoderó de su cuerpo. La idea de que él era la razón de tanto alboroto y la posibilidad de verlo surgió en su mente y la invadió como un calor sensual hasta los tobillos.

Maldito hombre y su influencia en sus nervios. Se dijo y colocó el celular en el asiento del pasajero. Los policías habían logrado organizar el tráfico. Las personas empezaron a correr hacia el centro comercial, la calle se despejó y los autos empezaron a circular. Luisa encendió el auto pero ahora con la intención de parquearse cerca y entrar al centro comercial y localizar a Mercurio.

De repente, alguien golpeó su ventana con insistencia. Luisa lo miró asustada. Era Arturo, el escolta de Mercurio. Bajó la ventanilla con la rapidez del piloto automático.

- Que hermoso encontrarla. – Dijo Arturo. – Necesito sacar a Nikos de este embrollo. – Le dijo con esa expresión dramática que parecía ser eterna en su rostro.
- ¿Está herido? – Preguntó preocupada. Arturo negó con la cabeza.- ¿Le ha pasado algo? - Insistió.
- Nada. Lo mismo de siempre. Viene a Barranquilla y se vuelve loco. – Dijo Arturo visiblemente enojado. Algo que extrañó a Luisa pues Arturo jamás dejaba exteriorizar sus emociones. – Está una calle más arriba. Lo reconocerá por la chaqueta azul que le regaló Tomás.
Luisa trató de ubicarlo desde donde estaba pero sólo veía un kiosko de gaseosas. Claro en medio del caos vehícular que aún no terminaba. Tomás era el nuevo manager de Nikos, y le había regalado una chaqueta azul  de su equipo español favorito.
- Sube. – Le dijo quitando el seguro de la puerta de atrás.- Él es tu responsabilidad no la mía. – Arturo subió de inmediato. Luisa supuso que se había anotado un punto a favor con el escolta de Nikos por la expresión en su rostro.

Condujo despacio pero segura entre los autobuses y se acercó al kiosko de gaseosas que Arturo le indicó. Nikos hablaba muy tranquilo con el señor del kiosko como si todo el zafarrancho que armó no fuese su culpa. Luisa le pitó y él sonrió al reconocerla. Pagó lo que había consumido y dio vuelta al auto para subirse del lado del pasajero, en el asiento de adelante.

- Caramba, Arturo, no pensé que traerías a la caballería. – Bromeó después la besó en la boca y se sentó a medio lado. Luisa maldijo entre dientes el poder que el muy tonto tenía sobre su sistema nervioso.

Tenía cerca de tres meses que no lo veía. Él había estado de gira por Europa desde la navidad en la gira promocional de su nuevo cd. Cd que Luisa se había negado a escuchar. Chateaba con ella los jueves aunque en ocasiones era imposible por la diferencia de horario. Aún así Nikos jamás se quejaba al responderle. Ella se había mudado a Barranquilla e iniciar su negocio independiente no había sido cosa fácil. Ella condujo por unos minutos en silencio y luego preguntó:
- ¿Qué fue lo que pasó? – Nikos sonrió con picardía.
- No te va a gustar. – Le respondió con un tono juguetón. Luisa supuso que había una chica de por medio. Miró a Arturo por el espejo retrovisor. Arturo hizo un gesto de resignación.
- ¿Tiene que ver conmigo? – Preguntó con precaución. Nikos continuó sonriendo.
- ¿Ibas a verme? – Preguntó sin contestarle. Luisa no lo miró pero supuso que estaba atento a su expresión.
- Iba… Voy a buscar a mi papá.- Le respondió – Su auto está en el taller. – Dijo tratando de aparentar indiferencia. Pero su curiosidad era más fuerte que su voluntad.
- Ni siquiera sabía que estabas en Barranquilla… - Comentó con precaución. A él le encantaría escuchar que ella estaba en el centro comercial para verlo. Y debía encontrar la manera de conocer lo que había sucedido.
- Llegué casi a medianoche y me dio pena con tu padre. – Le dijo excusándose por no llamarla. Se notaba que deseaba hablar de cualquier cosa menos de la razón del amotinamiento en el Centro Comercial. – Cuando llamé esta mañana me dijeron que habías dormido donde tu socia. No quería ser evidente preguntando el teléfono de tu amiga.
- Tienes mi número de celular…- Le recordó.
- Me dijeron que estabas iniciando una campaña publicitaria importante y no quise ser un distractor en tu trabajo… - Luisa dudó de tanta cortesía. Sin embargo reconfirmó lo que él decía.
- Es la campaña más importante de mi firma y nos consolidaria como una gran competencia en el campo de publicidad financiera. Casi no tengo tiempo para todo lo que hay que hacer.

El tránsito se normalizó y Luisa deslizó el auto por la calle. Nikos comenzó a contar todas las aventuras de su gira por Europa. Estaban llegando al Hotel, en el cual Luisa había supuesto estaba él alojado cuando insistió:

- ¿Qué pasó en el centro comercial? Si no me contestas, que lo haga Arturo. – Les dijo deteniendo el auto en la esquina. Ya los conocía muy bien.- O que lo hagan los periodistas. Me imagino que tienen una historia muy interesante que contar.

Aunque no sabía cuando habían pasado tres años desde la noche en la que Nikos le había pedido que le regalara una tarde al mes. Aunque llevaban seis meses comunicándose sólo por e-mail y se habían visto en la temporada de vacaciones tres meses atrás, jamás había fallado pedir a Arturo que hablara si Nikos no quería hacerlo.

Conociendo a Nikos, fue conociendo a Arturo. Sabía que más que un escolta era una sombra del cantante y que con una mirada o un gesto podían decirse más cosas que en dos horas de conversación. Si alguien quería una respuesta que Nikos se negaba a dar, debía hallar la manera adecuada para que Arturo la diera. No había algo en la vida de Nikos que Arturo desconociera.

- En el noticiero escuchará la versión de los periodistas. – Le dijo Arturo con mucha tranquilidad. Nikos maldijo entre dientes y Luisa notó que su actitud cambiaba. Ahora se veía preocupado.

Luisa admiró la camisa azul cielo que resaltaba la piel bronceada y el pantalón ajustado que dejaba poco a la imaginación. Aunque era una ropa informal, Nikos la hacía parecer como si fuese para la cena de Navidad con la familia de la novia. Había algo en él que hacía ver elegante hasta una camisilla y un jeans desteñido.
¿Qué dices, Nikos, a quién le creo? – Preguntó Luisa enojada con su voz porque sonó ronca y baja por la tentación de besarlo.
Ustedes son un fastidio. – Se quejó Nikos aparentemente ignorante de la influencia de su cercanía en los nervios de la chica. – Besé a una chica y su novio se enojó.

Luisa sintió una punzada de celos en la boca del estómago. Una sensación que no conocía muy bien. Se mantuvo en silencio porque no confiaba en su voz. Luego, dio arranque a su auto y condujo hacia el interior del parqueadero privado del hotel. El portero le abrió sin necesidad de identificarse al ver a NiKos en el asiento a su lado.

- Te dije que no te iba a gustar. – Dijo Nikos antes de bajarse del auto. Luisa no contestó. Apagó el auto y se bajó, guardó las llaves de su auto en el bolso y dio la vuelta al vehículo. Arturo caminó decidido hasta la puerta para empleados del hotel.

Nikos la acorraló con su cuerpo y contra el auto. Luisa miró sus ojos y evitó mirar la boca. Sabía que la sola visión de aquella boca de labios sensuales tan cerca de la suya podría nublarle el pensamiento. Nikos le rodeó la barba con sus dedos y la obligó a alzar el rostro. Luisa contuvo el aliento. Ahí estaba aquel contacto que le quitaba las ganas de huir.
- Solo quería complacer a la chica. No puedes juzgarla… una vez también recibiste de mí lo que querías… - Le dijo él provocándola. – Es un poco mi culpa pero en realidad… eres tú la responsable.

Luisa no esperaba semejante acusación y frunció el ceño.

- ¿Qué tengo que ver yo? – Preguntó aunque sabía que aún guardando silencio él le diría.
- Todo… Estoy aquí por ti. Cambié mi gira por suramérica para poder verte… - Le dijo aprisionándola contra el auto y acercando las caderas femeninas a las suyas con sus manos.
- - No veo… no entiendo…- Nikos sonrió con malicia.
- Yo no quiero hablar contigo… ¿Sabes desde cuando no estoy con una mujer? – Preguntó de repente.Luisa cerró los ojos.
- No quiero saberlo. – Gimió.
- ¿Por qué? Acaso sientes este dolor agudo en la boca del estómago que dice sube a mi cuarto… - Luisa sonrió y volvió a mirarlo.
- Dijiste que ya no me necesitabas, que habías encontrado a la mujer perfecta… hace cuatro… cinco meses?

Nikos no la dejó terminar, la besó apasionado mordiéndole los labios y apretando sus caderas a las de la chica para que ella sintiera la intensidad de su deseo.

- Por favor… sube conmigo…- susurró él. Arturo gritó desde la puerta.
- Está despejado. Pueden venir… - Nikos se separó gruñendo de ella. Aquella era la frase clave para anunciar que alguien conocido venía en dirección a ellos. Luisa trató de recuperar el aliento y casi se desmaya cuando su padre apareció en el umbral de la puerta al lado de Arturo.

Pero Andrés no miró a su hija. Sonreía mientras bromeaba con Arturo y miraba a Nikos.

- Ahora si la hiciste buena. Apareciste en el noticiero de las seis… así como el novio furibundo a punto de golpear al vigilante que le detenía. – Comentó Andrés divertido. Luisa no pudo despegarse del auto.
- Los hombres celosos aumentamos todas las situaciones… Las traducimos a proporciones exageradas… dijo Nikos saludando a Andrés estrechándole la mano. Luisa frunció el ceño pues sintió que aquella respuesta también era para ella.

En su última visita a la hacienda en Bostón, Nikos había protagonizado una escena de celos por culpa de la dulzura y la ternura que le inspiraba a Luisa el buen trato de Eduardo el hijo menor de la casa donde se alojaba.

Para Eduardo, Luisa era una diosa latinoamericana que lo trataba como a un hombre a pesar de sus dieciseis años. Esto lo hacía sentirse galán y le daba alas para ser atrevido con ella.

Nikos le reclamó a Luisa por su actitud con Eduardo y le aseguró que en adelante se vería con ella en otro sitio porque no le daría la oportunidad de tener una excusa para ver a Eduardo. Luisa había contestado a sus acusaciones con un reclamo parecido: Él pensaba lo peor de ella porque diablos no la dejaba en paz y le permitía reiniciar su vida al lado de otro hombre?

- No sé como puedes ser tan celoso cuando eres tan sinvergüenza. – Le dijo Don Andrés quien había hecho muy buena amistad con Nikos.

- Ya ve usted… Tal vez ser tan sinvergüenza me hace pensar que todos actúan con las mismas intenciones mías… - Le dijo y Luisa volvió a sentir que esa frase también era parte de su conversación con ella.

Nikos le tomó de la mano sorprendiéndola casi tanto como a su padre y se llevó los dedos de la chica a sus labios rozándolos en un coqueto beso.

- Nos veremos, entonces.- Dijo Luisa tratando de recuperar su mano. Nikos la haló hacia su cuerpo.
- - Habría algún inconveniente en que Luisa se quedara a cenar conmigo? – Preguntó Nikos. Don Andrés miró las manos entrelazadas con curiosidad y alzó una ceja mientras miraba a los ojos de su hija.
- Sé que estas cansado, papá. Y le dije a Nikos que podríamos cenar otro día, para llevarte a casa… - Le dijo Luisa y observó el rostro de su padre. Don Andrés sonrió pero no había alegría en su expresión y extendió una mano hacia Luisa.
- Dame las llaves de tu auto. Me voy a casa solo. Supongo que Nikos hará que su escolta te lleve a casa. – Le dijo. Luisa buscó las llaves antes de atraer la curiosidad de su padre hacia su renuencia.

Aceptar era tan sospechoso como negarse. Pero estaba segura que un rechazo a la invitación de Nikos podía ser más extraña para su padre que una invitación a cenar tan precipitada. Luisa le entregó las llaves.

- Iré temprano a casa. – Prometió. – Yo también estoy cansada y tengo que continuar en mi trabajo para George´s. – Le dijo mencionando la marca de ropa para la que estaba organizando la publicidad.

Don Andrés se despidió de Nikos y se fue. Luisa golpeó a Nikos en los brazos cuando estuvieron solos.
- Eres un cretino. – Le dijo siguiéndolo en su camino al ascensor.
- Soy persistente. Cuando quiero algo no dejo de insistir.- Le contestó él. Tan pronto entraron en el ascensor, Nikos no tuvo reparos en atraerla de nuevo al estrecho círculo de sus brazos y besarla apasionadamente delante de su escolta. Luisa respondió a sus besos. Era una tontería resistirse a algo que ella también deseaba.
- Debiste decirle que te quedarías a dormir con tu socia. – Gimió Nikos separándose de Luisa cuando el ascensor se detuvo.
- ¡Olvídalo! Papá no ha cambiado sus reglas aún cuando halla vivido cuatro años en Bostón. Soy una hija suya y debo dormir en mi casa
- Me dijiste que a veces duermes en casa de tu socia… - Le dijo él.
- Y lo hago… Pero no voy a ponerla a mentir para semejante tontería. – Le dijo.
- He hablado mucho con él y creo que su mentalidad ahora es más abierta. – Le dijo Nikos convencido de lo que decía.
- Tu puedes haber hablado con él todo lo que quieras pero yo vivo en su casa. – Y entró a la habitación de Nikos luego de la inspección de rigor de Arturo.
- Voy a cenar. – Anunció el escolta.- Regreso en dos horas.

Nikos asintió sin mirarlo, completamente concentrado en quitarse la ropa para quedar en pantalón de mezclilla. Luisa lo admiró. Tenía dos años o más de no verlo desnudo ni en vivo ni en televisión. Luisa apretó las manos contra su estómago. ¿Cómo decirle que no si volvía a seducirla?

El no hizo caso de ella y caminó por la habitación quitando las sábanas y las colchas de la cama, apagando las luces principales dejando solo las indirectas que iluminaban los cuadros de la habitación. Y la lámpara en el rincón que hacía de sala de recibo. Él estaba preparando su ambiente de seducción y le importaba un comino si ella estaba de acuerdo o no. Luisa se sentó en un sillón y continuó admirándolo. Había en el rostro masculino una expresión que Luisa no podía determinar.

Había un gesto entre la tensión y la tranquilidad y el deseo y la indeferencia. Nikos estaba nervioso. Sacudió la cabeza sin poderse creer aquella conclusión. Nikos la miró y alzó una ceja.

- ¿No quieres música? – Preguntó Nikos que estaba a punto de encender el equipo de sonido. – Luisa parpadeó asombrada, titubeando un poco porque le tomó desprevenida.
- Le decía no a las tonterías que estoy pensando. – Le dijo y luego, entrecerró los ojos para decir: - ¿No estás haciendo mucha parafernalia para una cena?

Nikos sonrió y colocó un cd en el equipo de sonido y otro en el dvd que estaba conectado a un video beam. Luisa frunció el ceño. No había notado aquel aparato hasta ese momento. ¿Había solicitado todo ese equipo para practicar su rutina? Nikos solía hacerlo cuando estaba en gira de concierto. ¿Pensaba quedarse mucho tiempo en Barranquilla? ¿Cuándo sería su próximo concierto y en dónde?

Él caminó hacia ella, la hizo quitarse los zapatos y luego, la obligó a levantarse. La música empezó a sonar. Era una de sus canciones románticas preferidas pero en sonido de jazz. Luisa se dejó llevar entre los brazos de aquel hombre que no podía negar la dominaba.

Mientras daban vueltas por la sala, Nikos empezó a tocarla del cuello para abajo en una especie de masaje relajante. Y antes que Luisa pudiera darse cuenta de su intención le quitaron la blusa.

-Hey… - Exclamó asombrada. – No voy a acostarme contigo.

- Tranquila… Voy a hacerte un masaje relajante – Le dijo él y la llevó hasta la cama.
- No estoy preparada para el sexo. – Le insistió ella. Quedar embarazada era lo menos que deseaba en ese momento.
- Ya te dije. Estás estresada y necesito que estes relajada y tranquila para que compartas un momento especial conmigo. – Luisa frunció el ceño con una clara expresión de incredulidad.
- ¿masajes? Te conozco… no hay un masaje que no termine en sexo. – Le dijo ella, sin embargo se acostó boca abajo en la cama.
- Aclaro que todos los masajes contigo terminan en sexo. Y si estamos siendo claros… todo momento contigo termina en sexo… ¿Qué podemos hacer con eso? – Luisa sintió que se sonrojaba y se cubrió el rostro con la almohada. No hay nada que hacer… Pensó.
- Estuve hablando con tu padre y con Mateo por e-mail. – Le dijo cuando empezó a desabrochar el sostén. Luisa sintió de nuevo el nudo en su vientre. – Has estado con un mal humor de perros y encerrada en ti misma de la casa al trabajo durante todos estos años lejos de mí.
- ¿Y qué hay con eso? – Preguntó tratando de simular que no le importaba lo que decía. Maldito Mateo que sabía todo lo que sabía y le revelaba tantas cosas a este imbécil…
- Y no has tenido una relación estable o desesperada con nadie. – Le dijo acariciándole la espalda. – Has estado muy malgeniada, solitaria y triste y no conocen la razón.
- Supones que eres el único capaz de solucionar mis problemas. – Concluyó ella. Sin poder evitar que un gemido surgiera de sus labios cuando él metió las manos bajo su vientre y le desabrochó el pantalón.
- No has encontrado a alguien que pueda hacerlo.- Le dijo él subiéndose encima de ella y pasando sus manos por su cuerpo.
- ¿Quién te dijo que no? – Tartamudeó con una enorme dificultad para hablar y pensar con coherencia.

