Tal vez estaba enamorándose de ella y tener que reconocerla como una mujer con debilidades como cualquiera podía ser difícil. Y ella no podía negar que lo amaba. Sólo verlo en televisión la hacía temblar. ¿Cómo negar esa verdad? Cualquier cosa era mejor que perderlo.
- ¿Entonces que seré? ¿Una geisha que espera juiciosa hasta que te acuerdes de su presencia? – Le dijo retadora. Él ya comía como si nada sucediera, la miró a los ojos
y se tomó un tiempo para responder.
- ¿Hay algún problema con eso? No tienes un plan más espectacular que ese en tu futuro inmediato. – Afirmó él como si conociera su porvenir con claridad.
- Y si encuentro mi príncipe azul? – Dijo sin cejar en su empeño de hacerle ver lo absurdo de aquel trato.
- Yo soy lo más cercano a un príncipe azul. Y la posibilidad más certera de que tendrás uno en tu vida. – Le dijo con toda la tranquilidad del mundo. Hasta podría jurar que empezaba a ver el lado divertido de la situación.
Luisa desistió. Nada de lo que le dijera parecía tener sentido para él y, cada vez lo veía más decidido a hacerla cumplir con el pacto.
Una tarde al mes con Mercurio. Hasta podía ser el nombre de un concurso de televisión. Suspiró. Había confirmado su pasaje de regreso para el día siguiente. Convencida de que después de decirle la verdad, se marcharía para no volver. Nada había salido como lo imaginó.
Y peor… todo había resultado más doloroso e incómodo de lo que sospechó. Luisa dio media vuelta y se fue a su habitación. No había la menor posibilidad de que se sentara a comer como si él no le hubiese tratado como a una prostituta y estuviera convencido de que le había engañado a propósito.
- ¿Cómo te ha ido en la universidad? – Le preguntó él entrando a su habitación. Luisa se sentó en la cama.
- ¿De veras crees que me he acostado con muchos artistas?- Preguntó ella. Nikos se sentó en un sofá junto a la puerta.
- Tal vez no… tal vez sí. Cómo creerte? – Luisa suspiró.
- Me va muy mal en análisis. El inglés que manejo es conversacional y analizar textos me está matando. – Le dijo dándose por vencida. El no cambiaría así como así de opinión y ella no quería empeorar su relación con una discusión llena de ofensas. Ya las que él había expresado eran suficientes.
- Te enviaré algunos libros que dan ejercicios prácticos para el manejo de la comprensión de lectura en inglés y otros con el tema de la publicidad. – Le dijo él. Luisa frunció el ceño. Pensaba él seguir comunicándose con ella?
- Los periodistas recibieron una foto tuya cantando en la cena de mi cumpleaños…- Le dijo Luisa. Mateo la había llamado para informárselo. – Qué debo decir si me localizan?
- Les dirías que te acostaste conmigo?- Le preguntó él. Luisa sintió que se sonrojaba.
- Tanto como eso… no. Sin embargo… no sé. Fue una tontería.- Ya sabía ella que no tenía que decir nada. Todavía los periodistas no habían descubierto a la amante secreta de Mercurio.
- Oculta tu apasionado encuentro de la mañana en el hotel y cuenta que tu papá es uno de mis mejores gerentes de hotel… y que no podía negarle cantar en el cumpleaños de su hija.
Luisa se dio cuenta que el tono de voz que utilizaba en ese momento era el mismo que usaba para dar instrucciones a sus escoltas. La sola mención de los periodistas le transformó de Nikos a Mercurio… Luisa se preguntó quien de los dos podría comprenderla mejor.
-¿Qué sucede? ¿Me están saliendo cuernos? – Preguntó bromeando y ocultó sus ojos detrás de sus manos pasándolas por su rostro como si estuviera cansado. Luisa frunció el ceño.
Nikos quería retenerla. Mercurio la desecharía de inmediato porque una mujer aprovechada solo era un problema para un artista de fama. Nikos en cambio había empezado a amarla y deshacerse de ella le costaba. Luisa suspiró. Nikos la retendría el tiempo suficiente para superar su herida. Luego, la abandonaría. Luisa tuvo esa certeza como si fuera una imagen en el televisor.
Arturo llamó a Nikos y este se levantó y se fue sin preámbulos. Luisa no volvió a verlo hasta el día siguiente cuando se levantó para acompañarla a desayunar antes que se fuera al aeropuerto.
Estúpidamente aceptó el descabellado trato de Mercurio. Cada vez que le llegaba el tiquete para viajar y reunirse con él, ya tenía la maleta lista. Y así trancurrieron cuatro años de su vida. Al terminar la universidad, Luisa decidió que Estados Unidos no era su mundo y que poner tierra de por medio entre ella y Nikos haría que él olvidara su ofensa. Así que se fue a Barranquilla y se radicó en la ciudad.
Era un día de sol radiante y seco. Se alegró de haberse puesto aquella camisa de tirantes de algodón rebordado y el pantalón de mezclilla azul celeste. Era el vestido perfecto para aquella tarde de calor.
Luisa entró a su auto y condujo lentamente por la avenida. Había dejado a su socia trabajando en el computador y tenía el tiempo justo para ir a buscar a su padre, darse una ducha, cambiarse de ropa y regresar a casa de María Alejandra antes que se fuesen las diez de la noche.
No quería amanecer de nuevo delante del computador, corrigiendo textos y gráficas de la campaña de publicidad que las ocupaba. Quería dormir la noche entera para no llegar a la entrevista del día siguiente con una cara de trasnocho de tres días.
Iba tan concentrada en hacer un resumen de las dificultades de aquel trabajo que tenían entre manos que sólo se dio cuenta de la multitud alborotada que corría de un lado a otro en la calle después de estar en la fila de autos unos díez minutos.
Los policías bachilleres a duras penas podían controlar a las personas que entraban y salían del centro comercial en la calle 72. Con mucha paciencia insistían a los peatones respetar el paso de los vehículos que formaban un complicado embotellamiento en la importante avenida. El revuelo de aquellas personas era tan desproporcionado que Luisa se preguntó acerca de la razón para tanto escándalo.
Revisó el panel de los seguros de las puertas y de las ventanillas para verificar que estaban cerrados. Pitos, gritos, risas: Todo era un carnaval multicolor y ruidoso. Luisa tomó el celular para pedir ayuda en el momento justo en el que un afiche de Mercurio cubrió su parabrisas. Frunció el ceño. Algo en su interior se accionó y la ansiedad se apoderó de su cuerpo. La idea de que él era la razón de tanto alboroto y la posibilidad de verlo surgió en su mente y la invadió como un calor sensual hasta los tobillos.
Maldito hombre y su influencia en sus nervios. Se dijo y colocó el celular en el asiento del pasajero. Los policías habían logrado organizar el tráfico. Las personas empezaron a correr hacia el centro comercial, la calle se despejó y los autos empezaron a circular. Luisa encendió el auto pero ahora con la intención de parquearse cerca y entrar al centro comercial y localizar a Mercurio.
