Isaías 33:2 Reina-Valera
1960
2 Oh Jehová! Ten misericordia de nosotros, a ti hemos esperado; tú, brazo
de ellos en la mañana, sé también nuestra salvación en tiempo de la
tribulación.
Ramón Cue Romano jesuita mejicano de origen español, tiene
una historia interesante sobre su Cristo Roto. Un Cristo sin cruz, al que le
falta el brazo izquierdo, le falta media pierna y aunque conservaba la cabeza
había perdido la cara. Un objeto maravilloso que encontró dentro de un pulguero
en Sevilla. Alrededor de este objeto – despojo mutilado en sus palabras – el Padre
Cue elaboró un escrito en el que nos presenta sus reflexiones sobre la
observación en oración de su amado Cristo.
En un principio se pregunta sobre la persona que le dañó y
le mutiló. Pero Cristo le recuerda que esa persona que dañó el Cristo apenas es
una de entre los miles que ofenden, hieren, explotan y mutilan a sus hermanos.
Ante el pensamiento de que debe llevar el Cristo a un restaurador, el padre Cue
reflexiona en que arreglarlo y tener un cristo hermoso es sólo una manera de
eludir el dolor. Y que un Cristo bello puede ser el peligroso refugio donde
esconderse de ser consciente por el dolor ajeno, tranquilizando al mismo tiempo
la conciencia en un falso cristianismo.
Pensó también que esa mano que le falta al Cristo es esa
mano que se cuela en el lecho de muerte, en la oficina, en la fábrica, en el
cine. Pero a esa mano izquierda le dio el valor de ser la mano que intercede
por nosotros para salvarnos del sufrimiento y el dolor eterno del infierno.
Para conquistarnos dispone Dios de dos manos: La derecha y la izquierda. Ellas
representan dos técnicas: La mano derecha es clara, abierta, transparente,
luminosa. La mano izquierda busca atajos, da rodeos, es cálculo, diplomacia, no
tiene prisa, actúa a distancia y finge la voz. No es traidora ni maquiavélica,
porque la mueve el amor.
Accidentes, muertes repentinas, muertes trágicas,
enfermedades terminales, fracaso económico, soledad y pérdida. Ante estos
momentos de crisis que aparecen en nuestra vida: primero nos rebelamos y
desesperamos, intuimos a Dios como responsable de ese dolor, protestamos por
qué a nosotros, por qué en ese momento, por qué tanto dolor. Y nos quedamos
solos en esa tristeza sino aparece la oración en nuestra reacción. La mano
izquierda de Dios es terrible, es violenta pero es necesario que aparezca en
nuestras vidas porque esas situaciones de dolor son las que nos pesan, nos
miden como a Tekel en el escrito de Daniel 5:27 y nuestra reacción a ese
momento de dolor debe ser el valor de nuestro espíritu. La oración, la fe en
Dios y su bondad, la esperanza y la caridad convertidas en oración, resiliencia
y decisiones harán que superemos el momento de dolor y surja en nuestra vida de
nuevo: La mano derecha de Dios con su luz, su transparencia, su felicidad y
tranquilidad para nuestras almas.
Oremos entonces para que nuestro espíritu siempre pueda ver
en el dolor y la tristeza la oportunidad de sonreír con esperanza, de avanzar
con fe hacia el futuro, de confiar en Dios y su infinita misericordia. La
tristeza y el dolor nos muestran los amigos verdaderos de nuestra vida, la
familia que hemos construido con nuestros hermanos, hijos y demás, la casa de
fortaleza y sabiduría que hemos construido sobre cimientos de piedras y cemento
que soportan las adversidades de la vida.
Sea la oración entonces el brazo de la mañana de Dios. Ese
que nos impulsa a salir de la oscuridad, de la noche triste, de la sombra de la
tristeza y la depresión y que nos hace andar en caminos de soledad y sombras
pero caminando con seguridad, con fé en Dios, con esperanza conocedores que
unos pasos más allá en el sendero hallaremos de nuevo el sol radiante de la
mañana, la luz de la alegría y del bienestar que nos garantiza Dios con su
promesa: Que Dios es amor y que orar es expresar nuestro amor por él. 1 Juan
4:8. “Velad y orad para que no entréis en tentación”
( Mateo 26:41). Entendiendo que la oración es nuestro escudo, refugio de amor
y protección ante la adversidad. Y la oración en la soledad de nuestro corazón
es valiosa pero recordemos siempre que la oración nos congrega y que reunirnos con dos o más para fortalecer el valor
de la oración nos hace sentir el poder de la mano de Dios con más fuerza: “Mateo 18: 20 Porque donde están dos o tres reunidos en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”
Entonces la mano de Dios se manifieste en tu vida haciendo
tu experiencia en el Mundo como un camino de prosperidad, amor y esperanza.
Asumiendo los días de tristeza y dolor como días de lluvia que se requieren
para valorar los días de sol.
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