Nikos se bajó de ella y la hizo dar vuelta. Volvió a recostarse sobre su cuerpo semi desnudo y la besó apasionadamente. Luisa se sentía como agua bajo su peso.

- Tu cuerpo me dice que hace tiempo no es amado… - Le dijo él con una voz tan ronca y sensual que Luisa deseó quitarle la ropa y dejarlo hacerle el amor… No… No podía ceder de ese modo a sus pretensiones. - Creo que deberías permanecer en silencio y disfrutar de mis atenciones… - Le dijo Nikos con un ligero tono de orden que no pudo disimular.
- Creo que debo vestirme e irme a casa. Vamos a terminar discutiendo.- Le dijo ella con una mirada de horror ante la posibilidad de que él aceptara su propuesta.

Nikos no le hizo caso. La haló y se la llevó al baño. La tina del jacuzzi estaba a medio llenar y él terminó de quitarle la ropa y la obligó a meterse en la tina. Luisa esperó en balde a que él la siguiera.

En lugar de hacer eso, Nikos se sentó en una silla que había metido dentro del baño antes que ella llegara allí. Luisa se acomodó en la tina y se dejó seducir por el hidromasaje. Tal vez estaba recibiendo la información equivocadamente y de verdad él no pretendía tener sexo con ella.

Nikos le recorría el cuerpo con su mirada y la observaba como si ella fuese un ratón de laboratorio y él estuviera esperando alguna reacción especial. Luisa suspiró y tomó un jabón a su derecha. Era una verdadera delicia el olor y la sensación de aquel jabón especial.

- Menta y avena…- Le dijo él como si leyera su pensamiento. – Tan pronto lo sostuve por primera vez en mis manos, sabía que te encantaría.

Luisa no dijo nada y continuó enjabonándose con los movimientos más normales que le permitía la situación. No quería dejarle creer que estaba realizando un ritual sensual para seducirlo. ¿Cuánto tiempo estuvo allí, enjabonándose con ese hombre observándola? No tenía idea. Había tanta sensualidad y cotidianidad en lo que hacían que Luisa no quería analizarlo.

- Ganaste. – Le dijo Luisa colocando el jabón en su lugar y hundiéndose en la tina para mojar sus cabellos y su cara. Flotó un par de segundos en la tina y se sentó totalmente relajada y tranquila.
- Creo que perdí. – Le dijo él entregándole una toalla. – Voy a enloquecer si no me das un beso…

Luisa sonrió y se levantó de la tina. Se envolvió en la toalla y salió. Nikos la envolvió en sus brazos y suspiró resignado. Luisa le dejó apoderarse de sus labios. ¡Cielos! Era tan fácil dejarse querer de este hombre. Relajarse en sus brazos, disfrutarlo… pero luego, se iría… y se quedaría sola… Tenía que buscar un lugar en la vida de Nikos más allá de la amante ocasional.

Nikos la ayudó a vestirse sin hacer el intento de llevarla a la cama. Luisa se extrañó aún más. ¿Acaso él intentaba enloquecerla? Cuando estuvo vestida, se fue al bar de la salita y le sirvió un whisky doble. Se sirvió uno igual para él y con una seña la invitó a sentarse con él en el balcón.

- ¿Todavía estás enojada porque me fui con Natalia? – Preguntó él sin preámbulos. Luisa sintió una punzada de celos en el estómago.

Recordar a Natalia y la manera como la conoció removía sentimientos encontrados en su corazón. Estaba segura que si Nikos encontraba una mujer que lo amara tanto como ella, iba a ser capaz de dejarlo y ser feliz. Pero verle el rostro emocionado al contarle quién era Natalia y lo que él esperaba que fuese en su vida… la hizo sentir tan dolida que no pudo evitar demostrarlo al salir corriendo de su casa y no responder el teléfono en las semanas que siguieron.

Se había sentido humillada. Arturo había ido a buscarla y la había llevado a la casa en Kansas. Nikos la había recibido con una sonrisa de oreja a oreja y le había contado con detalles que había conocido a una hermosa mujer griega. Una griega virgen tal cual la había soñado toda la vida. Cuando él terminó de describirla, Luisa se levantó de la silla y le dijo:

- Bien. ¿A qué vine yo entonces? – Había querido sonar burlona y resultó cortante. – Si ya tienes al amor de tu vida, no necesitas amigas.

Nikos la había tomado entre sus brazos con fuerza y le había intentado detener.

- Espera… no quise decirlo así.- Le dijo él. – No quise herir tus sentimientos.
- ¿Sentimientos? Lo último que quería de Nikos, la lástima. Que pensara retractarse de lo dicho por sentir que la había ofendido era peor. ¿O tal vez era peor que supiera de sus sentimientos hacia él? Luisa se deshizo de su abrazo y se fue.

- Tranquilo. – Respondió a su pregunta regresando al presente. – Incluso hasta puedo tener un encuentro “a trois”. En este momento de mi vida… la exclusividad no es mi meta.

- No seas tonta. Incluso aquella tarde yo no estaba pidiendo que me compartieras. Tal vez si te hubieses quedado me habrías ayudado a entender que no era para mí.

- ¿De qué hablas? – Preguntó asombrada con su declaración.

- Si te hubieses quedado ese fin de semana, yo me habría dado cuenta a tiempo que no tengo temas en común para conversar con Natalia. – Le dijo hablando con aire pensativo. - Que no me divierto en una hora, como lo hago en diez minutos contigo.

- Y el sexo… - Le dijo ella provocándolo… Él sonrió y la miró unos segundos en silencio antes de decir:

- Hasta eso es diferente contigo.- Le dijo. Luisa no se atrevió a preguntar en qué estaba la diferencia. Se tomó el resto del whisky y suspiró.

Lo que diera porque el sexo y todo en su vida fuese en la de Nikos tan especial como él lo era en la suya. ¿Qué hacer? ¿Qué decir? Se quedó mirando sin ver el horizonte. El hermoso paisaje del hotel cubierto por la luz de la luna llena y el cielo azul intenso con nubes grises que parecían pintadas en lienzo.

- Siempre he admirado esa capacidad para permanecer en silencio, estática casi sin respirar.- Le dijo. – Siempre me has hecho recordar ese poema de Neruda.
- Me gustas cuando callas… - Suspiró Luisa. Él le había enviado alguna vez un ramo de rosas con aquel poema. Recordó entonces que después de aquella conversación sobre Natalia… él le había enviado un ramo de orquideas con un extraño mensaje que decía: “Tú eres una orquidea colombiana tan común en tu país, tan extraña en el mío. Yo soy una flor de lis. Emblemática y distante como yo. Pero hay algo a nuestro favor: somos flores”. Luisa suspiró. Entonces no había entendido el mensaje y ahora se le hacía tan claro que se preguntó como pudo ser tan tonta para no entenderlo. Flores… flores que mueve le viento y que hace fecundar en lugares tan distantes. Estáticas y al mismo tiempo errantes. Y su relación con él sería igual… Un tio vivo de posibilidades hoy abajo, un segundo después arriba… ¿Qué viene después? Nadie sabe. Aún así, están dando vueltas en el mismo sitio.
- Lo que diera por inspirar esa mirada… ese suspiro. – Le dijo Nikos. Luisa alzó una ceja asombrada, mirándolo.
- ¿Para qué? – Nikos sonrió.
- Para saber que te mueres por mí. – Le contestó enigmático. Luisa le miró largamente a los ojos. En verdad, se veía distinto… la miraba con un interés distinto. Y además había un nuevo sentimiento: ¿Respeto? ¿Admiración? Luisa tenía miedo de especular en el tipo de sentimiento que se adivinaba en el fondo de sus hermosos ojos azules.

No estaba segura de que él estuviera dispuesto a formalizar una relación con nadie, después de haber fracasado con Natalia. Y estaba todavía más insegura de ser ella la próxima posibilidad de su vida. Los griegos como él no se casaban con su compañera de almohada, por muy modernos que fuesen.

- ¿Qué haces en Barranquilla? – Preguntó de repente sin que ella misma supiera cuál era realmente su intención. Él la miró como si le estuvieran saliendo dos cabezas.
- Eres la única publicista en el país que no lo sabe. Estoy en la gira para lanzar mi nuevo CD. – Le contestó. Con un tono que hasta dejaba ver un poco de enojo con ella.
- La farándula no es mi fuerte. – Se defendió. Claro que sabía de la sorpresa del mes en el ambiente musical. Pero no le daría jamás el placer de saber que continuaba al tanto de cada uno de sus pasos como cuando era adolescente.
- ¿Para qué me invitaste a cenar? – Insistió tratando de superar la barrera que se había erigido entre ellos desde el día en que Nikos la reconoció como la mujer en el hotel.
- Es algo difícil de explicar. – Respondió él y la tomó de la mano para llevarla hasta la salita donde había ubicado el video beam.

La hizo sentarse en el sofá que daba un primer plano de la pantalla gigante y él se fue a maniobrar el DVD que había puesto. La pantalla se encendió y después de cuadrar asuntos técnicos, apareció la imagen de Nikos caminando por una hermosa playa con un ambiente muy europeo. Luisa contuvo el aliento. Él se veía espectacular con un diminuto vestido de baño color violeta y una camisa de lino abierta que dejaba ver su musculoso pecho. Luisa contuvo el aliento al descubrir que en un lado de la camisa estaba su nombre escrito en griego antiguo. Lo reconoció porque ese había sido uno de los primeros regalos que Nikos le había hecho llegar. El nombre de Luisa en griego antiguo bordado en una blusa de lino.

- Este trabajo podría recibir otros nombres… pero serían absolutamente falsos. – Decía él mientras caminaba dando pataditas a la arena bajo sus pies descalzos. – Sólo el nombre de ella, como ella es verdadero.
- Durante estos meses antes de comenzar a grabar… ella me persigue hasta en sueños. – continuó diciendo él mientras la cámara lo seguía. – De día y de noche… sin descansar. Algo que ella no hace… porque apenas si me llama.

Luisa frunció el ceño. ¿Acaso él esperaba que ella lo persiguiera después de presentarle al amor de su vida? Trató de mirarlo pero él estaba justo detrás de ella y con dos movimientos suaves de sus manos le hizo mirar al frente.

- En el grupo de canciones que me propusieron, llegó una inspirada en un poema… “Un momento en el tiempo”. Es un tema muy romántico que envuelve a quien lo escucha en una tonada de nostalgía y amor. Luisa era una amiga especial, la media naranja que todos buscamos para ser felices… pero esa canción hizo clic en mi corazón y me descubrió su papel en mi vida.

Luisa sintió que su corazón se encogía ante esas palabras. Las lágrimas empezaron a correr por su rostro sin tener en claro cuál era el sentimiento que las inspiraba. Entonces empezó a rodar un vídeo. Era el vídeo clip de “Un momento en el tiempo”. Hablaba de un amor que no era eterno porque fuese seguro y constante, sino precisamente porque se iba construyendo de momentos, horas especiales que iban reforzando los recuerdos hasta convertirlos en el amor verdadero.

Luisa apenas si atendió a las imágenes. La letra de la canción decía todo lo que él no era capaz de decir. Todo lo que ella no era capaz de decir. Todo lo que no podía creer que él le quisiera decir. Estaba él declarando su amor por Luisa para millones de personas en un texto que leerían, verían y escucharían miles de veces, cientos de personas.

- ¿Por qué hiciste esto? ¿Por qué en una canción? – Preguntó ella entre sollozos. Nikos se colocó frente a ella y se arrodilló para hablar cerca de su rostro.
- Es la verdad. Natalia… es muy hermosa… muy educada… refinada… muy griega… pero no es todo lo que yo necesito… no es todo lo que yo busco… Ni siquiera la extraño.
- ¿Me amas porque me extrañas? – Se atrevió a decir Luisa. Nikos le tomó las manos entre las suyas.
- Te amo… y te extraño. Estaba todo el tiempo regalándole cosas y pidiéndole cosas que sólo tú puedes entender, querer o valorar. Natalia casi me mata cuando le pedí en una cena, tu menú favorito.
- ¿Pollo a la naranja? Por Dios… eso es demasiado corriente para un manjar tan exquisito.
- Sin contar que es alérgica a la naranja. – Le dijo Nikos. Luisa trató de calmar su llanto.
- Y…
- No necesitas decir nada. Quiero que termines de escuchar el video de presentación a la prensa y decidas si se puede o no hacer público. – Le dijo Nikos interrumpiéndola.
- Y si no estoy de acuerdo. – Preguntó intentando bromear. Sin embargo Nikos no lo tomó a broma. Parpadeó varias veces pues no esperaba un rechazo. Aunque se lo merecía.
- ¿Podrías no estar de acuerdo? – Preguntó tartamudeando. Luisa sonrió con ironía.
- ¿Alguna vez has pensado que quiero ser algo más que tu sexo seguro? – Le reclamó. – Crees que soy feliz con lo que me das porque desde un comienzo has creído que sólo quise acostarme contigo aquella mañana en el hotel. NO me has perdonado una niñada y no me has sacado del patrón de la niña consentida que juega a ser puta.
- Sabes que todo lo que he dicho hasta ahora en el vídeo habla de amor sincero. – Le dijo él. – NO estoy prometiendo amor eterno a todas… y lo sabes. Has conocido a muchas de las mujeres que han pasado por mi vida… mejor dicho por mi cama. Sabes que a mi vida no entra cualquiera…


Aunque Luisa sabía que todo eso era cierto. Todavía no podía creer que él estuviera enamorado de ella. Aunque no dejaba entrar a cualquier mujer a su vida, Natalia le había parecido la mujer perfecta. De hecho, a Luisa también le parecía perfecta. Era una muñeca de porcelana que llevaría de adorno Nikos de un lado a otro, Luisa en cambio quería una vida estable, un trabajo donde botar su adrenalina y su creatividad y una familia con la que disfrutar su tiempo.

- NO quiero ni imaginar tampoco que mis padres se enteren de la manera como iniciamos nuestra relación. Sería un duro golpe moral para ellos. – Le dijo Luisa.
- ¿Crees realmente que voy a decirle a la prensa de tu aventura conmigo? ¿Cómo quedaría delante de las adolescentes que se identifiquen contigo? – Luisa recibió aquella declaración como una bofetada.

Allí estaba una de las razones por las cuales Nikos tardó tres años en decidir que ella era la mujer de su vida. Lo vio levantarse y tomarse un trago doble de whisky. Él sabía que lo expresado era fuerte y que tocar el tema de la madrugada en el hotel sería un momento difícil en su relación.

En la pantalla continuaba Mercurio cantando y bailando una pegajosa canción. Luisa suspiró. De aquella sonrisa pícara y de la energía sensual que emanaba de aquel artista se había enamorado un día. Y luego, había conocido al hombre detrás de esa imagen. Entonces comprendió que ni era un enamoramiento más en su vida, ni era fanatismo adolescente… era amor. Nikos la miró y se sirvió otro trago. Abrió una botella y le sirvió una copa.

- Sé que te acostaste conmigo en un loco arrebato por ser insensata. – Comentó él con voz suave. Luisa sonrió de nuevo, ahora él le explicaría sus acciones. – En un principio no lo entendí así. Mi vida estaba llena de tantas fantasías e imágenes creadas, que una acción tan natural y adolescente… me costó analizarla. He estado hablando con Mateo…
- ¿Has hablado con Mateo de mí?- Preguntó desconcertada. – ¿Nunca quisiste hablarlo conmigo y lo hablaste con Mateo?
- No preguntes por qué pues no tengo la menor idea… - Respondió él dando vueltas al vaso en sus manos. – Cada vez que trataba de ponerte el tema se me hacía un nudo en el estómago… tal vez de miedo al tener que reconocer que me enamoré de tu sexo antes que de tu manera de ser. Y eso me hacía tan descocado como tú.
- Pero… - iba a continuar discutiendo con él cuando en la pantalla del video beam apareció de nuevo Mercurio hablando de ella… No. NO era Mercurio. Estaba vestido y sonreía como Mercurio pero hablaba Nikos… Hermes Nikolas…

“La conocí en Barranquilla. Un mago la llevó hasta mí aunque no estoy seguro de que sea el destino o su padre… - Y sonrió de nuevo. - ¿Jamás han sentido que el tiempo se detiene y que por un momento se te revuelve el pasado, el presente y el futuro en unos ojos indefinidos? Escuchen la canción que viene a continuación y sabrán lo que se siente…

Y entonces comenzó un nuevo vídeo con unas chicas bailando alrededor de Mercurio quien estaba en una cama como si durmiera. Las bailarinas tenían distintos colores de cabello, ojos de todas las formas y colores y coqueteaban alrededor de él y con la cámara con una sensualidad inocente. Podía haber una sensualidad inocente? Luisa no podía responder a ello. Tal vez si, tal vez no pero eso era lo que sentía cuando veía a las chicas danzando como gitanas alrededor de la cama de Nikos.

Entonces Mercurio se levantaba y las veía, con aire confundido. Comenzaba a cantar una letra sobre una búsqueda sin fin del amor. Una de las chicas le tomaba de la mano y lo hacía seguirla envolviéndolo en sus pañoletas, haciéndolo caminar, detenerse y correr. Como si lo hiciera dudar pero luego se arrepintiera y lo empujara a seguirla. Mientras Mercurio cantaba una clara declaración de amor por una mujer tan maravillosa, sensual y tierna que Luisa no pudo creer que fuese ella.

Luisa se sintió igual que aquella noche durante la cena de su padre cuando Mercurio entró al restaurante cantando. Nikos apagó el DVD con el control remoto y la miró en silencio.

