Lola se comió la curva sin
disminuir la velocidad del auto sin perder el control del timón. Aquella
sensación de vértigo en el estómago y el corazón al doble de la velocidad
habitual le hacían sentir completamente feliz. Aquello solo era comparado con
la emoción de hacer el amor con la persona que te atrae. Luego de dos curvas más llegó a la zona de la
bandera de meta y detuvo el auto sin un solo de los odiosos ruidos que detestaba: rechinar de
llantas, comerse los neumáticos o dañar los frenos. Su jefe de mecánicos
sonrió. Ella solía decirle que era casi un hombre y cuando la veía correr podía
creerlo.
Lola se bajó del auto y dejó
que los chicos de la cuadrilla apreciaran su cuerpo firme y esbelto enfundado
en un sexy overol deportivo. Caminó con la elegancia y sensualidad propia de su
manera de actuar y comenzó a bajar la cremallera. El jefe de mecánicos de la
escudería de Juan Pablo Montoya la esperaba a un lado de la pista.
- -
Entonces, Frank. - Dijo Lola mientras sacaba sus brazos del
overol. – Qué te parece el carro?
- -
Me gusta más la conductora. Estás segura que no
quieres dedicarte a esto de manera profesional? – Preguntó él sin dejar de
apreciar el cuerpo delgado y grácil que vestía una camisilla esqueleto y una
falda de tenis Adidas debajo de aquel vestido masculino.
- -
Perdería su encanto correr. – Le dijo Lola
sonriendo. Dobló el overol y lo guardó en un maletín deportivo con la marca de
un diseñador francés y le insistió: - Necesito vender este auto y si tu Montoya
no lo compra me resignaré a venderlo a otro pero sé que quiero y es que Juan
Pablo lo tenga. Lo amará casi tanto como lo amó Ernie toda su vida.
- -
El auto es magnífico y tú lo sabes. – Dijo el
mecánico sin dejar de notar el tono de tristeza que percibió en su voz al tener
que mencionar a su recién fallecido esposo. - – Montoya lo quiere y tú lo sabes.
- -
Después de correr… ganar dinero es mi segundo
deporte favorito. – Dijo Lola mientras le entregaba la bolsa con las llaves,
los documentos y algunos accesorios del auto que no deseaba conservar. – Ernest odiaba la idea de que dejara el auto en el
garaje oxidándose casi tanto como lo aterrorizaba que se me diera por correrlo.
- -
Estás despreciando una importante oportunidad
para ti. Eres una excelente corredora. – Dijo Frank. Lola sonrió con un pequeño
dejo irónico.
- -
Me gusta correr autos pero estoy en el proceso
de tener un bebé. Esa es mi próxima meta en la vida. Y hacer una familia es muy
difícil mientras participo en circuitos cerrados de kartz. - Le dijo ella arreglando sus cabellos y
revisando su maquillaje en un espejo que sacó de su maletín. – Ya conoce el
valor y los términos. Los mandé al correo electrónico que me indicaste para que
el asesor de Juan los viera. Sólo quiero que me avises cuando lo va a probar
para intentar estar aquí y verlo. Será como volver a ver correr a Ernest.
- -
En realidad quieres ver si lo conduce mejor que
tú. – Lola sonrió y tomó su bolso.
- -
Es posible. Je,jejeje. – Dijo Riendo sin falsos
temores. Uno de los auxiliares del autódromo le trajo las llaves de su auto y
Lola caminó hacia el maserati en el estacionamiento. Este auto también había
sido vendido pero lo había conducido hasta allí para darle el adiós.
Se subió al auto,
conectó el celular al auto y salió del parqueadero. Ernest Cavalli había sido
su compañero de aventuras durante ocho años y su esposo durante casi dos años.
Se habían casado porque los médicos le diagnósticaron cáncer y no le dieron
mucho tiempo de vida. Ernest no pensó en otra persona distinta a Lola para
compartir sus últimos años de vida y para dejarle su fortuna. Y Lola… Ella
suspiró y condujo hacia su apartamento en Miami.
En la pantalla de
su Iphone abrió los emails que su secretaria en Nueva York le había enviado.
Tenía que estar a las dos en el aeropuerto para tomar un vuelo a Londres. Una corta visita a su madre
renovaría su decisión de tener un bebé con o sin padre. Y luego tomaría un
vuelo a Bahrein y de allí otro a Ajman. Lola miró la foto que su secretaria le
había mandado del jeque Fher Ali-tarud. Podía un hombre árabe ser más hermoso? Se
preguntó viendo las facciones definidas, la piel bruñida al sol y los ojos
intensamente verde aceituna. Frenó a tiempo para no comerse un semáforo y se
sacudió los cabellos. ¿Qué diablos hacía pensando en aquellos términos sobre el
viudo de Janina? Lola… Se dijo a sí misma: ¿Vas a seducir al hombre que hizo
tan miserable la vida de Janina por venganza o por deseo?
No podía olvidar
que por muy hermosa que fuera la boca y por muy atractiva que fuese su
apariencia, el jeque Fher había lastimado profundamente a Janina sumiéndola en
una depresión que la consumió y la llevó a la muerte. Recordó a su dulce y
menuda pupila. Janina era también una hermosa muestra de la belleza árabe. Sólo
que no pasaba de los cinco pies de
estatura y sus ojos eran más amarillos que verdes y su cabello no tan negro
como el de su marido. Lola frunció el ceño. Tenía que obligarse a pensar en
Fher como en su enemigo.
Fher Ali- Tarud –
Le dijo a la fotografía que le sonreía desde el celular. – Vamos a ver qué
tanto hiciste para que la pobre Janina dejara sus deseos de vivir en la caneca
de la basura. Janina era muy confiada y obediente. Había ido a casarse con Fher
a pesar de no estar enamorada de él ni de estar segura de querer aquel
matrimonio acordado según las normas árabes y menos si podría quedarse a vivir
en Ajman.
Para superar la muerte de
Ernest, Lola se había quedado en casa de su madre en Londres y había tomado la
tutoría de dos chicas extranjeras en el aprendizaje de la cultura inglesa.
Aquella había sido una propuesta de su tutora en la escuela inglesa donde se
educó pero Lola quería viajar y conocer el mundo y ser maestra le amarraría
nueve meses al año a un mismo sitio. Así que no aceptó aquella posibilidad y se
fue primero en un año sabático, recorriendo el mundo entero según fuera
sintiendo curiosidad por algún lugar. Una pequeña fortuna heredada de su abuela
y que ella había doblado invirtiendo en la bolsa a través del hermano de una de
sus compañeras de colegio le había permitido disfrutar de la vida sin
preocuparse por un trabajo.
Luego había
conocido a Ernest y él le había hecho descubrir que el don de saber dónde
invertir dinero y ganar el doble de ganancias no lo tenían todas las personas
que se hubieran especializado en finanzas. Así que la hizo tomar un curso de
finanzas en la universidad mientras él la guiaba por el mundo de las
inversiones convirtiéndola en millonaria. Lola suspiró. Su vida entera desde
los 19 había girado en torno a Ernest y hasta ese momento no se había dado
cuenta.
Había insistido a
Janina en que defendiera su libertad, en que viajara y conociera el mundo antes
de casarse y ella había hecho lo mismo que Janina, se había entregado a los 19
años a una vida alrededor de un hombre. Suspiró tratando de exhalar sus
remordimientos. En el fondo, aunque siguiera pensando que algo que había hecho
Fher le había lastimado a Janina su deseo de vivir, ella con sus ideas de
libertad y vida occidental había colaborado también.
Un baño rápido, un
par de instrucciones más al administrador de los apartamentos donde estaba el
suyo en Miami y la ida al aeropuerto es todo lo que le quedó a Lola antes de
llegar al aeropuerto de Londres y comenzar a discutir con su madre.
- -
Es un poco exagerado que te vistas como una
maestra de pueblo para ir a Arabia. – Le dijo Martina apenas la vio. Lola
sonrió. Solo llevaba un traje sastre debajo del cual apenas llevaba ropa
interior de encaje y ya su madre decía
que era un traje de monjes. Además ¿podría una maestra pagar un traje sastre de Valentino?
- -
Estás acostumbrada a mis ropas de sexygirl y eso
es todo. No tiene nada de pudorosa ni de anticuada. – Le dijo siguiéndola hacia
donde estaba el parqueadero.
- -
Y¿ como vas a Arabia ya no vas a usar ropa de
sexygirl? No entiendo. – Le dijo Martina sin cejar en su empeño. Lola sonrió.
- -
No traigo si no la ropa que me pondré en Arabia
porque mi vuelo sale esta noche. – Le dijo aunque no le gustaba dar
explicaciones, a Martina tendría que dárselas porque no la dejaría en paz hasta
tener satisfecha su curiosidad.
- -
Y cuándo vas a sacar tiempo para estar conmigo?
Crees que medio día con tu madre cada ocho meses es suficiente? – Le preguntó
Martina Lola suspiró y se acomodó en el auto de su madre después de que el
maletero le guardara su equipaje en el baúl. Le dio una propina generosa al
hombre y dejó que su madre condujera por el tráfico de la ciudad.
- -
Hace trece meses para ser más exactos, madre. –
Le corrigió Lola. - – Sabes que tenía compromisos que cumplir. Durante casi dos
años dejé los activos de Ernest a la deriva sin decidirme a vender o conservar.
