Peggy Sue terminó de guardar los
víveres en el refrigerador, tomó una cerveza fría y caminó hacia la puerta de
la cabaña. Era un pequeño complejo turístico tipo resort con unas cincuenta
cabañas para diez personas y dos torres de apartamentos de 12 pisos. Se sentó
en la terraza que daba la vuelta a la cabaña y le permitía observar un paisaje
distinto todos los días. El inmenso mar Caribe al norte, que en ese momento era plenamente azul con un sol brillante, el complejo turístico al este, la
siguiente cabaña al oeste y las dunas y el terreno virgen de la vía a Cartagena
en el sur.
Tenía un año ya de estar viviendo
allí. Estaba asombrada incluso de haber sobrevivido un año. Cerró los ojos y se
asombró de cómo en su mente podía revivir ese día 18 meses atrás con la
claridad del primer día. Se pudo ver en
el aeropuerto de Paris, el Charles de Gaulle, con una pequeña maleta roja que
todavía estaba dentro de su armario con el sobretodo color ladrillo, con los guantes de cuero rojo
que su padre le había regalado por Navidad y con bufandas y ropa de invierno
que nada tenían que ver con el clima de esta ciudad. Aquella maleta era el
recordatorio de que había venido de un lugar lejano y frío después de
arrepentirse de un matrimonio que era una locura desde el momento en que fue
concebido hasta aquel instante en el que ella llegó a la recepción de American
Airlnes. Tomó un poco más de la cerveza
y sonrió recordando la cara de sorpresa de la chica en la cabina cuando Peggy Sue
le pidió un destino lejano.
- - ¿A dónde quiere ir? – Preguntó la chica sin entender. Peggy Sue sacó su tarjeta dorada y le dijo:
- - ¿Es usted de un país lejano? – Respondiendo con una pregunta. La chica acostumbrada a obedecer contestó: Soy de Colombia. Peggy Sue frunció el ceño. Había conocido a alguien de Colombia? Tratando de recordar a los innumerables compañeros extranjeros que había tenido durante los años en la secundaria, la universidad, el master… Si… Había tenido una nieta de un político de Colombia con gran renombre.
- - Dame uno para Cartagena. – Le dijo recordando que la mujer era de allí. El nombre le había sonado a grosería. Pensó sonriendo. La joven movió la cabeza negando antes de hablar.
- - Debe ir a Bogotá que es la capital y de allí ir a Cartagena porque no hay uno directo hoy. – Le dijo la chica. Peggy Sue asintió. No era raro lo que decía. ¿Después de todo quién viajaba a tan lejos… en pleno invierno y dos días antes de Navidad? Se preguntó y miró alrededor. Estaban un par de viajeros tardíos que buscaban un lugar para viajar a casa.
- - Paris- Bogotá. 22:30 Puerta 4.- Le dijo la chica – ¿Desea registrar su equipaje?
- - ¿Es necesario? – Preguntó Peggy Sue mostrando su pequeña maleta roja. La chica volvió a responder moviendo la cabeza antes de que su boca emitiera alguna palabra.
- - Que tenga un buen viaje. – Le deseo y le devolvió sus documentos y sus tiquetes.
Peggy Sue arrastró su maleta hacia la puerta
4, compró chocolates y gomas de mascar y se sentó con los otros que esperaban
abordar el vuelo. Todos según calculó Peggy Sue eran de Colombia y regresaban a
pasar Navidad con sus familias. Ella era la única desarraigada que volaba para
alejarse de la suya.
Un auto se detuvo frente a la
cabaña y de él se bajó dudoso un hombre supremamente atractivo. Peggy Sue lo
miró verificar la dirección de la cabaña en un documento que sostenía en sus
manos y luego mirarla a ella. Tenía el cabello negro y brillante con una suave
ondulación que le hacía dar una imagen de rebelde, su cara era de facciones muy
masculinas, Peggy Sue podía afirmar que era latino el problema es que muchos
italianos tenían aquella fisionomía.
Al final, él decidió que hablaría
con ella. Terminó de cerrar el auto y le permitió ver a Peggy Sue que tenía un
hermoso cuerpo muy bien cuidado, tal vez una hora o dos horas diarias de gimnasio
y definitivamente deporte: natación. Se dijo Peggy Sue que se había vuelto una
experta en calcular ese tipo de cosas de tanto ver cuerpos desnudos en el SPA
donde trabajaba. El vestía una camiseta tipo polo y un jeans que acaba de
comprar en Colombia, Peggy reconoció la etiqueta, pero algo en su forma de caminar, o de actuar le decía que
no era Colombiano.
Tino suspiró resignado. Tendría
que hablar con ella. Era una mujer con el prototipo de belleza que le gustaba y
demasiado parecida a la culpable de su viaje al otro lado del mundo para su
desgracia. Ella debía pensar que él era un tonto pero bajarse del auto y hallar
un rostro tan parecido al de su mujer en el sitio a donde había ido a olvidarla
no le había caído bien. Más la chica no tenía la culpa. Debía ser uno o dos
años menor que su mujer. Y tenía unos gestos sensuales que le alborotaban las
hormonas con la sencilla manera de tomar la cerveza como si estuviera haciendo
un strip tease.
Entonces él habló en francés de
manera inconsciente y Peggy Sue le respondió en el mismo idioma sin recordarle
que estaba en Colombia y que allí se hablaba español.
- - Estoy buscando la cabaña de Alex Méndez. – Le dijo él. Peggy Sue asintió.
- - Esta es. Supongo que eres Tino Di Martin. – Le dijo ella felicitándose en silencio por haber adivinado que era extranjero.
- - ¿Está Alex en casa? – Preguntó él. ¿No podía imaginar que Alex Méndez viviera con una mujer? Se preguntó Peggy Sue O la extrañeza tenía otra razón? De repente Tino se había dado cuenta que estaban hablando en francés. Bien… qué podía tener de extraño que Alex viviera con una francesa? Se preguntó.
- - Nunca está a esta hora. Es su sesión de capacitación. Hoy está recibiendo clases para escalar. – Le dijo ella. El presunto Tino Di Martin porque todavía no le confirmaba su nombre miró a Peggy Sue y miró la cabaña dos veces alternadamente antes de suspirar con resignación.
- - Él me aseguró que podía alojarme en su cabaña. – Le dijo él resignado. Peggy Sue sonrió y tomó un poco más de su cerveza. Tino sintió un vuelco en el estómago. Tenía que obligarse a dejar de mirar la boca de la mujer.
- - Supongo que no te dijo que había otra persona más en ella. – Le dijo Peggy Sue. – Soy tan silenciosa y solitaria que ni siquiera nos vemos en semanas enteras.
- - Da igual. Necesito estar solo. – Le dijo él. Peggy Sue concluyó de inmediato: acaba de terminar una relación caótica.
- - Bueno, ven y te reposas de este clima infernal y lo esperas. Esta no es la única cabaña que administra. Así que debe tener una o dos que estén desocupadas y que puedas usar a tu conveniencia – Le dijo Peggy Sue sin levantarse de su silla. El hombre tenia lo suyo. Tenía unos ojos expresivos de color café claro, una piel bronceada y una boca que invitaba al beso.
Tal vez era lo mejor que quisiera
estar solo. Pensó Peggy Sue viendo que él se masajeaba el cuello dando giros a
la cabeza. Tenía la impresión de
conocerlo pero no estaba segura de dónde. A veces se encontraba con artistas de
la televisión francesa que venían a Cartagena
de vacaciones y que Peggy reconocía después de una o dos horas de conversación.
Esto era un castigo. Había
viajado desde el otro lado del mundo a alejarse de su mujer que estaba a punto
de convertirlo en asesino, y se encontraba con una mujer que sin decirle una
sola insinuación le alborotaba los sentidos de una manera absurda. Tal vez esa
bendita película que le había llevado a escoger Cartagena como su destino
todavía le influenciaba los sentidos.
Además era demasiado atractivo,
pensó Peggy. Aquello no era conveniente. No era un tipo que le provocara para
salir y entretenerse por un rato. Aquel despertaba en ella sensaciones que
prefería olvidar. Se terminó la cerveza y no volvió a repetirle lo de entrar y
sentarse. Pero él continuaba en medio de la indecisión de regresarse a su auto
o entrar a la cabaña, mientras seguía recibiendo el inclemente sol directamente
en su cabeza porque no llevaba gorra ni sombrero. Peggy Sue se compadeció de él
y le insistió:
- - - O entras al auto o entras a la cabaña. – Le dijo ella sin levantarse de la silla. – Este sol es demasiado fuerte y me da la impresión de que no estás acostumbrado a él.
- - - Acabo de llegar de Marsella… En un crucero por el Caribe. – Le dijo él. Peggy Sue se alzó de hombros y terminó su cerveza.
- - - Yo solo vine por una cerveza. – Le dijo ella poniéndose de pie. – Y para traer los víveres. Creo que Alex supone que te vas a quedar aquí. – Le informó y se metió en la cabaña. Dejó la botella vacia en la canasta donde se recogían para devolverlas a la tienda del Resort y tomó su mochila Wayuu. Verificó que llevaba lo necesario: un monedero, su celular y las gafas para sol. Se colocó una gorra y salió de nuevo.
- - - Te dejo la puerta abierta para que puedas entrar y sentirte más cómodo que aquí afuera mientras aparece Alex.- Le dijo ella
- - - No temes por un robo? – Preguntó él. Peggy le señaló una de las cámaras.
- - - Tenías que llegar con la cara tapada. Hay cámaras de seguridad por todos lados y ya te registraron en la garita de entrada. – Le dijo ella. Bajó los escalones y empezó a caminar.
- - Y a dónde vas? – Preguntó él. Ella se alzó de hombros.
- - Voy a trabajar querido. – LE respondió siguió caminando obligándose a no volver la vista atrás.
No estaba trabajando. Solía
hacerlo de vez en cuando para que las personas no se imaginaran que era una
indigente pero tampoco lo hacía todo el año porque no podía estar viviendo en
un resort y ser una don nadie fue pensando Peggy mientras caminaba hacia el bar
más cercano a la cabaña. De seguro hallaría
a Alex tomando una o dos cervezas antes de ir a la cabaña a roncar de lo
lindo porque si había alguien que sabía dormir profundamente era Alex. Se dijo
Peggy Sue mientras continuaba en silencio su
caminata.