- Parece que descubriste lo mismo que yo. – Le dijo Nikos, Luisa no se atrevió a hablar. – Cuando me pasaron el libreto me gustó pero no hice ninguna relación entre la historia y la nuestra. Cuando ví el video completo me quedé petrificado. De algún modo, aquel libretista de la productora había reconstruido nuestra experiencia.
- Y Natalia…- Él bajó la mirada como si le diera vergüenza lo que diría.
- Sentada a mi lado llorando porque yo empecé a hablar con Adrian sobre ti, sin recordar que ella estaba a mi lado…- Le dijo. – Afortunadamente… o desafortunadamente según se le mire. – Agregó con un tono de voz bajo y ronco.
- ¿Quieres decir que ella sabe la verdad de mi historia? – Preguntó Luisa.
- No. En realidad, de lo que se enteró es de que no era la protagonista en mi historia…
- Ten cuidado. Si me estás declarando amor eterno, no se aceptan devoluciones… - advirtió ella un poco más segura de los sentimientos de Nikos y feliz…
- ¿Y si dejo de amarte? – Preguntó él sorprendiéndola. Luisa se alzó de hombros.
- Supongo que mi papel cambiaría: Tendría que tomar la decisión de vivir sola, amar por los dos o… mandarte al diablo.

Nikos sonrió y le quitó el vaso de whisky que tenía entre sus manos. Lo colocó junto al suyo en una mesa y la hizo levantarse. Hundió su rostro en el cuello femenino aspirando el olor a hierbas de su cabello y su perfume.

Luisa se quedó quieta sin saber qué hacer. Nikos solía tener una gama de caricias que iban desde la clara invitación al sexo hasta el simple goce sensual de tenerla cerca. Él levantó la cara y la miró a los ojos sonriendo con un dejo de ironía.

- Conozco el infierno. Estuve en él cuando supe que eras la mujer de aquella madrugada en el hotel y pensaba que eras una libertina sin escrúpulos. – Le confesó sin poder evitar que las emociones aflorarán en el tono de su voz. – Y vivo en él desde que me di cuenta que me escudé en Natalia porque era más fácil sacarte de mi vida que mantenerte en ella.

Con sus manos rodeó sus caderas y la estrechó contra las suyas. Luisa contuvo el aliento.

- Te necesito. Sin ti todo parece perder el sentido y la importancia. No hay para qués valiosos. – Le dijo. Luisa sonrió identificándose con sus palabras.
- La vida a tu lado no es fácil. Los viajes… las mujeres…. Los encierros de producción…
- Pero tú también puedes viajar… y los hombres te persiguen como moscas y tomarás los meses en el estudio como tus vacaciones en nuestra relación. –Aquel intento de ver positivamente los contra de una relación entre ellos sedujo a Luisa más que cualquier otra cosa. Suspiró resignada.
- Vamos a intentarlo. – Le dijo y gritó sorprendida cuando Nikos la alzó en vilo y la beso. Aquella era una caricia desprovista totalmente de deseo pero absolutamente amorosa y posesiva.
- Entonces… vamos a comer. –Le dijo Nikos como si aquella respuesta fuese su liberación de una eterna tortura. Luisa casi se cae cuando él la soltó para ir al teléfono y ordenar que le subieran la cena.

Luisa lo observó entre divertida y desilusionada. Aunque había estado hablando con Marcos durante los últimos meses de lo mucho que odiaba su cadena de deseo a Nikos, en aquel momento hubiese pagado en oro porque él le hiciera el amor.

Aquel que iba y venía en el sitio organizando un comedor en la salita de recibo era una mezcla extraña entre Mercurio y Nikos. El artista y el ser humano se revolvían dentro de las mismas bromas y gestos. El timbre en la puerta no demoró y el mesero entró con un servicio al comedor.

Luisa observó a Nikos y al chico servir la mesa y le escuchó el mensaje que su padre le había hecho llegar con la recepcionista.

- Su padre quiere que llame a casa. – Le dijo él con tono solemne. Luisa hizo una mueca de pereza y Nikos la miró con ojos entrecerrados.

- Llámalo! – Le dijo en un tono que no pudo evitar sonara impositivo.

- Me va a preguntar un montón de cosas que no sé como responder. – Le dijo. – Entre esas, a qué hora llego a casa.

- Pues dile que a las doce como la cenicienta. Arturo te llevará. – Respondió Nikos con toda la tranquilidad del mundo. Se había reconciliado con ella y todo lo demás perdía importancia.

El mesero los dejó solos y Nikos continuó sirviendo la cena. Luisa se decidió y tomó el auricular. Su padre contestó de inmediato como si estuviera sentado al lado del teléfono esperando su llamada.

- Apenas nos están sirviendo la cena. –Le dijo Luisa sin preámbulos. Y escuchó un sonido al otro lado como si se estuviera riendo.
- ¿Desde cuándo eres tan amiga de Nikos? – Preguntó Andrés. Luisa puso los ojos en blanco. Ahi iba una de las preguntas difíciles de responder.
- Nos chateamos por correo. Y desde cuándo eres tan íntimo de Nikos…- Le devolvió la pregunta tratando de prolongar la respuesta directa.
- ¿Y por qué yo no sabía de tu amistad con él? – Inquirió Andrés. Luisa sonrió.
- Tú no tienes que saberlo todo. – Le dijo ella. Lo escuchó reír de nuevo. – Hey… tengo que dejarte… no me esperes despierto que no voy a hablar contigo en la madrugada…- Le dijo.
- ¿Y no vas a preguntar por qué soy feliz con tu visita a un hombre soltero en mi hotel? – Preguntó Andrés. Luisa alzó una ceja. Tenía razón. Era una excelente pregunta pero tenía miedo a lo que su padre pudiera decirle.
- Dime: ¿Por qué te agrada Nikos por encima de los diez amigos de mi vida que te he presentado? – Le dijo Luisa exagerando llevar la cuenta.
- Porque es el hombre que he soñado para ti. Me encantaría que fuese tu pareja. –Luisa se sintió extrañamente feliz por lo que decía.
- Quiere decir que de existir la posibilidad de tener una relación con Nikos, ¿tú estarías de acuerdo con ella?
- Él es un buen hombre. Con una familia fundamentada en excelentes principios morales y con una visión de futuro que me haría sentir tranquilo acerca del tuyo. –Le confesó Andrés. Luisa hubiese querido preguntar algo más pero Nikos empezó a hacerle señas de que se moría de hambre.
- Sólo no te adelantes a los acontecimientos… ¿sí? - Pidió Luisa. Su padre dejó escuchar su risa.
- ¿Alabarlo hará que te alejes? – Preguntó Andrés. Luisa sonrió.
- Tú me llevas la contraria a mí y no al revés. Yo sólo hago lo que me gusta… algunas veces son cosas que no te gustan. – Aclaró y decidió que Nikos tenía razón sobre cortar la comunicación. – Te dejo. La cena está servida.
- Entonces… Hasta luego. Pórtate bien. Recuerda que estás casi en casa…
- Ni me lo recuerdes… - Le dijo y cortó la comunicación.

Luisa se acercó a la mesita y Nikos le entregó una copa de vino y le rozó los labios con los suyos.

- La conversación era muy interesante pero la cena se enfría. – Le dijo guiándola a su lugar. Se sentaron sobre cojines alrededor de la mesa auxiliar de la sala.
- Con papá todas las conversaciones suenan a diálogos de paz cuando se trata de hombres. – Le dijo con calma. Era demasiado consciente de la visión de mundo de su padre, tan diferente a la de Nikos… e incluso a la de ella.

Nikos alzó la copa y fingió brindar. Luisa alzó la suya y sonrió mirando la cena que habían servido. Pollo a la naranja, ensalada césar y flan. Recordó la primera vez que organizó ese menú en un restaurante y como Nikos casi la mata porque según él aquello era una horrible combinación.

- Esto es inconcebible. Este menú es de quinta. – Le dijo Luisa recordándole sus palabras.
- Pero es el que te gusta y la idea era convencerte con comida si mi vídeo no funcionaba. – Afirmó él sonriendo. Luisa sonrió también.
- ¿Y el plan C? – Preguntó bromeando.
- El plan C como siempre es la C de cama. Si no te convencía con mis palabras, ni con la cena, tendría que hacerte el amor hasta que me aceptaras de nuevo. – Luisa se sonrojó.
- Ese nunca te ha fallado. ¿Por qué no usarlo de plan A? – Nikos sonrió entendiendo su ironía.
- Esta vez quería hacer las cosas bien. He actuado como el artista caprichoso y consentido que siempre he sido. Te maltraté de palabras y con mis acciones. Hoy, quiero resarcirme de todos mis errores y recomenzar contigo.
- Y si la respuesta sigue siendo no. – Le dijo Luisa entrecerrando los ojos como si estudiara sus reacciones. Nikos se tomó el contenido completo de su copa de champaña y titubeó antes de responder.
- Si tu respuesta es no, solo tienes que irte sin decir nada. – La voz masculina sonó quebrada y produjo un nudo en su estómago. Estaría realmente convencido de que Luisa era el amor de su vida.
- El vídeo es hermoso. Tremendamente emocional y romántico… - comenzó a decir Luisa. – Totalmente distinto a cualquier regalo o detalle tuyo hacia mí. Pero implica un compromiso conmigo que tal vez no seas capaz de cumplir.
- Hace mucho tiempo lo vengo cumpliendo. Sé que en un principio, cuando llegaste a Bostón, tuve más de media docena de mujeres revoloteando en mi vida al mismo tiempo que tú… pero durante estos últimos tres años… - Respondió con aire de meditación y, se aclaró la garganta para concluir: - Has sido mi obsesión. Comprometerme con Natalia fue un intento por huir de ti… Pero al final… ganaste.
- La manera como nos conocimos… acostarme contigo fue…
- ¡Olvídalo! No hables mal de un momento en el tiempo que se convirtió en la piedra en el zapato de nuestra relación. – Le dijo él interrumpiéndola… - Amanecer en tus brazos fue mágico… aún cuando no tenía claro por qué estabas allí. Sólo recordar ese momento me hace sentir… feliz.
- Dijiste que era una ramera descocada, niña rica caprichosa…
- Estaba celoso. – Le dijo levantándose de su lugar para arrodillarse a su lado. – Me imaginé que podrías acostarte con Eduardo, por las mismas tontas razones por las que lo hiciste conmigo y se me arrancaban las entrañas de su lugar.
- Eres un mentiroso. No había en tu rostro ni en tus palabras el menor asomo de dolor cuando me echaste de la casa…- Le dijo ella.
- En realidad, tenía miedo. Teníamos tres años de relaciones y nunca antes se me había ocurrido la posibilidad que en tus tardes de aburrimiento mientras yo estaba en gira, tú te entretuvieras con otro hombre.- Luisa sonrió. Jamás se imaginó aquellos pensamientos en un hombre tan seguro de sí mismo como Nikos.
- Puede ser difícil amarte… - Le murmuró al oído. – Pero jamás será aburrido. – Él la hizo acostarse encima de él sobre la alfombra.
- ¿Me amas? – Preguntó él besándole el rostro en muchos lugares menos la boca, provocándola. - ¿Qué clase de amor es ese que me deja en brazos de otra?
- Un amor sincero. Dijiste que era la mujer perfecta , con una expresión de conocimiento de causa que no me dejó posibilidad para una duda. – Le dijo ella.
- Volví a equivocarme. – Le dijo él girando para que ella quedara acostada sobre la alfombra… - ¿Estoy otra vez en el camino errado? – Preguntó soltándole la blusa.
- Depende de lo que buscas. No quiero dejar de ser libre para hacer y decir lo que me parece…- Le dijo ella.
- ¿Tienes tan claro lo que quieres en la vida? – Preguntó él quitándole la blusa por completo. – A mí me costó cuatro años de mi vida convencerme de ello.
- Te quiero a ti. – Le dijo ella sin poder resistir la seducción de tenerle tan cerca. Nikos sonrió.
- No hay en mí algo que te atraiga más que mi cuerpo…- Concluyó divertido… Luisa sonrió.
- Tu sentido del humor y tus detalles…- Le dijo.- Pero jamás serán más atractivos que tenerte desnudo sobre mí… - Le dijo provocadora. A Nikos se le olvidó que su tarea era convencerla de ser su esposa.
Por ahora, era más sencillo, placentero y cercano tenerla de amante. Y la verdad… No creía que tuviese mucha dificultad en convencerla de casarse con él.

Amigos o enamorados (Parte II)


- Ya es muy tarde para eso. – Le dijo y no desistió de su empeño por seducirla.

Miranda se bajó del auto con el rostro blanco como un papel y con las piernas más temblorosas que gelatina. Dom la hizo entrar en una habitación que no tenía nada que envidiar a la habitación donde había perdido su virginidad. Esta parecía sacada de una revista de decoraciones, tal cual como aquella.

Dom no la dejó titubear más y le alzó la falda del uniforme. Miranda contuvo el aliento. Había entrado a un motel con el uniforme puesto. A las monjas les daría un infarto si las llamaban los vecinos. Pero Dom recorriéndole las piernas con sus manos, anuló cualquier posibilidad de sensatez de su parte.

La misma Miranda empezó a quitarse la ropa y todo lo demás se convirtió en suspiros, besos y abrazos. Miranda se olvidó de todo por lo menos durante una hora. Y luego, Dom le trajo una de sus camisetas deportivas para que se quitara la blusa de la escuela y la usara con la lycra de algodón que llevaba debajo de la falda.

Como siempre, Dom la llevó a su casa en silencio. Había cumplido su deseo de poseerla y con su cuerpo saciado no tenían mucho que decirse. Miranda sintió una punzada de dolor al recordar las largas conversaciones que solía sostener con Dom. Conversaciones que tal vez no regresarían jamás a su vida. En verdad, había perdido a su mejor amigo.

Hillary tenía razón. No podía hacerse ilusiones con Dom. Él estaba enamorado de Karina y se casaría algún día con ella. De Miranda solo deseaba su cuerpo y cuando se le acabaran las ganas de ella… nada tendrían en común porque hasta su amistad se había perdido.

La madre de Dom dio una fiesta por el cumpleaños de su ahijada Dayana quien vivía en Nueva York y que estaba pasando sus vacaciones con ella.

A Miranda no le parecía el mejor plan tener que ir a casa de los Di Stefan y encontrarse con Dom. Hasta ese día, Dom la estaba esquivando o la fortuna había evitado que se cruzara con él. Lina le había dicho varias veces que estaba esperando a su hermano, mientras conversaba animadamente sentada en la terraza en la entrada del Colegio. Sin embargo, Miranda jamás pudo verlo.

Se cambió de ropa unas diez veces antes de decidirse por una minifalda en tela de mezclilla y una camisilla verde esmeralda. Los aretes y la pulsera que llevaba puestos habían sido el regalo de cumpleaños de Gina, la madre de Dom, el año anterior. Luisa la estaba esperando en la sala de recibo de la casa y la revisó de pies a cabeza.

- Hay algo diferente en ti. – Le dijo Luisa evaluándola. Miranda fingió que modelaba y dio un par de vueltas. No quería que Luisa la mirara a los ojos.
- Estoy más alta, más hermosa, más esbelta. – Le dijo con un tono divertido que contagió a su madre.
- No sé. Son cosas de vieja… supongo. – Le dijo y la instó para que saliera de una buena vez de la casa. – No he visto a Dom en toda la semana.
- Yo tampoco. – Respondió Miranda. El comentario de su madre tenía un propósito más allá de poner un tema de conversación.
- ¿Están enojados de casualidad? – Preguntó mientras tomaban el sendero para dar la vuelta a la manzana y caminar hasta la casa de Dom.
- Nada de eso. – Le contestó. Luisa estaba acostumbrada a que Miranda y Dom discutieran con frecuencia. Miranda se asombró al tratar de recordar cuál había sido su última discusión con Dom.

¡Vaya! ¿Desde cuándo Dom y ella se llevaban tan bien? Se preguntó y recordó que desde la semana en la que comenzaron los ensayos para la fiesta de quince años no discutían. No eran tampoco peleas muy serias. En realidad eran niñadas que generalmente terminaban en una cita para comer helado o en una tarde sentados en la piscina de la casa de Dom, con los pies metidos en el agua.

Había necesitado aquella semana alejada de él. Habría querido que fuesen más días, en un intento porque pudiera rememorar su primera vez sin que le bailaran aquellas mariposas en el estómago. Algo le decía que en adelante, discutir con Dom no iba a ser lo mismo.

Llegaron a la casa que estaba adornada con sus mejores galas. No podía negarse que Gina sabía botar la casa por la ventana. Además se quejaba de no tener hijas a quienes consentir por lo cual aprovechaba cualquier oportunidad para desahogarse. Luisa se involucró de inmediato en la organización de la fiesta, ayudando a Gina a distribuir picadas y bebidas.

Miranda se arrepintió de no haber convencido a Hillary de acompañarla. Las primas de Dom estaban en vestido de baño luciendo sus maravillosos cuerpos alrededor de la piscina. Sus amigos vestidos en costosas bermudas de marca tomaban cervezas en los kioskos alrededor de la piscina. Miranda poco tenía en común con ellos. Le llevaban de cuatro a seis años de diferencia, iban todos a la universidad menos ella y la cumplementada por supuesto.

En una de las salas de la casa estaban los amigos de Dom que de inmediato la acogieron saludándola y presentándola a sus novias. Eran los compañeros de universidad de Dom un grupo bastante alegre y extrovertido. Nada parecido  a lo que uno espera de unos estudiantes de finanzas e inversiones internacionales. A pesar de la diferencia de edad, estaban acostumbrados a la presencia de Miranda en sus reuniones pues con novia o sin ella, Miranda solía ser la compañera permanente de Dom.