Su familia estaba haciendo demasiada presión sobre mi y necesitaba tomar
decisiones. He tardado todo un año en redistribuir, vender, invertir, conocer y
dejar todo lo que Ernest fue acumulando en su vida.
- -
Lo siento. Es que tu viaje a Arabia me tiene
nerviosa. – Le dijo Martina cubriendo una mano con la suya. Lola se mordió el
labio inferior como solía hacerlo cuando reflexionaba.
- -
No entiendo por qué. Es la tercera vez que voy a
Arabia que hay de diferente en esta. – Le dijo tratando de calmarla. Lola sabía
lo que le iba a decir antes que hablara.
- -
Esta vez vas sin un hombre que te acompañe y vas
a conocer a este… jeque que tanto lastimó a la pobre Janina … no puedo estar
feliz por tu viaje. – Le dijo Martina. Lola hizo ejercicios para relajar los
músculos de su nuca girando su cabeza lentamente de un lado a otro.
- -
Tranquila Martina. Voy a conocer a la familia de
Janina, a presentarle mis respetos por su muerte y me regreso. Es un viaje de una semana. – Le
explicó y en el fondo se repetía a ella misma que solo era eso un viaje de
reconocimiento y no había nada más.
No podía decirle a Martina que
el jeque Fher era hermoso y que le seducía la posibilidad de tener una aventura
con él tanto para dejarlo hecho un bobo y vengar la tristeza de Janina como
para darse un gusto después de tres años de soledad. Martina no entendería
ninguna de las razones de su viaje. No en aquellos términos. Lola no se
engañaba a si misma. Era triste que por alguna palabra o algún gesto de este hombre
Janina hubiera muerto pero también era claro que hasta no tener a Fher delante
suyo y comprobar qué clase de hombre era, ella no estaría en paz con aquella
historia.
Le había llegado la oportunidad
disfrazada de trabajo cuando James Berlusconi la llamó para solicitarle
reemplazarlo en su reunión con el jeque para negociar una isla que había
pertenecido a su familia durante siglos. El padre del jeque la había comprado
hacía muchos años y ahora Fher deseaba venderla para que Berlusconi la
recuperara pero no quería tampoco hacer cualquier negociación. Pero el primer
nieto de James se había adelantado y este había viajado a los Angeles donde
vivía su hija para acompañarla en el proceso. Así que le pidió a Lola que lo
representara en la transacción.
Qué había dicho Berlusconi para
que un jeque árabe aceptara negociar con una mujer? Lola suponía que James
tenía mucha confianza con el jeque. Solía llamarlo Fher en sus conversaciones
con ella y dar la idea de que le tenía mucho afecto. Lola aceptó el itinerario
que su madre había organizado para ella. Almuerzo en el Ritz, una tarde con las
chicas del instituto donde estudió y de regreso al aeropuerto.
Cuando llegó a Ajman su
itinerario cambió. En el aeropuerto le informaron que un auto privado del jeque
la llevaría a palacio y que su reserva en el resort Madinat Lumeirath había
sido cancelada. Se alojaría en el palacio como visitante oficial extrajero.
Lola contuvo sus preguntas hasta que le presentaron al asistente del jeque
Fher, Assif.
- -
Quiero saber por qué cancelaron mi reserva en el
resort. Tengo una cita con un inversionista mañana al mediodía como podré
cumplirla estando aquí?- – Le dijo sin preámbulos. Assif asintió. Lola le
hablaba en inglés porque no sabía hablar con fluidez el árabe aunque lo entendía
bastante bien.
- -
Al príncipe no le pareció correcto que usted
estuviera sola en el resort. Eso se prestaría a comentarios mal intencionados
sobre su conducta y con relación al señor Raúl Ortega no se preocupe. Ya todo
está arreglado para que usted lo reciba aquí.
- -
Es increíble la prepotencia de ustedes al
reorganizar mi agenda sin mi consentimiento, totalmente convencidos de que la
cumpliré. – Se quejó Lola. Pero Assif no respondió sino que hizo una venia a
alguien detrás suyo y la voz de Fher Alí-Tarud recorrió su espalda con el mismo
efecto de un hielo.
- -
No es cuestión de prepotencia, es una decisión
de seguridad y conveniencia. – Le dijo. Lola se dio vuelta con calma. No podía
demostrar debilidad delante de ese hombre
A pesar de todo el mundo
recorrido, a Lola le temblaron las piernas y se le cerró la garganta al mirar a
Fher. No era lo atractivo que era el hombre ni lo sensual de su voz, era que
tenía una química que se conectaba directamente a su sistema nervioso y la
volvía gelatina con solo mirarla. Maldición!! Exclamó en su mente. Ni siquiera
cuando la sedujeron por primera vez se sintió tan alterada.
- -
Señor. –Saludó en árabe haciendo la venia. Fher
se acercó a ella y le tendió la mano.
- -
Una mujer tan hermosa como usted no puede
someterse a las humildes costumbres árabes. – Le dijo él en inglés. Tomó una
mano de Lola y la besó con más delicadeza y lentitud de lo adecuado.
- -
Gracias. Pero no quería pasar por mal educada. –
Le dijo Lola maldiciendo su tartamudeo. Por qué tenían que regresar sus reacciones adolescentes al
miedo en ese momento?
- -
Yo creo que hasta la mala educación le perdonan.
– Le dijo el jeque. Lola retiró su mano con delicadeza pero con firmeza. No
quería que él supiera la manera en la que su presencia la estaba afectando. Estaba él coqueteando con ella?
- -
Estaba reclamando a su asistente que hubieran
cambiado mis planes de alojamiento. – Le dijo Lola tratando de concentrarse en
sus objetivos y no en el poder de seducción de ese hombre.
- -
En eso no voy a complacerla. – Le dijo
arrastrando las palabras con intención de darle doble sentido a su frase. Lola
alzó una ceja En qué otras cosas iba a complacerla?. – Mi seguridad y la suya se verían lesionadas con ese arreglo.
Pondré a su disposición todos los medios de transporte que requiera para hacer
sus diligencias según su agenda pero no le permitiré alojarse en el resort.
Especialmente sola.
- -
Ah. Es por ser mujer? – Preguntó Lola. El jeque
recorrió con su mirada el cuerpo entero de Lola antes de sonreír con ironía y
decirle:
- -
Hay que disculparle a usted muchas cosas por ser
mujer. Disculpe usted una por lo menos. – Lola frunció el ceño.
- -
Tiene que disculparme muchas cosas? – Le
preguntó ella. El jeque le señaló una silla detrás de ella. Lola decidió
obedecerle aunque lo que deseaba era ducharse y cambiarse de ropa. Llevaba casi
24 horas vestida con ese caftan de seda china que había escogido para su viaje
y su cuerpo pedía a gritos unos minutos de descanso.
- -
No voy a conversar con usted mucho tiempo porque
tengo un compromiso ineludible y usted debe tener unos deseos enormes de
descansar un rato pero yo quiero hacer el protocolo de recepción para que no
crean que le ha disgustado que la alojemos en el palacio.
- -
No es enojo o disgusto. Me imagino que el
palacio tiene mejor atención que el resort pero… no quería molestar. – Se excusó Lola. – Además creo que recibirme
en el palacio sin acompañante también es un compromiso para usted.
- -
Por eso Assif, va a acompañarla a todos lados.
El es mi secretario personal pero prescindiré de su valiosa colaboración
durante la semana de su estadía. – Le comunicó.
- -
No necesito un acompañante tan capacitado. Una
joven que sepa inglés es suficiente. – Le dijo Lola sin saber cómo acomodarse
en la silla para alejarse del jeque que optó por sentarse en el borde de un
escritorio a menos de veinte centímetros de ella.
- -
No rechace a Assif porque podría lastimar sus
sentimientos. El está más que feliz de acompañarla. Además no tengo compromisos
por fuera del palacio que requieran la compañía de mi secretario durante estos
días. Serán como unas vacaciones para él. – Agregó sonriendo y mirando a su
asistente que estaba detrás de Lola. La joven no pudo ver como reaccionaba el
asistente a la sonrisa y a las palabras de su jefe.
- -
Muy bien. Aceptaré la compañía del señor Assif.
– Dijo Lola.
- -
Assif a secas. – Le corrigió Assif con voz seca.
Lola suspiró.
- -
Está cansada. Es una descortesía de mi parte
insistir en contarle sobre las normas de la casa cuando se ve que está a punto
de desfallecer. – Dijo el jeque ofreciéndole las manos para ayudarla a
levantarse. Lola miró las manos como si fuesen una docena de serpientes y se
preguntó porque le ayudaba a levantarse si no lo necesitaba. Acaso quería entrar
en contacto con ella con un motivo tan infantil. Se preguntó y se mordió el
labio.
- -
Es solo que… - Empezó a decir Lola. El le tomó
las manos y la hizo levantarse de la silla.
