martes, 11 de noviembre de 2014

LOLA II

Zaida desvió la conversación hacia otros asuntos de la casa y Salomé llegó para recordarle a Lola que cenaría con el jeque Fher por lo tanto debía ir a cambiarse. Lola se despidió de Zaida y se vistió con un caftan de seda color azul aguamarina que se pegaba a su pecho y a sus curvas como un guante y abría la falda a media pierna hasta los tobillos. Estaba recamado en lentejuelas y canutillos dorados y plateados y el escote de frente no dejaba mucho a la imaginación mostrando el nacimiento de sus redondos y firmes senos. Las mangas eran tres cuartos y le daban una aire sofisticado y conservador a su silueta.
A Lola, la llevó Assif por un intrincado juego de pasillos hasta un salón que era más una biblioteca que un comedor. En el escritorio del fondo estaba Fher sentado leyendo un documento que interrumpió cuando escuchó la puerta cerrarse detrás de Assif. La recorrió con su mirada de pies a cabeza antes de levantarse de la silla y caminar hacia ella. Lola se mordió el labio inferior en su frecuente costumbre de mostrar su incomodidad. Esa mirada suya era casi como sentir sus manos sobre la piel. Se dijo Lola conteniendo el aliento. Y le encantaba como se movían los brillos de la camisa de seda que llevaba, el gris ´plomo de la tela oscurecía sus ojos y le daba un aire enigmática. Apreció el pantalón clásico de Oscar de la Renta no disminuía su marcado origen árabe.

  • -          Qué lugar del mundo has querido conocer y no has podido hacerlo? – Preguntó el jeque sin preámbulos. Lola alzó una ceja.
  • -Su país. Creo que solo conozco el Resort. - Respondió ella. Él siguió acercándose a ella.
  • Con Ernest conocían siempre Francia, España, Inglaterra. - Le enumeró él. Ella sonrió.
  • La Riviera Francesa, Monaco, Marbella, Londres... Es eso lo que más le molesta de mi? Mi vida de diversión y fiestas?
  • -          No. – Respondió él y no le dijo que era lo que más le molestaba de ella.  – Pocas cosas me disgustan.
  • -          Me refiero a que siempre está señalando de manera crítica mis costumbres veraniegas de diversión. – Le dijo Lola. – a Ernest le gustaba invertir en artistas así que esos eran los sitios más atractivos para encontrar a los que él particularmente andaba buscando.
  • -          Y tú te gozabas todas las fiestas… - Dijo él. Lola sonrió.
  • -          Las fiestas son para disfrutarlas. – Dijo Lola sin amedentrarse. El estaba más cerca de lo necesario.
  • -          Y tú las disfrutabas mucho: con Raúl Montalbán, tu visita de hoy y con Tony Andrews, el productor musical. Todo el tiempo sales con alguno de los dos en las fotos de farándula  – Señaló Fher. Lola sonrió divertida.
  • -          Hay algo inadecuado en esas fotos? -  Preguntó tratando de recordar algunas de ellas.
  • -          Que estás con otros hombres de vacaciones y no está tu marido en ninguna de ellas? – Lola sonrió ampliamente al escucharlo. Estaba celoso!!
  • -          Ernest estuvo muy enfermo los últimos dos años de su vida. No le gustaba como aparecía en las fotos. Y, la mayoría de esas fotos las tomó él. Jamás y eso lo puede corroborar cualquiera… viajé sin mi marido, Jeque Ali-Duban.- Le dijo ella. Lola sintió como él le miraba la boca sin poder desviar la mirada a algo más allá.
  • -          Lo siento… He sido tal vez demasiado ligero en mi apreciación. – Dijo Fher como si sus pensamientos estuvieran en otro tema distinto al de sus palabras. Lola sonrió.
  • -          Podría usted dedicarse a periodista en la prensa amarillista de occidente. – bromeó
  • -          Lo siento. Y no estoy acostumbrado a pedir disculpas. – Le dijo él con un tono de voz más ronco del normal. Lola tragó en seco. Estaba él pensando en besarla?
  • -          Estoy acostumbrada. Desde que me casé con Ernest: la prensa, los analistas económicos y hasta los religiosos se dedican a analizar mi vida. – Le dijo ella tratando de hacerlo reir.
  • -          Lo amabas? – Preguntó de repente. Lola trató de dar un paso atrás.
  • -          Y tú… amabas a Janina? – Preguntó ella sin querer dar una respuesta a su pregunta.
  • -          Aunque sea imprudente mi pregunta, responde. – Le ordenó él. Lola le enseñó su mano sin argollas pero con la sombra del anillo de matrimonio aún.
  • -          Hasta que llegué aquí… usaba mi alianza. – Le dijo revelando más de lo que había querido hacer. Fher sintió un fogonazo de deseo que le hizo gemir como si hubiese recibido un golpe en el estómago.
  • -          Me estás matando…- Dijo él sin acercarse más a ella. Lola se lamió los labios con la punta de la lengua.
  • -          Conozco la agonía… - Fher miró sus senos y otra vez su boca.
  • -          Janina era como una flor hermosa que me regalaron para acompañarme toda la vida. La respetaba y la quería porque era mía. – Le dijo él. – Y en el fondo creo que no la busqué lo suficiente porque no me despertaba los bajos instintos que me están volviendo loco ahora.
  • -          Jeque yo…- empezó a decir Lola consciente de que su confesión hubiese sido el final de su venganza si todavía estuviera buscando una. Fher le interrumpió tomándole una mano y llevándola a sus labios. Assif apareció en ese momento con el plato de entrada de la cena y aclarándose la garganta.
  • -          Mi país tiene ideas muy arcaicas y… yo no quiero quebrantarlas. – Le dijo él en susurros. Lola se volvió a mojar los labios.
  • -          Lo sé. Y cuando vine estaba convencida que solo alguien desquiciado podría venir a someterse a ellas. – Le confesó. Fher sonrió
  • -          Y … Ahora… Qué piensas? – Preguntó él. Lola apenas podía respirar en medio de los latidos desbocados de su corazón.
  • -          Que por mirarme todos los días en esos ojos, yo renunciaría a mi libertad.  – Le dijo. Lola se asombró tanto como él ante aquella revelación. Es que se estaba volviendo loca? No podía estar pensando en la posibilidad de convertirse en una esposa de un árabe. O si?
  • -          Las mujeres de mi pueblo no están presas. Solo que sus decisiones deben ser aprobadas por el hombre de la casa. – Le dijo Fher pero Lola sabía que él estaba intentando contenerse para no besarla. 
  • -          Es igual para la amante del jeque? – Preguntó ella siendo aún más audaz. Fher frunció el ceño
  • -          Yo no estoy hablando de una aventura. Estoy pensando en un matrimonio. – Le dijo. Lola abrió los ojos asombrada.
  • -          Soy católica, viuda y occidental.  – LE dijo ella. Fher sonrió con cierto aire de perversión
  • -          Y sería muy difícil convertirte a musulmana? – Lola se mordió el labio y él gimió
  • -          Esto es demasiado rápido para mi. – Se quejó ella.
  • -          Creí que te gustaban los autos de carreras. – LE dijo Fher.
  • -          Pero en mis relaciones voy muy despacio. – Respondió ella y no había terminado de hablar cuando Fher le rodeaba con los brazos aprisionándola contra su cuerpo.
  • -          Eres una gran inversionista no por correr pocos riesgos. – Le dijo él obligándola a mirarlo a los ojos. Assif murmuro el nombre de su jefe pero Fher lo ignoró.
  • -          Oh,Fher, yo…- Dijo ella sin poder pensar con claridad sintiendo cada centímetro de su piel en contacto con el duro cuerpo del jeque y, entonces Fher perdió su voluntad y se apoderó de su boca.

Aquel no fue un beso romántico. Era un beso que reclamaba descarar sus sentimientos. Las manos de Fher le recorrieron la espalda hasta las caderas y la presionaron contra él para que sintiera la fuerza de su deseo. Y sus labios se abrieron paso entre los de ella para que su lengua buscara los secretos de su sensualidad. Lola solo pudo aferrarse a la camisa de Fher con ambas manos buscando no desfallecer a sus pies. Assif decidió mirar por la ventana y darles un momento de intimidad.
En todos los años que llevaba al lado de Fher jamás lo había visto perder la fuerza de voluntad ante una mujer. Para su jefe, hasta ese momento, las mujeres habían sido un instrumento de satisfacción sexual y no un contrincante al que tuviera que convencer para dejarse seducir. De repente escuchó pasos en el pasillo y reconoció la voz de la señora Zaida preguntando por Fher. Asi que se acercó a los amantes y les dijo con voz de trueno.

  • -          La reina Zaida viene de visita. -  Para Fher aquel recordatorio de dónde estaba y con quién, fue suficiente para enfriar su pasión y hacerlo soltar a Lola. Se alejó de ella con pasos torpes y se sentó detrás del escritorio para recuperar su dominio personal.
Lola jamás se sonrojaba pero sabía que tenía las mejillas rojas cuando Zaida entró en el salón. Estaba casi convencida que veria en su expresión que había estado a punto de dejarse seducir por su hijo frente a Assif!!! Lola cerró los ojos y con ejercicios de respiración trató de recuperar algo de la cordura que debía tener en algún lado de su mente. Zaida entró al salón y su expresión de preocupación llamó la atención de Fher.

  • -          Qué sucede? – Preguntó Fher totalmente recuperado de su brote de pasión. Zaida se llevó las manos al pecho y habló en árabe.
  • -          Siento interrumpir pero el bebé no para de llorar y no creo que sea por lo de costumbre. – Le dijo Zaida a su hijo. Fher de inmediato se puso de pie y cualquier idea de sexo se desvaneció de su mente. Lola se levantó porque había entendido a medias lo que Zaida había dicho.
  • -          Puedo ir? – Preguntó indecisa. Fher ya caminaba hacia la puerta del salón
  • -          Si. Así te dejamos en la habitación. Assif te llevará la cena allí. – Dijo dando órdenes como de costumbre.
  • -          No han cenado!! – Exclamó Zaida asombrada. Lola sonrió
  • -          Nuestra conversación se extendió más allá de lo normal – Excusó Lola mientras recordaba que estuvieron a punto de comerse a besos en lugar de cenar.
  • Assif siguió hacia la cocina y ellas siguieron a Fher hacia las habitaciones donde estaba el bebé. El se calló tan pronto Fher lo alzó en brazos pero no se acomodó con intención de dormir sino que miraba a Lola y le extendía los brazos para que ella le cargara.
  • -          Van a tener que usar el perfume de Lola para que quiera con ustedes. – Les dijo Fher a Isis y Salomé.
  • -          Ya lo llevo puesto pero no dejaba de llorar. – Explicó Salomé.
  • -          Desechada la teoría. No es el olor del perfume sino la esencia de la mujer. – Dijo Fher mirando a Lola con expresión de complicidad. Lola contuvo el aliento.
  • -          Pero no puede dormir conmigo hoy. No debe acostumbrarse a eso. En tres días me iré y… qué sucederá con él.- Fher frunció el ceño. Había olvidado que ella estaba allí solo por una semana.
  • -          No puedes quedarte una semana más? – Preguntó él. Lola supuso que esa era otra concesión que le hacía.
  • -          Y por qué no me acompaña a Londres? Estoy a punto de vender unas propiedades allí y debo visitar a mi padre que está enfermo. – Le dijo Lola. La chica miró a la reina Zaida que los miraba con curiosidad. Diablos!! Qué hacía discutiendo con Fher delante de su madre? – Usted podría realizar los trámites legales para ceder la propiedad a Berlusconi si se va conmigo.
El niño estaba verdaderamente fastidiado y lloraba y se retorcía en los brazos de su padre. Fher dejó de prestarle atención a ella y revisó a su hijo.       Lola se lo pidió a Fher y este se lo entregó. El niño sonrió feliz y se abrazó al cuello de Lola. La chica lo llevó a la cama de la nana y allí trató de acostarlo para revisarle el cuerpo. Quería confirmar que no lloraba por algún dolor físico.
El bebé se dejó hacer de Lola como si estuviera acostumbrado a que Lola le atendiera. Ella no encontró nada extraño en él. Y ahora reía como si el rostro de Lola fuera un chiste divertido. La chica sonrió contagiada de su sonrisa y suspiró.

  • -          Este chico lo único que tiene es que es un manipulador acostumbrado a obtener lo que quiere. – Dijo Lola sin mirar a sus acompañantes. Fher sonrió divertido.
  • -          Puede convencerte de quedarte una semana más? – Preguntó él sin importarle la presencia de la Reina Zaida en la habitación.
  • -          ¿Me pueden decir qué es lo que está pasando aquí? Preguntó la Reina. Fher la miró con su expresión de hombre dominante
  • -          Nada. Te agradeceré mamá que te mantengas al margen. – Le dijo Fher. Lola lo miró.
  • -          El bebé se ha encariñado conmigo y me han sugerido quedarme una semana más. – Dijo Lola.
  • -          ¿El bebé? - Preguntó Zaida.          Fher miró a su madre
  • -                     Mamá, lleva a Zahir a tomar su merienda. – Ordenó Fher a su madre. La Reina frunció el ceño.
  • -          Dame una camiseta de Lola para tranquilizarlo. – Dijo a Salomé. Sabía que su hijo no le permitiría inmiscuirse en su vida privada.   Salomé le iba a entregar la camiseta de trotar de Lola pero ella se la quitó antes que la Reina la cogiera
  • -          El sudor podría afectar la piel del bebé. – Dijo y dejando a Zahir en brazos de su abuela fue a buscar una camiseta de las limpias. – Hablaremos en la tarde después de la merienda para podar juntas la maleza.
  • -          Está bien. – Dijo la Reina contenta porque Lola recordara parte de su rutina diaria en los jardines y porque le prometía confiar en ella.
  • Fher miraba por la ventana de la habitación de Lola esperando que todos salieran de la habitación. Salomé se sentó en una silla al lado de la puerta de salida y Lola se acercó al jeque.
  • -          De qué te ries? -  Dijo Fher dando vuelta para mirarla al darse cuenta que  ella lo observaba.
  • -          Que me doy cuenta haces ver cualquier habitación como una caja de zapatos. – Le dijo sonriendo
  • -          Yo creía que ese era el efecto de tu presencia en la habitación. – Dijo Fher cediendo a su seducción.
  • -          Es un error. – Dijo Lola con sencillez y Fher le entendió con claridad.
  • -          Crees que no lo sé. – Preguntó él Lola frunció el ceño
  • -          Janina huía de este encierro. Y había nacido aquí. – Le dijo ella siguiendo el hilo de sus pensamientos.
  • -          Janina tenía 19 años y no había vivido la tercera parte de lo que tú has vivido…- Dijo Fher en respuesta.
  • -          Y tú crees… que puedo renunciar a todo por ti? – Preguntó ella asombrada de la seguridad que él mostraba con relación a sus sentimientos.
  • -          Yo estaría dispuesto a hacerlo. –Dijo él asombrándose a si mismo por lo que vio Lola
  • -          Es muy pronto para tomar una decisión así. Habría que esperar un año y ver… - Empezó a decir ella. Fher la miró recorriendo de pies a cabeza su cuerpo con la mirada y sonrió.
  • -          Te doy tres meses… Dame tres meses y te mostraré lo que le haces a mi sistema nervioso. – Le dijo él.

