No podía
creerlo. El corazón latía a mil dentro de su pecho y las piernas le temblaban.
Ella que se había burlado mil veces de aquella absurda manía de describir el
amor con esas estupideces de la taquicardia y la pérdida del dominio
sensoriomotriz… allí estaba sintiendo exactamente lo que las novelas rosa de su
madre decían. Exhaló todo el aire de sus pulmones, sacudió las manos a los
lados de sus caderas y volvió a mirar la puerta frente a ella.
Había hecho
fila durante tres horas para comprar el CD que le permitiría estar en la firma
de autógrafos y luego había invertido diez tardes de su vida a trabajar para la
periodista de la Emisora que traía al cantante para que le incluyera en el club
de fans oficial y, con la módica suma de $400 dólares estar a solas con él
cinco minutos. Había soñado, respirado, suspirado, pensado, reído, llorado esos
cinco minutos durante cada uno de las 240 horas de los últimos días para estar
frente a esa puerta. Al otro lado, estaba el hombre que había querido conocer desde
sus trece años.
Para
algunos era un poco tarde que después de 32 años, un matrimonio, dos hijos, dos
décadas de trabajo en la docencia y millones de experiencias con famosos a
través de sus estudiantes, estuviera todavía tras la quimera de conocer a un
hombre del que pocas cosas desconocía. Pero Tina había ignorado comentarios,
bromas, burlas, cyberbullying y todo tipo de presiones psicológicas para
hacerla desistir y estaba a tres minutos de conocer a su artista favorito.
Bueno,
conocerlo, conocerlo, ya lo conocía. Había leído y escuchado todo lo que habían
publicado de él en todas las formas de comunicación posible. Sabía sus datos
personales, sus gustos, sus intereses, los problemas físicos y de salud que
había sufrido durante su vida, las situaciones familiares y los logros y
fracasos en lo profesional. El guardaespaldas al lado de la puerta le hizo una
seña preguntando si estaba lista. Tina sonrió.
-
Creo
que no voy a estar lista jamás.- Dijo ella. El tipo que era enorme sonrió. Tina
se sintió tonta. Cuántas mujeres le habían respondido al tipo igual durante las
últimas tres horas?
-
Cuando
yo abra la puerta la va a recibir la manager tour. Ella le llevará a una
pequeña salita decorada donde se están atendiendo a las invitadas especiales. –
Le instruyó. Tina supuso que todo estaba cronometrado porque cuando terminó de
informarle, la puerta se abrió una rubia de 1,50 de estatura y soleada
cabellera apareció al otro lado.
Tina pensó
en el contraste que hacían ellas dos. Tina con su cabello rojo borgoña, liso,
corto enmarcando sus ojos negros y su piel bronceada al sol con el cabello
rubio platinado, rizado y largo que cubría casi toda la espalda de la mujer que
le sonrió, dio media vuelta y comenzó a guiarla por el pasillo. Además que Tina
la sobrepasaba por veinte centímetros. La mujer llevaba la misma camiseta y
pantalón negros como todos los miembros del equipo del staff. Tina en cambio
llevaba su vestido preferido color verde menta copiado de uno que Sofia Vergara
había usado para una rueda de prensa en Nueva York.
El pasillo
se abría a una salita con un enorme ventanal que daba luz a la habitación ya
pintada de blanco con muebles modernos del mismo tono blanco de las paredes.
Contra la ventana tomando agua de una botella con su nombre en la marquilla
estaba Cristobal. Sonrió con esos ochocientos dientes que parecía tener en la
boca y Tina tuvo que recurrir a toda la fuerza de voluntad que aún conservaba después de la decisión de
ir a conocerlo.
Tina sonrió
y se acercó a él, Cristobal extendió la mano izquierda sosteniendo la botella
de agua en la mano derecha. Tina extendió su mano que se deslizó en la palma
masculina. La mujer tragó en seco. Aquel hombre no solo parecía sexy, no sólo
se veía sexy sino que transpiraba un aura sensual que ella no podía ignorar. La camisa de seda color negro se plegaba a sus músculos en cada movimiento alterando aún más su sistema nervioso.
-
Hola.
Mucho tiempo esperando? – Preguntó él. Tina se mordió el labio. Solía hacerlo
cuando estaba nerviosa.
-
32
años. – Respondió. E intentó recordar los temas de conversación que había
pensado para esos cinco minutos tan anhelados trabajados, sudados y esperados
pero su mente estaba en blanco.
-
Oh
vaya!! – Le respondió él. - Entonces es el mismo tiempo que esperé yo. – Aquello
fue demasiado para el caos neuronal de Tina. Se mordió el labio hasta hacerse
sangre y buscó con afán centrar sus pensamientos.