- -
No se disculpe. Estaré en la sección de mujeres
del palacio. Allí viven mis hermanas y mis empleadas jóvenes solteras. Será
tratada como alguien de la familia por lo cual deberá asistir a las cenas
familiares.- La hizo girar hacia la puerta. - El desayuno y el almuerzo son espacios personales que puede
distribuir a su manera. Salomé es la chica de la servidumbre que le acompañara
en las actividades más privadas. Assif se la presentará cuando llegue a su
habitación. Es un poco complicado andar por el palacio así que Assif estará
todo el tiempo con usted para que no se pierda en el laberinto de corredores.
Mientras hablaba le había
tomado del codo y la conducía hacia la puerta del salón sin darle tiempo para
replicar. Lola aspiró profundamente su perfume y un olor particular a hierbas
que se desprendía de su cuerpo. Trataba de no mirar aquella boca para no ceder
a la tentación de imaginar besarla. Assif la precedió en el camino por el
pasillo. No recordaba haberse dejado convencer por un hombre con tanta facilidad. Ernie disfrutaba de sus pequeños enfrentamientos y con él unas veces ganaba ella, otras veces ganaba él.
- -
Espero que disfrute su visita a Ajman. – Le dijo
él liberándola del contacto con su mano. Lola suspiró.
- -
Yo también lo espero. Gracias por su
comprensión. – Le dijo Lola y lo vio alejarse en el pasillo en sentido
contrario a dónde Assif le guió.
Assif la llevó por los
corredores del palacio. En verdad podría ser complicado guiarse en él si se
tuviera poco sentido de orientación. Pero Ernest le había enseñado a orientarse
con un juego de nemotecnia que le resultaba bastante sencillo y Lola estaba
casi segura que podría regresar al salón de donde le habían sacado sin la
compañía de Assif. De todos modos no pensaba desobedecer al jeque. No quería
que se le tuviera por una mujer rebelde y belicosa. Quería que él pensara en
ella como una dulce y sexy extranjera a la que seduciría sin dificultad.
Assif llegó al punto de las
siete para llevarla al comedor familiar. La madre de Fher la recibió en una
antesala del comedor. La besó en ambas mejillas y la miró de pies a cabeza.
Todos hablaban en inglés por deferencia a ella, unos con un acento más fluido
que otros. La madre de Fher que había sido educada en un internado inglés en
Londres, le presentó a su hijo Amin Ali- Tarud, quien se había convertido en
Rey hacía dos años cuando su padre había muerto. Fher estaba destinado a ser
Emir de su pueblo si no aceptaba ser embajador de su Ajman en los países de
Europa. Una decisión que todavía no tomaba y que nadie le explicó por qué.
Estaba Jazmin la hermana menor de Fher que con 20 años se preparaba para
casarse en diciembre y Miriam una hermosa mujer de 25 años que ya tenía un bebé
de 7 años y uno de cinco quienes comían juiciosos en una mesa auxiliar del
comedor al lado de la enorme mesa donde acomodaron a los adultos.
Lola tuvo la oportunidad de
mirar detenidamente a Raquel la madre de Fher mientras esta le hacía las
presentaciones de rigor. Habían coincidido en usar un caftan de organza y seda
que tenían el sello de Debbie Wingham. Miriam le hizo notar ese detalle.
- -
Eres aficionada a gastar millones en un vestido
como mamá? – Preguntó Miriam. El jeque Fher que estaba justo detrás de Lola
respondió antes que la chica pudiera decir nada:
- -
Lola es la típica joven Gucci de Gala, formal
Channel, la Quinta Avenida en New York y Bond Street en Londres. – Miriam sonrió. Lola giró con una ceja más
arriba que la otra.
- -
Eso es casi que llamarme cabeza hueca. – Le dijo
ella. El jeque sonrió y Lola sintió un nudo en el vientre. Podía ser aún más
hermoso con solo sonreir?
- -
Entonces estaría llamando cabeza hueca a mi
madre. – Le dijo él. – Desde que me hablaron de usted supe que me recordaba a
alguien, sólo hasta ahora con esa ropa y ese maquillaje y al lado de Raquel… Me
doy cuenta que se parece a mi madre.
- -
Entonces toda esa lista de sitios exclusivos
para hacer compras es sólo una referencia para describir mi personalidad? – Le
dijo Lola. El jeque siguió mirándola a los ojos sin cambiar su sonrisa.
- -
Un rasgo de su carácter. Es usted una enigmática
criatura que cada vez me causa más curiosidad. – Reveló él. – Si bien se parece a mamá en su fascinación
por los vestidos costosos… también le he visto en sudadera y jeans en algunas
de sus fotos.
- -
Sudadera Adidas y jeans Gucci… me temo. –
Reconoció Lola. – Mi difunto marido era un hombre muy exigente sobre lo que
debía usar y no usar.
- -
Es usted viuda!! Pero cuántos años tiene? –
Preguntó Jazmin interrumpiendo. Lola dejó de mirar los intensos ojos del Jeque
y miró a su hermana pequeña.
- -
Tengo 27 años. Me casé hace tres años y enviudé
dieciséis meses después. – Le resumió a la chica. Jazmin alzó las cejas.
- -
• Y
qué sucedió? – Preguntó. Fher aclaró su garganta ruidosamente y anunciaron que
pasaran a la mesa. Todos se ubicaron y Lola decidió no recordar que no había
dado respuesta a la pregunta de Jazmin.
No quería hablar de Ernest.
Todavía se le hacía un nudo en la garganta y lo que menos quería era demostrar
que era sensible y sentimental. Quería que Fher siguiera pensando de ella como
en la chica frívola y superficial como solían describirla las revistas del jet
Set. Se ubicaron en la mesa intercalando un hombre y una mujer y Lola quedó entre
el rey Amin y Fher. De seguro era un
sitio de privilegio en su calidad de invitada especial pero la ponía en una
situación un poco complicada con el resto de las mujeres en el comedor. Apreció
que todas estaban vestidas con esmero y que los hombres también vestían
formales. Lola podía asegurar que la vajilla y la cristalería eran Hermes. Todo
en aquel palacio era exageradamente refinado y costoso. Lola se puso a pensar
que a pesar de los millones en su cuenta Ernest solía vivir como un gitano y
sus apartamentos y casas estaban amueblados por diseñadores, con un estilo muy
relajado, elegante pero, no absurdamente costoso.
Janina había estado viviendo en
medio de aquel lujo y podía Lola sentir que la presión de estar a la altura de
tanta elegancia después de disfrutar de andar sin zapatos por el apartamento en
Marbella o caminar por la playa en Cannes. Lola sonrió. ¿En qué estaba
pensando? Aquellos sitios estuviera descalza o no seguían siendo absurdamente
costosos y no tenían nada de sencillos.
En realidad, haciendo un análisis de su vida, nada había sido realmente
sencillo en su vida desde que se unió a Ernest.
- -
¿Puede compartir el chiste? – Preguntó el jeque
Fher hablando en susurros sobre su oído. Lola sintió como le recorrían
escalofríos por todo el cuerpo.
- -
En realidad, estaba descubriendo que usted tiene
razón. Mi vida ha estado llena de costosas diversiones y compras. – Reconoció.
- -
No estaba criticándola. – Le dijo Fher. – Solo
hacía énfasis en lo que le daría a mi hermana un punto de referencia para
entenderla. Es en verdad muy parecida a mamá y burlarme de usted sería un poco, burlarme de ella
- -
Y lo entiendo. – Le dijo Lola. Luego descubrió
que cuando ella mencionó su viudez, él no señaló la suya. – Tal vez esa sea la
tarea que me lleve de esta estadía con usted en el palacio. He estado los
últimos trece meses vendiendo las propiedades de mi esposo que no se usarán más
y redistribuyendo su fortuna entre sus familiares más cercanos. Y… Solo en este
momento, al escucharlo a usted describirme… Me doy cuenta que llevo ocho años
de vida llenos de privilegios y solo hasta ahora lo noto.
- -
Dio por sentado que la vida era eso. – Le dijo
Fher. Lola suspiró.
- -
Exactamente. Se me olvidó mi niñez y las
dificultades de mi madre para criarme y conseguir que mi padre me pagara el
costoso instituto donde me eduqué y de dónde saqué las relaciones para obtener
la posición social que tengo ahora. – Le confesó Lola.
- -
Entonces me agradecerá en lugar de reprocharme
la descripción que hice? – Dijo Fher y al mirarlo Lola vio en sus ojos el
brillo de una sonrisa. Estaba bromeando con ella.
- -
No sé… tal vez. – Dijo siguiendo el tono de
broma. Fher sonrió ampliamente.
- -
Encontraré la manera de hacerla
disculparme. – Le dijo.
Amin le propuso un tema
político como conversación y la intimidad se perdió. Lola trató de mostrar poco
entusiasmo por la política con el fin de no meterse en líos que al final no le
interesaban y, Fher completaba sus comentarios aprobándolos la mayoría de las
veces. Lola se sintió absurdamente apoyada por él con aquel gesto.
Luego se derivó la conversación
hacia la boda que se preparaba para el siguiente año. Jazmin quien apenas tenía
20 años iba a casarse con un hombre de 34 al que había sido prometida desde los
nueve años. Lola no pudo evitar mostrar su preocupación por los beneficios y
las ventajas que no podía hallar en un acuerdo de aquellas proporciones para
garantizar un matrimonio largo y feliz. La familia se deshizo en darle ejemplos
de matrimonios acordados de aquella manera y terriblemente exitosos y en ningún
momento mencionaron a Janina.