     Lola tuvo que reconocer que nadie le había hecho sentir todo un cúmulo de emociones en ciclo de huracán sin tocarle un dedo como lo hacía Fher con solo mirarla. Estaban como a medio metro de distancia el uno del otro y Lola podía percibir el calor de su piel. Cómo no lo veían los demás? o es que no hablaban de ello porque no deseaban que hicieran pareja?

  • -          Crees que es buena idea vivir juntos? Y cómo podríamos hacer eso en Arabia? – Preguntó Lola dejándose seducir por su idea de darse una oportunidad.
Fher continuó mirándola. Lola observó los cambios de emoción que sus pensamientos hacían  reflejar en  los ojos aceituna de Fher. Él empezó a sopesar sus posibilidades. 

  • -          El horror que me da que te vayas y no regreses… - Fher se detuvo. Lola alzó una ceja. Había sido criado y educado para ser obedecido y seguido ciegamente y le estaba costando mucho trabajo tener que reconocerle que la necesitaba y que no quería que lo dejara. - No es que sólo  te necesite, es que te quiero junto a mí. 
  • -          Si me quedo… Empezó a decir Lola. Fher tragó en seco.
  • -          No volveremos a estar solos hasta que nos casemos. – Dijo él. Lola se mordió el labio. La palabra matrimonio le hacía palidecer.
  • -          Es la proposición matrimonial más irregular que conozco. – Le dijo. Fher estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no tocarla.
  • -          La haré de manera formal pero en este momento quiero que te quede claro que estoy hablando de matrimonio y no de cualquier otra cosa. – Le dijo él.
  • -          Fher… Yo… - empezó a decir ella. Salomé se aclaró la garganta.
  • -          Mi señor… no puedo dejarlos solos en la habitación de la joven Lola. – Dijo Salomé.
  • -          Creo que irnos a Londres empieza a parecerme más atractivo. Allí podremos comportarnos como nos de la gana sin que nos tache de inmorales. – Le dijo Fher.
  • -          Pero usted puede recibir en su habitación, a cualquier mujer del pueblo para que le de compañía. – Dijo Salomé. Fher la miró fastidiado.
  • -          No quiero cualquier compañía…- Dijo enojado. Salomé se obligó a hablar.
  • -          La señorita Lola podría vestir como una mujer del pueblo con la ropa adecuada. – Dijo Salomé. Fher frunció el ceño.
  • -          Qué dices? – Preguntó Lola. Fher la miró.
  • -          Hacer pasar a Lola por una concubina del pueblo? – Preguntó Fher.
  • -          Ella puede entrar y salir por los pasillos secretos sin que nadie se cruce con ella. – le dijo Salomé.
  • -          Pasillos secretos? – Preguntó Lola. Fher sonrió mirando a una y otra
  • -          Salomé es la concubina de mi hermano Amin. Eso significa que…- Dijo Fher
  • -          Sé lo que significa. Pero todos no saben de los pasillos?
  • -          Solo las mujeres destinadas a ser concubinas del Rey saben de los pasillos y tienen las llaves de las entradas. Salomé es en este momento la única que vive en el palacio.  – Le dijo Fher. Lola lo miró 
  • -          Y yo seré la otra? – Preguntó Lola. Fher sonrió.
  • -          Solo para poder conversar con tranquilidad. Tengo que decirle a mamá y a Amin esta noche en la cena que tengo intenciones contigo. – Le dijo él. – Mamá no va a dejarnos en paz hasta que lo hagamos
  • -          Y no les dejaran estar a solas hasta la boda. – Dijo Salomé. – Pero desde mi habitación hacia la habitación del  jeque hay un pasillo secreto que les permitirá estar a solas sin ofender a nadie.
  • -          Nadie sabrá que nos vemos a solas.  Y podemos tomarnos un tiempo para conocernos. – Le dijo Fher.
  • -          Y no tiene Salomé que cumplir citas con el rey Amin? – Preguntó Lola. Salomé miró sus pies con expresión de vergüenza.
  • -          El rey Amin está teniendo un romance con una mujer de la realeza. – informó. Lola miró a Fher
  • -          Mientras esté en su noviazgo, Amin no tocará a Salomé. – Dijo Fher. Lola supuso que era una explicación que podría afectar a Salomé así que decidió averiguar lo que sucedía cuando estuviera a solas con Fher
         Cerró los ojos. En verdad estaba pensando aceptar aquella locura. Salomé disfrazándola de concubina y ella corriendo por pasillos oscuros hasta llegar a la habitación de Fher. El jeque la tomó en sus brazos y la besó. Lola disfrutó de la caricia abandonada a sus sensaciones.
  • -          Nos veremos cada noche a las diez. Si yo no estoy en la habitación… tú me esperarás, verdad? – Le dijo él hablando sobre los labios de Lola.
  • -          Esto es una locura. – Dijo Lola como respuesta. Fher volvió a besarla.
  • -          Vamos… Es una deliciosa aventura y será la primera para ti y para mi. – Dijo Fher recorriendo con sus manos la espalda femenina. – Tengo que irme. Maldición!! Pero… sabes que estaré muriéndome porque llegue la noche.
       Fher la volvió a besar comiéndose los labios de Lola con apasionamiento y luego la soltó para salir de la habitación sin mirar atrás. Salomé la miraba con expresión divertida. Lola sentía que la había arrasado un camión. 
  • -          Esto no está bien. – Dijo Lola. Salomé abrió los ojos asombrada
  • -          Cómo que no. Jamás había visto a mi señor con esa expresión de emoción y travesura. A menos que cuente usted la primera vez que se escapó a cabalgar en la madrugada. – Le dijo Salomé. – Usted tiene que darse esta oportunidad y disfrutarla porque cuando se haya ido…
  • -          Estás añorando que Amín vuelva a llamarte… Verdad? – Preguntó Lola. Salomé empezó a buscar la ropa que Lola usaría para la cena con el fin de ocultarle la expresión de su rostro.
  • -          El Rey llamará a la sierva cuando le recuerde. – Dijo Salomé con tono sarcástico.
  • -          Desde cuando eres la concubina de Amin? – Preguntó Lola.
  • -          Eso no debe usted decirlo en voz alta jamás. En la casa solo lo saben los hombres y es información que no se comparte con las mujeres. En palacio yo soy la asistente personal de las esposas del jeque Fher y cuando él se vaya a vivir a otro palacio, yo me iré con él.
  • -          No tienes permiso para enamorarte de Amin. – Dijo Lola entendiendo la situación de Salomé.
  • -          Eso es una tontería. El Rey Amín debe escoger una reina digna de su condición. Y yo no estoy ni en la línea sucesoria. Puedo llegar a ser una de sus esposas secundarias pero solo si la nueva reina lo aprueba. – Le dijo Salomé.
  • -          Eso es un horror. Y estás dispuesta a ser una esposa secundaria? – Preguntó Lola que no podía imaginarse a sí misma aceptando aquella condición.
  • -          He sido educada para ello desde que nací. Nunca he pensado que podría ser otra cosa más que la concubina o la esposa secundaria de mi señor. – Le dijo Salomé.
  • -          Y por qué me ayudas? – Preguntó Lola. Salomé la miró a los ojos.
  • -          Porque mi señor Fher se ha enamorado. Puedo verlo con la misma claridad con la que pude ver que la señora Janina detestaba ser su esposa. Ella hubiese deseado otro destino para ella. Tal vez que le hubieran permitido esperar a los 30 para casarse con el señor.
  • -          Dices que Janina fue obligada a casarse? La reina Zaida me dijo que había insistido en casarse. – Le dijo Lola. Salomé sonrió como si conociera un gran secreto.
  • -          La madre de la señora Janina la presionó para casarse. Le dijo que su padre estaba por morir y que su mayor sueño era verla casada con el jeque. – Le dijo Salomé. Lola la miró asombrada
  • -          Y cómo sabes todo eso? – Preguntó Lola. Salomé sonrió con ironía.
  • -          En mi calidad de sirviente nadie me mira y hacen de cuenta que soy sorda y muda. Pero usted y la señorita Janina son diferentes. Se fijan en mi, son conscientes de mi presencia y me toman en cuenta. – reconoció Salomé. Lola sonrió.
  • -          Así que hablan sin darse cuenta que estás en el salón y te enteras de cosas que tal vez no hubiesen querido que alguien escuchara. – Concluyó Lola.
  • -          Exacto. Y ahora, en mi habitación usted se cambiará por lo que me voy a llevar algunas de sus ropas más sencillas. De tal modo que si debemos cambiarla de ropa lo hagamos con prendas con las que usted estaría dando un paseo por los jardines o cabalgando. Le parece?
  • -          Creo que sabes más de contrainteligencia que yo. Así que tú ordenas y yo obedezco. – Le dijo Lola. Salomé sonrió.
  • -          Mi señor será muy feliz con usted si se llegan  a casar. – Dijo Salomé.
  • -          Si llegamos al matrimonio… - Dijo Lola.
Salomé la condujo a su habitación que no estaba muy lejos de la de ella y le enseñó que el armario tenía un falso fondo que era la entrada a los pasillos secretos. Salomé abrió la puerta con una llave que llevaba colgada de su cuello. Se introdujeron a un pasillo que estaba relativamente limpio para tener siglos de construido. Salomé le explicó que ella misma se encargaba de limpiar una vez por semana. Le fue enseñando las marcas en la pared que indicaban el comienzo de una habitación y el final de otra. Y que la habitación de  Fher era la que se indicaba con el signo árabe Fa que correspondía a la letra F. A la concubina le tocaba cambiar las nomenclaturas en la medida en la que se iban cambiando los roles de la casa y nacían los nuevos miembros de la familia.

  • -          Tiene Fher una concubina? – Preguntó Lola. Salomé sonrió.
  • -          Nunca ha tenido relaciones con ella. Pero no le diré quién es. – Le dijo Salomé cuando vio que Lola iba a hacer otra pregunta.
  • -          Pero Salomé… tengo que saber quién es la chica. – Insistió Lola. Salomé abrió la puerta en la habitación de Fher y le mostró a Lola la entrada.
  • -          Es el armario con la ropa de invierno y los abrigos de mi señor Fher. – Le indicó Salomé.              
  •        La puerta tenía una altura de 80 cms y un ancho de 90 cms asi que Lola tuvo que entrar de lado al armario. Estaba cerrado y pudo escuchar que Fher estaba en la habitación. Lola le indicó a Salomé que hiciera silencio. Las dos se acomodaron en el armario. Fher hablaba con su madre. Salomé pareció entender la necesidad de Lola de escuchar la conversación.
  • -          No he dado cuenta de mis actos desde los catorce años y no voy a hacerlo ahora. – Le dijo Fher a su madre.
  • -          No es dar cuenta de tus actos. Es compartir con tu madre tus sentimientos. Estás en verdad enamorado de esta chica? – Preguntó Zaida.
  • -          Nos vamos a dar un tiempo para averiguarlo mamá. Como bien lo señalaste cuando entraste, acabamos de conocernos. – Le dijo Fher. Su voz denotaba que hablaba en contra de su voluntad.
  • -          Y has pensado en todo lo que esa niña debe renunciar para ser tu mujer? – Preguntó Zaida. Fher siguió vistiéndose mientras hablaba con ella. Lola podía escuchar como abría gavetas y ella iba adivinando lo que él se estaba colocando según el ruido.
  • -          Y también he analizado en todo lo que debo renunciar si quiero que sea mi mujer. – Dijo él con voz calmada.
  • -          Renunciar? De qué estás hablando? – Preguntó Zaida con tono preocupado.
  • -          Si Amin no aprueba esta relación, me iré de embajador a Londres para vivir con ella. – Le dijo. Salomé miró a Lola mostrando su asombro pero le tapó la boca para que no hablara.
  • -          Estás hablando en serio. ¿Verdad? Si los religiosos no aceptan el matrimonio con la católica entonces te irás del país? Es tan fuerte el sentimiento?
  • -          En estos momentos apenas es un presentimiento. – Dijo Fher. – Y apenas son planes. No puedo asegurar que Lola quiera abandonar su religión y adoptar la mía. Ni puedo asegurar que nuestra relación vaya a funcionar. Pero… Estoy seguro que ella es lo que quiero.
  • -          Me dejas sin palabras. Cuando Janina…
  • -          Mamá… ni siquiera hay posibilidad de comparación. Janina fue el compromiso que me impusieron a los 18 años y que por obediencia cumplí. Lola es algo muy distinto. – Le dijo él sin dejarla terminar.
  • -          A dónde vas vestido así? – Preguntó Zaida.
  • -          Tengo cita con el consejo de Hodja – Respondió Fher. – No es para hablar de mi matrimonio con Lola. No hagas esa cara. Es para tratar asuntos de gobierno. Pero no quita que le consulte a alguno de ellos de manera personal.
       Salomé le dijo en susurros que debía tener Fher la ropa tradicional árabe. Hasta  ahora no había tenido oportunidad de verlo con ese tipo de ropa y Lola suspiró.
  • -          Todavía no hagas pública tu intención. Los periodistas acosarían a Lola con el tema. – LE dijo su madre.
  • -          No te dejes engañar por su cuerpo delgado y su sonrisa de niña. Esa mujer puede manejar a 100 periodistas amarillistas mucho mejor que tú. – Le dijo él. Lola se sonrojó al escucharlo elogiarla. – Para que empieces a mirarle el lado bueno a la situación. Ella me recuerda mucho a tu madre. Hermosa, inteligente, decidida. No hay en ella el menor asomo de vanidad pero eso no significa que no sabe lo que tiene y cómo utilizarlo.
  • -          Eso quiere decir que habeís estado juntos ya? – Preguntó Zaida en un chillido histérico. Fher que al parecer ya estaba caminando hacia la puerta se detuvo.
  • -          Ojalá. – Respondió con voz ronca. – Preocúpate por tus geranios… yo me ocuparé de mi vida privada.
Salomé salió al pasillo y ayudó a Lola a salir del armario. Fher había salido de la habitación rumbo a su cita. Salomé cerró la puerta con llave y caminó rápido con rumbo a su habitación. Lola la siguió sin hablar. No debieron escuchar la conversación. Se dijo Lola pero ya era demasiado tarde para arrepentimientos. Así que Fher sentía que podía tener con ella lo que jamás sospechó tener con Janina. Aquello no parecía más estable que casarse por pasión.
Aunque si ella lo pensaba mejor. Con Ernest por más amor y amistad que hubo, jamás sintió la pasión casi incontrolable que le hacía temblar cuando Fher la miraba apasionado. Reflexionó. Salomé le hizo regresar a su habitación y le dio la indicación que descansara antes de a la cena. Fher se había marchado del palacio sin ir a verla. Lola tardó algunos minutos en conseguirlo pero durmió una siesta de dos horas antes que sintiera que le observaban.
Se sentó en la semioscuridad de la habitación. Alguien había corrido las cortinas y ya no había sol. Lola se frotó los ojos y trató de acostumbrarse a la penumbra. Suspiró y salió de la cama. No había nadie allí verdad? Se dijo mientras miraba hacia la puerta de la habitación. Salomé salió del baño.