De repente, alguien golpeó su ventana con insistencia. Luisa lo miró asustada. Era Arturo, el escolta de Mercurio. Bajó la ventanilla con la rapidez del piloto automático.
- Que hermoso encontrarla. – Dijo Arturo. – Necesito sacar a Nikos de este embrollo. – Le dijo con esa expresión dramática que parecía ser eterna en su rostro.
- ¿Está herido? – Preguntó preocupada. Arturo negó con la cabeza.- ¿Le ha pasado algo? - Insistió.
- Nada. Lo mismo de siempre. Viene a Barranquilla y se vuelve loco. – Dijo Arturo visiblemente enojado. Algo que extrañó a Luisa pues Arturo jamás dejaba exteriorizar sus emociones. – Está una calle más arriba. Lo reconocerá por la chaqueta azul que le regaló Tomás.
Luisa trató de ubicarlo desde donde estaba pero sólo veía un kiosko de gaseosas. Claro en medio del caos vehícular que aún no terminaba. Tomás era el nuevo manager de Nikos, y le había regalado una chaqueta azul de su equipo español favorito.
- Sube. – Le dijo quitando el seguro de la puerta de atrás.- Él es tu responsabilidad no la mía. – Arturo subió de inmediato. Luisa supuso que se había anotado un punto a favor con el escolta de Nikos por la expresión en su rostro.
Condujo despacio pero segura entre los autobuses y se acercó al kiosko de gaseosas que Arturo le indicó. Nikos hablaba muy tranquilo con el señor del kiosko como si todo el zafarrancho que armó no fuese su culpa. Luisa le pitó y él sonrió al reconocerla. Pagó lo que había consumido y dio vuelta al auto para subirse del lado del pasajero, en el asiento de adelante.
- Caramba, Arturo, no pensé que traerías a la caballería. – Bromeó después la besó en la boca y se sentó a medio lado. Luisa maldijo entre dientes el poder que el muy tonto tenía sobre su sistema nervioso.
Tenía cerca de tres meses que no lo veía. Él había estado de gira por Europa desde la navidad en la gira promocional de su nuevo cd. Cd que Luisa se había negado a escuchar. Chateaba con ella los jueves aunque en ocasiones era imposible por la diferencia de horario. Aún así Nikos jamás se quejaba al responderle. Ella se había mudado a Barranquilla e iniciar su negocio independiente no había sido cosa fácil. Ella condujo por unos minutos en silencio y luego preguntó:
- ¿Qué fue lo que pasó? – Nikos sonrió con picardía.
- No te va a gustar. – Le respondió con un tono juguetón. Luisa supuso que había una chica de por medio. Miró a Arturo por el espejo retrovisor. Arturo hizo un gesto de resignación.
- ¿Tiene que ver conmigo? – Preguntó con precaución. Nikos continuó sonriendo.
- ¿Ibas a verme? – Preguntó sin contestarle. Luisa no lo miró pero supuso que estaba atento a su expresión.
- Iba… Voy a buscar a mi papá.- Le respondió – Su auto está en el taller. – Dijo tratando de aparentar indiferencia. Pero su curiosidad era más fuerte que su voluntad.
- Ni siquiera sabía que estabas en Barranquilla… - Comentó con precaución. A él le encantaría escuchar que ella estaba en el centro comercial para verlo. Y debía encontrar la manera de conocer lo que había sucedido.
- Llegué casi a medianoche y me dio pena con tu padre. – Le dijo excusándose por no llamarla. Se notaba que deseaba hablar de cualquier cosa menos de la razón del amotinamiento en el Centro Comercial. – Cuando llamé esta mañana me dijeron que habías dormido donde tu socia. No quería ser evidente preguntando el teléfono de tu amiga.
- Tienes mi número de celular…- Le recordó.
- Me dijeron que estabas iniciando una campaña publicitaria importante y no quise ser un distractor en tu trabajo… - Luisa dudó de tanta cortesía. Sin embargo reconfirmó lo que él decía.
- Es la campaña más importante de mi firma y nos consolidaria como una gran competencia en el campo de publicidad financiera. Casi no tengo tiempo para todo lo que hay que hacer.
El tránsito se normalizó y Luisa deslizó el auto por la calle. Nikos comenzó a contar todas las aventuras de su gira por Europa. Estaban llegando al Hotel, en el cual Luisa había supuesto estaba él alojado cuando insistió:
- ¿Qué pasó en el centro comercial? Si no me contestas, que lo haga Arturo. – Les dijo deteniendo el auto en la esquina. Ya los conocía muy bien.- O que lo hagan los periodistas. Me imagino que tienen una historia muy interesante que contar.
Aunque no sabía cuando habían pasado tres años desde la noche en la que Nikos le había pedido que le regalara una tarde al mes. Aunque llevaban seis meses comunicándose sólo por e-mail y se habían visto en la temporada de vacaciones tres meses atrás, jamás había fallado pedir a Arturo que hablara si Nikos no quería hacerlo.
Conociendo a Nikos, fue conociendo a Arturo. Sabía que más que un escolta era una sombra del cantante y que con una mirada o un gesto podían decirse más cosas que en dos horas de conversación. Si alguien quería una respuesta que Nikos se negaba a dar, debía hallar la manera adecuada para que Arturo la diera. No había algo en la vida de Nikos que Arturo desconociera.
- En el noticiero escuchará la versión de los periodistas. – Le dijo Arturo con mucha tranquilidad. Nikos maldijo entre dientes y Luisa notó que su actitud cambiaba. Ahora se veía preocupado.
Luisa admiró la camisa azul cielo que resaltaba la piel bronceada y el pantalón ajustado que dejaba poco a la imaginación. Aunque era una ropa informal, Nikos la hacía parecer como si fuese para la cena de Navidad con la familia de la novia. Había algo en él que hacía ver elegante hasta una camisilla y un jeans desteñido.
¿Qué dices, Nikos, a quién le creo? – Preguntó Luisa enojada con su voz porque sonó ronca y baja por la tentación de besarlo.
Ustedes son un fastidio. – Se quejó Nikos aparentemente ignorante de la influencia de su cercanía en los nervios de la chica. – Besé a una chica y su novio se enojó.
Luisa sintió una punzada de celos en la boca del estómago. Una sensación que no conocía muy bien. Se mantuvo en silencio porque no confiaba en su voz. Luego, dio arranque a su auto y condujo hacia el interior del parqueadero privado del hotel. El portero le abrió sin necesidad de identificarse al ver a NiKos en el asiento a su lado.
- Te dije que no te iba a gustar. – Dijo Nikos antes de bajarse del auto. Luisa no contestó. Apagó el auto y se bajó, guardó las llaves de su auto en el bolso y dio la vuelta al vehículo. Arturo caminó decidido hasta la puerta para empleados del hotel.