Cuando Lola llegó a su
habitación su celular sonaba en algún lado de su cómoda. Corrió a responder.
Era su madre.
- -
Mamá.- Preguntó sin estar segura de que fuese el
celular de su madre.
- -
Por fin respondes. Qué clase de madre tuviste
que no le avisas si llegaste bien al otro lado del mundo? – Reprochó Martina
con su habitual manera de hablar de ella misma como si fuera otra persona.
- -
Qué exageración!!! Te mandé un mensaje que
respondiste. – Se quejó Lola. Martina solía ser muy sobreprotectora cuando Lola
no estaba en el mismo continente que ella.
- -
No es exageración. No te cuidé veinte años de tu
vida para que ahora te me pierdas por que sí. – Le dijo Martina. Lola sonrió.
Era lo que siempre decía para justificar su miedo a perderla. Lola había pasado
por tres casas de adopción cuando Martina la encontró. Su hermana había sido la
madre de Lola y la había entregado en adopción para que sus padres no supieran
de su aventura con un hombre casado.
A Martina le había costado mucho
dinero y tiempo encontrarla y luego, conseguir que su verdadero padre la
reclamara y se la entregara. Más tarde, había luchado a brazo partido para que
Antonio Donato reconociera a su hija y le diera una pequeña fortuna como
herencia. Martina solía exigir que Lola le escribiera o llamara una vez por día
sin importar dónde estuviera.
- -
Estoy sumamente cansada. El largo viaje y este
día que siento que no acaba. Cené con la
familia en el palacio porque al jeque se le metió que mi seguridad y la de él
no podían ser garantizadas mientras yo estuviera alojada en el resort. – Le
contó Lola tratando de resumir de la mejor manera la situación y esquivar el
tema de describir al jeque.
- -
Y ¿Dime? ¿Cómo lo ves? – Preguntó Martina. Lola
se mordió el labio
- -
Lo veo con los ojos. _ Bromeó tratando de ganar
tiempo para no responder a lo que en verdad Martina quería.
- -
Lola… Es así de atractivo? – Preguntó Martina.
Lola sonrió. Su madre conocía demasiado bien sus evasivas.
- -
Es supremamente atractivo. Tanto que no creo que
Janina hubiese podido resistirlo aunque hubiese querido. – Le confesó Lola a su
madre.
- -
Ya veo… Eso significa que cambiaste de manera de
pensar sobre el tipo. –Preguntó Martina. Lola sonrió.
- -
No, mamá – Le dijo sonriendo divertida. – Lo que
quiero decir es que tal vez no sea del todo culpa de él la depresión de Janina
y que existen otras posibilidades.
- -
Está bien. Te dejo porque tengo un compromiso.
Pero te advierto, no te enamores del tipo que no voy a aceptar por ningún
motivo que te vayas a vivir a Arabia.
Lola se durmió divertida ante
las ocurrencias de su madre. Era casi la medianoche, cuando Lola escuchó el
llanto de un bebé y creyó estar alucinando. Se sentó en medio de la cama, las
sábanas de seda se deslizaron dejando ver su pijama de algodón pero con un
estilo bastante sexy y femenino. El llanto del bebé era aún más fuerte y
definitivamente, no era un sueño. Se levantó y sin colocarse una bata salió al
pasillo.
Salomé y ella estaban solas en
el castillo. Todos estaban en una ceremonia oficial que Amin debía presidir
como nuevo Rey de la nación y Lola no podía asistir porque no tenía ningún lazo
consanguíneo con la familia real. Además no era musulmana. Asi que después de cenar acompañada de Fher y
de Jazmin quienes se quedaron un poco más en el palacio para hacerle compañía
en la cena. Lola se retiró a dormir temprano. La luz en una habitación estaba
encendida. A Lola le pareció que no era la de Salomé, la chica que Fher le
había asignado para acompañarla.
Lola frunció el ceño.
Definitivamente había un bebé en aquella habitación. Y al asomarse en la
puerta, descubrió un mundo de hadas pintado en las paredes y una cuna y un
somier y una chica que no podía tener más de dieciocho y que luchaba por callar
al bebé que apoyaba su llanto con unas mejillas rojas y sus manitas que pegaban
en el pecho de la mujer.
La luz encendida era suave y
provenía de una lámpara sobre una mesa. Lola se acercó a ella y el bebé
interrumpió su canto para mirarla.
- ·
Un bebé? De quién es? – Preguntó Lola
acercándose a la chica. Salomé llegó en ese momento a la habitación. Lola miró al hermoso bebé.
Tenía un abundante cabello rizado, negro y sedoso , los ojos tenían un intenso
color verde sin llegar al tono aceituna de Fher. Su piel era bronceada pero con
el brillo de quien ha recibido muy poco sol. Su rostro le recordó a alguien.
- -
Es el hijo del Sheik Fher .- Respondió Salomé.
Lola se agarró de una silla.
- -
De Fher. – Exclamó sin pensar que lo llamaba por
su nombre sin el titulo de jeque. Un hijo de Janina? Se preguntó en silencio.
- -
Janina se fue recién parida? – Preguntó sin usar
el titulo de Janina. Sin embargo los gritos del bebé tenían aturdida a las dos
chicas por lo que no notaron la manera en la que Lola hablaba de sus jefes.
- -
Asi es. El bebé tenía tres meses cuando ella se
fue. – Lola escuchó asombrada la respuesta de Salomé.
En dos años de ausencia de sus
vidas, Janina se había casado, había quedado embarazada y había tenido un bebé.
Le escribió a Lola todos los meses sin contarle nada de su vida privada. Lola
no había asistido a la boda porque estaba enojada con Janina. Quería que
viajara y conociera más del mundo antes de comprometerse a vivir en aquel
palacio y a obedecer a su marido en todo sin discutir. Lola no podía entender
cómo Janina podía tener claro que ese era su destino si no tenía claro si podía
hacer una profesión y ejercerla. Lola se
acercó al bebé y el chico se le lanzó a los brazos. Ella no dudó en cargarlo.
- -
Con quién me confunde? - Preguntó Lola. El bebé
se acomodó en su pecho y cerró los ojos. Salomé y la chica se miraron.
- -
Ella se llama Isis y es la babysitter del bebé.
– Dijo Salomé. – Y una de las pocas personas con las que el bebé se queda
tranquilo. Y ahora la sumaremos a usted.
- -
Tal vez extraña a su mamá – Dijo Salomé.
- -
Y… por qué la acepta a usted. – Dijo la chica.
Lola sonrió.
- -
Uso el mismo perfume que Janina… - Explicó sin
pensar que nadie lo había notado y que a nadie le había contado que conocía a
Janina.
- -
Entonces… es eso. – Dijo la joven. – La Zayyida
dormía con el bebé en la cama. Tal vez eso es en lo que fallamos. Generalmente
se duerme con mi señor pero él se ha ido tan temprano a su evento de hoy.
- -
Fher… El jeque Fher duerme a su hijo? – Preguntó
Lola corrigiendo su manera de llamar a Fher. Salomé asintió.
- -
Todas las noches viene a dormirlo y luego viene
en la madrugada antes de salir a cabalgar. – Le dijo Salomé. Lola empezó a
caminar con el bebé hacia la puerta.
- -
A dónde lo lleva, Zayyida? – Preguntó Isis. Lola
miró al bebé y se alzó de hombros.
- -
A mi habitación. Duerme tú y pon una alarma para
que vayas a buscarlo en la madrugada. –
le dijo a Isis. – Salomé… acompañame tú.
- -
Pero el bebé es mi responsabilidad. – Dijo Isis.
Lola asintió.
- -
Asi es… Por eso debes dormir para que puedas
atenderlo cuando despierte. – Le explicó Lola. – Anda acuéstate y te
levantaremos para que lo recibas cuando empiece a amanecer.
Salomé le hizo un gesto a la
chica para que obedeciera y tomó un maletín de paseo del bebé para llevárselo
al cuarto de Lola. Lola esperó a que Salomé hiciera una cuna de cojines
alrededor de Lola y el bebé para que no se cayera si rodaba de entre sus brazos
y Lola sonrió al verlo aferrado de su pijama cuando sintió que ella lo acostaba
en la cama. Era muy parecido a Janina. Sus rasgos eran tan hermosos y delicados
como los de su pupila.
- -
Usted conoció a la zayyida. – Lola asintió sin
hacer más comentarios. Todavía no le había revelado a Fher que había conocido a
Janina y no sabía si aquella era la mejor manera para que se enterara.
Observó al bebé con atención.
Tenía lo mejor de ambos padres y despertaba en su corazón una ternura y una
emoción que le había bloqueado la sensatez y había hablado sin pensar. Era
entonces aquella la razón de la depresión de Janina. Una depresión post parto.
Ni en mil años hubiera imaginado que Janina había tenido un bebé. Se llenó de
rabia por aquel médico que supuestamente había revisado a la chica en todas las
posibilidades factibles según él. Lola sabía en ese momento que todo había sido
mentira. A lo mejor aquel médico si acaso le había revisado para un resfriado
común.
- -
Puedes dormir al otro lado de mi cama para que
el bebé no se caiga. – Le dijo Lola a Salomé. La chica sonrió y se acomodó en
un sofá junto a la ventana con un libro en las manos.