  • -          Mi señora… Despertó!! – Dijo asombrada. Lola asintió en silencio.
  • -          Esos pasillos secretos… hay una entrada a esta habitación también? – Preguntó hablando en susurros como si dudara de que estuvieran solas. Salomé movió la cabeza de lado a lado.
  • -          Qué sucede? – Preguntó en susurros imitando a Lola.
  • -          Alguien me observaba durmiendo. – Le dijo Lola.
          Salomé frunció el ceño y empezó a recorrer la habitación, encendiendo las lámparas y mirando debajo de la cama y dentro de los armarios que en cada habitación eran tres: el de la ropa de cama, el de la persona que usaba la habitación y el de ropa de época. Salomé los revisó por si de pronto tenía razón y había un pasadizo secreto que no conocía y que diera a otras habitaciones diferentes a las de Isis y ella.
  • -          Nada. – Dijo Salomé después de su inspección. – No sería que sintió usted mi presencia cuando entré a preparar su baño?
  • -          No. Estoy segura que alguien me observaba cuando estaba a punto de levantarme. – Le dijo Lola. Salomé la empujó hacia el cuarto de baño.
  • -          Aprenda otra cosa más. En este palacio sólo hay un sitio ideal para hablar en voz alta sin que se pueda escuchar nada en otro lado. – Le dijo Salomé – Ese es el salón que mi señor Fher usa como oficina.
  • -          Por eso se lo dieron a él? – Preguntó Lola. Salomé sonrió.
  • -          Era el despecho personal de su padre. El rey Amin no quiso tomarlo a la muerte de su padre porque le dolían los recuerdos. El jeque Fher decidió que sería su despacho personal. – Dijo Salomé mientras la ayudaba a quitarse la ropa.
  • -          Me ayudarás a saber si alguien me miraba mientras dormía? – Preguntó Lola. Salomé asintió.
Los días que siguieron transcurrieron de manera muy parecida. Lola iba y venía con Salomé durante el día de la cocina al jardín aprendiendo a preparar los alimentos preferidos del jeque. Lola no era muy aficionada a la cocina pero tenía una habilidad natural para realizar las labores de preparación de alimentos especialmente los árabes que tenían gran parte de su secreto en los guisos y las mezclas de especias. Y en el jardín conversaba con Zaida que estaba especialmente interesada en conocerla.
Nadie en la casa parecía saber o notar las intenciones de Fher y, si las conocían, nadie tocaba el tema. El Rey Amin la hizo ir a su despacho en una ocasión y le hizo una pequeña entrevista que giró especialmente alrededor de las inversiones y de qué proyección tenía ella hacia el futuro sin tener nada que ver con sus relaciones con Fher.

  • Algún día podríamos colocar un fuerte suma de dinero en sus manos para probar. - le dijo el Rey casi al final de la entrevista. Lola suspiró. 
  • Tendría que pensarlo. Estoy tratando de reducir mis negocios porque quiero asentar mi vida. - Le dijo ella. Ni ese comentario hizo que Amin le preguntara por sus intenciones en la relación con Fher. 
  • Me alegra entonces que no me diga que no. - Fue lo que respondió Amin y se disculpó con ella por terminar la entrevista porque tenía otros compromisos que cumplir. 
  • No se preocupe. Sé que su agenda es muy complicada y que no tiene mucho tiempo en este momento. - Le dijo ella. Amin le dijo sin mirarla a la cara acompañándola a la puerta. 
  • Si. En este momento hasta las diversiones están controladas por el tiempo. - Respondió él. Lola sabía que hablaba de Salomé. 
  • Pero me imagino que las diversiones estarán allí esperándolo a que usted se acuerde de ellas. - Le dijo Lola. Amin sonrió. 
  • Eso espero. Qué pase una buena noche, Señorita Donato. - Le dijo el Rey. Lola inclinó la cabeza y se fue con Assif que la esperaba en el pasillo.
Y con Fher se veía en las noches. Después de la cena. Le ayudaba primero a desenredar su agenda que solía llevarla Assif pero que en algunos momentos se enredaba por las citas que él aceptaba y no informaba a su asistente. Lola no había imaginado que Fher tuviera bajo su responsabilidad tantas cosas pues lo que  Janina le planteó siempre fue la imagen de un hombre bastante sibarita y entregado al ocio.

  • Por qué desocupaste toda la semana? - Preguntó Lola dándose cuenta que sus compromisos de la semana siguiente solo eran tres. 
  • Porque he pensado que será mejor que nos vayamos contigo a Londres. Estos tres compromisos son con primos mios en Londres que se encargan de los asuntos de la familia en Europa. - Le dijo él señalando uno a uno los nombres. - Asuntos legales, asuntos religiosos, asuntos políticos.
  • Asi que iremos a Londres? Ya se lo dijiste a tu madre? - Fher la miró sonriendo. 
  • Se lo anunciaré la noche antes de viajar. - Le dijo él. Lola suspiró.
  • Ellas intentan aceptarme pero en el fondo sé que sólo hacen un esfuerzo por complacerte. 
  • No digas tonterías. Si no le gustaras a alguna de ellas, ya estuvieran metidas aquí dando lata sobre lo que les gusta de ti. - Le confesó él. - Lo que he escuchado de ti es que eres muy buena y paciente en tu proceso de entender la vida musulmana de las mujeres. 
Lola desistió de aprender a tejer y bordar a la manera árabe. Ese intrincado detalle de recamarlo todo la desesperaba. Era más fácil comprarlos y usarlos. Casi todo el tiempo usaba caftanes de seda y organza aunque Miriam usaba más ropa occidental que las demás mujeres de la casa. Las hermanas de Fher compartían con ella el té de la tarde. Aunque ellas tomaban cocteles suaves de licor pero con una fuerte combinación de frutas y especias que embriagaban con más rapidez que el vodka. Entonces conocía Lola sobre los grandes cambios en la cultura árabe que se vivían en los Emiratos y que les hacían diferentes a los otros países árabes más radicales. Ellas salían en la mañana hacia las oficinas a trabajar y regresaban a las cuatro para que estuvieran en la hora de oración de las cinco. A esa hora se reunían con Zaida en una capilla del palacio y hacían oración al estilo musulman. Lola las acompañaba aunque no podía participar en la rueda de oración y debía permanecer al lado de la puerta de la capilla observando.


  • Estan intrigadas es por mis visitas. Alguien comentó que estoy recibiendo a una mujer en mi habitación. - Le dijo Fher. Lola abrió los ojos preocupada. 
  • Pero... Cómo puede suceder eso? No hemos utilizado los pasillos regulares jamás. - Le dijo. Fher sonrió. 
  • Me temo que la vida sexual mía les llama más la atención que la de Amín. - Le dijo él con un tono divertido. - Eso ha sido desde que nos convertimos en hombres. Salomé visitó a Amín durante seis años y nadie jamás hizo alboroto por ello. Pero han estado todo el tiempo pendiente de con quién ocupo mis horas a solas.
Fher se iba a sus aposentos después de la cena, unas veces tan pronto terminaban el café otras veces un poco más tarde porque Amin le invitaba a conversar sobre asuntos en los que sus actividades del día les habían impedido ahondar. Lola se retiraba con Salomé acompañándola y cuando el pasillo quedaba desolado se iba a la habitación de Salomé donde la vestía con un Nhurka  negro y un velo igual debajo del cual Lola llevaba sólo su pijama.  Salomé la hacía cruzar el pasillo hasta la habitación de Fher en medio del silencio de la noche con una pequeña linterna de batería por compañía.
No hacían algo más que conversar tirados en la cama hasta quedarse dormidos. No había más que besos apasionados y caricias que Fher daba por terminadas cuando se daba duchas frías y le obligaba a dormir abrazada a él. Pero alguien hizo comentarios sobre la puerta cerrada con seguro de Fher  y que algunas noches habían ido a hacer ronda en los pasillos de las mujeres y habían visto a Lola cruzándolos en la madrugada. Así que Zaida empezó a hacer preguntas a Salomé cuando se reunían las mujeres a tomar el té de la tarde.

  • -          No había visto que tuviera compañía para dormir jamás. – Dijo Zaida señalando que un hombre soltero con la puerta con seguro solo podía significar que había traido compañía femenina para dormir. – Salomé… estoy convencida que sabes quién es. Dime es la misma o ahora se le dio por probar a las concubinas del pueblo.
  • -          Mi señor no tiene concubina. – Le dijo Salomé a la Reina. – soy la única autorizada para acompañar a las amigas de mi señor pero… le aseguro que él no ha tenido ese tipo de compañía en las noches.
  • -          Fher no nos va a responder, Salomé. Espero que estés diciendo la verdad. – Le dijo Zaida.
  • -          Me imagino que es rubia de ojos verdes -  comentó la esposa de Omar, otro hermano de  Fher que no vivía en palacio pero que estaban pasando una temporada allí.
  • -          Por qué supones eso? – Preguntó Zaida a su nuera. La joven sonrió con ironía.
  • -          Acaso no has notado que todas las mujeres que lo acompañan a las veladas públicas entran en ese estereotipo? Modelos delgadísimas, rubias, de ojos verdes. – dijo Faiza, la esposa de Omar.
  • -          No todas las amigas de mi señor son así. – Dijo Salomé. – Es todo lo que les diré.
  • -          Fher te paga muy bien por tu trabajo eh? – Agregó Faiza. Lola decidió que ya había tenido suficiente de esa horrible mujer y se puso de pie.
  • -          Necesito llamar a mi mamá. – Anunció como disculpa. – Salomé… me acompañas?
  • -          Es otra función de su trabajo. Es tu nana mientras estés en el palacio. – Le dijo Faiza. Zaida hizo un ruido con la lengua como su hijo cuando estaba disgustado por algo.
  • -          Ya es suficiente. Salomé no tiene por qué decirte lo que no debe decir y Lola es nuestra invitada.
              Lola no dijo nada. En su calidad de invitada no podía mostrar su disgusto por la actitud de una de sus anfitrionas y quisiera o no Faiza era una de ellas. Sin embargo, esa noche cuando estaba con Fher acostada en la cama se lo hizo saber.
  • -          Es muy snob. No me gusta que humillen a las personas porque no pueden defenderse sin perder el empleo. – Dijo Lola. Fher sonrió al verla enojada. Le acomodó un mechon de cabello detrás de la oreja.
  • -          Salomé no perderá su empleo por discutir con Faiza. No le contesta por la manera en la que fue educada. Es muy difícil convencerla de que puede decirle dos o cuatro verdades a Faiza sin temer por su posición en la casa. – Le dijo él. Lola estaba acostada sobre su pecho mientras Fher descansaba sobre un nido de almohadones.
Salomé se había sentado en la salita de afuera de la habitación de Fher. Lo hacía para que supieran que el jeque estaba acompañado por una mujer. Fher lo hacía para provocar la curiosidad de su madre y desviarla de su fijación por su relación con Lola. Tener visitas femeninas hacía que su madre pensara que no se  acostaba con Lola.

  • -          No te preocupes por Salomé. Ella sabe cómo tratar a estas mujeres. No es la primera vez que quieren saber si me acuesto  o no con alguna mujer en casa. – Explicó Fher. – Quieren conocer mis secretos.
  • -          Así que no soy la primera que metes a tu habitación. – Dijo Lola sintiéndose tontamente celosa. Fher continuó peinando sus cabellos con los dedos y sonrió divertido.
  • -          Celosa? – Preguntó con voz ronca y Lola cerró los ojos tratando de recuperar el dominio de sus emociones.
  • -          Un poco. Es ridículo pero…- Fher no la dejó terminar. La tomó como si fuera una muñeca y le hizo montarse sobre él cubriéndolo por completo con su cuerpo.
  • -          Me gusta. Significa que muevo algo más que tu curiosidad. – Le dijo Fher haciéndola sentir el efecto de su cercanía con su cuerpo. – No suelo meter mujeres aquí. Cuando me he encontrado en la necesidad de buscar una mujer la he ido a buscar al pueblo pero generalmente ellas llegan a mi sin que yo tenga que buscarlas.
  • -          OH, por favor!! – Se burló Lola. Fher sonrió divertido
  • -          Recuerdo que le dijiste a tu mamá que mis cualidades te estaban matando. No me digas que no me crees cuando te digo que no necesito buscar a las mujeres.
  • -          No quiero saber de esto. – Dijo Lola arrepentida de haber preguntado.
  • -          Eres la primera en esta cama. Janina y yo estuvimos en su cama en otra habitación que usé mientras estuve casado. – Lola cerró los ojos no quería que él le hablara de Janina ni de otras mujeres. La estaba matando el hecho de saber que con todas ellas había hecho el amor en la primera noche a solas y que con ella llevaba tres noches y, sólo habían dormido.
  • -          Jamás había traido una mujer a palacio, ni me había dejado dominar por mis instintos como contigo. – Le dijo él besándola con ternura en los labios. – no he hecho el amor contigo porque quiero que sepas que te deseo para ser mi esposa, no mi amante.
  • -          Por qué tienes que ser tan hermoso? – Preguntó ella perdida en sus palabras y en las sensaciones que la intimidad despertaba en su cuerpo.
  • -          Tú eres hermosa. Ninguno tiene  la culpa que nos hayamos conocido después de una relación y… si tú dejaras a un lado tus miedos y, aceptaras casarte conmigo, ya estuviéramos haciendo el amor en lugar de vivir esta tortura.
El sonido de una voz discutiendo con Salomé en la otra sala, hizo que Lola cogiera sus zapatillas y se metiera en el armario. La nhurka y el velo con el que se cubría estaban en el suelo del armario esperándola por si debía escapar. Fher cerró las puertas del armario y se fue a la puerta de la habitación. Su madre insistía en que Salomé le dejara entrar.

