Tony sonrió. Parte de su enojo era que Cristina no mostrara mucho entusiasmo en que reemplazara a Martín en su vida, sin embargo, aquel comentario de que estuvo hablando con Linda acerca de posibles justificaciones para que los demás creyeran que era Martín, le decía que ella estaba empezando a ceder.
Llegaron a la casa de modas que resultó ser un enorme edificio de dos plantas. El primer piso estaba dividido entre un cómodo parqueadero para unos cincuenta autos y una boutique de lujo. En el segundo piso estaban las oficinas y una enorme sala de confecciones. Tony quedó impresionado. Había mucho lujo, orden y al mismo tiempo un ambiente de informalidad y familiaridad que no se veían muy seguido en un almacén de ese tipo.
Desde las chicas que atendían la boutique hasta las secretarias de las oficinas le saludaron con un beso en la mejilla y un gesto de admiración en sus rostros. Todas estuvieron de acuerdo en que se veía más joven, más atractivo y más feliz. Cristina las invitó a una reunión general en la sala de juntas.
Tony se limitó a saludarlas recibiendo el beso y los halagos en silencio. Todas traían escarapelas con sus nombres sobre la solapa de sus chaquetas así que podría ser fácil diferenciarlas en poco tiempo. Cuando todos estuvieron en la sala de juntas, Tony se sorprendió de contar alrededor de 80 personas entre empleados y modistas.
- Tony sufrió un aparatoso accidente hace alrededor de un mes…- Mintió Cristina mirándolo a los ojos. – Yo no supe de esto hasta hace una semana cuando su abogado en Barranquilla recibió el aval de su médico para que yo pudiera intervenir en su recuperación.
Hizo un corto silencio como esperando preguntas pero todos estaban atentos a las reacciones de Tony más que a las palabras de Cristina así que ella continuó.
- A muchos, apenas los reconocerá. Ha tenido una pérdida parcial de la memoria… que irá recuperando poco a poco. – Explicó con tranquilidad. – Espero que no se abalancen a contarle los chismes que sobre él y sobre mí circulan… Espero que por su bien… lo ayuden a sentirse como si nada hubiera pasado.
- Cuente con nuestra colaboración. – Dijo Sara Marino, la coordinadora de personal tomando la vocería de todos. – Señora María… ¿Reasumirá su papel de Gerente General?
- Sí… pero no por ahora… ha olvidado muchas cosas sobre la manera como se maneja específicamente este negocio, aunque tiene una visión de las inversiones y un conocimiento del mercado… como si nada le hubiera sucedido. – Les dijo y lo miró. – ¿Quieres decir algo?
- Espero me disculpen si no saludo a alguien por su nombre o no lo ubico en mi memoria. – Les dijo derrochando su encanto masculino. Obviamente todos le demostraron su afecto y su entera disposición para ayudarlo.
Aparentemente todos estuvieron satisfechos de las explicaciones que Cristina les dio. Se fueron a sus lugares de trabajo mientras Cristina lo hizo recorrer el edificio entero. Lo llevó a la oficina de Martín y lo hizo sentarse en la silla de Martín y ella se ubicó en una silla para visitas.
- Revisa el escritorio entero y el armario para que sepas que libros tienes aquí a tu disposición. – Le dijo Cristina. – En algún lugar debe estar la tarjeta de identificación de Tony para que puedas pedir en una biblioteca que queda aquí cerca los libros que desees.
- Si. Y si puedes conseguirme algún curso en el que puedan ponerme al tanto de las leyes en Estados Unidos…- Le dijo él. Cristina asintió.
- En eso tal vez pueda ayudarnos Jim… Es el padrino de bautismo de Cristóbal… - Le dijo ella y se detuvo al ver el cambio de expresión de Tony. - ¿Qué sucede?
- ¿No es el hombre por el que Tony te dejó? – Cristina palideció. Había olvidado que Martín le había contado en su carta acerca de su infidelidad. Suspiró y aclaró su garganta.
- No creo que debas guardar resentimientos con él. Fue un error de ambos y para nada es una relación entre los dos. – Le dijo Cristina. – Y en verdad que puede ser el mejor profesor de finanzas americanas que puedas tener.
Tony no aceptó ni rechazó la idea. Simplemente se quedó en silencio leyendo algunos papeles sobre el escritorio. Y luego de un tenso silencio de unos minutos, la miró de nuevo.
- Está bien. – Dijo aunque en su rostro no se veía el reflejo de sentimiento alguno, su voz demostraba la incomodidad de tener que aceptar su propuesta.
- Igual si no te cae bien o te sientes incómodo con él… Podemos cambiar de tutor. – Le dijo Cristina poniéndose en pie, dispuesta a marcharse.
- ¿A dónde vas? – Preguntó él. Cristina alzó una ceja.
- A mi trabajo… He retrasado todo el proceso de selección de ropa para la colección de otoño por irme a Colombia. – Le dijo. Tony frunció el ceño.
- Pero si sólo estuviste tres días allí. – Le dijo. Cristina sonrió.
- Necesité tres días para cuadrar que en mi casa no hubiese un colapso por mi ausencia. – Le informó. – Aparte de otros tres días de organizar la casa de modas para lo mismo… En realidad, tengo dos semanas de no estar en mi trabajo.
- Está bien. ¿Y yo? – Preguntó sacudiendo en el aire los papeles sobre su escritorio.
- Lee esos documentos… pregunta a tu secretaria lo que tienes pendiente por hacer… mira si puedes asumir alguna de esas tareas…- Le dijo Cristina sonriendo porque su posición de inseguridad ante su lugar en la empresa lo hacía ver más joven y vulnerable de lo que era. Eso la hacia sentir más mujer… más madura.
- Necesito hacer unas llamadas a Chile… ¿A dónde puedo ir? – Preguntó él. Cristina se abstuvo de preguntar cuál podía ser la razón para hacer esas llamadas y señaló el teléfono.
- Pide a Inés, tu secretaria que te las realice… - Le dijo. Tony miró con duda el teléfono.
- La cuenta estará a mi nombre… - Le dijo él. Cristina puso los ojos en blanco.
- Cuando llegue la cuenta… lo hablaremos. – Dijo y se fue de la oficina.
Edgar y Andrew, sus diseñadores de planta acapararon su atención tan pronto llegó al área de diseño. El proceso de selección y producción había continuado pero Cristina daba los toques finales y la aprobación de lo escogido. Tenían que escoger las modelos y tomar las fotografías del catálogo para la prensa y la publicidad… Tenía trabajo para un mes.
Sin embargo, de vez en cuando miraba hacia la oficina de Tony con preocupación. ¿Qué estaría haciendo? Varias veces durante la mañana levantó el teléfono y preguntó a Inés lo que hacía Tony. La chica le respondía con sinceridad y la invitaba a no preocuparse. Ella le avisaría si veía alguna actitud extraña en su jefe.
Cristina suspiró por tercera vez en los últimos diez minutos y Andrew le quitó el vestido que tenía en las manos, la levantó de la silla y la empujó hasta la puerta. Cristina fruncía el ceño preguntándose confundida por qué Andrew la sacaba de la sala de diseño.
- Me tienes aburrido con tu suspiradera… Ve a ver a tu marido. Y regresa cuando tengas cabeza para trabajar. – Le dijo con evidente tono de enojo. Cristina sonrió.
- Yo no estoy preocupada por nadie. – Se quejó. Andrew puso los ojos en blanco.
- Si alguien te conoce en este lugar, soy yo. – Le dijo.- -Ya casi es hora de almorzar… llévatelo por ahí a ver si cuando regrese su memoria, estén preparados para reconciliarse…
Cristina no respondió a esa invitación. No podía hablar sin que se reflejaran en sus palabras, los temores y las ansiedades que el futuro tenía en su vida.
Sin embargo, siguió el consejo de Andrew y se fue a buscar a Tony. Lo halló hablando por teléfono con un tono de voz bastante alto. Él estaba de espaldas a la puerta de la oficina, sentado en su silla de ejecutivo haciendo sonar un bolígrafo sobre la fórmica de su escritorio.
- No, Ginger. – Lo escuchó decir. – No tengo una fecha definida para mi regreso y de todos modos, no será a ti a quien se la de.
Cristina frunció el ceño. Ginger sacaba el lado oscuro y negro del temperamento de Tony por lo que podía escuchar. Esperaba no escuchar ese tono de voz en una conversación con ella.
- Odio que le hagas creer a mamá que tienes una magnífica relación conmigo. – Reclamó él. – Y te ruego no pedirle el teléfono donde estoy para llamarme… Ginger… estoy harto de ti y lo que me daría más placer y felicidad en esta vida es saber que tienes un marido que te hace inmensamente feliz.
Cristina titubeó sobre si salir de nuevo y anunciarse. Miró a Inés que estaba concentrada en su llamada y se mordió el labio. Tony aumentó la frecuencia de sus golpes a la fórmica. Gesto que definitivamente hablaba de la intensidad de su enojo.
- Ya basta. Déjate de tonterías. Tú y yo no vamos a casarnos… pero jamás.- Le dijo él y Cristina palideció. – Y no me parece divertido que le hagas creer a mamá que estamos organizando una boda.
- Déjame en paz. – Le dijo luego de unos segundos en silencio y cerró la comunicación golpeando con fuerza el aparato telefónico.
Cristina temblaba de pies a cabeza. Había una fila de cien preguntas en su mente que amenazaba con desordenarse y crearle un colapso nervioso. Una mujer que quería casarse con él. Una Ginger que odiaba y que manipulaba la información para hacer creer a su mamá, que Cristina imaginó era la manera en la que Tony llamaba a su abuela, que iba a casarse con ella.
Tocó a la puerta con sus nudillos y trató de aparentar tranquilidad. Tony dio vuelta a la velocidad de un rayo y se puso de pie al reconocerla. Su mirada de preocupación le hizo pensar a Cristina que sospechaba hubiese escuchado parte de su conversación. ¿Qué decir?
- ¿Lograste hacer tus llamadas? Me concentré tanto en mi trabajo que no me di cuenta del paso del tiempo. – Le dijo tartamudeando todo el tiempo para su desgracia. Tony sonrió aunque en su expresión se reflejaba la preocupación todavía.
- Sí. Conversé con todos hace rato. – Mintió. Cristina asintió.
- Tengo una cita para almorzar… ¿Quieres acompañarme? – Preguntó. En realidad no tenía ninguna cita pero no le iba a decir que deseaba almorzar con él. Tony alzó la ceja.
- ¿No voy a incomodar a tu compañía? - Preguntó. Cristina frunció el ceño.
- Para nada… ¿Vamos? – Preguntó. Tony asintió y empezó a caminar hacia la puerta.
Cristina se acercó a su secretaria y esta muy oportunamente le dijo que alguien había cancelado la cita con ella. Cristina le dijo que hablarían a las tres cuando ella regresara y Tony siguió a su lado el camino hacia la salida.
- Me cancelaron el almuerzo.- Le dijo Cristina a Tony. – Pero ¿podemos almorzar juntos?
- Claro que sí. – Respondió él y la ayudó a subirse al auto.
- Cuando quieras conducir…- le propuso Cristina. – Es que para la gente será muy raro que Tony Vidal vaya de pasajero… Martín insistía en manejar.
