Ya en el siglo XX era difícil hablar de Literatura Hispanoamericana sin sentir la presión de la rigidez en las fronteras culturales y políticas de los países. Especialmente porque en Latinoamérica siempre ha existido una voluntad de diálogo hacia lo externo que no existe hacia la imaginación de lo nacional.
Con mayor razón, al hablar o intentar hablar de la Literatura Latinoamericana en el siglo XXI, con la ola de la globalización y el huracán del Internet arrastrándonos a avanzar de un solo golpe y casi sin respirar hacia el nivel cultural de una Europa madura y de un Estados Unidos de avanzada, no puedes siquiera pensar ignorar que no escribes para los cuatro habitantes de tu pueblo imaginario… escribes para el mundo.
A pesar de que el acto de escribir exige un exilio forzoso hacia los años de infancia y juventud del que escribe y sin desconocer que todo acto de escritura es una expansión de un universo particular hacia la existencia de la humanidad misma, escribir requiere en estos momentos un más alto nivel de responsabilidad por parte del escritor y una gran dosis de espontaneidad porque no hay nada oculto bajo el lente abierto, sin límites de la WEB.
Las circunstancias para escribir ese nuevo exilio son diferentes a las del siglo pasado porque sentarse a escribir exige de una fuerza de voluntad que la vida tecnológica empieza a convertir en defecto, si para Gabriel García Márquez fue difícil sentarse a escribir porque requería de él un esfuerzo sobrehumano de ignorar las necesidades básicas de dormir, comer, vestirse además de las necesidades secundarias de trabajar y proveer a su familia lo necesario para cubrir las necesidades básicas de cada uno de ellos; para el escritor del siglo XXI requiere además proveerse de un computador, de un sistema de red Internet, de una capacidad para manejar el idioma materno, las herramientas informáticas y vivir para conseguir experiencia.
Recién el año pasado, el novelista cubano Juan Manuel Cao, analizaba, en el XIII Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua en Medellín, una interesante reflexión: “No escriban para jóvenes sino para personas con juventud.” Reflexión que surgía debido a la pregunta central de los conversatorios: ¿Existe literatura juvenil y escritores juveniles?”. Y precisaba el escritor Antonio García Ángel que en la literatura un escritor puede ser joven hasta los 50 años de edad mientras que un deportista es viejo a los 30. Y que así como la edad, los productos literarios en su mayoría no pretenden llegar a un público específico. Pensar en la juventud actual a la hora de escribir puede resultar banal puesto que está en constante evolución y no ha terminado el proceso de experiencia y el valor de un escrito es siempre directamente proporcional al nivel de análisis de la experiencia realizada.
Y entonces, hay literatura juvenil… Yo diría que hay textos idóneos para el momento que se llama juventud. Libros que contienen valores, sentimientos, emociones para aquel que está descubriendo el mundo y la manera de expresarlo. A los jóvenes les interesan las novelas y los cómics. Entre las novelas las de aventuras o de la época actual, siempre que mantengan el hilo conductor del tema y un alto nivel de intriga y suspenso en la acción. Los cómics por la facilidad de la lectura, en ellos la variedad de las temáticas es infinita como la lista de sus seguidores.
Un detalle interesante para los jóvenes que en lugar de leer quisieran escribir, podría ser que los escritores son un grupo de personas consideradas por la sociedad como una clase aparte, un grupo con costumbres e ideas propias que de algún modo podrían resultar siendo una pandilla de rebeldes. Pero los escritores no pueden quedarse en ese ambiente donde no existe la crítica genuina, donde los dimes y diretes no van a ningún lado y, en el que flotan en medio del snobismo y el trueque gentil amurallando las ideas pero sin conectarse a la realidad.