Ellos tenían una especie de fiesta alterna en la sala, con música diferente a la que se escuchaba afuera y tomaban licor porque la mayoría pasaban los veintiuno. Miranda se involucró en la conversación de ellos, aunque la trataban como una mascota, su compañía era preferible a la pedantería que reinaba entre la familia de Dom.

A propósito de éste, parecía estar desaparecido. Los amigos le contaron a Miranda que no lo habían visto desde que llegaron y que la señora Gina les había informado que llegaría más tarde. Dayana se acercó al grupo cuando Miranda tenía más de una hora allí.

- Feliz cumpleaños. – Le dijo Miranda cuando la chica se le acercó. Dayana sonrió agradecida.
- He preguntado por ti todos estos días. – Le informó ella sentándose en el brazo de la silla donde estaba Miranda.
- Estoy en exámenes finales y la verdad… no tengo muy buen humor por estos días. – Le dijo excusándose pensando en que Dayana le hubiera preguntado por ella a Luisa y esta hubiese esquivado cualquier invitación con tal que Miranda no se distrajera de sus estudios.
- Dom me ha dicho varias veces que te llame por teléfono.- Le dijo ella. – Pero me ha dado pena interrumpirte.
- No tengas pena… En realidad, puedes acompañarme mientras estudio para que no estés todo el tiempo encerrada en la casa. – Le dijo Miranda.
- Yo le pregunto a él por ti porque durante el año anterior estaban casi todo el tiempo conmigo. – Explicó Dayana. Miranda alzó una ceja dándose cuenta de lo que la chica podía estarse imaginando.
- Somos amigos y vecinos… - Dijo sin mucho convencimiento. – Pero en realidad este año hemos estado muy separados.

En eso llegó Dom provocando gran escándalo entre sus amigos de universidad. Miranda no lo miró y esperó en silencio a que él la saludara. Y lo hizo, sólo que la dejó de último, se acercó a su silla y extendió una mano hacia ella.

Miranda extendió una mano para estrechar la mano derecha de Dominico y él la sujetó con fuerza y la obligó a levantarse. Miranda casi se cae de la fuerza que ejerció Dominico sobre ella. Dom la acercó a él y la beso en la comisura de la boca. Miranda contuvo el aliento y sintió que todo el color de la sangre le subía al rostro.

- Mona…- Le murmuró con el rostro muy cerca del suyo. – Hueles a flores.
- Siempre he olido a flores. Es mi perfume favorito. – Le respondió ella tratando de tener la misma actitud liberal y fresca de siempre. Todo eso ignorando que las piernas apenas si la sostenían y que estaba temblando de pies a cabeza.
- ¡Estás temblando! NO me digas que te da vergüenza verme. – Le dijo él. Miranda sonrió.
- Tengo frío. Está haciendo mucho frío aquí. – Respondió esquivando su mirada. Dom la abrazó y le dijo al oído:
- Tendré que encontrar una manera para hacerte entrar en calor. – le dijo. Miranda sintió que temblaba toda.

¡Maldito seductor! ¡Por qué tenía que ser tan hermoso? Se preguntó Miranda mientras trataba de no caer al suelo luego que Dom la soltara. Dayana la miraba con franca curiosidad. Miranda se aclaró la garganta y propuso un tema de conversación.

- ¿Cuándo te vas? – Preguntó sin mucho interés en la respuesta. Dayana no dejó de mirarla y de mirar en dirección a donde Dom conversaba con un amigo.
- En un mes. Pasaré navidad con mis padres en Aruba. – Le dijo. Miranda asintió. Tratando de escuchar a Dayana y no la conversación de Dom detrás de ella.
- ¿Y dices que Miranda no tiene novio? – Preguntó Esteban Arraut. Miranda se mordió el labio. Dom le respondió algo entre dientes.
- Pues… voy a echarle los perros. Qué dices, man… ¿aceptará? – Miranda contuvo el aliento. La respuesta de Dom volvió a ser un comentario entre dientes.

Esteban era uno de los amigos más queridos de Dom. En realidad, Miranda estaría más que encantada de que Esteban la pretendiera, Sin embargo, la situación entre ellos tres sería un poco extraña. Y… ¿Tendría que acostarse con Esteban por haberlo hecho con Dom? Se preguntó. ¡Maldición! Ser adolescente era un embrollo. Se quejó, parpadeando varias veces sorprendida porque Dayana parecía haberle preguntado algo y ella no le había escuchado.
- ¿Te gustaría dar un paseo por el jardín? – Le repitió Dayana. Miranda asintió. Necesitaba tiempo antes que Esteban propusiera aquella conversación.

¡Cielos! Primero ningún chico se fijaba en ella y ahora todos parecían querer algo. Uno de los compañeros de pandilla de Wilson le había enviado una caja con chocolates y una carta de amor… casi pornográfica. Los compañeros de salón parecían haberse vuelto conscientes de sus piernas, de su boca, de su manera de tratarlos.

Todo eso habría sucedido por haber hecho el amor o era sólo coincidencia. Miranda ya no sabía qué pensar y no tenía a nadie a quien preguntar. Generalmente acudía a Dom para que resolviera todas las incognitas que su madre evadía. Pero en ese caso, mejor era no consultar la opinión de Dom.

Caminó al lado de Dayana hacia el jardín. Si se comportara como una niña normal no tendría aquellas confusiones metidas en la cabeza. Cielos! Algunas primas de Dom le invitaron a que uniera a ellas en la piscina. Miranda miró a Dayana.

- ¿Te gustaría? – Le preguntó. Dayana movió enérgicamente la cabeza de un lado a otro.
- Para nada. Estas mujeres son de un elitismo… que fastidia. – Comentó Dayana. Miranda sonrió. A excepción de una o dos, Miranda estaba de acuerdo.
- Entonces organicemos una tarde de piscina otro día. – Le propuso por ser cortés. Dayana no la miró cuando le dijo:
- Tú, yo y Dom… me imagino. – Miranda se preguntó si era esquizofrenia o Dayana estaba tratando de saber cuáles eran sus sentimientos por Dom. Esto era preocupante. Dayana podría comentarle sus inquietudes a Gina y esta la metería en líos con sus padres. Después de todo, era la más interesada en hacer que la familia Dosantos y la Di Stefan se unieran.

Gina y Luisa habían estudiado desde preescolar juntas. Eran las amigas, adoradas, inseparables, incondicionales. Su mayor sueño era que alguno de los hijos de Gina se casara con uno o una de los hijos de Luisa. Y si esta pareja eran Dom y Miranda… creo que la felicidad tendría la fuerza de una bomba atómica.

Miranda no estaba segura de estar enamorada de Dom. Había cometido la tontería de perder la virginidad con él pero esto no significaba que fuese el hombre que deseaba para toda la vida. Además tenía quince años. Tenía mucho por vivir para amarrarse a alguien. Dayana tenía que convencerse de que ella y Dom no se interesaban el uno por la otra.

- No sé. Podemos invitar a alguien más – le dijo evasiva. – o podemos omitir la presencia de Dom.
- ¿Tienes novio?- Preguntó Dayana. Miranda movió la cabeza de un lado a otro.
- No. ¿Y tú? – Dayana negó también. Luego, la hizo detenerse.
- ¿Te gusta Dom? – Preguntó sin más preámbulos. Miranda sonrió con gran esfuerzo.
- Claro que sí. Es mi mejor amigo.- Le dijo tratando de ser natural. Dayana sonrió divertida.
- Me refiero a que si te gusta como hombre. – Insistió. Miranda titubeó antes de decir:
- Es… lindo. No sé… tanto músculo, su color de piel… ¿Te gusta? – Preguntó sin saber como saldría de ese embrollo. Dayana negó enfáticamente moviendo la cabeza de un lado a otro.
- No. Dom es demasiado… dominante… muy fuerte para mí. – Le dijo la chica. – Me gustaría más alguien romántico, un artista tal vez.

Miranda no opinó al respecto. Empezó a rememorar las actitudes de Dom y encontrar las razones para que Dayana pensara en él como alguien poco romántico. A su mente vinieron muchos momentos de elecciones y consejos prácticos de Dom pero también detalles románticos como las rosas que de vez en cuando le enviaba sea por cumpleaños o por algún acontecimiento especial, su gesto permanente de abrirle la puerta o ayudarla a salir o levantarse de una silla.

Sacudió la cabeza alejando aquellos pensamientos. No podía pensar en Dom como algo más que el buen y más querido amigo que era. Es más debía hacerle caso a Hillary y comenzar una relación con alguien. Esteban por ejemplo. Había escuchado con claridad que le había informado a Dom sobre sus intenciones de enamorarla. En ese momento como si lo hubiera llamado, apareció Esteban. Miranda lo observó:

Esteban tenía 21 años. Estudiaba un semestre más adelantado que Dom pero asistía al mismo grupo de inglés. Era alto… un poco más bajo que Dom, cabello castaño y ojos color miel. Era un príncipe de cuentos de hadas, lo catalogó. Admirando su elegante manera de andar y su sonrisa se dio cuenta que hacía latir su corazón más rápido mientras se acercaba.

Miranda recordó que desde el mismo instante en que la conoció, la sedujo con sus miradas. Pero Dom le había dejado en claro que no deseaba a ninguno de ellos rondando a su amiga. “Ella es como mi hermana menor. Si los veo gallinaceando con ella…lo mato”. Les había dicho Dom en aquella fiesta un año atrás cuando llevó a Miranda a una fiesta en la universidad.

- Miranda… ¿Puedo hablarte? – Preguntó Esteban. Ella asintió. – A solas… ¿puede ser? – Preguntó como disculpándose con Dayana.
- Entonces conversemos en otro momento. NO voy a dejar sola a Dayana. – Le dijo Miranda. No estaba preparada para escuchar una declaración de amor y menos para tomar una decisión al respecto. Se dijo dejándose abrumar por el miedo. No estaba segura de sus sentimientos por Dom… no debía involucrarse con nadie. Se dijo.
- Por favor… Yo voy a buscar a mi madrina para ver en qué puedo ayudarla. – Se excusó Dayana y se alejó antes que Miranda pudiera decir nada más. Esteban le tomó una mano y la obligó a mirarlo.
- No quieres hablar conmigo. – Aseguró. Miranda sonrió apenada.
- Es sólo que me encomendaron a Dayana… - Mintió. Esteban asinitió como si entendiera.
- ¿Te molestaría si soy directo? – Preguntó él y Miranda contuvo el aliento.
- Bueno…- titubeó y Esteban le rodeó la barba con dos dedos de su mano. Miranda sintió las piernas de gelatina y la emoción de estar a punto de recibir un beso.
- Me gustas… Creo que es algo que sabes. – Le dijo él. – Y quería saber si te gustaría salir conmigo.
Salir con él. No le había pedido ser su novia. No estaba sugiriendo que la visitaría como un novio formal. Eso podría ser bueno. Tal vez si aceptaba a Esteban y trataba de sacarse a Dom de la cabeza…

- Sí… Me gustaría. – Le dijo. Dejándose encantar con sus mágicos ojos color miel. Esteban se acercó lentamente a ella y le rozó los labios con dulzura. Miranda suspiró.

Esteban la hizo acercarse más y le rodeó la cintura con sus manos mientras la besaba de una manera más apasionada. Miranda se dejó llevar por la sensación de fascinación y dulzura que produjo en ella el beso. No era una caricia tierna como el primer beso que Diego Estrada le había dado a Miranda, ni tenía la pasión y la lujuría de los besos de Dom mientras le hacía el amor. Era más un coqueteo, un galanteo, un decirle que era hermosa y deseable sin usar palabras.

Se alejaron lentamente y Esteban la besó en la mejilla y en la frente antes de permitirle terminar el abrazo. Él sonrió deleitado en el efecto que había tenido su beso en Miranda y esta sonrió avergonzada. Habían muchas cosas que aclarar en su mente. Pero no era el momento. ¿Qué estaba haciendo aceptando a uno de los amigos de Dom sin aclarar aún cuál era su relación con él?

Tomados de la mano se acercaron a la casa y se reintegraron al grupo de universitarios en el salón de música. Miranda contuvo el aliento presintiendo que Dom estaba en el lugar y luego, suspiró exhalando todo el aire de sus pulmones al darse cuenta que no estaba. Se sentó entre los amigos de Dom quienes la involucraron de inmediato a su conversación.

Cuando Dom apareció, Miranda tembló de pies a cabeza y no pudo apartar los ojos de sus pies. Esteban le sostenía una mano entre las suyas y la acunaba entre sus piernas. Había una actitud de posesión en ese gesto que a Dom no le quedó duda de que Esteban había cumplido lo que se había propuesto hacer y que Miranda le había aceptado.

Miranda lo miró cuando pensó que no la miraría. Estaba vestido con una camisa azul cielo y un pantalón de mezclilla demasiado ajustado. El cabello todavía chorreaba agua y había algo de salvaje y de artístico en la imagen que proyectaba. Se dejaba abrazar de una de sus compañeras quien expresaba lo que Miranda estaba pensando. Era muy guapo y le gustaba. Pero prefería su apoyo y su compañía como amigo que tenerlo un tiempo de novio y después… perderlo.

Cómo si él estuviera consciente de su mirada, giró y la miró a los ojos. Había un extraño sentimiento en su expresión: una mezcla de tristeza y preocupación. Miranda sonrió tratando de calcular su reacción con relación a ella y Esteban. Después de algunos segundos, él sonrió y se acercó a ellos.

Abrazó a Miranda y le besó la frente. La chica frunció el ceño y lo miró a los ojos.

- Así que eres la novia de Esteban. – Le dijo él con un tono de voz que Miranda no pudo relacionar a un sentimiento.
- Novia… lo que se dice novia… no.- Respondió con voz enronquecida. – Vamos a salir y… luego… vemos.
- Lo cual se debe a que es todavía muy niña y se apega a su libertad. – Le dijo Esteban. Dom asintió.
- Y hace bien. No voy a aceptar que le cortes las alas. Te lo advierto. – Le dijo con un tono amenazador que ni a Esteban le pasó desapercibido.
- ¿Cortar las alas? No entiendo. – Dijo Miranda. Dom la abrazó con fuerza.
- Con la autoridad que me da ser tu hermano mayor, no creo que sea bueno que te visiten, que te pongan horarios y que no te dejen salir con los amigos. – Le dijo Dom con seriedad. Esteban sonrió.- Especialmente si soy yo.
- Sé muy bien que Miranda tiene quince años. Por supuesto que no le voy a exigir una relación adulta. Ni yo estoy para eso. – Le dijo Esteban burlándose de su sobreprotección. – Y por supuesto, que no voy a dudar porque salga contigo.

Miranda decidió no decir nada y la llegada de Gina con unos pasabocas cambió el ambiente y el tema de conversación. Dom no podía estar insinuando lo que ella pensaba. No importaba que su novio fuese su mejor amigo, él no iba a permitir que ella se negara a salir con él.

Esteban no buscó otro momento a solas con Miranda el resto de la noche. Pero Dom le guardó una nota en el bolsillo de la falda de Miranda en medio de un abrazo de despedida.

- Lee y responde. – le dijo murmurando en el oído de la chica. Ella asintió. Se alejó caminando con su madre y su hermano Alessandros.

Miranda leyó la nota tan pronto estuvo a solas en su habitación. Diablos! Dom le ponía una cita en el jardín en diez minutos. Suspiró. ¿Qué iba a decirle? ¿Cuál sería su reacción real al noviazgo con Esteban? Se cambió la falda por una bermuda y las zapatillas de tacón por unas sandalias de estar en casa. Miró el jardín de su casa y las enredaderas que lo separaban del jardín de Dom. Había un tramo en el que podían verse y hablar sin tener que pasarse al jardín del otro. Estaba justo a unos pasos de la puerta del callejón, la salida que utilizaban los empleados para no interrumpir la atención de las visitas.

Miranda bajó y salió por la puerta de la cocina que daba al patio de atrás. No encontró a nadie en el camino y eso era un buen síntoma. Era hora de buenas películas en la televisión así que sus hermanos y las mujeres del servicio estarían embobados viéndolas. Sus padres estaban dormidos. Miranda salió y casi da un grito cuando Dom surgió entre las sombras. Él no se había quedado en su jardín, estaba sentado sobre las piedras ornamentales que su madre había mandado a colocar.

- ¿A qué estás jugando? – Le preguntó él con tono amenazante. Miranda se llevó las manos al pecho.
- Tú eres el que sales de la nada como un fantasma. – Respondió sin entenderle. Dom sonrió irónicamente.
- Sabes que no me refiero a eso. ¿Por qué aceptaste a Esteban? – Le preguntó. Miranda se alzó de hombros.
- Porque… porque me gusta. – Le dijo al final. No sabía en realidad por qué Diablos había aceptado a Esteban. A decir verdad lo había aceptado por que sí.
- ¿Desde cuándo? Y… ¿te gustaba cuando aceptaste acostarte conmigo? – Preguntó él sin dejar de ser amenazador su tono de voz. Miranda palideció.
- Sabes muy bien que prácticamente me convenciste a la loca de acostarme contigo. – le dijo ella tartamudeando. ¿qué quería él que dijera? Se preguntó al verlo enojarse más.
- No… Espera un momento. Tú aceptaste hacer el amor conmigo y yo no te obligué. – Miranda asintió. ¿Qué podía decir? – Y si bien es cierto que entre tú y yo no hay nada, ¿No te parece algo incómodo aceptar a Esteban a menos de una semana de haber hecho el amor conmigo?
- Qué hay de Karina? Tú te acostaste conmigo y tienes un noviazgo con Karina... -Dijo Miranda con voz insegura. A decir verdead no tenía claro lo que deseaba de Dom, nin siquiera sabía si deseaba que Dom fuera algo más que un buen amigo.