- Pues este nuevo Tony amnésico se siente inseguro de manejar. – Le dijo él muy cómodo en su papel de pasajero. Cristina se alzó de hombros.
- Te gusta la comida Chilena supongo pero no tengo un restaurante en especial al cual invitarte. – Le dijo ella. Él movió la cabeza.
- Insistiré en invitar yo… busca una parrillada argentina… - Le dijo. – La verdad me siento frustrado. No hice mucho esta mañana. Es posible que tú me asesores algunos días durante esta semana antes que venga Ronald Teran.
- ¿Hablaste con él? ¿Le explicaste de tu amnesia? – Preguntó Cristina que iba apenas a llamar en la tarde a su gerente en Orlando.
- Prometió organizar sus actividades esta semana para venir el lunes… - Le dijo él. Cristina asintió y tomó su celular para preguntarle a Linda por una parrillada argentina.
De aquella conversación solo tenía dos ideas clara en su mente. Él no pensaba contarle acerca de la tal Ginger y de su papel en su vida. Y estaba decidido a convencer a su madre para que se viniera a vivir a Miami con él, por lo cual Cristina tendría que empezar a decidir si viviría con él y si tendrían vida marital.
Aquella idea la inquietó aún más que no saber de Ginger. Tener a Tony todas las noches en su cama… con la licencia para hacer el amor, tocarlo… sentirlo. Se tomó media copa de vino de dos tragos acalorada con sus pensamientos. No hacía si no recordar lo que se sentía al recorrer con sus manos la suave piel de Tony.
Casi tres horas después, tras un largo esfuerzo por comportarse de manera racional y conversar acerca de sus vidas. Cristina terminó por ceder a sus instintos y condujo hacia el edificio donde estaba el apartamento de Tony.
Tony frunció el ceño cuando ella condujo dentro del parqueadero para guardar el auto y no dejarlo a la vista de todos. Ella apagó el motor y se quedó mirando la pared en silencio.
- Crees que es buena idea acostarte conmigo y ser mi amante… - Le dijo él. Cristina suspiró y tembló de pies a cabeza.
- Te lo juro… jamás en la vida me sentí tan básica… tan atraída por alguien como un animal en celo…- Le confesó y se apoyó en la silla para arrodillarse y besarlo en la boca.
- ¿Vamos a hacerlo en el parqueadero? - Preguntó Tony al ver que ella alargaba las caricias sin mostrar la intención de bajarse del auto. Cristina suspiró y apoyó su frente a la de él.
- ¿Por qué no me detienes? ¿Por qué no me dices que soy la mujer de tu primo? ¿Por qué no me recuerdas que no debo hacer esto…?- Preguntó ella desesperada debatiéndose entre sus dudas y su deseo. Tony sonrió y abrió la puerta del auto.
- Jamás voy a hacerlo. – Le dijo y la hizo seguirlo al apartamento.
Después de unas horas de sexo salvaje… Cristina lo dejó dormido y se fue a su casa tratando de volver a poner los pies en la tierra. Pero enfrascarse en las tareas de Cristóbal, ni participar en la preparación de la cena le hicieron olvidar que había estado haciendo el amor con Tony en la misma cama en la que Martín había llevado… quien sabe cuántas mujeres.
Los días que siguieron transcurrieron en un ambiente de cordial cortesía. Tan formales y serios que Cristina empezó a creer que su encuentro de sexo con Tony aquella tarde había sido un sueño. A duras penas le hablaba de negocios y amén de algún beso robado o de un abrazo cariñoso pero desprovisto de deseo, Tony la trató como a todas las mujeres de la casa de modas.
Tony sacó tiempo de su tarde del sábado para encontrarse con Jim y con Cristóbal en los partidos del niño. A Jim le contaron una historia reformada del problema de amnesia de Tony. Obviamente, Jim ni iba a convencerse de que este Tony frente a él fuese su amigo de casi once años, ni le iba a ayudar a recordar que había sido la causa de su divorcio con su esposa.
Para sorpresa de Cristina, amén de un ligero comentario acerca de haberse quitado un par de años de encima con la supuesta operación en el rostro que le habían hecho, Jim no agregó más comentarios al respecto. Cuando Tony trajo a su hijo casi a las diez de la noche, Cristina escuchó asombrada que Jim y él habían hecho muy buena empatía y que parecían haberse reconciliado de sus “viejas” rencillas.
Cristina no quiso ahondar en investigar cual podía ser el tipo de conversación que sostendrían aquellos dos. Se conformó con que Cristóbal volviera a tener un par de hombres que lo acompañaran a sus partidos y que le protegieran como padres.
Tony se quedó hablando con Cristina, sentados en el sofá del jardín. SE abrazaron, se besaron jugueteando con sus manos sin hacer más profundas sus caricias. Cristina ya empezaba a añorar estar con Tony pero no era capaz de invitarlo a subir a su habitación. Hacer el amor con Tony en la casa de sus hijos… era algo que todavía Cristina no estaba preparada para asumir. Una decisión más difícil que separarse de Martín.
Pero Tony no le pidió irse con él al apartamento y Cristina tuvo que dejarlo ir. El domingo era el día del amor y la amistad y se habían puesto de acuerdo para celebrarlo juntos. Así que Cristina se fue a la cama pensando que al día siguiente, tendría a Tony con ella toda la tarde.
Con Antonia, la relación fue todavía mejor. Parecían viejos amigos que tenían tanta música, cine, juegos en común que no tenían tiempo para aburrirse juntos. Tony siempre exigía la presencia de Cristina o Cristóbal cuando salía con Antonia. Sobretodo después de que a Cristina le llamara la asesora escolar porque habían visto a la chica con Tony y por supuesto no lo habían reconocido como su padre.
Cristina tuvo que asistir a una reunión con la asesora y luego, llevar a Tony al colegio para que le conocieran. NO se sabía quién estaba más feliz por el acontecimiento: Antonia y Cristóbal porque tenían de nuevo un padre: atractivo, buena gente, agradable y responsable; la profesora de Cristóbal quien veía el progreso en la manera de ser del niño por la influencia positiva de la presencia de su padre en su vida o Tony que no cabía de la dicha en su papel de padre de familia.
Cristina suspiró atrayendo la atención de los otros en su mesa. Cristóbal y Antonia habían invitado a Tony a celebrar con ellos el día de amor y amistad y ahora estaban los cuatro en una mesa de un elegante restaurante de la ciudad, intercambiando regalos.
- ¿Estás cansada? – Preguntó Tony confundiendo la causa del suspiro. Cristina sonrió.
- Ustedes son un poco exigentes para mí. – Les dijo mirando a todos por igual. – Recuerden que mi estado físico no es el mismo que el de ustedes.
- Vamos, mamá… ya quisieran algunas de mis compañeras de colegio de mantener su cuerpo tan sensual y atractivo como el tuyo. – Comentó Antonia. - ¿Es mentira acaso papá Tony?
A duras penas podía Cristina acostumbrarse a que Antonia y Cristóbal llamaran de esa manera a Tony. Lo habían asumido como a su padre tal vez con más rapidez que al verdadero. Tony tomó una mano de Cristina y la besó.
- Cristina es una modelo… tal vez más hermosa que una modelo porque tiene esa personalidad madura y comprensiva de una madre y el cuerpo espectacular de una artista. – Los halagos de Tony la hacían sonrojar invariablemente.
Ninguno de los chicos hizo comentarios acerca del tono sensual e íntimo con el que Tony había hablado ni los miraron interesados en su comida. Estaban acostumbrándose a que Tony alababa a Cristina y la atendía como a una reina.
Cristina recordó sus conversaciones con Martín. Antonia y Cristóbal eran testigos de sus cenas de negocios y sus almuerzos de distribución de oficios. Martín dejaba las palabras bonitas y los besos para la hora de ir a la cama.
- Ni creas que así vas a conseguir un regalo adicional. – Bromeó Cristina tratando de restar importancia a sus halagos. – Tu regalo ya fue comprado y espera con los demás en casa. ¿Les parece bien apurarse con ese postre para irnos pronto?
Tony hizo llamar al mesero para pedir la cuenta. Cristina iba a proponerle pagar mitad y mitad cuando se les acercó una de las profesoras de Antonia del año anterior. Cristina sonrió y Antonia se levantó de la mesa para abrazarla y besarla.
- Me encanta que estén de nuevo juntos. – Les dijo la profesora insinuando que Tony y Cristina parecían otra vez pareja. Cristina se mordió el labio. No podía llevar la contraria a ese comentario porque tendría que anular cualquier posibilidad de reconciliación entre ellos.
- Eso intentamos cada vez que se puede. – Dijo Antonia. – Mis padres están todo el tiempo en su casa de modas… A propósito, no has vuelto a comprar un vestido de mamá.
- No todo el tiempo se puede adquirir una pieza tan hermosa como las que tu madre hace. – Le dijo la profesora. Tony se limitó a sonreír como Cristina.
- No son tan costosos… - defendió Antonia. – Debes darte una vuelta por la casa de modas para que revises con calma los precios.
- Me imagino que los veré el día de la familia… Todos están emocionados acerca de los juegos y actividades programadas para ese día. – Dijo la chica. Cristina miró a Tony con angustia, este le hizo un guiño.
- No nos perderíamos semejante fiesta por nada del mundo. – le dijo y sonrió con su gesto más coqueto. La chica aparte de cohibirse, se despidió corriendo para retirarse.
Cristina no hizo comentario alguno pero su cabeza era un caos de pensamientos. Tony seducía una mujer con sólo sonreír. Y estaba sintiéndose celosa. ¡Cielos! Suspiró su mente. Además de eso estaba el temor de que los comentarios de los terceros hicieran que Antonia y Cristóbal se emocionaran con una posible pareja entre ellos.
Pasaron una rica velada. Cerca de las diez los chicos decidieron irse a dormir y los dejaron solos en la sala. Tony se despidió con afán. NO quería estar con ella a solas. Cristina se sintió absurdamente triste por su rechazo. Después de dejarse seducir por la atracción que sintieron en Barranquilla. ¿Por qué se negaba a tener algo con ella en Miami? Se preguntó mientras lo veía alejarse.
Estúpida. Se dijo mientras se retiraba a dormir. Estaba comportándose como una adolescente. Claro que no podían andar en Miami como dos conejos apareándose a cada rato… ¡Estaban sus hijos pendientes de cada uno de sus pasos! Se durmió sintiéndose miserable por sólo pensar en sus instintos.
Al día siguiente, sobre su escritorio encontró un sobre cerrado con remitente de Santiago de Chile. Ginger Sinisterra… Murmuró mientras rompía el sobre cerrado y encontraba el periódico del día dentro. Era un ejemplar del periódico de Santiago de ese mismo día. Alguien se había tomado la tarea de enviarle frescas las noticias del día… ¿Para que viera qué?
Extendió la página principal y alguien señaló un titular de la sección de entretenimiento. Una esposa oculta 15 años. Leyó frunciendo el ceño. Buscó la página indicada y palideció. ¡Diablos! Se levantó de su escritorio y se fue a la oficina de Tony ignorando las llamadas de su secretaria que le solicitaba atender a alguien.