Lola sabía que era imposible
hacerla cambiar de idea. Desde el primer momento Salomé había dejado claro que
el único con el poder de hacerle cambiar de opinión era el jeque Fher. Había
llegado a la habitación de Lola, había desempacado la ropa de la chica y le
había preparado un baño en tina. Casi tuvo que echarla Lola para que no la
enjabonara y le lavara el cabello. Salomé le dio un poco de intimidad pero
luego, había retomado sus obligaciones peinándola ayudándola a vestirse.
Cuando Fher llegó a hacer su ronda
de la madrugada y encontró la cuna vacía tomó a Isis del brazo sin
reverencias y le gritó en árabe que le
explicara dónde estaba su hijo. Con el ceño fruncido ante las confusas
explicaciones que le informaban que Lola había cargado al bebé y se lo había
llevado a su cama porque tenía el mismo perfume de su madre caminó con paso
decidido hacia la habitación de su visitante sin importarle que eran los
aposentos de las mujeres solteras y que él no debía entrar a la habitación de
ella.
Su hijo dormía con la cabeza en
el vientre plano y firme de Lola. Su cuerpecito acurrucudo contra ella en
posición fetal. Lola tenía agarrada una pierna del bebé. Tal vez con la
intención de sentir cuando se le escapara de su lado. La pijama de Lola se
había hecho un nudo en el bajo vientre y ante Fher estaba la visión de sus bien
formadas piernas. Aquello produjo una reacción automática en el cuerpo de Fher
y le hizo fruncir el ceño.
Qué había en esta chica que le
hacía sentirse como un adolescente lleno de hormonas y con total descontrol de
sus emociones? Se preguntó enojado y entró a la habitación asegurándose que
Salomé estuviera. Trató de tomar al bebé sin despertar a ninguno de los dos
pero todo fue inútil.
El bebé abrió los ojos tan
pronto sintió la mano tibia de su padre. Al reconocer a Fher empezó a gritar
papá, papá y Salomé se levantó del sofá. Ella advirtió la desnudez de Lola
mucho más rápido que la chica misma que estaba adormilada cuando se sentó en
medio de las sábanas revueltas. Salomé le subió una sábana hasta cubrirle las
caderas. Fher apreció los senos que se asomaron en el profundo escote de su
pijama cuando Lola se desperezó estirando los brazos a los lados de su cuerpo.
- -
Qué pasa? Qué hora es? – Preguntó Lola
descubriendo sorprendida que era Fher quien había interrumpido su sueño.
- -
Lo siento, Malak. Vine a ver a mi hijo y
descubrí que dormía contigo.- Le dijo Fher acallando a su hijo alzándolo en
brazos. – Sigue descansando y yo dormiré al bebé para que vaya a su cama.
- -
Tardamos más de una hora para descubrir cómo
hacer que se durmiera. – Dijo Lola a Fher.
- -
Qué dicen acerca de tu perfume? – Preguntó él
curioso. Lola se mordió el labio
- -
Verás… Yo conocí a tu mujer. Janina fue mi
estudiante en el instituto y al parecer, ambas usamos el mismo perfume. – Le dijo
Lola tratando de hacer una historia sencilla de la más complicada de sus
tramas.
- -
Janina fue tu estudiante? Por qué no lo sabía? – Dijo Fher. Lola arqueó
las cejas.
- -
Pensé que lo sabías y como no hablas de ella
creí que no querías tocar el tema porque todavía duele su muerte. – Dijo y
entonces descubrió que estaban tuteándose. Miró a Salomé que intentaba ocultar
una expresión de asombro.
- -
Si… En realidad… es complicado hablar de Janina.
– Reconoció Fher y acomodó a su hijo en sus brazos. – nos vamos para que sigas
descansando.
El niño hizo un intento para
que le regresaran a la cama con Lola. _Fher le dijo algo en árabe que Lola no
entendió muy bien pero que tenía un tono que no aceptaba negativas. Le hizo
un gesto a Lola con la mano y se llevó
al bebé con él. Lola hizo un gesto de adiós para el bebé que seguía mirándola
por encima del hombro de su padre.
Salomé ayudó a Lola a quitar los
cojines que hacían una barrera de contención para el bebé con el fin de que no
cayera de la cama. Lola suspiró.
- -
Crees que se enojó? – Preguntó a Salomé. La
chica frunció el ceño mientras negaba con un movimiento de cabeza.
- -
Más bien estamos extrañados. Ese bebé no se deja
cargar de todo el mundo. La misma abuela tiene que hacer mil carantoñas antes
de convencerlo de dejarse. – Reconoció Salomé. Lola se alzó de hombros y se
acomodó en la cama
- -
Qué hora es? – Preguntó. Cuando Salomé le
respondió que las cuatro de la mañana. Lola frunció el ceño. – Qué hace el
jeque Fher a esta hora?
- -
Se va a cabalgar. Le gusta hacerlo al amanecer y
luego llega a desayunar para marcharse a trabajar. – Le dijo Salomé.
- -
El Sheik lo atiende con frecuencia?- Preguntó
Lola. Salomé le acomodó los cabellos a un lado del rostro y sonrió.
- -
Si. Todos los días al levantarse el niño lo
primero que ve es a su padre. Y antes de la cena, lo duerme. A veces cuando se
queda trabajando en el palacio saca tiempo para la merienda del medio día y la
comparte con él en el salón de juegos. – Lola suspiró. Esa no era la imagen de
un hombre despiadado y cruel que había obligado a una chica de 19 años a
casarse con él.
- -
Me parece bien que lo haga. – Lola frunció el
ceño al ver como brillaba su celular recibiendo mensajes. Tenía que escoger
entre volver a dormir y responder. Salomé lo hizo por ella.
- -
Descanse. En dos horas la levantaré y usted
responderá lo que sea. – Le dijo Salomé. Lola se acomodó sobre la almohada y se
durmió de inmediato. Salomé tenía razón. Necesitaba el descanso.
La mañana llegó y transcurrió
en calma. Cerca de las nueve llamó a su madre. Martina le hizo un resumen sobre
las novedades de la familia y de un posible viaje que debería realizar a
Londres porque su padre estaba enfermo.
- -
Papá no reconoce el valor de tu compañía,
Martina. Por qué insistes en seguirle los pasos? – Preguntó Lola. Martina suspiró.
- -
No importa. Es tu padre y fue importante en la
vida de Martha. Yo… debo por lo menos ir a Londres y ver qué necesita. –
Insistió. Lola tomó aire y caminó hacia la ventana de su habitación. Desde allí
podía apreciar el desierto con su vastedad y su imponencia.
- -
Martina… Tengo que decirte algo. – Titubeó
mordiéndose el labio. – Janina tuvo un bebé. Tiene nueve meses y su depresión
se debía a una depresión post parto.
- -
Qué tristeza!! Con razón nada de lo que hicimos
le sirvió. – Dijo con voz lastimera Martina. Lola cerró los ojos. Podía recordar las horas y horas que Janina
se mantuvo en silencio mirando por la ventana de su apartamento en Nueva York y
Lola se preguntaba ahora si no estaría viendo aquel desierto en lugar de las
torres de Manhattan.
- -
Me pregunto si no fui muy negligente en
atenderla. Estaba en medio de todos mis problemas por la herencia de Ernest y…
Mamá… crees que fue mi culpa que muriera? – A Lola le costaba admitir aquel
pensamiento. Le dolía el corazón como si hundiera espinas en él en aquel mismo
instante.
- -
Por Dios, mi amor. Hiciste por Janina mucho más
de lo que cualquiera hubiera hecho en tu lugar. – Lola escuchó a su madre. De
todos modos, Martina la amaba y no iba a reconocer que... Lola no supo que
decirse. Qué podía hacer por Janina que no lo hubiera hecho ya?
- -
No sabes cómo me gustaría localizar al imbécil
del médico que atendió a Janina. Estoy segura que no hizo todos los exámenes
que debía hacerle. – Dijo Lola insistiendo en el rumbo de sus reflexiones. –
Ese estúpido tenía que darse cuenta que ella estaba recién parida.
- -
Bueno, mi amor.
– Le dijo Martina. – No vale la pena guardar rencores. Mira lo que te
sucedió con el jeque. Te fuiste con la decisión de buscar su punto flaco para
hacerlo pagar por el dolor de Janina y, ¿Qué descubriste?
- -
Que Fher es un hombre. Tiene sus defectos y sus
cualidades. Y si alguno de sus defectos mató a Janina, a mí, me está matando
con sus cualidades. – Le dijo Lola y al girar encontró a Fher mirándola desde
la puerta de su habitación apoyado sobre un hombro en el umbral. – Mamá –
Tartamudeó Lola sin saber qué iba a decirle al jeque ahora que había escuchado
su conversación con Martina. – Te llamo después. Espero que me avises cuando
llegues a Londres y, trataré de estar allí para el próximo fin de semana.
- -
Eso es lo que esperaba que dijeras Lola. No te
crié para alimentar rencores. Ese hombre enfermo y solo en Londres es tu padre,
aunque no haya ejercido su papel contigo más allá de pagar tu educación. – Le
dijo Martina. Y después de darle su bendición cortó la comunicación. Lola dejó
su celular sobre una cómoda. Fher la siguió mirando en silencio unos segundos
más.
