Ambos se asombraron de que Tony todavía estuviera en la recepción de la oficina de De Castro, pero Diego hizo pasar a un cliente que le esperaba y no pudo hacer ningún comentario. Cristina se sentó en un sofá.
- Hey… Estoy esperándote. Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar. – Le dijo Tony acercándose a ella. Cristina alzó una ceja con aire despectivo.
- Voy a almorzar con Diego y luego iré de compras. Hablaremos en Miami, mañana. – Le dijo ella con una seguridad que estaba lejos de sentir. A Tony no le gustó que lo rechazaran.
- Es en serio… Tienes que decirme qué decir y qué no de Martín. – Le dijo él insistiendo. Cristina sonrió.
- Yo todavía no sé qué voy a decir yo así que… nos vemos mañana. – Le dijo sin ceder por un milímetro lo que había decidido.
- Está bien. Nos vemos más tarde. Te llamo a tu hotel. – Dijo él sin claudicar del todo su intención de hablar con ella ese mismo día.
Diego se desocupó un poco más tarde de lo prometido y la hizo comer en un lujoso restaurante de la ciudad. Luego, la acompañó al centro comercial donde realizaría sus primeras compras pero una llamada importante le hizo abandonarla para asistir a su oficina a una reunión de negocios.
Diego no le preguntó absolutamente nada acerca de la relación que empezaba a intuir entre Tony y ella. No iba a recordarle a su rival en la escasa hora que le había regalado para estar con ella. Sin embargo no pudo seducirla para que se acostara con él. La llamada sobre una cita muy importante de negocios que no podía posponer no era para ignorarla.
Cristina se despidió de él con la promesa de pensar en el futuro una posible relación entre los dos. Diego estaba loco. Ella jamás volvería a Barranquilla, su vida y la de sus hijos estaba organizada en Miami y no tenía la menor intención de cambiar eso.
Eran casi las siete de la noche cuando decidió que llevaba muchos paquetes y que había conseguido todo lo posible. Tomó un taxi y uno de los chicos del hotel se ofreció a ayudarla con los paquetes. Casi se desmaya cuando se abrieron las puertas del ascensor y encontró a Tony sentado en un sofá del pasillo junto a su puerta.
- Olvidaste dejarme las llaves. – Le dijo con descaro. Cristina lo ignoró y abrió la puerta de su habitación.
El chico entró con los paquetes y detrás de él Tony. Cristina sabía que no había manera de rechazarlo. Solo de verlo deseaba besarlo y su cuerpo se excitaba ante la posibilidad de que la sedujera. Además de eso, parecía imposible de contradecir.
El muchacho se marchó y Tony se dejó caer en un sofá de la sala. Cristina se metió en su habitación y sacó la maleta más grande para acomodar las cosas que había comprado a Antonia en ella. NO cambiaría sus planes por él.
- ¿Puedo invitarte a cenar? – Preguntó Tony desde el sofá. Cristina puso los ojos en blanco.
Él insistía en comportarse como si llevaran años de relación. A veces, Cristina pensaba que deseaba enloquecerla.
- No quería salir del hotel esta noche. Tengo que empacar. – Le gritó ella. Hacerle ver que actuaba como un desquiciado era tiempo perdido.
- No salgamos. Cenaremos en el hotel… el restaurante es excelente. – Le dijo él. Cristina frunció el ceño.
¿Conocía el restaurante del hotel? ¿Acaso no era la primera vez que venía a Barranquilla? Pero preguntarle eso le daría una falsa idea de que estaba interesada en él.
- Cuando termine de empacar, te digo. – Le dijo ella dispuesta a dejarlo en la sala hasta que terminara de empacar las cosas de Antonia.
Su ropa estaba empacada. Ella sólo había sacado algunas cosas y el maletín donde guardaba la ropa sucia sólo tenía que meterlo en la otra maleta y estaba listo su equipaje. Lo escuchó deambular por la sala y al poco rato, entró en la habitación.
Cristina sentía el poder de su presencia con sólo tenerlo a medio metro de distancia. ¿Por qué su cuerpo reaccionaba de esa manera a Tony? ¿Acaso le recordaba al Martín del que se enamoró? Con aquel Tony también había sentido esa pasión desbordada por tenerlo cerca, por tocarlo, por sentirle.
Suspiró y acomodó los últimos regalos en la maleta. Todavía quedaba un espacio por lo que decidió meter allí sus zapatos. Se arrodilló sobre la alfombra para buscarlos debajo de la cama y dio un brinco cuando Tony se agachó junto a ella.
- ¿Qué estás haciendo? – Preguntó él con voz ronca. Cristina abrazó sus zapatillas de tacón alto.
- Empaco. – Le dijo sin confiar en la seguridad de su voz. El rostro de Tony estaba tan cerca y ¡su boca le apetecía tanto!
- Ignorarme sólo hace que te desee más…- Le dijo él tomando con una mano su barba y acercando sus rostros. – Y en verdad, necesito que hablemos.
Aquella solicitud a colaborar con él para no terminar haciendo el amor en lugar de hablar sobre lo que harían con su futuro, hizo que la poca fuerza de voluntad de Cristina despareciera. Cayó de rodillas sobre el suelo y colocó las zapatillas dentro de la maleta.
- Es sólo atracción y… se puede dominar. – Le dijo tratando de engañar hasta a su propia conciencia. Tony sonrió arrasando con el mínimo de cordura que mantenía a Cristina vestida.
- No es fácil de dominar. – Le dijo él y la besó. – No te mientas.
- He estado pensando las cosas… Te pareces al Tony del cual alguna vez me enamoré y es posible…- Intentó decir tan pronto él le dejó respirar un poco. Tony la hizo levantarse y tomó la maleta que Cristina había estado arreglando para bajarla al suelo ya cerrada.
- Te divorciaste de ese Tony… Lo dejaste de querer… Te engañó y no se lo perdonaste. – Le dijo él mientras bajaba la otra maleta de la cama de Cristina.
Cristina intentó alejarse de la cama. Tal vez si lo llevaba a la sala, si asumía la conversación en un ambiente menos íntimo. Pero Tony no la dejó salir de la habitación. La agarró por la blusa y la hizo regresar a su lado.
Su abrazo la hizo sentir la fuerza de su deseo. Se derritió en sus brazos y se dejó dar vuelta como una muñeca mientras sus manos de hombre la tocaban con rudeza. Su boca estaba a menos de una cuarta de la boca masculina y sus piernas amenazaban con no sostenerla.
- Este Tony que estás conociendo… te desea… Y tú lo deseas…. – Le dijo sin dejarse engañar por lo que ella intentaba afirmar.
- Pero no es mi esposo… no lo conozco… Por Dios! No sabemos ni qué nos gusta comer! – Le dijo tratando de pensar con cordura aunque era muy difícil teniendo en cuenta que todo lo que deseaba era arrancarle la ropa y hacerle el amor.
- No seas tonta… Esas son etapas que prolongarían nuestra tortura… Has estado casada y tienes dos hijos… no estás para noviazgos…- Le dijo él empezando a desabrochar los botones de su blusa. – Y yo no estoy para esos juegos, tampoco.
- Soy la esposa de tu primo. – Le dijo ella recurriendo a las pocas ideas que su mente pensaba con claridad. Tony sonrió con burla.
- Eres la sensual y apasionada viuda de mi primo y me vuelves loco. – Le dijo él. Cristina cuya voluntad se debilitaba más rápido con palabras que con gestos, sintió que le importaba muy poco lo que otros pensaran… si a cambio podía dejarse literalmente comer por este hombre.
- Mis hijos… - Intentó decir antes que él la besara y luego de varios minutos besándola mientras le quitaba la ropa, él le dijo.
- Nadie le va a decir a los niños que te acostaste conmigo. – Le dijo él haciéndola acostarse sobre la cama ya casi desnuda. Él empezó a quitarse la ropa en vista de que Cristina no lo hacía.
Cristina se deleitó observándolo. Tony se quitó la ropa en un par de rápidos movimientos y la hizo acostarse debajo de él en la mitad de la cama. Cristina se arqueó disfrutando de la sensual sensación de su peso sobre su cuerpo. Tony gimió anticipando el placer de tenerla.
- Dime Cristina… ¿Me rechazarás? – Preguntó él mientras le quitaba la ropa interior para besarla cuello abajo.
- Debo hacerlo… Somos dos desconocidos teniendo sexo sin medir las consecuencias. – le dijo ella. Tony no dejó de acariciarla con labios y manos mientras le contestó.
- Te equivocas… Eres una mujer sana y yo también.- tomando su comentario hacia las precauciones que debía tener por salud. - Además esta vez traje condones y no voy a negarme el placer de estar dentro de ti…
- Sabes que no me refiero a eso… ¿Cómo voy a trabajar contigo mientras recuerdo todo esto? – Le dijo ella. Tony la hizo mirarlo a los ojos para decirle.
- Cuando estemos trabajando… estaremos trabajando pero después… tendremos toda la libertad de disfrutarnos igual que ahora. – Le dijo muy seguro de que no estaría pensando en sexo cuando estuviera enfrente de ella en la empresa. Cristina no estuvo muy segura de que ella pudiera asegurar lo mismo.
- ¿Y si no puedo? – Insistió ella dándose cuenta de que la pregunta si lo había sacado de su concentrada tarea de desnudarla. Tony suspiró.
- Tendrás que decidir si vives conmigo sólo para ser mi amante o si puedes trabajar conmigo y ser mi amante. – Le dijo él con una expresión tan seria en su rostro que Cristina no puso en tela de juicio que estuviera hablando en serio.
- Así que amante o amante y compañera de trabajo. – Dijo Cristina. Tony se levantó y se quitó su calzoncillo ignorando la intención de Cristina de fastidiarlo.
- Créeme, Cristina… voy a gozarme este placer de tenerte entre mis piernas… cada vez que pueda… Y no me importa, lo que tenga que hacer para lograrlo. – le dijo y la hizo separar las piernas. Cristina se tensionó pensando que él la tomaría sin contemplaciones. – Tranquila. – Le dijo y empezó a besarla de nuevo de los pezones hacia abajo. Cristina se debatía entre detenerlo y disfrutarlo cuando Tony gimió besando su vientre.
- Por favor, Cristina… Aunque nuestra relación de negocios no funcione… - Le dijo él volviendo a acostarse sobre ella para mirarla a los ojos. – Dime que vas a ser mi amante. Dime que me deseas, que lo disfrutas… ¡Dímelo!
Inexplicablemente, aunque su mente pensó en negarlo y aprovechar aquel momento para rechazarlo y ofenderlo de tal manera que la dejara en paz, de sus labios surgió un suspiro ronco y bajo:
- Te deseo. Y cuando estás allí se me olvida todo… Y le tengo miedo a eso pero… te deseo. – Le dijo y Tony procedió a cumplir su tarea de macho seductor.
¡Cielos! Exclamó Cristina mientras recordaba una y otra vez todo el placer de tenerlo dentro mientras se duchaba. Tony estaba medio dormido en su cama, enrollado entre las sábanas, completamente desnudo.
Tenía que reconocer que cada hombre en su vida había tenido una excelente manera de hacer el amor. Pero que Tony la hacía sentir una diosa pagana, probando el elixir mismo del Olimpo. Se miró en el espejo mientras se secaba. Y tal vez lo que más la excitaba era que Tony parecía sentir lo mismo.
Y si no… ¿por qué aunque dijo que había traído condones no se había acordado de colocarse uno? Se preguntó sonriendo. Ni siquiera Diego en medio de su somnolencia aquella noche en la que Cristina se le metió en su cama, había olvidado colocarse la protección. En cambio, Tony… se concentraba en seducirla con palabras y caricias atrevidas que la hacían enloquecer y que se veía lo enloquecían a él también.