Tony admiró las largas y esbeltas piernas antes de mirarle el rostro. Cristina empezaba a convertirse en una obsesión. Y contrario a lo que había pensado a su llegada a Miami, mantenerla lejos de sus deseos apasionados estaba resultando una tortura para sus sentidos. Nada lo preparó para la dura mirada con la que Cristina habló antes de abrir su boca.
La mujer caminó hacia el escritorio y le lanzó la edición del El Mercurio. En su rostro se reflejaba lo que sin duda era la mitad de la ira de Dios.
- Sin nuestra autorización… ¿Cómo fuiste capaz de publicar esto? – Preguntó ella entre dientes.
Tony simuló una tranquilidad que estaba lejos de sentir y tomó el periódico. En realidad, hervía de rabia contra su insistente y fastidiosa asistente en Chile. Aprovechándose de su condición de representante de tony en Santiago de Chile había dado declaraciones a Punto mujer, una sección del periódico contando la historia de por qué el soltero más codiciado de Santiago había desaparecido durante tanto tiempo.
El titular era pequeño y el artículo relativamente corto pero tan sensacionalista y explosivo que no iba a ser ignorado. Especialmente porque Tony había terminado una relación con una famosa mujer de la política chilena y lo habían condecorado como el mejor empresario del año en Santiago tres meses atrás.
Tendría que renunciar a su cargo en la empresa de textiles y definitivamente tendría que vivir en Miami por un par de años… No podía sostener una imagen seria de negocios con semejante escándalo en su historial. Bendita Ginger y sus benditos celos. Se dijo mientras veía que Cristina estaba dispuesta a escuchar una explicación de él.
- La responsable de esto se llama Ginger Sinisterra. Es… era mi asistente en la empresa donde trabajo… - Explicó Tony señalando la silla enfrente de su escritorio. Cristina lo ignoró. – Muy seguramente estuvo hablando con mi mamá y le sacó tu nombre.
- Eso no explica cómo sabe tanto. – Insistió Cristina. Tony sonrió con ironía.
- Eso es muy fácil para Ginger. Es una excelente investigadora. Rastrea la vida personal de cualquier persona en el mundo… con la tenacidad de un depredador.
A esa conclusión llegaba en ese mismo momento. Ginger de seguro no esperaría su renuncia al cargo por una posible decisión de quedarse en Miami. Ella tenía que asegurarse de que él se quedaría en Estados Unidos y renunciaría a su puesto en Chile textiles. Ya que había perdido las esperanzas de ser su esposa, puesto que al averiguar sobre Cristina María lo primero que aparecería es que era la feliz esposa de Tony Vidal, el empresario.
La respuesta de Tony no complació a Cristina pero era una respuesta. Se dijo ella mientras descubría un gesto nervioso en la manera como daba golpecitos a la orilla del escritorio con su bolígrafo. ¿Qué lo ponía tan nervioso: Tener que contarle acerca de su vida en Chile o perder el empleo allá? Además… había escuchado aquel fragmento de la conversación telefónica con Ginger… aquella mujer había estado organizando una boda con él a sus espaldas… entonces ¿Era su amante?
Cristina entrecerró los ojos en un gesto involuntario que buscaba adivinar sus pensamientos. Tony se sentó derecho en su silla y apoyando ambos brazos en el escritorio habló:
- Soy el Gerente Comercial como ves allí de una importante empresa de textiles. – Le dijo. – Mi salario y la riqueza de mi mamá, quien sólo tú sabes es mi abuela, me han elevado a un alto puesto en el jet set de Santiago.
- Te mostraste como alguien muy necesitado de tener una empresa. – Le dijo Cristina.
- De tener un nombre en Estados Unidos… en realidad. Lo que quiero es ser independiente y el mercado americano siempre ha sido mi pasión. – Le confesó. – No tenía idea de cómo meterme aquí cuando recibí la carta de Martín anunciándome los cambios en mi vida.
- Así que la herencia de Martín te cayó del cielo. – Expresó Cristina recordando las palabras de Martín en su carta. Tony sonrió con tristeza
- No quería que pensarás trataría de aprovecharme de la situación. – Intentó explicar pero luego, no pareció encontrar palabras para justificarse y se sumió en un prolongado silencio.
Cristina tuvo que aceptar que él tenía razón. No era común que alguien con un puesto y una posición como la de Tony Vidal quisiera quedarse con una empresa como la de ella. A menos que quisiera agregar a su fortuna personal aquella casa de modas.
- ¿Y cuánto tiempo iban a esperarte en Chile? – Preguntó con curiosidad porque él no se había mostrado afanado por regresar a su país.
- En dos semanas debía regresar. – confesó él. – Tenía varias vacaciones juntas producto de seis años de trabajo continuo y en vista de la cercana familiaridad con Martín, mi jefe consideró que podía tomarme una licencia de un mes.
- ¿Y cómo vas a justificar esto de tu familia? Es que nadie va a creer que tienes dos hijos y una esposa abandonados en Miami. – Le dijo Cristina. – ¿Creerán acaso que no los visitabas jamás?
- Por mi posición en la empresa y por la confianza de mi jefe, viajo mucho. Tengo prolongados viajes de negocios a diferentes lugares del mundo y por supuesto, nadie va a pedirme cuentas de justificar que algunos de ellos fueron a los Estados Unidos.
- Y ahora… ¿Qué debes hacer? – Cristina preguntaba más por saber qué hacer ella más que por estar interesada en lo que él haría para salir de aquel embrollo.
- Primero llamar a Santiago de Chile a mi jefe para explicar o tratar de explicar la situación. – Le dijo. – Luego a mi mamá… que debe estar al borde de un colapso. A ella le había dicho que estaba en Miami con una mujer que se llama Cristina María… y ahora…
- ¿Tendremos que acompañarte? – Preguntó dudosa. Él la miró en silencio y se alzó de hombros.
- Tendrá que ser vuestra decisión… - Le dijo él con un dejo de nostalgia en su voz.
Cristina dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta. Necesitaba pensar y con él al frente lo único que surgía en su mente, eran los recuerdos de tenerlo en su cama.
Ahora estaba analizando que durante ese mes, Tony se había encargado de propiciar hermosos momentos con sus hijos. Los lazos de amistad y fraternidad que habían surgido entre los tres estaban llenos de momentos inolvidables.
En cambio con ella se había dedicado a ser el compañero ideal… un amigo que le apoyaba cuando necesitaba pareja, especialmente en la escuela con sus hijos pero sin dejarse llevar por aquella atracción sexual que los había seducido en Barranquilla.
Estaba a punto de abrir la puerta cuando lo escuchó decir:
- Me encantaría que me acompañaran. – Su voz sonaba débil y sentimental. – Especialmente tú. Será más fácil explicarle a mi abuela que soy un hombre casado con dos hijos que oculté durante 15 años y no decirle que Martín no era el santo que siempre idealicé.
Cristina colocó seguro a la puerta y regresó. Se sentó en el sofá con la intención de que Tony se acercara a ella y se sentara a su lado, pero Tony no pareció comprender su intención y continuó hablando desde el escritorio.
- Martín siempre fue nuestro ídolo. Traía locas a las mujeres del pueblo, jamás tenía problemas en la escuela y los viejos lo adoraban porque tenían la visión de negocios más aguda que la de ellos. – le relató recostándose en su silla de ejecutivo como si hablar empezara a relajarlo.
- Pero no se comunicó contigo jamás. Te abandonó en Chile y te suplantó. – Inquirió Cristina tratando de hacer bajar a Martín de la nube donde lo tenía Tony. Este sonrió con ironía.
- Eso es lo que todos ven. – Le dijo. – En su carta me hizo un recuento de las veces que estuvo aportando dinero para mi beneficio. Y cuando me dejó donde mi abuela, dejó una carta escondida en un compartimiento secreto de mi morral. En ella me prometió protegerme siempre aunque no lo volviera a ver.
- ¿Quieres decir que Martín adivinó tu futuro? – Preguntó Cristina.
Podía imaginar que aquellas palabras para un chico de 15 años, aterrorizado y en el otro lado de un continente del lugar en el que creció, debían ser las palabras de Dios. Seguro que la abuela de Tony sabía de la falsedad en la promesa de regresar que Martín le había hecho especialmente después de descubrir que se había llevado los documentos de Tony.
- No. Era un visionario y le funcionó su plan. He estado revisando sus inversiones en los últimos siete años… Todas alrededor las empresas en las que laboré. – Le dijo él. Cristina alzó una ceja.
- Entonces para tu abuela, Martín es un desconsiderado a quien le asignaron la tarea de cuidar un adolescente y decidió abandonarlo con su otro. – Concluyó Cristina.
- Lo acepto. No quiero reconocer ante ella que me equivoqué con Martín. – Dijo él avergonzado. Cristina asintió.
Ya había estado pensando que Tony pasaba por la misma situación que ella. Cristina había sentido más que horror de tener que aceptar ante los demás que el marido honesto y perfecto del que siempre se vanaglorió no era más que un mentiroso vividor. Suspiró atrayendo la atención de Tony hacia ella. El la miró intrigado.
- Sé que estoy exigiendo demasiado…- Dijo dudoso. Cristina sonrió con tristeza.
- Tú estás igual que yo en esta encrucijada. – Sin temor de parecer la galleta de la fortuna de un restaurante chino. – Con la venia de los chicos… te acompañaré a Chile.
Tony se levantó de la su silla y se acercó con dos pasos rápidos hasta el sofá. La miró en silencio y luego, se dejó caer a su lado.
- Sé que fue maquiavélico por parte de Martín ponerte a decidir nuestro destino. – Le dijo él tomando su mano con temor. – Pero sólo tú sabes a dónde va esta relación.
Cristina se mordió el labio. La verdad, cuando lo tenía cerca no pensaba en qué le convenía o no a sus hijos, sino en lo mucho que deseaba a ese hombre.
- Tienes que decirme…- Tartamudeó Cristina con una voz ronca y baja. - ¿Qué voy a encontrar en Chile?
- Mi abuela… una casa, un auto y un magnífico empleo al que debo renunciar. – Le dijo él. – No va a ser fácil. Mi abuela va a odiarte porque pensará que por ti voy a venirme a Miami… y tal vez no quiera acompañarme.
- Estás loco? Dejar a tu abuela sola en Chile no es la mejor de las ideas… Debe haber alguna manera de traerla a Estados Unidos. – Le dijo Cristina. Y aunque sentía que estaba ocultando algunas cosas más pensó que era el momento de alejarse de él y no dejarse llevar por la tentación de besarlo.
Intentó zafar su mano y levantarse pero Tony se lo impidió. Fue él quien cedió a la tentación y la besó. Aquella fue una larga y apasionada caricia que los hizo acostarse sobre el sofá y dejarse llevar por el placer de estar juntos.
Un golpe en la puerta les hizo saltar. Cristina contuvo el aliento sorprendida al ver que Tony estaba prácticamente desnudo y que ella no había sido consciente de haberlo desnudado así. Se levantó y se arregló la falda y el cabello. Tony volvió a abrazarla y a besarla con dulzura.
- Sabes que te deseo… - Le dijo él. Cristina palideció. – Pero siempre estoy temeroso de que esta… pasión pueda deformarlo todo.
