sábado, 29 de agosto de 2020

UNICA

 

UNICA[GLSS1] 

 

Por primera vez en la vida, viajar era un momento de placer.  Dalia admiró el paisaje que alcanzaba a apreciar del aeropuerto Heathrow de Londres desde la ventanilla del avión. Todas las ciudades a esa altura parecían iguales. Techos, industrias, parques. Eddie había escogido Oxford por el renombre de la universidad. Sonrió con ironía recordando que ella había escogido la universidad y, que luego por la enfermedad de su madre había tenido que renunciar a su cupo.  Esa había sido una de las razones para alejarse de Eddie. Un nudo en su estómago acompañó al recuerdo de que iba a encontrarse con Eddie después de cuatro meses de distanciamiento.

¿Qué había venido a hacer a Londres? El acuerdo con el consorcio DDD era una mentira del tamaño del Big Ben. Había sido la excusa perfecta para ver a Eddie y confirmar que efectivamente entre ellos todo había terminado y que nada sentirían cuando estuvieran frente a frente. Había conversado con él para que viniera de Oxford y le acompañara en la negociación. La verdad… nada iba a hacer Eddie en ese proceso, y ella sólo había venido a firmar los documentos finales porque todo estaba ya confirmado entre las partes.

¿Sabría Eddie que todo había sido una excusa para verlo? El piloto confirmó el final del aterrizaje. Dalia espero a que la mayor parte de los viajeros se levantaran y salieran antes de empezar a recoger sus cosas. Era una actitud infantil de su parte retrasar su salida por temor a su encuentro con Eddie. ¿Habría ido por ella al aeropuerto? Nada había indicado en sus mensajes que iría a buscarla. En realidad, entre ellos no había esa clase de detalles corteses, no los había habido jamás.

Se ajustó las gafas oscuras y se levantó. Cuando iba a bajar su bolso de mano del maletero, unas manos masculinas lo tomaron, su cabeza se recostó al pecho del hombre. Dalia dio vuelta y se encontró con los ojos negros de Eddie. Su rostro a menos de diez centímetros del suyo, su aliento sobre su frente.

-          ¿Qué …? -  Empezó a tartamudear ella. Eddie sonrió y la besó en los labios.

-          Vine a ayudar a mi novia. Está recién operada. No puede levantar peso, pero sobre todo después de…  cinco horas de vuelo. – Le dijo él empujándola hacia la salida. Dalia suspiró.

-          ¿Cómo hiciste para…? – Empezó a preguntar.

-          ¿Acaso dudas del encanto y el arrasador atractivo de tu novio? - Le preguntó y sonrió a la azafata que esperaba a que salieran. – Muchas gracias, Nora. – Dijo leyendo el nombre de la chica en su gafete. – Una silla de ruedas habría sido demasiado y posiblemente me habrían regañado por exagerar.

Dalia siguió caminando ignorando las tonterías que él decía al personal del vuelo y el aeropuerto. Dalia se limitó a sonreír y hacer venias saludando a las personas. Eddie no le permitió soltar su mano. Juntos fueron hasta la cadena sin fin a recoger su pequeña maleta de viaje. En el fondo, al armar aquella maleta para una semana, estaba ilusionándose con ser invitada de Eddie en Oxford.

Todo el recorrido hasta el parqueadero Dalia estuvo observando las miradas de admiración y los comentarios de las mujeres que se cruzaron en su camino. Algunas hasta hicieron el intento de tomarle fotos. Pero Eddie tenía amplia experiencia esquivando flashes. Se cubría con su cabello fingiendo darle besos en la mejilla, se había puesto una gorra y cambiaba de rumbo sin avisarle evadiendo los grupos grandes de jovencitas. Dalia apretó los labios. No debía hacer ningún comentario al respecto. Eddie se molestaría si le hacía una escena de celos.

¡Celos! Gritó en su mente No debía sentir celos porque su mejor amigo llamara la atención de las mujeres alrededor. Subió al auto y dejó que él guardara su bolso de manos y su maleta. En el suelo del auto había una caja con un símbolo bastante conocido por ella.

Amigos había decididio que debían ser amigos. Sus padres habían acordado un matrimonio cuando Dalia cumplió los 15 y Eddie cumplió los 18 pero esa relación de noviazgo no iba para ningún lado. Desde los 13 Dalia daba la vida por Eddie pero él estaba disfrutando su adolescencia, explorando las chicas de todos los colores de cabello y de piel y en todos los países donde podía convencer a su papá de que le dejara ir.

Sus vacaciones de verano jamás fueron en casa. Francia para aprender francés, Italia para conocer el italiano, Hasta la China fue a dar para aprender mandarin. En ocasiones Dalia se preguntaba si él no estaba huyendo a su relación con ella.

-          ¿Son rollos de canela de la Maisson? – Preguntó emocionada tomando la caja para abrirla. Ahí estaba de nuevo. Cuando Dalia pensaba que él estaba en otro lado del mundo para no verla. Eddie aparecía en su casa con objetos que ella siempre apreciaría. Un camafeo de plata italiana, una manta de Cecilio Valgañon, una costosa botella de Ouzo de Gracia.  Eddie sonrió encendiendo el auto. Si recogerla en el aeropuerto no funcionaba, los rollos de canela de la panadería preferida de Dalia no podían fallar. Dalia se distrajo mientras se deleitaba comiendo un rollo de canela.

-          ¿Para dónde vamos? Yo voy a bajarme en la residencia de Sir Barclay.- le dijo ella todavía con un bocado sin masticar. Eddie sonrió divertido.

-          Nada de eso… vamos a dormir en el Hilton. Reservé una habitación allá – Le dijo él. Dalia alzó una ceja. Esa era su manera de decirle que iban a dormir juntos y que para él ese era un reencuentro  de sus relaciones personales casi tanto como las de negocios

Dalia no dijo nada más. Ahora el vuelco en su estómago era más fuerte. No era el vaivén del avión, ni era hambre. Imaginarse en los brazos de Eddie provocaba mariposas en su estómago. Llegaron al hotel y efectivamente la habitación reservada era una habitación doble con vista a la hermosa zona de los parques. Dalia decidió no discutir con él. Se registró en el hotel, Eddie había llegado el día anterior según vio en el libro de firmas.

Esa decisión era suficiente explicación para mostrar su respuesta a ser solo amigos. Eddie no estaba de acuerdo. Y quería continuar su relación tal cual como había quedado antes de venir a vivir a Oxford. Pero ¿qué clase de relación era aquella? Se hablaban por teléfono una vez a la semana, se veían y generalmente era para tener sexo. Y en ocasiones especiales de la familia. Dalia no se sentía tranquila con aquel estado de las cosas.

En la habitación subió la maleta a un armario de tres cajones y buscó ropa para cambiarse. Llamó a Sir Barclay para avisarle que estaba en Londres y que se alojaría en el Hilton. La secretaria del consorcio ya había informado al señor sobre los cambios de planes de Dalia. Se metió en el cuarto de baño.

Tenía que conversar lo antes posible con él sobre su actitud con ella. No podía comportarse como un prometido amoroso y complaciente cuando tenían al menos dos meses sin conversar por teléfono    y   el último tema de conversación había sido su saludo por el cumpleaños de Dalia.

Londres en verano era una maravillosa ciudad con un clima que enamoraba a todos. El calor no era ni húmedo ni agobiante, y el viento fresco no era frio. Dalia se vistió con un atuendo de Valentino un vestido de verano elegante y vibrante como ella. Era un vestido de lino con arabescos transparentes que dejaban entrever con mucha delicadeza el juego de ropa interior de seda blanco perla que llevaba debajo. Eddie había cambiado su camiseta tipo polo por una camisa de lino color guayaba . Dalia se preguntó si algún dia iba a mirarlo y no sentiría el revoloteo de mariposas en el estómago.

-          ¿Cenaremos en el restaurante del hotel? – Preguntó Dalia. Era un poco temprano para la cena y de seguro Eddie le propondría caminar por sus sitios preferidos de Hyde Park. Pero había salido de Nueva York a las 8 am y pronto serían las 12 allá, 5 pm de Londres y Dalia sentiría hambre.

-          No voy a dejarte morir de hambre… ya lo sabes. – Le dijo él con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón y mirándola con expresión de admiración. – Puede ser también que quieras quedarte aquí en la habitación y descansar.

-          Descansar… o salir del estrés del viaje a través de cualquier otra idea tuya llamada descanso. – Le dijo Dalia. Eddie sonrió.

-          No tengo el más mínimo de fuerza de voluntad para negarme a tener sexo contigo. – Le dijo de manera cruda y directa. Dalia miró el piso, sus pies enfundados en sandalias elegantes y cómodas, y suspiró. Ella no tenía tampoco fuerza de voluntad ni poca ni mucha para decirle que no a él.

-          El sexo parece haberse convertido en parte inevitable de estar juntos. – Le dijo Dalia

-          ¿Es eso muy malo? – preguntó él acercándose, Dalia suspiró.

-          Cuando es lo único que hacemos… sip.-  Le dijo ella. Eddie le tomó con dos dedos la barba y la hizo mirarlo.

-          No es lo único que hacemos… Hablamos de negocios, repasamos juntos mis tareas cuando estoy estudiando para exámenes y me cuentas sobre tus días de trabajo

-          ¿Y qué somos? – Preguntó ella mirándolo a los ojos. Eddie sonrió.

-          Etiquetas… ¿Quieres que le ponga una etiqueta a nuestra relación? ¿Cuál quieres… amantes, novios, prometidos, esposos?  - Dalia suspiró.

-          Quiero una que surja de los sentimientos de ambos. – Le dijo ella. Eddie le rozó los labios en un gesto muy tierno y dulce.

-          Yo estoy comprometido contigo. – dijo y volvió a besarla. - El problema es que en tus esquemas mentales no sé cómo va a funcionar una relación a 5500 km de distancia…

Dalia lo miró en silencio sin responder. Eddie rodeó su cintura con sus manos y la abrazó. Su beso se volvió más agresivo y sensual y definitivamente estaba listo para tener sexo. Dalia no podía pensar con claridad cuando era consciente de eso. Eddie bajó la cremallera del vestido que comenzaba en la nuca y terminaba en el final de su espalda. Con una mano manipulaba la cremallera y con la otra acariciaba la espalda desnuda.

-          Dalia… - Susurró Eddie sin dejar de besarla en la boca. – ¿Sabes lo difícil que es no pensar en esto? Preguntó mientras terminaba de quitarle el vestido y zafar el broche de su sostén.

 Dalia sabía que si mencionaba el control de las acciones del consorcio y las razones del distanciamiento de antes Eddie dejaría de pensar en sexo y se enojaría con ella. Pero sus manos tenían decisión propia y empezaron a quitarle la camisa. Eddie la empujó hasta la cama y se terminó de quitar la ropa con rápidos y nerviosos movimientos. Dalia lo observó desde la cama.

-          ¡¡Cielos!! ¿Cómo haces para que me sienta como que es primera vez que hago esto? – Preguntó frustrado porque le temblaban las manos en el anticipo del placer que sabía experimentaría con ella. Dalia continuó sin hablar. Si abría la boca y en lugar de palabras de amor o de sexo le retaba sobre sus decisiones en la banca… ya no había encuentro sexual.

Eddie le recorrió con sus manos y produciendo todo tipo de sensaciones en su piel y luego recorrió con sus labios todos los rincones que antes habían acariciado sus manos. Dalia se negó a pensar.  Cómo toda mujer hubiera podido decir o hacer algo que terminara con el fervor y la pasión de Eddie en un segundo. Pero, disfrutó de todas las ideas sensuales de Eddie y disfrutó sintiendo como terminaba gritando de placer.

-          Dalia… Dalia… Esto era lo último que haría al volver a verte…- Dijo riéndose de sí mismo.  Estaba aún encima de ella apoyado en sus codos de lado a lado de la cara de ella.

-          La verdad después de dos meses sin hablar contigo… estaba convencida de que habías tenido una mujer por semana. – Le dijo ella con la sinceridad de siempre. Eddie sonrió y la besó en la boca de nuevo.

-          Es muy difícil pensar en otra mujer en mi cama… - Le dijo él. Dalia lo miró sin creerle. – Es en serio… No te niego, salí a cenar, a bailar, a tomar unos tragos… pero … Esto – Le dijo y se retorció sobre su cuerpo. - No estoy preparado para compartir este grado de intimidad con otra.

-          ¿No tuviste sexo corto y rápido detrás de una puerta? – Preguntó Dalia. Eddie la miró a los ojos y sonrió.

-          No.- Le dijo. Se refería a una de las muchas veces que se escondieron en una habitación de su casa o de la de Dalia para tener sexo en medio de una fiesta familiar o algún encuentro entre las dos familias.

-          ¿No tuviste sexo corto y rápido en un bar? – Eddie se echó a reír recordando esos momentos que Dalia rememoraba. En sus tiempos de universidad, habían terminado teniendo sexo en la oficina de administración del bar al que habían ido con sus compañeros de semestre.

-          Ya soy mayor de edad… Ya no hago esas cosas. – Le dijo él. Dalia sonrió. Ella le había dicho que dejara de seducirla en todos lados… que no podía imaginar a quién llamarían si eran encerrados por escándalo público.

 Dalia lo empujó y se fue al baño. Se colocó una bata de baño del hotel y tomó una cerveza del refrigerador. Eddie se había quedado en la cama enrollado en las sábanas mirándola caminar en silencio.

-          ¿Quién te dijo la hora de mi vuelo? – Le preguntó sentándose en sofá cerca de la cama.