Los concursos internacionales se han convertido en la única opción para ayudar a convertir la escritura en un oficio. La abundancia de escenarios libres de normas que representan los bloggers, los freehostings, los spaces son una puerta hacia una proyección del mundo literario interior y personal hacia la humanidad. Los proyectos editoriales se quedan por lo general en el nivel de impresos autoeditados que no llegan ni siquiera a las bibliotecas y menos a las librerías.
Otros observan la escritura como un mundo de vagancia y pereza enormes, creando un ambiente de bohemia mal entendido porque todos saben que el ocio no creativo es incubador de vicios. Porque en realidad, quienes alcanzan un relativo o gran éxito en las letras, no frecuentan para nada ese mundo subterráneo de las ciudades y escriben en lugares donde, ya habíamos dicho antes, exista la conectividad: wi fi, banda ancha y aire limpio. Esos grupos lo único que hacen es crear círculos burgueses a los que no dejan entrar a los escritores que trabajan para vivir como el normal de la gente y dedican a la escritura todo su potencial creativo y expresivo.
Porque el vil dinero ha cruzado todas las fronteras sociales y, un escritor de hoy debe buscar los medios para promover su literatura sin esperar un mecenas o una beca generosa, participando en concursos, tomando dinero de sus ganancias en la profesión que ejerce para acceder a casas editoriales para una publicación con todas las de la ley. Pero esto implica que el escritor de hoy se conforme con la estética, incluso con el juego de fantasías y dimensiones sin alcanzar la ética, sin luchar contra sus propios molinos de viento defendiendo los credos. No se apasiona.
Yo en cambio escogí apasionarme, desnudarme en la web que es cosa común hoy, haciendo llover poesía desde mi pc hasta las de aquel que desprevenido busca algo interesante para su mente en el Internet. Utilizo la red para desarrollar mis poemas y mis novelas cortas, al estilo de esta nueva era, los blogs y los Ipod. No interesa el instrumento y no busco retribuciones económicas al reconocimiento de lo que escribo. La mayor de mis aspiraciones es que se lea lo que escribo, que otros labios distintos a los míos reciten mis versos al oído de personas que no se encuentran en mi círculo familiar.
Conozco a muchas personas que hacen el trabajo de escribir una actividad social y lo respeto, pero no creo que eso ayude a la creación, ya que ella es siempre una actividad personal, íntima, silenciosa… La profesión de escribir requiere de normas, temas establecidos, cuadros estadísticos de interés, promociones, publicidad, premios. Cervantes escribió el Quijote para desahogarse, para dejar volar su imaginación en medio del encierro… En su perspectiva jamás estuvo ser millonario por ello… aunque muchos ahora son millonarios por editar y publicar sus escritos, su mayor deseo era dejar que su corazón hablara, que su palabra viviera y que alguien, así fuesen dos, considerara la posibilidad de adentrarse en sus palabras y conocer sus pensamientos.
Cervantes vive aún. En cada uno de nosotros cuando nos recreamos con la palabra convirtiéndola en cuento, poema, reggeaton o mensaje de texto. Cervantes y su espíritu enloquecido, producto de no comer ni dormir, tal como los jóvenes que en lugar de eso viven de fiesta, Chat y paseos, es un compendio de la vida juvenil, su Quijote nos hace viajar por el mundo del joven que fantasea, sueña, lucha guerras ilusorias, se enamora de imposibles o hace posibles los amores de sueño y por último, se entrega a la tranquilidad de la vida madura, con la paz interior y exterior del que lo ha dado todo, lo ha dicho todo, lo ha hecho todo y puede decir adiós a las aventuras.
No necesita visas, ni pasaporte, ni maletas. Simplemente el deseo de escribir para quien quiera leer. Sin pensar en la edad, el sexo que practica, el género, la cantidad o el dinero que pagará por apreciar su obra. Escribir es una tarea meteórica hoy más que ayer, porque tus libros están bajo la lupa febril de todos los accesos y, la palabra dicha ya no es tuya tan pronto se plasme en el papel o salga de tu boca.
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