Cristina se asombró de su declaración. Jamás pensó que él la deseara y que estuviera evitando lastimarla más de lo que suponía la había herido Martín. Siempre pensó que él se había aprovechado de su atracción para convencerla de llevarlo a Estados Unidos. Se arregló y fue a abrir la puerta mientras Tony se metía en su baño privado.
Linda la sorprendió apareciendo al otro lado de la puerta. Cristina se sintió como una niña a la que han atrapado en una travesura. Linda sonrió con ironía y entró sin esperar una invitación.
- Me llamó Francis de Chile. – le dijo Linda mencionando a un colega psicólogo que también trabajaba para Univisión haciendo libretos de dramatizados como ella. – Estás en El Mercurio.
- Ahí está un ejemplar por si quieres leerlo. – Respondió Cristina tratando de hablar con su voz normal. Linda frunció el ceño.
- Una aventura con tu hombre en este momento no es lo más sensato. – Le dijo y Tony salió del baño.
- Vamos a viajar a Chile para tratar de calmar los ánimos y… luego hablaremos de lo otro. – Le dijo Cristina abriendo mucho los ojos. Tony las miró a las dos.
- ¿Y los chicos? – Preguntó Linda. Cristina suspiró sin responder.
- Aún no hablo con ellos. – Le respondió. – De hecho… íbamos a casa para conversar con ellos. ¿Verdad? – Agregó mirando a Tony. Éste sonrió con aire cómplice.
- Así es. – Dijo y caminó fuera de la oficina suponiendo que ellas lo seguirían.
Cristina fue hasta su oficina para buscar su bolso y Linda prometió llegar a la casa más tarde porque en realidad se había salido de una reunión con los libretistas de una nueva serie para ir a hablar con Cristina.
Tony se fue en su auto y Cristina en el suyo. Y se estacionaron casi al mismo tiempo en el jardín de la casa. Antonia salió a recibirlos.
- Los llamé con el pensamiento. – Dijo la chica abrazando a su madre y luego saltando sobre Tony para guindarse de su cuello.
- ¿Para qué somos buenos? – Preguntó Cristina entrando a la casa.
- Para meterse en líos. – Respondió Antonia con la irreverencia de siempre. Tony y Cristina se detuvieron en su camino a la sala principal y la miraron a los ojos.
- ¿Cómo así? – Preguntó Tony.
- Pues que no eres cualquier pintado en la pared y que nos ha llamado una amable señora para invitarnos a ver el noticiero de un canal internacional de Argentina donde apareciste como la nota curiosa del día. – les anunció Antonia.
- ¿Cristóbal también lo vio? – Preguntó Cristina. Antonia sonrió.
- Todos: Cristóbal, los nietos de Sonia, Sonia y yo. – Les dijo con burla. – Y los pusieron algo así como Romeo y Julieta. Un amor a distancia porque en este caso las diferencias eran de distancias y países y no de familias..
- No es una broma. – Reprendió Cristina a su hija. Antonia miró el suelo.
- Tienes que tomarte las cosas con más calma, mamá. – Le dijo insistiendo en su posición pero respetando la condición de autoridad de su madre. Tony se acercó a Cristina y le tomó la barba con dos dedos de su mano derecha mientras rodeaba su cintura con la izquierda.
- La niña tiene razón. El estrés y la tensión sólo te hará ofender y gritar. – le dijo y Cristina sintió que le creería hasta la mentira más absurda si lo quisiera.
- Llama a Cristóbal, Tonia. – Le dijo Cristina sin responder a la invitación de Tony. Este se separó y la llevó a un sofá donde se sentaron uno junto al otro.
La mano que Tony entrelazó a la suya le brindó seguridad. Cristóbal la besó en la mejilla y chocó su mano con Tony sin dejar de mirar de manera curiosa las manos entrelazadas que se apoyaban en la pierna de Tony. Antonia se sentó en el brazo del sillón que Cristóbal escogió para sentarse.
- Por lo que ya vieron en el noticiero. – Les dijo Tony tomando la iniciativa. – Debo ir a Chile para poner las cosas en la perspectiva correcta. Y… Cristina va a acompañarme.
- ¿Podemos ir nosotros? – Preguntó Antonia. Cristóbal la miró con curiosidad como los otros dos. Los tres trataban adivinar la intención en su propuesta.
- ¿Para qué? – Dijo Cristina. Antonia se alzó de hombros.
- Si nosotros estamos en medio, los periodistas bajarán la intensidad de sus ataques y la abuela… ¿puedo llamar a tu mamá, abuela? – Preguntó y esperó a que Tony asintiera. – Ella escucharía con más calma sus explicaciones porque nosotros suavizaríamos con nuestro encanto su mal genio.
Cristina había escuchado como Tony les describía a su abuela como una mujer mayor, celosa de su hijo con otras mujeres pero que anhelaba verlo casado pronto. Tony la miró como consultando la propuesta. Cristina alzó una ceja.
Si iban a Chile tendrían que alojarse en la misma habitación como marido y mujer… acostarse en la misma cama. ¿Cómo consultar eso con una chica de 13 y un chico de diez? Se mordió el labio.
- Tal vez es buena idea…- dijo con precaución. – Pero tienen que ser conscientes que para todos allí, nosotros somos pareja. Y no sé qué piensan…
- Magnífico, mamá. – La interrumpió Cristóbal. – La verdad, Antonia y yo nos trasnochamos más de una vez pensando en cómo sería tu próximo novio y si nos agradaría o no.
Cristina se asombró ante la revelación de su hijo. ¿Estaba el niño pensando en lo mismo que ellos? Por supuesto que no. Estaba pensando en la felicidad de tener un padre de nuevo.
- Cristóbal… tal vez no entendiste que dormiríamos juntos. – Le dijo Cristina invitándolo a reflexionar.
- Ese es tu problema mamá…- Interrumpió Antonia. – Le tengo advertido a Cristóbal que lo que hagas con tu vida intima es tu problema.
- Pero eso no es una cosa que ustedes… - Empezó a decir Cristina y Tony la detuvo.
- Ustedes sólo deben estar conscientes de que nuestra relación hasta ahora es de amigos. – Les dijo él con calma. – Y que si va a cambiar… se los anunciaremos a ustedes primero.
Cristina decidió dejar las cosas así. No tenia cabeza para asimilar a sus hijos hablando de su vida sentimental y decidiendo que posición tomar al respecto. La muerte de Martín había transformado su vida mucho mas de lo que a cualquier viuda le cambia la vida con la muerte de su marido.
Los chicos la miraban con curiosidad así que empezó a asumir el papel que menos esfuerzo le costaba: El papel de mamá.
- Redacten una carta para sus profesoras en las que les digan que debo llevarlos conmigo de viaje. - Les dijo. - Y anuncien a Sonia que nos iremos a Chile así que necesito nuestras maletas para…
- El viernes. - Dijo Tony cuando Cristina lo miro.
-El viernes. Repitió ella y se levantó del Sofá. - Si no tienen más preguntas… necesito descansar.
Antonia se levantó prometiendo que haría las notas y mandando a Cristóbal a buscar a Sonia. Tony detuvo a Cristina al pie de la escalera.
- Lo que sucedió en la oficina…- Empezó a decir. Cristina le puso dos dedos sobre los labios es una equivocada decisión que produjo un temblor de deseo en su vientre.
- Otro día hablaremos de eso. - Le dijo ella. Tony le tomó el rostro entre sus manos y la hizo inclinarse para besarla.
- Hablaremos ahora… No puedo llegar a Chile con esta tensión de no poderte tocar. - Le confesó él. Cristina contuvo el aliento.
- Hacer el amor ahora no es una buena idea. - Le dijo ella. Tony sonrió.
- Parece que contigo jamás será una buena idea. - Le dijo él burlándose. Cristina suspiró.
- Lo siento pero… me veo como una adolescente que no sabe si dejarse llevar por los instintos o mandar al diablo a todos incluyendo a sus dos hijos. - Le confesó. Tony volvió a acariciar la boca femenina con sus labios.
- No necesitas mandarlos al diablo para dejarte seducir… Ellos estarán más felices que tú de que seas mi pareja. - Le dijo él con voz ronca. Cristina suspiró. Él sabía que tenía razón.
- Te espero en el apartamento…- Le dijo y se fue sin dar vuelta. Cristina tuvo que agarrarse del pasamanos de la escalera para no caer.
Dos días después bajaban del auto que los había recogido en el aeropuerto de Santiago de Chile frente a un enorme edificio ultramoderno. La abuela de Tony vivía con el en un lujoso apartamento del séptimo piso. El chofer los ayudó a bajar las maletas y entraron sus cosas con la ayuda de los chicos hasta el ascensor.
Antonia y Cristóbal no hacían otra cosa más que maravillarse de las personas, de los paisajes y de las miles de novedades que observaban en la ventanilla del auto. Todo el viaje desde el aeropuerto, Tony se mantuvo con la mano derecha de Cristina entre las suyas acariciando con sus pulgares la suave piel de las manos femeninas. Cristina estaba tan aterrada ante lo que le tocaría vivir en esos días que poca atención prestó a las caricias.
Del ascensor a la puerta del apartamento apenas habían cinco pasos y la abuela de Tony en persona abrió la puerta. Tony la abrazó y la invitó a colaborar en guardar las maletas antes de cerrar la puerta de entrada y empujar a los chicos delante de sí.
- Ella es Antonia y él es Cristóbal. - Dijo con orgullo. La señora analizó a los chicos en silencio y abrió sus brazos.
- ¿Pueden regalarle un abrazo a la abuela? Su pregunta fue acogida como una orden y los chicos estuvieron más que encantados de abrazarla y asumirla como a su propia abuela. Cristina se mordió el labio inferior.
Los chicos habrían dado la mitad de su fortuna por obtener una abuela. Y ahora, Tony se las estaba regalando. Gregoria Vidal no era la mujer que Cristina había estado imaginando. No tenía los años de Matusalén pues lo máximo que podría tener serían unos ochenta años y era hermosa. Apenas si tenía arrugas en su rostro y su cuerpo lucía delgado y vigoroso a pesar de que demostraba el efecto del paso del tiempo.
Así que nada de que Gregoria no podría irse a vivir a Miami. Si la anciana decidía no irse con ellos lo haría por decisión personal y no por impedimentos de la edad. Cristina sonrió o se esforzó por hacerlo. ¿Qué clase de relación tendría ella con Gregoria si estaba se enteraba de la verdadera historia de Cristina y Martín?
- Son realmente hermosos. Y Cristóbal… ¡realmente se parece a Martín! – Le dijo Gregoria a su hijo. Cristina no pudo evitar que en su expresión surgiera un gesto de preocupación. Tony había estado hablando de sus hijos con Gregoria y la había preparado para el parecido de su hijo y Martín… ¿Qué trato le daría al chico en virtud de ese parecido? Se preguntó.
- No se lo recuerdes mucho a Cristina… - Dijo Tony acercando a Cristina a su costado y besándola en los labios de manera arbitraria para disimular su gesto de preocupación. – A ella no le gusta que se converse mucho de Martín y de lo tumba locas que era. Mucho menos de cuanto se va a parecer este chico a él… porque inevitablemente para las dos… Cristóbal va a ser un hombre igual a Martín… pero dejémoslo descansar en paz. ¿Les parece?