Ese poder sobre sus sentidos, hacía que Cristina se sintiera una diosa. Algo así como una Venus Afrodita disfrutando de su adonis favorito. Se vistió de manera informal y decidió levantar a Tony. O se quedarían sin cenar.
Lo observó unos segundos antes de sacudirle el brazo. Su rostro algo bronceado, de facciones esculpidas en piedra, sus párpados escondiendo sus hermosos ojos de gato y su boca tan sensual y roja. Cristina le sacudió el brazo varias veces antes de conseguir que abriera los ojos y se estirara cual largo era entre las sábanas. Cristina sintió sobre su propia piel la suave caricia de la tela deslizándose entre sus piernas para dejarlo desnudo frente a ella.
- ¡Hey! Soy un hombre. – Le dijo él sacándola del estado hipnótico en el que la tenía la observación del cuerpo masculino. Ella suspiró. No había remedio, le gustaba ese hombre mucho más de lo que le había gustado alguien en su vida y sentía que para él, ella era muy especial. Se sentía deseada, no utilizada. Eso era algo que Martín jamás había borrado de sus encuentros sexuales.
- Vamos a cenar. – Le dijo ella tratando de escucharse enojada. Tony abrió los brazos a lado y lado de su cuerpo y se estiró.
- Claro que sí… Mi cuerpo no puede dar un paso sin comer. – Le dijo sentándose de un salto, haciendo alarde de su agilidad. – Y estar contigo es más agotador que tres horas de gimnasio. ¡Por Dios! ¡Eres una bomba de sensualidad!
- No me lo recuerdes. – Rogó avergonzada y ruborizada. Decidió alejarse de la visión de ese hombre desnudo y salió de la habitación.
Tony se bañó y se cambió en 15 minutos y la tomó de la mano para salir de la habitación rumbo al ascensor. La arrinconó contra una pared del ascensor y la obligó a mirarlo a los ojos.
- Es una delicia estar juntos y no puedes negarlo. – Le dijo él. – Me importa un rábano si todo esto es gracias a las locuras de Martín… Y si en realidad me estoy metiendo en tu vida a la fuerza.-
- No quiero que hablemos de eso. – Rogó ella que todavía no sabía qué diría si él volvía a preguntarle si lo deseaba.
- Intentemos tener una velada racional. – Le dijo Tony abrazándola a su costado. Cristina suspiró. Empezaba a dudar que estando a su lado pudiera concentrarse en otra cosa que no fuera el deseo.
- Entonces… hablemos de mis hijos… ¿Cómo voy a presentarte ante mis hijos? – Preguntó ella.
- Aunque sea un poco doloroso para ellos y para ti… debes decirle la verdad sobre Martín. – Cristina suspiró. Esperaba que él le diera una idea distinta y válida.
- NO sé hasta qué punto eso sea prudente. – confesó. El ascensor los dejó a unos pasos del restaurante pero decidieron irse a una de las mesas a la orilla de la piscina.
Aquel ambiente romántico, especialmente por la arquitectura colonial del hotel, lo hacía ver como un actor de cine. Estaban en una alejada ciudad del caribe… ni su familia ni la de él estaban cerca y eso hacía todavía más atractiva su relación. Tal vez eso le daba fuerza. Pensó y sintió angustia al darse cuenta que en lugar de tranquilizarla esos pensamientos la desesperaban.
Es decir, cuando estuvieran en Miami y la rutina de su trabajo como madre y como gerente de su empresa la agobiaran… ¿su relación perdería pasión? Se sorprendió a sí misma con esa pregunta. ¿En realidad estaba preocupada por cómo llevar una relación con Tony? Su gesto de vergüenza y sanción fue confundido por Tony. Él lo interpretó como preocupación y le acunó una mano entre las suyas mientras decía:
- Los padres hieren a sus hijos pero los jóvenes terminan por perdonarlos. – Pensando que ella seguía pensando en cómo decirle la verdad a sus hijos. Cristina suspiró sin decirle la verdadera razón de su angustia.
- Antonia veía por los ojos de Martín. Si ahora le digo que era un mentiroso redomado que nos engañó a todos… Creerá lo que siempre ha medio insinuado: que la vida es un teatro donde todos simulamos algo. – Le confesó tratando de alejar sus pensamientos. Su relación con Tony no tenía futuro y no debía gastar neuronas en analizarla.
- Pero allí estarás tú para aterrizarla. Y, yo si me lo permites. – Le dijo él. – Mirará todo lo que has sufrido, todo lo que he perdido y todo lo que ellos mismos estarán sufriendo a causa de la mentira de Martín.
- Y no es sólo Antonia, está Cristóbal… no amaba mucho a Martín. ¿Sabes? Jamás hubo entre ellos más que la obligación de ser padre e hijo. – Le dijo sintiéndose como una tonta al revelarle a un perfecto desconocido que sus mayores preocupaciones eran que sus hijos dejaran de creer en su padre… un padre muerto.
Cristina podía imaginar a Cristóbal liberado de la obligación de hablar bien de su padre. ¿Y con quién iba a identificarse como hombre? Cristina sabía que se llevaba muy bien con su padrino. Seguía a pie juntillas lo que él le recomendaba. Suspiró al pensar en Jim… el mejor amigo de Martin y el hombre por el cual sus padres se divorciaron. Claro que los chicos no lo sabían… Y para Cristóbal, Jim era el hombre más divertido, comprensivo y amigable del mundo. Pero Cristina no podía olvidar que Martin se había sentido más que herido por su infidelidad con Jim.
- Es entonces una nueva razón para que me des la oportunidad de entrar en tu vida.- Le dijo él besando su mano. Cristina frunció el ceño.
- ¿Cómo así? – Preguntó aunque deseó preguntarle cuáles eran las verdaderas razones por las cuales se empeñaba en ser parte de su existencia.
- Pues que tu hijo necesita un padre y yo… puedo serlo. Soy prácticamente su tío y … su única familia aparte de ti. – Le dijo él con precaución. Cristina entrecerró los ojos.
- Dime la verdad: qué es más importante para ti en este momento: recuperar tu dinero y aprovechar la oportunidad de independizarte o tener una familia caída del cielo. – Le dijo ella. Tony se acercó a ella.
- No voy a negarte… Ayer llegué dispuesto a quedarme con tu empresa…- Le dijo. – La mejor oportunidad de hacer negocios en Estados Unidos. Pero te conocí… y ahora también quiero quedarme contigo.
Cristina no pudo responder a eso. No había siquiera soñado que él le dijera que la quería a ella. El mesero llegó a tomarles la orden y la verdad, ella no hubiese podido hilar dos palabras juntas con sentido. Cuando el mesero se alejó, Tony hizo un comentario sobre las personas en el lugar y Cristina empezó a hablar de su pasión: el diseño de modas.
- Es bastante difícil competir en Estados Unidos… Sin embargo, he hallado un mercado muy bueno para mis diseños.- Le dijo mientras les colocaban el plato principal enfrente. – Los colombianos y los mejicanos en Miami… adoran mis colores y texturas… así que con ellos tengo más que suficiente.
- Te puedo proponer Chile y Argentina como siguiente paso…- Le dijo él. Cristina suspiró.
- Llevar mis diseños al cono sur… Wow. Sería espectacular. – Respondió ella. Tony asintió.
- Ese es mi negocio allá. – Le dijo él con un ligero tono de nerviosismo que le llamó la atención a Cristina. – Importar ropa exclusiva.
- Entonces… no te es tan ajeno el negocio de los diseños. – Le dijo Cristina pensando que no le había hecho una entrevista a Tony para saber hasta qué punto podía asumir la gerencia de su empresa.
Cristina comió en silencio el resto de la velada. Tony tampoco parecía estar en disposición de hablar sin embargo, cuando les trajeron el postre, él retomó el tema de los chicos.
- Insisto que teniendo a tu amiga… la psicóloga… debes decirle a los chicos la verdad sobre Martín. – Le dijo. Cristina asintió.
- Ya estás a punto de convencerme. – Reconoció ella. - De todos modos, hablaré con ella antes de tomar una decisión.
Cristina y Tony caminaron alrededor de la piscina y se tomaron un par de tragos en el bar, antes que Cristina insistiera en subir a su habitación para hablar con sus hijos.
Tony entró a la habitación con la confianza que siempre mostraba. Cristina decidió no discutir con él. Se fue directo al teléfono y pidió la llamada a Miami.
- ¡¡¡Mamá!!! – Gritó Antonia tan pronto le reconoció la voz. – Tienes que regresar pronto. Tengo un campamento para el fin de semana y Linda dice que sin ti en casa, yo no voy a ningún lado.
Cristina podía imaginar los berrinches que Antonia estaría haciéndole a Linda para pedir permisos. Suspiró sin saber si decirle o no acerca de Tony.
- Antonia… Hija… Tu padre murió. – Le dijo.
- Mamá… ¿Estás ebria? Claro que sé que papá murió. – Le dijo Antonia entre molesta y triste.
- Respétame, Antonia. –Le dijo enojada y vio que Tony se iba al balcón de la habitación como si quisiera darle privacidad a su conversación. – Tu padre murió pero eso no es todo. Hay cosas ocultas en la vida de tu padre.
- Ya me preocupaste. Cuéntame lo que sea.- Le dijo Antonia. Cristina se arrepintió de haberse precipitado en sus comentarios.
- Pásame a Linda y que ella te cuente. – Le dijo Cristina. Antonia dijo una andanada de groserías pero obedeció pasándole el teléfono a Linda.
- Qué pasa, amiga. – Le dijo preocupada.
- Tienes que decirle a mis hijos… O por lo menos a Antonia que su padre nos ocultó su verdadera identidad. – Le dijo Cristina odiando dejar en los hombros de Linda su responsabilidad.
- Creo que es una conversación que usted debe tener con sus hijos, Señora María. – Le dijo Linda usando el tono de psicóloga que utilizaba en su consultorio.
- Ya lo sé… pero necesito una preparación previa… te necesito, Linda. – Le dijo al borde del llanto.
- Nada de lágrimas.- Le ordenó. - ¿Qué les digo?
- Que su padre nos ocultó su verdadera identidad y que voy a llegar con la persona que legalmente es mi marido, el dueño de la empresa y su padre…- Le dijo resignada a aceptar lo que no podía cambiar.
- Y que necesitas su colaboración… buen comportamiento… actitud de apertura…- Le enumeró Linda. - ¿Estás loca? ¿A qué viene ese hombre? ¿Lo vas a traer a tu casa?
- No lo sé. Creo que no va a vivir con nosotros en casa… tal vez lo haga quedarse contigo… en tu apartamento. – Le dijo ella sin decidirse a sacarlo del todo de su vida. Se mordió el labio y miró al balcón. Tony miraba el cielo estrellado. No podía negarse el placer de tener una aventura con ese hombre. Y casi no le importaba si a sus hijos les parecía bien o no.
- ¿Eso quiere decir que te cae muy bien? ¿Es atractivo? ¿Te gusta? – Preguntó Linda con un tono de voz bajo que le dijo a Cristina que no estaba sola en la habitación.
Linda había comprendido el mensaje implícito en su proposición. Claro que le parecía atractivo, claro que le gustaba y claro que deseaba que se quedara en su vida. Sólo que tenía miedo. Miedo a que este Tony se convirtiera en uno igual al que alguna vez fue su esposo. Y la engañara y la alejara de su vida.