Tino Di Martin. Pensó Peggy Sue
mientras se tomaba un gin and tonic. Un nombre de mafioso italiano, un aire de
misterio en sus ojos y una sensualidad latente en la manera de caminar y hablar. Enumeró ella mientras recordaba la
imagen del desconocido bajándose del auto. Seguía con la idea de que le conocía
de algún lado pero no estaba convencida de que fuera de la televisión
Era ridículo pensarlo pero Peggy
Sue sintió cuando se miró en los ojos de Tino Di Martin que era el hombre
perfecto para tener por compañero de la vida. Sin embargo, sacudió sus cabellos
que ahora llevaba muy cortos por encima de los hombros y sin ningún tipo de
sujetadores. Y sonrió con desgano al barman que ya sabía que sus sonrisas no
eran invitaciones a un beso y que su buena “onda” como la llamaba él no
significaba que estuviera abierta a todo tipo de relaciones.
Le había costado mantener su
libertad y soledad en aquel sitio. Todos los hombres solteros del lugar habían
en alguna ocasión intentado tener algo con ella. Peggy los había espantado como
moscas. Ella se había venido huyendo de la que podría haber sido la peor
experiencia de su vida y no iba a vivir aquí y sola una sucesión de errores.
Porque estaba convencida que todas sus relaciones amorosas estaban destinadas a
ser un desastre.
Esa había sido la única constante
de su vida. Las relaciones amorosas sin futuro. Y la pugna de poder con su
hermana Marcy… Se dijo pero se negó a pensar en Marcy. Aquel era un problema
que había dejado al otro lado del mundo y que todavía no se sentía lista para
afrontar. Recibió el último Gin and Tonic y lo pasó a un vaso desechable para
llevárselo a su paseo nocturno.
¿Ya habría regresado Alex? ¿Qué
habría hecho con su invitado? Peggy se recriminó así misma esa tontería de
preocuparse por un extraño. ¿Qué importancia tenía si el tipo se iba o se
quedaba? Nada tenía que ver con ella y nada tenía que hacer con él. Se dijo
mientras tomaba a tragos lentos la bebida en su mano. La playa estaba
solitaria. Un martes en la noche había mejores cosas que hacer que llenar la
playa de parejitas haciéndose arrumacos
o de chicos disfrutando de música en vivo como solía pasar los viernes en la
noche. Se dijo Peggy mientras dejaba que el agua le remojara los pies
enfundados en unas sandalias de goma.
Si su padre pudiera verla ahora
se moriría. Pensó y frunció el ceño. Qué hacía pensando en su padre? No podía
estar añorando lo que había renunciado a tener y que no había extrañado en 18 meses… Suspiró!! Ese Tino Di Martin con su actitud de magnate, con sus ojos de
ámbar, con su manera de hablar el francés… Le hizo recordar a su padre. ¿Qué estaría pasando en su casa en esos días?
Sabía que podía tardar días o semanas en que se publicara algo de su padre en
internet. No era tan famoso como para aparecer en la radio o la televisión
colombiana pero a través de google y las noticias mundiales había podido seguir
el paso de su familia.
Sacudió de nuevo su cabello con
una mano y caminó decidida a la cabaña. Lo que necesitaba era dormir. Dejar de
pensar en su familia y en todas las locuras que representaba ser la hija de Lorenzo
Rocher. La cabaña estaba a oscuras y en silencio. Peggy no encendió ninguna
lámpara pues la luna llena brillaba en toda la casa gracias a los enormes
ventanales de la sala. Pero al llegar a la escalera para subir a las
habitaciones sintió la respiración pausada de alguien que dormía en el sofá de
la sala.
Tino Di Martin se había acomodado
en el sofá de la sala en lugar de irse a dormir a una habitación. Se dijo
mientras lo observaba dormir. Parecía más joven y hermoso dormido. Concluyó
mientras admiraba sus largas piernas enfundadas en una pantaloneta de baño. Tenía músculos firmes y torneados a
punta de bicicleta o natación. No llevaba camisa y Peggy apreció la falta de
grasa de su abdomen, de sus pectorales y de sus hombros. Suspiró. Él era un
espectáculo de hombre vestido y era todavía más hermoso casi desnudo.
Se obligó a dar media vuelta y
dejarlo allí. Su boca se moría por probar los labios rojos y las manos le
cosquilleaban por tocarlo. Debía ser una delicia hacer el amor con ese tipo Se
dijo y frunció el ceño. Mantuvo su
decisión de caminar a su habitación sin girar a mirarlo y se encerró como si
ponerle seguro a la puerta pudiera impedirle ir a seducir al extraño. Se
decidió por una pijama totalmente desprovista de sensualidad. Ya era suficiente
con las cosas que ella se imaginaba podría hacerle al desconocido, como para
fomentar su libido haciendo que el desconocido intentara algo con ella.
Se quedó dormida después de dar
muchas vueltas en la cama y preguntarse un millón de cosas acerca de las
razones por las que el desconocido había venido a Cartagena. Al dia siguiente
se llevaría a Alex a la playa. Estaba convencida de que después de dos
cervezas, Alex le diría todo lo que quería saber.
La luz de la mañana se filtró
entre sus cortinas color violeta y Peggy se levantó. Había dos hombres
conversando justo debajo de su ventana y podía asegurar que uno de ellos era
Alex. Peggy quitó los seguros de las ventanas con suavidad y abrió las hojas
del ventanal.
- - Solo serán dos días. – Le dijo Alex a su interlocutor en francés. – Peggy Sue y yo iremos de campamento con unos amigos a la Sierra Nevada regresaremos en un semana
- - Para entonces estará libre la cabaña que me mostraste? – Preguntó el desconocido. Alex debió asentir sin decir nada. – Bien… entonces me quedaré aquí dos días compartiendo con ustedes dos la cabaña. Pero… serán solos los dos… ¿verdad?
- - Esta es mi cabaña. Aquí solo vivo yo, y en diciembre vienen mis familiares. Peggy Sue vive conmigo porque ella solo necesita la habitación para dormir. Se pasa todo el día de arriba abajo en Cartagena. – Le dijo Alex. Peggy hizo un mohín de disgusto. No quería que Alex le dijera nada de ella al tipo si ella no sabía nada de él.
- - Muy bien. ¿En qué habitación me acomodo? – Preguntó el tipo.
- - Segunda puerta de la derecha. Respondió Alex. Peggy volvió a hacer un mohín de disgusto. Era justo la habitación frente a la de ella.
El segundo piso tenía dos baños
que estaban justo en medio de las habitaciones. Uno a la derecha y otro a la
izquierda. En cada habitación había dos camarotes y una cama adicional que
estaba oculta debajo del camarote de abajo y que se rodaba con rodachines. Y en
el primer piso los sofás eran sofá camas as que en total podías alojar hasta
doce personas en ´cada cabaña. Habían algunas familias que tenían hamacas y las
guindaban en el primer piso en aldabas colocadas especialmente para ellas donde
podías armar tres hamacas en la sala.
Peggy Sue se bañó y se consoló
con no tener que compartir el baño con el desconocido. Se puso un vestido de
baño minúsculo como ropa interior y se vistió con uno de la docena de vestidos
de algodón que solía usar para vagar por la ciudad. En una cosa tenía razón
Alex. Su actividad favorita era caminar Cartagena, conocer nuevos rincones,
acercarse a personas distintas y disfrutar del sol y la playa. Siempre al aire
libre para exorcizar diez años esclavizada a la oficina de gerencia de Ferrero
Rocher en Lyon.
Se peinó con los dedos de la
mano, se untó de bloqueador solar y buscó unas gafas y una gorra que combinaran
con su vestido. Volvió a colocarse las sandalias del día anterior y revisó que
tenía en su mochila lo más importante para ella. El celular y la cámara.
Se fue a caminar la muralla
porque tenía varios días sin hacerlo y tomó fotos a los chicos que se escapaban
de las escuelas para ir a encontrarse con sus relaciones secretas y besarse en
los rincones de la muralla. Llegó al mismo sitio de siempre a almorzar con las
negras del mercado de artesanías quienes hacían el mejor pescado en cabrito y
arroz con coco del mundo.
Estaba terminando de comer cuando
lo vio. Estaba con una bermuda de colores y una camiseta verde que resaltaba el
amarillo de sus ojos. Los lentes oscuros ocultaban su encanto y una gorra
ocultaba sus cabellos. Caminaba con las manos metidas en los bolsillos de la
bermuda y miraba con curiosidad todo lo que había en aquella sección de la
muralla que se destacaba por los sitios de comida.
Peggy decidió ignorarlo. Continuó
comiendo de su pescado y pidió otra cerveza. Una sombra a su lado le tapó la
luz del sol y Peggy tuvo que echar su cuerpo hacia atrás en la silla para mirar
hacia arriba. Ahí estaba él mirando su plato.
- - Es mi primera vez en Colombia. – Le dijo él. – No tengo ni idea de qué comer.
- - Esto es pescado relleno con verduras. – Le dijo ella – Se llama pescado en cabrito. – y le dijo el nombre en español.
- - Y ¿qué otras cosas puedo probar? – Preguntó él dudando de su experticia gastronómica.
- - A dos cuadras está McDonalds… Una cuadra más a la derecha está Frisby. Son comidas rápidas en Paris. ¿No? - Le dijo mencionando unas franquicias que podían ser conocidas para él en Paris. Él la miró con ojos entrecerrados.
- - Y ¿conoces Paris? – Preguntó él. Peggy sonrió. ¿Él no creía que ella fuera de Francia?
- - Si… - Respondió y estaba a punto de decirle que era francesa pero por qué revelarle cosas de su vida personal si él no le decía ni siquiera su nombre. Continuó comiendo su pescado.
- - ¿Puedo sentarme contigo? – Preguntó él. Peggy Sue miró como si le hubiera salido un cuerno. Tino decidió claudicar en su decisión inicial de mantenerla alejada. Cuando no la veía estaba todo el tiempo preguntándose en lo que podría estar haciendo y, estaba a punto de volverse loco.