Miranda pasó las manos por su cabello y suspiró. Claro que era una extraña situación. Más que extraña era… incómoda. Sin embargo, tenía derecho a probar la experiencia del noviazgo como cualquier chica de su edad. Dom pareció tranquilizarse al ver su expresión preocupada. La haló hacia él y la abrazó.

- Lo siento… Es que no quiero que te metas en líos… - Le dijo sin concluir con certeza ninguna idea.
- No querer que me meta en líos no significa que me impidas vivir una relación normal. – Se quejó ella. Dom la besó en la cabeza.
- Y conmigo no sería una relación normal… - Le dijo él. Miranda suspiró.
- ¿Te gustaría que fuese tu novia?- Preguntó con el corazón a punto de salir por su boca. Dom apretó el abrazo.- ¿Qué pasará con Karina?
- No sé qué quiero. Te lo juro. – Le dijo. – Me encanta nuestra relación y no necesitamos más de lo que tenemos… Tal vez fue un error hacer el amor.

Miranda se separó para mirarlo a los ojos. La hería profundamente aquel comentario. Sabía que debía aceptarlo como la verdad más grande en su vida pero… ¿no le había gustado hacer el amor con ella?
- ¿No te gustó hacerlo? – Preguntó ella en un acto irracional. Él sonrió y le rodeó el rostro con las manos.
- Te mentiría si te digo que no. Pero… no podemos más que ser amigos.- Le dijo con profunda tristeza.
- ¿Por qué? – Preguntó Miranda sorprendiéndose hasta a sí misma. ¿Acaso quería ser algo más que amiga de Dom? Él sonrió después de un breve silencio.
- Porque entre tú y yo… por ahora… es mejor ser amigos.- Le dijo y se dejó vencer del deseo para besarla en la boca.

Miranda se derritió en sus brazos. Aquello era como estar rellena de algodón. Dom sacaba todo lo lujurioso, lo atrevido de su cuerpo. Se les olvidó donde estaban y quienes eran y si no escuchan un grito desde la cocina de la casa de Miranda, hubiesen hecho el amor allí mismo entre las plantas del callejón.

Miranda se separó respirando agitada y se abrochó la bermuda. Dom hizo lo mismo con su camisa y se fue sin volver la vista atrás. Miranda hizo varios ejercicios de respiración antes de calmarse y entrar. La señora Milé había roto una taza en la cocina por culpa de un ratoncito. Miranda la ayudó a colocar trampas y se despidió de ella para irse a dormir.

La señora Milé ni siquiera preguntó por qué estaba en el callejón a esa hora de la noche. Nadie en la casa desconfiaba de su buen comportamiento. Excepto ella misma. Se dijo Miranda observándose en el espejo de su tocador. Ya no podía confiar en sus propias emociones. ¿Cómo podía sentirse en el cielo entre los brazos de Esteban y el mismo día derretirse de pasión entre los de Dom? Estaba loca. Loca.

Se fue a dormir sin que pudiera llegar a tener claros sus sentimientos, hacia ninguno de los dos hombres en su vida. Tenía que tomarse un tiempo y además tenía que poner distancia.

Poner distancia entre ella y Esteban era fácil. Sólo tenía que evitar contestarle el teléfono o no asistir a una cita con él. En cambio, Dom. Miranda suspiró caminando hacia la casa de Dom como el reo camino a la horca. Dayana había organizado una tarde de piscina como le había propuesto Miranda casi un mes antes. Esta vez, el motivo era la despedida de la chica de su estadía en Barranquilla era una cena familiar, íntima, de muy pocos invitados.

Dayana la recibió en la piscina con su vestido de baño chorreando agua. Miranda se quitó la ropa allí mismo quedando en vestido de baño. Su hermoso cuerpo esbelto y joven engalanado con el bikini más pequeño de su armario. Se sentaron en unos descansos a la orilla de la piscina y empezaron a hablar.

- Creí que no vendrías. – Le dijo Dayana ofreciéndole un poco de su refresco. Miranda lo aceptó.
- Estoy avergonzada contigo. La verdad este fin de año me ha dado más duro que los anteriores. – Comentó. Era cierto, los exámenes y las tareas estaban a punto de volverla loca. Sin embargo, estaba el deseo de no cruzarse con Dom.

Ya era suficiente tener que verlo cuando iba a buscar a Lina y quedarse escondida en la oficina de la monja para no tener que aceptar que le llevara a casa en su auto. Además, le había tocado responderle el teléfono en dos ocasiones en las que Dom llamaba a Alessandros.

- Te perdono porque antes de la fiesta de cumpleaños, te portaste hermosamente conmigo. – Le dijo Dayana. - ¿Qué pasó en mi fiesta para decidieras encerrarte en casa?
- No estoy encerrada… solo que tengo más ocupaciones. – Le dijo tratando de decir lo más cercano a la verdad.

La señora de la cocina llamó a Dayana desde la casa. Al parecer, el padre de la chica la llamaba desde Estados Unidos. Miranda aprovechó para entrar a la casa y averiguar si Dom estaba en ella.

Y lamentablemente… o afortunadamente, Dom estaba en la casa. Miranda lo encontró en el estudio, rodeado de varias carpetas de papeles en el escritorio. Tan pronto la vio se levantó y titubeó en ir a saludarla.

Era como si él hubiese estado pensando en ella y de repente ella se había aparecido allí, medio desnuda por el pequeño bikini y él no pudiera evitar tenerla contra su cuerpo.

Miranda se dejó abrazar y recibió el roce de los labios masculinos en sus labios. Gimió cuando él apretó el abrazo y la apoyó contra el sofá detrás de ella. Miranda trató de separarlo.
- Espera… Dayana…- Empezó a decir y Dom lo único que hizo fue correr a ponerle el seguro a la puerta del estudio. La hizo ir al otro lado del sofá y empezó a acariciarla.
- No digas nada. – Le dijo mientras le bajaba los tirantes de la parte superior del bikini. – Sé que no es lo mejor.
- Entonces… ¿por qué hacerlo? – Preguntó ella en un hilo de voz. Dom sonrió con malicia.
- Porque nos gusta. – Le dijo y la hizo quitarse el sostén del bikini. – O… ¿no te gusta? – Le preguntó y la hizo acostarse en el sofá. Miranda perdió la voluntad y empezó a desnudarlo.

Hicieron el amor sobre el sofá sin prisas como si Dayana no estuviera allá afuera preguntando por Miranda y como si fuesen los únicos en el mundo. ¿Qué explicación darían si alguien los encontrara? Se preguntó Miranda cuando ya todo había terminado y Dom se vestía de nuevo en silencio. Él se había limpiado en el baño del estudio y la había ayudado a ella a hacer lo mismo.

Lo habían hecho en silencio. Como si hablar pudiera dañar la escena o traerlos a la realidad cuando sólo querían vivir ese sueño. Dom la abrazó de nuevo y la besó en la boca con deseo.

- Te deseo… Lo sabes… Y al mismo tiempo me recuerdo que eres la mejor amiga que he tenido en mi vida. – Le dijo él apasionado. Miranda suspiró.
- Yo lo sé. Me repito eso una y otra vez. – Le dijo. – Pero no me pinto como tu novia y no me pinto teniendo una relación formal contigo. ¿tú me entiendes?
- No te escondas más de mí. – Le dijo él con voz enronquecida. – Tal vez si nos vemos a diario como antes, si conversamos a diario… el encanto desaparezca. – Le propuso. Miranda sonrió con tristeza.

Le daba dolor, y lo sentía casi físico, pensar que él quería deshacerse de ella. Arreglaron todo el desorden y se fueron hacia la piscina. Dayana hablaba animadamente con una prima de Dom.

- ¿Dónde andaban? – Preguntó Dayana dando a su sonrisa una expresión de curiosidad y malicia. Dom sonrió y besó a su prima en la mejilla.
- Miranda llegó a interrumpir mi tiempo de estudio. – Le dijo como si estuviera quejándose. Miranda sonrió esforzándose por parecer normal.
- ¿Te vas a bañar en la piscina con nosotras?- Lo invitó Dayana. Dom movió enérgicamente la cabeza de un lado a otro. Su mirada estaba fija en el rostro de Miranda cuando dijo con malicia:
- Yo medio desnudo con tres mujeres medio desnudas… Demasiada tentación.- Les dijo , haciéndolas reír y se despidió de ellas.

Miranda sintió un deseo irracional de seguirlo. Estaba perdiendo la perspectiva de las cosas y eso no le gustaba. Eran amigos. Independientemente de aquella atracción entre ellos, debía estar su amistad. Dayana la involucró en una conversación sobre vestidos de baños y la tarde transcurrió como la de un día cualquiera.

No habían muchos días comunes en la vida de Miranda desde que aceptó tener relaciones con Dom. Reconoció mientras escuchaba a Dayana contar sus experiencias en Atlanta, donde había pasado sus anteriores vacaciones. A Miranda le hubiera gustado tener la oportunidad de alejarse. Tierra de por medio podía ser la solución para que su cuerpo y su corazón pero sobre todo sus hormonas olvidaran a Dom.

El tiempo pasó casi sin sentirlo. Miranda se asombró mirando por la ventana de su habitación, de lo avanzado que estaba la organización en el jardín de su vecina. En el mismo jardín alrededor de la piscina, donde dos años antes había compartido una tarde de piscina con Dayana ahora todo estaba lleno de flores, mesas, sillas y bombas… porque ese día era el matrimonio de Dominico.

Casado. Repitió su mente en silencio. Dominico se casaría con Karina, su novia oficial de los últimos tres años porque estaba embarazada. Miranda se mordió el labio y aprisionó las manos contra su vientre obligándose a no llorar.

Le producía un dolor casi físico recordar el momento en que descubrió que Dominico organizaba una boda relámpago. Había recibido la noticia un viernes en el que como todos los de los dos años transcurridos, había pensado salir de rumba con Esteban, Dominico y los amigos de la universidad. Miranda se había vestido en una carrera meteórica puesto que había llegado tarde a su casa. Y también corriendo había comido para estar lista cuando Esteban llegara a buscarla.

Esteban llegó como siempre, cuando las agujas del reloj marcaban con exactitud la hora acordada. Nunca un segundo antes, ni tampoco un segundo después. Miranda acostumbrada a ello, salió y se subió a su auto sin despedirse de nadie en la casa. Ya no sostenían relaciones, Esteban se había aburrido de rogarle a Miranda que estuviera con él. Miranda no fue capaz de acostarse con Esteban sin contarle la verdad acerca de Dom. Lo mejor para ambos era terminar y así lo hizo Miranda.

Sin embargo habían mantenido su relación de amigos y se veían con frecuencia especialmente cuando decidían hacer reuniones de su viejo grupo de estudio. Llegaron al sitio de reunión y allí, estaba Dominico… con Karina. Miranda apenas se cruzaba con ella en las fiestas de la familia Di Stefan. Tuvo que hacer un esfuerzo para no llorar. Saludó a Dom haciendo el mayor esfuerzo de su vida por aparentar tranquilidad. En cambio Dom parecía estar feliz y tranquilo.

Le presentó al grupo a su hermosa novia Karina. Miranda se mantuvo en silencio y hasta un poco retirada del grupo. Esteban apenas lo notó. Estaba tan conmocionado como sus demás amigos ante el anuncio de Dom de que se casaría en menos de un mes.

Sin embargo ninguno le preguntó abiertamente el motivo de aquellos afanes. Miranda se enteró al día siguiente de las razones y lloró como una Magdalena encerrada en el baño de su casa. Karina estaba embarazada.

Hasta ese momento, nunca se había preocupado por quedar embarazada. Era como si todo el tiempo hubiese pensado que Dom no era capaz de hacerle un hijo. Y a Karina se lo había hecho. Le daría un hijo y sería su esposa. Miranda sentía que iba a morir, sentada en el suelo, recostada a la puerta de su baño.

Se alejó de la ventana y decidió reunirse de nuevo con sus familiares en la sala de su casa. Estaban almorzando por la celebración del cumpleaños de Luisa que coincidía con la fiesta de boda de Dominico. Estaban todos sus primos, primas, tías… y hasta los vecinos. Gina Di Stefan se acercó a ella y la hizo caminar a su lado hacia el jardín.

- Sabes… siempre pensé que algún día te casarías con Dom. – Le dijo. Miranda se esforzó por sonreír.
- Lo sé. – Dijo con simpleza. Gina suspiró.
- Karina es una hermosa chica, de muy buena familia y muy cortés… pero hay algo en ella que no termina de gustarme. – Confesó Gina. Miranda no dijo nada.

¿Qué podía decir? Si abría la boca lo más seguro es que terminara demostrando lo herida y triste que se sentía ante la proximidad del matrimonio de Dom. La señora le dio un par de palmadas sobre su mano.
- Ojalá me equivoque… pero no veo a Karina como la esposa y la madre ideal.- Le reveló Gina con voz melancólica. Miranda frunció el ceño.
- ¿Por qué dice eso? – Preguntó interesada.
- Reniega de su embarazo cuando cree que nadie de la familia la oye. – Le dijo Gina confiando en su prudencia. – Lo ve como un obstáculo en su carrera como modelo. Desea que pasen pronto los seis meses que le faltan para poder reanudar su vida de pasarelas. ¿Qué clase de madre será?
- Tal vez es su juventud. – Dijo Miranda sin mucho convencimiento. Gina la miró a los ojos.
- Tú eres más joven que ella. – Le recordó. – Y… ¿renegarías de llevar en tu vientre al hijo de Dom?

Miranda se sonrojó hasta la raíz de sus cabellos. Algo en aquella mirada, en aquella confesión tan íntima le hacía pensar que Gina sabía de su relación con Dom.

No había podido separarse de Dom, no había podido rechazarlo. Se encontraban con frecuencia en secreto y se escondían en un motel a amarse como locos. Algunas veces salieron a cenar… en un plan de amigos… Y la confianza entre ellos se había mantenido, excepto que Dom no fue capaz de decirle que había dejado embarazada a Karina.

Ahora Gina le hacía aquella revelación sobre Karina. ¿Cómo responder a aquella pregunta sin comprometerse con la señora? Suspiró.
- Pero… no sé qué haría… - Titubeó y sintió alivio de que unas tías suyas se acercaran a ella y se comenzaran a conversar con Gina.

Miranda no volvió a ver a Dom en muchos meses. Estaba totalmente comprometida con su segundo semestre de estudios. Y los preparativos de su boda y del nacimiento de su hijo parecían tenerlo ocupado. Hasta había dejado de buscar a Lina en el colegio.

La hora para asistir a la boda de Dominico llegó. Miranda se vistió con el modelo de diseñador que su madre le había comprado. Tenía un escote de vértigo en la espalda que la dejaba prácticamente desnuda.

Miranda se podía imaginar bailando con el novio, con su enorme mano cálida sobre su cintura desnuda mientras bailaban el vals. Sacudió su cabeza alejando aquel pensamiento. Tan pronto llegara el momento de cumplir con la tradición de que todas las mujeres de la fiesta bailaran con el novio, ella se retiraría al jardín para que nadie recordara su presencia.

Llegó con sus padres después de la ceremonia. Esta había transcurrido en el jardín con un juez que Dom había contratado. La hermosa Karina estaba vestida de novia, con un hermoso traje blanco perla que disimulaba su ya avanzado embarazo. Miranda sintió deseos de llorar mientras, obligada por el protocolo se acercó a los novios para desearles felicidad.

Dom la miró de pies a cabeza y luego se inclinó un poco para que Miranda rozara con sus labios una de sus mejillas. No dijo nada pero Miranda pudo sentir que seguía siendo atractiva para él y que estaba deseando besarla. Se alejó de los novios como si fuesen el diablo en persona.

Se reunió con sus amigas de vecindario. El momento de bailar con el novio llegó pero la novia tuvo un conveniente mareo justo cuando las primas de Dom invitaban a Miranda a bailar con él. Todos corrieron a auxiliar a la novia y se terminó la sesión de baile.

Miranda suspiró aliviada pero al mismo tiempo sintió curiosidad. ¿Acaso Karina estaba celosa de ella? ¿Sabía Karina algo de su relación con Dom? Se preguntó mientras comía de los pasabocas en la fiesta. Sin embargo, esa fue una pregunta que recibió respuesta casi dos años después cuando Karina perdió a su segundo bebé y Miranda se fue a visitarla obligada por su madre.

María Camila corrió a sus brazos como siempre y le llenó el rostro de besos. Era una hermosa versión femenina de su padre. Pensó Miranda mientras alzaba en brazos a la hija de Dom. Tenía casi dos años y sentía un profundo amor por Miranda. “Como si un lazo profundo y desconocido la uniera a ella.” Pensó Miranda mientras la niña trataba de contarle en su infantil manera de hablar lo que estaba haciendo en el jardín.

Karina estaba sentada en una silla del jardín, rodeada de los mimos y los cuidados de Gina y sus empleados. Miranda se acercó a ella y la saludó.
- Buenas tardes, Karina. – Le dijo con formalidad. - ¿Cómo te has sentido hoy?
- Estoy mejor. – Respondió con desgano Karina. Miranda se imaginó que de haber estado a solas, la mujer no le habría contestado el saludo.
- Se te ve mejor. Tienes un poco de color sobre las mejillas. – Le dijo Luisa sentándose en una silla enfrente a la de Karina. Miranda se fue a jugar con María Camila a un lado de la mesa.

Las mujeres continuaron la conversación acerca del semblante, los cuidados y la responsabilidad de Karina para con su salud. Y de repente, Miranda que había estado concentrada en lo que María Camila le conversaba, se quedó a solas con la niña.