Nikos la acorraló con su cuerpo y contra el auto. Luisa miró sus ojos y evitó mirar la boca. Sabía que la sola visión de aquella boca de labios sensuales tan cerca de la suya podría nublarle el pensamiento. Nikos le rodeó la barba con sus dedos y la obligó a alzar el rostro. Luisa contuvo el aliento. Ahí estaba aquel contacto que le quitaba las ganas de huir.
- Solo quería complacer a la chica. No puedes juzgarla… una vez también recibiste de mí lo que querías… - Le dijo él provocándola. – Es un poco mi culpa pero en realidad… eres tú la responsable.
Luisa no esperaba semejante acusación y frunció el ceño.
- ¿Qué tengo que ver yo? – Preguntó aunque sabía que aún guardando silencio él le diría.
- Todo… Estoy aquí por ti. Cambié mi gira por suramérica para poder verte… - Le dijo aprisionándola contra el auto y acercando las caderas femeninas a las suyas con sus manos.
- - No veo… no entiendo…- Nikos sonrió con malicia.
- Yo no quiero hablar contigo… ¿Sabes desde cuando no estoy con una mujer? – Preguntó de repente.Luisa cerró los ojos.
- No quiero saberlo. – Gimió.
- ¿Por qué? Acaso sientes este dolor agudo en la boca del estómago que dice sube a mi cuarto… - Luisa sonrió y volvió a mirarlo.
- Dijiste que ya no me necesitabas, que habías encontrado a la mujer perfecta… hace cuatro… cinco meses?
Nikos no la dejó terminar, la besó apasionado mordiéndole los labios y apretando sus caderas a las de la chica para que ella sintiera la intensidad de su deseo.
- Por favor… sube conmigo…- susurró él. Arturo gritó desde la puerta.
- Está despejado. Pueden venir… - Nikos se separó gruñendo de ella. Aquella era la frase clave para anunciar que alguien conocido venía en dirección a ellos. Luisa trató de recuperar el aliento y casi se desmaya cuando su padre apareció en el umbral de la puerta al lado de Arturo.
Pero Andrés no miró a su hija. Sonreía mientras bromeaba con Arturo y miraba a Nikos.
- Ahora si la hiciste buena. Apareciste en el noticiero de las seis… así como el novio furibundo a punto de golpear al vigilante que le detenía. – Comentó Andrés divertido. Luisa no pudo despegarse del auto.
- Los hombres celosos aumentamos todas las situaciones… Las traducimos a proporciones exageradas… dijo Nikos saludando a Andrés estrechándole la mano. Luisa frunció el ceño pues sintió que aquella respuesta también era para ella.
En su última visita a la hacienda en Bostón, Nikos había protagonizado una escena de celos por culpa de la dulzura y la ternura que le inspiraba a Luisa el buen trato de Eduardo el hijo menor de la casa donde se alojaba.
Para Eduardo, Luisa era una diosa latinoamericana que lo trataba como a un hombre a pesar de sus dieciseis años. Esto lo hacía sentirse galán y le daba alas para ser atrevido con ella.
Nikos le reclamó a Luisa por su actitud con Eduardo y le aseguró que en adelante se vería con ella en otro sitio porque no le daría la oportunidad de tener una excusa para ver a Eduardo. Luisa había contestado a sus acusaciones con un reclamo parecido: Él pensaba lo peor de ella porque diablos no la dejaba en paz y le permitía reiniciar su vida al lado de otro hombre?
- No sé como puedes ser tan celoso cuando eres tan sinvergüenza. – Le dijo Don Andrés quien había hecho muy buena amistad con Nikos.
- Ya ve usted… Tal vez ser tan sinvergüenza me hace pensar que todos actúan con las mismas intenciones mías… - Le dijo y Luisa volvió a sentir que esa frase también era parte de su conversación con ella.
Nikos le tomó de la mano sorprendiéndola casi tanto como a su padre y se llevó los dedos de la chica a sus labios rozándolos en un coqueto beso.
- Nos veremos, entonces.- Dijo Luisa tratando de recuperar su mano. Nikos la haló hacia su cuerpo.
- - Habría algún inconveniente en que Luisa se quedara a cenar conmigo? – Preguntó Nikos. Don Andrés miró las manos entrelazadas con curiosidad y alzó una ceja mientras miraba a los ojos de su hija.
- Sé que estas cansado, papá. Y le dije a Nikos que podríamos cenar otro día, para llevarte a casa… - Le dijo Luisa y observó el rostro de su padre. Don Andrés sonrió pero no había alegría en su expresión y extendió una mano hacia Luisa.
- Dame las llaves de tu auto. Me voy a casa solo. Supongo que Nikos hará que su escolta te lleve a casa. – Le dijo. Luisa buscó las llaves antes de atraer la curiosidad de su padre hacia su renuencia.
Aceptar era tan sospechoso como negarse. Pero estaba segura que un rechazo a la invitación de Nikos podía ser más extraña para su padre que una invitación a cenar tan precipitada. Luisa le entregó las llaves.
- Iré temprano a casa. – Prometió. – Yo también estoy cansada y tengo que continuar en mi trabajo para George´s. – Le dijo mencionando la marca de ropa para la que estaba organizando la publicidad.
Don Andrés se despidió de Nikos y se fue. Luisa golpeó a Nikos en los brazos cuando estuvieron solos.
- Eres un cretino. – Le dijo siguiéndolo en su camino al ascensor.
- Soy persistente. Cuando quiero algo no dejo de insistir.- Le contestó él. Tan pronto entraron en el ascensor, Nikos no tuvo reparos en atraerla de nuevo al estrecho círculo de sus brazos y besarla apasionadamente delante de su escolta. Luisa respondió a sus besos. Era una tontería resistirse a algo que ella también deseaba.
- Debiste decirle que te quedarías a dormir con tu socia. – Gimió Nikos separándose de Luisa cuando el ascensor se detuvo.
- ¡Olvídalo! Papá no ha cambiado sus reglas aún cuando halla vivido cuatro años en Bostón. Soy una hija suya y debo dormir en mi casa
- Me dijiste que a veces duermes en casa de tu socia… - Le dijo él.
- Y lo hago… Pero no voy a ponerla a mentir para semejante tontería. – Le dijo.
- He hablado mucho con él y creo que su mentalidad ahora es más abierta. – Le dijo Nikos convencido de lo que decía.
- Tu puedes haber hablado con él todo lo que quieras pero yo vivo en su casa. – Y entró a la habitación de Nikos luego de la inspección de rigor de Arturo.
- Voy a cenar. – Anunció el escolta.- Regreso en dos horas.
Nikos asintió sin mirarlo, completamente concentrado en quitarse la ropa para quedar en pantalón de mezclilla. Luisa lo admiró. Tenía dos años o más de no verlo desnudo ni en vivo ni en televisión. Luisa apretó las manos contra su estómago. ¿Cómo decirle que no si volvía a seducirla?