- - Pensé que deseabas soledad… - Le dijo ella. Él sonrió y se sentó.
- - La verdad... Si… Eso es lo que necesito pero… - Dijo él dubitativo. Se acercó un mesero.
- - Te pregunta si vas a comer algo. – Le dijo Peggy Sue al ver que él tenía dificultades para traducir el rápido hablado de los cartageneros.
- - La verdad… tengo dificultades para entender la pronunciación de los cartageneros.- Le dijo él. – ¿Qué me sugieres?
- - Esto… Es delicioso!!! – Dijo ella entusiasmada por la idea de describir su comida preferida. Se le olvidó que le iba a mantener a distancia. – Además del arroz de camarones y la ensalada de mariscos… Espectacular!!
- - Me imagino que los has probado todos… - Le dijo él sonriendo. Peggy sonrió
- - Al principio estuve aferrada a los sabores mediterráneos. – Le dijo Peggy. – Pero dime qué vas a comer? – Le dijo señalando al mesero que continuaba de pie a su lado.
- - Creo que probaré el tuyo. – Le dijo él. Peggy pidió el pescado en cabrito para principiantes. La negra Andrea jefe de cocina solía seleccionar un pescado con menos espinas para los que por primera vez probaban el plato.
- - Hice la recomendación de que fuera para principiantes pero de todos modos: cuidado con las espinas. – Le dijo Peggy. Tino sonrió
- - Gracias. Eres muy cortés conmigo y yo no lo he sido contigo. – Le dijo él. Peggy sonrió.
- - No es raro. Ya nada me resulta extraño. – Le dijo ella. Y reanudó su comida. Ya estaba por terminar y tenía una pila de huesos y espinas en un plato adicional al lado de su bandeja.
- - ¿Cuánto tiempo hace que vives aquí? – Preguntó él. Peggy Sue movió la cabeza de lado a lado y chupó una espina antes de sacarla de su boca con dos dedos.
- - Mucho tiempo. – Respondió y continuó comiendo.
- - ¿Qué es eso del campamento? – Preguntó él. Peggy Sue suspiró. Tragó el bocado en su boca y miró a los otros comensales de la terraza.
- - Me encantan los niños y ayudo a Alex cuando tiene un grupo con niños para llevar a Campamento. – Le dijo ella.
- - Y acampan dónde? – Preguntó.
- - En medio de la nada. Esta vez la nada se llama Sierra Nevada de Santa Marta. – Le dijo Peggy Sue. – Es un complejo turístico al pie del punto más alto y frío de la costa.
- - Y tú te encargas de los niños…- Dijo él. Peggy Sue asintió.
- - Mientras los padres van con Alex a escalar o a hacer cosas más peligrosas, yo me divierto en la playa con los chicos. – Le dijo ella.
- - ¿Cuánto tiempo demoran allá?- Preguntó él. Peggy Sue lo miró
- - Es un día viajando. Está a cinco horas de aquí. Y el campamento es tres días dos noches. – Le informó ella. – ¿No hablaste con Alex?
- - No… - Dijo él. Peggy Sue levantó una ceja. Ella los había escuchado hablar. Por qué decía él que no?
- - Bueno… Espero que te vaya bien con el almuerzo. Nos vemos. – Le dijo Peggy cuando él llevaba medio pescado y ella había terminado el suyo. Se levantó lavó sus manos y se fue.
Ese día tocaba recorrer por
tercera vez en ese año, el castillo de San Felipe. Pagó el tiquete de entrada y
empezó a recorrer sin guía caminando por la muralla de cerramiento. Sin saber
cómo porque meditaba sobre las dificultades de vivir en el medioevo en un sitio
como aquel, terminó pensando en Tino Di Martin. ¿Cuál podía ser el interés de
Tino en refugiarse en ese lugar? Se preguntó. Evadiendo los recuerdos de sus
propias razones para exiliarse.
Una de las guías del castillo se
le acercó para ofrecerle sus servicios. Peggy Sue le explicó que no era la
primera vez que venía al castillo y que su motivación era inspirarse para tomar
unas buenas fotos. La chica sonrió y se alejó después de hacerle algunas
recomendaciones sobre algunos sitios no muy estables de la muralla. Peggy Sue
continuó su deambular.
Cuando regresó a la cabaña,
empezaba a anochecer. Decidió que ese día no iría hasta el bar. Tenía varios
días sin revisar su correo pero cuando estaba punto de leer el primero alguien
tocó a su puerta. Frunció el ceño y se levantó para abrir. Alex le hubiera dado
un grito.
La figura de Tino Di Martin llenó
el umbral de su puerta. Peggy hizo una evaluación rápida mental de su ropa.
Camiseta de algodón sin cuello color rosa, llevaba ropa interior y un pantalón
corto de mezclilla. Lo había usado para una fiesta en la playa y todos habían
dicho que se veía sexy y sencilla.
- - Cuéntame…- Le dijo en español olvidando que él utilizaba el francés. Tino la miró con curiosidad. Su acento español era bastante parecido al de los cartageneros... esta chica no tenía una semana allí.
- - Alex dice que si quiero ir a campamento con ustedes debo llevar una serie de equipos y que tú tienes los folletos con la lista – Le dijo. Peggy parpadeó varias veces mirándolo tratando de entender por qué Alex se lo mandaba a ella. Luego, pensó que tal vez a su jefe se le habían terminado las copias. Dejó la puerta abierta y se fue al escritorio detrás de ella.
- - Todas las habitaciones son iguales. – Comentó él curioseando la habitación. Peggy sonrió.
- - Aquí… sip. Toma. En la parte de atrás están las sugerencias de almacenes que las venden por si algo te falta.
- - Gracias. – Dijo él pero Peggy corrió a contestar el celular.
- - Hola! – Dijo asumiendo que él se marcharía.
- - Marcy está de nuevo sobre tu pista. Tu papá está enfermo y necesita encontrarte. – Le dijo una voz de hombre demasiado conocida por Peggy.
- - Voy a la Sierra. Allí no hay señal de nada… Son 5 días incomunicada. – Le dijo. Tino empezó a cerrar la puerta. No debía escuchar una conversación ajena.
- - Me parece bien pero… creo que ya es tiempo de que vuelvas. He descubierto que…- Empezó a decir y Peggy lo interrumpió:
- - Respeta mi decisión y no me digas nada. Sólo volveré cuando esté lista. – Le dijo a su interlocutor y cerró la llamada.
Peggy miró a Tino que escuchaba
su conversación desde la puerta. El la miró directo a los ojos y Peggy sintió
que él sabía todo sobre ella con solo mirarla a los ojos. Qué tontería!! Pensó
y parpadeó varias veces como si eso consiguiera terminar la conexión entre los
dos. Tino permaneció con la puerta en la mano.
- - Está todo bien? – Preguntó él. Peggy sonrió. Ahora él iba a solucionarle sus problemas? Valiente broma.
- - Todo muy bien. – Respondió ella. – Debes hacer esas compras mañana porque nos vamos a las 6 am el viernes.
- - Ya me dijo Alex. Gracias. – Le dijo él y cerró la puerta tras de sí. Peggy se dejó caer al suelo.
Marcy… y Sandy… Dulce y miel.
Dijo en su mente recordando en lo que estaban pensando sus padres cuando les
colocaron esos nombres. Su padre era chocolatero, su madre era experta en
postres… Qué otro nombre iban a ponerle a sus gemelas idénticas cuando una
simbolizaba con su cabello el caramelo en punto de dulce y la otra era la
miel en almíbar.
Se acostó en el suelo mirando el
techo. Pero Marcy no era nada dulce, aunque era fuerte y firme como el caramelo
y sabía imponer sus decisiones por encima de Sandy y de todo el que quisiera
llevarle la contraria. Sin embargo, en su casa… pocas veces alguien quiso
llevarle la contraria.
En su lugar, Sandy era dulce…
Sabía cómo combinar sus decisiones y deseos con los de los demás y obtener lo
que deseaba sin arrasar, sin avasallar. Cuando la madre de las gemelas murió se
convirtió en la mujer del chocolatero. Tenía 16 años y acababa de terminar la
secundaria pero tenía la madurez suficiente para vestirse, comportarse y
decidir como una excelente compañera social. Ella era la mujer detrás del
Gerente y mientras Marcy disfrutaba de sus días de universidad, locura, sexo y
fiestas, Sandy se levantaba antes que el sol saliera para estudiar, iba a la
universidad en la mañana y trabajaba desde el mediodía con su padre hasta los
compromisos nocturnos propios de su trabajo. Lorenzo Rocher sólo sentía la
soledad de la muerte de su esposa cuando se iba solo a su cama. Sandy no lo
dejaba extrañarla en otros aspectos.
Pero el espíritu de servicio de Sandy
tocó fondo. La solución para salvar la chocolatera y a su padre era una fusión
muy sutil y delicada que no sonara a gestión arriesgada de negocios. La hija de
Lorenzo Rocher debía casarse con el nieto del Baron Benjamin De Rothschild para
que el dinero de la poderosa familia Rothschild compensara las malas
inversiones y decisiones de su padre en el futuro de la chocolatera.
Alex la llamó a los gritos desde
la sala. Peggy se levantó del suelo y se colocó unas sandalias para ir a ver
que quería su amigo. Necesitaba ocupar su tiempo en cualquiera de las locuras
de Alex para no pensar en su vida real. En la sala no estaba Alex solo sino que
había media docena de personas del resort. Alex la recibió con un coctel
margarita.
- - En el resort están celebrando el 14 de julio. – Le dijo su amigo. – Como es tu fiesta nos vinimos a acompañarte.
- - Sabes bien que no me gustan las fiestas. – Dijo Peggy pero fue inútil porque Alex la dejó hablando sola y se fue a la barra de la cocina que ahora era una barra de bar. Miró alrededor suyo. Habían tres turistas franceses que estaban alojados en otra de las cabañas que Alex administraba, y Tino Di Martin.
Peggy lo observó aprovechando que
él miraba sin ver el mar por el ventanal de la sala. Tenía una camiseta que
marcaba cada uno de sus bien trabajados músculos. Y la bermuda de drill se
pegaba a su trasero sin dejar lugar a duda de que era tan firme como su
carácter. Sonrió ante lo atrevido de sus pensamientos. ¿Desde cuándo ella
desmembraba de aquella manera los atributos físicos de una persona? Se preguntó y se tomó medio margarita.