- Necesito que se quede con alguien conocido. Un lugar donde yo pueda conversar con él pero no me atrevo llevarlo a casa. – Le confesó. – Además así podrás conocerlo, opinar… ayudarme a orientarme en el futuro de mi vida.
- Está bien, amiga. Veo que el lío es grueso. – Reconoció Linda con voz de entusiasmo. – Voy a hablar con los chicos acerca de lo infantiles que algunas veces nos comportamos los adultos. ¿Será que este tipo les va a caer bien a todos?
- No lo sé. – Le dijo Cristina en un hilo de voz. – Es atractivo, me seduce… Y yo a él también.
- Dios… Eso quiere decir que te acostaste con él. – Dijo Linda casi en un susurro sobre el teléfono pero con evidentes deseos de gritar. Cristina cerró los ojos y se apoyó a la pared en la habitación.
- Lo hice… Lo hice y fue maravilloso y no quiero perderlo y… Antonia va a adorarlo porque les gustan los mismos cantantes argentinos y los conoce… - Le dijo desahogándose de todo lo que había ido guardando en su corazón durante la conversación de esa noche. – Y me temo que Cristóbal va a amarlo mucho más rápido que a su padre… Y eso me duele… me duele, Linda. – Le dijo llorando. – Porque yo siempre quise que Tony y Cristóbal se entendieran y que mi hijo tuviera en su padre a su mejor amigo. – Y sollozó. – Y estoy sintiendo que traiciono a Martín porque Tony me parece mejor… en la cama… en mi vida… para mis hijos. ¡Diablos, Linda! Estoy metida en el lío más grande de mi vida.
- Cálmate… Ya te entendí. – Le dijo Linda. Tony apareció junto a ella y le quitó el teléfono y la dejó abrazarlo y llorar. – Sólo tienes que calmarte, amiga.
- Está llorando. – Le dijo Tony tomando el hilo de la conversación. – Creo que es mejor que conversen mañana.
- ¿Quién habla? ¿Diego? – Preguntó Linda. Tony abrazó con fuerza a Cristina confirmando con la pregunta de su amiga que Diego era algo más que el abogado de su difunto marido en la vida de Cristina.
- No. Soy Tony Vidal. Cristina llegará mañana a las once… Espero que vaya a recibirla. – Le dijo y cerró la llamada.
Cristina se dejó llevar a la cama. No escuchó a Tony llamar a la paramédico del hotel, ni la llegada de Luisa. Sólo quería llorar. Llorar todo lo que no lloró a Tony… a Martín en su tumba. Quería dormir. Dormir y despertar pero encontrar que todo había sido una pesadilla. Tony era Tony, sus hijos eran sus hijos y nada de todo esto era realidad.
Sin embargo, Tony la ayudó a quitarse la ropa. Le buscó un pijama y empacó el resto de sus cosas mientras llegaba el paramédico. Luisa la revisó y le dio un tranquilizante.
- Es sólo un relajante. Creo que debe consentirla mucho para que realmente duerma. – Le dijo Luisa a Tony. Cristina se acostó sin almohadas y cerró los ojos. Le importaba muy poco la respuesta de Tony.
- No se preocupe. Ella va a dormir y yo veré que se tranquilice. – Le dijo él. Cristina la escuchó a lo lejos… como si estuvieran en otra habitación.
Todo lo que le había dicho a Linda era cierto. Cualquier otra persona le habría dicho ridícula y tonta ante semejantes revelaciones pero Linda la conocía muy bien. Sabía que una sola conversación era suficiente para que Cristina supiera si la persona que tenía enfrente le gustaba o no.
Aún con Martín le había sucedido lo mismo. Después de su primera conversación había sabido que era el hombre con el que se arriesgaría a un matrimonio. Por supuesto, que tenía defectos y que tendría dificultades en algunos momentos. ¿Acaso todos no somos humanos? Y cuando nació Antonia… y empezó a crecer, Cristina supo que se llevaría muy bien con su padre. Lo que no sintió cuando Cristóbal empezó a crecer. Y empezó a enfrentar las torpezas de Martín.
- ¿Quieres tomar algo? – Preguntó Tony al escuchar su suspiro. Cristina se negó a abrir los ojos.
- No. ¿Qué haces? – Preguntó al escuchar que se movía por la habitación.
- Termino de empacar tu ropa. Debes salir de aquí a las cuatro de la mañana. – Le dijo. Cristina trató de levantarse y sintió una punzada en la nuca. Tony se acercó a ella.
- Quédate dormida de una vez. Yo termino de empacar y te acompaño para despertarte a tiempo. – Le dijo. Cristina movió la cabeza de un lado a otro.
- Nada de eso… tú no vas a cuidarme y yo voy a terminar de empacar. – le dijo sin abrir los ojos porque en realidad se sentía muy mal.
- Todavía no te convences de que cuando quiero algo, lo consigo. – Le dijo él en un tono de voz que no admitía contradicciones. Cristina suspiró.
- Ya lo creo. – contestó simplemente y empezó a hacer ejercicios de relajación para ver si hacía efecto la pastilla.
Tony terminó de empacar todo excepto una muda de ropa cómoda que dejó para el viaje y en un bolso de mano le guardó todas las cosas de maquillaje y de uso personal que tenía en el baño.
Luego se fue a la sala y Cristina lo escuchó cerrando las puertas del balcón y apagando luces. Aquellos sonidos le recordaron las noches cuando Tony empezaba a apagarlo todo en la casa para que los chicos se acostaran a dormir. Y las lágrimas rodaron de nuevo por sus mejillas.
Tony se quitó los zapatos y los pantalones y se sentó en la cama junto a ella. Él empezó acariciando sus cabellos, peinándolos sobre la almohada a su lado y luego, terminó acostado a su lado, apoyado en un codo y mirándola. Cristina abrió los ojos y lo miró.
- Eres muy hermosa. – Le dijo él. Cristina pensó que a un hombre como él se le creía todo.
- No estoy para seducciones. – Le dijo tratando de desencantarlo. Tony sonrió.
- Al contrario… creo que seducirte te haría relajarte más que esa pastilla. – Le dijo con voz ronca. – Sin embargo, quisiera saber qué has planeado hacer conmigo.
- Por ahora, te bajarás en el apartamento de mi amiga Linda. – Le dijo Cristina. – Le dije a ella que fuera preparando a los muchachos acerca de lo que debo decirles. Ya le dije que eres el verdadero Tony Vidal.
- ¿Y ella tiene tu confianza absoluta? – Preguntó él con un aire divertido. Cristina frunció el ceño.
- Por supuesto… si no, no le confiaría mis hijos. – Le dijo ella. Pensando que a eso se refería.
- Lo digo porque voy a estar sólo, en un país desconocido para mí, en un apartamento con una hermosa mujer. – Cristina se sonrojó y sonrió. ¿Él habría escuchado parte de su conversación?
- Déjate de tonterías. Le dije a mi amiga que te alojara porque le tengo arrendado el apartamento de Martín. – le dijo. – Linda se mudó allí hace dos meses cuando Martín decidió irse a recorrer el mundo.
- ¿Y a tus hijos? ¿qué les dijiste? – Preguntó él sin dejarla alejarse de él en la cama. Cristina se miró en sus ojos claros.
- Le dejé la tarea a Linda. Sé que es un gesto de cobardía. – Le dijo cuando vio la expresión de su rostro. – Pero… hoy estoy más consciente que nunca de que me he quedado sola.
Tony no hizo comentario alguno acerca de eso. Cristina pudo imaginar que él no deseaba ilusionarla con ofrecerle su apoyo eterno. Desde que lo conoció, insistió en que necesitaba de su empresa para incursionar en el mundo de negocios de los Estados Unidos. Jamás había hablado de estar interesado en jurarle una relación eterna.
Después de unos segundos de silencio, Tony le rozó los labios con los suyos y se acostó a su lado. Cristina se relajó en medio de su abrazo. Sin importar el tiempo ni las circunstancias en las que lo había conocido… Tenerlo a su lado le brindaba seguridad… tranquilidad.
- Confías demasiado rápido en la gente. – Le dijo él de repente como si siguiera el curso de una conversación.
- Lo sé. Pero no puedo empezar a desconfiar ahora. – Reconoció.
- Sin embargo, yo no puedo decir lo mismo. – Agregó él llamando su atención. Cristina se dio vuelta entre sus brazos haciéndolo suspirar.
- ¿Cómo así? – Preguntó ella mirándolo a los ojos y descubriendo una seria expresión de furia.
- ¿Qué relación tuviste con Diego? ¿Es Diego el hombre por el que Martín decidió divorciarse de ti? – Preguntó él. Cristina palideció.
De todo lo que imaginaba podía saber Tony acerca de su vida, no pensó jamás que conociera acerca de su infidelidad. Se sintió pequeña y frágil, avergonzada de haberse dejado llevar por sus pasiones y peor aún que alguien en el mundo supiera de su error.
- No fue Diego… - Respondió ocultando sus ojos bajo sus párpados. No podía revelarle todas sus infidelidades a Tony. Se sentía como una cucaracha porque sabía de su adulterio… ¿Cómo iba a sentirse si sabía de que Jim no era el único?
- Fue con Jim… El padrino de Cristóbal. – Le dijo porque pensaba que si Martín le había informado de su adulterio habría dejado alguna indicación acerca de la persona con la que lo había cometido.
Evidentemente Tony no esperaba esa respuesta. Su expresión de asombro fue genuina. Frunció el ceño dado que su intuición lo había llevado a creer que entre Diego y Cristina había una relación oculta. Y, entonces, si no era pasión… ¿Qué tipo de relación había entre esos dos?
- Y… ¿tus hijos lo saben? – Preguntó él sin atreverse a cuestionarla acerca de Diego. Después de todo, Cristina había jurado que jamás regresaría a vivir en Colombia y que no tenía nada por qué regresar a Barranquilla.
- Para nada. Ellos creen que nuestra separación fue por decisión mutua y que se debió a rutina y al alejamiento de ambos. – Le dijo ella. – Creen que nuestras dificultades con Jim fueron por un mal negocio entre ambos.
En el rostro de Tony se reflejó que no le creía del todo. Sin embargo, no siguió preguntando del asunto. Más bien empezó a acariciarla por encima de la ropa sobre los pechos. Cristina se arqueó entre sus brazos.
- NO es una buena idea…- Intentó rehusarse. Él sonrió ante su frase.
- Eso ya lo escuché ayer y…- Le dijo mientras la besaba en la sensible piel debajo de la oreja. – Y no escuché, después que te quejaras.
Cristina le permitió desnudarla y se deleitó en el placer de quitarle la ropa. Aún con un pequeño malestar palpitando en la cabeza, se sentó sobre sus caderas y recorrió con sus manos el cuerpo musculoso y firme de Tony. Un cuerpo de ensueño… se avergonzó un poco de su cuerpo que ya mostraba los estragos de dos embarazos y una vida lejos del gimnasio.
Pero sólo por unos pocos segundos, porque las caricias y las palabras de placer de Tony mientras la recorría entera con sus manos, acariciándola con una lasciva mirada que jamás habían mostrado por ella, se le olvidó. En esos minutos bajo la acción de sus caricias se sentía hermosa, deseable, provocativa y sólo eso le inspiraba a moverse bajo su cuerpo.
Se durmieron abrazados desnudos después de hacer el amor por tercera vez. Cristina apenas podía pensar con claridad cuando el timbre de su reloj la despertó para avisarle que era hora de levantarse. Tony se removió inquieto por sus movimientos y se abrazó a una almohada para seguir durmiendo mientras Cristina se levantaba para irse a la ducha.