Lola recordó que aún estaba en
pijama y se acercó a la cabecera de su cama y se colocó una bata. Aquel pijama
a pesar de ser sencilla y formal le hacía sentir como si estuviera con un
negligé transparente cuando estaba frente a él. Fher sonrió entre la diversión
y la ironía.
- -
Eres una caja de sorpresas y me va a volver loco
conocerte. – Dijo él como si estuviera pensando en lugar de hablar. Lola se
mordió el labio inferior por dentro.
- -
Fher… Diablos!! Jeque Fher, yo… - Se corrigió.
Fher hizo sonar su lengua contra el paladar y sonrió con más diversión.
- -
Bueno… En privado, me gustaría que me llames
Fher pero que no se te vaya a escuchar en público porque a mi madre podría
darle un infarto. – Le dijo él medio bromeando medio en serio. Lola asintió.
- -
Lo siento. Me cuesta pensar en ti como en el
jeque Fher Ali Daban. – Reconoció Lola. – Janina todo el tiempo hablaba de ti
como simplemente Fher.
- -
Qué es lo que decías de Janina? Cuando nos
abandonó, fue a vivir contigo? – Preguntó él. Lola suspiró.
- -
Fue a buscarme a Londres. Si. Pero yo no estaba
allí. Martina… mi mamá decidió llevársela a Nueva York para que pudiéramos
vernos. Los médicos en Nueva York jamás me dijeron que acabara de tener un
bebé, ni que existiera la posibilidad de que su depresión fuese postparto.
- -
Y por qué te echas la culpa? – Preguntó Fher.
Lola se alzó de hombros.
- -
Debí dedicarle más tiempo. Debí estar con ella y
obligarla a hablarme. Lo que hice fue pagar a la clínica más costosa que
encontré y someterla a un tratamiento. – Le dijo avergonzada. – Me comporté
como la niña superficial que tú describes. Pensé que el dinero lo solucionaba
todo. Y me olvidé de que tal vez mi conversación y compañía habrían hecho que
Janina se abriera y nos dijera lo que pasaba por su cabeza.- Lola se secó con
enojo las mejillas por las lágrimas que escaparon de sus ojos. Fher se acercó a
ella.
- -
No te des látigo por eso. Todos nos equivocamos
con Janina. – Le dijo él. Lola movió la cabeza de un lado a otro.
- -
Yo debí intuir que algo pasaba. Fue a buscarme
porque confiaba en mi y yo… - De repente se detuvo al ver que él se acercaba
con intención de abrazarla. – No debes estar aquí. Y no debes…
- -
Yo no voy a limitarme a hacer lo que quiera
hacer. – Le dijo él tomándola en sus brazos para rodearla y hacerle apoyar la
cabeza sobre su pecho. Lola se mordió el labio y trató de no llorar pero
llevaba más de seis meses conteniendo el deseo de llorar por Janina que se
deshizo en el abrazo. Fher la consoló acariciando sus cabellos con una mano y
sujetándola con fuerza contra su cuerpo con la otra.
- -
Ella te fue a buscar porque sabía que la amabas.
Y se fue de aquí porque sentía que nuestra relación solo era un acuerdo. Tenía
muchas cosas en su cabeza. Se había casado y había tenido un hijo para cumplir
con los requisitos de una buena hija y una buena esposa pero en el fondo de su
corazón todo esto no hacia parte de su proyecto de vida.
- -
Y yo debí escucharla más. Cuando me invitó a la
boda, estaba tan resentida porque no se sublevaba, porque no reclamaba su
derecho a vivir un poco más antes de someterse a un matrimonio que no me
parecía. Tal vez si yo hubiera venido a la boda…
- -
Estaríamos en un aprieto mayor. – Le dijo Fher
besándole la cabeza. Lola se mordió el labio. Tenía razón. Tal vez si hubiese
venido a la boda, Lola hubiera terminado acostándose con el marido de su
pupila. Lola lo empujó horrorizada ante el rumbo de sus pensamientos. Cielos!
Qué hacía pensando en acostarse con Fher. Eso no haría si no complicarle la
vida.
- -
Creo que deberías irte. Alguien puede venir y no
creo que…- Empezó a decir ella. Fher le tomó una mano de ella y la colocó
contra su pecho.
- -
Sientes? Esto que me está pasando, que no solo
es a mí, no es para ignorarlo. – Le dijo él. Lola empezó a mover la cabeza de
un lado a otro.
- -
Yo no sé si deba… - Volvió a intentar controlar
lo que sucedía. Fher le colocó dos dedos sobre sus labios.
- -
Yo tampoco sé si debamos pero no voy a comenzar
ahora a reprimirme. No llegué a donde estoy por reprimirme. – Le dijo
- -
No es cuestión de represión, es más precaución.
Tus costumbres, mi situación ambigua… No sé.
– Fher suspiró. Los pasos de Salomé se escucharon en el pasillo. Ambos
sabían que ella lo hacía para anunciarles que no venía sola.
- -
Viajaré contigo a Londres. En Occidente, tal vez
veamos las cosas diferentes. – Le dijo él le besó la mano que tenía sujeta y se
alejó de ella rumbo a la puerta que comunicaba a una habitación alterna. No
quería que lo encontraran allí.
Lola agradeció que Fher hubiese
tomado esa decisión pues la compañera de Salomé en su visita matinal era la
madre del jeque. Zaida la saludó pero Lola estaba convencida de que estaba
analizando la estela de perfume que Fher había dejado en la habitación. Lola se sentó para intentar recuperar un poco
del control sobre sus emociones.
- -
Quería que me contaras con más calma esto de tu
relación con Janina. – Le dijo Zaida, Lola asintió.
- -
Bueno es muy sencillo. – Dijo Lola – El
instituto donde Janina estudiaba fue mi internado también. Allí pase ocho años
de mi vida educándome y suelo ser, cuando estoy viviendo en Londres, tutora de
las chicas extranjeras en el aprendizaje del inglés y de la historia de
Europa.
- -
Y Janina fue a buscarte cuando salió de aquí? –
Preguntó la señora. Lola suspiró
- -
No sé si de inmediato. Yo estaba de viaje casi
todo el tiempo porque estaba arreglando los asuntos legales de la herencia de
mi marido y ella llegó por lo que veo casi un mes después de marcharse de aquí.
Llegó a la casa de mi madre en Londrés y mamá se la llevó a Nueva York porque
yo estaba en Norteamérica y no viajaría hasta en un mes a Europa.
- -
Qué tristeza!!! Tanto dinero no sirvió para que
Janina mantuviera su buena salud y felicidad. – Comentó Zaida. Lola suspiró. En
verdad ni su dinero ni el de ella misma le había servido a la pobre Janina para
cambiar su destino.
- -
Asi es. Es una gran tristeza que no hubiera
podido hacer más por Janina. En verdad la amaba como la hermana menor que no
tuve jamás y… - Lola dejó en el aire lo que continuaba. Zaida asintió.
- -
Me dijeron que tienes una cita con un socio de
negocios en el palacio. He dispuesto un pequeño salón de recibo para que
almuercen allí. – LE informó la señora. Lola asintió.
- -
En verdad, me apenan las molestias pero el jeque
se ha negado a permitir que me quedara hospedada en el resort. – Le dijo Lola.
Zaida asintió.
- -
En realidad una amiga de la familia hospedada en
un resort y sola no sería muy bien visto por el pueblo. Especialmente porque
usted viene en calidad de amiga de Fher. – Le dijo Zaida. – Sería casi como
darte una calidad de “amiguita” y, ahora que te conocemos, vemos porque Fher
estaba interesado en cuidar tu reputación.- Aunque usted no encaja en la descripción de las amigas de Fher.
- -
Cómo así? No entiendo… - Dijo Janina. Assif
apareció en ese momento en la habitación.
- -
Siento interrumpir. – Dijo saludando a la señora
Zaida con una venia – Pero hay cosas que convenir antes que llegue su visitante
y ya es tarde.
Lola estaba segura que a Assif
lo había metido Fher en la conversación para interrumpirla. Frunció el ceño.
Qué estaba pasando allí? Fher había expresado su interés por ella en algo más
que en asesora de inversiones? Muchas preguntas surgieron en su cabeza mientras
se despedía de Zaida y Salomé se la llevaba hacia el cuarto de baño.
- Salomé: Cómo suelen ser las amigas del jeque Fher? - Lola pensó que Salomé se negaría a responderle como cada vez que le hacía un comentario inoportuno.
- Las amigas sexuales del jeque? - Preguntó Salomé. Lola asintió. - Son rubias, de ojos azules, la mayoria australianas, modelos descomplicadas.
Lola hizo un recuento de su aspecto. Cabellos castaño rojizos, demasiado rizados y comunes para llamar la atención. Su cuerpo era muy delgado y alto pero no con la armonía para hacer de modelo y sus ojos amarillos casi cafés... ojos de gata, como solía llamarlos Ernest. Lola suspiró. Aceptó la ayuda de Lola para terminar de cambiarse y decidió no continuar con las preguntas personales sobre el jeque.