El no hizo caso de ella y caminó por la habitación quitando las sábanas y las colchas de la cama, apagando las luces principales dejando solo las indirectas que iluminaban los cuadros de la habitación. Y la lámpara en el rincón que hacía de sala de recibo. Él estaba preparando su ambiente de seducción y le importaba un comino si ella estaba de acuerdo o no. Luisa se sentó en un sillón y continuó admirándolo. Había en el rostro masculino una expresión que Luisa no podía determinar.
Había un gesto entre la tensión y la tranquilidad y el deseo y la indeferencia. Nikos estaba nervioso. Sacudió la cabeza sin poderse creer aquella conclusión. Nikos la miró y alzó una ceja.
- ¿No quieres música? – Preguntó Nikos que estaba a punto de encender el equipo de sonido. – Luisa parpadeó asombrada, titubeando un poco porque le tomó desprevenida.
- Le decía no a las tonterías que estoy pensando. – Le dijo y luego, entrecerró los ojos para decir: - ¿No estás haciendo mucha parafernalia para una cena?
Nikos sonrió y colocó un cd en el equipo de sonido y otro en el dvd que estaba conectado a un video beam. Luisa frunció el ceño. No había notado aquel aparato hasta ese momento. ¿Había solicitado todo ese equipo para practicar su rutina? Nikos solía hacerlo cuando estaba en gira de concierto. ¿Pensaba quedarse mucho tiempo en Barranquilla? ¿Cuándo sería su próximo concierto y en dónde?
Él caminó hacia ella, la hizo quitarse los zapatos y luego, la obligó a levantarse. La música empezó a sonar. Era una de sus canciones románticas preferidas pero en sonido de jazz. Luisa se dejó llevar entre los brazos de aquel hombre que no podía negar la dominaba.
Mientras daban vueltas por la sala, Nikos empezó a tocarla del cuello para abajo en una especie de masaje relajante. Y antes que Luisa pudiera darse cuenta de su intención le quitaron la blusa.
-Hey… - Exclamó asombrada. – No voy a acostarme contigo.
- Tranquila… Voy a hacerte un masaje relajante – Le dijo él y la llevó hasta la cama.
- No estoy preparada para el sexo. – Le insistió ella. Quedar embarazada era lo menos que deseaba en ese momento.
- Ya te dije. Estás estresada y necesito que estes relajada y tranquila para que compartas un momento especial conmigo. – Luisa frunció el ceño con una clara expresión de incredulidad.
- ¿masajes? Te conozco… no hay un masaje que no termine en sexo. – Le dijo ella, sin embargo se acostó boca abajo en la cama.
- Aclaro que todos los masajes contigo terminan en sexo. Y si estamos siendo claros… todo momento contigo termina en sexo… ¿Qué podemos hacer con eso? – Luisa sintió que se sonrojaba y se cubrió el rostro con la almohada. No hay nada que hacer… Pensó.
- Estuve hablando con tu padre y con Mateo por e-mail. – Le dijo cuando empezó a desabrochar el sostén. Luisa sintió de nuevo el nudo en su vientre. – Has estado con un mal humor de perros y encerrada en ti misma de la casa al trabajo durante todos estos años lejos de mí.
- ¿Y qué hay con eso? – Preguntó tratando de simular que no le importaba lo que decía. Maldito Mateo que sabía todo lo que sabía y le revelaba tantas cosas a este imbécil…
- Y no has tenido una relación estable o desesperada con nadie. – Le dijo acariciándole la espalda. – Has estado muy malgeniada, solitaria y triste y no conocen la razón.
- Supones que eres el único capaz de solucionar mis problemas. – Concluyó ella. Sin poder evitar que un gemido surgiera de sus labios cuando él metió las manos bajo su vientre y le desabrochó el pantalón.
- No has encontrado a alguien que pueda hacerlo.- Le dijo él subiéndose encima de ella y pasando sus manos por su cuerpo.
- ¿Quién te dijo que no? – Tartamudeó con una enorme dificultad para hablar y pensar con coherencia.
Nikos se bajó de ella y la hizo dar vuelta. Volvió a recostarse sobre su cuerpo semi desnudo y la besó apasionadamente. Luisa se sentía como agua bajo su peso.
- Tu cuerpo me dice que hace tiempo no es amado… - Le dijo él con una voz tan ronca y sensual que Luisa deseó quitarle la ropa y dejarlo hacerle el amor… No… No podía ceder de ese modo a sus pretensiones. - Creo que deberías permanecer en silencio y disfrutar de mis atenciones… - Le dijo Nikos con un ligero tono de orden que no pudo disimular.
- Creo que debo vestirme e irme a casa. Vamos a terminar discutiendo.- Le dijo ella con una mirada de horror ante la posibilidad de que él aceptara su propuesta.
Nikos no le hizo caso. La haló y se la llevó al baño. La tina del jacuzzi estaba a medio llenar y él terminó de quitarle la ropa y la obligó a meterse en la tina. Luisa esperó en balde a que él la siguiera.
En lugar de hacer eso, Nikos se sentó en una silla que había metido dentro del baño antes que ella llegara allí. Luisa se acomodó en la tina y se dejó seducir por el hidromasaje. Tal vez estaba recibiendo la información equivocadamente y de verdad él no pretendía tener sexo con ella.
Nikos le recorría el cuerpo con su mirada y la observaba como si ella fuese un ratón de laboratorio y él estuviera esperando alguna reacción especial. Luisa suspiró y tomó un jabón a su derecha. Era una verdadera delicia el olor y la sensación de aquel jabón especial.
- Menta y avena…- Le dijo él como si leyera su pensamiento. – Tan pronto lo sostuve por primera vez en mis manos, sabía que te encantaría.
Luisa no dijo nada y continuó enjabonándose con los movimientos más normales que le permitía la situación. No quería dejarle creer que estaba realizando un ritual sensual para seducirlo. ¿Cuánto tiempo estuvo allí, enjabonándose con ese hombre observándola? No tenía idea. Había tanta sensualidad y cotidianidad en lo que hacían que Luisa no quería analizarlo.
- Ganaste. – Le dijo Luisa colocando el jabón en su lugar y hundiéndose en la tina para mojar sus cabellos y su cara. Flotó un par de segundos en la tina y se sentó totalmente relajada y tranquila.
- Creo que perdí. – Le dijo él entregándole una toalla. – Voy a enloquecer si no me das un beso…
Luisa sonrió y se levantó de la tina. Se envolvió en la toalla y salió. Nikos la envolvió en sus brazos y suspiró resignado. Luisa le dejó apoderarse de sus labios. ¡Cielos! Era tan fácil dejarse querer de este hombre. Relajarse en sus brazos, disfrutarlo… pero luego, se iría… y se quedaría sola… Tenía que buscar un lugar en la vida de Nikos más allá de la amante ocasional.