Sabía que era exactamente desde
el momento mismo en que Tino la miró a los ojos y ella sintió que la desnudaba.
O por lo menos que el siguiente paso que ella deseaba él hiciera, era
desnudarla. Se dijo tratando de quitarle los ojos de encima. Tanto criticar y
regañar a Marcy por su actitud siempre apasionada y sexual de ver y catalogar las relaciones humanas y ella
estaba en la misma actitud. O por lo menos, eso era lo que le inspiraba Tino de
Martin.
- - ¿Así que eres francesa? – Preguntó Tino. Peggy saltó asustada porque no lo esperaba tan cerca de ella.
- - ¿Y tú? - Preguntó después de reir nerviosa ante el susto.
- - Mitad italiano mitad francés. – Dijo él. Peggy sonrió.
- - Yo soy mitad Capeto y mitad Valois. – Dijo ella burlándose de las familias que originaron los imperios franceses del medioevo. Él sonrió y Peggy se asombró de que pudiera él parecer todavía más atractivo cuando sonreía.
- - Y ¿por qué el nombre inglés? – Preguntó él. Ella se quedó en blanco. Había escogido ese nombre de una historia que su madre le leía cuando era niña.
- - Supongo que a mi mamá le gustaba. – Dijo ella y trató de alejarse.
- - ¿Te vas? Se supone que la fiesta es tuya. – Le dijo él. Peggy suspiró.
- - Es de verdad que no me gustan las fiestas. Me pongo nerviosa y no sé qué hacer en ellas. – Dijo con toda la sinceridad del caso.
Sobretodo porque Tino le incitaba
a elaborar ese tipo de escenas en su mente. Se dijo Peggy mientras lo hacia
caminar hacia la puerta de la terraza. Tino la miró caminar y sintió que si no
hallaba pronto una razón para besarla, iba a explotar.
- - Bien… entonces hazme compañía a mi y nos escapamos en dos minutos. – Le dijo él. – Yo estoy igual. No he podido hacerle entender a Alex que vine para estar solo. – LE dijo él. Peggy sonrió. Nadie podría entender que un hombre tan atractivo y joven quisiera un tiempo a solas.
- - Suele suceder. – Dijo ella. Le señaló a Tino la terraza y caminó hacia ella. – En realidad, solo hay que tenerle paciencia por diez… quince minutos. No tardará en convencer a los chicos de que se vayan con él a una playa entre los peñascos a bañarse desnudos o a una discoteca donde pueda toquetear a la chica pelirroja más libremente que aquí.
- - Lo sabes por experiencia propia. – Comentó él con un tono enojado que a Peggy asombró. Él pensaba reprenderla si ella decía que se había acostado con Alex? Estaba loco?
- - Si me toca, lo mato. – Le dijo Peggy. – Nos conocimos en Paris tomando clases de Taekwondo.
- - Y se vinieron a pasar unas vacaciones juntos aquí. – Le dijo él. Peggy alzó una ceja ¿Estaba él pretendiendo que ella le dijera su vida mientras él no daba ni un dato personal suyo?
- - Al revés… Él estaba de vacaciones en Paris y tomó clases para pasar el tiempo… - Le dijo ella hablando de Alex sin revelar más información de ella.
- - Vaya!! La fiesta se animó más rápido de lo que tú aseguraste. Le dijo él mirando por los ventanales que la pareja francesa se besaba en un rincón de la sala en una actitud más íntima de lo correcto. La chica francesa salió de la mano con Alex hacia la playa.
- - Fantástico!!! – Gimió Peggy dejándose caer en una silla en la terraza. – Ahora tendremos que esperar a que la parejita termine su interludio.
- - Como van… No va a durar mucho…- Dijo Tino mirando unos segundos más que ella a la pareja antes de sentarse con ella en otra silla de la terraza. Alex se perdía con la pelirroja entre los peñascos de la playa.
Peggy suspiró. No había deseado a
nadie como lo hacía con Tino y aquella escena en la sala a sus espaldas y lo
que se imaginaba sin ver, le revolvió las hormonas. ¿Cómo iba a sobrevivir esa
noche a la tortura de tenerlo a dos pasos y no darle ni un beso? Se preguntó.
Aquella encrucijada de encontrarse con un hombre en medio de una fiesta loca de
Alex solo había ocurrido en dos ocasiones anteriores. Pero los otros no le
movían el piso de las emociones como lo hacía Tino.
Hacía más de veinte meses que no
tenía sexo y… antes de eso tampoco era que hubiera tenido más de dos relaciones
sexuales con un compañero de oficina. Peggy recordó como se había dejado
convencer de Bernard para tener sexo en la oficina y había perdido la
virginidad a los dieciocho en el cuarto de archivo de la empresa de su padre. Luego,
se había dejado convencer de Bernard un par de veces más pero eso había sido a
los 18 y ahora tenía 26!
Tal vez los días de fiesta
nacional con luna llena ejercían sobre ella un poder seductor que le hacía
desear tener sexo. Se preguntó burlándose de sí misma. En realidad ¿estaba
planteándose la posibilidad de tener sexo con un hombre del que a duras penas
sabía el nombre? ¿Acaso no había sido ella la que había huido de casa por no
casarse con un hombre al que había visto por dos ocasiones? Se preguntó y gimió
abrazando sus piernas a su pecho.
- - Es muy incómodo para ti. – Le dijo Tino. – Por qué no nos vamos a nuestras habitaciones y dejamos este espectáculo dantesco atrás.
- - Debes pensar que soy una tonta mojigata. – Le dijo ella sin mirarlo. Tino sonrió.
- - Nadie puede considerarme mojigato desde los 16 y aun así, no me siento cómodo siendo testigo de … este teatro. – Le dijo él. Peggy lo miró.
- - Gracias por no burlarte. Y… sí. Creo que me debo ir a mi habitación. – Le dijo levantándose de su silla. Tino hizo lo mismo y la siguió hacia las escaleras. Ambos ignoraron a propósito a la pareja que hacía sexo sobre el sofá. Para ellos tenerlos de testigos tal vez era estimulante. Pensó Peggy mientras entraba a su habitación.
Se recostó a la puerta y puso el seguro.
Y si después de hacerlo entre ellos, venían a buscarla? Se preguntó y corrió a
la puerta del baño y le pasó el cerrojo que impedía que alguien entrara en
aquella habitación. Se asomó a la ventana y miró el paisaje del resort que se
apreciaba desde allí. Las cabañas semejaban una sucesión de casitas de la
campiña francesa. Pensó por primera vez desde que mirara ese paisaje. Francia…
Su casa… su baño privado… su vida privada… su soledad… Suspiró. Nada de eso
tenía allí a pesar de estar sola. Alex invadía todos los días sus intentos de
estar sola y la convencía de conocer un lugar con sus clientes turistas o de acompañar a un turista en un recorrido
privado.
Se tiró en la cama y se acostó
con la ropa puesta. No tenía interés alguno en cambiarse y en realidad tampoco
tenía sueño, solo ganas de correr sin rumbo. A pesar de eso se quedó dormida
pronto y estaba casi amaneciendo cuando alguien tocó con afán a su puerta. En
medio de su somnolencia, Peggy abrió la puerta de su habitación y Tino invadió
su cuarto.
- - Qué sucede? – Preguntó ella confundida. Él se pasó las manos por el cabello.
- - No puedo dormir. Cada grito cada gemido me hace pensar que están obligándote a hacer algo que no quieres y me levanto asustado. – Le dijo él. – ¿Puedo intentar dormir aquí contigo?
- - Me parece bastante ridículo. He vivido aquí con Alex y sobrevivido a sus fiestas locas sin que me suceda nada. – Le dijo ella. Tino se alzó de hombros.
- - Yo me digo lo mismo y aún, así no puedo dormir. – Le dijo él. Peggy suspiró.
- - Oh… Está bien!! – Dijo claudicando porque tenía mucho sueño y no quería seguir discutiendo con él. Todavía escuchaba las risas y la música en el piso de abajo. Alex estaba dispuesto a amanecer. Tino cerró la puerta con llave y Peggy sacó el somier.
En silencio, ella se acomodó en
su cama. En el fondo, la presencia de Tino en la habitación le daba seguridad y
tranquilidad. Hacía mucho tiempo que no dormía acompañada. Recordó las noches
de vacaciones con su hermana… Sacudió la cabeza alejando esos pensamientos. No
era hora de soñar con Marcy. Se dijo y se durmió.
Dio vueltas en la cama, gritó y
cayó sobre Tino. Este ya despierto por los gritos la miró llorar desconsolada
en medio de sus brazos. Ella tenía los ojos abiertos pero él estaba seguro de
que dormía todavía. Peggy tenía sus rizos revueltos alrededor de la cara y con
los ojos abiertos, lloraba. Lo miraba sin ver con aquella mirada perdida del
que no está conciente y sus enormes ojos amarillos brillaban en la penumbra
como los de un gato.
Tino acarició su rostro y cedió a
la tentación de besarla. Recordaría ella eso al despertar? Se preguntó y
disfrutó de la dulce suavidad de los labios que respondieron a su beso después
de un gemido. Qué hacía él besando a una desconocida que supuestamente había
ido a proteger? Se preguntó pero Peggy se acomodó sobre su cuerpo y se retorció
sensualmente sobre él. Su cuerpo respondió de inmediato. Cuánto tiempo tenía
sin tener sexo? Preguntó su mente justificando su reacción a la abstinencia y
no por sentirse atraído por la chica.
Dio media vuelta y la acomodó
debajo de él. Qué suave era su piel… Qué rico su perfume… Y su mente se llenó
de sensaciones y sus sentidos se invadieron de Peggy hasta perder la conciencia
de que aquello era un error.