-          Papá… Me dijo que tú eras mi responsabilidad mientras estuvieras en Londres. – Dalia sonrió con tristeza

-          Es decir que no fue iniciativa tuya irme a recibir. – Se quejó. Eddie la miró con seriedad.

-          ¿Acaso no sabes las ganas locas que tenía de que vinieras a verme? – Le preguntó. Dalia dio vuelta a su cerveza pensativa.

-          Eres joven, sexy y hermoso. Estás solo a los 21 años a 5mil kilómetros de tu casa… Me cuesta trabajo creer que no tienes tentaciones y oportunidades de vivir nuevas experiencias que no me incluyen. – Le dijo. Eddie sonrió.

-          Sé que eres celosa. Sé que tienes miedo que termine en una relación con otra mujer al estar tan lejos de ti. – Respondió él con calma. – Pero también sabes que no es la primera vez que hablamos de esta situación. Habíamos escogido esta universidad para estar juntos y solos lejos de la familia. Ninguno de los dos nos imaginamos que a tu madre le diagnosticarían cáncer y que tú decidirías dejarme a mí y acompañarla a ella. 

Dalia sintió que sus mejillas se sonrojaban. Sabía que era una tontería que la inseguridad le ganara y le dejara pensar en que él tendría otras mujeres sólo por estar en otro país lejos de ella. Acaso no había demostrado que a pesar de las muchas mujeres revoloteando alrededor de él en USA y las múltiples situaciones en las que le involucraron para comprometerlo, él había escogido estar con ella.

-          Recuerda que en casa tienes a Jude… atacándote cada vez que quiere para que lo escojas a él. – Le dijo Eddie recordándole los intentos de su hermanastro por enamorarla. – ¿Acaso es justo que yo te pregunte si venir a estar conmigo en Londres es una estrategia para que yo no me pregunte si Jude ha estado contigo ya?

-          ¡¡¡Touché!!!- Le dijo Dalia. Eso era una realidad. Jude tenía mucho tiempo tratando de enamorarla. Eddie lo sabía y no solía reclamarle a ella nada.

-          No quiero atacarte… ni defenderme… sólo quiero que mires la relación objetivamente. Que fortalezcas tu autoestima y sepas… que en la misma medida en la que yo soy hermoso, tú eres hermosa. En la medida en la que yo te gusto y me deseas, yo estoy loco por ti. – Le dijo acercándose a ella gateando en la cama.

-          Tienes un record estadístico de nuestras llamadas.- Insistió él. Sabía muy bien la compulsividad de Dalia de hacer estadísticas de todo. -  ¿Cuántas veces te he invitado a tomarte una semana de vacaciones y venir a conocer a Oxford? Revisa tus mensajes en whatsapp… acaso no has sacado el record de las fotos que te he enviado y en cuantos comentarios te he dicho: Tienes que venir a conocer este lugar. ¿Acaso eso no es insinuarte que vengas a estar conmigo?

-          Si voy a Oxford mañana no voy a encontrar ropa interior de mujer en tu habitación ni historias de mujeres en las anécdotas de tus compañeros…- Indicó. Él la jaló de una mano y la hizo tirarse en la cama, la cerveza terminó en el piso de la habitación. Le rodeó el rostro con sus manos y la obligó a mirarlo directamente a los ojos. Eddie hizo un camino de besos en el contorno de su cara.

-          Por cada mujer que me demuestres ha sido mi amante te entregaré el 5 % de mis acciones. – Dijo él. Dalia abrió mucho los ojos. Para un jugador como Eddie proponer aquella apuesta sin estar seguro de ganar no era sencillo. Dalia frunció el ceño.

-          ¿Estás seguro de eso? – Le dijo ella. Eddie le besó entre las dos cejas.

-          Absolutamente seguro. No me he emborrachado ni una sola vez, no he tenido sexo consentido y sin consentir ni una sola vez y a mi habitación no han entrado ni mis compañeros hombres de la maestría. – Dalia suspiró. No esperaba aquel discurso. La idea de un Eddie fiel y comprometido no había pasado por su mente. Había creido que tendría miles de razones para dar por terminada su relación sin nombre, pero, tan real como el abrazo en el que estaban enlazados en aquel momento.

Eddie la hizo levantarse y la llevó a la ducha. Se amaron de nuevo mientras se aseaban y cuando terminaron de vestirse ya era entrada la noche en Londres. Cenaron en el restaurante frente a la terraza de la piscina. La conversación giró en torno a la negociación con el consorcio DDD y los acuerdos que se habían definido. Eddie no volvió a mencionar el tema de la relación y Dalia se dio por enterada que ese tema, no iban a sostenerlo en ese momento.

Al día siguiente, subieron sus maletas al auto alquilado de Eddie y fueron al encuentro con Sir Barclay para la terminación del proceso de acuerdo. Había presencia de la prensa y los abogados de la firma de abogados que les atendía en Europa habían revisado los documentos del acuerdo y, por último, emprendieron el viaje de una hora hasta Oxford. Eddie la asombró cuando le llevó a la oficina de la administración y le pidió al administrador que confirmara cuál era la otra persona autorizada para ingresar a su aparta estudio. Dalia tuvo que escuchar al hombre decir que sólo podía ser Dalia Hope y que la residencia era bastante exigente y cuidadosa con las normas.

Luego la llevó a su aparta estudio. Guardó las maletas y le hizo un recorrido que consistió en dar una vuelta de 360 grados y que terminó en la cama. Se pasaron la tarde haciendo pereza. Había un pequeño refrigerador al lado de la cama y tomaron un par de cervezas y picaron pasabocas.

-          Los compañeros estarán en el pub desde las seis. - Le dijo Eddie. – Quieren conocerte.

-          Entonces me vas a llevar para que la maravillosa señorita Langa me conozca…- Le dijo Dalia comiendo una manzana como si no estuviera diciendo nada importante.

-          ¿Estas… celosa … de Cris…? – Dijo Eddie interesado. Dalia miró al techo volteando los ojos.

-          Hablaste de ella al menos diez veces de las quince que conversaste conmigo durante tu primer mes en la maestría. – Le dijo. Eddie la jaló y la acostó sobre él en la cama.

-          No seas tonta. – Le dijo él atrapando su cara entre sus manos. – Cris es lesbiana… ¿te dije eso entre la información que te dí en las diez conversaciones sobre ella de las quince que contabilizaste?

-          ¿Es en serio? – Eddie volvió a reír.  

-          Por supuesto que sí. Te adoro querida… - le dijo y comenzó a jugar con ella.

El pub al que iban era el típico pub inglés. Dalia lo recorrió fascinada por la experiencia. Siempre había viajado por asunto de negocios con su padre. Aquella vez se sentía como una turista de paseo en Inglaterra. Le gustaba, un poco menos que Eddie y mucho menos que tener una relación con él.

Efectivamente, la famosa Cris apareció casi dos horas después de la hora de la cita, acompañada de una hermosa italiana que era su pareja en ese momento. Se deshizo en alabanzas por la belleza de Dalia y en la inteligencia de Eddie. Era mejor compañero de estudios. Eddie estaba sentado a su lado en la mesa, con sus manos entrelazadas reposando entre sus piernas. Cada vez que Cris decía un piropo para Dalia, Eddie apretaba su mano entre sus dedos.

-          Tranquila, Cris. – Le dijo Eddie en un momento de la conversación. – Esta chica es mía.

Sin embargo, Cris no le respondió y siguió contándole a Dalia los momentos más críticos del semestre en los que Eddie le demostró que era muy inteligente. Dalia se asombró al evaluar aquella velada, descubriendo que se había divertido mucho, como pocas veces los había hecho en su vida. 

De hecho, fue una semana muy divertida. Eddie la paseó por todos los lugares emblemáticos de Oxford y vivieron momentos muy románticos y dulces.  Tal vez aquello era lo que necesitaba su relación. Viajes solos comportándose como seres normales y no estar estresados todo el tiempo con la crisis de poder que generaba Loraine la mamá de Eddie y segunda esposa de Edward Hope.  O las preocupaciones que surgían cada vez que Dalia analizaba su relación con Eddie. ¿En qué estado de relación estaban? Estaban viviendo la primera crisis de un matrimonio. El quinto año de relación. Eddie ni se daba por enterado y Dalia se devanaba los sesos tratando de entender hacía donde iban.

Regresó a casa con menos nudos en los hombros y con más entusiasmo en los proyectos de asumir la dirección del consorcio. Eddie se quedó para terminar su maestría y viajó un par de veces a Nueva York para verla, así como ella viajó a Oxford un par de veces más también. Se hablaban todas las noches haciendo un resumen de sus actividades del día… y en algunas ocasiones tuvieron sexting. Dalia se cubrió la cara con las manos. Aquello había sido el colmo de aquella relación.

 Aquella temporada llena de tranquilidad y de momentos románticos, terminó el día antes de acción de gracias cuando el padre de Eddie murió. Casualmente, Dalia lo acompañaba en una reunión de negocios en la que definían la propuesta de negocios del siguiente año. Edward no se había enojado ni una sola vez durante la discusión y tampoco había estado ansioso o angustiado, sin embargo, mientras Dalia conversaba con él en el auto se dobló sobre su vientre quejándose de un profundo dolor en su hombro.

Dalia le dio la orden de inmediato al chofer para que condujera al hospital más cercano mientras trataba de convencer a Edward de recostarse y controlar el dolor con técnicas de relajación. El hombre jamás pudo contestarle a Dalia, su lengua embolatada, sus ojos apretados y la fuerza con la que se doblaba sobre sí mismo, le dijeron a Dalia que el dolor superaba la fuerza de Edward. Al llegar al hospital, a los mismos enfermeros les costó trabajo desenvolverlo de su ovillo para acostarlo en la camilla.

Dalia lo miró impotente mientras se lo llevaban a la zona de atención para casos críticos. Después de parquear, el chofer se acercó a ella con su bolso dentro del cual, guardó todos los objetos personales de Edward.   Dalia sentía un nudo en la boca del estómago. Tenía que llamar a Eddie pero… ¿qué decirle? ¿Cómo decirle? Un doctor salió llamando al tutor de Edward Prince. Dalia se acercó en silencio. Debió decir algo porque el doctor se dirigió a ella.

-          El señor sufrió un infarto. Su estado de salud es delicado. ¿él tiene un servicio médico especial? Debe llamar a su médico personal. – Le indicó. Dalia intentó pasar saliva. Tenía la garganta seca.

-          Tranquila, señorita Hope. – Le dijo el chofer tomándola del codo. – Ya llamé a la señora Teresa.

El chofer la llevó a una silla en la sala de espera. Dalia sacó el celular y buscó en sus favoritos el número de Eddie. Eddie y un corazón. Había sido su decisión infantil y enamorada cuando iniciaron su relación de escribir el nombre de Eddie con un corazón al final. Tenía 13 años, Eddie tenía 16[GLSS2] .  Como si lo hubiera invocado, Eddie le llamó.

-          Hola. Dijo ella sin tener claro lo que iba a decir. Eddie se escuchó nervioso al otro lado del teléfono.

-          ¿Qué es lo que pasó? – Preguntó él.

-          Sufrió un infarto. Iba a llevarme a casa después del trabajo y de repente, se dobló sobre su vientre. – Explicó ella. – Hace un momento, el doctor nos informó que era un infarto.

-          ¿Mamá está contigo? – Preguntó él. Dalia suspiró.

-          El señor Damian me acompaña. Él la llamó. – Le dijo Dalia.

-          ¿Puedes ponerme al teléfono con el médico? – Le preguntó Eddie. Dalia miró al médico hablando con los familiares de otro paciente. Se levantó y se acercó a él.

-          El hijo del señor Prince está en Oxford. Quiere conversar con usted. – Le dijo Dalia. El médico asintió y tomó el teléfono. Luego de unos segundos se llevó el celular con él hacia dentro de la zona de atención crítica.

Dalia supo por el médico que Edward había alcanzado a hablar con Eddie. Luego de aquella situación crítica le habían trasladado a la clínica de su médico privado. Eddie viajó esa misma noche y llegó en la madrugada a tiempo para hablar con su padre antes de una cirugía de la que Edward no sobrevivió. Dalia estuvo todo el tiempo con él. Todo ese tiempo recibió el apoyo del Señor Edward y de Eddie para trabajar y acompañar a su madre enferma. Dalia estuvo todo el tiempo pensando que su madre moriría antes que los padres de Eddie. Suspiró y miró a las personas alrededor de Eddie en el funeral. Empresarios, socios, relaciones sociales eso era lo que unía a Eddie al 90 % de las personas en aquella sala. Los pocos familiares eran su propia familia: allí estaban su padre y sus hermanos. Menos su mamá que estaba en casa al cuidado de su enfermera. Y en el otro extremo de la sala estaba Jude y la viuda Teresa Prince… Dalia no podía entender como Jude había pasado de ser el mayor enemigo de su madrastra al hombro que sostiene a la viuda.

-          ¿Es necesario que permanezca aquí? – Preguntó Eddie hablando en su oído. Dalia lo miró. No era un niño pero suponía que en ese momento se sentía muy pequeño.

Todo estaría sobre sus hombros a partir de ese momento. Aunque esa fuese la meta de todos sus años de crianza, de seguro recibir el poder porque su padre falleció no era parte de sus proyectos a futuro. Dalia tomó su bolso y se levantó. Le ofreció su mano que Eddie tomó rápidamente y la siguió hacia la puerta. Tito su hermano los alcanzó.

-          ¿Se van? – Preguntó. Dalia asintió.

-          No ha comido nada en todo el día. Voy a llevarlo a casa para que cene. -  Respondió ella. Eddie dejó que ella tomará el poder .