- ¿Has salido con Dom? – Preguntó sin preámbulos Karina asombrando a Miranda quien se sentó sobre el césped.
- No he visto a Dom en meses. – Le dijo ella con calma. No podía seguirle el juego a Karina y llevar la conversación al tema de las razones de la mujer para pensar que Miranda era amante de Dom.
- Así que no está desquitándose contigo las ganas.- Le dijo. Miranda palideció y miró preocupada a María Camila en un irracional temor porque la niña entendiera.
- No sé de qué hablas. – Le dijo tartamudeante.
- ¿Creías que me engañabas? Tienes una cara de mosquita muerta que sólo te creen tus padres. – Le dijo. Miranda entrecerró los ojos.
- ¿Engañar? ¿En qué? – Insistió sin saber cómo saldría de aquel enfrentamiento. Karina estaba insinuando que era la amante de Dom.

Aquello producía un profundo dolor en su corazón por dos motivos distintos. Karina suponía que ella era la amante de Dom y el otro es que Dom apenas si la había mirado durante este último año… ¿con quién estaba saliendo entonces?
- Desde que te conocí supe que te habías acostado con Dom. – Le dijo Karina. Miranda tragó en seco.
- Estás diciendo tonterías. Dom es sólo mi vecino. – Le dijo. Karina sonrió con malicia.
- No soy tonta. Sé que Dom se casó conmigo porque estaba embarazada. – Le dijo como rememorando una película. – Y que continúa conmigo porque todos los días se propone olvidarte y crear una familia estable para su María Camila.

Miranda frunció el ceño. No sabía si aceptar todo lo que Karina le decía o convencerla de que había sacado las conclusiones equivocadas. Estaba a punto de decir algo cuando Karina le dijo:

- No importa lo que digas. Sé cuando una mujer se ha acostado con alguien. Y tú lo hiciste… o lo haces con Dom. – Le dijo con convencimiento de causa. – Es demasiado sensible a las conversaciones acerca de tu vida amorosa… demasiado consciente a tu presencia cuando estás en el mismo salón que él… y se conmueve hasta las lágrimas cuando sostienes a su hija en tus brazos…
- No sé qué te estás imaginando…- intentó decir Miranda pero Karina la hizo callar con un gesto de su mano.
- Y al principio, sentía unos celos terribles contra ti… por ello te saqué de la lista de invitados a las reuniones familiares. – Le confesó asombrando a Miranda, pues ella había creído que Dom tenía que ver con eso. – Luego, me di cuenta que cumplía su papel de marido fiel conmigo… aún cuando se acostara contigo… pensé que tal vez había una oportunidad para mí.
- Insisto en que estás confundiendo las cosas… Tal vez estás demasiado sensible después de tu aborto…- Le dijo Miranda y se detuvo al ver que Karina reflejaba en su rostro, el dolor de haber perdido el bebé.
- Este aborto cambia muchas cosas en mi vida. – Le dijo mirando a lo lejos como si meditara. – Incluyendo lo que siento por ti. Espero que aproveches la oportunidad que voy a darte. Y que sea lo mejor para las dos.

Miranda frunció el ceño. ¿De qué hablaba Karina? Ella lo único que hizo después de eso fue llamar a Dorotea la chica que le acompañaba siempre y le dijo que deseaba entrar a la casa. El frío de la tarde le estaba haciendo sentir mal.

Miranda iba a visitar a María Camila y a Gina en las tardes. No todos los días pues su conversación con Karina le había dejado en claro que la mujer de Dom sentía celos de ella. Karina era una mujer peligrosa aunque estuviera convaleciente y un comentario sarcástico suyo podría dañar la relación de Miranda con la familia Di Stefan.

En las tardes de visita, Karina no salía de su habitación y Dom no se aparecía por la casa. Miranda tenía la precaución de anunciarse y prepararlos para su llegada. De tal modo que ambos la eludieran y evitaran una situación incómoda. Eso no impedía que se vieran a solas. Que Dominic le mandara tiquetes a otra ciudad de la costa y se reuniera con ella para vivir uno o dos dias de escape.Así transcurrieron casi tres años, pero Gina cumplió años y la familia decidió hacer una asado en la finca de descanso familiar.

Miranda no podía negarse a ir. Sus padres verían mal que decidiera no asistir sin un motivo claro. Los finales habían terminado y ya estaba esperando la fecha para recibir grado en la universidad. Se miró en el espejo retrovisor del auto mientras esperaba a que su madre se bajara del otro lado. Las gafas oscuras ocultaban la tristeza en sus ojos y lo que contrastaba con la alegría de los colores que había escogido para vestir.

La fiesta estaba en su apogeo. Gina iba y venía acomodando invitados y recibiendo halagos. Era todavía muy hermosa, esbelta y atractiva a pesar de sus 45 años. Y le encantaba ser el centro de atención. Luisa le entregó su regalo y le dijo que se desentendiera de ellos.

“ Somos de la familia” Le dijo para que Gina atendiera a otros de sus invitados que habían coincidido en llegar con ellos.

Miranda besó a Gina en la mejilla y buscó a María Camila. La niña jugaba en la piscina con otros niños de la familia. Salió del agua para saludar a Miranda mojándola con su abrazo. Para Miranda aquella humedad era una caricia. Adoraba a aquella chiquilla y la manera en la que la amaba.

Estaba saludando algunos familiares de Gina cuando su mirada se cruzó con la mirada de admiración que inspiraba en los ojos de Dom. Miranda contuvo el aliento como si él le hubiera tocado de improviso y de manera atrevida. Había en sus ojos una expresión de deseo que hizo ruborizar a la chica.

Él hizo aquel viejo gesto de beisbolista que significaba entre ellos que deseaba hablar a solas con ella y luego, movió la cabeza como si la invitara a seguirlo. Miranda lo vio caminar hacia el sendero detrás de la casa principal. Ella sabía que más allá de la zona de árboles frutales, había una cabaña para invitados.

Tenía casi tres meses  de no verlo y el mismo tiempo de no tocarlo, de no sentirlo… Podía seguirlo y hablar. Después de todo nada pasaría. Se mintió mientras caminaba hacia el sendero. Estaban en medio de una fiesta familiar y había quedado claro entre los dos que Miranda era la única que sentía algo en esa relación.

Se habían buscado muchas veces. Viéndose a escondidas como amantes. Algo que mortificaba a Miranda pero que no podía negarse a vivir. No podía dejar a Dom. No podía alejarse de él. Tal como alguna vez Karina le confesó a Miranda.

Dom solo quería hablar con ella. Se siguió diciendo mientras caminaba por el sendero unos dos metros detrás de él. Tal vez Karina le había hablado de sus celos y de sus dudas y él quería aclararle todo. No iban a tocarse, mucho menos a besarse, tan solo a hablar. Le mintió a su conciencia mientras lo seguía a la sala de la cabaña.

Dom dio media vuelta y la miró. Miranda se detuvo a unos pasos. Él la miró en silencio y extendió una mano hacia ella. Miranda frunció el ceño y titubeó.
- Tal vez no debamos… - Dijo débilmente mientras extendía una mano hacia él y entrelazaba sus dedos con los masculinos.
- Te extraño… - Le dijo él en un hilo de voz bajo y ronco. Miranda sintió un hueco en su estómago.
- Tu esposa está a unos pasos…- Empezó a decir no muy convencida. Dom sonrió con desgano.
- Y mientras hago el amor con ella, te recuerdo una y otra vez. – Confesó él atrayéndola hacia su cuerpo. Miranda se dejó seducir por su cercanía, su olor a hombre, su calor. – Cuando estoy con ella, no hago más que recordar… estas ganas de tenerte… ese vuelco en el estómago cuando me miras como ahora.

Sin terminar de quitarse la ropa, hicieron el amor sobre el sofá en la salita. Miranda estaba acostada sobre el sofá y Dom cabalgaba sobre ella cuando un grito de asombro los hizo separarse. En la puerta, pálida y asustada, estaba Luisa. Dom se cubrió con la blusa de Miranda y Miranda se levantó a ponerse la ropa.

- ¿Cómo puedes…? ¿Desde cuándo… ¿ - Tartamudeó pero no todo se le entendía. Miranda se terminó de vestir y corrió hacia ella convencida de que le daría un infarto.
- Mamá… trata de tomar las cosas con calma…- Le dijo tartamudeando también.
- No importa… no quiero que me expliques nada… ¿Cómo pudieron ser capaces de engañarnos a Gina y a mí de este modo? – Preguntó al borde del llanto. Miranda se mordió el labio. ¿Qué diablos decir?

Aquel reclamo resumió el resto de la furia y el silencio enojado que siguió. Luisa encontró fuerzas en su dignidad y dio media vuelta. Miranda titubeó sin saber si quedarse o correr detrás de ella. Hasta decidirse a marcharse detrás de su madre.

Luisa simuló una media hora más de tranquilidad, antes de solicitarle a Antonio, el padre de Miranda, que las llevara a casa. Adujo que se sentía indispuesta y la expresión en su rostro acompañó a la mentira. Sólo Miranda sabía que su dolor no era físico sino sentimental. Miranda le había faltado y de qué manera a los valores que Luisa había querido enseñarle.

No hubo escándalo. Los Di Stefan continuaron sus relaciones con los Dosantos aunque Luisa visitaba cada vez menos la casa de su amiga Gina. Dom no volvió a asistir por lo menos en los dos años que siguieron a ninguna de las reuniones familiares en la casa Dosantos. Y Miranda decidió irse a estudiar a Bogotá.

Luisa fue la primera interesada en que se marchara. Tenía la impresión de que Miranda aún sostenía relaciones escondidas con Dom. Y poner distancia entre ellos ayudaría a que las cosas volvieran a ser como antes. Miranda sonrió a su imagen en el espejo mientras recordaba los consejos de su madre en aquella época. Luisa tenía la ilusión de que el deseo fuese pasajero y que Dom y ella se convencerían con el tiempo de que no podían ser el uno para el otro.

Miranda había tenido otras relaciones pero todas habían terminado llevándola a la misma conclusión. Ningún hombre podía competir con Dom aunque habían pasado dos años desde la última vez que se vieran. Miró su vestido de ejecutiva. Estaba a punto de dejar su vida de ejecutiva para regresar a Barranquilla. Allí tenía una oferta de trabajo que no podía rechazar: María Camila estaba sufriendo porque su madre se había ido de la casa y necesitaba una madre postiza.

Cerró los ojos recordando la emoción al escuchar la voz de Dom haciéndole semejante propuesta a través del teléfono. Sin pensar en nada más que en la posibilidad de tenerlo cerca había dicho que sí. La psicóloga de María Camila le había sugerido que siendo Miranda tan importante para la niña como su madre, era la más indicada para reemplazarla.

La propuesta le había parecido descabellada al comienzo. Le había dicho Dom al borde del llanto. “Pero después de seis meses viendo sufrir a mi hija, no me queda otra posibilidad que rogarte, de rodillas, que vengas a vivir conmigo.” Miranda tomó aire como si le faltara para respirar y abrió los ojos.

Aquella era una situación traída de los cabellos. Lo sabía. Pero no podía rechazar la posibilidad de tenerlo… Su exitosa vida de ejecutiva en Bogotá no tendría jamás el mismo valor que un año… o dos viviendo con Dom. Lo sabía como si lo viera en una bola de cristal.

Salió del baño de la oficina y se reunió con la mujer que la reemplazaría en su función de ejecutiva de ventas de una importante empresa de cosméticos. Miranda le sonrió a la chica y continuó su proceso de inducción. Eran casi las cinco cuando recibió una llamada al celular.

- No puedo creer que sea cierto. – Le dijo Alessandros en el teléfono. Miranda contuvo el aliento.
- ¿De qué me hablas? – Preguntó tratando de hacer tiempo.
- Mamá nos acaba de contar que regresarás a Barranquilla esta tarde porque vas a vivir con Dom. – Resumió él. Miranda gimió angustiada. La voz de Aless le daba a entender que no estaba de acuerdo con ello.
- Es cierto. – Dijo en un hilo de voz. Aless gruñó al otro lado.
- ¿Y tu carrera profesional? – Preguntó él. Miranda se mordió el labio.
- Voy a continuarla en Barranquilla. – Respondió simulando tranquilidad. Aless volvió a gruñir.
- ¿Estás segura que lo amas? ¿No es un capricho de tantos? – Insistió su hermano. Miranda cruzó los dedos de su mano libre mientras decía:
- Estoy segura de lo que hago. – Aless le cortó la comunicación.

Alessandros odiaba hablar por teléfono y de seguro quería tenerla al frente para sacudirla mientras la hacía reaccionar. Miranda terminó de firmar los papeles frente a ella y agradeció a su secretaria por todo lo que le había ayudado. Se despidió de todos, aunque ya lo había hecho el día anterior en una pequeña reunión en su apartamento y salió del edificio.

Su vuelo salió casi a las ocho y se sorprendió cuando en lugar de su madre, la recibió Alessandros. Él la abrazó tan pronto la tuvo enfrente y le besó la mejilla.

- Y …¿adónde debo llevarte a tu casa o la de Dom?- Preguntó él mientras subía la última maleta en su portaequipaje. Miranda sonrió con tristeza.
- A casa… Aún no conversamos con Gina y con María Camila acerca de esta decisión. – le dijo Miranda. Aless asintió y se subió al auto.
- ¿Sigues creyendo que es una decisión equivocada? – Preguntó cuando llevaban algunos minutos de viaje en silencio. Aless se alzó de hombros.
- Contigo… no se puede. Cuando decides algo no hay manera de echar atrás. – Le dijo resignado. – Sólo espero que te vaya bien.
- ¿Hablaste con Dom? – Inquirió de nuevo. Aless negó con la cabeza.
- No sabría qué decirle. Cuando Karina se fue de la casa, me costó mucho trabajo convencerlo de que la vida continuaba y que él tenía que ser fuerte para su hija. – Le dijo Aless. – Incluso le aconsejé salir con otras mujeres… lo que no pensé es que serías tú, su elección.

Esa respuesta le dijo a Miranda que su madre no le había contado a Aless acerca de la escena durante la fiesta de Gina. Eso al menos le daba seguridad para enfrentarse a los demás, aunque no sabía cómo iba a hacer para que Luisa no lo viera como otra excusa más para ser la amante de Dom.

Al llegar a la casa, Luisa y Antonio la esperaban en la sala. Ambos la recibieron con besos y abrazos y le preguntaron acerca del viaje. Antonio la hizo sentarse en el sofá para dos y le tomó una mano.
- ¿Estás segura del paso que vas a dar? – Preguntó Antonio. Miranda aspiró una bocanada de aire para contestar.
- Sí. Por eso estoy aquí. – Le respondió. Antonio asintió.
- No es fácil ser la otra. – Le dijo. Miranda se mordió el labio tratando de no llorar. Sabía que su decisión ofendía en mucho los valores que Antonio había querido enseñarle. No miró a su madre mientras le decía:
- No voy a ser la otra… Karina decidió marcharse de su casa y comenzar una nueva vida. – Le dijo con calma. – Dom y yo vamos a probar si una relación entre nosotros funciona. Si no quieres que viva en su casa, no lo haré.
- Creo que no somos quiénes para tomar esa decisión. – Le dijo Luisa después de aclararse la garganta. Miranda la miró.
- Vivas aquí o vivas allá… somos conscientes de que Dom y tú serán amantes. – Le dijo sin que su tono de voz revelara sus sentimientos al respecto.
- Sí. Eso ya lo discutimos con tu madre. – Le dijo Antonio. – No estamos en el siglo pasado, ni pensamos de manera retrógrada. Sólo nos preocupa que no estés tomando la decisión correcta.
- ¿Hay algo en Dom que no te guste? – Preguntó Miranda alzando una ceja. Antonio se alzó de hombros.
- A decir verdad, me encanta. Es casi un hijo para mí. – Reconoció emocionado. – Por esa misma razón deseamos que tomen la decisión correcta.- Le dijo y se aclaró la garganta. – Ustedes han sido siempre amigos y no se ven desde hace dos años… ¿De dónde sale esta relación?
- Así son las cosas del amor… papá. Incomprensibles. – Le dijo Miranda sin saber cómo explicarle a su padre las razones para creer que entre Dom y ella podía haber una buena relación sin contarle que había sido su amante desde los quince años.

Miranda miró a Luisa y se alzó de hombros. Luisa asintió en silencio. Era obvio que no quería contarle de su relación secreta con Dom a su padre, como Miranda. De lo contrario ya se lo habría dicho. Conversaron acerca de la mejor manera de decirle a María Camila acerca de su nueva situación y de cómo se sentía Miranda acerca del nuevo papel de madre que representaría para la niña.

Obviamente hacer de madre de María Camila era lo que menos preocupaba a Miranda. Desde que la niña nació, se sintió ligada a ella con un profundo afecto. María Camila corría a sus brazos y hablaba de ella como de una segunda madre, desde pequeña así que talvez asumirla como madrastra en adelante no sería difícil.

Tal vez. Se dijo Miranda mientras se cambiaba de ropa para ir a la casa de Gina a saludar. Tal vez porque no estaba segura de que María Camila quisiera un reemplazo para su madre, tenía un nudo en el estómago que no se le deshacía desde que su madre le anunció de la llamada de Gina. Estaban esperando a que la familia Dosantos cenara en casa de los Di Stefan para anunciarle a María Camila la decisión de su padre.

Miranda cerró los ojos y se mordió el labio pensando en Dom. Necesitaba verlo y hablar con él antes de hacerlo con María Camila. Después de todo no sabía a ciencia cierta que era lo que él pretendía de aquella situación. Sonrió burlándose de sí misma. ¿A quién pretendía engañar pensando de esa manera? Dom había dejado en claro en su llamada telefónica que la quería en su casa, reemplazando a Karina hasta que María Camila asimilara su papel de huérfana de madre. ¿Eso significaba que la quería en su cama? A esa conclusión habían llegado sus padres y ella después de hablar de la propuesta. ¿Pero realmente Dom le estaba proponiendo ser su amante?