Talvez no volverían a estar juntos de nuevo. Cuando Tony llegara a Miami y las modelos de la agencia lo conocieran… se olvidaría de Cristina. Conocía muy bien a las chicas y ninguna de ellas después de ponerle el ojo a Tony dejaría que se le escapara. Cristina se sintió como una tonta al sentir celos de algo que todavía no sucedía… especialmente porque estaba celando a un hombre que no le pertenecía!
Se cambió con la ropa que Tony le había escogido para viajar y revisó que no se le quedara nada. Revisó sus maletas. El hombre sabía empacar muy bien. Lo calificó mientras rodaba las maletas hasta la puerta de la habitación. Un camarero vendría a ayudarla a bajarlas para montarlas en un taxi.
Regresó a la habitación. Lo dejaría dormido. La habitación estaba paga hasta las tres de la tarde y la chica de recepción le había asegurado que Tony podía quedarse allí hasta la hora de chequearse sin problemas. Pero los golpes del camarero en la puerta lo despertaron. Cristina lo miró restregarse los ojos como un niño con las manos empuñadas y estirarse antes de sentarse en la cama. La miró sorprendido de que ya estuviera vestida.
- ¿Qué hora es? – Preguntó buscando su reloj. Cristina sonrió.
- Son las cuatro y media. Puedes quedarte hasta las tres… si quieres. – Le dijo ella. Tony se levantó de la cama de un salto y se metió en la ducha mientras le gritaba.
- Ve bajando las maletas pero no te vayas sin mí. – Le dijo. Cristina fue a abrir al camarero que estaba tocando de nuevo a la puerta.
El chico le recibió las maletas y Cristina titubeó entre quedarse en la habitación o acompañar al muchacho. Recordó que debía firmar algunos recibos para la chica de recepción. Ese sería el tiempo que le daría a Tony para bajar. Se dijo y se fue al ascensor.
Registró su salida del hotel y pagó sus cuentas. La chica le deseó buen viaje y Tony la alcanzó justo cuando caminaba hacia la puerta del taxi. Cristina se sintió extraña teniéndolo tan atento a acompañarla hasta el aeropuerto. Martín había dejado de tener esos detalles con ella desde… casi desde que Cristóbal había nacido.
Suspiró sacando todo el aire de sus pulmones y sonó nostálgica con ese gesto. Tony la besó en los labios apenas rozándolos con los suyos.
- ¡Ánimo! Todo va a funcionar. – Le dijo él. Cristina sonrió. Él estaba empeñado en que funcionara. Se dijo.
- Sí, creo que sí. – Respondió esquiva.
- Tan pronto llegue a Miami te llamaré. – Le dijo Tony. Cristina recordó entonces que no le había dado los datos para que él pudiera ubicarla en la ciudad y tomó su bolso de mano para buscar su billetera.
- ¿A qué hora sale tu vuelo? – Preguntó mientras buscaba una de sus tarjetas de presentación para dársela.
- A las tres de la tarde. – Le dijo él. Cristina asintió. Eso significaba que podía ir por él al aeropuerto como a las cinco. Le entregó una de sus tarjetas.
- Estaré en el aeropuerto a las cinco. – Le dijo ella. Tony movió la cabeza de un lado a otro negando.
- No me parece. Tus hijos… querrán estar contigo. – Le dijo él. Cristina asintió. De seguro no habrían ido al colegio para ir con Linda al aeropuerto y querrían que les contara todo acerca de Martín.
- Aún así… puedo mandar uno de los choferes de la agencia. – Le dijo ella insistiendo en ser amable. Tony asintió.
- Eso me parece mejor idea. Con las indicaciones acerca de cómo llegar al apartamento de Linda. – Le dijo él. Cristina asintió.
- No hay problema. – Le dijo y Tony la hizo apoyarse en el asiento del taxi y empezó a besarla.
- Cielos… ¿No te cansas? – Preguntó ella. Tony sonrió.
- Tengo el presentimiento de que no volveré a estar contigo en mucho tiempo. – Le dijo él asombrándola porque ella había pensado lo mismo en la noche.
- Tal vez. – Susurró. Y dejó que él la besara el resto del camino.
Trató de recordar lo que hacía en situaciones como esa cuando era adolescente. Y sonrió mientras Tony le besaba el cuello. Nada. Ella no hacía nada. Simplemente disfrutaba de las caricias de seducción de su pareja. Pero ahora tenía 35 años y dos hijos… y no podía pensar y sentir como una adolescente. Se dijo y sus manos se metieron debajo de la camisa de Tony y disfrutaron del contacto con su cálida piel. ¡Diablos! Tenerlo para ella era un placer tal que la sensatez se perdía en la bruma del deseo.
Él la acompañó hasta las oficinas de la aduana y se comportó como todo un caballero. La ayudó a registrar su equipaje. Hasta convenció a la chica y al policía de vigilancia para que lo dejaran pasar a la zona de espera. Se sentaron en la primera hilera de bancas con las manos entrelazadas casi sin hablar. Y Cristina fue la última en abordar.
El beso de despedida fue tan intenso que casi cinco horas después, cuando Cristina empezó a bajar del avión en Miami, todavía podía sonrojarse con su recuerdo. En efecto, Linda estaba en el aeropuerto, acompañada de Cristóbal y de Antonia.
El saludo de Cristóbal fue más amoroso que el de Antonia pero amén de recibir la maleta y de caminar más rápido que el resto hacia el auto, el chico no volvió a prestarle atención.
Antonia fue más fría en su saludo pero se quedó abrazada a su costado mientras Cristina plantaba un beso en la mejilla de Linda y le entregaba su bolso de mano.
- Estás bronceadita. – Comentó Linda. Cristina asintió. El sol de Barranquilla le sentaba muy bien.
Antonia no necesitaba broncearse. Tenía un suave color canela y unos enormes ojos de gata. Los ojos de Tony Vidal. Además ya estaba casi de la misma estatura de Cristina y su cuerpo empezaba a mostrar las curvas de una escultural silueta.
Cristóbal tenía un muy buen cuerpo, su aplicación en el fútbol lo mantenía físicamente y definitivamente se parecía al padre de Cristina. Y ella… ¿Cómo se vería ella? ¿Estaba demasiado mayor para volver a vivir un apasionado romance? Se preguntó.
- ¿Dónde vamos a almorzar? Tengo hambre. – Le dijo puesto que no había desayunado y la comida de los aviones sólo le gustaba a Cristóbal.
- En tu casa, querida. Sonia está haciendo un menú de película. – Le informó Linda mencionando a la ama de llaves de la casa de Cristina.
- Qué bien. – Dijo Cristina y miró a Antonia mientras caminaban hacia el auto. – ¿Y bien señorita? ¿Cuál es su primera pregunta?
- ¿Me trajiste lo que te pedí? – Cristina sonrió mientras asentía. - ¿Vamos a ser pobres desde ahora? – Preguntó y Cristina miró a Linda sin comprender la pregunta.
- No. ¿Por qué se te ocurre eso? – Preguntó Cristina intrigada. Antonia suspiró.
- Linda habló de cambios radicales en nuestra vida. De qué papá fue una farsa y que todo lo nuestro ahora estaba a nombre de otra persona. – Le dijo Antonia. Cristina asintió comprendiendo las razones para la preocupación de Antonia.
- Cuando estemos todos juntos les contaré en detalle. – Le dijo Cristina casi al borde del llanto. Linda le dio un apretón en el hombro y cambió el tema de conversación.
- Vamos, Antonia, cuéntale a Cris el tema de tu campamento de fin de semana. – Propuso y eso fue suficiente para que Antonia tomara el hilo de la conversación durante todo el viaje hasta la casa.
Tony había comprado la casa con la intención de halagar a su suegra. La mamá de Cristina adoraba las casas con estilo republicano, con muchos pilares, terrazas y ventanales de doble puerta. A Cristina le daba la impresión de estar entrando a una hacienda cuando llegaba a su casa.
En la terraza de la entrada estaba Sonia esperándola con una de sus nietas que solían irse a ayudarla cuando estaban de vacaciones. La chica ayudó a Antonia a bajar las maletas y llevarlas hasta la sala. Cristina hizo pasar a todos hacia la sala de televisión del primer piso. Un cuarto pequeño, bien iluminado y acogedor que la familia usaba para todo.
Se sentó en un sofá con Antonia a su lado y Cristóbal se fue a sentar sobre la alfombra apoyando su espalda a una silla. Sonia y su nieta entraron también luego de la invitación a entrar que le hizo Cristina y Linda se acomodó en una silla.
- Ustedes son mi familia. – Les dijo con aire de solemnidad. – Los ochocientos nietos de Sonia… - Dijo riendo para aligerar el ambiente de tensión que había generado su anuncio de que debía darles una noticia a todos. Pero sólo Cristóbal sonrió.
- El hombre que ustedes conocieron como Tony Vidal, se llamaba Martín Valverde. – Les dijo sin preámbulos luego de un tenso silencio. Cristóbal se enderezó.
- Huyó de su pueblo natal por asuntos de violencia y se hizo pasar por su primo hermano para utilizar el dinero que estaba a nombre de él. – Les dijo. – No fue capaz de decirnos nada de esto jamás y me lo dejó todo dicho en esta carta. – Agregó sacando la carta de su bolso. – El verdadero Tony Vidal está vivo, quiere asumir la responsabilidad de la empresa y todos nosotros aparecemos como su esposa y sus hijos legales.
Ya lo había dicho. Dejó que Antonia tomara la carta de Martín y que la leyera en silencio. Miró a Cristóbal y sonrió.
- No me extraña para nada. – Le dijo Cristóbal. – Papá estaba algo loco.
- Cris… un poco de respeto. – Lo retó Cristina. Cristóbal sonrió.
- Siempre actuó como si estuviera en medio de una película… ahora entiendo por qué. – Le dijo él por respuesta.
- Cristóbal sabía que su padre ocultaba algo a la familia. En realidad pensaba que era otra familia en algún otro estado o en otro país…- Le dijo Linda. Cristina se asombró.
- ¿En realidad, creías eso? –Preguntó Cristina a su hijo. Cristóbal se alzó de hombros.
- Todos esos viajes, no estar en las fiestas familiares. No se veía muy enamorado de ti que digamos. – Le dijo con tristeza. Antonia interrumpió su lectura para defender a Martín.
- Papá si estaba enamorado de mamá… y ahora entiendo que pesaba en su conciencia que no había sido sincero con ella. – Dijo con una madurez que Cristina no esperaba en ella. Así que la miró con curiosidad.
- ¿Estuviste hablando de mí con alguien? – Preguntó Cristina porque le parecía que la conclusión de Antonia era muy adulta para ser de ella. Antonia sonrió.
- Con la asesora de mi escuela. – Confesó y retomó la lectura de la carta. Linda dio dos palmadas en la mano de Cristina al darse cuenta que preguntaría a Antonia por las razones de su consulta a la asesora escolar.
- Todos los chicos lo hacen. – Le dijo Linda. – Recuerda cuando ibas a la escuela y conversabas con Yolanda acerca de tus padres.
Cristina asintió. Yolanda Arias había sido la psicorientadora de su escuela y la había ayudado a asimilar los cambios en el estilo de vida americano. Aún así trataría de indagar que otras cosas había consultado Antonia con su asesora. ¿Por qué no confiar en ella? Suspiró. Estaba sintiendo celos con la asesora escolar. Miró a Sonia tratando de concentrarse en otro punto de conversación.
- Y… ¿Qué dices Sonia? ¿No es una locura mi vida? – Preguntó a la señora.
- Siempre has sido protagonista de una novela. – Le dijo Sonia que solía hacerla enojar diciéndole que era una artista. – ¿Ese hombre… es un peligro para tu seguridad económica?