  • -          Qué sucede? – dijo Fher con voz de trueno presentándose en el vestíbulo. Tenía solo el pantalón del pijama puesto. Salomé miró el piso.
  • -          Quiero saber con quién estás encontrándote. – Dijo la reina. Fher se acercó al minibar en su vestíbulo y se sirvió una limonada. No bebía alcohol.
  • -          Ya te dije que no doy cuenta de mis actos desde los 18. – Le dijo-Fher – No meto mujeres para mi placer en mi habitación. Esta es mi casa y soy el primero en exigir respeto.
  • -          No tienes que ser grosero. – Dijo Zaida.  – Para que viene entonces esta mujer que Salomé custodia.
  • -          Grosería las de Faiza preguntándole a Salomé sobre cuánto le pago.- Dijo Fher a su madre. Salomé mantuvo su rostro mirando el suelo. Zaida frunció el ceño.
  • -          Quién te lo dijo? Fue una grosería, lo reconozco. Ya hablé con Omar acerca de eso. – Le dijo Zaida a su hijo.- Pero soy tu madre y la señora de la casa. Quiero saber qué haces con una mujer en tu habitación cuando se supone que estás enamorado de tu invitada.
  • -          No se supone que estoy enamorado. En verdad que lo estoy. Y es precisamente a mi amada a quien no le gustó ese comentario de Faiza. – Dijo Fher para atormentar a su madre.
  • -          Cuándo hablaste con Lola? – Preguntó Zaida asombrada porque la conversación había sido justo antes de la cena y Fher no había estado presente en la cena de esa noche.
  • -          Hablé por teléfono con ella. No la veo desde la mañana. – Dijo Fher a su madre. – Igual… voy a contarte lo que considere debo contarte y mi vida sexual no está incluida en los temas.
  • -          Me debes respeto … empezó a decir Zaida
  • -          Te recuerdo que tener sexo en mi cama con una concubina es mi privilegio. Que no lo ejerzo por decisión personal. Que tus hijos Omar y Amin si lo han disfrutado y que yo lo haré cuando lo decida. – LE dijo Fher con ese tono de acero que Lola sabía utilizaba cuando alguien dudaba en obedecerlo.
  • -          Asi que ahora vas a usar tus privilegios de hombre musulman? – Preguntó Zaida.
  • -          No tengo por qué darte cuenta de nada, así seas mi madre, eres una mujer y me debes respeto. – Le dijo Fher  - Te agradeceré que te marches para que Salomé pueda retirarse porque quiero dormir.
Zaida no necesitó que su hijo agregara una palabra más antes de marcharse de la habitación. Salomé se mantuvo en su lugar. Lola salió del armario. Fher entró  a la habitación todavía con expresión de enojo en sus enormes ojos aceituna.

  • -          No fue demasiado? – Preguntó ella. Fher alzó una ceja y la tomó en brazos y la acostó en  la cama.
  • -          No me mires así. Cada vez es más difícil mantenerme en el acuerdo de celibato hasta el fin de semana en Londres. – Le dijo él besándola en el cuello
  • -          Le dijiste a tu mamá que no tenías sexo con una mujer en tu cama. – Dijo Lola sintiendo las piernas como gelatina bajo el efecto de las caricias de la boca de Fher recorriendo su cuello desnudo.
  • -          Estoy seriamente tentado a fastidiarla dejándome llevar por mis instintos.  – Le dijo Fher con voz ronca y baja levantándole la pijama para sacarla por la cabeza. Lola sonrió y se dejó desnudar.
  • -          Eres una provocadora. – Dijo él. – En lugar de detenerme vas a observar a dónde voy a llegar. Cierto? – Lola dejó escuchar su risa sensual. – Esta es mi obsesión desde que vi aquella foto tuya topless en La Riviera… - Le dijo besando sus senos con ternura – Maldición no vas a volver a dejarte fotografíar así de nuevo.
  • -          Cómo obtuviste esa foto? Ernest la hizo sacar del mercado comprando los derechos sobre ella cuando la utilizaron para acosarme.
  • -          Ah tengo mis contactos. – Le dijo Fher bajando la línea de sus besos hacia el centro de su vientre. Lola suspiró.
  • -          Y puedes tú prometer que no vas a utilizar a tu concubina quien quiera que sea si acepto casarme contigo? – Le dijo Lola. Fher se apoyó en los codos y la miró a los ojos.
  • -          Vas a casarte conmigo. – Le dijo Fher y Lola no supo si era una pregunta o una afirmación.
  • -          Responde a la promesa. – Insistió Lola. Fher volvió a bajar la cabeza para besarla en la boca y volver a hacer un camino de besos hacia su vientre.
  • -          No creo que contigo en la cama… Necesite otra mujer. No voy a hacerle el amor ni a mi concubina a quien jamás se lo he hecho, ni a ninguna otra mujer si tú eres mi esposa. – Dijo Fher mientras depositaba besos en su piel después de cada palabra.
Lola se dejó llevar por las sensaciones que despertaba Fher y se relajó bajo sus brazos. Fher empezaba a deslizar la panti de sus caderas hacia las rodillas cuando la voz de Amin llegó a sus oídos. Se levantó maldiciendo y cargó a Lola hasta el armario. Le entregó su pijama y cerró las puertas. Se colocó un albornoz para salir a atender al Rey Amin.

  • -          Said.- Saludó Fher. Amin lo miró con curiosidad pero sonriendo divertido
  • -          Said. Siento interrumpir tu descanso pero mi madre no va a dejarme descansar hasta que confirme que tienes una mujer en tu cama. – Le dijo Amin sin preámbulos. Salomé se fue a un rincón. – tiene un ataque de nervios pensando en que estás teniendo sexo con un mujer del pueblo teniendo a tu invitada en el palacio.
  • -          Ha sido su decisión. Te puedo asegurar que Lola está descansando en su cama sin que le trasnoche saber que estoy haciendo. – Le dijo Fher.
  • -          Ella no cejará en su empeño por saber a quién te trae Salomé noche tras noche. – Le dijo Amin.
  • -          Es una tontería. Es la primera noche que Salomé viene a acompañar a una mujer. – Le dijo Fher a su hermano. Se acercó a él y le dijo en susurros. – A menos que te refieras a Lola.
  • -          Estás loco!! – Dijo Amin al escucharlo.
  • -          Sabes que no. La quiero por esposa.  – Dijo Fher. Amin suspiró.
  • -          Si mamá llega a saber que la tienes en tu habitación, hayas tenido sexo o no, la repudiará como esposa. – Le dijo Amin. Fher asintió.
  • -          Lo sé muy bien. Por eso tú vas a decirle a mamá las palabras que ella realmente quiere escuchar y la mandarás a dormir.
  • -          Esto vas a pagarlo caro. Tendrás que complacerme en lo que decida cuando piense qué puede ser lo que quiero. – Dijo Amin cediendo al deseo de ser cómplice de su hermano más que ejercer su papel de Rey y exigirle la obediencia absoluta a Fher
  • -          Estoy dispuesto a cumplir esa promesa. – Dijo Fher. Amin caminó hacia la puerta.
  • -          Veo que estamos hablando de algo bien fuerte. Me gusta saber que estás enamorado. – Dijo Amin y miró a Salomé que se miraba los pies como siempre. Fher intercambió miradas con su hermano.
  • -          Tengo tu aprobación? – Preguntó Fher. Amin suspiró
  • -          Cumple tus deseos. Por lo menos, uno de los dos hará lo que quiere cuando lo quiere. – Le dijo Amin señalando a Salomé con la cabeza.
  • -          Quítame a mamá de encima y yo… veré que puedo hacer por ti. – Le dijo Fher mirando a Salomé. Amin se fue sin agregar nada más.
  • -          Cierra la puerta con seguro y vete por el pasillo secreto a tu habitación Salomé. – Ordenó Fher a la chica. Entró a la habitación y encontró a Lola vestida de nuevo con el pijama sentada en un sillón.
  • -          El sabe que estoy aquí. – Dijo Lola. Salomé se fue por el armario hacia el pasillo secreto. No podía llevarle la contraria a su jefe.
  • -          No puedo engañar a mi rey. Me ha dado su aprobación. Eso no cuenta? – Dijo Fher. Lola se mordió el labio.
  • -          Es cierto lo que dijo de tu madre? – Preguntó Lola. Fher se acercó a ella.
  • -          Quieres estar conmigo y yo también. Qué vamos a hacer con eso? – Preguntó Fher. Lola suspiró. 
  • -          Dijiste que tendríamos un noviazgo de tres meses. – Dijo ella. Fher gimió.
  • -          Llevo tres días y ya no puedo continuar. Vamos… podemos hacer algo mejor que eso. – Le propuso él.
  • -          Yo he cedido el tiempo para mis negocios y estoy dispuesta a renunciar a ellos. – Le dijo ella
  • -          Y yo estoy trabajando como loco para acostarme contigo el sábado en Londres pero me pregunto por qué debemos esperar si podemos hacerlo hoy, ahora. – Le dijo él.
  • -          Tenemos una semana de conocernos. – Dijo Lola con voz cada vez más débil. Fher se acercó a ella y la estrechó contra su cuerpo.
  • -          Todo eso suena a 5 o 6 años de noviazgo cuando ya hemos pasado por eso con otras personas. – Lola sonrió mientras se dejaba llevar por Fher hacia la cama.
  • -          Le dijiste a tu mamá que no tenías sexo en el palacio. – Dijo sin mucho convencimiento. Fher le levantó la pijama de un tirón sacándosela por la cabeza.
  • -          ¿En serio vamos a hablar de mamá? – Preguntó Fher haciéndola acostarse en la cama. Lola jugueteó con el borde del pijama que llevaba él.
  • -          Si no quieres tener sexo en el palacio… podemos esperar…- Dijo Lola provocándolo. Fher se quitó el albornoz que se puso para recibir a Amin y se quitó el pijama.
  • -          Olvídalo!! Ya no funcionan las duchas ni frias ni calientes…- Le dijo. Fue lo último coherente y decente que dijo Fher antes de iniciar una deliciosa seducción.
Su boca recorriendo centímetro a centímetro el cuerpo de Lola despertó las sensaciones que ya había olvidado pero cuando la levantó de la cama y la penetró sujetándola en sus brazos y con la espalda contra la pared, Lola sintió que por primera vez en su vida estaba con un hombre. Fher la obligó a mirarlo a los ojos mientras la torturaba con besos y caricias de sus labios y con el empuje de su sexo contra el suyo.
Fher no se detuvo hasta que no lo hicieron sobre la cómoda de la ropa de cama, la mesa auxiliar al lado de la cama y otra vez sobre la pared. Por último compartieron la ducha. Fher le ayudó a secar el cabello y la acomodó en medio de las sábanas sin permitirle ponerse la pijama.

  • -          Si alguien entra. – Dijo Lola en medio de una deliciosa somnolencia.
  • -          Será Assif o Salomé. A cualquiera que se le ocurra entrar a mi habitación sin ser invitado recibirá mi furia en pleno.
  • -          Y debes ser la persona más horrible del mundo cuando estás enojado. – Dijo Lola sin poder mantener los ojos abiertos.
  • -          Duerme. Mañana anunciamos nuestro viaje a Londres y pasado mañana nos iremos en un avión privado a primera hora. – Le dijo Fher. – Viste que no incumplí mi promesa?
  • -          Cuál? – Preguntó Lola dejándolo abrazarla y cubrirlos a los dos con una sábana de seda.
  • -          No hice el amor en la cama. – Le dijo al oído. Lola dejó escuchar su risa y Fher le tapó la boca.
  • -          Estás loco. – Dijo Lola – Pero eres el loco más divino que conozco y… te amo. 
Fher sintió que su última frase lo paralizaba. Había dicho ella que le amaba? Solía ella decirlo con frecuencia o tenía para ella la misma connotación que para él? Nunca le había dicho a alguien te amo. Ninguna mujer había movido sus sentimientos al punto de provocar esa expresión. Lola se quedó profundamente dormida totalmente ajena a la velocidad luz que le había imprimido a sus pensamientos. Cómo iba a vivir sin ella si Lola moría como Janina?  Aquel podía ser el primer motivo de miedo en la vida de Fher. La muerte de Lola podría significar el fin de su vida. Cómo podía darle a una mujer aquel poder sobre su voluntad?
El amanecer se levantó en el horizonte y Lola se despertó sola en medio de las sábanas revueltas. Salomé estaba leyendo un libro en un sofá mientras esperaba a que despertara. Lola se cubrió con la sábana de seda recordando que Fher le había obligado a dormir desnuda. Salomé levantó los ojos del libro que leía y sonrió.