-
Básicamente,
me gustaría hablar sobre el dia a día de tu existencia. – Alcanzó a coordinar
Tina. Él alzó una ceja y sonrió como solía hacerlo cuando estaba sorprendido.
-
No
me esperaba eso. – Le dijo.
-
Por
ejemplo… cuándo estás en casa… estás todo el tiempo con la familia o hay
momentos de estar solo con tus gustos personales. – Cristobal sonrió.
-
Cuando
Joyce te describió me preparé para que te lanzaras sobre mi y trataras de
besarme. – Confesó él. Tina sonrió.
-
Todavía
tengo tiempo para eso…- Le dijo ella.
Cristobal sonrió.
-
Me
encierro en mi estudio en mi casa y escucho a Frank Sinatra.
-
En
verdad atiendes tus redes sociales? -
Preguntó Tina antes que el ruido de una discusión les llegara a través de la
pared. Tina de inmediato respondió a la situación.
-
Hay
una salida de emergencia? – Le preguntó a Patty. Ella asintió e intentó
comunicarse por radio. Tina sacó su celular y se lo dio a Patty.
-
Olvídate
de eso. – Le dijo Tina. – Qué pasa allá afuera?
-
Pienso
que es alguien tratando de entrar sin autorización. – Le dijo Patty. Tina
asintió.
-
Alguna
vez jugaste al escondite? – Le dijo Tina a Cristobal.
-
Todo
el tiempo. Tina se dirigió al armario a un lado de la habitación, abrió la
puerta y, como suponía no había nada en él.
-
Bueno…
adentro. – Le dijo Tina. Cristobal miró a Patty. Ella asintió.
-
Nos
vienes a buscar cuando tengas todo bajo control. - Le dijo Tina metiéndose en el
armario también.
-
Hiciste
todo esto para seducirme? – Preguntó él. Tina sonrió.
-
No
me tientes… que desde hace mucho te tengo ganas… pero… en este momento tengo
otras cosas en qué pensar. – Le dijo cerrando las puertas. Cristóbal se sentó y
la sentó a ella enfrente suyo.
Al otro
lado de las puertas del armario escucharon las voces. Gente que entró de
improviso y que preguntaban por él. Patty aseguró que había salido a almorzar y
que lo esperaba para continuar con los encuentros. Era seguro que no conocían
la rutina. Patty no se separaba de su lado
para nada. Era su sombra. Los escuchó discutir un poco más acerca de las
razones para estar allí sin autorización y alguien anunció que era policía y
empezó a pedir a todos que se dieran vuelta contra la pared. Por las hendijas
de la puerta del armario, Tina vio el vestido de Patty mientras ella se
recostaba contra las puertas del armario.
Los
policías constataron identidades, Patty explicó la situación pero Tina había
dejado de escuchar lo que sucedía afuera. Tenía a su cantante favorito
encerrado en un armario con su rostro a menos de 20 centímetros de distancia.
Sus hombros sus codos sus caderas y piernas rozándose en la estrechez del
lugar. Aquello no era el encuentro que había imaginado pero también era mejor
de lo que había soñado. Cristobal sonrió como si estuviera adivinando sus pensamientos
y Tina se acercó a besarlo. Si aquel gesto duró un segundo o dos, poca
importancia tenía, las puertas del armario se abrieron, Patty los ayudó a
salir. Tina se arregló su vestido, Cristobal escuchó la versión en la historia
de su manager.
-
Siento
que te hayas visto involucrada en esta situación. – Se excusó Patty. Tina
sonrió
-
Yo
no. Mis cinco minutos se convirtieron en quince… - dijo Tina sonriendo.
-
Quieres
algún tipo de compensación? – preguntó Patty. Tina miró a Cristobal
-
Ya
recibí toda la compensación que necesitaba. – Dijo y extendió la mano hacia
Patty que la miró confundida. – Mi celular.
-
Oh…
cierto. – y le devolvió el aparato. – entonces tomaré tus datos para compensar
tu discreción. – Le dijo Patty.
-
Mientras
esté presente el cantante… hasta una jornada de vacunación.- Se burló Tina.
Por
supuesto, nunca tuve la cena. Ni volví a estar a solas con mi artista favorito.
Mis hijos tardaron unas semanas en reconciliarse conmigo y mi marido ahora vive
en las Bahamas con una argentina espectacular. Todo porque se me ocurrió la
brillante idea de contarle mi experiencia a mi mejor amigo. Moraleja: Nunca…
pero nunca te quedes solo con un beso de tu artista favorito. Bueno y tampoco
cuentes como amigo íntimo a un chismoso periodista de farándula.
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