- No… Bueno… Parece que puedo confiar en él. – Dijo tartamudeante, sonrojándose hasta la raíz del cabello. Miró a Linda buscando ayuda.
- ¿Cuándo vamos a conocerlo? – Preguntó su amiga.
- Esta noche. Llega en el vuelo de la tarde. A las cinco debemos estar en el a aeropuerto para recogerlo. – Le dijo Cristina. – Y… Linda… voy a alojarlo contigo en tu apartamento.
- Está bien. – Dijo Linda Antonia abrió mucho los ojos, sorprendida por la noticia.
- ¿Y por qué no alojarlo en un hotel? – Preguntó Antonia de inmediato.
- Es el dueño del apartamento de Linda… - Dijo Cristina con un tono de voz muy débil. – Creo que Linda debe venirse a vivir con nosotros… Pero no la iba a sacar de un día para otro… Creo que él debe darse cuenta que es un extraño y que nos debe dar tiempo para acostumbrarnos a él.
Aquello iba a ser una locura. Sus hijos no iban a quedarse con esa explicación y de uno en uno iban a buscarla a solas para que se desahogara con ellos. Las preguntas de Antonia iban a ser las más difíciles de contestar. Después de todo… se creía su confidente.
Cristina se arrepentía de haberlos criado como a sus hermanos. Les había dado confianza como si ella misma fuese una niña más a su lado y los hacía pensar como adultos a pesar de respetar sus concepciones infantiles del mundo. Sin embargo, toda esa madurez de pensamiento que había promovido en ellos, se le volteaba ahora en contra suya.
Tendría que adoptar el papel de madre y adulta que Linda le insistía en tomar cada vez que tenía enfrentamientos con sus hijos por una decisión que no les agradaba. Sonia se levantó de su asiento.
- Toma las cosas con calma, hija. – Le dijo a Cristina. – Haz que venga a cenar para conocerlo y, entonces, te diremos qué pensamos del hombre… ¿Te parece?
- Señora Cristina… ¿Debo llamarla entonces Señora Valverde? – Preguntó la nieta de Sonia. Cristina suspiró de nuevo.
- Llámame Tina… De ahora en adelante todo el mundo me quita eso de señora Vidal. – Les dijo y se levantó. – Necesito descansar.
Su anuncio hizo que todos se levantaran y la miraran. Cristóbal con cara de no saber cómo reaccionar. Cristina no podía ayudarlo. Ella tampoco sabía como mostrar ante los demás su angustia y al mismo tiempo, alivio con relación a la verdad en la vida de Martín.
Antonia la miró con tristeza. Para ella, era una profunda decepción lo que conocía de su padre. Cristina la abrazó y le besó en la frente. Antonia se aferró a su abrazo con fuerza y luego le dijo:
- Supongo que todos los hombres están cortados con la misma tijera. – Le dijo con la frase con la que Cristina comenzaba todos sus sermones cada vez que Antonia salía con algún amiguito. Cristina sonrió.
- Lastimosamente, corrobora ese refrán. – Le dijo. – Sin embargo, lo que siempre te digo al final: hay que seguir buscando al hombre perfecto. No hay que negarse a la posibilidad de hallarlo.
Antonia no se atrevió a preguntar lo que en sus ojos se reflejaba como una incógnita. Cristina supuso que ella deseaba saber si le gustaba el nuevo Tony Vidal. Pero, Cristina no podía responder a eso. Mucho menos a su hija.
Linda la acompañó a su cuarto. Cuando estuvieron solas y con la puerta cerrada, su amiga se sentó en el borde de la cama que durante catorce años compartió con Martín. Cristina trató de relajarse.
- Muy bien… Dime: ¿Hiciste el amor con el nuevo Tony? – Cristina cerró los ojos. No había manera de huir de Linda. Ella haría aquella pregunta una y otra vez hasta obtener una respuesta.
- Sí. – Dijo en un susurro. Linda contuvo el aliento.
- ¿Estás loca? – Casi gritó. Cristina abrió los ojos y sonrió.
- Eres la psicóloga… Dime tú cuál es la respuesta. – Le dijo ella.
- Dime qué tiene de lógico que vayas al otro lado del mundo a recuperar los restos de tu difunto marido y regreses tres días después de haberte acostado con otro hombre. – Le describió Linda. Cristina se sentó en la cama recostando la espalda en la cabecera.
- No tiene lógica. NI siquiera cumple una de esas normas de la naturaleza en las que Martín insistía tanto. – Le dijo ella. Linda alzó una ceja.
- Martín… Ya te hiciste a la idea de que te casaste con un Martín y Tony es tu nuevo marido. – Le dijo. Cristina suspiró.
- Ya sé que tu consejo habría sido seguir un tiempo de luto, superar el duelo y luego, retomar mi vida. – Le dijo Cristina conociendo al pie de la letra las recomendaciones de su amiga en esos casos. – Pero mi divorcio no es normal, mi matrimonio tampoco lo era… ¿Cómo pretender que mi reacción sea normal?
- Te juro que estoy haciendo una maestría contigo. – Le dijo Linda hablando muy en serio. – Lo que a ti te sucede, no le sucede a nadie.
- De eso puedes estar segura. ¿A quién se le ocurre que pueda haber en el mundo dos personas casadas con alguien que no es lo que dice ser? – Preguntó Cristina. Linda frunció el ceño.
- De hecho… Tu tía Andrea… ¿No descubrió después de cinco años de casada que su marido estaba casado en otra ciudad de Colombia? – Cristina suspiró resignándose a las evidencias. En realidad, la tía Andrea había muerto sin descubrir que había estado casada durante ocho años con un hombre casado. Pensó Cristina recordando una de las tantas historias de la macondiana familia de su madre en Colombia.
- Aún así… Me acosté con Tony porque me gusta. Y tú sabes muy bien que tenía más de un año sin acostarme con alguien. – Le dijo ella.
- Por lo menos… se ve que lo disfrutaste. – Le dijo Linda mirándola con detenimiento. Cristina se sonrojó y sonrió.
- Y ¡cómo! – Reconoció recordando el placer de tenerlo entre sus piernas. Tenía que reconocer que una sola de sus miradas la hacía sentirse en el cielo.
- Recuerda… tus hijos apenas se recuperan de un divorcio, están en un proceso de duelo por la muerte de su padre… No es el momento de imponerles un padrastro. – Le dijo Linda tratando de colocar las cosas en su lugar. Cristina asintió y suspiró.
Sin saber por qué se fijó en la decoración de su habitación. En ella, sólo la cama le recordaba su anterior relación. Todo lo demás era nuevo y lo había hecho así bajo la supervisión de Linda quien estaba segura de que no cambiar los muebles le haría recordar a Martín todos los días.
El armario… el sofá cama… la mesita auxiliar… se había desecho del tocador porque le gustaba utilizar el mesón del cuarto de baño para organizar su maquillaje y sus cosas. Algo que Martín detestaba y le criticaba. Hasta su manera de vestir había cambiado para no recordar los piropos y consejos de Martín con relación a las prendas de vestir que escogía para sí misma.
Tony era un comenzar de nuevo. Conocer un nuevo hombre, con sus costumbres, con sus defectos y amoldarse a él como seguramente a él le tocaría hacer con ella. ¿Estaba en realidad interesada en volver a estar con un hombre en un plan de pareja?
Su teléfono sonó y casi da un brinco de la sorpresa. Contestó con la cabeza todavía interesada en ahondar en sus sentimientos. La voz de Tony al otro lado de la línea le hizo temblar de emoción.
- Hola, cariño. – Le dijo él cuando reconoció su voz. Cristina suspiró. Aunque él utilizaba esa frase con todas las mujeres que lo atendían… había un algo en la manera de pronunciarlo que la volvía loca.
- ¿Ya estás por abordar? – Preguntó asombrada mirando su reloj.
- No… Estoy llamando para ver si llegaste bien. No te dignaste a llamarme para anunciarme tu feliz aterrizaje. – Le dijo él y en su tono había un evidente timbre de enojo. Cristina alzó una ceja de asombro.
- ¿Prometí hacerlo? Qué pena… Estuve hablando con mis hijos y mi familia…Ya les conté todo. – Le dijo sin hacer más comentarios acerca de los motivos por los cuales podía considerarse en la posición de reclamarle no avisar de su llegada.
- La paramédica del hotel parecía bastante preocupada por tu presión. – Le dijo él.- Aunque según veo a ti no te preocupa demasiado. Cristina se preguntó si en realidad estaba tan preocupado por esas razones y no por otras. Pero… ¿Cuáles otras?
- Tonterías. A ti también se te hubiera subido la presión si sabes que tu marido te engañó durante 15 años. – Le dijo ella justificando su enfermedad. Linda frunció el ceño. Cristina no les había contado acerca de su malestar.
- De todos modos deberías hacer que te revisara tu médico familiar. – Le sugirió él. - Ya estoy preparándome para irme al aeropuerto. No hay necesidad que vayas a recibirme, tomaré un taxi para llegar al apartamento de tu amiga.
- Olvídalo. Linda y yo estaremos a las 5 en el aeropuerto. – le dijo con seriedad. Cristina sentía que nada con Tony era natural.
- Como quieras. Nos vemos entonces…- Empezó a decir él para despedirse. Cristina le dijo con un tono más alto de lo esperado.
- Espera, espera. ¿Por qué estás tan furioso? – Preguntó con un tono de voz tan sensual que no dejaba dudas de que su intención era seducirlo. La risa de Tony llenó su mente a través de su oído.
- Muy tarde para intentar seducirme. No creo que sea una buena idea. – Le dijo con sorna burlándose de La frase que ella había utilizado en dos ocasiones como excusa para rechazarlo.
- Créeme… las tensiones que encontré en casa sólo se disipan con “tus muy malas ideas” - Le dijo. El silencio al otro lado del teléfono la preocupó.
- Si crees que no es bueno para tu familia que yo aparezca ahora, puedo posponer mi viaje. – Le dijo él en tono muy serio. – Pero, olvídate de intentar hacerme desistir. Voy a irme a vivir a Miami y voy a asumir tu empresa. Eso es irrevocable.
- No estaba insinuando eso…- Intentó decir ella buscando disculparse sin perder su dignidad. No entendía por qué se había sentido ofendido con sus palabras. Tony la interrumpió:
- Nos vemos a las 5, entonces. – Le dijo antes de cortar.
¡Cielos! Exclamó en su mente mientras cortaba la comunicación. Miró a Linda como si en su amiga pudiera encontrar las razones para aquella discusión.
- ¿Qué pasa? ¿No todo es nube y algodón en el paraíso? – Le dijo Linda. Cristina suspiró.
- ¿Insinué yo que no lo quería aquí? – Preguntó. Linda alzó una ceja.
- De algún modo. Le achacaste la culpa de que tu familia estuviera viviendo un caos. – Le dijo Linda que había estado atenta a la conversación. Cristina suspiró.
Sí. Tal vez había expresado su inquietud de una manera inadecuada. Pero ¿Eso justificaba el tono de enojo en la voz de él antes de cortar la comunicación? Se preguntó Cristina tratando de recordar sus palabras.
- ¡Cielos! Él tiene que ser consciente de que en realidad es la piedra en el zapato en mi familia. – Le dijo Cristina a Linda. La psicóloga asintió.
- ¿Qué me dices de él? ¿Te parece un hombre arrogante, egocéntrico, acostumbrado a que todo salga según lo acordó? – Preguntó Linda. Cristina rememoró sus momentos con Tony.