-          Pero no lo lleves a su casa. Ve a la nuestra… mamá de seguro tienen comida preparada en el refrigerador. – Le dijo Tito. – ¿Tienes el auto aquí?

-          Tengo mi auto.- Respondió Eddie.

-          Muy bien. Nos vemos en casa. – Dijo Tito y se fue. Dalia sonrió. Ese hermano suyo y su carácter. Había ido hasta ellos, había decidido que era lo mejor que podían hacer y ya. Nada de lo que Dalia dijera lo haría cambiar de opinión.

Eddie continuó caminando hacia el parqueadero. De vez en cuando se detenía a saludar a alguien conocido en el camino. Todo el tiempo con la mano de Dalia entrelazada a la suya. Incluso dejó que uno de los señores que le saludó pensase que Dalia era su esposa.

-          Para Edward debe ser una bendición que tengas una esposa hermosa e inteligente como Dalía a tu lado. – Le dijo el hombre. Dalía no pudo identificar quién era en realidad. Supuso que era parte de los ejecutivos del Consorcio dado que la llamaba por su nombre.

-          Dalia es mi mayor bendición.-  Corroboró Eddie. Y se despidió.  Dalia lo siguió en silencio.

 

Eddie condujo hacia la casa de la familia Hope. Un poco porque la compañía de la mamá de Dalia era lo mejor que podía esperar de la vida en ese momento y otra… porque no quería estar en la misma casa de Loraine y de Jude.  Sus padres se habían divorciado hacía ya un tiempo. Su padre vivía en un apartamento en Manhattan y Eddie vivía con su madre en la mansión de los Hamptons. Dalia no conversó en el recorrido. Se bajó corriendo del auto y le abrió las puertas del garaje para que lo guardara. Tito dejaría el de la familia afuera al cuidado de los vigilantes.

Eddie se bajó del auto y caminó de inmediato hacia la habitación de la madre de Dalia. Tocó suavemente a la puerta y se anunció. La señora le dio su autorización para que entrara de inmediato. Dalia se fue a la cocina a buscarle algo de comer.

Cuando llegó a la habitación de su madre con la bandeja de comida los encontró intercambiando historias graciosas de la infancia de Dalia. Ella no pudo evitar sonreir mientras su madre contaba una historia. Le organizó la bandeja en una mesa baja que su madre tenía en la pequeña salita de visitas de su habitación. Eddie se sentó en el suelo a comer y la señora Sofía se bajó de la cama y se cambió de lugar a un sofá cerca de él. Dalia se sentó en el suelo al lado de Eddie.

-          ¿Vas a comer conmigo? – Preguntó Eddie al ver que solo había un servicio en la bandeja. Dalia se negó moviendo la cabeza. – Claro que sí. Tú no has comido nada en todo el día acompañándome a todos lados.

Sofía continuó contando su historia y Eddie empezó a darle trozos de la fruta que Dalia había servido para él. Dalia aceptó comer y le llevó un par de bocados a la boca a él. Sofía los miraba mientras hablaba.

-          No hagas trampa. – Dijo ella. Sofía sonrió.

-          Ustedes dos son demasiado parecidos. ¿Creen de verdad que puedan tener una relación duradera? – Preguntó Sofia. Dalia no alzó la mirada ni dijo nada. Eddie tomó una mano de ella y la besó.

-          Esta… es la relación más larga que he tenido en mi vida. – Le dijo él. Sofia sonrió.

-          Estoy segura de ello. – Le confirmó. – No vayas a casa hoy. Duerme con Dalia en su habitación. Tiene una cama doble amplia y cómoda.

Dalia levantó la cabeza de inmediato y miró a Eddie. Este sonrió. Ella era muy inocente si pensaba que sus padres no sabían de su relación sexual pensó él. Ella estaba pensando en el gran paso que constituía dormir en su casa, en su cama. Era un punto de no retorno en su relación.

-          Podría incomodar a William… - Dijo Eddie mencionando al padre de Dalia. Sofia sacudió una mano en el aire.

-          Nada de eso. No somos ignorantes ni inocentes. Sabemos perfectamente qué tan cercanos pueden ser ustedes dos. – Dijo Sofía dando por terminada la conversación. Dalia puso los ojos en blanco.

-          No te preocupes, mamá. Él va a dormir con Tito y Freddy dormirá conmigo. – Insistió ella. Sofía le lanzó un cojin.

-          Ya les dije. Duermen juntos como siempre lo han hecho cuando les ha dado la gana. – Concluyó Sofía. Eddie no pudo evitar reir de las ocurrencias de la señora.

-          Pero… termina de contarme …¿Qué hiciste cuando encontraste a Dalia subida en el árbol? – Preguntó Eddie para que Sofía terminara su historia y ambas se olvidaran de la incomodidad de la disposición para dormir.

Sofia terminó de relatar su anécdota y Dalia no pudo evitar reir a la par de Eddie. Siempre fue bastante inquieta. Sofía podía hablar horas enteras de las travesuras de su infancia. En bicicleta, en patines, trepando árboles, sobre paredillas, saltando de techo en techo… habían demasiadas historias todas destinadas a apoyar la teoría de su madre de que Dalia era una mujer femenina y elegante gracias a su esfuerzo y crianza.

Eddie se recostó en el sofá y se trajo a Dalia sobre su pecho recostando su cabeza sobre su hombro. Con una mano sostenía la mano derecha de Dalia y con la otra le acariciaba el brazo. Un par de horas después llegaron los hombres de la casa. Dalia y Eddie se despidieron de los padres de ella y se fueron a la cocina para lavar juntos los trastos. Dalia lo dejó secar los platos que ella lavaba. Eddie necesitaba realizar esa labor para distraerse de los pensamientos sobre el funeral.

Tito le trajo a Eddie una camiseta para dormir. Advirtiéndole que Dalia no encendía la calefacción de su habitación durante aquellos días de finales de otoño. Y podría morirse de frío si no se cubría con algo caliente. Eddie sonrió a Dalia con ese gesto de complicidad que Dalia conocía muy bien. Ella sabía muy bien cómo se calentaría él con ella.  

-          Mañana les puedo servir de chofer. No tengo que ir a la universidad. ¿Pasarás acción de gracias con nosotros? - Preguntó Tito. Eddie suspiró mirando sin ver el plato en sus manos.

-           Eso no se pregunta. Él está bajo mi tutela cuando está en Nueva york. – Le dijo Dalia. Eddie asintió.

-          Sí… Eso es cierto. Tu hermana es mi dueña y señora. – Le dijo Eddie. Tito sonrió.

-          Entonces tengan una buena noche. Nos vemos mañana. – Le dijo el chico y salió de la cocina.

Dalia y Eddie terminaron de organizar la cocina y se fueron a la habitación. Eddie se dio una ducha antes de ir a la cama. Dalia revisó unos documentos de la empresa que enviaría con Tito a la secretaria de Edward. Habían quedado tantas cosas pendientes, Edward no había esperado morir en mitad de semana. Pensó Dalia al ver todos los documentos que habían quedado pendientes para su firma.

Aquella, si había sido una previsión de Edward. Había hecho que William Prince tramitara una autorización para que, en caso de ausencia temporal o definitiva de ellos, Dalia y Eddie estuvieran habilitados para realizar todo tipo de transacción como si fueren ellos mismos. Cuando Dalia había tenido que asistir a la junta directiva en la que se aprobó tal decisión, había discutido con su padre. Por qué tomar decisiones tan negativas, pensando en muertes y desapariciones. Pero, un mes después, uno de los socios del consorcio había sufrido el flagelo social del secuestro. Todos en la familia había sufrido mucho porque no había posibilidad de que ningún otro miembro de la familia tuviera acceso a la cantidad de dinero que solicitaban.

Dalia acariciaba la carpeta cubierta de cuero y marcada con el nombre de Edward Prince cuando Eddie salió del baño.  Él no hizo comentarios y se fue hasta la cama. Unos minutos después le dijo:

-          Apaga ya las luces… Ven a dormir que estas agotada. – Dalia tuvo que reconocer que era cierto. Estaba cansada física y mentalmente de todas las emociones de ese día.

Se levantó y se dio una ducha rápida. Se deslizó entre las sábanas dejando que Eddie la abrazara como si ella fuese una enorme almohada. Dalia cerró los ojos y disfrutó de su aliento sobre sus mejillas, las manos que cubrían sus hombros y las piernas entrelazadas.

-          ¿Recuerdas aquella primera vez en el viaje a Ibiza? – La escuela había organizado un viaje a Ibiza. William le había indicado a Dalia que ella iría a ese crucero si Eddie también lo hacía. “¿Por qué Eddie? Había preguntado Dalia a su padre. Él le había dicho con toda claridad. “Si vas a tener una relación con alguien, lo mejor es que sea con tu socio.” A Dalia aquello le había parecido una idea descabellada y macabra por parte de su padre. Pero cuando Eddie subió al crucero en Saint George(Bermudas), para alojarse justo en la habitación al lado de la suya, supo que la idea era un hecho pensado y consumado por los tres hombres.

-          Sí. – Dijo simplemente Dalia. Eddie se rascó la nariz con su cabello.

-          Nunca imaginé que aceptar las locuras de mi padre podría ser tan emocionante. – Confesó él todavía nostálgico rememorando el ayer. – Tenías 18 años, el crucero era parte de tu regalo de cumpleaños. Y yo… ¿era parte de ese regalo?

-          Más bien yo era una treta para que regresaras a la universidad. -   Eddie asintió y cada uno de sus movimientos provocaban oleadas de placer en Dalia más poderosas que si estuviera seduciéndola.

-          Hmmm… Eso también. Te pasaste toda aquella tarde hablando de lo maravilloso que era estudiar en Harvard negocios… - Dijo Eddie .- Y yo me convencí de que regresaría a la universidad porque tú me habías mostrado lo fantástico que era estudiar allí contigo.

-          ¿Es decir que no regresaste por el curriculum de la Universidad? – Preguntó ella con los ojos cerrados sabiendo que él no hablaba de eso. Eddie dejó que su risa acariciara su oído.

-          No, señor. En lo último que yo pensaba era en los estudios. -  Le dijo. Dalia soportó sus emociones sin moverse.

-          De hecho, creo que la única vez que has estudiado realmente es en estos dos años en Oxford. – Eddie volvió a reir.

-          Contigo al teléfono revisando todos mis apuntes y editando todos mis trabajos… es muy difícil que repruebe o me distraiga. – Le dijo él. Dalia no habló. En su voz se evidenciaría que estaba derretida en el abrazo.  – Pero yo recuerdo aquel viaje… No fue la primera vez que tuvimos sexo… pero fue la primera vez que dormimos juntos… No una noche… sino diez maravillosos días. – Dalia trató de mantener el ritmo de su respiración.

-          Fue un viaje maravilloso. – Comentó en un hilo de voz. Eddie la abrazó con más fuerza.

-          En él entendí que más allá de una decisión de nuestros padres para asegurar nuestro futuro… Me encantaba ser tu pareja. – Dalia dejó que Eddie le diera vuelta y lo hiciera mirarlo. – En ese viaje, me casé contigo. Dalia tragó en seco y parpadeó varias veces como siempre que estaba nerviosa. Eddie sonrió. – Así es… Eso que estás pensando… Dalia Hope… quiero que te cases conmigo.

Dalia abrió los ojos impresionada. No la estaba seduciendo. Estaba preparando su mente para proponerle matrimonio. Pero… Este hombre no podía hacer nada de manera lógica y tradicional. Quién proponía matrimonio medio desnudo en un abrazo tan… ¡¡¡Cielos!!! 

-          ¿Sabes cuántas mujeres has involucrado en intentos por terminar con esta relación? – Preguntó Dalia. Recurriendo a los temas que lo hacían desistir del matrimonio.

-          No creo que lo que detestas a esas mujeres todas juntas sea igual que lo que odio tu amorío con Jude. – Le dijo él. Dalia cerró los ojos.

-          Era la única persona que haría que te interpusieras… sólo por fastidiarlo a él vendrías a impedirlo. - Le dijo Dalia. Eddie la abrazó más fuerte aún para hacerla sentir como su cuerpo temblaba por ella.

-          Tú hiciste que detestara a ese imbécil. -     Dijo él y la besó apasionado mordiéndole los labios para manifestarle su castigo. – Odio pensar que te besó, que te tocó…

-          ¿Porque yo soy de tu propiedad? – Preguntó Dalia. Eddie sonrió con tristeza

-          Porque yo soy Eddie de Dalia Hope y tú eres Dalia de Eddie Prince. No eres mi propiedad, eres mi persona… la única que me hace amar, la única en la que pienso si me dicen esposa, amante, novia o cualquier otra de esas palabras que rotulan una relación. – Le dijo besándola en el rostro y en el cuello. -  Debo reconocer que he tenido sexo con dos o tres mujeres en el camino. Pero… hasta en ellas te estoy buscando a ti. Cásate conmigo… tal vez así pueda tener sexo con otra.

-          ¡¡Estúpido!! ¿Qué clase de proposición de matrimonio es esta? – Preguntó Dalia golpeándolo en el pecho. Eddie le tomó por las muñecas y la sujetó.

-          Cásate conmigo… para poder decir que eres mía… no por una decisión de nuestros padres… sino por nuestra decisión… - Dalia suspiró.

-          Lo soy. – Le dijo. – Soy tu pareja por siempre. Aún sin papeles, aún sin anillos, aunque nuestros padres hubieran dicho que no…- Eddie no la dejó seguir hablando. La besó esta vez con el profundo deseo de sellar aquella promesa y tener sexo con la mujer con la que hacerlo siempre significaba hacer el amor.