Nikos la ayudó a vestirse sin hacer el intento de llevarla a la cama. Luisa se extrañó aún más. ¿Acaso él intentaba enloquecerla? Cuando estuvo vestida, se fue al bar de la salita y le sirvió un whisky doble. Se sirvió uno igual para él y con una seña la invitó a sentarse con él en el balcón.
- ¿Todavía estás enojada porque me fui con Natalia? – Preguntó él sin preámbulos. Luisa sintió una punzada de celos en el estómago.
Recordar a Natalia y la manera como la conoció removía sentimientos encontrados en su corazón. Estaba segura que si Nikos encontraba una mujer que lo amara tanto como ella, iba a ser capaz de dejarlo y ser feliz. Pero verle el rostro emocionado al contarle quién era Natalia y lo que él esperaba que fuese en su vida… la hizo sentir tan dolida que no pudo evitar demostrarlo al salir corriendo de su casa y no responder el teléfono en las semanas que siguieron.
Se había sentido humillada. Arturo había ido a buscarla y la había llevado a la casa en Kansas. Nikos la había recibido con una sonrisa de oreja a oreja y le había contado con detalles que había conocido a una hermosa mujer griega. Una griega virgen tal cual la había soñado toda la vida. Cuando él terminó de describirla, Luisa se levantó de la silla y le dijo:
- Bien. ¿A qué vine yo entonces? – Había querido sonar burlona y resultó cortante. – Si ya tienes al amor de tu vida, no necesitas amigas.
Nikos la había tomado entre sus brazos con fuerza y le había intentado detener.
- Espera… no quise decirlo así.- Le dijo él. – No quise herir tus sentimientos.
- ¿Sentimientos? Lo último que quería de Nikos, la lástima. Que pensara retractarse de lo dicho por sentir que la había ofendido era peor. ¿O tal vez era peor que supiera de sus sentimientos hacia él? Luisa se deshizo de su abrazo y se fue.
- Tranquilo. – Respondió a su pregunta regresando al presente. – Incluso hasta puedo tener un encuentro “a trois”. En este momento de mi vida… la exclusividad no es mi meta.
- No seas tonta. Incluso aquella tarde yo no estaba pidiendo que me compartieras. Tal vez si te hubieses quedado me habrías ayudado a entender que no era para mí.
- ¿De qué hablas? – Preguntó asombrada con su declaración.
- Si te hubieses quedado ese fin de semana, yo me habría dado cuenta a tiempo que no tengo temas en común para conversar con Natalia. – Le dijo hablando con aire pensativo. - Que no me divierto en una hora, como lo hago en diez minutos contigo.
- Y el sexo… - Le dijo ella provocándolo… Él sonrió y la miró unos segundos en silencio antes de decir:
- Hasta eso es diferente contigo.- Le dijo. Luisa no se atrevió a preguntar en qué estaba la diferencia. Se tomó el resto del whisky y suspiró.
Lo que diera porque el sexo y todo en su vida fuese en la de Nikos tan especial como él lo era en la suya. ¿Qué hacer? ¿Qué decir? Se quedó mirando sin ver el horizonte. El hermoso paisaje del hotel cubierto por la luz de la luna llena y el cielo azul intenso con nubes grises que parecían pintadas en lienzo.
- Siempre he admirado esa capacidad para permanecer en silencio, estática casi sin respirar.- Le dijo. – Siempre me has hecho recordar ese poema de Neruda.
- Me gustas cuando callas… - Suspiró Luisa. Él le había enviado alguna vez un ramo de rosas con aquel poema. Recordó entonces que después de aquella conversación sobre Natalia… él le había enviado un ramo de orquideas con un extraño mensaje que decía: “Tú eres una orquidea colombiana tan común en tu país, tan extraña en el mío. Yo soy una flor de lis. Emblemática y distante como yo. Pero hay algo a nuestro favor: somos flores”. Luisa suspiró. Entonces no había entendido el mensaje y ahora se le hacía tan claro que se preguntó como pudo ser tan tonta para no entenderlo. Flores… flores que mueve le viento y que hace fecundar en lugares tan distantes. Estáticas y al mismo tiempo errantes. Y su relación con él sería igual… Un tio vivo de posibilidades hoy abajo, un segundo después arriba… ¿Qué viene después? Nadie sabe. Aún así, están dando vueltas en el mismo sitio.
- Lo que diera por inspirar esa mirada… ese suspiro. – Le dijo Nikos. Luisa alzó una ceja asombrada, mirándolo.
- ¿Para qué? – Nikos sonrió.
- Para saber que te mueres por mí. – Le contestó enigmático. Luisa le miró largamente a los ojos. En verdad, se veía distinto… la miraba con un interés distinto. Y además había un nuevo sentimiento: ¿Respeto? ¿Admiración? Luisa tenía miedo de especular en el tipo de sentimiento que se adivinaba en el fondo de sus hermosos ojos azules.
No estaba segura de que él estuviera dispuesto a formalizar una relación con nadie, después de haber fracasado con Natalia. Y estaba todavía más insegura de ser ella la próxima posibilidad de su vida. Los griegos como él no se casaban con su compañera de almohada, por muy modernos que fuesen.
- ¿Qué haces en Barranquilla? – Preguntó de repente sin que ella misma supiera cuál era realmente su intención. Él la miró como si le estuvieran saliendo dos cabezas.
- Eres la única publicista en el país que no lo sabe. Estoy en la gira para lanzar mi nuevo CD. – Le contestó. Con un tono que hasta dejaba ver un poco de enojo con ella.
- La farándula no es mi fuerte. – Se defendió. Claro que sabía de la sorpresa del mes en el ambiente musical. Pero no le daría jamás el placer de saber que continuaba al tanto de cada uno de sus pasos como cuando era adolescente.
- ¿Para qué me invitaste a cenar? – Insistió tratando de superar la barrera que se había erigido entre ellos desde el día en que Nikos la reconoció como la mujer en el hotel.
- Es algo difícil de explicar. – Respondió él y la tomó de la mano para llevarla hasta la salita donde había ubicado el video beam.
La hizo sentarse en el sofá que daba un primer plano de la pantalla gigante y él se fue a maniobrar el DVD que había puesto. La pantalla se encendió y después de cuadrar asuntos técnicos, apareció la imagen de Nikos caminando por una hermosa playa con un ambiente muy europeo. Luisa contuvo el aliento. Él se veía espectacular con un diminuto vestido de baño color violeta y una camisa de lino abierta que dejaba ver su musculoso pecho. Luisa contuvo el aliento al descubrir que en un lado de la camisa estaba su nombre escrito en griego antiguo. Lo reconoció porque ese había sido uno de los primeros regalos que Nikos le había hecho llegar. El nombre de Luisa en griego antiguo bordado en una blusa de lino.
- Este trabajo podría recibir otros nombres… pero serían absolutamente falsos. – Decía él mientras caminaba dando pataditas a la arena bajo sus pies descalzos. – Sólo el nombre de ella, como ella es verdadero.