Luisa la llamó desde el primer piso recordándole que la esperaban para irse a casa de los Di Stefan. Miranda dio una última mirada a su apariencia y caminó decidida fuera de su habitación. Se sorprendió al encontrar a su hermano Aless junto a sus padres. En realidad, Aless se había mostrado en desacuerdo por su decisión de abandonar su carrera profesional por rehacer la vida familiar de un amigo. Para él, era una situación demasiado absurda.

Sin embargo, mientras caminaban hacia la mansión Di Stefan, sus tres acompañantes conversaron acerca de las ventajas que ser la mujer de Di Stefan podría traerle a su vida. De alguna manera, la animaban a ver las ganancias económicas y de relaciones que esto podría traerle aunque no parecían encontrar razones sentimentales o profesionales positivas.

La mansión Di Stefan estaba engalanada con las mejores galas para recibirla. Gina estaba feliz. Eso se veía en su sonrisa permanente, en su vestido de fiesta, color naranja y en las galas de su mesa para la cena. Recibió a Miranda abrazándola y besándola en las mejillas, emocionada.

- Sobra decirte que me encanta que vayas a formar parte de mi familia. – Le dijo. – Cuando Karina iba a casarse con Dominico… yo te lo dije: ¿Recuerdas?
- Sí. Me lo dijiste. – Le respondió Miranda sentándose en la salita con sus padres.
Por eso no entendía como Gina estaba feliz de que Dom la tomara como la otra. ¿Acaso no la amaba como a una hija? ¿NO quería que fuese la segunda esposa de Dom?

Sin embargo, ahondar en estos pensamientos, la haría reflexionar acerca de cuál era el papel que deseaba en la vida de Dom. Ser su amante oficial ya era un placer. NO tener que esconderse de los demás para estar juntos. Después de todo ¿Cuándo había dejado de ser la amante de Dom? Nunca.

- ¿Y Dom? – Preguntó Aless. Miranda contuvo el aliento.
- Está por llegar. – Le dijo Gina. – ¿Quieres hacer de barman y servirnos un vino, Aless?

Aless se puso de pie y se fue al bar por toda respuesta. Las relaciones entre ambas familias siempre habían sido muy cercanas e íntimas. Había que derrumbar un poco el frío de la impresión que causó la decisión de Dom y Miranda. Gina era la más indicada para hacerlo. Pensó Miranda mientras le seguía la corriente a Gina quien trataba que el ambiente fuese tan tranquilo y espontáneo como había sido siempre.
- ¿Te podemos ayudar en algo para la cena? – Preguntó Miranda. Gina movió la cabeza de un lado a otro mientras se sentaba en una silla con Luisa.
- Te cuento que estaba tan emocionada por este encuentro que he comenzado los preparativos desde ayer. – Les dijo feliz. – Tengo enloquecidas a las mujeres en la cocina hasta el punto que me prohibieron asomarme por allí.
- Nosotros también estamos ansiosos por ver como se desenvuelve esta situación. – Le dijo Luisa a su amiga, tomándole la mano. – Cuando nos sentábamos en el jardín, con los chicos corriendo de un lado a otro, jamás imaginamos que todo lo que soñamos algún día se realizara.
- Recuerdo que Nicolas era el primero en decirnos que no debíamos hablar de eso con los chicos pues podían sentirse incómodos si no llegaban a gustarse. ¿Recuerdas? – Dijo Gina recordando a su difunto marido. Miranda alzó una ceja sorprendida.

Nunca había imaginado que Luisa también quisiera casarlos. Miranda miró a su madre como si quisiera leerle los pensamientos. ¿Sería esa la razón por la que Luisa había recibido sin escándalo el hecho de que Miranda fuese la amante de Dom? Miranda estaba segura de que su madre se sentía un poco culpable de haberlos acercado tanto.

¿Qué haría Luisa si supiera que Dom había sido su primer hombre? Qué diría si Miranda le contara de todos los encuentros secretos de Dom con ella mientras la familia estaba en misa… o ¿cuando fingía ir a hacer una tarea y en realidad se daba la vuelta para entrar a la casa de Dom por el callejón de atrás? ¿O de los viajes de Dom a Bogotá para verla aún casado con Karina? Se mordió el labio. Era una estupidez pensar que podía contarle la verdad de su relación con Dom a su madre. Eso sólo le causaría más dolor.

Dom apareció en la sala en silencio. Miranda palideció mientras lo veía saludar a su madre con un beso en la frente. Luego se acercó a Luisa y le besó la mejilla y estrechó la mano de Antonio antes de mirarla y hacerla levantar del sofá. Miranda sentía que estaba temblando de pies a cabeza, él le sonrió con una ternura que pocas veces le había visto Miranda, le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja y la acercó rodeando su cintura con un brazo. ¿Iba a besarla delante de sus padres en su primer encuentro oficial? Se preguntó Miranda. Dom la besó en la mejilla y aspiró su perfume.

- ¡Qué bien hueles!- Le dijo. Miranda sonrió. Había olvidado aquella manera secreta de decirle en público que la deseaba. Miranda se aclaró la garganta.
- Es el mismo perfume de siempre. – Respondió. Y él sonrió. Esa respuesta decía que ella estaba deseosa de verlo a solas.
- ¿Pueden darme unos minutos para cambiarme? Hoy ha sido un día horrible en el trabajo… - Comentó mientras soltaba a Miranda para acercarse a Aless y saludarlo.
- Por supuesto, Dom… Aless nos está preparando un aperitivo.- Informó Gina. Dom se abrazó con Aless y sonrió burlón.
- Los tragos de Aless no son aperitivos. Terminaremos borrachos a la segunda copa. – Les dijo conociendo de las habilidades de Aless en el bar. Este sonrió.
- No te preocupes, seré muy comedido. – Comentó Aless y siguió preparando un aperitivo. Le ofreció uno a Dom quien lo aceptó y se lo tomó de un trago.
- Gracias, compañero. Ya regreso y te acompaño. – Le prometió Dom y se fue de la sala, no sin antes alborotarle el cabello a Miranda al pasar por detrás de ella.

Ahí iba de nuevo. Ese gesto la invitaba a escabullirse y subir a su habitación. Dom estaba loco si pensaba que ella le seguiría el juego. ¿Cómo escabullirse si todos estaban pendientes de sus reacciones? Decidió ignorarlo y se quedó conversando con Aless quien después de entregar a cada uno un trago, se sentó cerca de la silla donde estaba.

- No me había fijado nunca en la manera como te mira Dom. – le dijo Aless. Miranda alzó un poco una ceja.
- ¿Y cómo me mira? – Preguntó intrigada.
- Es una mezcla de admiración y cariño… pero no había notado que lo atraes como mujer. – Le dijo Aless. Miranda siempre había temido que Aless le dijera eso. Después de todo era el mejor amigo de Dom y adivinaba cuáles eran las chicas que estaba conquistando incluso antes que el mismo Dom diera el primer paso.

Miranda bajó la mirada y dio vueltas a la copa de vino blanco que su hermano le había entregado. ¿Cómo habían engañado a todos para que ninguno descubriera cuánto se atraían? Miranda no sabía a ciencia cierta. En todo caso, hasta que Luisa los descubrió desnudos haciendo el amor, ningún miembro de la familia les había hecho un comentario insinuante sobre sus sentimientos.

Excepto Karina. Pensó Miranda recordando el comentario de Karina cuando la fue a visitar por su aborto. Karina le había dicho que sabía de su relación con Dom y Miranda estaba segura de que no había sido porque Dom le contara. ¿Acaso su huida era la oportunidad que había prometido darle a Miranda? Se preguntó ella. Le había dicho que la aprovechara. ¿Verdad?

Dom se reunió con ellos de nuevo un poco después. Vestido de manera más informal pero sin ser casual. Se sentó en el brazo de la silla donde estaba Miranda y acarició un hombro de la chica mientras hablaban de noticias de la ciudad. Miranda sonrió a la mirada conspiradora de Gina y a la mirada de aceptación de Luisa. O acaso estaba engañándose a sí misma por pensar que su madre aceptaba su relación?

A las ocho en punto, Gina anunció que pasarían a la mesa. Todos se acomodaron según la indicación de la señora. Antonio sentado en el puesto de la cabecera de la mesa como jefe de la familia y las señoras sentadas a su derecha y a su izquierda. Aless sentado al lado de su madre y Miranda al lado de Dom quien ocupaba el otro lado de la mesa.

- Espero que disfruten de la cena. – Les dijo Gina antes de comenzar a comer. Todos la imitaron.

Dom inició una conversación acerca del tiempo que había transcurrido desde la última vez que estuvieron así, sentados en aquel ambiente tan familiar. Miranda recordó que había sido una cena de navidad, un año atrás, sólo que faltaban Karina y María Camila.

Pensar en la niña hizo que mirara a Dom y le susurrara.
- ¿Y María Camila? – Dom la miró con tristeza en su expresión.
- Esta mañana, estaba hecha un mar de lágrimas. Convencí a Diana De Castro para que se la llevara a la playa con sus hijas. – Le dijo y sonrió con dulzura y le pasó un dedo por la mejilla. – La convencí de que la dejara dormir en su casa para que pudiéramos ponernos de acuerdo con tranquilidad antes de anunciar el futuro.

Miranda supuso que hablaba de la propuesta de que ella viviera con él en casa de Gina para que acompañara a María Camila en su proceso de duelo por la separación de sus padres. Miranda asintió.
- ¿Regresó al colegio? – Preguntó. Dom volvió a concentrarse en la comida.
- No quiere ir al colegio. – Dijo con un tono de profunda tristeza en la voz.
- Dom… ¿voy a quedarme a vivir aquí? – Preguntó Miranda aunque había pensado preguntar otra cosa.

Dom la miró asombrado y Miranda se mordió el labio sin saber si había cometido una imprudencia. ¿Acaso no era la intención de él que ella viviera con la niña?

- Pero… ¿qué estás maquinando en tu hermosa cabecita? – Preguntó Dom dejando los cubiertos sobre la mesa.
- No tengo claro cuál es mi papel en la vida de María Camila. – Le dijo ella tratando de no cometer errores. Él la miró con ojos entrecerrados.
- ¿Cómo que no tienes claro tu papel en la vida de mi hija? ¿No fue contigo con quien hablé? – Miranda tomó aire porque sentía que iba a ahogarse. ¿Habría equivocado las intenciones de Dom?
- Te necesito… Me quedé solo con mi hija y no he podido hacerla salir de su tristeza. – Le dijo él. – Tú eres mi única esperanza… No sólo para que mi hija vuelva a ser una niña feliz, sino para que yo pueda rehacer mi vida…

Todos en la mesa simularon estar concentrados en su comida pero en realidad estaban tratando de escuchar lo que se decían. Pero ni Miranda ni Dom fueron conscientes de ello. Miranda estaba aterrada de haber entendido mal las intenciones de Dom y este no estaba siendo muy claro.
- ¿Y qué significa eso? – Preguntó Miranda en un hilo de voz al borde del llanto. Dom la miró con el ceño fruncido.
- ¿Cómo que qué significa eso? Mujer… a veces eres imposible. – Se quejó Dom y retiró un poco la silla para poder acercarse a ella y tomarle la mano. – Miranda… he estado pensando mucho en ti. Cada discusión con Karina daba vueltas alrededor del mismo tema: tu sombra me impide ser feliz.
- ¿Qué? ¿Pero cómo vas a decirme eso? Dom… tú siempre insististe en que entre tú y yo sólo había una relación de amigos… incondicional… pero de amigos… - Le dijo ella. Dom asintió.
- Y me casé con Karina porque ella estaba embarazada y no me parecía justo para mi hija que creciera sola cuando no había impedimento para tenerme. – Le dijo él. Miranda asintió. Aquella conversación ya la habían sostenido.

Como siempre entre ellos, habían conversado sobre la necesidad de Dom de casarse y vivir con su hija en medio de las sábanas de una residencia. Dom la había ido a buscar a la universidad, unas semanas después de haber anunciado su matrimonio y la había convencido de irse con él a una residencia.

Habían hecho el amor como locos y después, Miranda había llorado desconsolada en medio de sus brazos. Dom le había dicho que tenía que casarse, que no iba a permitir que su hija naciera sin padre cuando en realidad, a pesar de lo mucho que amaba su libertad y la deseaba a ella, no había impedimento alguno para ser su padre.

- Eso lo sé. Entre nosotros no había nada. Pero no hablo de entonces, hablo de hoy, de ahora… ¿Qué diablos esperas de mí? – Preguntó Miranda que estaba sintiendo que iba a soltar el llanto en cualquier momento. Dom se levantó de la silla y sacó algo de su bolsillo.

Una caja de terciopelo azul apareció delante de sus ojos y Dom la abrió para que Miranda viera su contenido. La chica apenas podía creerlo. Era una réplica del anillo que Dom le había regalado cuando cumplió quince años y que Miranda había perdido en un viaje a Nueva York. Miranda lo miró sin saber interpretar aquel gesto.
- No sé de esto. Nunca le he pedido a una mujer que se case conmigo… Decide si esto es suficiente. – Le dijo él tomando el anillo entre sus dedos para entregárselo a ella. Todos dejaron de comer para mirarla.
- ¡Casarnos! Dom… ¿casarnos?- Preguntó indecisa. ¿Habría escuchado mal? ¿Estaría soñando? Se preguntó mientras las lágrimas brotaban de sus ojos sin que pudiera evitarlo.
- Había querido esperar hasta el postre pero… contigo es imposible esperar al momento oportuno. – Le dijo recordándole la conversación que sostuvieron cuando le propuso perder la virginidad con él. Miranda sonrió y tomó el anillo entre sus dedos.
- Pensé que viviríamos juntos… pero ¿matrimonio? – Insistió ella. Dom la miró con los ojos entrecerrados.
- Miranda… dime de una buena vez si vas a casarte conmigo… empieza a ponerme nervioso tu indecisión.- Le rogó Dom. Miranda se colocó el anillo y se alzó de hombros. Era imposible hablar mientras lloraba sin poder contenerse.

Aless se levantó de su puesto y fue con Miranda. La levantó de la silla y la abrazó para tranquilizarla. Miranda apenas podía asimilar que en lugar de ser la amante de Dom pasaría a ser su esposa. La tensión de toda una vida sin saber qué deseaba Dom de ella pareció caer sobre sus hombros en aquel instante. Aless sonrió mientras le ayudaba a secar sus lágrimas unos minutos después.

- Eres la más loca de todas las novias. ¿Sabías? – Bromeó Aless, besándola en la frente. Miranda sonrió.
- Creo que no es la reacción que todos esperaban. – Dijo con mejor ánimo.
- Por supuesto que no. – Casi gritó Dominico sentado en su silla mirándola con los brazos cruzados sobre su pecho y una clara expresión de preocupación en su rostro.
- ¿Puedo tener una reacción natural aunque no muy prudente? – Preguntó a su padre. Antonio sonrió resignado.
- No sé qué me dice que debo acostumbrarme… - Le dijo. Miranda sonrió y tomó a Dominico de la mano para hacerlo levantar de la silla, le rodeó el cuello con sus brazos y lo besó apasionadamente.

Dom al principio se mostró sorprendido y luego, reaccionó. Ella estaba diciendo que sí. Miranda se casaría con él. Esa mujer iba a enloquecerlo. Le cubrió las caderas con sus manos y la sujetó con fuerza contra su cuerpo. La deseaba como no desearía jamás a otra mujer en el mundo. Pero tenía que recordar que sus padres estaban en la misma habitación.

La separó haciéndola gemir inconforme con la decisión de terminar el beso y sonrió. Miranda recordó donde estaba. Había olvidado todo. Estar en brazos de Dom y saber que iba a ser su esposa era más importante que cualquier cosa, incluso sus padres.

Gina fue la primera en reaccionar y se levantó de la mesa para felicitarlos. Luego llegó Luisa y por último Antonio. Miranda apenas podía creer que estaba en medio de la cena en la que Dom le propuso matrimonio. Se sentaron a la mesa y terminaron de comer, relatando los trámites que tendría que hacer Dom antes de poder casarse con Miranda.

Casi a la hora del postre, Dom se aclaró la garganta y dijo con formalidad.
- Antonio… Luisa… Sé que les voy a pedir el cielo… pero necesito que Miranda viva en mi casa… para ayudarme con María Camila… - Miranda palideció. ¿Qué reacción tendría su padre ahora? Había aceptado a regañadientes que Miranda iba a ser la amante de Dom, luego este le había propuesto matrimonio. Ahora, le proponía que de todos modos fuese su amante antes de casarse.

Miranda miró a su padre con preocupación. Antonio se tomó una copa de vino antes de responder.
- Creo que desde un principio habíamos aceptado que la relación no sería normal. – Le dijo aceptando que era consciente de la situación. – Sin embargo, sugiero que se tomen un tiempo antes de tomar la decisión de que Miranda se mude en la casa. Primero, tienen que preguntarle a María Camila…
- Estoy de acuerdo con papá… - Dijo Miranda. – Cuando regresé a Barranquilla, pensé que habías hablado con la niña y que la decisión había sido que viniera a vivir con ustedes… - Le dijo tomándolo de la mano. – Pero, con una propuesta de matrimonio… ¿Qué dirá la niña?
- La niña te adora. Dirá: Full! Fantástico! O cualquiera de esas palabras que solía gritar cuando algo le gustaba. – Le dijo Dom. Miranda sonrió. Eso esperaba.

Casi estaban por marcharse a casa cuando Dom recibió una llamada a su celular. Era Diana de Castro. La niña estaba llorando sin decirle la razón de sus lágrimas. Dom miró a Miranda sin saber qué decisión tomar. Miranda se levantó.