  • -          Mi señor se fue a cumplir con algunos compromisos de su cargo. – Le dijo Salomé.
  • -          Por qué no me despertó? – dijo Lola buscando su pijama. Salomé se levantó del sofá y le llevó una bata.
  • -          Dijo que tendría que recuperar fuerzas para enfrentar a la Reina. Anunció en el desayuno que se marchaba con usted a Londres. – dijo Salomé. Lola frunció el ceño.
  • -          Y la familia entera está histérica me imagino. – Dijo Lola gimiendo. Salomé sonrió divertida.
  • -          La andan buscando. Yo les mandé a decir con Isis que íbamos a estar de compras en el pueblo toda la mañana. – Le contó. Lola la miró.
  • -          Te has vuelto tan mala como tu jefe. – Le dijo. Salomé dejó escuchar su risa.
  • -          Muy bien. Me dejó encargada de decirle que se lleva a Zahir. Por lo tanto nos vamos Isis, el bebé, Assif, ustedes dos y yo. – Le informó. Lola encontró su panty y recogió su pijama y se encaminó al armario.
  • -          A mamá no le quedará ninguna duda cuando nos vea llegar que voy a casarme con él. – Dijo Lola. Salomé recogió la nhurka y la mantilla. Se fueron por el pasillo secreto en silencio.
Lola no salió de su habitación hasta que no terminó de hacer la maleta y organizó su viaje. Fher la llamó al celular describiéndole todo tipo de situaciones sensuales que realizaría con ella cuando pudiera. Lola lo dejó hablar y por último preguntó:

  • -          Qué dijo tu madre de que te cases conmigo? – Fher suspiró.
  • -          No le he dicho eso. Pero ya lo intuye. Le dije que iba a conocer a tus padres. –  Respondió Fher
  • -          Y no lo recibió de muy buenas maneras. – Concluyó Lola por el tono de Fher.
  • -          Le preocupa lo que el pueblo pueda pensar de ti. Eres viuda pero no eres de la familia y entonces no estoy obligado a casarme contigo. Sin embargo hay una ventaja y es que no tienes hijos.
  • -          Ser viuda con hijos sería una complicación mayor? – Preguntó Lola. Fher suspiró.
  • -          En verdad… si. Pero no para mi, para las normas de mi pueblo. – Le dijo él.
  • -          Sabes que no nos cuidamos el día de ayer verdad? – Le dijo Lola. Fher se echó a reir.
  • -          Fue a propósito. Mi mayor logro será haberte dejado embarazada. Eso te haría olvidar cualquier posibilidad de negarte a casarte conmigo. – Dijo Fher. Lola frunció el ceño
  • -          Estás hablando en serio? – Preguntó asombrada. Fher dejó escuchar su risa al otro lado de la línea.
  • -          No te preocupes. Si estas embarazada lo sabrás justo cuando estemos regresando de nuestra luna de miel. – Le dijo Fher. – Y si no lo estás… tengo tiempo para conseguir que lo estes.
  • -          Eres un loco.- Dijo ella. Fher sonrió
  • -          Y me amas? – Preguntó recordando que lo último que ella le había dicho antes de dormirse.
  • -          Si.. Es increíble pero… siento que te amo y no es algo que hubiese sentido antes por alguien. – Reconoció Lola. Fher sonrió.
  • -          Eso es lo que necesitaba oir. Nos vemos más tarde, habibi.- Dijo él. Lola suspiró.
Ya tenía las maletas preparadas incluyendo las de los acompañantes, y esperaba impaciente cuando llegó Fher. Este bajó corriendo de la limosina que lo llevaba todos los días a las oficinas y no se detuvo ni a darle algún saludo a su hijo. Se disculpó por la tardanza pero prometió estar en dos minutos listo. Assif había acordado con un helicóptero privado que les llevaría al aeropuerto porque en auto ya no alcanzaban a estar en la hora del vuelo.
Zaida se fue detrás de su hijo y según le contó Salomé unas horas después. No hizo otra cosa más que insistirle a Fher que no hiciera una locura y que no se presentara a su regreso casado en secreto con Lola.

  • -          No te preocupes, mujer. – Dijo Fher mientras se vestía sin mostrar pudor por la presencia de su madre.
  • -          Claro que lo hago. Jamás te vi tan obsesionado con una mujer. Estoy segura que de alguna manera la hacías entrar a tu habitación. – Fher se echó a reir pero no respondió a eso y continuó vistiéndose.
  • -          Tienes mucha imaginación y vas a tener que hacer algo con tu vida sexual porque la mia te está obsesionando. – Respondió Fher riendo.
  • -          No seas grosero Fher… Desde ayer, he estado analizando la actitud de los dos y estoy casi segura que la mujer que Salomé te traía no era tu concubina sino a ella. – Le dijo Zaida.
  • -          Ya te lo dije: me casaré a la luz del día y delante de todos. – Dijo Fher. – Porque esta es la mujer de mi vida. La que escogió mi corazón y no mi mente. Tiene que funcionar porque no es un triste acuerdo y ¿Aún así no ves lo que estás ganando? Ella se entiende contigo mucho más de lo que tus hijas de sangre lo han hecho en toda su vida.

Ya estaban en el avión y volaban sobre el desierto cuando Fher le hizo girar en la silla en la que iba para que quedara frente a él y le quitó el cinturón de seguridad. Lola lo observó en silencio. De verdad iba a casarse con aquel hombre exótico y hermoso? No podía creer que después de muchos años insistiendo a Janina que aquello era una tontería, ahora ella estaba a las puertas de cometer la misma insensatez.

  • -          Dime… Qué estuviste haciendo toda la mañana? – Dijo Fher mirándola también con expresión de admiración.
  • -          Tonteando con Zahir. – Respondió. – Si no lo entretenía, Isis y Salomé no podían terminar de hacer las maletas. – Le dijo acariciando las manos que sostenían a las de ella.
  • -          Oh, por Alá!! Ese niño está cada vez más grande y terrible. – Gimió orgulloso. – Viste que ya quiere caminar?
  • -          De hecho lo hace. Agarrado de todo lo que encuentra pero camina. – Dijo Lola sonriendo. Fher miró sus manos entrelazadas y luego su rostro.
  • -          A mi me ha costado el doble de trabajo concentrarme en mis asuntos, teniendo tu imagen desnuda y rebozando sensualidad mientras hacia el amor en mi cabeza. – Le dijo él. Lola miró a su alrededor.
  • -          La tripulación…- Empezó a decir sin mucho convencimiento. Fher la hizo levantarse y le rodeó la cara con las manos, un beso que comenzó como un gesto cariñoso se fue transformando en un beso apasionado que la invitaba a aceptarlo de nuevo.
  • -          Lola… - Gimió Fher con las manos en los botones de la chaqueta de Lola.
  • -          Sí… - Respondió Lola. Ni por un segundo pasó por su cabeza el grupo de sirvientes que les acompañaban y qué podían estar pensando de ellos. Fher la hizo girar y la empujó hacia una habitación en el avión. Lola se mordió el labio indecisa.
  • -          La tripulación… no la conozco. – Le dijo Fher. Lola suspiró.
  • -          De todos modos, ya no creen todos que hemos estado juntos? – preguntó y todo pensamiento coherente se desvaneció en la cabeza de Fher cuando ella tomó sus manos y las metió por debajo de su blusa hacía el contacto con su piel.
  • -          Entonces… - Dijo él pero lo que iba a decir se perdió en medio del placer de tocar de nuevo el cuerpo de Lola.
Le quitó el traje de tres piezas en dos movimientos rápidos y la hizo acostarse sobre la cama mientras él se deshacía de su ropa. Lola se mordió el labio al ver que él estaba tan excitado que no creía que podría esperar demasiado. Ernest la había amado, con un amor romántico y sensual. Le había enseñado todo lo que sabía de sexo pero nunca había tenido una reacción tan inmediata a su presencia en un lugar, ni la resistencia de Fher.
Dejó de compararlos. Ernest había sido un hombre enamorado pero enfermo. Y dentro de sus debilidades había sido apasionado y loco. Ahora tenía ante sí un semental árabe y no iba a estar pensando en su difunto marido en lugar de disfrutar de este hombre.

  • -          Fher … la protección. – Le dijo al oído cuando vio que iba a penetrarla. Fher sonrió.
  • -          Es muy tarde para eso. Quiero que tengas un hijo mio. – Le dijo él y la miró a los ojos mientras se adentraba en el centro de su pasión y la hacía sentir con la gracia de sus movimientos que iba de ascenso en la escalera al cielo.
Salomé le había explicado que Fher le hacía mirarlo a los ojos porque la mujer árabe no miraba a los ojos a los hombres. Debía ser para él alguna especie de rebeldía silenciosa contra las normas que ella lo mirara mientras él la poseía. Esta vez hicieron el amor en la cama pero recorrieron las cuatro esquinas de ella y Fher le hizo saber con su manera de amarla que estaba marcando en ella su territorio: la pasión. Después de él, hacer el amor para Lola no sería más que un recordatorio de la pasión con Fher.

  • -          Dime…- Respondió Lola al llamado tímido de Salomé en la puerta.
  • -          El niño está inquieto y quiere entrar. – Dijo la chica. Lola se colocó un albornoz y abrió la puerta. Zahir agarrado de la mano de Isis empujó la puerta y empezó a gritar papá tan pronto descubrió quien estaba en la cama. Lola lo alzó en sus brazos.
  • -          Yo me quedo con él. – le dijo y la chica tomó la puerta y la cerró.
  • Lola se llevó al bebé a la cama y lo acomodó al lado de su padre que dormía profundamente. Jugó con ella y con su cabello hasta que Fher abrió los ojos.
  • -          Desistieron de mantenerlo entretenido. – Le informó Lola y siguió enseñando al bebé a chocar su mano con la de ella.
  • -          Es un pretencioso. Igual a su padre y no desiste cuando quiere algo. – Describió Fher a su hijo mientras daba vuelta en la cama y se sentaba apoyando la espalda en la cabecera.
  • -          Y no habría podido describirlo mejor. – Se burló Lola. Fher frunció el ceño.
  • -          Crees que podrás con el reto de ser su madre? – Preguntó él. Lola lo miró asombrada por la propuesta.
  • -          Viene incluido en el paquete no? Además, ser mamá con dos nanas… Estás loco!! Así cualquiera tiene hijos. – Bromeó.
  • -          Y has pensado que eso supone un adiós a las fiestas, a los amaneceres bailando en las mesas de la playa, a las vacaciones en la Riviera francesa por lo menos hasta que los chicos puedan ser autónomos…
  • -          Vamos Fher… que ya lo hemos hablado. – Le dijo Lola. – Aquella era una época que tenía que vivir. Era una chica de 24 años casada con un hombre de 45 años. Era su manera de hacerme experimentar todo lo que el dinero y el sentido de diversión que tenía él me podía dar. Yo creo que él desde el mismo año en que me pidió casarnos, sabía que estaba marcado por la muerte.
  • -          Tenía 46 años cuando murió? – exclamó Fher asombrado. – Era muy joven!!
  • -          Pero el cáncer que lo aquejaba era muy agresivo y estaba demasiado avanzado. – Le contó Lola. - Las terapias y los procedimientos que le practicaron no garantizaban en ningún momento prolongar su vida, solo hacerla más tranquila.
  • -          Y… fuiste feliz? – Preguntó Fher. Lola sonrió haciendo cosquillas al bebé que se había tirado apoyando la cabeza sobre la pierna de su padre.
  • -          Mucho. Fue una época en la que aprendí todo lo que sé: no solo en los negocios, también de la vida. – Dijo Lola intuyendo hacia donde iban los pensamientos de Fher. – pero no era todo diversión. Estuve cinco años estudiando en Paris, dos años haciendo la maestría.
  • -          Todos eso pagado por Ernest? – Lola le sonrió.
  • -          Pagado y acompañado por Ernest. Yo había multiplicado el dinero de una herencia que recibí pero Ernest financió casi todos mis estudios.
  • -          Y los bailes y la diversión? Las fotos en la playa y en las discotecas? –Preguntó Fher alzando una ceja. Lola volvió a sonreir
  • -          Es lo que los periodistas quisieron ver. – Le dijo Lola. – Nunca publicaron una foto mía sentada en un banco de la universidad estudiando con Cavalli los libros de finanzas. Ni los dos pujando en la bolsa de valores de Madrid donde fui a hacer mis prácticas para mi proyecto.
  • -          Siento haberme expresado de ti como una chica frívola y sin sentido. – dijo Fher. Lola se subió a la cama y lo besó en la boca . Zahir aplaudió con entusiasmo.
  • -          Te gusta que bese a papá? – Le preguntó Lola al bebé. Este la miró sin entender lo que ella decía. Lola volvió a besar a Fher en la boca. El niño volvió a aplaudir alborozado. Ellos rieron al verlo.
  • -          Vaya… tenemos una nueva excusa para besarnos. – Dijo Lola bromeando. Fher la hizo cubrirlo con su cuerpo.
  • -          Y aunque no la tuviéramos… - comentó Fher.
  • -          Yo también quiero que me disculpes por lo mal que te juzgué con todo esto de Janina. – Dijo Lola. Fher la miró en silencio.
  • -          Qué hizo que te convirtieras en asesora de inversiones? – Preguntó Fher sin ahondar en el tema de su difunta esposa.
  • -          Ernest descubrió que tenía una especie de intuición para saber qué línea de inversión seguir según las fluctuaciones del mercado. – Le dijo Lola permitiendo que Zahir se subiera sobre ella. Fher empezó a sostenerlo. – Los amigos de él empezaron a darme dinero para invertir al ver como fui aumentando la fortuna de Ernest con las inversiones en la bolsa. Esos son mis clientes.
  • -          Cuántos son? – Preguntó.
  • -          Ya sólo tengo los cinco mejores amigos de Ernest. Cuando él murió, teníamos ocho meses de estar recluidos en un crucero. – Le dijo y le confesó la verdad. – Ernest no quería que nadie lo viera. Siempre había estado en el centro de la envidia y del poder y, la manera en la que fue perdiendo fuerza y su físico… minó su confianza. Sólo seis personas aparte de su médico y de los empleados del crucero lo vieron.
  • -          Fue muy duro para ti. – Dijo Fher mirándola con ternura. Lola suspiró.
  • -          Demasiado. Fui dejando en otras manos las inversiones y se quedaron conmigo los amigos de Ernest. Ellos iban y venían en helicóptero al barco anclado en medio de las islas griegas y me traían todo lo que necesitaba para continuar al frente de sus negocios: notarios, brakers, corredores de bolsa, una secretaria. Sabían que solo las inversiones me distraían del horror de ver a Ernest consumirse en vida.
  • -          Raúl es uno de ellos. Verdad? – Preguntó Fher. Lola sonrió.
  • -          Y James Berlusconi es otro. Su socio Santiago Ortega y dos hermanos de Ernest. – Le dijo Lola.
  • -          Habría algún problema para ellos que en lugar de firmar tú los documentos, lo hiciera Assif? Esa sería la única manera en la que podrías continuar haciendo inversiones. – Propuso Fher. Lola suspiró.
  • -          No creo que sea complicado. Pero es un golpe a mi ego. Nada figurará a mi nombre. – Le dijo Lola. Fher alzó una ceja.
  • -          Y eso podría ser molesto? – Preguntó Fher. Salomé volvió a interrumpir golpeando a la puerta. Fher la invitó a entrar.
  • -          Lo siento pero estamos a punto de aterrizar. – Lola frunció el ceño. Habían estado cuatro horas retozando y jugando allí? El tiempo pasa volando cuando te estas divirtiendo. Solía decir su madre. Lola acababa de descubrir que era cierta la sentencia. Salomé cogió en brazos a Zahir que no se mostró muy entusiasmado por ello. Lola se levantó y recogió su ropa del suelo para vestirse en el baño.
Llegaron a Heathrow en medio de un gran alboroto de periodistas. Lola ya se estaba preguntando cuándo aparecerían aquellos gallinazos en su vida. Isis tomó a Zahir a quien cubrió con una mantilla para que no fotografiaran su rostro. Y Salomé tomó el equipaje de manos de Lola para que Fher pudiera casi cargarla en medio de la nube de periodistas abarrotados en la salida de aduana. No habían autorizado la entrada de la limosina solicitada por Assif para conducirlos a la casa de Martina en Londres. Fher no contestó a nadie que le hablara en inglés pero si lo hizo a los que le preguntaron en árabe. Lola decidió no responder nada y se sintió aliviada al llegar al interior de la hummer.