- Durante estos meses antes de comenzar a grabar… ella me persigue hasta en sueños. – continuó diciendo él mientras la cámara lo seguía. – De día y de noche… sin descansar. Algo que ella no hace… porque apenas si me llama.
Luisa frunció el ceño. ¿Acaso él esperaba que ella lo persiguiera después de presentarle al amor de su vida? Trató de mirarlo pero él estaba justo detrás de ella y con dos movimientos suaves de sus manos le hizo mirar al frente.
- En el grupo de canciones que me propusieron, llegó una inspirada en un poema… “Un momento en el tiempo”. Es un tema muy romántico que envuelve a quien lo escucha en una tonada de nostalgía y amor. Luisa era una amiga especial, la media naranja que todos buscamos para ser felices… pero esa canción hizo clic en mi corazón y me descubrió su papel en mi vida.
Luisa sintió que su corazón se encogía ante esas palabras. Las lágrimas empezaron a correr por su rostro sin tener en claro cuál era el sentimiento que las inspiraba. Entonces empezó a rodar un vídeo. Era el vídeo clip de “Un momento en el tiempo”. Hablaba de un amor que no era eterno porque fuese seguro y constante, sino precisamente porque se iba construyendo de momentos, horas especiales que iban reforzando los recuerdos hasta convertirlos en el amor verdadero.
Luisa apenas si atendió a las imágenes. La letra de la canción decía todo lo que él no era capaz de decir. Todo lo que ella no era capaz de decir. Todo lo que no podía creer que él le quisiera decir. Estaba él declarando su amor por Luisa para millones de personas en un texto que leerían, verían y escucharían miles de veces, cientos de personas.
- ¿Por qué hiciste esto? ¿Por qué en una canción? – Preguntó ella entre sollozos. Nikos se colocó frente a ella y se arrodilló para hablar cerca de su rostro.
- Es la verdad. Natalia… es muy hermosa… muy educada… refinada… muy griega… pero no es todo lo que yo necesito… no es todo lo que yo busco… Ni siquiera la extraño.
- ¿Me amas porque me extrañas? – Se atrevió a decir Luisa. Nikos le tomó las manos entre las suyas.
- Te amo… y te extraño. Estaba todo el tiempo regalándole cosas y pidiéndole cosas que sólo tú puedes entender, querer o valorar. Natalia casi me mata cuando le pedí en una cena, tu menú favorito.
- ¿Pollo a la naranja? Por Dios… eso es demasiado corriente para un manjar tan exquisito.
- Sin contar que es alérgica a la naranja. – Le dijo Nikos. Luisa trató de calmar su llanto.
- Y…
- No necesitas decir nada. Quiero que termines de escuchar el video de presentación a la prensa y decidas si se puede o no hacer público. – Le dijo Nikos interrumpiéndola.
- Y si no estoy de acuerdo. – Preguntó intentando bromear. Sin embargo Nikos no lo tomó a broma. Parpadeó varias veces pues no esperaba un rechazo. Aunque se lo merecía.
- ¿Podrías no estar de acuerdo? – Preguntó tartamudeando. Luisa sonrió con ironía.
- ¿Alguna vez has pensado que quiero ser algo más que tu sexo seguro? – Le reclamó. – Crees que soy feliz con lo que me das porque desde un comienzo has creído que sólo quise acostarme contigo aquella mañana en el hotel. NO me has perdonado una niñada y no me has sacado del patrón de la niña consentida que juega a ser puta.
- Sabes que todo lo que he dicho hasta ahora en el vídeo habla de amor sincero. – Le dijo él. – NO estoy prometiendo amor eterno a todas… y lo sabes. Has conocido a muchas de las mujeres que han pasado por mi vida… mejor dicho por mi cama. Sabes que a mi vida no entra cualquiera…
Aunque Luisa sabía que todo eso era cierto. Todavía no podía creer que él estuviera enamorado de ella. Aunque no dejaba entrar a cualquier mujer a su vida, Natalia le había parecido la mujer perfecta. De hecho, a Luisa también le parecía perfecta. Era una muñeca de porcelana que llevaría de adorno Nikos de un lado a otro, Luisa en cambio quería una vida estable, un trabajo donde botar su adrenalina y su creatividad y una familia con la que disfrutar su tiempo.
- NO quiero ni imaginar tampoco que mis padres se enteren de la manera como iniciamos nuestra relación. Sería un duro golpe moral para ellos. – Le dijo Luisa.
- ¿Crees realmente que voy a decirle a la prensa de tu aventura conmigo? ¿Cómo quedaría delante de las adolescentes que se identifiquen contigo? – Luisa recibió aquella declaración como una bofetada.
Allí estaba una de las razones por las cuales Nikos tardó tres años en decidir que ella era la mujer de su vida. Lo vio levantarse y tomarse un trago doble de whisky. Él sabía que lo expresado era fuerte y que tocar el tema de la madrugada en el hotel sería un momento difícil en su relación.
En la pantalla continuaba Mercurio cantando y bailando una pegajosa canción. Luisa suspiró. De aquella sonrisa pícara y de la energía sensual que emanaba de aquel artista se había enamorado un día. Y luego, había conocido al hombre detrás de esa imagen. Entonces comprendió que ni era un enamoramiento más en su vida, ni era fanatismo adolescente… era amor. Nikos la miró y se sirvió otro trago. Abrió una botella y le sirvió una copa.
- Sé que te acostaste conmigo en un loco arrebato por ser insensata. – Comentó él con voz suave. Luisa sonrió de nuevo, ahora él le explicaría sus acciones. – En un principio no lo entendí así. Mi vida estaba llena de tantas fantasías e imágenes creadas, que una acción tan natural y adolescente… me costó analizarla. He estado hablando con Mateo…
- ¿Has hablado con Mateo de mí?- Preguntó desconcertada. – ¿Nunca quisiste hablarlo conmigo y lo hablaste con Mateo?
- No preguntes por qué pues no tengo la menor idea… - Respondió él dando vueltas al vaso en sus manos. – Cada vez que trataba de ponerte el tema se me hacía un nudo en el estómago… tal vez de miedo al tener que reconocer que me enamoré de tu sexo antes que de tu manera de ser. Y eso me hacía tan descocado como tú.
- Pero… - iba a continuar discutiendo con él cuando en la pantalla del video beam apareció de nuevo Mercurio hablando de ella… No. NO era Mercurio. Estaba vestido y sonreía como Mercurio pero hablaba Nikos… Hermes Nikolas…
“La conocí en Barranquilla. Un mago la llevó hasta mí aunque no estoy seguro de que sea el destino o su padre… - Y sonrió de nuevo. - ¿Jamás han sentido que el tiempo se detiene y que por un momento se te revuelve el pasado, el presente y el futuro en unos ojos indefinidos? Escuchen la canción que viene a continuación y sabrán lo que se siente…
Y entonces comenzó un nuevo vídeo con unas chicas bailando alrededor de Mercurio quien estaba en una cama como si durmiera. Las bailarinas tenían distintos colores de cabello, ojos de todas las formas y colores y coqueteaban alrededor de él y con la cámara con una sensualidad inocente. Podía haber una sensualidad inocente? Luisa no podía responder a ello. Tal vez si, tal vez no pero eso era lo que sentía cuando veía a las chicas danzando como gitanas alrededor de la cama de Nikos.