Assif la condujo hacia el sitio
donde comería el desayuno y empezó a mostrarle los documentos del acuerdo para
venderle la isla Berlusconi a su cliente. Estuvieron mucho tiempo discutiendo
los términos del acuerdo. Lola reconoció que Assif era un muy buen contrincante
en el asunto de los acuerdos financieros. Lola llevaba casi dos años en medio
de reuniones de ese tipo porque Ernest había acumulado muchas propiedades y
había tenido que decidir entre qué conservar y qué vender, así como cuánto
dinero asignar a los parientes cercanos de Ernest y sus empleados de confianza.
Ernest la había dejado a ella como heredera universal y le había dejado en una
carta privada la tarea de decidir qué se le daría a cada uno de sus empleados y
parientes más cercanos.
Ernest había sido ampliamente
bondadoso y pródigo con ella pero a la hora de reconocer el valor de sus
afectos por los parientes de sangre y por sus empleados cercanos siempre
recurría a Lola y a las decisiones que ella le orientara. Y eso mismo había hecho al morir. Dejarle la
tarea de repartir su herencia. Había sido duro para Lola porque se había ganado
la enemistad de algunos que consideraban tener más derechos que ella de recibir
el poder de administrarlo todo. Pero ella sabía que en el mundo de las riquezas
y el poder, aquello siempre iba a ser una relación de amor y odio.
Assif le hizo ver que apenas
tenía una hora para arreglarse antes que llegara su invitado a almorzar y la
llevó a su habitación. Salomé ya tenía lista la ropa que Lola escogió para
recibir a Raúl. Era un vestido bastante occidental y escotado porque había
pensado en un almuerzo en un restaurante del resort y no en el palacio.
Lola sonrió a Raúl tan pronto
lo vio en medio del salón. Llevaba una chalina rebordada en lentejuelas y
canutillos y un bolso grande donde llevaba la Tablet, el celular y los
documentos que Raúl debía firmarle. Raúl se acercó a ella y le besó ambas
mejillas. Asiff les describió el menú y ambos asintieron para aprobarlo.
- -
Mi querida Lolita. – Le dijo Raúl cuando Assif
se retiró para ir a buscar la comida.
- -
Cómo estás querido? – Preguntó ella.
- -
Un poco preocupado. Ernest murió y tú has
desaparecido de la faz de la tierra y para hallarte tengo que hacer viajes
extraños como el del año pasado a Mexico y este a Arabia? Es que vas a venir a
vivir con el jeque?
- -
Nada de eso. Yo estoy de visita. – Le dijo ella
muy brevemente. Raúl tenía cierta tendencia a hablar de los demás.
- -
Qué alivio!! Si te vas a vivir con el jeque no
te dejaran continuar tus asesorías de inversiones y entonces, qué pasaría
conmigo? – Le dijo él. Recibieron a Salomé y a una auxiliar de la cocina que
les sirvieron el plato de entrada. Salomé les ofreció licor.
- -
Mi señor no bebe pero les ofrece su mejor
Chardonay. – Le dijo Salomé con formalidad a Lola. Esta sonrió.
- -
Ninguno de los dos bebe tampoco, Salomé. – Le
dijo Lola. – Estamos muy bien así.
- -
Cómo conociste a Fher? - Preguntó Raúl. Lola pensó en Janina y la foto
de su jeque que llevaba entre sus pertenencias.
- -
Estoy aquí representando a Berlusconi. El jeque
tiene una isla que perteneció a su familia y James quiere recuperarla. –
Informó. – Su primer nieto adelantó el parto y no podía cumplir. Y creo que
sabes que las citas con el jeque son casi de año en año por su presionante
agenda.
- -
Y ¿el jeque aceptó una mujer así como así? –
Preguntó Raúl con cierto aire de complicidad en su mirada. Lola sonrió
simulando tranquilidad.
- -
No sé qué le dijo James… pero lo convenció y
aquí estoy yo. – Respondió ella y decidió que mientras les servían el plato
fuerte pondría a funcionar la Tablet. Sacó la Tablet y se acomodó para quedar
más cerca de Raúl y poder señalarle los puntos más importantes de su
presentación.
- -
Tal vez tu fama como asesora pesa más que las
costumbres árabes y el jeque quiere mostrarle a su pueblo a una mujer de
negocios que sabe lo que hace? – Preguntó Raúl. Lola lo ignoró. Estaba
provocándola para revelarle algo más íntimo pero Lola no tenía nada qué decir.
- -
No creo ser tan famosa, ni tan poderosa como
para cambiar leyes en un país tan poderoso. Supongo que el jeque tiene tantos
deseos de salir de la isla como James de recuperarla.
- -
Aquí está todo. - Dijo Lola abriendo la aplicación en Excel que
mostraba su propuesta de inversiones con rendimientos y beneficios. Y estaba
enfrascada en una explicación técnica de las variaciones del mercado de los
productos que Raúl había escogido para invertir sin advertir la presencia de
Fher hasta que lo tuvo enfrente.
La presencia de
Fher en la visita no era normal. Lola lo leyó en la mirada interrogante de
Assif, en la mirada curiosa de Salomé y
en la sonrisa de curiosidad satisfecha de Raúl. Maldición, maldición. Repitió
Lola mientras intentaba mantener una expresión indescifrable en su rostro. En
qué estaba pensando este bendito hombre cuándo se le ocurrió interrumpir su
almuerzo con Raúl?
- -
Buenas tardes. Quise venir a saludarlos antes de
irme a un almuerzo de trabajo.- Explicó como si nada de su actitud pudiera
despertar sospechas. Raúl se levantó para saludarlo con formalidad
- -
Buenas Tardes. Jeque. – Le dijo Raúl
- -
Si necesitas un proyector, Assif puede
proporcionártelo. – Dijo el jeque
- -
Gracias… ya no falta mucho para terminar. – Dijo
Lola. Ese aire arrolladoramente prepotente de Fher hacía cada vez más difícil
mantener la compostura. Con esa ropa occidental que él llevaba era una
provocación.
- -
Los dejo en su casa. – Les dijo con cortesía
mirando la Tablet de Lola y luego miró a la chica. – Todo aquí está a tu
disposición. Todo en esta casa es tuyo.
Lola sintió que palidecía. Por
qué tenía que escoger aquellas palabras precisamente para expresar aquello.
Raúl se despidió de él y Fher se fue sin mirar atrás. Sólo ella había notado el
trasfondo personal que implicaba aquellas palabras o eran ideas suyas?
- -
Me parece a mi o el jeque tiene un interés
amoroso en ti? – Le dijo Raúl. Lola se secó la frente que tenía perlada de
sudor debido a los sofocos que Fher y sus palabras habían provocado en sus
nervios.
- -
Se siente responsable de mi. Eso es todo. Fui
muy amiga de su esposa Janina cuando ella estuvo viviendo en Londres . – Le
dijo.
- -
Yo creo que él quiere cualquier papel menos el
de hermano. – Le dijo Raúl y luego le lanzó una pregunta sobre las inversiones.
Lola sonrió cuando Salomé llegó
con el postre y le dio conversación a Lola sobre dónde tomarían el café después
del almuerzo. Cualquier excusa era buena para llevar la conversación hacia
cualquier tema menos el de los sentimientos de Fher hacia ella. Lola siguió
haciendo una explicación sobre su proyecto de inversión para el nuevo año.
- -
Son ideas mías o te has vuelto conservadora? –
Preguntó Raúl. Lola suspiró.
- -
Lo dices por la disminución de temas para
invertir? Es solo que quiero más tiempo para mi. He decidido complacer a mi
madre y tener un bebé.
- -
Cuántos años tienes? – preguntó Raúl. Lola
sonrió
- -
27 años.- respondió Lola. Ya es hora de que
tenga hijos. Si… ya sé.
- -
Te lo dicen seguido? – Preguntó él divertido.
Lola sonrió.
- -
Mi madre por lo menos dos veces al día. – bromeó
Lola Aunque en el fondo, Martina vivía insistiendo que se le estaba pasando el
tiempo para un embarazo sin contratiempos, en realidad el deseo de tener un bebé venía más de su corazón que de complacerla.
- -
Y tú, quieres casarte? – Preguntó Raúl. Lola
sonrió mirando a Raúl con cara de burla
- -
Un matrimonio no siempre termina en hijos y los
hijos no siempre comienzan un matrimonio.—Le dijo ella recordándole que en su
matrimonio con Ernest no había podido lograr un bebé y que ella no había sido el inicio de un
matrimonio entre sus padres.
- -
Oh, cielos!! No quería molestarte… - Le dijo él
apenado. – Lo siento. Es que Ernest invirtió cinco años de su vida en
convencerte de casarte y… luego vas a casarte a dos años de su muerte?
- -
Tienes la absurda idea de que Ernest se quería
casar conmigo desde que me conoció y eso es una tontería. Ninguno de los dos
pensó en matrimonio hasta que vimos los resultados de su diagnóstico. – Le dijo
Lola. Raúl era uno de los cinco amigos a los que Ernest había revelado su
enfermedad. Odiaba ser centro de lástima, cuando durante 31 años había sido el
centro de la envidia y el deseo.
- -
Y… además has estado como escondida del mundo,
apartada de todos…- Dijo Raúl insistiendo en el tema. Lola suspiró.