- Llévame donde Diana…- Le ordenó caminando hacia la puerta. Dom la siguió sin despedirse de los demás en la sala.
- Miranda, espera… ¿Qué vas a decirle? – Preguntó Dom mientras tomaba las llaves de su auto del baúl en la entrada donde las guardaba y salía detrás de ella al jardín.
- En realidad, no tengo idea. Sin embargo, hay que ir y traerla a su casa. – Le dijo subiéndose al auto con él.
- No le dije de tu regreso ni de mis planes porque no estaba seguro de que aceptarías…- Le informó él. Miranda lo miró asombrada.
- ¿Pensaste que te rechazaría? – Preguntó sin poder creerlo. Dom sonrió con tristeza.
- Creí que como toda mujer, te vengarías de todo lo que te he hecho sufrir. – Miranda frunció el ceño.
- Yo no soy cualquier mujer…- Se quejó. Dom asintió.
- No, es verdad. Eres mi mujer.- Le dijo y le dio una palmada en la pierna. Miranda suspiró.
- Primero arreglemos ,mi papel en la vida de tu hija…- Le dijo – Después te voy a demostrar quien es la mujer en tu vida.

Dom sonrió divertido por las palabras de Miranda. Él tenía claro quien dominaba aquella relación: las hormonas por supuesto. Nada más era estar en la misma habitación y sus hormonas se volvían locas por poseerla.

Aquello también era motivo de preocupación en la reacción de Maria Camila ante su matrimonio con Miranda. La niña se daría cuenta a leguas de que los sentimientos de Dom por Miranda no eran remotamente parecidos a los que sentía por su madre. ¿Qué diría la niña al respecto?

- Déjame hablar con María Camila primero. – Le dijo Dom cuando estaban llegando a la casa de Diana. Miranda asintió y se bajó con él.

Sin embargo, María Camila corrió a los brazos de Miranda tan pronto la vio. La chica la abrazó en silencio y sonrió a Diana. Tenía seis años y estaba enorme. Miranda la bajó porque pesaba demasiado y se arrodilló para hablarle.
- Estás llorando de felicidad porque llegué, me imagino. – Le dijo Miranda. La niña sonrió con tristeza.
- No sabía que estabas en Barranquilla. – Le dijo María Camila. Miranda sonrió.
- Y te traje un regalo… - Le dijo haciéndole gestos con sus cejas para hacerla reír. María Camila se mostró interesada en el regalo.
- ¿De verdad? ¿Podemos ir a buscarlo? Papá dice que debo quedarme a dormir con Diana. – Le dijo enojada. Miranda evitó mirar a Dom.
- Porque quería darte la sorpresa de mi llegada… Pero como eres una niña terca, dañaste la sorpresa. – Le dijo. María Camila sollozó.
- Pensé que me habían traído para que papá se fuera de la casa. – Le dijo. Miranda miró a Dom y este se inclinó al lado de ellas.
- No puedes continuar evaluando a las personas según lo que hizo tu mami. – Le dijo con precaución. María Camila se aferró a los brazos de Miranda.
- Además… Un viaje es un viaje. – Le dijo Miranda secándole las lágrimas. – Yo también voy a viajar y luego, regresaré trayendo regalos.
- ¿De veras? – Preguntó interesada María Camila. Miranda asintió.
- En la vida encontramos muchas dificultades, momentos tristes. ¿Sabes que necesitamos para olvidarlos? – La niña movió la cabeza de un lado a otro. – Esperar a que lleguen los regalos de la vida.
- ¿Eso significa que mamá puede regresar algún día? – Preguntó María Camila. Miranda miró el rostro esperanzado de la niña y sonrió. NO estaba segura pero Karina no podía ser tan inhumana como para no querer volver a tener a su hija algún día.
- O que puedes recibir una mamá adicional. – Le dijo con precaución. María Camila frunció el ceño.
- Lucia dijo que mi papá podía casarse de nuevo. – Le dijo mencionando a la psicóloga que la atendía. Miranda asintió.
- ¿Habría algún problema con eso? – Preguntó. Dominico la miró preocupado. Miranda decidió no dar más largas a la conversación.
- Te molestaría si yo me casara con papi.- María Camila se había negado a contestar la primera pregunta, por lo cual Miranda decidió a seguir preguntando.

La niña se la quedó mirando en silencio. Miranda sintió temor porque la rechazara y decidió soltarle las manos que había estado sosteniendo durante la conversación. Dominico le colocó una mano a María Camila en un hombro y sonrió.

- Le pedí a Miranda que fuese mi novia. – Le dijo él. María Camila se mordió el labio.
- ¿Y ella no dejará que mamá se acerque a nosotros? – Preguntó. Miranda frunció el ceño. De seguro algunos niños de la escuela habían metido ideas raras en la mente de la niña.
- Esas son las madrastras de los cuentos de hadas…- Le dijo Miranda. – En la vida real, te tocó a ti tener dos mamás… ¿Se te olvida que yo quiero mucho a Karina? ¿No te gusta?
- ¿Y mamá puede venir a buscarme cuando quiera? – Miranda asintió.
- Claro. Ella es tu mamá. Y lo seguirá siendo siempre. – Le dijo.
- Pero tú vives en Bogotá. Serás una mamá que no está, como Karina. – Le dijo María Camila recordando que Karina viajaba mucho por su trabajo. Miranda movió la cabeza de un lado a otro.
- Voy a trabajar con tu papá. – Le dijo. Era muy difícil seguir la línea de conversación de María Camila y encontrar la respuesta adecuada. Empezó a creer que había sido una mala idea tomar el toro por los cuernos y contarle de una
- Quiero irme a dormir a mi casa. – Le dijo como si fuese la conclusión lógica a lo que decía. Miranda suspiró y se levantó. Dom asintió como entendiendo que debían seguirle la corriente. Las hizo subir al auto y se devolvió por el morral con la ropa de María Camila.

El viaje fue en silencio. Llegaron a la casa, donde Lina recibió a su sobrina y la convenció de ir a la cama. Había llegado de una fiesta en la universidad y se había encontrado a los Dosantos esperando a Miranda y a Dom en la sala.

Miranda se dejó llevar por Dom quien la tomó de la mano. En la sala continuaban los padres de Miranda y Gina conversando. Todos estaban a la expectativa de lo que había sucedido con la niña.

- ¿Qué sucedió? –Preguntó Gina.
- No averiguamos por qué estaba llorando. – Respondió él eludiendo el tema. Aless miró con ojos entrecerrados a Miranda.
- ¿Y qué dijo la niña de la boda? – Miranda suspiró.
- Sinceramente no sé si lo que dijo fue aprobatorio o no. – Confesó demostrando su desánimo en el tono cansado de su voz. Dom se sentó con ella y la hizo apoyarse en su pecho. Miranda se sintió un poco incómoda.

Estaba acostumbrada a ser la mujer secreta de Dom. En secreto, ella podía besarlo, recostarse en su pecho y cerrar los ojos mientras sus manos recorrían su espalda, disfrutaba de sus besos y de la ternura de sus abrazos. Pero, ahora estaban sus padres enfrente. Y Luisa sabía que era su amante desde los diecisiete… y Gina intuía que se amaban desde siempre.

La situación lejos de ser relajante resultaba estresante. Suspiró atrayendo la mirada de Dominico. Ahora no estaba segura de que las cosas se estuvieran dando como debían, ni si en su vida estaban sucediendo los cambios que deseaba. Era como recibir un regalo largamente esperado en el tiempo y no saber exactamente qué hacer con él en las manos.

Luisa le hizo señas y Miranda la siguió hacia una salita al lado de la cocina. Miranda se miró en los enormes ojos azules de su madre.

- Sé que no hemos hablado acerca de tu relación con Dom…- Empezó a decir Luisa. Miranda le tomó una mano entre las suyas.
- Y no vamos a hacerlo. – Le dijo cerrando cualquier posibilidad de conversación al respecto. Luisa sonrió con tristeza.
- Sé que mi actitud retrógrada del pasado… hace que te niegues a escuchar mi opinión. – Afirmó Luisa. – Sin embargo, quiero que hagas borrón y cuenta nueva. La mujer de 24 años frente a mí, es muy diferente a la jovencita que encontré con su vecino en el jardín.
- Mamá… Sólo sé mi mamá. Es que ya es bastante difícil tener a Dom para mí, sin secretos, sin escondernos, sin vergüenzas… - Le dijo Miranda. – Y empezar una relación de amigas entre tú y yo podría… ser casi traumático para mí. De verdad… actúa como la mamá preocupada y amorosa de siempre… ¿Crees que Dom y yo podamos tener una relación que funcione?
- Eso lo sabrás con el tiempo. Eso lo garantizas tú día a día. No hay en este mundo alguien que se case con la certeza de saber que su matrimonio será para toda la vida. – Le dijo Luisa.

Miranda suspiró. Siendo así las cosas ponerse a pensar en eso era poco práctico. Sonrió sintiendo que el deseo de estar con Dom iba tomando el poder de sus pensamientos. ¿Qué importaba si su matrimonio era para toda la vida o duraba diez años? Lo importante era hacer el amor con el hombre que seguía teniendo el poder de seducirla.

Eran estas razones de lo más profundo de sus sentimientos las que no le permitían convertir a su madre en su confidente. Cómo decirle a su mamá que se había casado enamorada del primer y único hombre de su vida qué por estar en la cama de Dom podría hacer de madre de María Camila, podría resistir hasta la burla y la vergüenza pública…

- Si ese es tu mayor temor… deséchalo. Eres tan empecinada y terca que estoy segura convertirás en un éxito esta relación tan extraña. – Le dijo Luisa animándola. Miranda sonrió de nuevo.
- Voy a quedarme a dormir aquí. – Le dijo en un hilo de voz. – Llévate a papá y ayúdalo a ser comprensivo conmigo. – Le pidió a su madre. Luisa suspiró. No había nada que hacer.

Luisa habló con Antonio entre murmullos y casi a la media noche se despidieron sin mencionar para nada si Miranda iba a dormir con ellos o con Dom. Aless se había ido media hora antes pues tenía una cita con sus amigos de rumba. Dom acompañó a sus suegros hasta la esquina del jardín, hablando con ellos. Conversación que Miranda jamás conoció.

Gina estuvo más que encantada de tenerla en la casa. Le buscó una de las pijamas que no había usado y llevó a Miranda a la habitación de Dom. Nada dijo de la situación. Eran adultos y habían pasado por demasiadas pruebas de madurez y paciencia como para ponerse en sermones y consejos. Miranda agradeció su gesto con un beso y un abrazo cariñoso antes de encerrarse en la habitación de Dom.

No era la habitación de soltero de Dom. Esa la ocupaba Lina ahora. NI era la habitación que compartió con Karina… Para Miranda habría sido un suplicio tener que compartir la cama que alguna vez compartiera con Karina. Era la habitación del nuevo Dom. Tenía una doble ventana que iba al jardín porque en otra época había sido la biblioteca de la casa.

Desde la puerta ventana, Miranda pudo apreciar el hermoso paisaje tropical de la piscina. Todo en la habitación era blanco y arena. Y afuera, todo era verde y caramelo. Fijarse en la decoración del lugar y en los contrastes de los colores le hacía relajarse y cuando Dom llegó a la habitación, Miranda estaba en efecto tranquila.

- Ni el día que perdiste la virginidad tenías esa imagen de mártir a punto del sacrificio. – Comentó Dom disgustado por su expresión. Miranda frunció el ceño.
- NO tenía conciencia de lo que estaba haciendo. – Le dijo ella. – En este momento, soy plenamente conciente de lo que estoy decidiendo para ti y para mi. – Le dijo mientras lo observaba quitarse los zapatos y la camisa al mismo tiempo mientras se dejaba caer en un sofá.
- De hecho, me siento muy mal en este momento por haberte acorralado a los quince para convencerte de perder la virginidad conmigo. – Le dijo. Miranda se acercó a él y lo imitó quitándose los zapatos y empezando a desabotonar su blusa.
- Es muy tonto disculparnos ahora por algo que sucedió hace… ¡Cielos! Van a ser diez años… Me estoy poniendo vieja. – Le dijo. Dom la miró con una clara expresión de deseo y sonrió.
- Empiezan a gustarme las mujeres mayores…- Bromeó. Miranda aprovechó que aparentemente él se mostraba en un intento por ser divertido y le contestó:
- No trates de engañarme. Te recuerdo que soy de las pocas personas que conoce tu aventura con Judith Sarmiento. – Le dijo recordando a la profesora de Geografía con la que Dom había perdido la virginidad.
- Ni se te ocurra mencionarla… - Le dijo Dom mirándola mientras Miranda se desnudaba al tiempo que se acercaba a donde él estaba.
- En serio… Es muy difícil estar a luz pública a tu lado…- Le confesó y lo miró con toda la fuerza del deseo que empezaba a obsesionarla. – Pero… me estoy muriendo por hacer el amor contigo. Y todo me parece sencillo si a cambio… - Le dijo sentándose a horcajadas sobre sus piernas ya vestida con la sensual ropa interior que usaba…- Me haces el amor como en el jardín.

Dom la hizo acostarse sobre el sofá y empezó a devorarla con sus besos y sus manos. Hicieron el amor en el sofá, sobre la alfombra hasta llegar a la cama para volver a amarse. Dom apenas podía creer que pudiera tener tantas ganas y tantas fuerzas para continuar disfrutando del cuerpo de Miranda hasta el amanecer. Eran las cuatro cuando se dejó vencer por el sueño y abrazado a Miranda dejó comenzar un nuevo día.

Las voces de Gina y María Camila los despertaron. Miranda se estiró cuan larga era y Dom la observó sentado a su lado, con la espalda recostada a la cabecera de la cama. Miranda sonrió.

- Has mejorado 100%. – Lo calificó Miranda como solían bromear cuando Dom se la llevaba a escondidas de su familia para hacer el amor en alguna habitación de huéspedes de su casa o de la casa de Luisa.
- Si quieres una medalla… Eres tú la que me hace hacer todo esto… Lo juro. – Aseguró al ver la cara de incredulidad de Miranda. – Tú crees que soy así con todas las mujeres… pero en realidad… es sólo contigo.
- Entonces… Tenemos una razón más para casarnos. – Le dijo Miranda. Dom abrió los brazos para que ella viniera a abrazarlo. Miranda le obedeció.
- A decir verdad… Debí casarme contigo desde que tenías quince años…- Le confesó acariciando el rostro femenino con sus manos. – Sin embargo no tuve el valor de reconocerlo. Fue más fácil huir, brincar de mujer en mujer, de relación en relación… era muy sencillo eso.
- No estabas enamorado de mí cuando hicimos el amor por primera vez. – Le dijo para que tuviera claro que no se dejaría convencer de algo tan absurdo como que la amaba de toda la vida.
- No. Pero te fuiste metiendo en mi piel… Te hice el amor para protegerte de una mala experiencia que te hiciera odiar las relaciones sexuales. – Le confesó – Y nadie me advirtió que podría salir yo herido de muerte por el vicio de tenerte.

Miranda sonrió y se abandonó a sus besos. Estaban a punto de hacer el amor cuando María Camila preguntó por Miranda en el jardín. Gina le contestó que estaba durmiendo aún.

- ¿Está en casa? – Preguntó la niña. Miranda y Dom se miraron a la expectativa de la respuesta de Gina y de la reacción de María Camila.
- Está durmiendo con tu papá. – Le contestó Gina con toda tranquilidad. – ¿Te dijeron que ella será tu nueva mamá?
- Sí. – Respondió María Camila sin evidenciar mayor preocupación por ello.
- ¿Te gusta la idea de tener una nueva mamá? – Preguntó Gina. Miranda se levantó y cubierta con una bata se acercó a la ventana.
- Tendré dos mamás. No hay muchos en mi escuela que tengan dos mamás. – Respondió la niña con toda tranquilidad. Miranda se animó. Al parecer María Camila había hallado algo positivo en la situación.
- Sobretodo porque tendrás una mamá tan hermosa como la anterior. – Dijo Gina. Miranda suspiró.

En verdad Karina era hermosa. No quería pensar en sus inseguridades pero ¿Podía competir con el recuerdo de Karina en el corazón de Dom?

- Esta es más bonita porque no me abandonará. – Contestó María Camila sacándolos de sus pensamientos. Miranda miró a Dom quien sostenía su cabeza sobre sus manos y lloraba en silencio.

Miranda se acercó a él y lo abrazó. No debía ser fácil para él ayudar y acompañar a su hija cuando él mismo había sido abandonado, también. Miranda masculló una maldición y se sentó a su lado. Había olvidado que él era un ser humano y que también debía sufrir por la situación.

- Claro que no… Miranda será eternamente nuestra compañera de juegos…- Le dijo Gina. – Esa es la ventaja de los amigos por encima de los padres. En ocasiones los padres tenemos que abandonar a nuestros hijos por razones diferentes. – Escucharon decir a Gina.
- Pero los amigos siempre están allí. – Dijo la chiquilla. - ¿Cómo tú, abuelita?
- Así es hija. Ven… vamos a ducharnos para que podamos desayunar con Miranda y papá cuando se despierten. – Le propuso Gina y sus voces se alejaron del balcón.

Dom se recostó sobre el pecho desnudo de Miranda y dejó salir toda la tensión del último año convertida en llanto. Miranda también lloró. Aquel era un final un poco inaudito para una novela de amor pero… no había nada normal en su vida.

María Camila la adoraría por ser su mamá amiga, Dom la amaba hasta el punto de mostrarse como un hombre que llora y se desespera pero que confía en que su mujer lo apoyará y comprenderá. Y ella tendría en su cama al mejor amante del mundo, y el mejor padre para sus hijos, y ni siquiera tenía que cruzar la ciudad para hallar a su madre.

Había encontrado el amor en la casa del vecino. Pensó y empezó a seducir a Dom para que le hiciera de nuevo el amor mientras escuchaba a lo lejos la ducha en el cuarto de María Camila.