Recordó como se metió en su habitación casi sin ser invitado y con cara de no aceptar un no por respuesta. Y de cómo insistió e insistió en la conversación con Diego hasta convencerla por seducción más que por convicción de que darle su papel de gerente y marido suyo era la mejor de las ideas. En realidad, eso había hecho él.
Y Cristina estaba tan embobada con sus besos y su manera de hacer el amor que todo lo demás pasó inadvertido. ¡Caramba! Si Linda no le pregunta sobre su manera de ser… Cristina no hubiese visto todo lo que analizaba de Tony.
- Es una persona acostumbrada a ver realidad lo que quiere. – Le dijo Cristina. ¡Había actuado como una imbécil! Se recriminó en silencio. Le había seguido el juego de seducción a Tony sin reparo alguno y había actuado tal cual como él deseaba que lo hiciera. Suspiró.
- Cristina… no me gusta lo que veo. Te veo errática… en medio de un sube y baja de emociones que no me gusta. – Le dijo Linda tomando una mano de su amiga entre las suyas. – ¿Estás segura que hacer el amor con ese hombre fue buena idea?
Cristina suspiró y cerró los ojos. Sólo quería dormir. No podía creer que Linda le hiciera la pregunta que estaba tratando de ocultar debajo de las piedras en su mente. Para ese cuestionamiento también había dos respuestas. Todo era ambiguo en su vida desde que Tony apareció.
Una respuesta era el placer en su vientre de solo recordar lo que se sentía estar entre sus brazos. Él la hacía sentir perfecta. La mujer más deseada y amada del mundo. Y por otro lado, no tenía la menor idea de qué quería Tony en su terquedad de asumir el papel de su primo en su vida.
El cansancio y el estrés le hicieron quedarse dormida sin contestar ni a Linda ni a su conciencia qué estaba sintiendo por Tony y qué clase de persona era según su experiencia con él.
Linda la despertó faltando un cuarto para las cinco. Le llevó un espeso jugo de zapote una fruta colombiana que a Cristina le encantaba. Cristina se tomó el jugo y se cambió de ropa. Un vestido de verano con una falda más corta de lo adecuado fue su escogencia. Linda la miró con ojos entrecerrados pero Cristina la ignoró.
- ¿No es jugar con fuego dejarte seducir por ese hombre? – Preguntó Linda y Cristina suspiró.
- No estoy dejando a nadie seducirme. Y créeme que el vestido no hará ninguna diferencia. – Le dijo sin estar muy convencida de lo que decía. – Si quiere estar conmigo lo hará aunque lleve un hábito por vestido.
- No creo…- Empezó a decir Linda y Antonia apareció en la habitación.
- Mamá… yo voy contigo al aeropuerto. – Le anunció con ese tono autoritario que de seguro heredó de los Vidal. Cristina miró a Linda y después a Antonia.
- Y ¿Para qué? Vas a conocer a Tony cuando venga a la cena esta noche. – Le dijo a su hija pensando que sólo era el deseo de conocer al hombre. Antonia movió la cabeza de un lado a otro.
- Linda debe irse a su apartamento. Tiene más de una semana que no se aparece por allá. – Le dijo Antonia. Cristina frunció el ceño.
- ¿De quién fue la idea? – Preguntó mirando a Linda. Antonia mostró resignación.
- De Sonia. Me dijo que debía acompañarte porque Linda tiene una semana cuidándonos y cosas que traer si va a vivir con nosotros. – Le dijo Antonia. Cristina no pudo discutir eso.
- En realidad, el apartamento debe estar hecho un asco. No le dejé las llaves a Ingrid, la mejicana que me hace el aseo y no creo que haya yo dejado todo muy limpio. – Reconoció Linda haciendo memoria de su último día en su apartamento.
- Está bien. Sonia gana. Tú vendrás conmigo y Linda se asegurará de que su apartamento esté decente antes de las siete cuando debes estar aquí para la cena. – le dijo tomando su bolso y caminando hacia la puerta.
- Como ordene, mi general. – Le dijo Linda. Antonia la siguió en silencio hacia el garaje donde se subió al auto.
Se fueron en silencio sin hacer comentarios sobre el asunto. Cristina no puso tema de conversación porque en realidad, las preguntas de Antonia la ponían nerviosa. Tomó la vía más rápida para llegar al aeropuerto pues iban muy tarde. Esperaba que el vuelo se hubiese atrasado o que las diligencias de aduana lo retuvieran.
Antonia se bajó del auto sin esperarla. Así que iba a casi cinco pasos por delante de Cristina cuando se cruzaron con Tony saliendo de la sala de llegadas. Tony miró a la niña reconociéndola de la fotografía que Cristina le había mostrado y para sorpresa de su madre, la niña le dijo a Tony:
- Vaya si eres Tony Vidal. – Le dijo Antonia mirándolo como si lo evaluara. – Eres igual a mi padre cuando tenía tu edad.
Cristina miró a Tony con ojos entrecerrados. Él recibió su comentario aparentemente con agrado y saludó a la niña con un beso en la mejilla. Si Antonia se veía enorme al lado de Cristina… siendo Tony tan alto y fornido, la hacía ver como una pequeña niña.
- La pequeña Antonia… - Dijo Tony y Cristina se sorprendió ante la dulzura y la emoción de su voz. Antonia que normalmente era tosca y fuerte con los desconocidos… se derritió ante Tony. ¡Cielos! Ese hombre seducía a cualquier mujer enfrente de él sin importar la edad.
Tony extendió una mano hacia la chica y Antonia la estrechó. Cristina se acercó.
- Hola, Tony. – Le dijo con sencillez. Tony sonrió, soltó la mano de Antonia y dio dos pasos hacia Cristina para acercarse lo suficiente para besarla en la mejilla. Cristina se sonrojo inexplicablemente.
- Aunque Antonia se parece a ti… - Dijo Tony mirando a la chica y a Cristina alternadamente. – Tiene los ojos de la familia Vidal, los ojos de la abuela…
- ¿Y tú los recuerdas? – Preguntó Cristina. Tony asintió.
- Por supuesto, tengo las fotografías de mi familia conmigo. Es lo único que me dejó Martín cuando se fue de Chile. – Le dijo Tony. Cristina lo miró. Había algo diferente en su trato… pero no pudo identificar con claridad lo que era.
- Entonces… tendrás que contestar las preguntas que papá jamás contestó. – amenazó Antonia que era una amante furibunda de las historias de familia. Tony sonrió.
- En lo que pueda. Tenía unos 13 o 14 años cuando quedé huérfano. – Le dijo Tony reanudando la marcha para seguir a Cristina. – Y hay muchas cosas que olvidé.
Cristina se sentía aliviada porque Antonia estuviese encantada con Tony pero no estaba segura de que la actitud de Tony le agradara a ella. Nada en sus gestos o en su voz había si quiera insinuado que Cristina le gustaba.
Se reprendió en silencio por ser tan infantil. ¿Qué diablos hacía celando a su hija con Tony? A leguas se veía que ninguno de los dos se veía con ojos diferentes a dos hermanos que se reencuentran. Sin embargo, las viejas prevenciones de toda su vida acerca de los hombres de mujeres casadas y con hijas la angustiaron haciendo que condujera lentamente para evitar accidentes.
Decidió que ahondaría más en los sentimientos de Antonia, cuando acompañara a la chica a acostarse. Y esperaba con fervor que Antonia no se enamorara de Tony Vidal, el hombre. Estaba tan concentrada en sus pensamientos que no se dio cuenta que Antonia cedía su puesto adelante a Tony y se montaba en el asiento de atrás en el auto hasta que encendió el auto y maniobró la palanca del cambio. Su mano rozó con la pierna de Tony y este sofocó un gemido simulando toser.
Cristina lo miró con curiosidad y expectativa antes de convencerse de que había soñado el gesto y que debía comenzar a conducir. Antonia impuso el tema de conversación en el viaje a la casa. Impuso porque Tony lo rehuyó varias veces llevando las ideas hacia otro lado hasta que desistió y siguió el rumbo de Antonia.
- Mis padres y los de Martín vivían en dos haciendas muy importantes de su región. – Terminó relatando Tony ante la insistencia de Antonia de que le contara sobre la vida en Colombia de su padre. – Cada uno de ellos era heredero de los dos hijos de un millonario hacendado que dividió en dos su hato para construir las dos haciendas.
“Pero después de un par de años la familia creció. Un sobrino de mi abuelo se vino a vivir con ellos porque había quedado huérfano y nació una nueva hija en la familia. Ya no eran dos los herederos, ahora eran cuatro y empezaban a construirse las casas para distribuirse el terreno cuando los guerrilleros empezaron a pedir dinero a mi abuelo“. Siguió contando él, mientras Cristina escuchaba y conducía con destreza en la autopista.
“Mi abuelo murió. La abuela decidió dividir a la familia por un tiempo, que viajáramos mientras los guerrilleros se iban de la zona. Pero estos hombres atacaron con más fuerza y del pueblo llegó alguien que supuestamente escuchó los planes de exterminación de los Valverde”. Relató con tristeza. “La mayor parte de la fortuna de la familia estaba a mi nombre así que alguien con responsabilidad debía quedarse conmigo. La abuela escogió a Martín y mandó al resto de los nietos con la más joven de sus hijas. Mis padres murieron en un accidente durante la huida. Martín y yo corrimos y corrimos alejándonos del accidente cuando nos dimos cuenta que mis padres habían muerto y que debíamos buscar a los de él”.
Al llegar al siguiente pueblo y comunicarnos con la abuela nos enteramos que a los padres de Martín los había matado la guerrilla y que ella estaba preparándose para ir a Medellín. Nos ordenó viajar allí a la casa de la madrina de Martín. Sin embargo, Martín decidió llevarme a Chille con mi abuela materna y se regresó a Colombia dos días después sin dejarme una indicación de adonde iría”.
Cristina iba tomando nota de lo que Tony le decía a su hija. Teniendo la fortuna de los Valverde, Martín tendría su futuro asegurado. Tony ya lo tenía estando con su abuela materna pero él era un chico de 19 años, solo en el mundo… ¿qué mejor idea que asumir el nombre de Tony Vidal…? ¡Todos estaban buscando a los descendientes de los Valverde!
Aunque no justificaba 20 años de mentiras… Empezaba a entender que la decisión de Martín había sido de vida o muerte. Pobre Martín… 19 años… y la decisión de quedarse solo y pobre o hacer dinero y localizar al resto de su familia. Cristina tomó la avenida para llevar las cosas de Tony al apartamento y recoger a Linda. Antonia hizo la explicación del caso.
- Este es el edificio donde está el apartamento de papá. Mamá dice que ahora es tuyo. – Dijo la chica mientras Cristina se parqueaba.
- ¿No estaba tu amiga Linda viviendo en él? – Preguntó Tony mientras bajaba del auto. Cristina asintió.
- Dijo que se mudaría a mi casa. Por supuesto, antes de conocerte… - Le informó y maldijo que se insinuara un ligero tono de celos en su voz mientras hablaba. Tony se le acercó mientras Antonia se adelantaba como siempre para subir antes que ellos.
- Esto es una tontería, Cristina. No puedo creer que hagas que tu amiga se mude por ideas tontas. – Le reclamó él. Cristina tardó un poco en entender de qué hablaba él y sonrió acercándose a él de manera insinuante.
- Nada de eso, bonito. – Le dijo en tono melindroso. – No son los celos. Linda considera que el apartamento te pertenece y no le pareció agradable mi idea de tenerte como visita en tu propia casa. – Le informó mirando de manera insinuante sus labios.