- -
Estoy alejada del foco de la prensa. Pero no he
estado escondida. Estuve como siempre en la apertura de la Opera en Nueva York
todos estos años, en el Festival de Cannes, en el verano en Marbella, en invierno en Suiza… - Enumeró las actividades
sociales que Ernest había estipulado para estar frente a los lentes de los
periodistas todo el año. – Solo que estaba con mi madre y nada en mi
comportamiento estuvo fuera de lugar. Los periodistas no se interesaron en mi.
- -
Eres la chica de la eterna juventud. Mírate,
tienes 27 pero perfectamente puedes decir que tienes 22 y te creerán. Además,
eras toda: sonrisas, fiesta y baile cuando vivías con Ernest. – Lola sonrió con
tristeza. En verdad que Ernest solía hacer que su vida fuera toda de sonrisas y
baile.
- -
Y si eso es así… por qué me confias tus
inversiones? – Preguntó Lola. Raúl se asombró.
- -
Porque así como eres de hermosa y vivaz, eres
muy buena intuyendo hacia dónde van los mercados. – Le respondió después de titubear un poco.
No se había hecho esa pregunta. – Muy bien. Tienes razón. La imagen de
frivolidad es para los periodistas. Los hombres y los gays vamos a saber que siempre
vas a ser la de mejor visión de inversión en el mundo.
- -
Es una exageración pero me gusta. – Bromeó Lola
Pocas personas sabían de la tendencia gay de Raúl y siempre le hacía reir
imaginarlo con otro hombre. Raúl señaló el reloj en la Tablet.
- -
Tengo que dejarte. Ya tienes todo? Debo cumplir
otro compromiso y no estoy precisamente cerca. – Dijo señalando el palacio.
Lola se sonrojó un poco
- -
Espero que no haya sido mucho inconveniente para
ti. El jeque es un poco obsesivo de la seguridad. – Raúl la besó en ambas mejillas y tomó la
copia del acuerdo de negocios que había firmado con ella.
- -
Ya sabes mis datos. Entiéndete con mi secretaria
para las transacciones de dinero. – Lola asintió. Assif fue a acompañarlo a la
puerta y Salomé apareció para ayudarla a recoger sus cosas y acompañarla a las
habitaciones.
Lola analizó las habitaciones
con nuevos ojos. Janina habría estado en aquel lugar y se habría sentido:
angustiada, a gusto, encantada, triste, nostálgica? Por más que intentaba ponerse en su lugar no
podía imaginar a una chica de 19 años encerrada en ese lugar bajo la custodia
de sus ayas, en un matrimonio con un hombre que apenas conocía como amigo de la
familia y luego, tener un bebé que le comprometía de por vida con él, mucho más
que el acta de matrimonio que pudieran haber firmado.
Ella no había hablado de su
matrimonio, ni de su embarazo en las cartas que le envió a Lola. Luego de la
boda y de reclamarle por no haber asistido, Janina se la pasó hablando de cómo
era la vida en el palacio. De cómo deseaba regresar a Londres, de hacer un picnic
en Regent´s park, de ir de compras a Bond Street. Lola suspiró y se asomó por
las ventanas de su habitación.
Podía ella renunciar a las
libertades de ir y venir a dónde quiera por quedarse allí en el palacio y hacer
lo mismo que hacían las mujeres de la familia Ali-Daban. Lola frunció el ceño.
En verdad, qué hacían las mujeres de la familia Ali-Daban mientras estaban en
casa?
Le preguntó a Salomé tan pronto
regresó para acompañarla en la tarde. Salomé le contó que Zaida era una
ingeniera florestal y se dedicaba a mantener los jardines del palacio y de los
sitios turísticos de la ciudad. Tenía a su cargo una cuadrilla de hombres que
hacían lo que ella iba indicando. No podía dedicarse al jardín ella misma pero
si planear el trabajo de los hombres a su cargo. Ella solo podía trabajar en el
jardín de su casa. Jazmin estaba estudiando educación especial pues su padre
quería que se dedicara a ser ministra de educación y cultura del país y que
Miriam es asesora de su hermano en el gobierno en las negociaciones
internacionales. Habia estudiado finanzas y negocios internacionales pero no
podía ejercer su profesión en público por lo que su hermano la había tomado
como asesora personal.
Assif apareció y le dijo que si
deseaba conocer los jardines de la señora Zaida. Isis le propuso que dieran el
paseo con el bebé en un cochecito asi que los tres se aparecieron en el jardín
cuando Zaida daba instrucciones sobre una nueva hilera de flores exóticas que
deseaba al pie del balcón de uno de los comedores de la familia. Zaida la
recibió con curiosidad.
- -
Es verdaderamente un excelente trabajo de
ingeniería este sistema de riego que usted tiene en su jardín, Señora Zaida. –
Comentó Lola apenas la vio. - No creo
haber visto algo tan sofisticado a menos que hablemos de los jardines de
Versalles.
- -
Gracias… No puedo ejercer directamente mi
profesión pero hago lo que me gusta. – Dijo la señora. – Nunca he ido a
Versalles.
- -
Oh… pero tiene que hacerlo. Es un lugar hermoso,
y ese sistema de riego que fue supremamente novedoso y anticipado para su
época. Es una delicia caminar por el lugar. – Le dijo Lola.
- -
Tú me acompañarías? – Preguntó de repente Zaida
interesada. Lola miró a Isis asombrada.
- -
Sería maravilloso acompañarla. Así como sería
muy bueno que fuera con nosotros mi mamá quien es la experta en el tema. Es una
obsesionada con la vida de los reyes de Francia. – Le contó Lola. La expresión
de Isis le confirmó que no era normal que Zaida propusiera viajes fuera del
Palacio. Había escuchado que era una mujer hermitaña que detestaba los aviones.
Zaida le hizo un recorrido por
los jardines. Tenía una gran variedad de flores exóticas que podían provenir de
Latinoamérica o Asia pero siempre tenía dos criterios en común: el rojo y que
eran flores para el desierto. Además tenía un cuarto con una maquinaria
holandesa bastante sofisticada que convertir los deshechos de vegetales y
hortalizas en abono y un pequeño invernadero en el que aclimataba a las flores
de otros continentes.
- -
Suelo seleccionar a jóvenes de bajos recursos
que desean estudiar ingeniería y les pago los estudios a cambio de sus trabajos
en mis jardines. Cuando alguno termina de estudiar ubico dos más y así. –
Explicó Zaida a Lola viendo la calidad del trabajo de los empleados.
- -
Vaya!! Tienes el sistema de prácticas laborales
y empleo temporal más novedoso del mundo jejejeje. – Dijo Lola asombrada.
- -
Gracias. Así dice Amin pero nunca le he tomado
en serio. Me agrada que alguien con tanto mundo recorrido como tú lo pueda ver.
– Le dijo Zaida. Lola frunció el ceño.
- -
Mundo recorrido…- Murmuró. Zaida se tapó la boca
dándose cuenta de lo inadecuada de su expresión.
- -
No fue mi intención ofenderte. Quería decir que
creo que conoces muchos más lugares del mundo y muchas más personas que Fher. El es el miembro de la
familia que más ha viajado. – Le dijo Zaida.
- -
Se supone que las mujeres no viajan ni estudian.
Entonces cómo es que ustedes tienen todas una profesión? – Se preguntó Lola.
Zaida sonrió.
- -
Eso es obra de Fher. Siempre se preocupó porque
nos preparáramos sea aquí con tutores o en institutos privados como lo hizo con
Janina y Miriam. – Lola escuchó con atención aquella información. Empezaba a
sentir vergüenza por haber creido que Fher era muy mala persona cuando no hacía
más que conocer su lado bueno.
- -
Por qué Janina fue a estudiar a Londres? –
Preguntó Lola. Debía haber algo sórdido en esa historia. Todo no podía ser
color de rosa.
- -
Janina tenía el sueño de viajar, de estar en
occidente y conocer antes de tomar la decisión de cumplir su compromiso con
Fher. – Le dijo Zaida. – Fher hubiera podido hacerla cumplir su promesa de
matrimonio desde los 16 años pero decidió que sólo hasta que Janina lo
decidiera, se daría la boda.
- -
Janina fue la que decidió realizar la boda? –
Preguntó asombrada Lola. Zaida alzó una ceja intrigada.
- -
Claro que sí. Fher ya le había dado hasta los 21
para que estudiara. Pero ella llegó aquel verano decidida a que se diera la
boda antes de terminar el año. – Le contó. Lola asimiló aquella información.
Qué podría haber convencido a Janina de casarse ese año?
- -
Nunca me imaginé que Janina hubiese tomado la
decisión. Siempre me dio la impresión que era el Jeque Fher quien le presionaba
a casarse. – Comentó Lola aunque se arrepintió de decirlo en voz alta. Zaida
dejó de curiosear entre las hojas de un arbusto y la miró.
- -
Fher es un hombre paciente y bondadoso. Jamás ha
necesitado rogar o presionar a una mujer para que esté con él. Todas las chicas
del pueblo estarían más que dispuestas a convertirse en su esposa.- Zaida
mostraba todo su orgullo de madre en esas palabras pero más allá del amor
maternal, Lola estaba segura que aquello era cierto. Tan atractivo y tan
millonario a quién tendría Fher que obligar a casarse con él? No habría mujer
en el mundo que se negara a hacerlo.