  • -          Cielos!! Había olvidado lo agobiante de su presencia. – Se quejó Lola dejándose caer en un asiento. Fher se acomodó a su lado. Los guardias de seguridad que habían viajado con ellos quitaron a los periodistas de en medio para impedir que se metieran en el auto con ellos y además se aseguraron de que el equipaje de todos fuese guardado en el auto.
  • -          Es lo único que no me gusta de occidente. La falta de respeto a la intimidad de todos estos… - Dijo Fher sin encontrar en inglés la palabra que quería. Lola sonrió. Zahir se zafó de los brazos de Isis y se fue a que le cargara Lola.
  • -          En la casa de Martina estaremos a gusto. Ernest se aseguró de que el sistema de seguridad fuera infalible. Durante todos los años de nuestra vida juntos, jamás tuvimos problemas con los periodistas allí. – Le dijo Lola. – Zahir podrá jugar en los jardines con toda confianza.
  • -          Igual… no estaremos a la intemperie mucho tiempo. – Sugirió el jefe de seguridad de Fher que iba con ellos en la limosina. Lola asintió.
  • -          Hoy descansaremos y nos acoplaremos al cambio del horario. – recordó Assif. – La visita al padre de la señora Cavalli será a las…
  • -          No Cavalli… ella es Lola Donato. -  corrigió Fher. Assif asintió.
  • -          Lo siento, iremos a visitar al padre de la señora Donato a las cuatro. Nos trasladaremos en una caravana de cuatro autos y estoy esperando que ustedes acepten viajar separados. – Le dijo Assif. Fher dejó de tomar de su limonada.
  • -          Estás loco. Ella va conmigo. Cambia tu estrategia de seguridad. – Le dijo con ese tono de voz que no admitía contradicciones. Assif miró a Lola
  • -          A mi no me mires. El es tu jefe. – Le dijo Lola que en el fondo se sentía más tranquila cuando iba con Fher que sola.
  • -          Muy bien. Entonces iremos en un solo auto. – Dijo Assif y el jefe de seguridad asintió.
  • -          Ven acá… - Dijo Fher y jaló a Lola para que se acomodara en el arco de su brazo. – ¿Cómo está la organización para dormir en tu casa? – Preguntó en susurros sobre el oído de Lola.
  • -          Dime cuál es tu idea. Martina se acomodará a lo que dispongamos nosotros. Mamá jamás ha sido cerrada en estos asuntos de las relaciones aunque me dará un sermón porque eres el esposo de Janina y ella considerará que estoy siendo infiel a su recuerdo.
  • -          Y supongo que después de escuchar con respeto el sermón, podremos dormir en la misma cama. – Susurró Fher al oído de Lola. Ella sonrió divertida.
  • -          Ya me quedó claro que quieres que compartamos la habitación. No te preocupes que así será. – Le dijo Lola dejándose abrazar de Fher.
       Martina los recibió con una merienda un poco más recargada de lo normal porque en Ajman ya sería hora de la cena. Todos fueron conducidos al comedor principal y allí Lola hizo las presentaciones.

  • -          Mamá, Salomé es el equivalente a un ama de llaves. – Le dijo Lola cuando presentó a la chica que dejó de último. Martina de inmediato la tomó de la mano
  • -          Ah, Entonces debo llevarte con Eloisa. Tenemos cientos de recetas árabes y no sabemos por cuál menú decidirnos para los próximos días. – Le dijo y se la llevó a la cocina
  • -          Eloisa es la asistente de mamá en la cocina. Y me imagino que desde que anuncié la llegada de ustedes debe tenerla como loca. – Le dijo Lola. Fher sonrió.
  • -          De todos modos debe combinar la comida árabe con la inglesa o no conoceremos nada en nuestro viaje. – Le dijo él. Lola asintió.
  • -          Isis… yo creo que deberías ir a descansar. Si no cuadras el horario con el bebé vas a estar cansada todo el tiempo. – dijo Lola mirando el esfuerzo que hacía la chica por permanecer en su lugar sin mostrar cansancio con el bebé en brazos.
Cuando Martina regresó, Lola le indicó que debía llevar a Isis y al bebé a la habitación que les había preparado. Martina obedeció sin discutir con su hija. Conociéndola como lo hacía sabía que estaba retrasando la conversación con Fher sobre sus intenciones. Fher continuó revisando el programa de la semana con Assif y su jefe de seguridad.

  • -          Ya no queda más que cuarenta minutos antes de la visita a tu padre. Estás lista?- Lola miró alrededor como buscando un lugar a dónde escapar.
  • -          La verdad… Es que no voy a estar lista nunca. Donato es para mi, un nombre. El titulo de padre se lo adjudicó Martina y por respeto a ella lo utilizo pero jamás ha ejercido el rol en mi vida. – Le explicó Lola. Fher se levantó de su lugar y se acercó a ella.
  • -          Pero no puedes dejar de visitarlo. Guardar resentimientos no es lo aconsejado para tu corazón. – Le dijo él con un tono más íntimo. Lola suspiró
  • -          Crees que no lo sé? Pero cuando se trata de Donato… la información se bloquea en el paso del cerebro al corazón. – le dijo ella. Martina regresó en ese momento.
  • -          Es en verdad igual a su madre, ese bebé. – Comentó la señora. Fher giró para quedar frente a ella.
  • -          Sea esta la oportunidad para agradecer en nombre de mi familia todo lo que usted hizo por Janina. – Expresó Fher sorprendiendo a Lola.
  • -          Nos hubiera gustado hacer más. Si hubiésemos sabido el origen de su depresión…- Dijo Martina. Fher hizo un gesto con la mano y sonrió.
  • -          Las cosas son como son. El destino es implacable. No podemos retroceder en el tiempo para hacer las cosas mejor así que debemos preocuparnos por mejorar lo que tenemos: el futuro.
  • -          Mamá, iremos a visitar a Donato. – Le informó Lola. Martina asintió.
  • -          Me parece muy bondadoso de tu parte. Yo no voy con ustedes. Suelo visitarlo después del desayuno y conversar con él hasta la merienda. – le dijo Martina sorprendiendo a Lola.
  • -          Y qué voy a hablar con él? – preguntó ella. Martina siempre había hecho de intermediaria entre Donato y su hija porque los dos no parecían tener mucho de qué hablar. Martina sonrió.
  • -          Estoy segura de que el jeque Fher encontrará a tu padre muy interesante. Sabe mucho de los Emiratos Arabes pues estuvo trabajando allí durante muchos años. – Le dijo Martina.
  • -          Mamá, no me parece…- Empezó a quejarse Lola. Fher la interrumpió.
  • -          Yo creo que tu madre tiene razón. Algún día tienes que conversar con él a solas y que mejor día que hoy? – Lola suspiró. Habrían tenido una conversación privada  aquellos dos antes de conocerse? Ahora Fher se unía a la campaña de su madre para aceptar en su vida a Donato. Magnífico ¡! Suspiró Lola mientras comenzaba a caminar hacia la salida.
  • -          Muy bien. Al mal paso, darle prisa. – Citó. Los muchachos de seguridad de inmediato se pusieron en marcha para organizar la salida. Fher se despidió de Martina con un beso sencillo en la mano y la señora asintió a la expresión en su rostro. Lola no vio nada de eso porque ya estaba rumbo a la Hummer estacionada en el frente de la casa.
         Fher no la presionó a conversar en el camino. Lola iba repasando su vida en silencio mientras miraba sin ver el paisaje de Kensington. La villa de Donato no estaba muy lejos de allí. Lola la había ido a ver en alguna ocasión con Ernest, pero contrario a Fher, su primer marido apenas si había mostrado interés por su padre. Lola suspiró.

Pero de Ernest a Fher había un abismo. Ernest se había hecho solo y a pulso de sus decisiones y Fher vivía en un Palacio con su familia todo el tiempo viendo por ella y manteniendo su autonomía en medio de su influencia. Así que Ernest había entendido y se había identificado de inmediato con la idea de Lola de no necesitar una relación con su padre para conseguir vivir como deseaba. De seguro si ponía el tema, Fher le daría un discurso acerca de como influenciaba esa relación paternal en sus relaciones con los hombres.
La villa de Donato apareció ante su vista más rápido de lo esperado. Los hombres de seguridad aseguraron el lugar antes de permitirles bajarse del auto. El ama de llaves de Donato les recibió en la puerta con toda la formalidad del caso. A Lola se le olvidaba que el hombre atractivo e imponente que viajaba a su lado era un jeque árabe y que su nombre imponía un protocolo tan pronto era anunciado.
Donato los recibió en el despacho. Conectado a una máquina que le proporcionaba oxígeno las 24 horas y con una pijama que no dejaba de ser elegante pues tenía el sello del estilo Valentino. Lola se acercó a él y dejó que le diera un beso en la frente.

  • -          Donato, te presento al jeque Fher Ali Duban de Ajman. – Le dijo Lola con formalidad. El jeque y Donato intercambiaron un saludo muy occidental se estrecharon las manos. El ama de llaves de Donato empezó a servir un té en la mesita auxiliar en medio de tres sofás de dos puestos. Assif se quedó al lado de la puerta y el jefe de seguridad de Fher se fue al único ventanal del salón. Fher tomó a Lola de la mano y la hizo sentarse a su lado en un sofá para dos.
  • -          Estoy realmente encantado. No solo de su presencia en mi casa sino de que me haya traido a Lola. – Le dijo Emiro al jeque.
  • -          Estábamos en Ajman cuando Lola se enteró de su situación. – Dijo Fher sin soltar la mano de Lola. – Pero debíamos terminar una transacción comercial antes de organizar este viaje.
  • -          No se preocupe. Sé que Lola tiene una enorme responsabilidad bajo sus hombros con toda la fortuna Cavalli bajo su administración. – dijo Donato mirando a Lola. – Y lo está haciendo muy bien. No le parece?
  • -          Así es. Lola es muy hábil en los negocios. Podemos decir que eso lo heredó de usted? – Preguntó Fher. Lola sonrió con ironía.
  • -          Lastimosamente… no. Lo heredó de la familia de su madre. Martha y Martina son las mejores negociadoras que conozco. Solo que Martha se dedicaba al comercio y Martina se fue por las artes. – Le dijo Donato. Lola lo miró con curiosidad. Tal vez por primera vez en los quince años que tenía de conocerlo, Donato hablaba de Martha frente a ella.
  • -          Martha es mi madre biológica y Martina es su hermana y se convirtió en mi madre al adoptarme a los siete años. – Le dijo Lola a Fher. Donato mostró su tristeza
  • -          No le había contado a usted sobre su niñez? No me extraña. Lola quiere borrar esa parte de su vida a como de lugar. – Dijo con profunda melancolía. Fher apretó la mano de Lola pero la chica no pudo entender el mensaje.
  • -          Ya sabía yo todo esto. – Le dijo Fher. Lola recordó la carpeta que el jeque había recibido con la información de toda su vida hecha por supuesto por uno de los mejores investigadores privados de Europa. – Pero considero que Lola se parece a usted. Alguien me dijo que como jefe era muy humano pero implacable a la hora de cumplir responsabilidades.
  • -          Asi es… no puedo decir que es mentira porque de seguro usted me ha hecho investigar. – Le dijo Donato. – Tal vez por ello, sus compatriotas se identificaron con mi trabajo y jamás me faltó la oportunidad de empleo en uno de sus emiratos. Aunque jamás estuve en Ajman.
  • -          No. Si hubiera estado yo lo conociera. Trato personalmente con los ingenieros de petróleo que se encargan de las diferentes líneas de explotación de mi país. – Le dijo Fher.
  • -          Y su compañía me hace sentir más tranquilo respecto al futuro de Lola. Porque debido a muchas tragedias de mi familia, ella se ha perfilado como la heredera de todos los bienes de mi madre. – Le dijo Donato. Lola gimió con sorpresa
  • -          No quiero nada…- Empezó a decir. Fher volvió a apretarle la mano y Donato le pidió que se detuviera mostrándole la palma de la mano. Un acceso de tos le impidió hablar de inmediato.
  • -          Sé que no quieres el dinero pero no puedo permitir que vaya a dar a obras de beneficiencia. Hay propiedades y objetos de arte valiosos que sin duda Martina apreciará y a quienes les buscará un propietario amoroso y dedicado que reconozca su valor. – le dijo él. – Yo no puedo nombrar a Martina mi heredera pero tú si puedes nombrarla la albacea de todas esas propiedades.
  • -          Estás seguro que no hay un sobrino o un hijo tuyo por ahí que pueda recibir esa misión? – Le  dijo Lola ignorando la solicitud silenciosa de Fher de tener paciencia con el enfermo.
  • -          Ya habíamos hablado de esto con Martina hace diez años cuando me diagnosticaron mi enfermedad. – Le dijo Donato revelándole la larga agonía que había estado experimentando sin que ella lo supiera.
  • -          Diez años? Pero cómo es que hasta ahora yo conozco tu condición? – Preguntó enojada Lola. Donato suspiró.
  • -          En el fondo deseaba que te acercaras a mi, por motivos diferentes al dinero o a la lastima. – Le dijo Emiro. Lola se quedó sin aliento.
  • -          Yo no siento lástima por ti. – Le dijo. – Jamás sentiste un mínimo de ternura por la niña que engendraste porque sentir por ti algo más que el respeto que le tengo a todo ser humano.
  • -          Lola, no creo que…- Empezó a decir Fher pero Emiro le hizo un gesto para detenerlo.
  • -          Déjala!! Tal vez cuando haya expresado todo lo que siente por mi pueda comenzar a sentir otras cosas diferentes. – dijo Emiro. Lola suspiró.
  • -          Son veinte años tratando de entender por qué. Yo no recuerdo de niña haber llorado o haberme preguntado sobre mis padres hasta que conocí a Martina y me dijo que era mi tía y abrió la posibilidad de que tuviera algo más que nodrizas y madres sustitutas. – Describió Lola.
  • -          Un hombre como yo, que todo el tiempo estuvo solo y que no tenía la menor intención de compartir la vida con una mujer. No veía la posibilidad de criar a una hija. Así que dejé esa tarea a quien consideré la persona idónea para hacerlo. – Le dijo Donato. Lola asintió.
  • -          Y lo agradezco. Creo que habría más resentimiento en mi si hubiese crecido entre nanas en la inmensa soledad de esta mansión. – Le dijo Lola. Emiro sonrió con tristeza
  • -          Así que hice algo bueno? – Preguntó. Lola suspiró
  • -          Hiciste tres cosas buenas en tu vida: engendrarme en el vientre de Martha, darme a Martina como madre y pagar mis estudios. – Enumeró Lola. Fher no pudo evitar reir de las ocurrencias de Lola.
  • -          Y todo eso fue por amor. El problema es que es lo que puedo llamar amor yo,  no se parece a  lo que tú puedes llamar amor. – Le dijo Emiro. Lola asintió.
  • -          Acabo de entenderlo. No hay manera ni tiempo de enseñarte que existe un amor de sensaciones y sentimientos que no involucra dinero ni apellidos. – Le dijo Lola.
  • -          En eso te pareces a mi abuela italiana más que nadie. Ese apasionamiento por el amor y la familia. – Le dijo Emiro. El ama de llaves apareció en ese momento anunciando al doctor.
El hombre que entró tenía más o menos edad para jubilarse. Debía ser el médico de confianza de Emiro para venir a hacer la visita casi a la hora de la cena. Presentaron a Lola como la hija de Emiro y al jeque Fher con todas las pompas de su nombre. El médico les solicitó que le permitieran un poco de privacidad en la revisión del enfermo antes de conversar con ellos, así que Fher y Lola se pasaron a una salita alterna para evitar que movieran a Emiro del sofá en el que le habían acomodado.