Con aquella explicación, Tony aseguró que la señora Gregoria jamás volviera a mencionar a Martín. Y se anotó otro punto más con Cristóbal que lo miró sonriente y le hizo un guiño. Alguna vez durante su conversación a solas con Cristina, le propuso no recordar a Martín con el chico con la esperanza de que “no sea tan mujeriego e irresponsable como él”. Afirmó y luego cumplió su promesa.
Cristina suspiró. Había estado casi media hora a solas con Gregoria puesto que Tony había invitado a dar una vuelta por la casa a los chicos, tan pronto presentó a Cristina con su suegra. Ni la mirada suplicante de Cristina ni la seriedad en el rostro de su abuela le impidió abandonarla en el sofá de la sala con la anciana en una inevitable conversación a solas.
- Eres más joven y hermosa de lo que imaginé. – Le dijo de repente Gregoria. Cristina alzó una ceja ante ese comentario.
- ¿Tony sale con mujeres mayores?- Preguntó odiando que su comentario sonara celoso y prevenido. Gregoria le dio dos palmadas en la pierna pues a pesar de estar en sillas diferentes, estaban muy cerca la una de la otra.
- Por lo menos, las amigas que ha tenido en Chile y que yo he conocido… sí. – Le dijo Gregoria. – Nada de importancia… A decir verdad, me sorprendió saber que estaba casado precisamente porque aquí no parece poder sostener una relación más de un mes.
- Nuestra relación ha sido más fruto de mi esfuerzo que del de él. – Le dijo Cristina tal como había preparado decir con Tony. – he perdonado muchas ausencias… y secretos. – Gregoria asintió.
- Me imagino. Pero han terminado… Me cuesta creer que la muerte de Martín sea precisamente la razón para que yo descubriera el secreto de la vida de mi hijo. – Le dijo Gregoria. Cristina disimuló su nerviosismo tomando un poco de su taza de mate.
- A Martín le debo muchas cosas en mi relación con Tony. – Le dijo ella de manera enigmática y suspiró.
- Me imagino que ayudó a que te quedaras tranquila y juiciosa en los meses en los que Tony desaparecía. – Le dijo Gregoria. Cristina no tuvo que simular una profunda expresión de dolor en sus ojos para decirle a la señora:
- Me encantaría que entre usted y yo… no recordáramos los años perdidos. – Le dijo Cristina casi al borde del llanto. – Las personas extrañas… pues a ellas debo disculparlas pero… yo no quiero recordar estos 15 años de mentira.
- Por supuesto querida. Cualquier cosa que quiera saber le preguntaré a Tony. – Le dijo Gregoria quitándole a Cristina la taza que estuvo a punto de dejar caer. Cristina se secó un par de lágrimas que involuntarias rodaron por sus mejillas. – No quiero regodearme en tu dolor.
- Gracias. – Susurró Cristina y Tony decidió aparecer.
Venía comentando feliz que los chicos se habían quedado en la piscina de la casa y que nadie podría sacarlos de allí. Y se detuvo inquieto al ver que Cristina arreglaba el maquillaje de sus ojos con una huella inocultable de que había estado llorando.
- ¿Te sientes bien, Cariño? – Le dijo él con ese tono de voz entre la ternura y la preocupación que hacía temblar a Cristina aún cuando no lo utilizara con ella.
- Nada, hijo. Hice un comentario imprudente que afectó la sensibilidad de Cristina. – Le dijo Gregoria. Tony estuvo en dos pasos de sus largas piernas junto a Cristina y se inclinó sobre ella, tomando su rostro entre dos dedos de su mano para obligarla a mirar hacia arriba.
- ¿Quieres ir a descansar un poco en nuestra habitación? Tal vez sea cansancio y estrés. – Le dijo a Cristina conmovido por su expresión. Cristina hizo un esfuerzo por hacer una mueca que pareciera una sonrisa pero no logró gran cosa.
- Estos días han sido muy difíciles y confusos. – Reveló con un tono tembloroso de voz. Tony le tomó la mano y la obligó a levantarse del sofá.
Él la atrajo hacia su cuerpo acogiéndola entre sus brazos, en un gesto de ternura y amor tan bien simulado que a Cristina le dolió fuese una farsa. Le rozó los labios con los suyos en una caricia que se interpretaba como apoyo y sonrió.
- Sabíamos que no iba a ser fácil pero tú eres una mujer fuerte. – Le dijo él asombrado con lo que descubría en los ojos de Cristina. Ella sólo suspiró.
- De todos modos debes ser consciente que no es fácil para una mujer descubrir que durante 15 años no ha sido nadie en la vida de su esposo. – Aquel comentario inocente de Gregoria caló hasta los huesos de Cristina y no pudo disimular el dolor que le causaba. Cristina se mordió el labio inferior con ansiedad.
- Mamá… por favor. Ven, amor. Vamos a nuestra habitación… descansas del largo viaje y más tarde te invito a un paseo por la ciudad. – Le dijo él mientras la obligaba a seguirlo hacia las escaleras que conducían al segundo piso de la casa.
Cristina no dijo nada. Ni siquiera sabía qué decir y la idea de descansar era cada vez más deseada. No sabía por qué se sentía tan débil e insegura en Chile. Durante aquellos días en Barranquilla, se había debatido entre la tristeza de descubrir el engaño de Martín y su muerte. Luego se había dejado llevar por la atracción que sentía por Tony. Y en todo ese mes junto a él… se había acostumbrado a tenerlo como apoyo pero no como pareja y ahora de repente, delante de esta gente tenía que simular ser la esposa… y sin ni siquiera saber cómo comportarse. ¿Cómo se suponía debía ser la esposa de Tony Vidal?
Tony la llevó a una habitación sacada de un cuento de hadas. Una enorme cama de hierro forjado con un estilo romántico que armonizaba con los edredones, cojines y almohadones finamente decorados y organizados sobre el colchón. Este lucían un edredón de ensueño cuyo color rosa lucía maravillosamente bien con el blanco de los cojines.
Era una habitación llena de luz y algo en el ambiente la hizo sentir mejor. Algo como un suave olor a canela y a madera que ya relacionaba con Tony. Suspiró. Esa era en realidad la habitación de Tony. Pero no podía imaginar que Tony decorara su habitación de soltero así.
- Siento mucho haberte dejado sola con Gregoria. – Le dijo Tony visiblemente preocupado por lo que le estaba sucediendo. Cristina se dejó caer en la cama.
- Siento todo esto pero… creo que tocó fondo mi espíritu tolerante. – Le dijo ella. Tony se sentó a su lado y la abrazó.
- La verdad… pensé que tendrías este colapso en Miami. – Le dijo él asombrándola. – Creo que no he hecho otra cosa más que rezar porque te diera allá. – Reconoció besando su frente en una dulce caricia. – Pero ya sucedió y tienes que recuperar esa fortaleza que admiro.
- Tal vez si duermo un par de horas como sugeriste…- Dijo ella. Tony gimió y se levantó como si hiciera un gran esfuerzo por mantenerse ecuánime ante su comentario.
- Te dejo entonces. – Dijo él. Cristina ocultó los ojos bajo sus párpados y estuvo tentada a pedirle que se quedara con ella. Antonia apareció en ese momento, entrando a la habitación después de un leve golpe en la puerta.
- Ya llegó Linda, mamá. – Anunció. Tony dio media vuelta para salir de la habitación pero la chica se lo impidió. – No… no te vayas. Según la abuela… tú necesitas a “papá” más que nosotros. – Y sonrió con complicidad cuando dijo papá a Tony. Este no pudo evitar sonreír divertido. – Así que iremos con ella y con Linda a conocer los parques de la ciudad.
- ¿Estás loca, Antonia? – Preguntó Cristina levantándose. No podía permitir que la niña manipulara todas las cosas para conseguir lo que quería: a Tony como su papá y a ella viviendo en la misma casa.
- Mamá… hazme caso. Ustedes son dos adultos… Y yo no le diré nada a Cristóbal. – le dijo haciendo una cruz sobre su pecho. – En serio… si funcionamos como la familia feliz aquí… ¿por qué no podemos continuarlo siéndolo en Miami?
Sin decir más, cerró la puerta tras su salida. Cristina se dejó caer en la cama. A decir verdad, tenía que tomar una decisión esa misma tarde, en ese mismo momento. Se estaba muriendo por tener algo con Tony y eso implicaba que trataran de vivir juntos como marido y mujer.
Tenía que perderles el miedo a sus hijos, a lo que Linda pudiera decir en contra… porque felizmente para ella, todos los demás estarían convencidos de que se habían reconciliado y no tendría que darles explicaciones de nada más. Suspiró haciendo que Tony diera vuelta para mirarla. Él se había quedado mirando sin ver la puerta que Antonia había cerrado.
Tony gimió al ver que ella se acostaba sobre los almohadones y se acurrucaba como una niña solitaria. Parecía más delgada, delicada y femenina de lo que era. Su conjunto de pantalón y blusa color rojo y su posición fetal la hacían parecer una rosa abandonada sobre los almohadones de su cama.
Una rosa roja símbolo de la pasión. ¡Cielos! No podría dormir con Cristina sin ceder a la tentación de hacerle el amor. Cristina cerró los ojos con fuerza lo cual significaba que quería evadirlo pero no dormía. Tony se sentó en la orilla de la cama, se quitó los zapatos y suspiró.
- Cristina… es tiempo de hablar. – Le dijo. Ella sollozó sin contestar. – Te deseo… No hago más que imaginarte entre mis brazos como aquella noche que cediste a tus instintos y te escapaste de tu casa al apartamento.
Cristina cerró con más fuerza los ojos avergonzada hasta la raíz de sus cabellos. No quería recordar que había llegado a su casa, había hecho tareas con sus hijos, había participado como nunca en la preparación de la cena, había visto dos películas con Cristóbal antes que este se quedara dormido y aún así, había tomado el auto, casi a las diez de la noche y se había ido al apartamento para hacer el amor con Tony hasta casi amanecer.
- Tienes que reconocer que nos mantuvo alejados la incertidumbre de si los niños me aceptarían, de si en realidad la gente me creería que soy el mismo Tony Vidal que ellos conocieron… - Le dijo él sin mirarla sólo hablando mientras miraba la pared frente a ellos. – Pero, ahora… todo parece ser perfecto… como si todo estuviera en su lugar… menos tú… porque no estás entre mis brazos.
Cristina no se atrevió a emitir palabra pero lo dejó ir a cerrar la puerta con seguro, luego lo vio quitarse la chaqueta de cuero con la que había viajado y la camisa de seda verde menta y se acercó a ella. De un movimiento suave pero enérgico lanzó al suelo todos los cojines y almohadones y la hizo estirarse en medio de la cama.
- Dime Cristina…- Le dijo él mientras acariciaba sus cabellos con una mano y apoyaba un codo sobre la cama al lado de su rostro y se acostaba a su lado. – En realidad… no quieres dejarte llevar por el destino a cambio de que podamos disfrutar uno del otro… noche tras noche el resto de nuestra vida…
- Mis hijos… - Intentó decir. Tony sonrió con aire pícaro y se apoyó sobre su cuerpo para deslizar su mano entre los botones en el frente de su vestido.
- Tus hijos no han hecho más que pedirme que sea tu novio… que me quede con ustedes… que sea su padre. – Le dijo él sin poder evitar que su voz sonara apasionada. – Por supuesto… yo quiero serlo.