La puerta del baño se abrió y Dalia se enderezó en la tina. ¿Podía ser más incómoda la situación al verlo entrar sólo con su pantalón de pijama corto y chancletas? Desde que se casaron y comenzaron aquella maratón para obtener el poder de la empresa familiar, no habían tenido un momento intimo sin afanes como el de aquella mañana. ¿Sería el consciente de que ella estaba desnuda debajo de aquella tina llena de espumas y estaba pensando en el tiempo que había pasado desde la última vez que tuvieron sexo como lo estaba haciendo ella en ese momento?

-          Ahora qué… ¿Mi baño es la sala de juntas? – Preguntó ella fingiendo enojo. En realidad, su corazón latía a millón y no estaba segura de que su voz no hubiese sonado temblorosa.

-          Es mucho más agradable que la de la empresa. – Se burló él sentándose en el bacín del inodoro. Dalia intentaba mirarlo a los ojos y no a su pecho desnudo, un poco sudoroso y muy bien formado gracias a una hora de ejercicio diario.

-          Pues no me parece que entres al baño y que interrumpas mi baño de espuma con las locas suposiciones de conspiración de tu madre. – Le dijo ella tratando mantener sus pensamientos en el tema laboral y alejarlo de las emociones que él revolcaba con su sola presencia medio desnudo en su baño.

Revolcar. Era el término exacto de lo que sucedía cuando pensaba en él como su marido al que no podía tocar y dejaba de verlo como su socio de negocios. Suspiró tratando de aligerar los nudos de tensión que empezaban a formarse en sus hombros. Su cuerpo estaba alborotado, literalmente debajo de las espumas rosa de su jabón de baño y él estaba como si aquella escena fuera un encuentro normal y diario.

-          Tuve que interrumpir mi sesión de ejercicios porque mi cerebro no hace más que dar vueltas a la escena de ayer. - Le dijo él. ¡Cielos! Él estaba realmente preocupado porque su madre fuese parte de un complot para apoderarse de la empresa y ella estaba pensando cualquier cantidad de cosas sensuales menos en eso.

-          Igual… me gustaría que salieras del baño para yo salir, vestirme y poder hablar contigo. – Le dijo ella. Eddie la miró por primera vez en todo ese tiempo como una hermosa mujer metida en una tina cubierta solo por espuma rosa.

-          Yo… ¡!Diablos!! Te espero afuera. – Dijo de repente y con un ligero tono chillón saliendo raudo a la habitación. Eddie se detuvo a mirarse en el espejo del vestidor. ¿En qué estaba pensando? En la empresa. Sí, pero la mujer en el baño no era sólo su socia… era su esposa. Y no había pensado en eso cuando decidió acudir a ella para compartir sus preocupaciones. Se acercó al armario de camisetas y tomó una al azar. Una tontería en realidad porque todas eran blancas.

-          No quise echarte. – Le dijo Dalia saliendo del cuarto de baño en bata. Ella se acercó a los armarios a la derecha del vestidor. Toda la pared de la izquierda era ropa de él y toda la pared de la derecha era la suya. Tomó un vestido con corpiño y unos pantis. Eddie salió del vestidor y se sentó en una silla del balcón.

Dalia se vistió rápidamente y empezó a cepillar su cabello. Estaba inclinada hacia adelante con la cabeza hacia abajo cepillando cuando alguien tocó en la puerta de la habitación. Eddie no se levantó de la silla, solo indicó que el visitante podía pasar. El ama de llaves de la casa entró con una mesita con ruedas en la que traía el desayuno.

Dalia se enderezó y arregló su larga cabellera rubia con los dedos de sus manos. La señora Márquez no dio importancia a la escena. Llevó la mesita hasta el balcón y obligó a Eddie a levantarse para hacerle espacio entre las dos sillas de hierro del balcón. Trabajaba en la casa de Eddie desde que este tenía 5 años, cuando él llegó con Dalia vestida de novia, informando a todos en casa que se habían casado, ella había sido la primera en tomar la maleta del recibidor y subirla a la habitación de Eddie. Ella había sido también quien tomara las cosas y las acomodara. Un lado para el señor y otro lado para su esposa.

Dalia le sonrió a la señora Márquez que ya se retiraba cuando ella apenas estaba a punto de dirigirse al balcón. Eddie estaba tomando jugo de naranja natural de un vaso de cristal.  Dalia revisó el menú. Tostadas de pan de canela, mantequilla, huevos revueltos, café bastante cargado para ella y el jugo de naranja natural para él. La señora Márquez conocía muy bien los gustos de ambos. Era una empleada eficiente.

-          ¿Podría ser posible que Loraine esté enamorada de Jude y que no sepa lo que está haciendo debajo de la mesa? – Preguntó ella sin preámbulos sentándose al otro lado de la mesa. Eddie suspiró.

-          En un mundo de fantasía… mi madre sería una dulce mujer mayor viuda y sola. – Dijo él con tono irónico. Dalia hizo un gesto de asombro levantando una de sus cejas. En realidad, le asombraba que él pudiera decirlo en voz alta pero no le sorprendía que lo pensara.

-          ¿Crees que quiere quitarte la empresa porque te casaste conmigo en una jugada maestra que te convirtió en el Presidente de la compañía? - Preguntó ella siguiendo la línea de los pensamientos. Eddie la miró. No había podido encontrar una mujer que adivinara sus pensamientos de aquella manera.

-          ¿Es cierto que tu tía abuela te enseñó a leer el futuro en el fondo del café? – Preguntó él sin confirmarle que lo que ella pensaba era exactamente lo que él estaba pensando. Dalia sonrió con un aire enigmático en su expresión.

-          Y ¿cuándo has tomado café …? – Preguntó ella. Eddie sonrió sin ninguna expresión en su rostro tal como solía hacerlo para las fotos de los periodistas.

-          Mi madre es un ser lejano y extraño desde que llegué contigo a casa. – Reconoció él. Dalia se asombró de nuevo. ¿Él estaba confiando a ella sus más íntimos pensamientos? Empezó a comer para darse tiempo a pensar en lo que diría. – Yo pensé hasta ese día que casarme contigo y obtener el control de la empresa era exactamente lo que ella estaba esperando.

-          Tal vez no fue el matrimonio, sino la novia. – Le dijo ella comiendo con tranquilidad. Eddie le miró de reojo. – Esther habría sido una flor más dulce y tierna que yo.

Eddie se sentó derecho en la silla y la observó. Esther Sims habría sido una esposa dulce y tierna, mucho más manipulable… Muy manipulable, se corrigió a sí mismo que Dalia. Pero ella, la mujer enfrente era pasión y fuerza tal como la flor que lleva su nombre. Por supuesto que su madre no había imaginado jamás escoger a Dalia como su esposa. Quería ser la reina, no tener competencia. Dalia alzó una ceja como preguntando en qué pensaba. Eddie sonrió.

-          ¿Te arrepientes de haberte casado? – Le dijo él. Dalia parpadeó varias veces como solía hacerlo cuando la sorprendían. No iba a revelarle que se había casado con él por las mismas razones que lo había hecho él con ella. Tener el control de la empresa garantizaba la vida de 3000 empleados pero sobre todo el estilo de vida de sus familias. 

-          ¿Te estás arrepintiendo? – Le preguntó de vuelta. Eddie sonrió. – ¿Acaso quieres regresar a tu vida de playboy fiestas en yate y cantar en las discotecas?

-          Ya no estoy para ese estilo de vida. Las niñas son cada vez más niñas o yo soy cada vez más viejo. – Le dijo sin dejar de sonreír. Dalia frunció el ceño.

-          ¿Estás buscando un cumplido, Esposo? Sabes que nunca había tenido guardaespaldas hasta que me casé contigo. – Le dijo y colocó un trozo de tostada en la boca de él. – Tus admiradoras me asustan. En cantidad y en tenacidad. La edad es lo de menos.

-          Y ¿darme el control de los negocios, fue buena idea? – dijo él con comida todavía en la boca. Dalia lo miró a los ojos.

-          Darte el control siempre ha sido buena idea. – Le dijo ella con seriedad. Eddie asintió. Entendía que ella no hablaba de los negocios. Hablaba de la reorganización de toda su vida que Eddie había hecho para que ella dejara de tener la carga de toda su familia sobre sus hombros.

Dalia había sido la mano derecha de su padre desde los 15 años. Las pocas veces que se escapaba para ir de fiesta o de paseo con sus amigos terminaba regresando de emergencia a su casa porque su madre había recaído en el proceso de cáncer que ya llevaba siete años de su vida, o sus hermanos menores se habían involucrado en algún delito menor de los muchos que solían cometer en actos de rebeldía contra el abandono de sus padres. Su padre obsesionado con el trabajo y su madre obsesionada en ser mártir por estar enferma, habían dejado el cuidado y la autoridad sobre sus hermanos en Dalia. Pero, ¿Podía una chica de 15 años ser madre de uno chico de 13 y otro de 10?

Eddie la conoció así. Ambos entraron a la misma preparatoria que les llevaría a la universidad para estudiar finanzas. Nunca tuvo un pensamiento distinto al verla que admiración y respeto por mantener esa doble vida de chica fashion y mamá de sus hermanos. Muchas noches le sirvió de chofer de cualquier discoteca en la que estaban bailando hasta el hospital o la inspección de policía en la que tenía que ir a rescatar a alguno de sus hermanos.

Cuando decidió irse a vivir a Inglaterra y estudiar la maestría allá, en el fondo tenía el deseo de tomar distancia y mirarla desde lejos. Saber que ella le pertenecía y que había sido escogida para ser su esposa, en ocasiones le hacía sentir que no podía tomar decisiones propias.   Aunque sabía de ella porque terminaba representando a su padre en la junta directiva cuando las cosas empezaron a complicarse en el emporio Prince-Hope, su padre le contaba de sus audaces comentarios y de sus impetuosas decisiones que a la final resultaban ser ingeniosas y útiles. Eddie no regresó al país hasta que su padre murió.

Dalia sacudió la mano delante de los ojos de Eddie sacándolo de sus recuerdos.

-          Vamos, tomemos al toro por los cuernos. – Le dijo ella. Se levantó de la mesa lo tomó de la mano y le hizo levantarse. – Ve a vestirte. Tenemos que ir a trabajar.

-          ¿Qué significa tomar al toro por los cuernos? – Repitió él en pésimo español. Dalia sonrió. Había hablado en español sin pensarlo. Su abuela la había motivado desde pequeña a aprenderlo.

-          Tomar el toro por los cuernos. – Repitió en inglés mientras lo empujaba hacia el baño. – Rápido. En el auto te cuento mi plan. Aquí siempre siento que alguien escucha tras la puerta.

Eddie la encontró en el recibidor hablando con el jardinero sobre la mejor manera de cultivar geranios. Se recostó a la puerta mientras la miraba hablar de abonos y tierras húmedas. Cualquiera podía imaginar que era una mujer de vida sencilla, pensando en su jardín y en sus plantas. Eddie estaba seguro que apenas se subiera al auto cambiaría el tema de conversación de cultivar jardines a cómo hacer que las acciones de la empresa no pasaran a manos de su peor enemigo. El hijo putativo de su padre, hijo de su primera esposa, que había enamorado a su madre y ahora estaba a punto de obtener un paquete enorme de acciones en un matrimonio que habían anunciado el día anterior.

En algún momento, Dalia se levantó y lo tomó de la mano. El jardinero salió por una puerta ventana que daba al patio central de la casa y ella lo llevó a él por el pasillo hacia el garaje. Dalia lo llevó hasta el convertible azul de su padre.

-          ¿Por qué este auto? – Preguntó él recibiendo las llaves de las manos de ella.

-          Porque ya lo hice revisar y no tiene micrófonos. Encontré uno en el espejo retrovisor de tu Bugatti. – Le dijo ella. Eddie que hasta ese momento no había prestado atención a su comentario de los oídos que escuchan detrás de la puerta lo miró asombrado. Ella dio vuelta y se subió en el asiento del pasajero.

-          ¿Es en serio? – Preguntó él. Ella asintió y se subió. Eddie subió rápidamente. – Crees que haya sido mi madre o Jude.

-          Definitivamente él. Todavía sigo creyendo que Loraine no sabe de las intenciones de Jude ni de los alcances de su ambición. – Le dijo. Eddie condujo hacía fuera del garaje con el ceño fruncido.

-          Me siento realmente impresionado. No pensé que llegara a tanto. – Dijo como si pensara en voz alta.

-          No frunzas el ceño. No le reclames tan pronto lo veas y no reveles nada de lo que vas a hacer hasta que ya sea un hecho. – Le dijo ella. – Tienes que hablar uno a uno con los socios minoritarios. Si ellos no quieren verse involucrados en la guerra de poderes que te vendan sus acciones o que te den el poder de administrarlas.

-          ¿Acaso crees que todos confían en mi como lo haces tú? ¿Cuántos de esos hombres y mujeres pueden estar convencidos de que soy el CEO ideal? – Preguntó él conduciendo muy rápidamente para estar en la ciudad.

-          Bueno pues es hora de que demuestres tu poder de convencimiento. Eras un seductor afamado… enamóralos de ti como lo hiciste con todas esas chicas en la universidad. - Le dijo ella. Eddie aprovechó un semáforo para mirarla.

-          ¿Es algo que te incomoda? – Ella alzó la ceja en ese gesto de pregunta que Eddie empezaba a reconocer. – Las chicas de la universidad, mi vida de playboy…

-          No hablaremos de sentimientos hasta que esto termine. Lo prometiste. -  Le recordó ella. Eddie retomó la marcha, el semáforo cambió.