- No quiero que tus hijos me consideren un intruso impertinente que llegó a fastidiarlos a todos. – Le dijo todavía enojado. Cristina suspiró. – Quiero en realidad recuperar la familia que algún día perdí.
- Creo que no has tenido dificultades para que las mujeres de mi familia te aceptemos…- Le dijo Cristina creyendo que no estaba surtiendo efecto su gesto de seducción. Tony sonrió enigmático.
- No es una buena idea que quieras seducirme con tu hija a unos pasos… - Le dijo él y comenzó a caminar hacia el ascensor donde Antonia esperaba.
Subieron en silencio y cuando Antonia con su acostumbrada manía de adelantarse corrió hacia la puerta del apartamento, Tony la hizo detenerse. Cristina lo miró a los ojos.
-Créeme… tu vestido tuvo el efecto que esperabas. Me estoy muriendo por quitártelo… - Le dijo Tony. – Pero necesito concentrarme en una tarea más: conquistar a tus hijos, convencerlos de que me dejen entrar en la familia y construir un sólido nombre de hombre de negocios en Estados Unidos. Nada de eso voy a conseguirlo… si sigo dejando que mis hormonas manden en mi cerebro.
Aunque Cristina tenía sentimientos encontrados de felicidad porque lo seducía y frustración porque no parecía dispuesto a seguirle la corriente en su juego de seducción… Trató de entenderlo. Era una locura sentirse como una adolescente cuando tenía 35 años y debía comenzar una nueva vida con sus dos hijos preadolescentes. Después de un beso que fue más una caricia amorosa que apasionada, la hizo girar para continuar el camino hacia el apartamento.
Linda había hecho un excelente trabajo. El apartamento estaba impecable cuando llegaron. Las maletas de su amiga estaban en la sala listas para irse con Cristina. Linda los recibió y les ofreció una fría limonada. La mirada de la psicóloga que recorrió de pies a cabeza a Tony y luego, su sonrisa le dijeron a Cristina que Tony había adquirido una nueva admiradora.
- Cristina habla mucho de la confianza en su relación de amistad. – Le dijo Tony a Linda. Ella sonrió.
- Y es mutuo. – Le dijo mirándolo a los ojos. – Son muchos años de conocernos. Y espero que usted también me sienta como su amiga.
- ¡Oh, sería encantador! – Exclamó él realmente disfrutando de coquetear con Linda. Cristina se mordió el labio. Al tiempo que sabía había propiciado aquella escena, le disgustaba que se diera con tanta naturalidad entre esos dos. ¡Maldición! Estaba celosa.
Y Cristina los dejó deambular por el apartamento mientras Linda lo ubicaba en el lugar. Antonia la miraba con atención.
- ¿Estás tratando de adivinar mis pensamientos? – Le preguntó Cristina a su hija. Antonia sonrió con un gesto cómplice que Cristina conocía muy bien. Era la misma sonrisa de picardía y travesura de Martín.
- Te gusta. – le dijo Antonia. Cristina se sonrojó pero mantuvo una expresión seria en su rostro, mientras sentía sus manos sudar.
- No voy a contestar eso. – Le dijo Cristina. Antonia sonrió con más amplitud.
- Te sugiero que no se lo dejes ver a Cristóbal hasta que conozcas cuál va a ser el tipo de relación entre esos dos. – Le dijo Antonia con aire de psicóloga. Cristina entrecerró los ojos.
- Eres una niña entrometida en asuntos de adultos. – Le dijo aunque sabía que su consejo era muy oportuno. Le daba miedo reconocer que Antonia tenía tal vez más madurez que ella misma.
- Tal vez… pero he escuchado a muchas amigas quejarse de sus padrastros…- Le dijo Antonia con cierta tristeza. – Yo creí que no estaría jamás en ese plan… pero lo estoy. – Dijo recordando a su padre y su divorcio. Cristina se mordió el labio. – Y, aunque te juro que amaba a papá… Tu nuevo Tony… a leguas se ve que es un bacán.
- No es mi nuevo Tony y no necesitas aclararme que amas a tu padre. Antonia… ¿quieres verte de un psicólogo? – Dijo Cristina acercándose a su hija. La chica suspiró.
- No estaría de más. – Dijo y sonrió. – Pero tú lo necesitas más que yo, si no conquistas a ese hombre. – Añadió señalando la puerta de la habitación detrás de la cual se había perdido Linda y Tony.
Antonia la dejó sola. Anunció que iría a saludar a una amiguita del edificio y que bajaría a tiempo para irse a la cena. Linda y Tony se reunieron con ella en la sala. Los dos hablaban de analizar el comportamiento de las personas a través de sus reacciones a preguntas indiscretas.
Tony la miró con curiosidad y se sentó a su lado en el sofá para dos. Linda lo hizo en una silla al frente. Cristina suspiró.
- ¿Te gustó el apartamento? La decoración es de Martín. – Le dijo Cristina. Tony la siguió mirando con atención. Linda respondió.
- Ya le conté. Además le dije que me voy hoy mismo para tu casa. – Le dijo su amiga. Cristina asintió aunque no estaba poniendo mucha atención en lo que le decían en realidad.
- ¿Me regalas un vaso de la limonada que ofreciste? – Escuchó Cristina decir a Tony. Linda asintió y se fue a la cocina. Tony la hizo saltar de sorpresa tomándole una mano entre las suyas.
- ¿Qué sucede, bonita? – Preguntó usando el apelativo con el que ella lo había llamado en el aeropuerto. Cristina lo miró.
- Nada. Estoy resintiendo el cansancio del día…- Se excusó tratando de aparentar cansancio más que preocupación.
- ¿Algún comentario desfavorable de Antonia? – Preguntó él con precaución. Cristina lo miró con curiosidad. ¿Acaso él temía de verdad a la reacción de sus hijos con su presencia? Se preguntó mirándolo a los ojos.
- Para nada. Parece que no tienes que hacer ningún esfuerzo por atraer a una mujer sin importar la edad. – Le dijo ella. Tony sonrió con una extraña expresión de tristeza.
- Eso es una virtud o un defecto según se le mire. – Le dijo. – Pero aún no contestas el por qué de esa cara de tragedia que traes.
- Estoy descubriendo que mi hija no es tan niña como yo la veía y que tal vez, es más madura y sabia que yo. – Reconoció. Tony se mostró interesado.
- ¿Qué te dijo? – Preguntó Tony. Cristina suspiró.
- Nada. Nada en realidad. – Mintió y le recibió la limonada a Linda.
Conversaron mientras tomaban la limonada y luego llamaron a Antonia al celular. Cristina volvió a conducir en silencio mientras las otras dos mujeres en el auto ponían a Tony al día sobre quiénes vivían en la casa familiar.
Tony hizo un comentario de admiración por la arquitectura de la casa aunque en su expresión se reflejo el sentimiento de que era excesivamente prepotente tener una casa familiar así. Sin importar la cuenta de banco de la familia.
Admiró los muebles de la sala de visita y lo hicieron pasar a la sala de televisión donde estaban Cristóbal, un nieto de Sonia y la vieja ama de llaves esperando a la visita. Cristina entró al final. Dejó a Antonia la tarea de presentarlos a todos con toda la intención de evitar la reacción de Cristóbal. Linda casi tuvo que tomarla de un brazo y obligarla a entrar.
- Y juegas fútbol. Me dijeron. – Le dijo Tony a Cristóbal. – También lo hice alguna vez en Chile. De hecho soy socio de un jugador en una escuela de fútbol.
- ¿De verdad? – Preguntó Cristóbal sin mucho interés. En realidad, su atención estaba en observar el rostro de Tony.
- Si… Nelson Tapia de Chile y el otro socio es Enrique Amarante de Argentina. – Le dijo Tony. – Y Alejandro Bertoldo de Uruguay.
Uno de esos nombres hizo clic en la cabeza de Cristóbal y captó la atención del chico. Miró a Tony a los ojos y parpadeó varias veces seguidas en un gesto muy característico suyo que significaba admiración.
- No está hablando de cualquier payaso. – Le dijo Cristóbal en su lenguaje juvenil. Tony asintió levantando una ceja.
- Para nada. Son unas franquicias de escuelas de fútbol que se han ido promocionando mundialmente. – Le dijo Tony. Cristóbal asintió.
- ¿No hay en Estados Unidos?- Preguntó el chiquillo y Tony aprovechó la pregunta para sentarse a su lado en el sofá. Cristina sonrió divertida. Si aquel hombre era capaz de conquistar la amistad de Cristóbal… sería invencible. Se dijo mientras buscaba una silla donde sentarse. Ni muy lejos ni muy cerca de donde los dos conversaban.
- Estamos en contacto con los dueños del Chivas USA. – Le dijo y, todos se miraron expectantes ante la respuesta de Cristóbal. Aquel era su equipo preferido.
Cristóbal lo miró y miró a su madre. Cristina hizo un gesto de no saber qué estaban diciendo y sonrió.
- Ya es hora de cenar. – Anunció Sonia desde la puerta de la sala cuando su nieta le avisó desde la cocina que ya estaba lista la mesa.
- ¿Es posible que me lleves a conocer la escuela del Chivas USA? – Preguntó Cristóbal visiblemente emocionado. Tony sacó una agenda electrónica antes de responder.
- La cita con Whit Haskel es en veinte días… - Dijo consultando en su agenda. – Tal vez pueda hacer algo para incluirme en la entrevista. – dijo Tony.
Linda se acercó a Cristina sonriendo con disimulo. Cristina alzó una ceja como preguntando su opinión acerca de la conversación que todos escucharon aunque simulaban ignorar.
- Creo que Cristóbal tiene un nuevo mejor amigo. – Le dijo Linda. Cristina asintió.
- Ubiquémonos intercalando un hombre y una mujer. – Propuso Cristina acercándose a la silla que ocupaba Martín cuando estaba casado con ella.
- Mamá… - Se quejó Cristóbal. – No es una cena formal… Déjame sentarme con Tony para seguir conversando.
Nadie hizo un comentario adicional al respecto y Antonia fue la primera en sentarse junto a Linda. Cristina se sentó en el puesto principal, con Antonia a su derecha y Cristóbal sentó a Tony a la izquierda de Cristina para ocupar su lugar preferido en la mesa.
Era una posición estratégica de fútbol o algo así. Cristina en realidad poco ahondaba en los caprichos de Cristóbal y lo dejaba tener el poder sobre aquel famoso lugar en la mesa. Antonia intentó cambiar el tema del fútbol durante tres ocasiones y después decidió conversar con Linda. Cristóbal tenía monopolizado a Tony. Y este último era el que incluía a Cristina en la conversación.
El nieto de Sonia era otro admirador que Tony había adquirido después de ese anunció acerca de su relación de negocios con el Chivas USA. La cena estuvo deliciosa y para Cristina fue un alivio que el ambiente estuviera tan lleno del entusiasmo y la alegría que la conversación de Cristóbal y Tony imprimían al ambiente.
En medio de la cena, Linda se inclinó sobre Cristina y sonrió.
- Creo que estamos perdidos. – Le dijo. Cristina la miró con el ceño fruncido. No había entendido su comentario. Linda sonrió.
- ¿Qué sucede? – Su amiga le dio dos golpes en la mano.
- Pues que los hijos están embobados con el hombre. – Le dijo Linda y tomó un poco de su copa de vino. – Y la madre… está perdidamente enamorada del mismo.
Cristina casi se atora con un poco de puré. Linda y sus ocurrencias. ¿Enamorada? No. No podía estar de nuevo enamorada de un Tony Vidal que le anulaba la mente y la seducía con un gesto de sus labios.