Peggy se preguntó qué estaba
haciendo? Por qué volvía a dejar que Bernard
la tocara? No lo amaba, no estaba enamorada de él, tal vez ni siquiera le
gustaba como hombre… Se dijo y sus manos recorrieron la espalda desnuda,
disfrutando de la firme musculatura, aspiró con lentitud el olor de su piel y exploró
la boca masculina con su lengua. Bernard se sentía más grande y más sensual en
sus sueños. Pensó Peggy y deslizó las manos por el trasero del hombre. Estaba
ella desnuda? Descubrió en ese momento mientras él le tocaba íntimamente. Y
dónde estaban haciéndolo? En la oficina? Se preguntó y abrió los ojos. La
penumbra del lugar la confundió. Estaban de nuevo en el cuarto de archivo? Se
preguntó confundida y luego gritó y empujó al hombre. No era Bernard… Era..
Tino!! Cielos!!! En qué estaba pensando?
Peggy jaló una sábana y se
cubrió. Estuvo a punto de hacer el amor con Tino? Se preguntó confundida. No
estaba totalmente desnuda, solo de la cintura para abajo pero él si estaba
maravillosa y espléndidamente desnudo… Peggy evitó mirar hacia abajo.
- - Qué estás haciendo? – Preguntó ella. Él sonrió y buscó su pantaloneta en la revoltura de sábanas y ropa que tenían entre ellos.
- - Siguiéndote la corriente. Es lo que se hace con los sonámbulos. – Le dijo. Peggy tosió.
- - Yo… no soy sonámbula y…- Él la interrumpió.
- - Vamos a dormir. Tú estabas soñando con alguien… y yo tengo muy poca voluntad…- Le dijo él concluyendo. Peggy tomó sus cosas y se subió a la cama. Cielos!! Odiaba que él viera aquella situación como algo tan natural o… tal vez odiaba más ser tan puritana en el tema
- - Lo siento…- Dijo ella y se colocó la sudadera de su pijama. No iba a preguntarle a él por su ropa interior! Se arropó de pies a cabeza y rezó por no volver a caer en sus brazos. Pensó mientras recordaba todo lo que ella había creído que era un sueño y que había resultado tan… real. Necesitaba un baño de agua fría para quitarse las ganas que le había dejado su encuentro con él pero no iba a demostrarle que había quedado frustrada.
Al despertar, encontró la
habitación organizada sin rastro de Tino. El somier debajo de su camarote y su
panty doblada a un lado de la almohada. Cerró los ojos. ¿Cómo iba a enfrentarlo
ese día? Se preguntó pero al final no tuvo que verlo si no hasta el día
siguiente cuando estaba subiendo todo al auto de él. Alex había tenido la
grandiosa idea de ponerla a ella de guía para Tino por lo cual Ella haría un
viaje de casi cinco horas con él.
Revisó su mochila, su celular, su
billetera, sus documentos en una bolsa plástica, su mapa guía y su bloqueador
solar. Tomó un saquito de lana ligera y una botella de agua. Miró a Tino y alzó
una ceja. Él la miraba en silencio recostado a su auto.
- - Vamos a ignorar lo de la otra noche? – Preguntó él. PEggy sonrió.
- - Tómalo como un mal sueño. – Le dijo. Tino alzó una ceja
- - Tan malo fue? – Dijo él intentando no sonreir. Peggy le miró la boca y se pasó la punta de la lengua por los labios.
- - No… En realidad… - Pero Alex llegó en ese momento y la interrumpió.
- - Peggy váyanse los dos adelante… Crees que puedes llevar a Tino en un recorrido por Barranquilla cuando hagamos el viaje de regreso? – Preguntó Alex. Peggy se mordió el labio.
- - Bueno… experta en Barranquilla no soy pero… Museo del Caribe, las iglesias y rumba serán suficientes? – Preguntó ella diciendo nombres en español que Tino no tuvo claro. Alex sonrió.
- - Más que bueno. Eso será suficiente.- Le dijo Alex sonriendo y le guiñó un ojo a Tino. Peggy sonrió.
La noche anterior, Alex le había
hecho bromas para que ella supiera que se habían dado cuenta de que Tino había
ido a dormir a su cuarto. Ninguno de los cuatro podía imaginar que sólo
durmieron. Peggy decidió ignorarlo.
Se subió al auto de Tino y se
acomodó. Tino dio vuelta al auto después de recibir de Alex un par de
instrucciones sobre la carretera, y empezó a conducir. Peggy prestó atención a la vía para poder
ayudar en caso de que se equivocara. Alex les seguía con los dos franceses de
la fiesta, había que recoger a sus hijos en la casa de la abuela a las afuera
de Cartagena.
En el auto de Tino habían subido
la mitad del equipaje. En la camioneta de Alex irían todos los campistas.
Después de unos minutos en silencio, Tino se aclaró la garganta y sonrió.
- - Vamos… Es imposible que nos pasemos cinco horas en silencio. - Dijo Tino. Peggy suspiró.
- - Bueno… Hay unos a los que no les gusta que les hablen cuando conducen. – Dijo ella como excusa. Siempre hablando en francés.
- - Bien… no soy de esos. – Respondió él – Dime que fue eso de tu sueño?
- - Nada… tal vez he estado muy sola durante mucho tiempo. – Relató ella. –Qué se yo… tal vez la estimulación de las escenas en la sala, despertaron nuestras hormonas
- - Tú… despiertas mis hormonas. – Corrigió Tino. Peggy gimió como si le hubieran dado un golpe al estómago.
- - No me digas eso…- Pidió mordiéndose el labio.
- - No puedo permitirme el lujo de ocultar que me provocas…- Le dijo él – En mi… Es más visible… Correcto?
- - Bueno… pero… Está bien. Nos sentimos atraídos… pero no nos conocemos!!- Le dijo ella Él sonrió.
- - Vamos… no creo que tú seas una mujer mojigata y tradicional que no se haya acostado con alguien que apenas si ha visto. – Le dijo él. Peggy se mordió el labio. Mojigata!! La que más!!! Y estúpida además.
- - Mira lo creas o no… Solo he estado con un hombre en mi vida. – Le dijo ella arriesgándose a que se burlara de ella. – Y si bien es cierto que no teníamos una relación… No ha habido alguien para mi en ese sentido.
- - Qué eres la última mujer virgen del mundo!! – Le dijo él. Peggy cerró los ojos y se abrazó a sí misma. Virgen!! Tener que reconocer a su padre y a su hermana que no era virgen y que había tenido relaciones con alguien había sido una de las razones para huir de su casa.
Se mordió el labio y miró el
paisaje que se presentaba a 80 kilómetros por hora en la ventanilla. Marcy la
había ofrecido como la novia perfecta. Una mujer virgen, una empresaria
ejemplar. La perfecta esposa para un multimillonario y su padre no había dicho
nada porque le veía de la misma forma. Pero qué podía decir Sandy sobre la
posibilidad de que su futuro marido les dijera a sus familiares que había
estado con ella y que podía ser las otras cosas que le habían dicho pero
Virgen!!!
Si bien era cierto que aquello
era una tontería en comparación a los millones de euros que estaban en juego en
esa boda, Sandy no pudo evitar sentirse mal. No sabía cómo abordar ese tema con
su padre y con su hermana y había huido un día antes de la fiesta de
compromiso. Ya podía imaginar los reproches de Marcy cuando se diera cuenta que
los discursos sobre protegerse de las enfermedades, evitar los riesgos de
embarazo y de escándalo, y el amor propio… solo eran para intentar manejar la
indomable vida sexual de Marcy pero que no era un código de conducta
personal. Si bien Sandy se protegía y
Bernard siempre había usado preservativos… Tener esa extraña relación en la que
si se vieron prácticamente dos veces en un semestre fue siempre para quitarse las ganas… no era una
historia que quisiera contar a su hermana.
- - ¿Es muy difícil para ti este asunto de las relaciones sexuales? – Preguntó Tino. Peggy suspiró.
- - Si… - Le dijo en un gemido. – Es una de las razones por las cuales estoy aquí y no en mi casa. – Le dijo ella sin revelar mucho.
- - No puedo creer que una mujer de 26 años haya huido de su casa por no revelar que no era virgen. – Le dijo él. Peggy se sonrojó
- - Lastimosamente esa es la razón de mi vida en soledad. – Le dijo ella. – Suena un poco macondiano
- - Macondiano? – Preguntó él. Peggy sonrió.
- - Conoces a Gabriel García Márquez? - Peguntó ella a su vez. Tino asintió.
- - Es la razón por la que escogí Cartagena para… mis vacaciones – Le dijo él haciendo una pausa de duda antes de decir vacaciones. – Estoy viviendo una situación surrealista y necesitaba… qué se yo… untarme del surrealismo de Florentino Ariza. En el crucero donde paseaba me vi una de sus peliculas
- - Bueno… yo conocí a García Márquez aquí. Aprendí español a punta de sus libros para poder entender un poco de la manera de ver el mundo de esta gente. – Le dijo Peggy. – Tú leíste alguno de sus libros?
- - No… Yo escogí verme la película de El amor en los tiempos del Cólera en medio de una noche en la que debía tomar decisiones radicales para mi vida. – Le confesó él. Peggy se identificó con él
- - Y… esta es una de las razones por las cuales nos sentimos identificados? – Preguntó Peggy.
- - La de la intuición debes ser tú – Le dijo él- Yo vine decidido a estar solo sin una mujer alrededor confundiéndome y terminé embobado con tus piernas que me persiguen a donde voy.
Peggy sintió de nuevo ese vuelco
en el estómago casi como si fuera un golpe. Era terriblemente malo que él le
dijera tan francamente que la deseaba. Y peor era que parecía abrir la puerta
de sus deseos escondidos y sus hormonas se alborotaban ante la posibilidad de
estar con él a solas. Tomó la botella de agua y bebió la mitad de su contenido.
Cómo iba a sobrevivir a un fin de semana con él en esas circunstancias? Tarde o
temprano iba a terminar acostándose con él y… eso era un problema más a su ya
complicada situación.
- - Dame…- Le dijo él. Peggy gimió pensando en miles de cosas que podía hacer por ese dame. Tino sonrió. – Que me regales agua…
- - Oh… Si. – Le dijo ella y estaba a punto de tomar otra botella cuando él tomo la de ella.
- - ¿Tienes miedo a compartir la tuya? – Le dijo burlón. Y tomó el resto del contenido devolviéndosela vacía. Peggy suspiró.