Eddie recordó el día de su boda. Habían hablado por teléfono durante horas poniéndose de acuerdo, día, lugar, hasta llegó con un acuerdo prenupcial preparado… Dalia lo controló todo y lo volvió loco cuando llegando al altar lo detuvo y le dijo: “De aquí en más, tú tendrás el control de todo… menos de mis sentimientos. Hablaremos de ellos cuando tengamos el poder de la empresa.” Eddie tuvo que hacer un gran esfuerzo por seguir caminando hacia el altar a su lado. Los hermanos de Dalia fueron sus testigos. En la enorme capilla sólo estaban ellos cuatro y el sacerdote. Y aún así, Eddie se sintió como que ella le había gritado en medio de una muchedumbre. No estaba enamorada de él, esa boda no tenía cabida a sentimientos. Era un negocio, una transacción, una unión de fuerzas para tomar el poder. Y, allí, sintió una profunda tristeza porque ella no sintiera por él nada.

Dalia continuó describiéndole lo que debía hacer para recuperar el control. Su padre le había dejado las acciones y el poder a él. Y si acaso eso no era suficiente apoyo, debía describir todas las transacciones de negocio que realizó desde la universidad en Londres y que redundaron en ganancias para todos. Y al final, si aun así no había otra opción, tenía que recordarles que ahora era el esposo de Dalia Hope y que entre los dos tenía el 52% de la empresa. Eddie pensó igual. Lo último que utilizaría sería su matrimonio con Dalia. Esa jugada había sido única y exclusivamente un as bajo la manga que había sacado cuando supo que Jude la estaba cortejando.

Jude… ¿Ese animal ponzoñoso y mañoso cómo había podido escalar en la empresa hasta el punto de atreverse a mirar a Dalia? Eddie empuñó el volante y apretó el acelerador. Dalia le colocó una mano sobre la suya en el volante. Eddie la miró de reojo.

-          No vas a matarnos ahora. – Le dijo ella. Eddie bajó la velocidad. Tenía razón. No podía desconcentrarse de lo que estaba haciendo y causar un accidente. Jude le removía las entrañas y deseaba lo peor.

-          ¿Todo esto que me has dicho lo pensaste mientras  Jude te enamoraba? – Le preguntó él. Dalia se sorprendió. Había creido hasta ese minuto que Eddie no sabía de las atenciones de Jude con ella en el pasado.

-          No me lo vas a creer, pero, se me ocurrió mientras me vestía esta mañana. – Le dijo ella. ¿Tenía que negar que Jude en algún momento intentó involucrarse con ella? Movió la cabeza diciéndose que no a sí misma. Hablar de eso sería tomar el tema de los sentimientos y revelar porque escogió unirse a Eddie y no a Jude.

-          Te creo. Siempre has sido una analista acertada. Papá hablaba todo el tiempo de tu habilidad para mirarlo todo y sacar una conclusión, aparentemente impulsiva por lo rápida, pero, en el 99% de los casos, precisa. – Le dijo él.

-          Tu papá solía llamarme la bruja de las finanzas.  – Recordó Dalia. Edward Prince había aceptado que Dalia fuese a hacer su pasantía para la maestría en finanzas dentro de la compañía. Su padre había sufrido un infarto y estaba convaleciente en casa. Dalia tuvo que tomar la decisión de continuar su formación académica o seguir siendo la mamá de todos en casa así que se quedó con el puesto de su padre en la compañía.

Desde el primer día, Edward la probó en el tema de las inversiones. Le proponía todas las semanas negocios de diferentes partes del mundo, Dalia tuvo que leer mucho sobre economías diversas antes de que terminaran los tres meses de pasantía. Pero Edward siempre dio un parte de victoria para ella cuando hablaba con Eddie. Llegaron al edificio Reina Sofía. El consorcio Prince – Hope tenía 40 años de funcionar allí. Ese viejo edificio había sido la primera inversión de su padre y le había puesto el nombre de su abuela.

Dejaron el auto en el garaje y según la nueva tradición, que todavía le costaba a Eddie mucho, Dalia esperó a que él le abriera la puerta del auto para bajarse. Dalia bajó con su bolso en una mano y el morral de Eddie en el hombro. El cabello perfectamente peinado caía sobre los hombros hasta cubrirle el pecho, las canas que tenía desde los quince años brillaban doradas mezclándose con su cabello castaño. Sus ojos color miel lo miraron con esa actitud inquisidora de siempre. ¿En qué estás pensando cuando me miras? Pensó Eddie que era la pregunta de ella. Suspiró y dio media vuelta. Ella le diría algo seco y tajante si él le decía que se veía hermosa.

La mañana se pasó rápidamente mientras ellos contactaban a los otros socios del consorcio por teléfono. La llamada siempre puntual y precisa de la Señora Márquez a las 11 de la mañana para preguntar si irían a almorzar a casa sorprendió a Dalia. Suspiró mirando el cuadro que su madre había pintado para su padre y que seguía colgado en la pared frente al escritorio. Había sido una de las últimas obras de Sofía antes de caer en la enfermedad que la alejó de los botes de pintura y el óleo. Dalia había prometido ir a almorzar ese día con ella. Y no lo había recordado hasta ese momento.

-          ¿Señora Márquez preguntó usted a Eddie? Yo tengo un almuerzo con mi madre. – Le dijo.

-          El señor Prince dijo que usted me indicaría dónde sería su almuerzo de hoy. – Le respondió la señora Márquez. Dalia sonrió.

-          Bueno, entonces… nos vemos en la cena. No tenemos compromisos para entonces. – Le indicó Dalia a la señora que satisfecha con la respuesta y sin ningún otro interés cerró la llamada.

Dalia pensó en llamar a Eddie. Luego decidió que no podría hacer mucho hasta las doce así que cerró todas sus carpetas las guardó en la gaveta y le dio llave. Al salir de la oficina miró en silencio a su secretaria antes de hablarle. Cecilia trabajaba para su padre desde los 25 años. Ahora había decidido retirarse. 65 años era una edad promedio de jubilación en su país, le había dicho a Dalia. Estaba en el proceso de seleccionarle una nueva secretaria.

-          ¿Cómo vas con tu tarea de buscar reemplazo a lo irremplazable? – Cecilia sonrió. Dalia jamás le había hablado con formalidad.

-          Ya tengo un bello ramillete de 5 que destaqué en un proceso de 100 aspirantes. – Le dijo. Dalia hizo un guiño de disgusto con la nariz.

-          No hay ni dos como tú… de dónde ibas a sacar 100… Ojalá te demores todo este año. – Le dijo Dalia haciendo alusión a que había establecido noviembre como su último mes de trabajo.

-          No te preocupes. La persona que escogeré será de tu completo agrado. – Le dijo Cecilia sonriendo. Dalia suspiró.

-          No regreso después de almuerzo. Voy a tomar el té con uno de los socios en el club. Pero no quiero que nadie sepa que me estaré reuniendo con los socios. – Le indicó.

-          Muy bien. Te vas a encontrar con una amiga de la infancia en el club. Nos vemos mañana. – Dijo Cecilia. Dalia sonrió.

-          ¿Esa habilidad también se la vas a enseñar a tu reemplazo? -  Se burló mientras salía de la oficina.

Dalia se dirigió a la oficina de Eddie y en el camino saludó a todos los que encontró. Aquellos pasillos eran como corredores en un hotel. Paredes y puertas que daban a diferentes apartamentos en los que estaban ubicados cada una de las secciones del consorcio. El padre de Eddie y el suyo jamás pensaron en remodelar el edificio de tal modo que al transitar pudieran observarse a las personas trabajando y no esos muros que parecían eternos.

Encontró a Eddie dictando a su secretaria. Había adoptado la costumbre de dejar abierta la puerta de su oficina cuando la secretaria estaba sola con él. Dalia suponía que era una estrategia para que no le adjudicaran amoríos o enredos con la mujer que en verdad era muy hermosa, aunque tuviera 40 años.

-          ¿Terminaste? -  Preguntó él tan pronto la vio. Dalia sonrió a modo de saludo para Lucia, la secretaria y negó moviendo la cabeza.

-          No, pero prometí a mi mamá que almorzaría con ella hoy. Quiere organizar el cumpleaños de Freddy aunque ella no pueda salir de su habitación. – Le informó. Eddie miró a Lucia

-          Bueno, entonces dejamos hasta aquí. En la tarde no voy a regresar tengo una junta con alguien. – Le dijo Eddie a Lucía. Se puso de pie y empezó a recoger sus cosas:  agenda, bolígrafo, celular… todo con toques de oro en algún detalle de su cubierta y con sus iniciales y por supuesto, su Tablet que no dejaba a sol ni a sombra.

-          ¿Vendrás conmigo donde mi mamá? – Preguntó Dalia. Eddie sonrió con un gesto tan coqueto y sensual que Dalia tuvo que ponerse las manos en el vientre.

-          Tienes que trabajar muy duro para deshacerte de mí. – Le dijo él. 

Dalia sonrió y dio media vuelta. Eddie se la alcanzó en el ascensor. Él miró su imagen en las puertas plateadas del ascensor. Delgada, alta y segura. Dalia podía parecer una flor delicada y hermosa, usaba vestidos brillantes y coloridos siempre que ocultaban el carácter fuerte, la energía inagotable y el espíritu indomable. Cuando la escuchó decir sus votos matrimoniales en el altar, estaba completamente seguro de que su compromiso de fidelidad, obediencia y protección sólo sería cierto en la fidelidad y la protección. No podía imaginar que fuese obediente con él ni con nadie. Eso sólo sería posible en un universo alterno.

En el camino a la casa de su madre intercambiaron detalles y consejos para las citas de la tarde. Cada uno de ellos iría a ver a una persona diferente.  Ninguno de los dos tocó el tema de los sentimientos. Ese era un punto casi al final en la agenda de temas de su acuerdo matrimonial. Si alguien los escuchaba, pensaría que son dos socios de negocios realizando acuerdos de trabajo. Dalia miró de reojo a Eddie mientras lo escuchaba señalar los puntos de interés del socio que ella vería.

Amaba a Eddie. Lo había adorado desde la primera vez que lo conoció. Ella tenía 9 años y él tenía 11. Había iniciado la escuela secundaria y empezaba a crecer. Dalia que devoraba las novelas rosa que su madre dejaba por todos lados pensaba que él era un príncipe en formación. Sonrió recordando sus fantasías con Eddie.

-          ¿Qué es tan gracioso? – Preguntó Eddie descubriendo su sonrisa. Estaba detenido en un semáforo. Dalia parpadeó varias veces era su gesto para despertar de sus sueños.

-          Nada. Recordaba el día en que nos conocímos. No parabas de hablar de música y de baloncesto. Estaba segura de que serías artista o deportista en el futuro. – Le reveló. Eddie suspiró.

-          Si. Muchas profesiones pasaron por mi mente durante mi adolescencia. - Aceptó él. Pero sabes que fuiste tú la que decidió el rumbo de mi pregrado.  Dalia miró hacia la calle.

Había sido imprudente hablar del pasado. Eso los llevaba a esa relación de amor y odio, distancia y cercanía que habían mantenido durante 15 años. Se mordió el labio. Gesto inevitable cuando no sabía cómo salir de una situación. No podía recordar por qué lo había orientado a estudiar finanzas y a especializarse en gerencia ejecutiva y tampoco porque ella misma había escogido finanzas para sí misma. Y peor, no podían hablar de todos esos años en que él terminaba su carrera y comenzaba su maestría y ella realizaba su carrera. Haber escogido la misma universidad que él había sido un acto temerario y suicida.

-          Si ya sé… Hablaremos de sentimientos cuando se termine la pugna de poderes. -  Le dijo él sin insistir en el tema pero interpretando su silencio. – Préparate que ya llegamos a la casa de tu mami.

-          Eddie… No es conveniente que…- empezó a decir ella. Eddie le tomó una mano y la besó.

-          Tranquila. Tendré más tiempo para resignarme a estar casado. – Le dijo bromeando para sacarla de quicio.

Dalia jaló su mano pero no se enojó. Él recurría a ese tipo de comentarios irónicos para que ella dejara salir sus emociones. Hizo una revisión de su bolso, tomó su celular que había dejado en el descanso entre las dos sillas y se arregló el cabello. No podía dejarse manipular por él. Si Eddie tenía el poder de los negocios, ella tenía que manejar el poder de las emociones. Entre los dos, esa era la estrategia que funcionaba.

Sofia Hope los recibió sentada en un cómodo sofá en su habitación. Ya tenía en un cuaderno escrito una lista de compras que su hija Dalia debía realizar para el cumpleaños de su hermano. La señora Sofía pensaba que cualquier día era su último día por lo cual el cumpleaños 19 de Tito no podía pasar desapercibido. Eddie la observó mientras se ponía de acuerdo con Dalia, mientras se tomaba un vaso de té frío.  

Las dos eran dos mujeres hermosas. Dalia con un aire más italiano que latino y Sofía con ese aspecto interesante que había adquirido con los años y las canas. Durante su tratamiento del año anterior, se le había caído todo el cabello y ahora le había salido una melena más bien rubia en la que pocos cabellos castaños se podía ver. Eran canas con un suave tono rubio y la hacían ver más delgada y frágil.

La primera vez que las vio hablando pensó que estaban en medio de una discusión. Se apasionaban en lo que decían una a la otra y movían las manos con el mismo fervor. Algunos gritos surgían de vez en cuando, pero, al analizarlos, terminabas descubriendo que no eran más que gestos de júbilo por conseguir puntos de acuerdo entre ellas. Dalia quería gozarse a su madre todo lo que pudiera. Esa había sido la razón por la cual no había terminado la maestría en finanzas en Londres como lo había hecho él.  La había cambiado por una maestría en gestión de proyectos en su universidad local para poder estar a la mano cuando sus padres la requirieran.