Entonces Mercurio se levantaba y las veía, con aire confundido. Comenzaba a cantar una letra sobre una búsqueda sin fin del amor. Una de las chicas le tomaba de la mano y lo hacía seguirla envolviéndolo en sus pañoletas, haciéndolo caminar, detenerse y correr. Como si lo hiciera dudar pero luego se arrepintiera y lo empujara a seguirla. Mientras Mercurio cantaba una clara declaración de amor por una mujer tan maravillosa, sensual y tierna que Luisa no pudo creer que fuese ella.
Luisa se sintió igual que aquella noche durante la cena de su padre cuando Mercurio entró al restaurante cantando. Nikos apagó el DVD con el control remoto y la miró en silencio.
- Parece que descubriste lo mismo que yo. – Le dijo Nikos, Luisa no se atrevió a hablar. – Cuando me pasaron el libreto me gustó pero no hice ninguna relación entre la historia y la nuestra. Cuando ví el video completo me quedé petrificado. De algún modo, aquel libretista de la productora había reconstruido nuestra experiencia.
- Y Natalia…- Él bajó la mirada como si le diera vergüenza lo que diría.
- Sentada a mi lado llorando porque yo empecé a hablar con Adrian sobre ti, sin recordar que ella estaba a mi lado…- Le dijo. – Afortunadamente… o desafortunadamente según se le mire. – Agregó con un tono de voz bajo y ronco.
- ¿Quieres decir que ella sabe la verdad de mi historia? – Preguntó Luisa.
- No. En realidad, de lo que se enteró es de que no era la protagonista en mi historia…
- Ten cuidado. Si me estás declarando amor eterno, no se aceptan devoluciones… - advirtió ella un poco más segura de los sentimientos de Nikos y feliz…
- ¿Y si dejo de amarte? – Preguntó él sorprendiéndola. Luisa se alzó de hombros.
- Supongo que mi papel cambiaría: Tendría que tomar la decisión de vivir sola, amar por los dos o… mandarte al diablo.
Nikos sonrió y le quitó el vaso de whisky que tenía entre sus manos. Lo colocó junto al suyo en una mesa y la hizo levantarse. Hundió su rostro en el cuello femenino aspirando el olor a hierbas de su cabello y su perfume.
Luisa se quedó quieta sin saber qué hacer. Nikos solía tener una gama de caricias que iban desde la clara invitación al sexo hasta el simple goce sensual de tenerla cerca. Él levantó la cara y la miró a los ojos sonriendo con un dejo de ironía.
- Conozco el infierno. Estuve en él cuando supe que eras la mujer de aquella madrugada en el hotel y pensaba que eras una libertina sin escrúpulos. – Le confesó sin poder evitar que las emociones aflorarán en el tono de su voz. – Y vivo en él desde que me di cuenta que me escudé en Natalia porque era más fácil sacarte de mi vida que mantenerte en ella.
Con sus manos rodeó sus caderas y la estrechó contra las suyas. Luisa contuvo el aliento.
- Te necesito. Sin ti todo parece perder el sentido y la importancia. No hay para qués valiosos. – Le dijo. Luisa sonrió identificándose con sus palabras.
- La vida a tu lado no es fácil. Los viajes… las mujeres…. Los encierros de producción…
- Pero tú también puedes viajar… y los hombres te persiguen como moscas y tomarás los meses en el estudio como tus vacaciones en nuestra relación. –Aquel intento de ver positivamente los contra de una relación entre ellos sedujo a Luisa más que cualquier otra cosa. Suspiró resignada.
- Vamos a intentarlo. – Le dijo y gritó sorprendida cuando Nikos la alzó en vilo y la beso. Aquella era una caricia desprovista totalmente de deseo pero absolutamente amorosa y posesiva.
- Entonces… vamos a comer. –Le dijo Nikos como si aquella respuesta fuese su liberación de una eterna tortura. Luisa casi se cae cuando él la soltó para ir al teléfono y ordenar que le subieran la cena.
Luisa lo observó entre divertida y desilusionada. Aunque había estado hablando con Marcos durante los últimos meses de lo mucho que odiaba su cadena de deseo a Nikos, en aquel momento hubiese pagado en oro porque él le hiciera el amor.
Aquel que iba y venía en el sitio organizando un comedor en la salita de recibo era una mezcla extraña entre Mercurio y Nikos. El artista y el ser humano se revolvían dentro de las mismas bromas y gestos. El timbre en la puerta no demoró y el mesero entró con un servicio al comedor.
Luisa observó a Nikos y al chico servir la mesa y le escuchó el mensaje que su padre le había hecho llegar con la recepcionista.
- Su padre quiere que llame a casa. – Le dijo él con tono solemne. Luisa hizo una mueca de pereza y Nikos la miró con ojos entrecerrados.
- Llámalo! – Le dijo en un tono que no pudo evitar sonara impositivo.
- Me va a preguntar un montón de cosas que no sé como responder. – Le dijo. – Entre esas, a qué hora llego a casa.
- Pues dile que a las doce como la cenicienta. Arturo te llevará. – Respondió Nikos con toda la tranquilidad del mundo. Se había reconciliado con ella y todo lo demás perdía importancia.
El mesero los dejó solos y Nikos continuó sirviendo la cena. Luisa se decidió y tomó el auricular. Su padre contestó de inmediato como si estuviera sentado al lado del teléfono esperando su llamada.
- Apenas nos están sirviendo la cena. –Le dijo Luisa sin preámbulos. Y escuchó un sonido al otro lado como si se estuviera riendo.
- ¿Desde cuándo eres tan amiga de Nikos? – Preguntó Andrés. Luisa puso los ojos en blanco. Ahi iba una de las preguntas difíciles de responder.
- Nos chateamos por correo. Y desde cuándo eres tan íntimo de Nikos…- Le devolvió la pregunta tratando de prolongar la respuesta directa.
- ¿Y por qué yo no sabía de tu amistad con él? – Inquirió Andrés. Luisa sonrió.
- Tú no tienes que saberlo todo. – Le dijo ella. Lo escuchó reír de nuevo. – Hey… tengo que dejarte… no me esperes despierto que no voy a hablar contigo en la madrugada…- Le dijo.
- ¿Y no vas a preguntar por qué soy feliz con tu visita a un hombre soltero en mi hotel? – Preguntó Andrés. Luisa alzó una ceja. Tenía razón. Era una excelente pregunta pero tenía miedo a lo que su padre pudiera decirle.