- Esta no es una relación normal…- Dijo ella sin saber en realidad qué decir, estaba derritiéndose entre sus brazos, totalmente seducida por la mirada lujuriosa en sus ojos.
- Nada es normal… ni en tu vida, ni en la mía. – Le dijo Tony y hundió su rostro en los cabellos de Cristina, aspirando su perfume. – Lo único normal sucede cuando estamos juntos.
Cristina no perdió el tiempo ni en convencerlo a él, ni en contenerse a sí misma. Deslizó sus manos sobre la espalda desnuda y disfrutó del placer de tenerlo con ella.
- Gregoria… - Intentó decir con voz ronca para explicar lo que había sucedido en la sala.
- No vamos a hablar de mi mamá…- Le dijo él besándola para callarla. – Déjame disfrutar el momento.
Tony fue delicado. La recorrió con sus manos como si fuese un preciado regalo del cielo mientras le quitaba la ropa delicadamente como si fuese una débil envoltura de papel. La recorrió con sus labios y sus manos como si detallara palmo a palmo su cuerpo.
Fue una maravillosa experiencia. Casi como si estuvieran en una luna de miel entre dos personas que durante mucho tiempo añoraron estar juntos. Nadie los interrumpió y la noche cayó en el jardín mientras ellos se disfrutaban en medio de besos y abrazos.
Cerca de las siete y después de una larga ducha juntos, se vistieron para la cena que era un acontecimiento formal. Cristina estaba afanada por saber a dónde habían ido los chicos y cómo se habían portado con Linda. Y cómo tomaría su amiga que se hubiera quedado toda la tarde a solas con Tony en plan de amorío en lugar de atender el embrollo en el que estaban.
Pero encontró en la sala, un grupo bastante grande de personas entre las que estaban sus hijos, Linda, Gregoria y cerca de de 25 personas más. Cristina se aferró a la mano que entrelazaba con una mano de Tony y este la animó con una sonrisa.
- Tranquila, muñeca. – Le dijo con voz ronca. – Ladran mucho pero no muerden. Y te los vas a comer.
- Eso dices tú. – Musitó ella haciéndolo reír. Gregoria hizo callar a todos haciendo sonar una campanita.
Todos se reunieron alrededor a ellos. Antonia y Cristóbal corrieron al lado de su madre y le besaron en la mejilla para que luego Antonia se tomara de la mano de Tony y Cristóbal de la mano libre de Cristina.
- Todos sabemos que los acontecimientos publicados por el periódico son ciertos… en parte. – Dijo Gregoria tomando la vocería de la familia. – He invitado a las personas más allegadas a la familia, aquellas con las que cuento para resarcir de alguna manera la incómoda situación propiciada por tan infortunada nota en el periódico.
Gregoria se acercó a Cristóbal y le colocó una mano en el hombro. Él la miró y sonrió recibiendo una tierna sonrisa de la abuela. Cristina se mordió el labio inferior.
- Todos saben que soy excesivamente celosa con mi hijo…- Les dijo. – Y que todas las chicas que Tony me presentó como pareja formal… bueno… digamos que no recibieron mi aprobación. – Relató con un encanto que todos sonrieron ante sus palabras como si hubiese dicho un chiste.
Cristina podía imaginarla revisando de pies a cabeza cada mujer que Tony le trajo y dando su veredicto negativo cada vez que la joven no encajaba con sus rígidos cánones de belleza y distinción. Gregoria la miró y Cristina frunció el ceño un segundo antes de recordar que todos las miraban también. Preguntándose ¿Había visto una expresión de admiración por ella de parte de Gregoria?
- Esta chica… soportó 15 años de relación a distancia. Tampoco sabía de mi existencia como yo no conocía la de ella. – Les dijo. Cristina escuchó a Tony decirle al oído que habían un par de periodistas dentro del grupo y que debía recordar todo lo que Gregoria decía para no contradecirla. – Para ella y para sus hijos… todo es muy difícil. Para mí tampoco… pero sé que ustedes harán de esta historia asombrosa una hermosa historia de amor y profundo compromiso.
Los sirvientes repartieron copas de champaña para todos incluyendo a Cristóbal y Antonia. Gregoria recibió la suya y sonrió.
- La joven se llama Cristina, su hija Antonia… con el nombre de su padre y el chico: Cristóbal… con la habilidad de su padre para contar historias… y quiero que les demos la bienvenida un poco tardía a mi familia. – Les dijo Gregoria. Todos gritaron salud. – Ahora diviértanse. Están en su casa.
Tony se llevó a Cristina y a los chicos hasta un rincón. Linda los siguió.
- ¿Y bien? ¿A dónde fueron? – Preguntó Tony. Antonia como siempre tomó el primer turno para hablar.
- Estuvimos en un enorme parque de diversiones y obligamos a Linda a subir a la montaña rusa. – Linda y Cristina sonrieron. La joven simulaba temer a las alturas para que Antonia se riera de sus desmayos.
- Y la abuela… ¿Se portó bien? – Preguntó Tony a Linda.
- Maravillosamente bien. No nos dejó pagar nada y comimos una merienda en una hermosa heladería cerca de aquí. – Respondió Linda. Tony asintió. Cristina esquivó la mirada de Linda que sugería una sola pregunta: ¿Y qué estuvieron haciendo ustedes?
- ¿Te gusta entonces Santiago? - Preguntó Cristina a Cristóbal. El chico la miró preocupado.
- Pero no vamos a vivir aquí. ¿verdad? – Su frase terminó en una mirada angustiada a Tony. Este sonrió y le alborotó los cabellos con los dedos de su mano.
- Tranquilo, muchacho. Todos vivimos en Miami… Si me invitan. Claro. – Agregó. Cristóbal saltó para colgarse de su cuello y abrazarlo.
- ¿Eso quiere decir que serás el novio de mamá? – Preguntó olvidando la presencia de los invitados en la sala. Linda sonrió a la señora que se acercó al grupo y saludó con exageración para que Tony y Cristina la vieran.
- ¿No es usted artista de cine? – Preguntó la joven. Tony bajó al niño.
- Después hablamos, cariño. – Le dijo y dio vuelta para ver a la persona a su espalda con la que Linda hablaba.
Resultó ser una vieja amiga de su abuela que era considerada casi una tía de Tony. Él la presentó como Diosa Terrance.
- NO es artista de cine pero lo parece. – Dijo Tony respondiendo a la pregunta de Linda. – Yo siempre le he dicho que se parece a Brigitte Bardot… Es la madre de la nueva nuera de Enrique Amarante. – Les dijo para ubicar el prestigio de la señora pero sólo Cristóbal le entendió.
- Prometiste que me presentarías a Enrique Amarante, papá. – Le recordó Tony. La manera tan natural y cariñosa con la que Cristóbal habló hizo temblar a Cristina y convenció a la señora de que en realidad era hijo de Tony.
- ¿Quieres mucho a tus padres, Cris? – Preguntó la señora al chico. El niño hizo chocar su mano con la de Tony y sonrió.
- Mi papá es lo mejor… - Le dijo y bostezó. – ¿Puedo ir a dormir temprano?
Cristina sonrió. Cristóbal solía acostarse a dormir a las siete de la noche y ya eran casi las ocho. Por supuesto, en Miami eran casi las nueve… lo cual quería decir que estaba trasnochado. Las emociones del día lo habían mantenido despierto.
- No creo que sea problema hijo…- Le dijo Cristina pero miró a Tony.
- Demos una vuelta por el salón y te presento algunas personas y luego, te acompaño a tu cama. – Le propuso Tony y se lo llevó junto con Antonia para hacerles circular entre los invitados.
La señora Terrance la observó en un descarado análisis de su figura.
- ¿Y a qué te dedicas? – Preguntó ella. Cristina sonrió.
- Hago vestidos… uno de ellos es el que luce usted hoy. – Dijo Cristina descubriendo que la señora llevaba uno de sus diseños. La señora se sorprendió ante su respuesta.
- Krisma… ¿Tú eres Krisma? – Preguntó la señora y Cristina asintió.
- Cristina María. Mi apellido de soltera es María. – Le dijo ella. Linda se ubicó a su lado.
- Este vestido me encanta y mi hija me lo trajo de Los Ángeles hace un poco más de tres meses. – Le dijo. Cristina suspiró.
- El mundo es un pañuelo. – Comentó. La señora frunció el ceño.
- ¡Es por eso que no entiendo como pudo Tony ocultarte 15 años! – Exclamó sorprendida. Cristina sintió un ligero escalofrío ante el comentario y miró a Linda. Su amiga la auxilió.
- Precisamente por eso. Aparentemente no la estaba ocultando. Era su esposa y se comportaba como su esposo, uno con muchos viajes de negocios pero… aparentemente normal. – Le respondió Linda a quien Cristina ya había presentado.
- Sí. Supongo que eso fue lo que sucedió. – Dijo la señora. Otras mujeres se acercaron y la señora se encargó de desviar la atención de la esposa secreta de Tony a la famosa diseñadora de las creaciones Krisma.
Por supuesto, siendo la mayoría señoras de sociedad viajaban con frecuencia a Estados Unidos. Pero nadie más hizo comentarios acerca de cómo durante 15 años, jamás se habían cruzado con Cristina en una de sus boutiques y menos, con Tony Vidal dirigiéndolas.
Tony apareció casi dos horas después, le anunció a Cristina que los chicos se habían ido a dormir y que ya habían conocido a todos los invitados de su abuela. La besó en la frente y aspiró el perfume en su sien antes de separarse un poco para unirse a la conversación.
La mano grande y fuerte de Tony rodeando su cintura hizo que Cristina adquiriera seguridad y confianza. Tony se comportó como si tuviera años representando el papel de esposo a las mil maravillas. Algunas veces hasta contestó las preguntas que le hacían a Cristina, antes que ella pudiera decir algo. Convenciendo a las visitas de que en realidad sabía de quien estaba hablando: los gustos personales de su mujer.
Casi a la medianoche terminó la reunión. Las personas empezaron a despedirse y Linda decidió que su papel de chaperona había terminado. Cristina le prometió levantarse temprano al día siguiente para sentarse juntas en el jardín y conversar. No habían podido hacerlo desde dos días antes del viaje.
Tony y Cristina se despidieron de la señora Gregoria y se fueron a la habitación. Cristina empezó a dar vueltas de un lado a otro como una leona enjaulada mientras buscaba la fuerza de voluntad necesaria para quitarse la ropa y colocarse un pijama. Tony salió de la ducha con tan sólo una toalla envuelta en su cintura, la miró mientras pasaba la ropa de un lado a otro de la maleta sin decidirse por nada y sonrió.
- ¿Cuál es el problema, Cristina? – Preguntó él. Cristina suspiró. “Después de que él hiciera el amor con ella, nada más importaba.” Repitió con ironía uno de los comentarios que escuchó a las mujeres en el salón cuando creían que ella no estaba cerca y suspiró de nuevo.
- No puedo dejar de pensar que Martín murió hace 40 días… Me pongo a pensar en que si los chicos tardaron dos semanas en olvidarse de él y recomenzar de nuevo su vida después de su muerte, cuando yo muera necesitarán unos dos días para olvidarme.- Le confesó expresando en voz alta lo que daba vueltas en su mente. Tony se sentó en la cama y sonrió divertido.