Ese tiempo de sus estudios en Londres había sido el único en el que estuvieron en ciudades diferentes. Dalia ya no viajaba con la frecuencia de su juventud y prefería pasar fiestas navideñas en casa para gozarse a su madre, como solía decir. Eddie suspiró. No notó que las dos mujeres escucharon su suspiro y lo miraron de reojo. Siguió pensando en que su relación con sus padres en cambio había sido totalmente diferente. Su padre lo había tratado con dureza y templanza. No lo había dejado acercarse a los negocios hasta morir. Su madre le había retado planteando una posible relación con su hijastro y claras intenciones de quedarse con el control de la compañía.

-          ¿Lo ratificó la junta directiva como Director General? – Preguntó Sofía utilizando su vocabulario empresarial personal.

-          Presidente, mamá. Si no lo ratifican como presidente de la junta directiva…. Todo va a hacer un caos. – Le dijo Dalia.

-          Después de que todo pase. Deberían irse de luna de miel por lo menos dos semanas. – dijo Sofía que insistía una y otra vez en que ellos debían tener como pareja ese tiempo de luna de miel que no se dieron. Dalia le abrió los ojos para expresar que no quería hablar de eso.

-          Cuando todo esto termine será junio del próximo año. – Le dijo cortando la conversación, se levantó de su silla.

-          Entonces quedamos así.

Eddie la miró desde su silla sin levantarse. La luz de la ventana de Sofía le daba a la espalda y le imprimía a su figura un aura de luz hermosa.   Dalia lo miró. Intuyó que estaba absorto en sus pensamientos y que estos estaban totalmente alejados del tema de la empresa. Dalia sonrió con aire de misterio. Estaba admirándola.

-          Listo, cariño. – Le dijo con voz melosa. – Tengo una cita en el club de tenis a las tres. ¿Te quedas con mamá o vas a otra cita?

-          Y yo… en la oficina de Francés…- Le dijo él, bajando del mundo de fantasía en el que se había perdido por estar apreciando la femenina figura de su esposa. Se levantó y saludó a su suegra despidiéndose de ella con un beso en la frente.

-          ¿Estarás en el cumpleaños de Tito? Preguntó Sofía. Eddie sonrió.

-          Ustedes me han convertido en un esposo juicioso y casero que acompaña a su esposa a sus eventos familiares. – Le dijo él sonriendo. Sofía sonrió con una risa cascada divertida. La primera vez que Eddie se disculpó para no estar en una fiesta familiar, Dalia le dijo todo un sermón sobre el respeto y la responsabilidad que había que mostrarles a los seres queridos, cuando los acompañamos en sus fiestas.

-          Eso es lo que me encanta de ti, Cariño. -  Le dijo Dalia – Aprendes rápido para no recibir regaños.

Dalia tomó un taxi y él se fue en el auto. La recogería en dos horas en el club. Eddie la vio marcharse antes de encender el carro. Durante los últimos cuatro meses jamás pensó en Dalia como su mujer y sobretodo jamás había pensado en lo mucho que lo seducía Dalia. Ella no se había dejado engañar nunca por las continuas mujeres que habían pasado por su vida. Jamás le había reclamado por ellas, por las fotos y las fantasías de amores y desamores que ellas posteaban en sus redes sociales.  Siempre que necesitaba verlo o estar con él tomaba un avión y se aparecía en su apartamento en Dorset[GLSS3]  la residencia universitaria donde vivía. Sin hablar de la última foto que hubiesen colgado de él en las redes o del último comentario amoroso que le hubiesen hecho en las suyas.

En el club de tenis, Dalia se encontró con Rick Maxwell. Había estudiado con su hija menor en la escuela secundaria. Y luego, había sido uno de los tutores que el padre de Eddie le había asignado en una de la docena de tareas de inversión durante su pasantía. Rick confiaba en su criterio para las inversiones, pero, después de aquella cena, Dalia descubriría si también confiaba en la movilidad de sus acciones en la empresa.

-          Hola, Dalia. – La saludó él con un vocabulario informal. Dalia sonrió y dejó que le besaran la mano.

-          Hola, señor Maxwell. ¿Tuvo que esperar mucho? -  Le dijo mientras se sentaba al otro lado de la mesa.

-          Ya pedí unos canapés para picar mientras nos traen la cena. – LE comentó. Dalia asintió confirmando que había sido una buena decisión.

-          ¿Cómo le va a Teresa con su nueva casa en los Hamptons? – Le preguntó refiriéndose a su excompañera. Rick sonrió.

-          Feliz… Se siente la reina del universo y va a volver loco a su marido. Menos mal que él es millonario y paciente. – Se burló el señor. Dalia sonrió.

-          Dos cualidades ideales para Teresa. – comentó Dalia. – Usted sabe con claridad lo que quiero conversar. Cierto?

-          Así es. Lo tengo claro. – Le dijo Rick. – Estoy dispuesto a apoyarte. Con la condición de que te asegures que será la decisión correcta. Dalia alzó una ceja.

-          ¿Y cómo aseguraré esto? – Le preguntó picando de los canapés en la mesa.

-          Haciendo el compromiso conmigo de que responderás económicamente conmigo si algo no sale como lo pensaste. – Dalia miró al señor a los ojos.

-          ¿No confía en Eddie? – Preguntó. Rick movió la cabeza de lado a lado.

-          No estoy seguro de si tu confianza en él está basada en tus sentimientos o en tu conocimiento de su gestión financiera. – Le dijo con toda seguridad. Dalia sonrió.

-          Sí…. Estoy enamorada de mi esposo. – Reconoció con la libertad de saber que nadie le escucharía más que el señor Maxwell. – Pero eso no me impide saber que es mejor confiar en él que en Jude.

-          El señor Jude Morrisson… - Dijo Rick comiendo un poco de los canapés. – Creo que tengo claro las razones por las cuales puedes poner a Eddie por encima de Jude pero…

-          Hagamos un trato… Si Eddie no sube las ganancias de la compañía en los primeros seis meses al menos en un 15% entonces yo le daré a usted la mitad de mi fortuna.- dijo Dalia con seguridad. 

-          Tanto así. ¿Estás segura? – Insistió Rick. Dalia sonrió

-          Muy segura. Mi fortuna no tiene los ceros de la suya… Creo que tres ceros menos… - Le dijo ella. -  pero igual es grande y sustanciosa. Incluye las acciones de Microsoft, Apple, Johnson y Johnson. Estoy jugando con los grandes… sé que usted ha estado interesado en entrar con ellos hace mucho.

-          Increíble… Sabía que eres muy habilidosa pero cómo conseguiste acciones en esas compañías en las que comprar es muy complicado. – Comentó asombrado. Dalia sonrió.

-          Lo hicimos con Eddie… jugamos en la bolsa de valores y nuestra estrategia nos permitió entrar. – Le dijo ella. Rick asintió.

-          De acuerdo… manda tu documento a mis abogados y hagamos el trato. Mi apoyo será total a Eddie y además direccionaré las acciones y el poder de mi esposa también hacia él. – Se comprometió. Dalia sonrió.

-          Está usted seguro. ¿No ha sido muy sencilla esta conversación? No confío en las cosas fáciles. – Le dijo ella. Rick sonrió.

-          No va a ser fácil que consigas el porcentaje que prometiste en los seis meses que comprometes. Y tampoco va a ser nada sencillo el acuerdo en la reunión de accionistas de mañana. – LE dijo Rick. Dalia asintió.

-          Está bien. Entiendo. – Le dijo. – Diré a los abogados que se comuniquen con los suyos. ¿Voy mañana con tranquilidad a la reunión de accionistas?  

-          Si quieres lo escribimos a mano en una servilleta hasta que lo hagamos de manera formal. – Le dijo Rick. Dalia lo miró a los ojos. Él estaba hablando en serio. Sentía que ella no confiaba en él. Sonrió con todo su encanto femenino y le dijo:

-          Tenemos un trato. Mañana seremos socios en la resistencia contra Jude. – Le dijo. Rick asintió y siguió comiendo.

Eddie apareció cuando compartían un postre. No le avisó a Dalia de su llegada y se apareció en el restaurante de improviso. Dalia se puso de pie tan pronto lo vio y él le dio un beso en la frente a modo de saludo antes de saludar a Rick Maxwell.

-          Espero que hayan disfrutado de la cena. – Dijo Eddie después del saludo. El señor Maxwell sonrió.

-          Y de la plática… - le dijo Maxwell – Disfrutamos mucho más de la conversación. Tienes una esposa enamorada, Eddie. No le quites los ojos de encima y no la pierdas.

Eddie no quiso hablar. Estaba temblando de pies a cabeza con el comentario de Maxwell. Dalia estaba enamorada de él. Eso podía tomarlo como una certeza. No miró a Dalia… podía sentir que sus mejillas estaban sonrojadas y su corazón a millón.  ¿Podía escuchar Dalia los latidos de su corazón?

-          Me alegra. – Alcanzó a decir suponiendo que su tono de voz había sonado normal. – Debemos irnos. Estamos casi al otro lado de la ciudad.

-          Así es. Ya es hora de llevar a la princesa a su castillo. Mañana nos vemos en la reunión de accionistas. – Le dijo el señor Maxwell. Dalia recogió su bolsa.

-          Muchas gracias, señor Rick.  – Le dijo Dalia dándole la mano. – Nos vemos mañana. Recuerde nuestro trato.

-          Por supuesto… jamás rompo una promesa.

Eddie la tomó de la mano y se fueron hacia la salida a los parqueaderos por el salón principal del restaurante. Dalia subió al auto y se acomodó. Eddie la miró sin encender el auto.

-          ¿Qué le dijiste a Maxwell para que pensara que estás enamorada de mí? – Preguntó él. Dalia suspiró.

-          Nada… supongo que confundió mi interés en convencerlo en compromiso contigo. – Le dijo ella. Eddie se acomodó para comenzar a conducir.

-          Está bien. Lo haremos a tu ritmo.- Le dijo. Dalia cerró los ojos.

“Sé lo que quieres escuchar” pensó mientras fingía dormir. “Yo también quiero escuchar tus sentimientos. Pero no es el tiempo… todavía no”. Se mantuvo en silencio. Eddie le permitió su silencio. En esos días debían tomar la decisión de vivir el romance o controlar la compañía. Dalia le había enseñado que los negocios debían mantenerse al borde del amor. Cuando decidieron casarse, aclaró que la decisión se tomaría por alianza estratégica para tener el control de la empresa. Le insistió que al margen de la relación que tenían, por lo menos hasta que fuese ratificado el presidente de la junta directiva, no podían pensar en el romance.

Algunas veces al mirarla dormir, o bañarse en la bañera llena de espumas, Eddie se preguntó cuándo su cuerpo despertaría de nuevo a la atracción por ella. Y aquella mañana, cuando ella se quejó de que Eddie tomara su baño como sala de juntas… No lo demostró, pero en su interior todo se alocó. Después de todo… era ella. Dalia siempre había sido esa mujer que, con solo aparecer en la puerta de su apartamento, cambiaba sus planes, sus intenciones, su todo. No sabía decir que no, no podía… Muchas veces estuvo convencido de haberse enamorado y de repente, Dalia lo llamaba desde la puerta de su edificio y todo volvía a girar alrededor de ella.

Condujo durante una hora y Dalia estaba profundamente dormida al cruzar la entrada del conjunto de casas en el que vivían. Era un barrio cerrado con casas de mil metros cuadrados. Sus padres la habían comprado cuando se casaron unos treinta años atrás. Eddie condujo por el camino hacia la zona de los garajes y guardó el auto. La observó unos minutos. No quería despertarla. La cargó en sus brazos, pero no estaba seguro de que pudiera llegar al segundo piso. Así que la llevó a la habitación de invitados cerca del estudio.

La acomodó en la cama y le quitó los zapatos.  ¿Estaba dormida o se hacía la dormida? Se preguntó Eddie, pero fue fácil desabotonar su chaqueta y quitársela. No dejaría que él la desnudara sin detenerlo. Dalia se acomodó abrazando una almohada. A Eddie le producía ternura verla dormir, siempre aferrada a una almohada o a un cojín.  Buscó el control de la calefacción. Se quitó la chaqueta, pero no se decidió a dejarla sola. ¿Cabían los dos en esa cama? Si se acomodaba en los brazos de Dalia en lugar de la almohada, sí. Sonrió. Dalia lo golpearía cuando se despertara. Pero ya habrían pasado algunas horas juntos.

Apagó las luces y se deslizó en la cama. Efectivamente Dalia echó a un lado la almohada y lo abrazó. Después de mucha fuerza de voluntad y cansado de todas las actividades y tensiones del día se quedó dormido.

Dalia no abrió los ojos de inmediato. Entre sus manos estaban los dedos de las manos de Eddie. Podía respirar el resto de su aroma, el más costoso perfume de Antonio Banderas. A Dalia le encantaba y se lo compraba cada tres meses desde hacía unos cinco años atrás cuando fue lanzado al mercado. Suspiró sobre el cabello de Eddie. Cualquier movimiento de ella lo despertaría. Abrió los ojos con lentitud.

La habitación ya estaba invadida con la luz de la mañana. Y Eddie estaba justo acostado sobre ella, no tenía sino un pequeño pantalón de pijama corto puesto y Dalia podía sentir el contacto con su piel desde los tobillos, subiendo por los muslos hasta el pecho. Dalia tragó en seco y buscó en su mente la manera de salir de aquel abrazo sin despertarlo.