- - Pensé que tal vez querías una botella para ti. – Dijo ella esquivando la provocación de su comentario.
- - Aja… qué pasa con tu virginidad? – Preguntó él. Peggy lo miró.
- - Fue vendida al mejor postor. – Respondió ella. Tino disminuyó la velocidad y la miró. No pudo decir nada no sólo por la impresión de su respuesta sino porque Alex le hacía señas de estacionarse. Habían llegado al hotel donde recogerían los chicos de los franceses.
- - Es verdad lo que dijiste? – Preguntó Tino. Peggy suspiró.
- - No lo digas delante de Alex… Él no sabe por qué estoy aquí… Y ni siquiera yo sé por qué te lo digo. – Confesó ella. Tino guardó silencio al ver que Alex se acercaba al auto.
- - Listo, amigo. Eres muy buen conductor. – Le dijo Alex. – Cómo se porta la copiloto?
- - ¡¡Excelente!! Sus historias son… verdaderamente fascinantes. – Respondió Tino de manera evasiva. – Salimos de una a la vía al mar de la que me hablaste?
- - Ahora me sigues a mi y después de un par de vueltas que nos harán hacer las exigencias del tránsito en esta ciudad, saldremos a la vía al mar. Será todo un espectáculo para ti. – Le dijo Alex a Tino. – ¿Metiste mis provisiones en la mochila, mi reina? – Preguntó a Peggy. La chica asintió.
- - Recuerda… no puedes tomar ni una cerveza. Si te detiene la policía…- Le recordó Peggy. Alex sonrió.
- - Tranquila… No nos volverá a pasar lo de Micky. – Le dijo refiriéndose a un joven que habían contratado en el viaje anterior y que salió positivo en la prueba de alcohol en un retén de la carretera. A Alex le tocó pasar todas las cosas a un auto alquilado y dejar que le retuviera su auto. Estuvieron todo un día haciendo diligencias de policía y tránsito en Barranquilla por culpa del incidente. – Por eso decidí conducir yo… y aquí está mi amigo Tino para apoyarme.
Peggy le relató la historia de la
multa de Micky por resultar positivo en la prueba de alcoholemia y Alex los
dejó pensando que esa era una de las tantas historias que Peggy le estaba
relatando a Tino. Cuando Alex le dio la señal de seguirlo, después de tomar el
control del auto, Tino preguntó:
- - ¿Es verdad lo que dijiste? - Preguntó Tino. Peggy se hizo la que no sabía a qué se refería. -Sobre tu virginidad… - Insistió él enojado porque ella se hiciera la tonta.
- - Bien… Hay muchos millones de euros de por medio. No precisamente por mi virginidad aunque es parte del trato. – Le dijo ella. Tino frunció el ceño.
- - Pero esta es una historia del siglo XIX!! – Le dijo él.
- - Son las ideas retorcidas de mi hermana… - Empezó a decir Peggy y se detuvo. – Tenemos que hablar de eso? La verdad… no tengo claro lo que haré y no quiero hablar sobre el asunto.
- - Bien… Dices que hablaremos cuando estés lista? – Preguntó Tino. Peggy lo miró con cara de angustia
- - Oh cuando sienta que lo que dices no empeora mi indecisión…- Confesó. Tino la miró de nuevo por unos segundos.
- - Porque estabas dispuesta a regresar y cumplir aunque no es lo que te hace feliz…- Dijo él. – ¿Hasta que aparecí yo?
- - Porque mi vida era un desastre y yo no lo sabía. Y apareces tú y me abres los ojos y… me confundes peor. – Confesó ella.
- - Es un absurdo que hayas ofrecido tu virginidad por dinero… Y por lo que veo con alguien que no incentivó a tus… cómo me dijiste? Hormonas?
- - En serio… hablemos de otra cosa y… tal vez en campamento, esta noche…- Empezó a decir ella. Tino se echó a reir.
- - Vas a hablar de virginidad conmigo, al pie de una fogata a la luz de la luna? – Preguntó él pasando una mano desde la rodilla hasta el centro de su cuerpo. – No creo que sea una buena idea.
- - Cielos!! – Le dijo ella quitándole la mano.- Trata de respetar la intención de mi exilio.
- - Exilio!! Consideras que estás en exilio? – Preguntó él. Peggy sonrió.
- - Lo estoy… No voy a regresar a Lyon… - Dijo sin pensar. Tino alzó una ceja.
- - ¿Lyon? ¿Francia? – Peggy se mordió el labio. Había revelado más de lo que deseaba. Pero ya era muy tarde. No?
De todos modos empezaba a ser una
dura carga aquel silencio sobre su vida. Tal vez podría desahogarse con este
insensible hombre de mundo que pudiera tal vez decirle lo que de verdad debería
estar haciendo en lugar de esconderse como una paria.
- - Lyon, Francia. Nací en Belley de donde es originaria la familia de mi padre… - Le contó. Tino frunció el ceño. Acaso Rocher no era de Belley? Qué pequeño era el mundo? Pensó y siguió en silencio para no desviar la atención de Peggy. – Pero por los negocios familiares, tuvo que mudarse a Lyon para tener mejor acceso a Paris y… bien… a todo.
- - Fue tu padre quien vendió tu virginidad? – Preguntó Tino.
- - En este momento… No tengo claro nada. – Confesó. – No he contado esto a nadie pero quisiera contarte para… No sé… tal vez podrías ayudarme a entender?
- - Déjame advertirte que mi vida es un enredo también y que… bien en parte también me exilié… Solo que yo lo hice de Bordeaux…- Le dijo él. Peggy alzó una ceja.
- - Estamos de extremo a extremo… - Le dijo. – En fin… A pesar de estar en el primer mundo… Mi familia continúa amarrada al medioevo?
- - Hmmm…- Dijo él sin revelarle cuán cercanas eran sus historias.
Había tenido que casarse con una
mujer que conoció una semana antes. Era una hermosa mujer, culta, inteligente y
muy sensual pero Sandy no era la mujer de sus sueños. Eso lo había comprobado
cuando se bajó del auto y miró de frente a Peggy. Si Sandy le produjera en el dos por ciento de
lo que Peggy alborotaba sus hormonas…Su matrimonio fuera una fiesta nacional.
Suspiró y se concentró en conducir mientras Peggy hablaba sobre la economía de
la región.
Los dos estaban huyendo de una
realidad que les esperaba en Francia. Era una gracia de un duende loco que les
hizo escoger Cartagena para huir. Pensó Tino al analizar que habían venido de
dos extremos de Francia a re encausar sus vidas en una ciudad al otro lado del
mundo.
- - Por qué escogiste Cartagena? – Preguntó Tino. Peggy sonrió.
- - La mujer de los tiquetes en el aeropuerto era de Colombia. – Le dijo Peggy . – Al escuchar ese nombre me acordé de una mujer que conocí que había nacido aquí.
- - Y ¿Alex? – Preguntó él. Peggy suspiró.
- - A Alex lo encontré de casualidad. Cuando llegué me bajé en un hotel de Bocagrande. – Le dijo ella. – Allí fue a almorzar Alex con una turista que había conocido entonces. Se acordó de mi, me dijo donde vivía y yo quise mudarme aquí.
- - Es muy costoso vivir allí… - Le dijo él. Peggy lo miró
- - Lo mismo te digo yo…- Le dijo. Tino sonrió.
- - Touché. No preguntaremos de donde sale el dinero. – Dijo él. Peggy asintió
- - Entre otras cosas… Hay temas que no tocaremos. – Le dijo ella. Él la miró con sensualidad
- - Pero… en algún momento nos tocaremos ¿Cierto? - Le dijo. Peggy se mordió el labio.
- - Veremos qué pasa…- Dijo sin dar una respuesta clara.
- - Lo haremos… No te mientas. – Le dijo él. – Estoy seguro que va a ser… fantástico!!
Peggy no dijo nada. Él tenía
razón. Había una corriente de atracción entre ellos que casi podía tocarse con
las manos. Y que la tenía sudando más que el calor de la carretera. El no
ayudaba. Con aquellos comentarios sobre su cuerpo, con aquellas miradas tan
intensas.
Tino no sabía cómo mantenía las
manos en el volante. Estaba deseando que Alex propusiera una parada para
alejarse un poco de Peggy. Ese encierro con ella en el auto y tener que
mantenerse en su puesto de chofer sin tocarla… Estaba tensionándolo al punto
que ya podía sentir como necesitaba un masaje en el cuello. Más le valía que
Alex contemplara la posibilidad de que las carpas de los adultos estén lejos de
las de los niños porque antes de regresar, en algún momento, en algún lugar…
tendría sexo con Peggy.
Alex hizo una parada en un sitio
donde comieron un desayuno bastante típico. Cerdo, arepas, bollo de harina,
café. Pero aquella parada solo sirvió para que Peggy conociera a los chicos que
debía acompañar y para que Tino deseara matar al niño que se abrazaba a Peggy y
colocaba la cabeza justo sobre sus senos.
Continuaron el viaje y
atravesaron Barranquilla a través de unas carreteras que según le entendió a
Peggy bordeaban la ciudad. El resto del recorrido fue más tortuoso porque Peggy
se relajó y se acomodó en el asiento del copiloto con una pierna doblada hacia
él y se quitó un blazer que se había puesto para evitar el sol dejando sus
senos redondos y rebosantes a la vista gracias a una camisa de tirantes que llevaba
y que amenazaba con reventar con sus curvas.
Sin embargo, al llegar a Santa
Marta. Los franceses quisieron disfrutar de la bahía y Alex les buscó un sitio
donde almorzar y bañarse en la playa. Peggy se quedó en unas carpas de lona que
estaba en la playa sentada en una poltrona y Tino se sentó en la arena a su
lado. La cara de ella estaba muy cerca de él y sabía que ella estaba también en
tensión esperando que él tomara la iniciativa.
Peggy suspiró. Estaba volviéndose
loca por un beso. Pero Alex revoloteaba como una gallina alrededor de todos. No
le gustaba aquella parada en la bahía pero los clientes… siempre tienen la
razón. Y ella no quería que al regresar
a Cartagena… tuviera que soportar las bromas por hacerlo testigo de una aventura con Tino. Cerró los ojos y
suspiró de nuevo. Qué hacía pensando en una aventura con Tino? Pues… era
inevitable… Se contestó. Estaba metiéndose en su piel y no hacía otra cosa que
desear besarlo.