  • -          En realidad, sientes todas esas duras cosas que dices? – Preguntó Fher aprisionando a Lola contra la pared al lado de la puerta. El jefe de seguridad de Fher era el único que se había ido con ellos a la otra sala. Assif estaba supervisando la merienda.
  • -          Es que pensar en Emiro es pensar en soledad y tristeza. – Le dijo colocando sus manos en la cintura del pantalón formal que él llevaba.
  • -          Espero no despertar tu enojo alguna vez. – Le dijo Fher. – Eres directa y mortal. No puedes aunque sea por condescendencia a su enfermedad, ser un poco más dulce con él?
  • -          Dulce? Estás loco!! Si acaso puedo ser más cortés.  – Le prometió Lola aunque su mente ya no estaba en Donato sino en las sensaciones que despertaba Fher con la cercanía de su cuerpo.
  • -          Muy bien. Déjalo en cortesía. Y deja de mirarme la boca asi que se me va a olvidar dónde estamos y para qué. – Le dijo Fher. Lola tragó en seco.
  • -          Es … difícil pensar contigo a menos de diez centímetros. – Le dijo. Fher sonrió antes de besarla. No ahondó en la caricia porque de verdad que se le olvidaría hasta que Abbas, su guarda espaldas estaba allí.
Los llamaron desde el otro salón. Fher le arregló los cabellos, Lola le limpió la boca pintada del rojo naranja de su labial. Entraron seguidos de Abbas y se volvieron a sentar uno junto al otro en el mismo sofá. El médico empezó a describir la situación del enfermo.

  • -          Emiro sabe desde hace cinco años que no hay nada que hacer contra el rumbo de su enfermedad. – Comenzó diciendo el doctor. – Las quimioterapias que recibió y el tratamiento que sigue simplemente garantizan una calidad de vida hasta que llegue el final.
  • -          Es necesario hablar esto delante del paciente? – preguntó Lola ante la insensibilidad del médico. Ademas la enfermedad de Emiro le recordaba el proceso doloroso y lento de Ernest antes de morir.
  • -          El paciente, señorita, sabe todo esto y quiere que ustedes lo tengan claro. – Insistió el médico.
  • -          Muy bien. Entonces mándemelo por escrito. – Dijo Lola que no se sentía bien escuchando como sentenciaba a muerte a Emiro estando él presente. Fher se aclaró la garganta.
  • -          Quiere decir que no desea saber nada más, si la situación es que no se puede hacer materialmente nada.- Explicó Fher.
  • -          Así es. Lo único que podemos hacer por Emiro es acompañarlo y rodearlo de afecto hasta que Dios diga que es su tiempo. – dijo el médico. Lola suspíró exasperada.
  • -          Servimos el té? – Dijo intentando encontrar un tema distinto. Fher propuso un tema sobre los bienes de Emiro y la conversación se fue hacia la difícil situación de los dueños de propiedades históricas y su mantenimiento.
Eran casi las siete de la noche cuando Fher se disculpó. Para ellos era casi medianoche en Ajman asi que ya el cansancio empezaba a agobiarlo: Le dijo a Emiro. En verdad que Lola no recordaba haberle hecho una visita tan larga como aquella a su padre. Si acaso una hora incluyendo un prolongado silencio mientras comían.
En el auto, Lola se deslizó en el asiento. Fher la acogió entre sus brazos y empezó a acariciarle la espalda. Lola se relajó por completo. La presencia de Assif en la cabina donde ellos iban ya no le intimidaba. Y Abbas el guardaespaldas iba adelante con el chofer.

  • -          Estará tu madre esperándonos? – Preguntó Fher. Lola sonrió sin abrir los ojos abrazada al cuello de Fher.
  • -          No creo. Es una gallina. Si no tiene una cena formal se acuesta a las siete en punto. – Le dijo Lola.
  • -          Entonces nos ahorraremos el incómodo momento de aclararle que pienso dormir contigo? – Le dijo Fher. Lola sonrió.
  • -          Ya te dije. Martina piensa que te acuestas conmigo desde el primer día cuando le dije que eras demasiado peligroso para mi sensatez. – Le dijo Lola. Fher la alzó como a una muñeca y la sentó en sus piernas. Lola dejó escuchar su risa.
  • -          Eres un demonio. – Le dijo Fher – Pero voy a disfrutar tanto estar en el infierno contigo.
Se besaron y dijeron palabras tiernas hasta que Assif anunció que habían llegado a la mansión. El jefe de seguridad de Fher siempre adelante fue abriendo paso hacia la casa. Eloisa, los recibió. Como Lola había predicho, Martina se había retirado a dormir temprano. Le había dejado dicho a Lola que no se preocupara por el bebé que ella lo atendería para que pudieran dormir tranquilos.
Eloisa le indicó a Lola que habían acomodado sus cosas no en su habitación habitual sino en la habitación del ático. Lola sonrió. Era una habitación con baño y vestíbulo más apropiada para una pareja que su pequeña habitación de soltera. Abbas entró primero revisó todo y anunció que iría a descansar. Que Assif tendría el turno de la noche. Lola le indicó una habitación sencilla al pie de la escalera a Assif.

  • -          Duerme. – Le ordenó. – El sistema de seguridad se disparará al menor movimiento de ventanas y cerrojos. Y no creo que Salomé ni Isis vayan a abrir ventanas con este frío.  – Le dijo.
  • -          Ella tiene razón. Confía en el sistema.  – Le dijo Fher. Assif inclinó la cabeza.
  • -          No se arriesgará a defenderse sin llamarme verdad? – Le dijo Assif. Fher sonrió.
  • -          Prometo ser un custodiado ejemplar esta noche. – Le dijo. – Lola va a vigilarme.


Assif no respondió por supuesto. Fher podía hacer una broma atrevida pero Assif no soñaría jamás en responderle. Lola empujó a Fher escalera arriba y se encerraron en la habitación. Fher la llevó en brazos a la ducha.
  • -          Vamos a comenzar por renovar las fuerzas. – Dijo Fher mientras le empezaba a quitar la ropa. Lola no paró de reir hasta que Fher la metió bajo el chorro de agua.
Los días en Londres pasaron volando y Fher tuvo que regresar a su país. Lola tuvo que viajar a Francia por razones de la venta de una propiedad de Ernest en la Riviera. Se encontró a unos amigos de su difunto marido y salió a comer en un costoso restaurante de moda. Esa fue la foto que salió en la prensa al día siguiente. La viuda Cavalli se levanta el velo. Decía el titular y Lola reía mientras bailaba sola frente al hombre en la mesa. Lola suspiró. Estaba esperando la llamada de Fher disgustado por la foto. Pero, eso nunca sucedió. Fher no la llamó en toda la semana.
Lola no quiso llamar al Palacio Ali-Duban. Qué iba a decir? Tenía claro que Fher había visto la foto y había concluido que ella regresaría a su estilo de vida anterior. Martina la llamó para el fin de semana recordándole que Emiro cumpliría años y que Lola había prometido salir a cenar con él. Se miró en el espejo en su habitación en Paris. Algo había cambiado en ella y no era solo la ropa que utilizaba que era menos escotada y sexy. Suspiró y terminó de empacar su maleta.
No había manera de sacar a Fher de su cabeza y no había manera de convencerse de que su silencio era lo mejor. Tenía una invitación para observar a Juan Pablo Montoya corriendo el Ferrari de Ernest en una pista de Daytona, un desfile de Valentino en Roma y una excursión a los Alpes Suizos. Miró Lola recorriendo su correo electrónico en el celular. Y sin embargo, lo único que deseaba hacer era tomar un avión y aparecer en Ajman para ver qué haría Fher con ella en su casa.
Llegó a Londres a la hora del almuerzo por lo cual tuvo tiempo para dormir una siesta antes de prepararse para el cumpleaños de Emiro. No era más que una cena en el Ritz y una velada en su casa. Sólo eran Martina, un hermano de Emiro y ella. Se vistió con una creación de Gucci, un corset que apenas se sostenía sobre sus senos recamado en canutillos dorados sobre una tela bordada a mano y una falda de organza que comenzaba en sus caderas y terminaba en un pequeña cola que arrastraba con gracia sobre el suelo a pesar de sus zapatos nueve y medio de tacón.
Martina quedó asombrada cuando Lola apareció en el vestíbulo de la mansión y ni se diga los hombres de la velada. Emiro le había llevado unos zarcillos de diamantes amarillos montados en oro rojo que había comprado para ella y, Lola decidió cambiar los aretes Gucci por las prendas que su padre le había regalado. Ella le había comprado todos los libros de Fernando Savater con edición de lujo. No podía imaginar una compañía mejor para un hombre enfermo como su padre que los libros de su escritor favorito. Para Emiro aquello fue como si le hubiera regalado una mina de diamantes.
En medio de la cena, alguien había puesto una canción de Carla Bruni y Martina convenció a Lola de bailar con su tio aquella canción para complacer a su padre. Quelqu’un m’a dit… Alguien me dijo que aún me amabas. Decía la canción con ese tono sexy y tierno de Carla, bailaba delante de su tio que no quiso tomarla en brazos para que Lola mostrara toda la gracia y la sensualidad de su estilo de baile. Lola sonreía a su tío cuando el jeque Fher Ali Duban entró en el restaurante. Lola no lo vio, cerró los ojos para dejarse llevar por los acordes.
Estaba a punto de sonar la última entrada del coro cuando unas manos la sujetaron de la cintura y la estrecharon contra un pecho ancho y duro. Lola abrió los ojos sorprendida. Los ojos aceituna de Fher la miraban entre la pasión y el enojo. Lola contuvo el aire y luego gimió exhalándolo al darse cuenta que no era un sueño. El estaba allí y bailaba con ella.