- No deja de ser preocupante todo lo que dices. – Reconoció él. – Pero así son estas generaciones. Demasiado prácticas y concretas.
- ¿Eso quiere decir que no llorarán a Martín? – Preguntó Cristina casi al borde de las lágrimas. Las respuestas de psicóloga que Linda le había dado al respecto no le habían bastado y de nuevo se preocupaba por lo que pensaría Martín desde su tumba como si estuviera frente a ella para reclamarle las cosas.
Se había acostumbrado a los reclamos de Martín. A que todo lo que tuviera ese sabor a falta de compromiso y de afecto Martín lo relacionara con su infidelidad que hasta después de muerto, sin decir una sola palabra, estaba cuestionándola en su mente. Miró a Tony que la observaba ya no tan sonriente.
- Ellos lloraron y lloran a Martín… precisamente su afán de colocarme en su lugar, aprovechando que su corazón se ha ilusionado con mi amor… es una tabla de salvación para no seguir sumidos en la tristeza. – le dijo Tony asombrándola. Cristina frunció el ceño.
- Eso crees…- Dijo indecisa de lo que diría. Tony asintió.
- Lo creo… y lo siento. Antonia insiste en que su papá me localizó y me dejó encargados de ustedes para que no sintiéramos su ausencia. – Le dijo Tony. – algo así como seguir organizando nuestras vidas aún después de muerto.
- ¿Y es por eso que te acuestas conmigo? – Preguntó ella sin reflexionar porque aunque lo pensó tan pronto lo escuchó hablar, no tenía la intención de decírselo.
- ¿Tú te acuestas conmigo porque me parezco a Tony? – Preguntó él por respuesta. Cristina no pudo evitar que en su rostro se reflejara el deseo y la atracción que él despertaba en ella y se sonrojó.
- Me gustas… Y jamás pienso en lo mucho que te pareces a Martín… más bien… en cómo me haces sentir a mí. – Le confesó y Tony alzó una ceja para decir:
- Entonces… por qué no dejas de analizar como comenzó todo esto… Ven aquí. – Le dijo él con voz ronca y baja. Hipnotizada por su mirada de lujuria y deseo, pero al mismo tiempo por la ternura que adivinaba en la inseguridad de su voz, Cristina caminó hacia la cama.
- Y si nos equivocamos… y si esto no era lo que Martín esperaba que hiciéramos…- Insistió ella. Tony frunció el ceño.
- ¿Vas a seguir dejando que Martín dirija tu vida desde su tumba? – Le preguntó. Cristina siguió caminando hacia él y se mordió el labio con fuerza.
- Ya sé que es lo que estoy haciendo. – Dijo. – Pero son 15 años de costumbre…
Tony la haló hacia él y la hizo acostarse en la cama para cubrirla con su cuerpo. La besó apasionado antes de separarse un poco y preguntar:
- Dime… ¿son más fuertes tus recuerdos que lo que yo te hago sentir? – Preguntó. Cristina se sonrojó hasta la raíz de los cabellos y bajó los párpados para cubrir su mirada.
- No…- Gimió. – Maldita sea que no… Me levanto pensando en ti… me acuesto pensando en ti pero cuando te tengo enfrente… mis remordimientos se revuelven con las ganas de hacer el amor.
- Entonces. .. - Le dijo mientras empezaba a desnudarla. – No me toca otra que seducirte todos los días hasta que desaparezcan. – Bromeó y procedió a seducirla con toda la experiencia de su habilidad para el sexo.
A Cristina se le olvidaron sus temores. No había otra cosa que no fuera desear y disfrutar lo que el cuerpo de Tony le daba. La sensación de ser una mujer deseada… que estaba volviéndolo loco así como a ella la volvían loca sus besos… la hacía llegar al éxtasis.
Tony le hizo el amor casi hasta el amanecer. Hablando de sexo, de su experiencia con otras mujeres y de lo mucho que disfrutaba tenerla entre sus brazos. Cristina sonreía y contestaba sus comentarios sintiendo aquella conversación como una nueva forma de hacer el amor que jamás había experimentado. Se quedó dormida con Tony cubriéndola con su cuerpo desnudo, cansados y satisfechos de su experiencia.
Antonia la llamó al día siguiente desde la puerta. Cristina se levantó corriendo y se colocó una bata de baño mientras recogía su cabello con un gancho de mariposa, Tony se metió en el baño. Cristina tomó aire y abrió la puerta.
- La abuela dice que debes recibir la visita en la sala. – Le dijo Antonia manteniéndose en el pasillo, milagrosamente indecisa entre entrar y curiosear o quedarse donde estaba. Cristina suspiró. – Y yo que tú me arreglaría como si fuese a un desfile de modas… La mujer es despampanante.
Antonia dio media vuelta e hizo caso omiso a los llamados de Cristina. Suspiró de nuevo y cerró la puerta con seguro. Una despampanante mujer… Repitió en su mente mientras se mordía el labio. ¿Quién tenia tanta urgencia y descaro para hacer una visita a una desconocida a las nueve de la mañana? Se preguntó mientras miraba el reloj sobre una mesita auxiliar.
Tony la llamó desde la ducha. Cristina entró en el cuarto de baño. No quería que la familia entera lo escuchara llamándola. Se mordió el labio mirándolo ducharse. Tony sonrió.
- No te llamé para que miraras. – Se quejó bromeando. - ¿Quién te busca?
- Una despampanante mujer que tu madre sugiere debo atender. – Explicó ella. Tony cerró la ducha y salió de ella.
- ¿No te dijo un nombre? – Preguntó preocupado llamando la atención de Cristina. ¿Quién imaginaba él que era esa mujer?
- No… ¿Sabes quién es, Verdad? – Preguntó ella mirándolo con atención a los ojos. Tony salió del baño.
- ¡Qué tontería! ¿Acaso soy brujo? – Le dijo empezando a vestirse.
Cristina se bañó y se arregló lo más rápido posible. Escogió uno de sus vestidos más sobrios pero elegantes y se recogió el cabello para no tener que arreglarlo mucho. Se maquilló suavemente y con sencillez… y trató de llegar lo más rápido posible a la sala.
Allí se encontró con una mujer de cabellos rojos, ondulados, que caían en una sensual cascada alrededor de su rostro. Un rostro dominado por unos enormes ojos azules de largas pestañas cuidadosamente maquillados que la miraron con una clara expresión entre el odio y el fastidio. De su hermosa boca surgió una melodiosa voz que destiló veneno en cada una de las palabras con las que la recibió.
- Tal como imaginé usted es una hermosa muñeca de porcelana. – Le dijo ella. Cristina se acercó extendiendo una mano hacia la mujer.
- Cristina María…- Le dijo y la mujer estrechó su mano.
- Ginger Sinesterra. – Le dijo con su voz de soprano. Cristina miró con el ceño fruncido la preocupada expresión de Tony. ¿Qué le preocupaba? ¿La reacción de Cristina ante esta vampiresa o que se conocieran?
- La culpable de mi viaje a Chile. – Dijo Cristina rescatando su mano. Ginger sonrió.
- No sabía qué me traería Tony de sorpresa. – Le dijo ella con descaro. – Pensé que la noticia de que estaba casado lo haría regresarse a Chile pero nunca imaginé que con su esposa y sus dos hijos. – Expresó la mujer.
Cristina no se dejó engañar por el fingido tono dulce de su voz. ¿Así que ella había revelado que Tony había estado casado durante quince años en secreto pero no sabía que su relación continuara vigente? ¿No había dicho Tony que esta mujer era una excelente investigadora? Un detalle como ese no podía pasar desapercibido. Se dijo Cristina caminando renuente hacia donde estaba Tony.
Gregoria apareció para llevarse a Antonia que estaba en la sala testigo de la conversación con la mujer. Cristina parpadeó varias veces y frunció el ceño en un gesto característico en ella que hablaba de su estado de confusión. ¿Por qué Gregoria le había mandado a decir con Antonia que debía atender esta visita?
Tony la tomó de la mano y la hizo sentarse en el sofá junto a él colocando las manos entrelazadas de los dos sobre su pierna. Ginger miró el gesto de manera despectiva y se sentó sin haber sido invitada a hacerlo. Cristina miró a Tony pero este no perdía ni un solo gesto de los movimientos de la visitante.
- Siento haber causado algún problema familiar por mi imprudencia…- Dijo Ginger. Cristina recordó todas las poses de dulzura de sus modelos en la agencia y asumió la más simpática de todas.
- No hay problemas en mi familia. – Le dijo con un tono que sonó demasiado mordaz para la tierna sonrisa en sus labios. – En realidad, aprovechamos la coyuntura para destapar… algunos secretos…
- ¿Le dijo Tony que se supone soy su novia oficial? – Dijo Ginger atacando de frente dado que se había convencido de que Cristina no era un hueso fácil de roer. Cristina amplió su sonrisa y recurrió a sus dotes de artista para controlar su enojo.
- Qué pena para usted. Pero tengo entendido que Tony era considerado un soltero empedernido e inconquistable…- Dijo citando una frase del artículo en el periódico. Ginger titubeó un poco. Además yo escuché tu conversación con él. Pensó Cristina mientras aprisionaba la mano de Tony para darse fuerza. Tony se aclaró la garganta y amén de sonreír divertido ante el enfrentamiento de esas dos mujeres… no dijo nada. Maldito. Masculló Cristina mientras lo miraba de reojo.
- Bueno… tenían que darle un tinte sensacionalista a la nota para que su matrimonio escondido tuviera un ingrediente más de misterio. – justificó Ginger y miró a Tony de frente.
- No insistas… Ginger… Cristina sabe que no eres más que mi asistente en la empresa… que nos acostamos alguna vez…- Reconoció y Cristina tuvo que mantener con mucho esfuerzo su sonrisa mientras él le decía eso a la mujer frente a ellos.
- Así que vuestra relación vale más que la presidencia de la textilera…- Empezó a decir Ginger interrumpiéndolo. Tony se levantó arrastrando a Cristina.
- Fue un placer tenerte de visita…- Le dijo con un tono de fastidio y de que no estaba dispuesto a seguir aquel juego de niños que tenían ellas dos. – Ya conociste a Cristina y a mis hijos… ya tendrás mi renuncia mañana por la mañana en tu escritorio y podrás tomar mi puesto si Silvera te lo permite.
- ¿Me estás echando de tu casa? – Preguntó Ginger casi gritando y al borde de un ataque de histeria según la vio Cristina.
- Estoy diciendo que tu visita debe ser corta. – Dijo Tony. Y al ver que no agregaría nada más, Ginger acomodó su bolso sobre su hombro y miró a Cristina con altivez
- ¿Puedes confiar en alguien que te mantuvo oculta a su familia durante 15 años? – Preguntó tratando de ser incisiva. Cristina volvió a recurrir a su falsa sonrisa de ternura.
- ¿Eres mi asesora matrimonial? – Preguntó cansándose de comportarse civilizadamente con una mujer que empezaba a parecerle fastidiosa.
- Tarde o temprano volverá a sacar su oscuro lado de conquistador y seductor empedernido… Porque así es como lo conocen en el jet set de Santiago… ¿Sabías? – Comentó Ginger. Cristina titubeó. ¿Había una respuesta altiva para una frase que de alguna manera mostraba uno de sus grandes temores?