Eddie despertó al sentir el aliento de Dalia sobre su cabello. Habían pasado tres meses desde la noche de bodas. Aquella noche habían tenido relaciones más en un acto desesperado por bajar la tensión de la muerte de Edward el padre de Eddie y de todas las reuniones de la semana del consorcio. Trató de pensar en una manera de levantarse y no despertarla. Respiró profundamente y empezó a deslizar los dedos de sus manos con lentitud.

-          ¿Estás tratando de escapar? – preguntó Dalia.  Eddie soltó sus manos y alzó la cara.

-          No quería despertarte. - Le dijo él.

-          Por despertarme o por no tener… sexo. - Le dijo ella. Eddie sonrió.

-          Ambas… - Dijo sincero.

-          ¿Porque no quieres o porque estamos en receso? – preguntó ella. Eddie alzó una ceja…

-          Ese receso apesta… ¿cierto? – Preguntó él. Se levantó sobre los codos y la besó. – ¿No quisieras retomar… esta relación … donde la dejamos?

Aquello fue suficiente para iniciaran un juego sexual que los llevó al sexo más loco y salvaje que hubiesen experimentado entre ellos. La señora Márquez escuchó sus gemidos desde la puerta de la habitación y dejó la mesa del desayuno en el pasillo. Regresaría veinte o tal vez treinta minutos más tarde con una cafetera caliente.

-          ¿Por qué tener sexo contigo es volver a sentirme vivo? – preguntó él de repente mientras desayunaban. Dalia parpadeó varias veces y tragó en seco como siempre. ¿Qué clase de pregunta es esa?

-          Es un encuentro físico. Exige de ti toda la actuación de tus hormonas y de tu energía. Es mejor que una hora de gimnasio. – Le dijo Dalia. Eddie sonrió.

-          Eres una grosera. Sabes a qué me refiero… - Le dijo Eddie. Dalia suspiró. No… en realidad no lo sé. ¿Te gusto?… ¿Me amas? Sacudió la cabeza y siguió comiendo. ¿Qué tonterías pensaba? Si ni siquiera sabía si lo amaba ella.

Terminaron el desayuno en silencio. Eddie tratando de adivinar los pensamientos de Dalia. Infructuosamente como siempre. ¿Cómo saber qué pensaba aquella mujer?  Se preguntó como siempre. Se levantó y se fue a cambiar. Tendría que dejar aquella conversación para después de la junta. ¿Los negocios o los sentimientos? Le había preguntado una vez Dalia. Tienes que escoger entre uno de los dos…Tu mente no puede concentrarse en uno,  si está ocupada en el otro. Decide… En este momento… ¿tomarás decisiones acerca de negocios o acerca de tus sentimientos?

Eddie se decidió por los negocios. De hecho, sino ganaba en aquella contienda de negocios de ese día… no tenía ni la más mínima posibilidad de hablar de sentimientos con Dalia. Estaba convencido de ello. Ella se había casado con él en la mejor jugada de negocios que podía imaginarse. Estaba comprometida con él por los negocios y los sentimientos… si existían… tenían que esperar a que ella decidiera fuese el tiempo de hablar de ellos.

Dalia se duchó en la habitación de huéspedes donde habían dormido. Había hecho que la señora Márquez le buscara ropa y accesorios para vestirse. En parte para huir de él y en parte para ahorrar tiempo como había dicho. Tenían que llegar temprano a aquella cita con el futuro de la empresa.

Estaban ya en la sala de juntas cuando apareció Loraine acompañada de Jude. Justificó la presencia de Jude anunciando que eran pareja y que le había cedido la mitad de sus acciones. Eddie partió el lápiz en su mano. Lucia su secretaria se lo reemplazó rápidamente por otro y recogió las dos partes en las que se dividió el otro.

La junta dio inicio y Dalia reemplazó el vaso con agua de Eddie en al menos tres ocasiones. Solía tomar mucha agua cuando estaba enojado. Era como una terapia para encontrar el equilibrio en sus emociones. A pesar de que a media hora de iniciada la discusión, ya se podía percibir a la unanimidad de los miembros de la junta a ratificar en la presidencia del consorcio a Eddie. Dalia lo observaba enfurecido, estresado, ansioso… pero en control de todas sus expresiones. Los detalles eran los que hablaban por él. El agua, la pierna derecha moviéndose incesantemente, la vista fija en los documentos frente a él que Dalia sabía eran solo las escrituras de constitución de la empresa.

-          De igual modo, tenía claro que Eddie sería escogido para el puesto. – Concluyó Jude su discurso. – Fue escogido para ello desde los 15 cuando empezó a interesarse por los negocios más que por el deporte. Y ratificado cuando inició su relación con Dalia Hope.

-          Secretario… omite ese comentario en el resumen de la reunión. – Dijo con voz de trueno William el padre de Dalia sin darle la oportunidad a Eddie de callarlo.

-          Así es … - Dijo Jude – Es una apreciación personal que nada tiene que ver con el asunto que nos reúne.  Pero que explica mi deseo de postularme es porque nadie se consideraría lo suficientemente convincente y lo suficientemente fuerte como para competir con Eddie. Sin que esto demerite las cualidades de mi hoja de vida. Estoy a entera disposición de la junta para cuando decida que el recorrido del presidente de la junta no necesariamente tenga que ser vitalicia… sino de acuerdo a sus resultados.

-          Se terminó el tiempo de intervención – Dijo Daniel Sims quien estaba ejerciendo la función de controlador del tiempo. Jude le hizo una venia y se sentó.

-          Corresponde la intervención del señor William Hope – anunció el secretario de actas de la junta, el señor Rick Maxwell.

-          Buenos días. Mi intervención es corta. Represento el 45% de las acciones de la junta directiva en el consorcio.- Describió como indicaba el protocolo. – Además del 14% de las madres cabeza de hogar, la fundación que Edward decidió patrocinar para beneficio de las condiciones del personal femenino en el consorcio.

Ese anuncio hizo que Dalia y Eddie se miraran. ¿William Hope controlaba el 59% de las acciones de la empresa?  Dalia miró a su padre de pie frente a la junta. ¿Por qué Edward le había dado ese 14 %  en acciones a su padre?

-          Esta condición significa que puedo aportar 59 votos a la decisión de que Eddie Prince sea el presidente de la junta directiva y que Dalia Hope continúe en su rol de representante de la familia en el consejo de ejecutivos. Esta decisión es definitivamente una acción sustentada en el proceso de formación y seguimiento de crecimiento en manejo de las finanzas que Edward Prince hizo de estos dos jóvenes. Aclarando que esta decisión es independiente a cualquier decisión de estas dos personas en su vida personal. Los documentos del testamento de Edward que serán conocidos en su momento y de mi testamento personal  así lo estipulan. Gracias por el voto de confianza que siempre han dado a esta dupla de negocios que constituimos Edward y yo con nuestras familias, y que se representa en el mantenimiento de las acciones que tienen en su poder.

William Hope se sentó después de decir esto. Dalia seguía mirando a Eddie con el ceño fruncido.  Eddie extendió su mano hacia ella y tocó con un dedo su ceño fruncido. Un gesto típico de los coreanos que fueron sus aliados de negocio en la universidad. Dalia deshizo su gesto. El señor Maxwell se levantó y dio las conclusiones de la junta en su calidad de secretario de actas. Eddie era el presidente de la junta directiva del consorcio por los próximos diez años. La junta podía cada tres años ratificarlo o solicitar una auditoria de su gestión para verificar su efectividad.

Solicitó la revisión del contenido y comentarios para propuestas de cambios y reinó el silencio durante los cinco minutos de tiempo que el protocolo de la junta exigía. Dalia jaló de la chaqueta de Eddie por debajo de la mesa, él bajó la mano derecha y dejó que ella la tomara entre las suyas. Eddie la miró en silencio, parpadeó varias veces seguidas al sentir que ella deslizaba un anillo en su dedo anular. No habían intercambiado anillos en su boda. Él le había entregado el anillo de su abuela y ella le había dado unas mancornas de plata con un diamante imitación del Blue Moon Josephine que había heredado de su abuela.  El gesto del anillo significaba la liberación de Eddie para la decisión de seguir casado con ella o terminar el matrimonio.

Eddie no le permitió a Dalia retirar las manos. El secretario de actas dio por terminado los cinco minutos y anunció que se publicaría la decisión en los principales medios de comunicación de la ciudad y en los de economía y negocios del mundo. La entrevista a Eddie sería en rueda de prensa organizada para esa misma tarde a las 5 pm en el New York Hilton Midtown, hotel tradicional en el Consorcio para este tipo de anuncios.  Con un aplauso por el ratificado presidente se dio por terminada la reunión y todos los miembros de la junta empezaron a retirarse.

Jude se acercó a ellos con expresión adusta en su rostro. Dalia preguntándose qué diría y cómo se expresaría ahora que sabía no tenía chance de ser el presidente.  Extendió en silencio una mano hacia Eddie quien se levantó de la mesa. Como tenía la mano de Dalia agarrada a la suya la llevó a su lado.

-          Me va tocar iniciar mi propio emporio. – Le dijo Jude. Eddie sonrió con un gesto perverso que Dalia conocía muy bien. Era el gesto amenazante que se expresaba en su cara un minuto antes de lanzar un puñetazo.

-          Debiste iniciarlo hace mucho tiempo. – Le dijo Eddie. Dalia tenía una mano enlazada a la suya pero la izquierda de Eddie era tan letal como la derecha pensó mientras trataba de calcular cuando lanzaría el puñetazo.

-          Así es… me aferre a falsas quimeras. – Le dijo. – Igual… es muy bueno para mi permanecer unos tres o cinco años en el poder de las acciones de tu madre. - Dalia se interpuso entre los dos tan pronto lo escuchó.

-          Les agradezco tener esta conversación en otro lugar. – Les dijo con firmeza.

-          No te preocupes… Será una conversación en privado. – Dijo Jude alejando la mano extendida y caminando hacia la salida. Dalia buscó con la mirada, pero, Loraine tal como era su costumbre se había escapado del lugar alejándose lo más posible de los escándalos y de los reclamos. Dalia se dio media vuelta y abrazó a Eddie.

-          ¡¡¡Felicitaciones, Señor Presidente!!! – Le dijo tratando de disipar la tensión de la situación.

-          No puedes tener expresiones excesivas de cariño en la oficina. – Le advirtió Lucia ayudando a Dalia. Ella había sentido también la tensión entre los dos hombres.

-           Es cierto. - Dijo Dalia y se separó. Eddie se negó a soltar su mano.

-          No vuelvas a interponerte entre él y yo. – Dijo Eddie con un tono de voz todavía enfadado.

Se fueron a almorzar al hermoso restaurante del edificio del consorcio. Dalia ya había organizado a primera hora de ese día el menú preferido de Eddie. Sus hermanos aparecieron justo a tiempo. Tenían una intuición para la hora de la comida. Todo el tiempo estuvo Eddie sosteniendo su mano entre las suyas.

-          Todo estuvo delicioso. – Comentó William. Dalia miró a su madre que haciendo un esfuerzo había asistido al almuerzo.

-          Tal vez es la felicidad. Eso hace que todo sepa bien. – Dijo Sofía.

-          Tener el almuerzo aquí en el restaurante del consorcio fue una mejor idea. Todos los empleados están compartiendo con nosotros. – Dijo Dalia. Había sido una idea de su padre.

-          Cuando Edward y yo no teníamos familia, todas las celebraciones eran con los empleados. – Dijo William con aire melancólico.

-          Solía contar esas historias. – Dijo Eddie con voz baja. Dalia le dio palmaditas en la mano. – Y… siendo que estamos en un día tan importante para todos. Sigamos manteniendo esas costumbres.

-          Claro. Todo lo que podamos celebrar aquí, lo haremos.  Sin embargo, la fiesta oficial será en el Hilton. Todos los empleados esperan con emoción esa celebración. - les dijo Dalia

-          ¿Cuántos confirmaron? – Preguntó William

-          Será una fiesta de unas 800 personas… un verdadero acontecimiento. De todos modos, no te preocupes… el sitio tiene una capacidad para mil personas. – Le contestó Dalia.

-          Un evento multitudinario. – dijo Sofía. – Tal como le gustaban a mi madre. – Tenemos que ir de compras Dalia. Tienes que verte espectacular. Eres la esposa del presidente.

-          Mamá no necesitamos ir a ningún lado… Haremos que nos lleven una propuesta a casa. Es la nueva manera de comprar. – Sabía que Sofía iría de compras con ella aunque le doliera todo el cuerpo.

-          Así es… desde la tranquilidad de tu casa… lo harán todo. Y a propósito de eso creo que debemos irnos ya… - Dijo Eddie. – Hay una esposa que me debe una tarde a solas y Sofia ya debe irse a descansar.

Dalia sintió sus mejillas sonrosadas.  Pero todos armaron gran alboroto levantándose de sus asientos y recogiendo las bandejas.  Algunas personas felicitaron a Eddie mientras caminaban hacia el parqueadero. Dalia sonreía. Ese aspecto de su posición no le gustaba a Eddie. Gran número de personas caminando alrededor de él… era su mayor pesadilla. Sin embargo, Dalia observó que él mantuvo su sonrisa, caminó con lentitud sin apresurar su paso y respondió a todos, sus preguntas.

Su padre se llevó a su madre y a los chicos. Eddie condujo personalmente el auto de ellos. Había dado la tarde libre al chofer. No se dirigió a la casa. Tomó la vía contraria.

-          ¿Vamos a Central Park? – Preguntó Dalia. Eddie movió la cabeza negando.

-          Vamos a dar un paseo en barco. - Anunció. Dalia alzó una ceja.