  • -          Fher… - Susurró ella. El jeque sonrió con una mueca entre irónica y burlona
  • -          Lola… - Dijo él utilizando el mismo tono de sorpresa de ella. Lola se detuvo. Fher se detuvo también.
  • -          Cuándo llegaste? – Preguntó ella mirando a la mesa de su familia donde su tio había regresado a sentarse. Abbas estaba en la puerta de salida del restaurante y Assif no estaba por ningún lado.
  • -          Hace un par de horas. Tu madre me dijo que tendrían esta cena aquí. – Le dijo él.
  • -          Donato cumple años. – Dijo Lola sin tener claro qué decir. Fher asintió, la tomó con firmeza por el codo y la condujo a la mesa.
  • -          Fher me ha traido una colección de batas de Valentino. – Dijo Donato apenas Lola regresó a la mesa. Ella sonrió. Temblaba de pies a cabeza y no tenía idea si por volverlo a ver o por la frialdad con la que le miraba.
  • -          Este señor es el hermano de Emiro, Leandro Donato. – presentó Martina. Lola frunció el ceño al ver el cambio de actitud de Fher. Su rostro paso del asco a la vergüenza. ¿Acaso él estaba pensando que Lola estaba saliendo con Leandro? Se preguntó enojada y luego, analizó la mirada de Fher a ella mientras decía:
  • -          No creí que habría otra persona en la invitación. – Dijo el jeque. Lola se sorprendió imaginando que Fher estaba celoso. ¿Celoso de su tio Leandro? Se preguntó Lola y entonces cayó en cuenta que tenía la misma edad de Ernest y que los retorcidos pensamientos de Fher no eran tan desproporcionados.
  • -          Y … Por qué no habíamos tenido noticias tuyas? – Preguntó Martina. Lola quiso fulminarla con la mirada. Su madre no podía esperar a que ella hiciera la pregunta. Podían pasar años antes que Lola decidiera hacerle notar que lo había extrañado. Fher no la miró a ella mientras le decía a Martina.
  • -          Tuvimos un pequeño accidente al llegar a Ajman y por algunos días pensamos que había sido un atentado. – Dijo Fher. Lola frunció el ceño aún más.
  • -          Pero todos están bien. – Comentó Emiro. Fher miró a Donato.
  • -          Gracias a Alá. Ahora estamos bien pero Assif sufrió una fractura de tibia y peroné por eso no me acompañó en este viaje. – Le dijo Fher. Lola ya se había preguntado porque el inseparable asistente no estaba allí.
  • -          Viniste sólo con tu cuerpo de guardaespaldas? – Preguntó Martina. – Dónde estás alojado? Tienes que irte con nosotras a casa.
  • -          Vine solo con mi jefe de seguridad y dos hombres que el Scotland yard me asignó durante mi estadía. En realidad debería estar en Paris y no en Londres pero decidí que habían pasado muchos días sin tener noticias de ustedes. – dijo Fher. Lola se mordió el labio.
  • -          En todo caso, aún si estas en un hotel tienes que venir esta noche a casa. Ningún lugar será más seguro para ti que la Villa Cavalli. – Insistió Martina. Fher miró a Lola por primera vez desde que se sentaron.
  • -          No sabía si Lola me permitiría hacerlo. Después de todo, tan pronto me marché, ella recuperó su vida. - Lola hizo una mueca de disgusto.
  • -          No recuperé nada. No había perdido nada después de todo. – Dijo con grosería. – Tan solo continué la agenda que llevaba para restablecer las propiedades de los Cavalli a cargo de sus descendientes. – Dijo aunque no deseaba explicarle nada. Era un imbécil. Se desaparecía una semana en un mundo de redes sociales y comunicación como si estuvieran en medio del desierto y ahora aparecía quejándose de abandono.
  • -          Y ya terminaste? – Preguntó Fher.  Lola suspiró.
  • -          Con las propiedades, si. – Respondió con renuencia. -  Los títulos de valores y las cuentas tienen un proceso más lento pero no hay afán.
  • -          Aja. No te hagas el tonto. Por muy jeque árabe todopoderoso que seas, tienes que responder a mi invitación de alojarte en mi casa. – Insistió Martina. Fher sonrió.
  • -          Nos quedaremos en su casa. Hemos viajado del aeropuerto al restaurante. – Informó. Lola volvió a morderse el labio. Nada, no podía hacerse ilusiones por eso. El solo había intuido que Martina le insistiría en alojarlo en la villa.
  • -          Y si alojarte con Martina es un problema, puedes venir a mi casa.  – Propuso Emiro. Lola lo miró. Emiro tenía una expresión de travesura en sus ojos. Su invitación era una provocación a que Lola insistiera en alojar a Fher.
  • -          No estaría mal. – Dijo Lola. – Bajarte en casa de Emiro podría ser más conveniente para ti. Hay menos recorrido mañana hasta el aeropuerto. – Propuso Lola para fastidiarlo.
  • -          Significa eso que no me quieres cerca? – Preguntó Fher mirándola. Lola sonrió con un gesto falso de diversión.
  • -          Significa que no queremos obligarte a estar en nuestra compañía. – Dijo ella. Maldijo en silencio por evidenciar su disgusto. Tendría que haber dicho cualquier otra cosa.
  • -          De hecho, por tu compañía he desviado la ruta de mi viaje. – Dijo él. Lola hizo un gesto de incredulidad.
  • -          Bueno después de una semana de silencio uno podría creer que no desean saber más de uno. – Dijo odiando haber comenzado a decir todas esas tonterías. Parecía una adolescente tonta reclamando chocolates.
  • -          Y una foto de tu chica bailando en la playa con otro hombre podría hacerte creer que no te necesita para divertirse. – contra atacó Fher. Martina se aclaró la garganta.
  • -          Si necesitan un minuto a solas… - empezó a decir la señora. Los dos le mandaron a callar con la mirada.
  • -          Bailaba con un grupo de amigos con los que celebrábamos la venta de la Villa en la Riviera Francesa. – Explicó Lola. Luego se arrepintió. Por qué tenía que darle explicaciones si él apenas se había mostrado interesado en saber sobre su vida en su ausencia.
  • -          Bien, yo no podía llamarte y exponerte a ser el siguiente foco de atentados. Mi cuerpo de seguridad se aseguró de ubicarte, seguirte y protegerte. – Le dijo él. Martina se llevó la mano al pecho.
  • -          Y seguimos estando en peligro? – Preguntó mirando a todos lados como si buscara algo fuera de lugar. Fher le cubrió una mano con la de él.
  • -          No se preocupe. En realidad aquello fue un accidente y no tuvo nada que ver con atentados. – Le dijo con ese tono consolador que hacía revolotear mariposas en el estómago de Lola. Los meseros trajeron el plato principal.
  • -          Lo siento Fher. No sabía en qué momento llegarías, así que no pedí para ti.  – Dijo Martina. Lola empujó su plato hacia el centro de la mesa.
  • -          Comparte el mio. Yo he perdido el apetito. – Dijo con tristeza. Así que por miedo a aparecer tonta no llamó y él había estado en peligro de estar herido, encima de todo había alborotado sus celos con su viaje a la Riviera Francesa. Pensó Lola.
  • -          Come. A mi me traerán uno. – Dijo Fher mirando al mesero. – Y uno para el señor en la puerta. No comimos nada en el avión.
  • -          Ves… tú tienes más hambre que yo. Esperaré a que traigan tu plato. – Dijo Lola. El no podía ponerse ahora como la víctima. Se dijo. Ella tenía una vida y unos compromisos que cumplir y él tenía que ser conciente de ello. No era una mujer árabe esperando a que él recordara su existencia en el mundo. Era una mujer occidental con negocios y una fortuna bajo su responsabilidad. Se dijo enojada con su actitud. Fher entonces hizo algo que ninguna mujer árabe vería jamás. Tomó el tenedor y le llevó a la boca un poco de salmón.
  • -          Anda… Comeremos los dos. – Le dijo él. Pero ya su voz no tenía tinte alguno de ironía o enojo. Lola lo miró.
  • -          Me vas a dar de comer, Señor Jeque. – Se burló ella. Todos en la mesa sonrieron. Fher la miró con seriedad.
  • -          Y voy a pedirte que lo compartas conmigo y también que seas mi esposa. – Dijo Fher y con la otra mano sacó un estuche de Cartier cuadrado y pequeño. Lola miró a su madre.
  • -          Aja… responde. – Le dijo ella. Lola suspiró.
  • -          No tenemos ni un mes de conocernos. – Dijo titubeante. Emiro dejó escuchar su risa.
  • -          Eres una mujer de negocios arriesgada y decidida. – Le dijo. Lola lo miró.
  • -          Si… claro. ¿Vos has pensado que me iré a los Emiratos y no podré volver aquí en mucho tiempo? – Le dijo ella. Emiro sonrió más ampliamente.
  • -          No pensé que te preocupara no verme. Es hermoso saber que quieres estar cerca. – Le dijo Emiro. Lola suspiró.
  • -          Esto es coaccionante. – Le dijo a Fher mirándolo de nuevo. Fher colocó el anillo sobre la mesa.
  • -          De hecho… es más presión para mi que para ti.  – Le dijo él. – No le había pedido matrimonio jamás a una mujer y no volveré a hacerlo. En casa, yo solo diría  a mi madre que quiero casarme y ella me buscaría la esposa y yo la recibiría.
  • -          No quiero ejercer presión. – Dijo Lola. – No me gusta recibirla tampoco. ¿Es necesario que responda en este momento?
  • -          La verdad, de tu respuesta depende el futuro de mi familia. Recuerda que vengo incluido en un paquete. – Dijo Fher empezando a impacientarse. Lola se mordió el labio. Para él no debía ser fácil cederle el poder de decisión a ella. Un árabe dependiendo de una mujer?
  • -          Yo creo que nosotros deberíamos cambiarnos de mesa para que ustedes tengan más privacidad. – Dijo Martina. Lola levantó la mano para detenerla.
  • -          Yo también vengo en un paquete, Martina. – Dijo Lola. – Solo déjame pensar.
Martina comenzó a comer y todos continuaron en silencio. Lola recibió el bocado que Fher le entregaba en el tenedor y un mesero le trajo otro juego. Ella tomó de la salsa Alfredo y untó con ella un poco de salmón para llevarlo a la boca de Fher.

  • -          Prueba la salsa. A ti que te encantan los sabores exóticos. – Le dijo ella. Fher lo recibió y comió en silencio mirándola con aire expectante.
  • -          Ayudará saber que voy a recibir una embajada en Paris? – Dijo Fher luego de masticar con calma su bocado. Lola alzó una ceja.
  • -          ¿Vas a criar a tu hijo en Francia? – Preguntó asombrada. Fher alzó los hombros a modo de respuesta.
  • -          Tendremos unos cinco meses del año para ir de vacaciones a Ajman y empaparlo de cultura árabe. – Le dijo él. – De todos modos se vienen Salomé y Assif conmigo. Ninguno de los dos dejará que se pierdan las tradiciones.
  • -          Qué sucedió con Isis? – Preguntó Lola comiendo de las papas al vapor. Fher la miró sonriendo con ironía.
  • -          La liberé de su papel de concubina y le permití casarse con su enamorado. – Le informó Fher. Lola entrecerró los ojos.
  • -          Isis… ¿una concubina? Pero ¿de quién? – Preguntó ella. Fher sonrió más ampliamente.
  • -          Me hiciste prometer que no tendría una.  – Lola dejó el tenedor en la mesa y se llevó las manos al vientre. Isis era la concubina de Fher. ¿El la tuvo, todo el tiempo allí a la mano y jamás estuvo con ella? Apenas podía creerlo. Pensó en la exótica belleza de Isis. Sus cabellos de seda cayendo en cascada sobre la espalda y su mirada angelical.
  • -          Qué dijo el Rey Amin de tu decisión? – Preguntó Lola evadiendo el tema de Isis a propósito.
  • -          Está furioso porque me traeré su concubina a Francia. – Le dijo Fher. Y volvió a ofrecerle un bocado de salmón. Lola suspiró. – Todo lo demás resta importancia ante la inminencia de perder a Salomé.
  • -          Y tu madre… qué opina de tu decisión? – Preguntó Lola siguiendo el curso de sus temores. Fher sonrió con una expresión medio torcida.
  • -          Ella no puede opinar, Lola. Recuerda que no tiene voz ni voto. Pero está decidida a venir a convencerte si yo no puedo. – Le dijo Fher. Lola alzó una ceja sorprendida. ¿Zaida quería que fuese su esposa?
  • -          Asi que sólo es dar una respuesta? – preguntó. Emiro sonrió y Leandro habló por primera vez desde que Fher había llegado.
  • -          Muñeca… todo es así de simple. Dices sí, dices no. Todo el tiempo estás en esa dinámica y con tu respuesta vas haciendo que cosas sucedan. – Le dijo Leandro. – Desde que el desayuno aparezca hasta amarrar a un jeque árabe a la pata de tu cama.
Lola sonrió. Tomó otro bocado de salmón y lo llevó a la boca de Fher. El lo recibió sin mostrar sus sentimientos en esa expresión impenetrable que solía utilizar en los negocios. Lola suspiró. Era una noche perfecta. El Ritz, el vestido, sus padres y Fher. Nada como la primera vez que Ernest le pidió matrimonio. El estaba hospitalizado y ella recibió de su abogado el paquete de beneficios que daría aquella unión.

  • -          Emiro tiene un edificio en el distrito XVII. – Dijo ella. – Sería un lugar ideal para una embajada.
  • -          ¿Eso es un sí? – Preguntó Emiro. Lola se mordió el labio.
  • -          Si digo que sí puedo salir con mis amigos a comer sin que me tachen de frívola y descocada? – Dijo Lola. Fher dejó el tenedor sobre la mesa y la miró.
  • -          Me estoy mudando a Paris para que puedas ser tú. – Le dijo él. Lola suspiró.
  • -          Es un compromiso muy grande. Y ¿si no te gusta occidente? – Preguntó ella. Fher parpadeó varias veces como si no hubiera considerado eso.
  • -          Me gustará el lugar, si tú lo compartes conmigo. – Le dijo él. Lola sintió como se le hacía un nudo en el estómago.
  • -          Lo mismo sucede conmigo. No importa estar en Arabia y encerrarme en un palacio a vegetar mientras decides aparecer. – Le dijo ella. – Si al final del día apareces, será suficiente.
  • -          Maldición, Lola. Quieres dar una respuesta sensata!! – Se quejó Martina. Lola sonrió y tomó la cajita Cartier con el anillo. Se quedó sin aliento al abrirlo. ¿Era en realidad un diamante del mismo tono de sus ojos? Lola sacó el anillo del estuche y Martina exclamó un asombrado Oh, Dios mio!! Lola suspiró.
  • -          Está bien. Voy a casarme contigo. – Dijo Lola. Fher sonrió aliviado especialmente cuando la vio colocarse el anillo. – ¿Cómo conseguiste un diamante del color de mis ojos?
  • -          Y en una semana. – Agregó Fher para aumentar el valor de su proeza. Lola sonrió.
  • -          Y en ocho días. – Dijo Lola. Fher tomó la copa con champaña y sonrió.
  • -          No suelo beber pero el acontecimiento lo amerita. – Dijo levantando la copa. Todos le imitaron. Claro que la copa de Emiro contenía una mezcla de frutas que era parte de su tratamiento.
  • -          Me van a volver loca. Ella ha dicho que sí? – Preguntó Martina. Lola asintió.
  • -          Creo que ahora voy a ser la esposa de un jeque árabe, Martina. – Le dijo Lola. Martina lanzó un grito de emoción y se levantó para besar a Lola y luego a Fher.
  • -          Yo me alegro en verdad que aceptes, Lola. – dijo Emiro. Lola frunció el ceño.
  • -          Te sientes bien? – preguntó al verlo doblarse.
  • -          Estoy un poco cansado por la tensión a la que nos sometiste. Si decías que no, no estaba seguro de qué haría Fher con nosotros. – LE dijo. Lola sonrió.
  • -          Conociéndolo… Daría lata hasta que le dijera que si. – Le dijo Lola. Fher la tomó de la mano y la hizo levantarse.
  • -          Yo no doy lata. Soy persistente. – le dijo antes de besarla apasionadamente.- ahora, terminemos la cena y, en casa decidiremos cómo comienzas a aprender a ser una esposa árabe obediente y complaciente. – Lola y Fher volvieron a sentarse y la cena continuó.
Desde la ventana del Ritz hacia el patio, la jefe de cocina sonrió. No importa cuántos millones había en la cuenta bancaria de una persona. Construir y mantener una familia, era cosa de todos los involucrados y de todos los días. Suspiró y se fue a buscar el postre preferido del jeque. Esperaba que lo aprobara porque lo había preparado con las instrucciones de Martina que, en el fondo no habían sido más explícitas que las de una receta.



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