Alex anunció que iba a acompañar
a sus clientes a darse una ducha para no llenar su auto de arena antes de
marcharse. Los dejaría solos en la carpa alquilada y les llamaría al celular de
Peggy para avisarles de dónde encontrarse para reanudar el viaje. Peggy no tuvo
claridad de qué diablos le dijo a Alex pero debió contestar lo correcto.
Tan pronto arrancó el auto de
Alex, Tino se inclinó sobre Peggy y la besó en la boca. Peggy se deshizo
permitiendo que Tino se acostara a su lado en el descanso en el que estaban.
Era una verdadera delicia sentir el calor de su piel contra la suya. Tino metió
un brazo debajo de su cabeza haciéndole de almohada. Y La otra se deslizó
debajo de su camiseta para recorrer su cintura.
- - Nos van a sacar de la playa…- Gimió Peggy recurriendo al último rescoldo de sensatez que le quedaba.
- - Y… si nos vamos a un hotel…- Le dijo Tino. Peggy sonrió.
- - Espera a que lleguemos a Tayrona… - Le dijo Peggy sacando la mano de Tino de su camiseta. – Y aún allí… creo que no puedo todavía… - Tino volvió a cortar sus palabras con un beso. El celular de Peggy sonó.
- - Hola!- Dijo Peggy en español.
- - Siento decirte que Marcy viaja hoy a Colombia. No me dijo a qué ni por qué… - Le dijo la voz al otro lado con un francés impecable. Peggy suspiró.
- - Estoy en otro lado. Regreso en dos días… y… lo más seguro es que al regresar… me decida por volver.- Le dijo Peggy. Tino la escuchó mirándola a los ojos.
- - Bien… Entonces… disfruta tus dos días de tranquilidad porque estoy casi seguro de que si no sabe… está cerca de saber dónde estás. – Peggy miró a Tino. Tenía dos días para disfrutar una aventura con él antes que la realidad arrasara con ella.
- - Bien… Gracias. Estaremos en contacto. – Le dijo Peggy a su interlocutor. Guardó el celu en el bolso. Empujó a Tino para levantarse de la poltrona y le tendió la mano.
- - Qué… - Dijo Tino. – cambiaste de opinión?
- - Si… Antes que nada te advierto que mi realidad en Francia es muy complicada y puede que solo tengamos algo aquí y ahora…- Le dijo ella. Tino sonrió y se levantó.
- - Lo mismo me sucede. – Le dijo él. Peggy suspiró. Se preguntó si debía decirle que estaba casado.
- - No estoy acostumbrada a esto pero creo que vine aquí para vivirlo y… - Le empezó a decir ella. Tino la besó apasionadamente y la empujó hacia el carro.
- - Nada… No digas nada… - Le dijo él. Peggy le obedeció y subió al auto. Llamó a Alex y le dijo que ella tenía afán por llegar al parque y que le esperarían allá. Para Alex aquello no sería raro porque Peggy siempre andaba tomando decisiones precipitadas como desaparecer por días, o adelantarse en un viaje.
Peggy los hizo alojarse en un
hotel de paso aunque le advirtió a Tino que debían armar carpa en el parque
para las actividades del día siguiente. Tino la hizo subir a la habitación que
estaba en el segundo piso del hotel. No había en ella ni un ligero parecido al
hotel cinco estrellas del resort pero el ambiente le hizo pensar en la película
que le había llevado allí.
- - Te parece suficientemente macondiano este lugar? – Preguntó Tino quitándole la camiseta. Peggy sonrió y se alzó en la punta de los pies para besarlo.
- - Más te vale que resultes un Florentino Ariza… bien dotado…- Le dijo Peggy insinuante.Florentino era el protagonista de la película que él había visto antes de escoger ir a Cartagena. Tino la alzó para llevarla cargada hasta la cama. – Y con mucha resistencia.
- - Cállate!! En una hora… hablamos…- Le dijo.
Peggy sintió que vivía una escena
de película. Tino la recorrió con dedos y besos como si estuviera reconociendo
un camino inexplorado que deseaba grabar. No fue un amor con afanes, ni en la
incomodidad de un escritorio. Aquello era un encuentro mágico, fue su primer amor
y sintió que para él ella era también su primer amor. Se reencontraban después
de haberse perdido y se disfrutaron con la pasión de ponerle más corazón que
cuerpo.
Alex los recibió sin hacer
referencia alguna de su escape. Aceptó que ellos fuesen a dormir al hotel en
lugar de la carpa. Pero lo ayudaron a armar el campamento y Peggy dio a los
niños la primera clase de buceo. Tino que no tenía nada mejor que hacer que
observarla, disfrutó del sonido de su risa, de los gestos de alegría cuando le
ganó a los chicos al nadar, de los gestos de angustia alejándose de los chicos
que deseaban llenarle el cabello de tierra.
Si era hermosa con aquel aire de
misterio y lejanía con el que la conoció. Ahora esta Peggy juvenil y libre le
parecía una reina como solía llamarla Alex. Peggy dejó a los chicos sentados en
la playa en dos ocasiones para ir corriendo a donde estaba Tino y besarlo
apasionadamente en la boca. Tino sonreía al verla correr hacia los chicos
después de hacer su travesura. No debía ser correcto en sus extraños niveles de
decencia, besarse frente los niños. Pensó Tino.
En algunos momentos, el remordimiento de no revelarle que era un hombre casado lo hacía mirarla con tristeza. Pero la posibilidad de que le rechazara y no volviera a tenerla en sus brazos por estar comprometido, hacia que guardara silencio. Necesitaba de esos dos días al lado de ella. Esto lo ayudaría entender si realmente debía seguir esa farsa de matrimonio con Sandy o ... lo que sea que empezaba a sentir por Peggy.
En algunos momentos, el remordimiento de no revelarle que era un hombre casado lo hacía mirarla con tristeza. Pero la posibilidad de que le rechazara y no volviera a tenerla en sus brazos por estar comprometido, hacia que guardara silencio. Necesitaba de esos dos días al lado de ella. Esto lo ayudaría entender si realmente debía seguir esa farsa de matrimonio con Sandy o ... lo que sea que empezaba a sentir por Peggy.
Peggy no podía creer que después
de cenar con los chicos y sus padres alrededor de la fogata, de levantarse del
suelo y despedirse de Alex, caminara sin temores tomada de la mano de Tino
hacia el auto si sentir ni un gramo de vergüenza. Qué estaba haciendo?
Qué hacía viviendo una aventura con un hombre que no volvería a ver?
Especialmente con la certeza de que Marcy venía a buscarla para llevarla a
casa.
Pero igual fue de nuevo con Tino
a la habitación y se amaron como si el mundo fuese a acabar. Se ducharon
juntos… algo que Peggy jamás había hecho y disfrutó de las manos de Tino que le
untaron de jabón todo el cuerpo y luego, la ayudaron a enjuagarse bajo la
ducha. Pero… tal vez había disfrutado aún más hacer lo mismo con él.
- - Quieres ir a dormir en el campamento... a la luz de la luna? – Preguntó Peggy. Tino la abrazó con los ojos cerrados.
- - Duérmete mujer… porque dentro de poco… Voy a mostrarte lo que es ver la luna. – Le dijo él sonriendo. Peggy se quedó dormida con la cabeza apoyada sobre el estómago de Tino con los dedos de la mano de él enredados en sus cabellos.
Peggy estaba acostada boca abajo
desnuda. Sentía los párpados pesados pero no podía ignorar al hombre que le tocaba
acariciándola íntimamente para decirle que estaba listo para ella. Peggy logró
dar vuelta en la cama para recibirlo de frente.
- - Tengo el presentimiento que llegaremos tarde al desayuno. – Le dijo Peggy. Tino se acomodó para cubrirla con su cuerpo, también desnudo.
- - Por eso… te estoy levantando temprano. - Le dijo él. – Llegaremos puntuales para poder escaparnos a la hora del almuerzo.
- - Oh… Muy bien… Florentino… ¿Qué me vas a enseñar hoy? – Le dijo ella moviéndose sensual debajo de él. Tino sonrió.
- - Tú me estás enseñando que… soy muy bueno en esto. – Le dijo él y vivieron un encuentro matinal lleno de mucha sensualidad pero en medio de una conversación divertida y relajada que ambos disfrutaron. Por primera vez.
Llevaron a los chicos a su
primera experiencia de buceo. Por supuesto, Tino sabía bucear y se encargó del
chico mientras que Peggy se hizo cargo de la niña. Se internaron en el océano
en una zona destinada para esa experiencia y los chicos disfrutaron a la par de
ellos de la experiencia de ver a todo tipo de animales acuáticos en el agua.
Tino disfrutó de la experiencia.
Admiró la paciencia y la pericia de Peggy para manejar a los chicos y se
preguntó si ella tendría niños. Una punzada de celos en la boca del estómago le
dijo que se estaba enamorando de Peggy de la manera más estúpida y apresurada
cuando no tenía posibilidades de brindarle una relación abierta porque estaba
casado.
Salieron del agua y se dejaron
caer en el yate que les había llevado a la profundidad necesaria para bucear.
Se quitaron los trajes de buceo y los tanques que los llevaban los adultos pero
que tenían dos máscaras cada uno para que los niños tuvieran oxígeno sin cargar
los pesados tanques. Los chicos gritaban sobre su experiencia a sus padres
mientras que Peggy se sentó en una silla para asolearse. Tino se acercó a ella.
- - Tienes experiencia con los niños.- Le dijo Tino. Peggy sonrió.
- - Esa es una de las cualidades que he descubierto en mi durante el exilio. – Le dijo ella. En casa, estaba todo el tiempo haciendo de anfitriona y nunca tuvo espacio para disfrutar de los hijos de sus amigas o de sus primas que solían estar casi todo el tiempo alojadas en su casa.
- - Qué más has descubierto? – Preguntó Tino. Peggy sonrió.
- - Qué me parezco a mi hermana más de lo que deseo. – Le dijo. – Ella es una coqueta descarada.