- Dejen esta tonta discusión, por favor. – Les dijo Tony.-Ginger… te agradezco olvidar el camino a esta casa.
- No va a ser tan fácil… Tony. – Le dijo Ginger mirándolo a los ojos. – Me has dejado como una jovencita de pueblo engañada y frustrada ante mi círculo de amigos… Eso no voy a perdonártelo.
- Viviré con esa pena. – se burló Tony aunque ni en su voz ni en su expresión había un ligero tinte de felicidad. Ginger empezó a caminar hacia la puerta. Con las manos entrelazadas, Tony y Cristina la observaron marcharse.
- Tendrás que irte a Miami… Porque si te quedas aquí con esta…mujercita… Voy a hacerles la vida de cuadritos. – Les dijo mientras salía con un aire de princesa que no encajaba con las odiosas palabras que salían de su boca.
Cristina se quedó en medio de la sala, con la mano entrelazada a la de Tony y sin saber cómo reaccionar. Tony la miró a los ojos.
- Esto es una tontería. – Le dijo Cristina. – Has desbaratado toda tu vida por asumir el papel de marido y papá. ¿Vale la pena?
Tony la observó en silencio durante unos eternos segundos. Un tiempo en el que Cristina sintió la calidez de su mirada acariciando su rostro como si fuesen sus dedos. ¿Él estaba analizando sus palabras?
- Eres tú la que va a hacer que esto valga la pena. – Le dijo él con toda seriedad. Cristina contuvo el aliento.
Tony estaba diciéndole que tenía en sus manos el poder de convencerlo de quedarse con ella o marcharse y… apenas si podía evitar seguir su instinto de correr alejándose de él.
- Yo soy una mujer con dos hijos y una empresa… Una nueva vida en un país diferente con gente diferente. – Le dijo ella y frunció el ceño. ¿Estaba proponiéndole a Tony que se hiciera cargo de ellos? Se preguntó a sí misma mientras veía la expresión de espera y deseo en los ojos de Tony. Suspiró.
- Te acepto. – Dijo Tony. Cristina trastabilló y empezó a temblar de pies a cabeza. Aunque sonara demasiado romántico, sintió que en ese preciso momento estaban casándose ante Dios y ante sus corazones.
Y él había dicho te acepto. Su primo había retorcido los hilos de sus vidas por una intención tonta e infantil y él lo perdonaba aceptando a su mujer, a sus hijos… su vida. Cristina se mordió el labio y entrecerró los ojos. ¿Qué debía decir?
- Sé que tenemos muchos secretos entre los dos…- Le dijo Tony. – Y algunos, creo que deben ser inconfesables… Pero tengo la convicción de que todas las parejas los tienen.
- Pero es que estamos montando nuestra relación sobre una mentira…- Le dijo Cristina siguiendo el orden de las ideas. Tony suspiró.
- ¿Es mentira que me amas? – Preguntó él en un hilo de voz. Cristina tembló desde la cabeza hasta los pies.
¿Por qué hacerle esa pregunta en ese momento? Preguntó Cristina mientras buscaba en su mente cuál podría ser la mejor respuesta a ella. No podía negarle a Tony que lo deseaba. Que sólo mirarla a los ojos hacía que ella temblara y que su voluntad se anulara. Se mordió el labio como era característico en ella y suspiró.
- Estás pensando mucho la respuesta: - Le dijo él. – Tus hijos dicen que me amas… tu mejor amiga dice que me amas… pero maldita sea ¿de tu boca no voy a escucharlo jamás? – Preguntó él soltando su mano para pasarse ambas manos por su cabello y despeinarlo.
Cristina lo miró como jamás lo había hecho. ¿Tony estaba esperando que ella le dijera que lo amaba? Por Dios… ¿Cómo decirle después de un mes de conocerlo que lo amaba? Tal vez en su vida jamás se había enamorado… En realidad, si lo pensaba mejor, Martín le había declarado su amor a dos semanas de conocerla y la había convencido de casarse con él en menos de dos meses…
- Te amo… Claro que te amo… ¿Cómo crees que gané valor para venir aquí y traer a mis hijos y asumir esta… farsa? – Preguntó ella. Tony sonrió y la miró a los ojos.
- En verdad: ¿Me amas? – Preguntó él como si lo hubiese preguntado absolutamente convencido de que no respondería. Cristina sonrió.
- ¿Y tú? ¿Por qué me pides que te diga algo que no te atreves a decir? – Preguntó ella. Tony suspiró y la miró apesadumbrado.
- Jamás se lo he dicho a una mujer antes. – Le dijo. Cristina sonrió y se mantuvo impasible aunque en realidad deseaba besarlo. – Y es que… jamás quise escucharlo o decirlo…
- Y entonces…
- Cuando leí la carta de Martín y me dijo que le habías sido infiel y que se había separado de ti pero que seguía amándote…- Confesó él. – Yo pensé que era un imbécil y te odié. Eras una detestable mujer.
Cristina lo escuchó como hipnotizada y hasta Tony olvidó que estaba en medio de la sala de la casa de Gregoria y que cualquiera podría estarlos escuchando.
- Y cuando llegué a la oficina de De Castro y lo vi acariciar tus cabellos… - Le dijo y en su voz se reflejó la fuerza de su rechazo. – Sentí deseos de atacarte, de seducirte y luego botarte, de arrinconarte y hacerte pagar lo ligera que eras.
- ¿Te acostaste conmigo por venganza? – Preguntó en un hilo de voz Cristina sintiendo temor por lo que él pudiera contestarle. Tony no se acercó a ella.
- Me acosté contigo porque te deseaba… No puedo mentirme a mí mismo… Te tengo enfrente y se me olvida todo lo demás… - Le dijo y sonrió. – Supongo que estoy enamorado… y ese amor me hace sentir grande, poderoso y capaz de llevar a las últimas consecuencias esta locura que significa vivir juntos.
Cristina no fue capaz de dar un paso ni decir una palabra. Tony volvió a tomarles las manos entre las suyas y mirándose a los ojos se acercaron lentamente para besarse. Un beso apasionado en un íntimo abrazo que fue lo que encontraron Cristóbal, Antonia y Linda cuando entraron a la sala.
Cristina miró preocupada a Cristóbal. Antonia sonreía de oreja a oreja y hablaba sin parar de los planes de Gregoria para ese día. Tony invitó al chico a dar una vuelta por el jardín alrededor de la piscina. Cristina quiso detener a Tony pero este sonrió y la besó en la frente.
- Yo hablo con el muchacho. – Le dijo al oído. – Te dejo con las leonas.
- ¿Cómo así? ¿Qué sucede? – Preguntó Antonia. Pero Tony no le respondió. Cristina suspiró mirando a Linda.
- Sucede que estoy super enredada con un hombre que debería mantener a la raya…- Le dijo desahogándose por primera vez en dos meses. – Y sin embargo, lo único que quiero es que ocurra un milagro y que ustedes digan que sí que aceptan que él sea su padre para que yo pueda tenerlo conmigo.
- Esto es candela. – Dijo Antonia en su vocabulario especial. Linda sonrió.
- Candente. Candente, Tonia. Tu mamá se ha enamorado del reemplazo de tu padre. – Le dijo Linda. Cristina frunció el ceño.
- Él no es el reemplazo de nadie…- Intentó discutir. Linda sonrió.
- Técnicamente sí. Pero veamos… qué tan malo es? Para la gente en Chile eres la heroína… - Describió Linda con ese tono de narradora de novela que utilizaba cuando quería ridiculizar la tensión de un momento. - una mujer que mantuvo un matrimonio durante 15 años sin saber quién era realmente su marido y que lo perdona… lo perdona y sigue a su lado por que lo ama…
- No está mal. ¿O sí? – Preguntó Antonia a su madre. Cristina volvió a suspirar y miró a su alrededor. En el bar había una botella de whisky. Necesitaba un trago. Doble. Se dijo y caminó hacia la barra.
- Y en Miami… ni se diga: eres la mujer que pudo reconciliarse con su marido… manteniendo excelentes relaciones personales y de negocios con él… Algo imposible en EUA. – Describió Linda. Cristina se tomó otra copa de whisky. Al diablo lo que veían los demás
Le preocupaba lo que esa decisión le traería como madre. Qué sucedía si Antonia estaba en las mismas circunstancias u otras parecidas? Qué consejo dar? Cómo oponerse? Miró a Antonia y suspiró.
- No me mires así. Cuando lo haces siempre terminas diciendo que la culpable soy yo. – Le dijo Antonia. Cristina suspiró.
- Es que estoy preocupada por el ejemplo… - Empezó a decir Cristina. Antonia se alzó de hombros.
- Yo veo un excelente ejemplo de fuerza de voluntad, tesón y me importa un culo lo que otros piensen. – Dijo la chica. Cristina alzó la voz.
- ¡Antonia! – Gritó. La niña sonrió.
- Mamá. Tengo amigas con mamás drogadictas, alcohólicas, “con amantes”- le dijo para no utilizar otra grosería. – Prefiero la mía. Es un poco insegura pero… no importa.
Cristina sonrió. Inexplicablemente dos lágrimas corrieron por sus mejillas y se llamó tonta en silencio. Hasta su hija estaba mostrando más sensatez que ella. Se tomó otro whisky. Tenía que dejar de pensar en seguir siendo la crítica de su historia y empezar a disfrutarla. Con lo que trajera.
Tony regresó con Cristóbal y el chico sonreía feliz. Cristina frunció el ceño. ¿Qué le habría dicho Tony a Cristóbal para que estuviera tan tranquilo después de hallarlos besándose y confirmar que eran amantes. Un tema que Cristina había estado rehuyendo entre ellos. Sin embargo, ni Tony ni Cristóbal dijeron una sola palabra sobre su conversación y en cambio lanzaron una propuesta.
- Nos vamos para Viña del Mar. – Dijo Cristóbal. – Ya conocimos Santiago ahora nos vamos a otro lado.
- Estuve mirando con Cristóbal algunas ciudades de Chile y nos decidimos por Viña. – Le dijo Tony a Cristina quitándole la última copa de whisky que se había servido para tomársela él.
- ¿Y dónde vamos a alojarnos? ¿Es muy lejos? Nuestro vuelo está organizado para pasado mañana a las 7 de la mañana.- Le recordó. Tony asintió.
- Todo está arreglado. La familia se va para Viña. – Le dijo. Antonia sonrió.
- La familia se va para Viña. Repitió. – Se oye bien. Ya dejemos el análisis crítico de la vida que llevamos y disfrutemos… Yo no había caído en cuenta pero… soy millonaria! Tengo un papá millonario.
- Qué no se te suba a la cabeza niña!- La regañó Cristina.
- Yo también voy? – Preguntó Linda. Tony la miró.
- Es inevitable. Te necesitaremos cuando a Cristina le de otra vez por pensar en lo que está haciendo. – Se quejó Tony y todos sonrieron.
Así los encontró Gregoria quien se unió al paseo. Para ella era sólo una salida familiar. Una muy buena salida familiar porque Viña era un lugar maravilloso. Todos empezaron a hacer planes y la vida transcurrió… como si aquella hubiese sido una historia de amor normal… absolutamente común y real.
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