- Dime: ¿Por qué te agrada Nikos por encima de los diez amigos de mi vida que te he presentado? – Le dijo Luisa exagerando llevar la cuenta.
- Porque es el hombre que he soñado para ti. Me encantaría que fuese tu pareja. –Luisa se sintió extrañamente feliz por lo que decía.
- Quiere decir que de existir la posibilidad de tener una relación con Nikos, ¿tú estarías de acuerdo con ella?
- Él es un buen hombre. Con una familia fundamentada en excelentes principios morales y con una visión de futuro que me haría sentir tranquilo acerca del tuyo. –Le confesó Andrés. Luisa hubiese querido preguntar algo más pero Nikos empezó a hacerle señas de que se moría de hambre.
- Sólo no te adelantes a los acontecimientos… ¿sí? - Pidió Luisa. Su padre dejó escuchar su risa.
- ¿Alabarlo hará que te alejes? – Preguntó Andrés. Luisa sonrió.
- Tú me llevas la contraria a mí y no al revés. Yo sólo hago lo que me gusta… algunas veces son cosas que no te gustan. – Aclaró y decidió que Nikos tenía razón sobre cortar la comunicación. – Te dejo. La cena está servida.
- Entonces… Hasta luego. Pórtate bien. Recuerda que estás casi en casa…
- Ni me lo recuerdes… - Le dijo y cortó la comunicación.
Luisa se acercó a la mesita y Nikos le entregó una copa de vino y le rozó los labios con los suyos.
- La conversación era muy interesante pero la cena se enfría. – Le dijo guiándola a su lugar. Se sentaron sobre cojines alrededor de la mesa auxiliar de la sala.
- Con papá todas las conversaciones suenan a diálogos de paz cuando se trata de hombres. – Le dijo con calma. Era demasiado consciente de la visión de mundo de su padre, tan diferente a la de Nikos… e incluso a la de ella.
Nikos alzó la copa y fingió brindar. Luisa alzó la suya y sonrió mirando la cena que habían servido. Pollo a la naranja, ensalada césar y flan. Recordó la primera vez que organizó ese menú en un restaurante y como Nikos casi la mata porque según él aquello era una horrible combinación.
- Esto es inconcebible. Este menú es de quinta. – Le dijo Luisa recordándole sus palabras.
- Pero es el que te gusta y la idea era convencerte con comida si mi vídeo no funcionaba. – Afirmó él sonriendo. Luisa sonrió también.
- ¿Y el plan C? – Preguntó bromeando.
- El plan C como siempre es la C de cama. Si no te convencía con mis palabras, ni con la cena, tendría que hacerte el amor hasta que me aceptaras de nuevo. – Luisa se sonrojó.
- Ese nunca te ha fallado. ¿Por qué no usarlo de plan A? – Nikos sonrió entendiendo su ironía.
- Esta vez quería hacer las cosas bien. He actuado como el artista caprichoso y consentido que siempre he sido. Te maltraté de palabras y con mis acciones. Hoy, quiero resarcirme de todos mis errores y recomenzar contigo.
- Y si la respuesta sigue siendo no. – Le dijo Luisa entrecerrando los ojos como si estudiara sus reacciones. Nikos se tomó el contenido completo de su copa de champaña y titubeó antes de responder.
- Si tu respuesta es no, solo tienes que irte sin decir nada. – La voz masculina sonó quebrada y produjo un nudo en su estómago. Estaría realmente convencido de que Luisa era el amor de su vida.
- El vídeo es hermoso. Tremendamente emocional y romántico… - comenzó a decir Luisa. – Totalmente distinto a cualquier regalo o detalle tuyo hacia mí. Pero implica un compromiso conmigo que tal vez no seas capaz de cumplir.
- Hace mucho tiempo lo vengo cumpliendo. Sé que en un principio, cuando llegaste a Bostón, tuve más de media docena de mujeres revoloteando en mi vida al mismo tiempo que tú… pero durante estos últimos tres años… - Respondió con aire de meditación y, se aclaró la garganta para concluir: - Has sido mi obsesión. Comprometerme con Natalia fue un intento por huir de ti… Pero al final… ganaste.
- La manera como nos conocimos… acostarme contigo fue…
- ¡Olvídalo! No hables mal de un momento en el tiempo que se convirtió en la piedra en el zapato de nuestra relación. – Le dijo él interrumpiéndola… - Amanecer en tus brazos fue mágico… aún cuando no tenía claro por qué estabas allí. Sólo recordar ese momento me hace sentir… feliz.
- Dijiste que era una ramera descocada, niña rica caprichosa…
- Estaba celoso. – Le dijo levantándose de su lugar para arrodillarse a su lado. – Me imaginé que podrías acostarte con Eduardo, por las mismas tontas razones por las que lo hiciste conmigo y se me arrancaban las entrañas de su lugar.
- Eres un mentiroso. No había en tu rostro ni en tus palabras el menor asomo de dolor cuando me echaste de la casa…- Le dijo ella.
- En realidad, tenía miedo. Teníamos tres años de relaciones y nunca antes se me había ocurrido la posibilidad que en tus tardes de aburrimiento mientras yo estaba en gira, tú te entretuvieras con otro hombre.- Luisa sonrió. Jamás se imaginó aquellos pensamientos en un hombre tan seguro de sí mismo como Nikos.
- Puede ser difícil amarte… - Le murmuró al oído. – Pero jamás será aburrido. – Él la hizo acostarse encima de él sobre la alfombra.
- ¿Me amas? – Preguntó él besándole el rostro en muchos lugares menos la boca, provocándola. - ¿Qué clase de amor es ese que me deja en brazos de otra?
- Un amor sincero. Dijiste que era la mujer perfecta , con una expresión de conocimiento de causa que no me dejó posibilidad para una duda. – Le dijo ella.
- Volví a equivocarme. – Le dijo él girando para que ella quedara acostada sobre la alfombra… - ¿Estoy otra vez en el camino errado? – Preguntó soltándole la blusa.
- Depende de lo que buscas. No quiero dejar de ser libre para hacer y decir lo que me parece…- Le dijo ella.
- ¿Tienes tan claro lo que quieres en la vida? – Preguntó él quitándole la blusa por completo. – A mí me costó cuatro años de mi vida convencerme de ello.
- Te quiero a ti. – Le dijo ella sin poder resistir la seducción de tenerle tan cerca. Nikos sonrió.
- No hay en mí algo que te atraiga más que mi cuerpo…- Concluyó divertido… Luisa sonrió.
- Tu sentido del humor y tus detalles…- Le dijo.- Pero jamás serán más atractivos que tenerte desnudo sobre mí… - Le dijo provocadora. A Nikos se le olvidó que su tarea era convencerla de ser su esposa.
Por ahora, era más sencillo, placentero y cercano tenerla de amante. Y la verdad… No creía que tuviese mucha dificultad en convencerla de casarse con él.
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