Lo miró con atención y él presintió su mirada porque giró para sonreír y hacer un guiño con un ojo. Cristina sintió como el color rosa invadía sus mejillas. Estaba comportándose como una adolescente que se enamora por primera vez. Linda sonrió.
- La primera vez perdí mi esfuerzo y energía en tratar de convencerte para que no te casaras con el chico…- Le dijo Linda. – Pero esta vez… ya estás casada con el hombre… ¿Qué puedo impedir?
Cristina sintió que Linda tenía razón. El destino, el Karma o Martín se habían encargado de llevarla a Tony a su vida y que tuviera que aceptarlo como su segunda oportunidad de amar. Pero le daba terror confiar de nuevo.
Linda propuso comer un postre en la sala y seguir la conversación allí. El nieto de Sonia entendió las señas de Cristina y consiguió convencer a Cristóbal de irse a ver una película en la habitación. Antonia suspiró aliviada cuando Cristóbal salió de la sala.
- Pensé que estaríamos hablando de fútbol toda la vida. – Se quejó la chica. Cristina la miró.
- No cantes victoria. – Le dijo Cristina a su hija. – Tú no vas a estar toda la velada aquí. Tienes que ir a dormir porque mañana hay escuela.
Antonia le sacó la lengua y sonrió. Tony se sentó con Cristina en el sofá que una hora antes había estado ocupando con Cristóbal. Antonia se sentó en el brazo de la silla donde Linda se sentó y Sonia trajo quesadillas para el postre. La comida había sido mejicana.
- Mamá no seas cansona. – Le dijo Antonia a su mamá. – Te cuento que te metiste a Cris en el bolsillo. – Anunció a Tony.
- Esa no era la intención. Lo único que deseaba era iniciar una conversación. – Le dijo Tony sonriendo ante las ocurrencias de la chica.
- Yo todavía sigo buscando de qué vamos a hablar tú y yo…- Le dijo Antonia. Cristina frunció el ceño esperando una de las impertinencias de Antonia. – Cuando lo descubra… puedo llamarte. ¿Verdad?
- Vengo siendo tío tuyo… o por lo menos lo más cercano a un tío que puedas tener. – Le dijo Tony con un tono tan dulce y tierno que hasta Cristina tembló de emoción. – Y es en realidad así como quiero que me vean.
- Pero… tienes el mismo nombre de papá… Bueno… oficialmente eres mi padre…- Le dijo Antonia. Cristina volvió a fruncir el ceño.
- Otro día hablamos acerca de eso… Antonia. – Le dijo Cristina interrumpiéndola. Antonia la miró con el ceño fruncido.
- ¿Por qué? Yo necesito saber si puedo llamarlo papá o si sigo llamándolo Tony. - Anunció asombrando a todos. Tony le tomó una mano entre las suyas.
- En realidad… ¿me llamarías papá? – Preguntó conmovido y emocionado. Cristina puso una mano en su brazo como deteniéndolo y Linda abrió mucho los ojos…
- Esto es muy precipitado, Antonia. – le dijo Linda. – Creo que debes pensar mejor acerca de tus sentimientos. – Aconsejó. Antonia las miró como si se hubiesen vuelto locas.
- Acaso… ¿no leíste la carta de papá? – Preguntó como si las considerara tontas. Tony miró a Cristina con el ceño fruncido. – Allí te dijo que decidieras lo mejor para nosotros… ¿Quieres que perdamos un padre por tercera vez?
Todos se mantuvieron en suspenso y en silencio después de su pregunta. Cristina no sabía qué decir. Había leído aquella frase pero jamás la interpretó como una sugerencia de Martín de que Tony pudiera ser un padre para los chicos. Miró a Linda que la observaba preocupada. Y que no le dijo nada. Cristina miró a Tony y este, soltando la mano de Antonia, giró para preguntarle.
- ¿Es cierto eso? – Dijo con voz ronca. Cristina suspiró.
- No… Tal vez sí… No sé. – Expresó inquieta. - En verdad que no sé. Decía algo de que buscara la mejor solución para todos. Y de que eras la persona indicada para cuidar de nosotros.
- Antonia… querida… A mí me encantaría ser tu padre pero Martín lo era… Yo…- Dijo Tony mirando a Antonia. – Pero no podemos tomar esa decisión ahora.
- Es cierto. Tenemos que tomarnos un tiempo… Pensar muy bien las cosas y dejar que los sentimientos fluyan. – Dijo Linda interviniendo. Tony miró a Cristina con una clara expresión de preocupación.
- Muy bien. Ya sé que no puedo discutir contra tres adultos. – Les dijo Antonia y se levantó. – De todos modos, Tío Tony… piensa mi propuesta. Me voy a mi cuarto.
Cristina no la detuvo. Todos recibieron un beso de la chiquilla incluyendo Tony y luego se desapareció rumbo a las escaleras. Tony se recostó en el sofá y cerró los ojos como si la tensión de los últimos minutos lo hubiese dejado agotado.
Linda se puso de pie. Cristina frunció el ceño. No pensaba dejarla a solas con Tony. ¿O sí? Preguntó con una mirada angustiante. Linda le dio dos palmadas en el hombro.
- Tranquila, amiga. Nos vemos mañana. – le dijo Linda. – Hasta mañana, Tony. Creo que todos debemos irnos a dormir temprano y darle tiempo al tiempo.
Tony asintió pero no dijo nada. Cristina se recostó en el sofá. No podía creer que Antonia le hubiera propuesto a Tony ser su padre. ¿De dónde había sacado esa niña esas cosas? Se preguntó mientras que Tony giraba para mirarla de frente.
- ¿Crees que en la escuela la molestan mucho por no tener papá? – Preguntó Tony. Cristina se alzó de hombros y suspiró.
- Lo que te diga en este momento es mentira. – Reconoció. – Desde que decidimos separarnos… Martín siempre estuvo al menos 5 minutos en casa durante las tardes y conversaba con los chicos. Era casi como si siguiera viviendo con nosotros…Bueno, los días en los que estaba en Miami.
- Y lo han extrañado mucho desde que decidió irse a recorrer el mundo…- Le dijo Tony. Cristina abrió mucho los ojos.
- Todos los días les preguntaba si les hacía falta, si lo extrañaban… Jamás me dijeron sobre problemas en la escuela…- Confesó. – Pero ya ves que mis hijos se parecen mucho a mi y no piden ayuda con frecuencia.
- ¿eso quiere decir que te gustaría recibir mi ayuda?- Preguntó él tomando un mechó de su cabello entre sus dedos. Cristina suspiró.
- La verdad… Sí. – Le dijo en un susurro. – Martín me dejó dicho que tomara la mejor decisión para todos… que hiciera que todo funcionara de nuevo… Creo que estaba diciendo que la idea era involucrarte en mi familia.
- O por lo menos: ¿Eso es lo que quieres? – Preguntó tony sonriendo cómplice. Cristina no ocultó su mirada de deseo al responder.
- No te puedo mentir, me encantaría que funcionara. – Le dijo. Tony se acercó como en cámara lenta y la besó apasionadamente en la boca.
Fue un beso que duró una eternidad y que dejó a Cristina temblando de pies a cabeza. Tony se separó de ella y se levantó del sofá.
- Tengo que irme. – Anunció en un tono de voz que sonó hasta un poco cortante. Cristina se puso en pie.
- Hey… ¿Qué sucede? – Preguntó. Tony empezó a caminar hacia la puerta de la calle.
- Nada. Nos vemos mañana. Supongo que me llevarás a la empresa para conocerla. – Le dijo él sin responder y sin mirarla. Cristina lo siguió sin entender la razón de su enojo. Y estaba enojado. De eso no había duda.
- ¿No entiendo por qué te vas así? – Preguntó Cristina. Tony la miró con una expresión enigmática en su rostro.
- Otro día conversamos sobre esto. Ahora… debemos descansar y consultarlo con la almohada. – Le dijo dejándola todavía más confundida.
- ¿Consultar qué? – Insistió Cristina.
Él no respondió. Salió a la calle sin volver la mirada atrás. Tomó el primer taxi que circuló por la avenida. Cristina sintió una extraña sensación de seguridad. Tenía que confiar en un hombre que al salir en una calle de Miami, se le cumpliera de inmediato el deseo de que apareciera un taxi. Se dijo y cerró la puerta apagando las luces en su camino hacia su habitación.
Al día siguiente se levantó muy temprano y organizó a todo el mundo para ir a la escuela. Los chicos no hicieron comentarios sobre Tony. Se la pasaron todo el tiempo poniéndola al día sobre lo que debían hacer durante ese mes en el colegio. Cristóbal anunció que deseaba participar en la cena para padres e hijos de su escuela. Cristina interpretó ese deseo como que debía invitar a Tony a la cena de padres e hijos. Ellos estaban tomando la decisión de hacerlo pasar por Martín.
Linda no se levantó temprano y Cristina necesitaba irse a buscar a Tony antes de ir a la oficina. Así que no pudo esperar a que su amiga le diera un consejo antes de marcharse.
Contuvo el aliento al verlo salir del edificio vestido con ropa formal. ¡Cielos! Aunque se parecía a Martín y no es que su ex esposo fuera desgarbado, Tony era un artista… un modelo, parecía sacado de una revista de modas. Suspiró y simuló normalidad tan pronto él subió al auto.
Sorpresivamente, Tony le dio un beso en la mejilla, muy cerca de la boca y se acomodó en su asiento. Cristina encendió el auto. No sabía cómo concentrarse en manejar teniendo aquella tentación de hombre a su lado.
- El auto de Tony está en el parqueadero de la empresa. Uno de los choferes de la casa de modas puede llevarlo a revisar y acompañarte a conducir por la ciudad, si quieres. – Le propuso Cristina. Suponía que todos los hombres se sentían incómodos al ir de pasajeros en un auto. Tony sonrió.
- Manejas muy bien. No veo cuál puede ser el problema de que me sirvas de chofer. – Le dijo él con aire risueño. Cristina sonrió.
- ¿Tenías auto en Chile? – Preguntó ella. Pensando que él se rehusaba porque no supiera manejar.
- Tengo auto en Chile. Allá está esperándome como muchas otras cosas. – Le dijo él visiblemente enojado por tener que hablar de su vida. Cristina se volvió a preguntar por qué Tony no quería hablar de su vida allá.
- Y entonces… ¿quieres que sea tu chofer? ¿Alguna razón en especial? – Preguntó Cristina sin atreverse a hacer una broma más atrevida pero insinuándose. Trataba de hacerlo sonreír al menos.
Lo que hizo Tony fue exhalar todo el aire de sus pulmones ruidosamente y sonreír de manera forzada.
- No me presiones. – Le advirtió. – ¿Por qué no hablamos de cuáles son los planes? No creo que pueda asumir la gerencia antes de dos semanas.
- Y eso me parece bien. – Le dijo Cristina después de un tenso silencio. – El hombre que está realizando el reemplazo de Tony es muy competente. Gerencia una de nuestras franquicias en Orlando y muy amablemente dirige desde allá todo lo que puede.
- ¿Conoce a Tony desde hace mucho? – Preguntó él. Cristina lo miró.
- Martín. Insisto en que hagas la diferencia entre mi ex esposo y tú…- Le dijo Cristina sin ser descortés. Tony puso los ojos en blanco.
- Lo siento. Y… ¿Hay gente que deba reconocer cuando llegue a la empresa? – Preguntó él. Cristina movió la cabeza de un lado a otro.
- Podemos aducir pérdida de la memoria parcial. – Le dijo ella con toda calma. – Linda estuvo dándome algunas alternativas para que la gente te deje en paz algunas semanas mientras los conoces por ti mismo.
sigue
No hay comentarios:
Publicar un comentario