- - Con quién piensas poner en práctica eso? – Preguntó él recorriéndola con la mirada. Peggy se pasó la punta de la lengua por los labios.
- - Con el primero que se me aparezca… creo. – Dijo ella y Tino la levantó de la silla tomándola de la mano para llevarla al otro lado del yate en medio de risas.
- - Cómo te atreves a decirme esas cosas… y a ser tan bella…- Le dijo él atrayéndola al círculo de sus brazos. Se besaron abandonados a sus sentimientos hasta que escucharon los gritos de los chicos que les llamaban a comer.
Peggy no podía recordar sobre un
momento en su vida en el que se hubiera sentido más feliz. N o quería pensar en
el futuro y cada vez que surgía en su pensamiento el recuerdo de su padre o de
su hermana, entablaba una conversación que le exigiera mucha atención para
ahuyentar los recuerdos y con ellos los temores.
Regresaron al campamento entrada
la tarde y se pusieron una cita a las 7 de la noche para hacer una velada
nocturna alrededor de la fogata. Tino la llevó a caminar por el pequeño poblado
que se había armado alrededor del hotel de paso y comieron algunas cosas
típicas de la región como el plátano asado con queso, unas tortillas rellenas
que llamaban empanadas.
Tino se rió de si mismo al
descubrir que hasta comer aquella cantidad de harinas con esta mujer era un
placer. Probaba todo sin miedo, daba elogios y recomendaciones a las señoras en
español y luego le traducía al francés todo. Incluyendo los piropos de las
señoras acerca de lo guapo y sexy que era su novio. Peggy no les corrigió la
idea de que era su novio pero no tradujo eso a Tino.
Tener a ese hombre de novio en
lugar del Baron de Rothschild… eso era
lo que ella deseaba. Pensó mientras caminaba con Tino tomado de su mano. Él le
hizo gritar tomándola en brazos para subirla a una baranda y besarla con ella
subida allí.
- - No te imaginas lo que me gustaría suspender el tiempo en este día. – Le dijo él separándose de ella lo suficiente para hablar
- - Estaba pensando lo mismo. – Dijo ella. – Tino… creo que debo contarte la verdad sobre…
- - No. Nos vamos a contar la verdadera historia de nuestras vidas… En ese día que me prometiste en Barranquilla. – Dijo él interrumpiéndola. Peggy se mordió el labio y acarició con dos dedos el rostro de él.
- - Estás seguro que es lo mejor? – Le preguntó indecisa. No quería decir nada mucho menos contarle que estaba comprometida en matrimonio y que no podía deshacer ese compromiso.
- - Si… Estoy seguro. – Le dijo él y la bajó de la baranda. – Vamos al hotel. Vamos a soñar que hoy no termina.
La velada alrededor de la fogata
fue muy divertida. Peggy mostró otras aptitudes que había desarrollado en
Colombia como bailar una de las danzas tradicionales de la región, llamada
cumbia. Tino no tenía idea de si ese baile era hermoso y sensual pero Peggy lo
hacía con una gracia que hasta otros colombianos en el lugar la felicitaron.
Luego amanecieron mirando las
estrellas, acostados en una lona que se colgaba de los extremos a dos postes
que en ese caso fueron dos palmeras y que se llamaba hamaca. Alex les dio una
sábana para los mosquitos y se durmieron abrazados arrullados por el rumor del
mar y por el placer de besarse sin
descanso.
Peggy abrió los ojos y sonrió al
ver el rostro de Tino que descansaba a su lado. Qué felicidad sería despertar
día a día con aquel hombre a su lado. Se dijo y suspiró. Tino se despertó y de
inmediato la besó en la boca al entender que ella era real. Peggy sonrió.
- - Buenos días, cariño.- Le dijo Peggy. – Vamos al hotel a bañarnos?
- - Si me vas a invitar al hotel no va a ser solo para bañarnos… verdad? – Le dijo él sonriendo. Peggy dejó escuchar su risa.
- - Contigo… No creo que las cosas sean simples jamás. – Dijo ella divertida. Tino la hizo bajarse de la hamaca. Y se estiró para desentumecer sus músculos. Ella lo observó hacer ejercicios y lo siguió.
Nadie se había levantado todavía
así que se fueron al hotel en el auto de Tino y de paso recogieron las cosas y
las subieron al baúl. Y por supuesto, estuvieron disfrutándose él uno de la
otra hasta que Alex los llamó para decirles que se fueran adelantando en el
viaje a Barranquilla porque la familia deseaba una tarde más en la bahía.
- - Hablaste tú con Alex? – Preguntó Peggy. Tino no pareció entender lo que ella preguntaba
- - No me ha molestado ni una sola vez con relación a esto entre nosotros. – Le dijo ella.
- - No sé. Tiene la cabeza en otro lado. – Le dijo él con evasiva. Peggy supuso que si le había pedido a Alex que no se inmiscuyera en el asunto.
- - Qué vamos a hacer en Barranquilla? – Le dijo ella. Tino sonrió
- - Se supone que tú eres mi guía. Quiero conocer la ciudad... recorrerla… y estar contigo. – Le dijo él. Peggy intuyó que algo no le estaba diciendo.
- - Qué sucede? – Preguntó ella. Tino se alzó de hombros.
- - Creo que tenemos que hablar. Yo… no tengo más de dos o tres días antes de tomar un vuelo de regreso a Bordeaux. Ojalá yo pudiera tomar una decisión radical como la tuya…
- - No creas… Ayer recibí una llamada que me anunció el final de mi recorrido. Alguien viene por mí y… es difícil decir adiós y no vuelvo más. Verdad? – Le dijo ella. Tino suspiró.
- - Estoy en el medio… Soy el hermano del medio y estoy en medio de una difícil situación…- Empezó a decir él. Peggy sonrió.
- - Yo soy la hermana menor y … no me está resultando más fácil. Créeme!! – Le dijo ella.
- - Y al final me vas a decir a qué te dedicas? – Preguntó él que estaba asombrado de todo lo que Peggy sabía de cocina, de deportes náuticos, de niños. Peggy sonrió.
- - Si supieras que la mitad de lo que me has visto hacer lo he aprendido en este año que he vivido aquí. – Le confesó ella. Tino alzó una ceja.
- - Un año apenas? Pensé que llevabas toda una vida aquí! – Le dijo él. Peggy suspiró.
- - Hay ocasiones en que me parece que ha sido toda una vida. Pero en Navidad cumpli el año… - Le dijo. Tino se masajeó el cuello dando vueltas a su cabeza. El tenía dos semanas de haber cumplido su primer aniversario de bodas y la cena había sido el peor momento de su vida.
- - Te entiendo. Hay situaciones en las que doce meses pueden parecer doce años. – Le dijo él. Peggy asintió.
- - Mira este puente se llama como un expresidente de Colombia. Van a modificarlo porque se quedó pequeño para las embarcaciones de hoy y el río se llama Magdalena. – Le contó Peggy. Tino sonrió.
- - Es el río más importante de Colombia. Tuve que leer sobre el río para entender la importancia que le daban en la historia de García. – Le dijo Tino.
- - García Márquez. Es un apellido compuesto. – Le aclaró Peggy. – La historia y la vida económica de Colombia entró por este río.
Peggy lo guió hacia el centro de
la ciudad y lo hizo conducir directo a la Catedral Metropolitana. Lo hizo bajar
a recorrerla y le hizo la explicación más o menos detallada de todos los
atractivos arquitectónicos y artísticos del edificio. Le encantaba leer sobre historia y arquitectura. Si no hubiera muerto su madre y no hubiera tenido que hacerse cargo de acompañar a su padre en la chocolatera, tal vez hubiera estudiado arquitectura o algo similar.
- - Es majestuosa esta escultura sobre el origen de la vida y como la combinan con dos orígenes de vida bastante diferentes eh? – Dijo Peggy. Tino la miró con el ceño fruncido.
- - No entiendo. – Confesó. Peggy suspiró.
- - Uno a veces comienza su vida en el comienzo del mundo… de manera natural como la flora, la fauna y los primeros seres. – Señalando las imágenes en las paredes. – Pero a veces… tu vida comienza luego de un acto grotesco y brutal como la crucifixión…
Tino la miró como si la viera por
primera vez. Peggy sonrió. Él debía estar pensando que era una tonta. Aquella
era una idea que le había surgido desde la primera vez que viera ese altar y no
se había atrevido a expresar su conclusión por temor a que le tildaran de
tonta. Tal vez porque nadie en su casa consideraría que casarse con el Conde pudiera ser catalogado como una crucifixión.
- - Eres más sensible de lo que aparentas. - Dijo él. – ¿Eres artista? – Peggy sonrió ante su ocurrencia
- - Más bien crítica de arte… He pasado muchas horas metida en museos y en casas que parecen museos…- Le dijo ella. Tino se identificó con ella.
Desde que la miró por primera
vez, Tino sintió que ella tenía el control de sus pensamientos, algo que lo
envolvía en la manera de sentir, de ver el mundo. Y cuando ella cayó de su cama
sobre él… aquella noche de la fiesta… Tino sintió que podía creer en el
paraíso. Especialmente porque él vivía un infierno desde hacía un año.
Al salir de la catedral se fueron
a almorzar en un centro comercial cerca y cuando caminaban hacia el lugar donde
habían dejado parqueado el coche, se les acercó una mujer afrodescendiente que
le tomó la mano a Tino y sonrió con aire de misterio.
- - Ella es indispensable para tener la felicidad interior. – Le dijo. Aunque Tino lo entendió, Peggy lo repitió en francés.
- - Dile que no hacía falta dar la vuelta al Universo para eso. – Le dijo Tino a Peggy. La señora le dio dos golpes en el hombro y sonrió de nuevo.
- - Ni siquiera sabe que está atado a ti… sin remedio. – Le dijo la mujer a Peggy. Ella sonrió.
- - No… creo que no lo sabe. – Le dijo Peggy bromeando y la señora asintió y siguió caminando.
- - Esto es verdaderamente macondiano… Verdad? – Le dijo Tino a Peggy señalando a la señora que se alejaba de ellos. Peggy sonrió.
- - Tú atraes lo macondiano del lugar. – Le dijo Peggy. Y se fueron al auto.