-          Y eso… es idea de … - Empezó a decir ella

-          Es lo más romántico para hacer en NY según me dijeron. Mi idea original era llevarte a Paris pero quedaríamos agotados del ir y venir para estar a tiempo a la rueda de prensa. – Dijo él hablando más de lo normal. Dalia supuso que estaba nervioso.

-          Has estado analizando nuestra relación. ¿cierto? -  Le dijo Dalia. Eddie suspiró.

-          Así es. Tienes toda la razón. – Le dijo él con aire melancólico. – Estoy de acuerdo que ese plan de nuestros padres por convencernos de ser pareja, les resultó muy fácil con nosotros.

Dalia no dijo nada se quedó mirando el paisaje a través de su ventanilla. Esa conversación la habían tenido en varias ocasiones. La primera vez, Dalia tenía 17… acababa de terminar secundaria y estaba por decidir la universidad en la que estudiaría. Y cometió la imprudencia de consultarlo con Eddie. Entonces, él le había dicho que no tenía ningún derecho a controlar la vida de ella, que decidiera la universidad y la carrera que le atrajera y que no pensara en él, ni en lo lejos ni en lo cerca que pudiera tenerlo.

-          La facilidad no estuvo en lo obedientes que somos. – Continuó diciendo él.   – La principal razón estuvo en que me gustabas y yo… te gustaba y no podíamos hallar una persona que nos hiciera dudar de querer estar juntos.

-          Y … ¿Qué hay de Joselyn? – Preguntó Dalia. Esa chica había sido la razón para la segunda ocasión en la que intentaron terminar.

-          Por favor… ni siquiera debías mencionarla. Eso fue un frustrante intento por cambiar de rumbo mi vida. – Reclamó Eddie. Dalia sonrió.

-          Cómo se te ocurre que no voy a mencionarla. Estuviste todo un mes con ella en ese bendito curso vacacional de Francés… - Dalia se tapó la boca con las manos. Diantres!!! ¡¡¡Por qué dijo eso!!!

-          ¿Eso quiere decir que crees que estuve viviendo con Joselyn durante todo ese mes en Paris? – La risa de Eddie llenó el ambiente del auto. Dalia quiso morirse de la vergüenza.

El silencio entre ellos se hizo pesado. Eddie recordó una cafetería cerca en la que podrían hablar. Dalia apretó los dientes. Una de las razones por las que no hablaban de sentimientos es porque Dalia no se sentía preparada para decirle que lo amaba. Y por otro lado, no estaba preparada para que él dijera que no la amaba.

-          No viví, ni dormí con ella ni una sola noche en Paris. - Le dijo él. Parqueó el auto y apagó el motor. – Tuvimos sexo… - le dijo lentamente y entre susurros. –una sola vez… y acordamos no volver a hacerlo.

-          No quiero escuchar. - Le dijo entre dientes. Eddie se acomodó en el asiento del chofer para quedar frente a ella.

-          Debes escuchar… De hecho… creo que después debo escuchar yo… - Dijo Eddie con voz no muy segura.

-          ¿Eres consciente que después de esta conversación podríamos terminar decidiendo un divorcio? – Le preguntó ella dándose vuelta para verlo de frente también.

-          ¿Eres consciente de que los sentimientos son lo que nos tienen juntos? Preguntó Eddie. Dalia suspiró.

-          ¿De qué hablas? – Eddie le tomó las manos entre las suyas.

-          No fue la obediencia… Ni resignarnos a que nuestros padres nos dieran el poder en nuestro consorcio a través de este matrimonio. Si no te gustara, habrías mandado a tu padre y al mío al quinto infierno, te habrías conseguido un empleo en una gran empresa o hubieras iniciado la propia con la herencia de tu abuela.

-          Estás pensando en mi de manera muy romántica- Le dijo ella. Eddie sonrió

-          Eres una heroína de cuento de hadas. Y tienes que reconocer que entre tú y yo eres la de la intuición y la inteligencia financiera. – Le dijo él. – Yo traté de liberarme, de experimentar mi adolescencia de la mejor manera posible… pero… sin el dinero y la compañía de mi padre… nada soy. – Confesó.

-          ¿Por qué estás tan melancólico? ¿Qué ideas tan tristes? ¿Es por la euforia de conseguir la presidencia? – Le preguntó ella intentando que él le mirara a los ojos.

-          Es… todo lo que hemos vivido estos últimos meses…  Las decisiones, la línea de ataque, la propuesta de negocios… Todo ha sido tu creación… Eres tú quien debía ser presidente… - Dalia lo escuchó. Él parecía necesitar el desahogo.

-          Detente… - Le dijo ella. – Hablemos cuando estés alegre, cuando tengas todo claro, cuando no hables con esta actitud depresiva y triste que me mata

Eddie se la quedó mirando. A ella en serio le importaba un reverendo rábano que todo fuese gracias a su inteligencia y que él recibiera los premios. Ah ¡¡esta mujer!! ¿De verdad merecía tener por esposa aquella mujer? Dalia lo miraba tratando de leerle los pensamientos.

-          Vamos… dijiste que iríamos a un paseo en un barco. – Le dijo ella al final desistiendo de adivinar que estaba deseando decir.

-          De verdad…  ¿no quieres saber por qué me casé contigo?  - Le dijo él. Dalia le acarició una mejilla.  

-          Porque eres el Eddie de Dalia Hope y yo la Dalia de Eddie Prince. – Le dijo ella. Una vieja frase que habían escuchado en una película y que les había encantado. Eddie se la había escrito en la primera tarjeta de cumpleaños que le envió.

-          Remo con remo… tú y yo… - Le dijo él. – Pero… ¿por qué no terminar de hablar de lo que sentimos? – Preguntó Eddie. Dalia suspiró.

-          Llévame a ese famoso barco. Nunca he hecho ese recorrido. – Eddie se acomodó y encendió el auto.

-          Vamos… supongo que si todos lo recomiendan como una actividad para enamorados… ¡¡Será fantástica!!-  Le dijo conduciendo de nuevo.

Dalia no estaba preparada para hablar de amor y él… en el fondo no estaba preparado para que ella le dijera que no era amor la razón de su matrimonio.  Subieron al barco, había una zona de comida en la que servían pasabocas y platos sencillos de comida mediterránea.

-          Hablaste con tu madre… - Preguntó como si fuese una idea casual. Eddie la miró.

-          No quiero hablar con ella. Sabes lo que va a pasar cuando hablemos…- Respondió. Dalia asintió. Sí, podía imaginar la absurda y tensa situación a la que se enfrentarían.

-          Ese vestido… hace que te veas muy femenina. – Comentó sorpresivamente. Dalia lo miró.

-          Me lo regalaste. – Eddie alzó una ceja. –Cuando estuvimos en Paris.

-          Y ¿hasta ahora te lo pones? – Dalia sonrió y asintió. Así era hasta ese día había encontrado un evento digno de aquel vestido.

Era un vestido con un clásico estilo camisero, de falda a media pierna, tela vaporosa, fondo color crema y flores de un rosa intenso. Solo llevaba unos zarcillos largos de plata con pequeñas amatistas salteadas en un aro alargado y ancho. Su rostro maquillado con tonos que ella solía llamar como imagen básica. Eddie la escuchaba hablar con las estilistas que en ocasiones especiales solía llamar para que le arreglaran. 

-          Me siento… tan diferente y especial con él que…. Siempre entraba en conflicto: muy elegante, muy sobrio, muy floreado. -  Eddie la abrazó rodeándola con sus brazos apoyando su cabeza en su pecho, los dos mirando al frente el horizonte. La vista de Nueva York desde cualquier punto es emblemática, pero aquel paisaje que se apreciaba desde el recorrido en el río, todavía más conmemorativo de la ciudad que nunca duerme.

-          Muy sexy… - Le dijo al oído. – demasiado sexy, pero estoy suponiendo que no es el vestido, sino tú.

-           Qué tonto estás hoy. – Le dijo haciendo un esfuerzo por hablar con calma. Eddie se rascó la nariz con el cabello de ella.

-          Encontré una carta de mi padre para ti y para mí. – Le confesó. La obligó a permanecer en el abrazo cuando Dalia intentó darse vuelta. – Es un papel con el membrete de la empresa ´por lo que pienso fue un momento de desahogo en medio de alguna reunión.

-          ¿Podré leerla? – Preguntó ella. Eddie asintió moviendo la cabeza.

-          Dice cosas muy interesantes. Entre ellas, lo que he estado intentando conversar contigo. – Le dijo – Yo sé que para ti es difícil hablar de sentimientos cuando jamás hemos hablado de sentimientos.

-          Una cosa es hablar y otra, sentir. Aunque no lo conversemos, sabemos que allí están. ¿Cierto? – Le dijo ella.

-          Así es… pero papá estaba preocupado porque nunca hablamos de amor cuando le dijimos que íbamos a casarnos. - Relató recordando las palabras en la carta como si fuesen suyas. -  Ni antes cuando dijimos que viajaríamos juntos, ni antes cuando ellos decían: Se casarán y manejarán los negocios juntos. ¿Verdad? Y nosotros sólo nos mirábamos y nos reíamos, según lo que él describe. Y luego nos íbamos en bici o a patinar. Como si prometer casarnos era lo mismo que prometer lavarnos los dientes o comer bien.

-          Recuerdo que me dijo eso una vez que fuimos a un desfile de modas de vestidos de novia en el centro comercial del Bronx. – Le contó Dalia. – Edward me preguntó si alguno de esos vestidos podría ser el que yo escogiera para casarme contigo.  Yo le dije que probablemente apareceríamos cualquier día en casa, casados, en jeans y camisetas.

-          Hmmm…. Habría sido realmente espectacular hacerlo. - Se rio Eddie. - Sofía nos hubiera golpeado con palo de golf… pero habría sido divertido.

-          ¿Qué más dice? -  Preguntó Dalia al ver con qué facilidad Eddie cambiaba el tema de la conversación.

-          Describe un montón de momentos de nuestra vida que ni siquiera recordaba. Él estuvo en todos ellos o los vio en fotos. Como ese día que patinamos en el hielo en Rockefeller center. ¿Tenías 14 años? Nos besamos según nosotros ocultos en la multitud. Mi padre nos vio y distrajo al tuyo para que no nos viera. Dice que esa escena le trajo tranquilidad porque había pensado que tal vez te habían presionado para aceptarme en tu vida.

-          Y tú pensaste eso dos años después. – Le dijo ella recordando cuando Eddie le dijo que no terminaría la carrera en Nueva York.

-          Hmmm… Me fui por el mundo a aprender idiomas y otras maneras de administrar. -  Le dijo, aunque sabía que ella conocía mejor que nadie lo que él había vivido y experimentado todos esos años. Ella era la única con la que Eddie se desahogaba sin límites y sin reservas.

-           En la carta pronostica lo que pasó… Nos casamos cuando él no estaba en la Tierra…- Agregó Eddie. Dalia suspiró.

-          Esa es una de las cosas de las que me arrepiento. - Dijo Dalia. – Debimos casarnos el año pasado cuando…

-          Cállate… El matrimonio se dio cuando teníamos que hacerlo. – La regañó él. El año anterior no se habían casado, porque habían terminado. Dalia estaba saliendo con Jude cuando Eddie regresó en sus vacaciones de verano. - Podríamos permanecer años en este lento transitar del barco sobre el rio. ¿No te parece?

-          Eso te gustaría. Estar días enteros mirando el paisaje, mientras el barco navega sobre el río. – Le dijo Dalia. Para mi está bien… una hora. Pero… definitivamente, no para un dia completo.

-          A menos que te traiga un portátil…- Se burló Eddie. – Con un computador te quedarías sentada todos los días de todo un mes frente a este paisaje y nadie te movería de allí.

Eddie la hizo girar. Dalia apreció su rostro. Siempre niño, solía decir su mamá. Tito se burlaba y le decía Cara de niña. Pero, aunque Eddie de vez en cuando actuaba como un niño perdido en el mundo de los adultos… Dalia sabía que era un hombre para admirar y respetar.  Eddie le besó en la frente.

-          ¿Qué dices? -  Preguntó él. – Tenemos un contrato de matrimonio para diez años.

-          Quedamos que cada cinco años nos preguntaríamos por su renovación…- Se burló ella. Eddie la besó.

-          Quiero que digas lo que quieres decir. – Le dijo él hablando sobre los labios. Dalia apretó las manos que se agarraban de su chaqueta.

-          ¿No debe el hombre decirlo primero? – Preguntó ella. Eddie la miró detenidamente a los ojos en silencio.

-          Dalia de Eddie Prince… ¿Sabes que Eddie te ama? – Le dijo con voz insegura. Dalia abrió muchos los ojos. ¡Oh, cielos! Él le había dicho que la amaba. Dalia respiró con más fuerza de lo normal.                                  

-          Eddie de Dalia Hope… Si esto que siento no es amor… entonces voy a inventar que sí lo es. Te amo.

El beso se prolongó durante largo tiempo.                                                                                                                                                                                                                                                                 

 [GLSS1]si pienso en cualquier cosa
Estoy pensando en tí
Si intento amar al mundo
Te estoy amando a tí
Si creo en la justicia
Estoy creyendo en tí
Si sueño en la alegría
Te estoy soñando a tí
Unica, única
Y nos amamos mano con mano, tú y yo
Y nos queremos tú y yo
Y nos queremos remo con remo tú y yo
Remo con remo y nos unimos tú y yo
Unica, inevitablemente única
Ardiente y sonriente, única
Brillando entre la gente, tú

Si miro al sol de frente, te estoy mirando a tí
Si oigo la tormenta, te estoy oyendo a tí
Si dudo de mi mismo, dudando estoy de tí
Si espero lo imposible, te espero solo a tí
Unica, única
Y nos amamos mano con mano, tú y yo…

 

 [

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